Una noche en Shellstown [Aki y Derian] [Privado]

Quedaban pocas luces en la ciudad. Las pocas provenían de la luna, las tabernas y algunas casas donde sus moradores seguían aun despiertos. Sin embargo, la oscuridad en muchas zonas era casi total. Un hombre joven, algo ebrio de más, volvía de salir de fiesta su casa por el camino habitual. Iba tarareando una canción, despreocupado. Estaba acostumbrado a recorrer de noche las solitarias calles de la ciudad que no le preocupaba nada. Mientras tanto, por el desordenado mar de tejados y chimeneas humeantes, avanzaba una figura solitaria envuelta en ropa negra. El ser no le quitaba el ojo de encima al chico, caminando a su par, vigilante y atento. De repente, una nube tapó la luna, dejando la zona a oscuras. No había ninguna fuente de luz directa. El chico se paró de golpe. Tenía un mal presentimiento. Algo no iba bien, era como un sexto sentido que le decía que no estaba solo. Decidió ignorarlo y continuar su camino, achacándolo al alcohol. Fue entonces cuando escuchó un sonido a su espalda y se giró de golpe. Sin embargo, el origen del ruido era al parecer sólo un gato callejero.

- Vaya, me has asustado chico.

De repente el gato comenzó a bufar mirando a un callejón y se escabulló corriendo, perdiéndose en la oscuridad. El bufido le dio un susto de muerte, haciéndole dar un bote en el sitio. Entonces miró hacia el lugar al que miraba antes el gato, pero no vio nada. Continuó su camino como si nada hubiera pasado, pero ya no tatareaba. Caminaba tenso y procurando no hacer ningún ruido, atento a todo su alrededor. Cada sombra le parecía un animal salvaje o un maníaco armado. Comenzó a recordar todas las historias de terror que alguna vez hubiese oído. En su momento se había reído de ellas y había disfrutado escuchándolas, pero es muy diferente hablar de ellas en grupo, al calor de una hoguera, a recordarlas en una calle oscura estando a solas en mitad de la noche. Trató de calmarse, diciéndose a sí mismo que esos era sólo cuentos y que en nada estaría de vuelta en casa, cuando de repente escuchó un ruido a su espalda. Se giró, pensando que sería de nuevo algún gato, pero no fue así. Una figura alta envuelta en ropas negras se alzaba en mitad de la calle mirándole directamente. No distinguía ninguno de sus rasgos a causa de la oscuridad. Ninguno, excepto dos ojos dorados y brillantes. Un sudor frío comenzó a brotar de él, y entró en pánico. Abrió la boca, temblando y dijo en una voz que era casi un susurro:

- Ho... ¿hola?

La figura no contestó. Tan sólo dio un paso en su dirección. El chico no pudo aguantarlo más y se giró, corriendo con todas sus fuerzas. Comenzó a atravesar calles y caminos secundarios sin fijarse en la dirección, y cuando se dio cuenta, se había perdido. Se detuvo y se apoyó sobre sus rodillas, temblando, con el corazón a mil por hora y respirando a bocanadas sin aliento. Se incorporó de nuevo y miró a su alrededor. Frente a él había una fábrica vieja, y a su alrededor, sólo calles desconocidas y casas. Y a su espalda ruido de pasos. Sin pensárselo dos veces, entró a la fábrica por una puerta trasera y se escondió en el primer recoveco que vio. Un escondrijo entre varias pilas de cajas de madera. Se acurrucó entre estas, respirando entrecortadamente, y miró a través del pequeño espacio que quedaba entre dos pilas. El ser entró a la fábrica. Caminó entre la maquinaria, buscándole sin hacer ruido alguno al caminar. En ese momento las nubes se apartaron de la luna y la luz entró a través de los ventanales. No logró ver el aspecto de su perseguidor, más allá de una mano de piel pálida como la de un muerto. El hombre volvió de repente a la puerta y se fue. Esperó unos segundo, conteniendo la respiración, pero nada sucedió. Soltó el aire de golpe, aliviado, y se levantó. Caminando algo más calmado, salió de la pila de cajas y de repente algo cayó ante él. El rostro del hombre era tan pálido como su mano. Su pelo era color blando plateado, y sus ojos dorados relucían de manera siniestra. Dos afilados colmillos le asomaban por la boca, y en su mano derecha llevaba un afilado cuchillo. En el exterior de la fábrica y en la zona cercana se escuchó un grito de terror, acompañado por lamentos y otros de dolor. Al cabo de un rato, el sonido cesó, y el silencio volvió al lugar.

Derian, empapado de sangre, se levantó. Emitió un suspiro de satisfacción y miró su obra, maravillado y con su sed saciada. El cadáver mutilado del chico estaba tirado en el suelo sobre un charco de sangre y tripas, irreconocible por los cientos de mordiscos y cortes. El conde estaba pletórico. Hacía tiempo que no se desahogaba de aquella manera, torturando a alguien hasta la muerte por el mero hecho de hacerlo. Aquello le provocaba subidones brutales de adrenalina. Lamió la sangre de su cuchillo hasta dejarlo limpio, con placer, y se lo guardó de nuevo en el interior de sus ropas. Tenías las manos y la parte inferior de la cara ensangrentadas, así como su ropa.

Había llegado a la isla tras la batalla de Loguetown para entregar a un pirata que había capturado de camino a allí. La ciudad apenas había notado las secuelas de la guerra, por suerte. Tras cobrar la recompensa, le había dado el día libre a su tripulación y se había ido a dormir a su barco, el Vela de Plata. Sin embargo, al caer la noche, se había despertado con sed y un ansia de asesinatos que no sentía desde había tiempo. Había volado por la ciudad hasta localizar a un hombre joven y lo había atemorizado para guiarlo a un lugar apartado. Podría haberlo matado en mitad de la ciudad en silencio, pero no hubiese sido divertido. Prefirió jugar con su presa y hacerle sentir miedo. La sangre sus víctimas cuando estaba cargada de hormonas era mucho más deliciosa. Y hacía tiempo que no probaba semejante sangre. Llena de adrenalina, entre otras hormonas. Y de algo más que Derian no se había esperado, alcohol. Aunque el Shichibukai no lo sabía, se estaba emborrachando por la sangre del chico. Comenzó a darle vueltas la cabeza.

- Pero si no he bebido... ¿qué narices me pasa?

De repente escuchó ruido en el exterior de la fábrica. Con una sonrisa que intentó ser siniestra pero acabo siendo de borracho, comenzó a volar torpemente y se subió a una viga de la fábrica. Se quedó ahí arriba agarrado, tambaleándose y luchando por no caer al suelo. Por suerte, la oscuridad lo ocultaba casi totalmente, aunque como estaba en movimiento, tratando de equilibrarse para no caer podía ser que lo detectasen si miraba arriba.

- Puesh mira por dónde, me han entrado ganash de vino - murmuró para sí mismo

Oí una risa extraña y supuse que sería algún borracho. Pues ya era mala suerte, si estaba tan bebido como para reír así, mucho menos podría decirme como salir. Aunque igual llevaba algo útil en los bolsillos, después de todo.

Entre en la fábrica, oscura como boca de lobo. Noté algo pegajoso en el suelo, y pese a intuir de sobra lo que era, miré hacia abajo. Un amasijo de sangre y tripas, todo revuelto. Suspiré. Había varias posibilidades, y ninguna me gustaba. Tal vez la causa fue una vieja cuenta pendiente, cosa que me tranquilizaría bastante, ya que entonces yo no entraría en el juego. O también habría podido ser simplemente sed de sangre, en cuyo caso...Arrugué la nariz. ¿Pero que demonios? ¡Olía a vino barato entre todo el tufo a sangre! Le pegué un puntapié al cadáver (bueno, mas bien a lo que quedaba de él) y caminé hacia el interior de la fábrica. Sin embargo, llegué al fondo y el horrible olor no se iba, de manera que me di la vuelta y me apresuré a salir con pasos cortos. Salté por encima de los restos como si no los hubiera visto y pensé en seguir buscando la salida de la ciudad.

-Que rabia, para una vez que encuentro un sitio a cubierto...al final me va a tocar la noche en vela. Tsk, ¡¡¡Mañana pienso tomarme una siesta de proporciones legendarias!!!

Di un par de pasos y noté que seguía sintiendo ese ''algo'' cerca de mí. Aunque no era capaz de precisar donde. Paré y me senté en el suelo, con las piernas y los brazos cruzados y me arrebujé en mi capa. No iba a estar horas caminando de aquí para allá con ''algo'' pegado a mi espalda.

-Sea usted quién sea, le ruego se de a conocer. Es una estupidez pasar la siguiente media hora callejeando, usted persiguiendome y yo tratando inutilmente de perderle de vista. Si no se ha largado después de liquidar a esa persona de ahí atrás- Dije mientras apuntaba a la fábrica con el dedo.- Algún asunto debe tener conmigo y me gustaría resolverlo e irme a dormir, si no le importa.

Apoyé las manos en el suelo y me quedé esperando, tratando de aparentar aburrimiento.

Derian vio entrar a una chica bastante bella con una capa negra. Empezó a dar vueltas por la fábrica, mientras el vampiro borracho luchaba por no caerse de la viga. Tras un rato dando vueltas, la extraña volvió a salir por la puerta. Pero el conde no quería que se le escapase. Le apetecía seguir divirtiéndose con presas y aquel era un buen momento. Se incorporó en la viga y cayó de esta, incapaz de mantenerse en pie. Una vez en el aire, se detuvo con sus poderes a un metro escaso del suelo. Sin embargo, desactivó el poder antes de tiempo y se metió un trompazo igualmente. Se levantó tambaleándose, y salió corriendo de la fábrica.

Una vez fuera, vio a la chica a lo lejos. Sin embargo, al intentar avanzar pisó su capa y cayó al suelo, rodando y enredándose en esta. Comenzó a patalear y revolverse, intentando liberarse, y acabó de pie saltando con ambas piernas juntas, como una especie de gusano negro gigante. Cayó de bruces y comenzó a avanzar arrastrándose. El conde se sentía muy frustrado y cansado. Se las arregló para desenredarse, se elevó por los aire y comenzó a volar detrás de la chica. Después de un rato, la vio. Esta se frenó en seco y se sentó en el suelo, diciéndole que se mostrase y dándole a entender que no quería perder el tiempo. El ebrio vampiro decidió que no sería mala idea complacer a su deseo, y que se podría divertir un rato asustándola. Descendió frente a ella, y se posó tambaleante.

- Sois muy perspicaz, sí - dijo, tratando inútilmente de poner su habitual tono de voz serio y frío - me pregunto hasta qué punto. Decidme, ¿os veis capaz de huir de la muerte?

Normalmente hubiese sabido elegir las palabras exactas, y el tono tétrico y siniestro que sólo él sabía emplear. Su mera presencia solía bastar para aterrar a los valientes y temerarios, pero no en aquella ocasión. En aquel estado, era más cómico que aterrador. Comenzó a tener breves ataques de hipo, acompañados de saltitos en el sitio. Entre la capa era distinguible una coraza de acero que le protegía el pecho y una espada bastarda con el mango trabajado. Tenía pinta de ser cara como poco, tal vez una reliquia familiar. Derian sonrió, procurando nuevamente sin éxito ser aterrador.

- No temáis, sólo pretendo divertirme... ¡hic!

De repente el olor a vino y sangre aumento, y frente a mí apareció...bueno...no sabría describirlo. Probablemente habría resultado atemorizante si no fuera porque resultaba obvio que estaba borracho. Pese a la capa y la espada, me eché a reír, más aún al oir sus palabras.

-¿De la muerte? De la muerte nadie puede escapar caballero, ni siquiera vos. Sin embargo todavía no ha llegado mi hora. Y a manos de un...hombre, borracho, mucho menos.

Fue entonces cuando me fijé en su cara, y a pesar de estar colorado por el vino, le reconocí. Akon tenía su foto en el camarote. Este tío no era un cualquiera, resultaba obvio que era un Shichibukai. Perpleja, me eché a reír nuevamente mientras observaba cómo trataba de mantenerse en el sitio pese a los ataques de hipo. Él me sonreía, lo más probable es que no se diera cuenta del aspecto que presentaba.

-Bueno, todos tenemos derecho a divertirnos, sin embargo los borrachos deberían descansar. Si me permite el atrevimiento, me gustaría saber cómo alguien de su rango ha terminado en semejante estado. No debería tratar de ''divertirse'' con nadie estando así. Si os movéis a gran velocidad, solo conseguiréis un gran mareo.

Estaba algo indecisa, me preguntaba si en medio de su borrachera recordaría por dónde se sale de la ciudad. Me levanté del suelo, suspirando, y mi falda se subió lo justo para mostrar el comienzo de mis cuchillos, pegados a mis piernas. Me estiré y le regalé una sonrisa. No perdía nada por intentarlo.

-Por casualidad, no recordará por dónde se sale de la ciudad, ¿no? Buscaba un lugar para descansar.

Las palabras de la chica le hicieron perder los nervios. Enfadado, desenvainó a Vanator. ¿Borracho? ¿Le había llamado borracho en serio? Eso explicaría cómo se sentía, pero aun así no toleraba a nadie que le hablase así. Además parecía estar intentando seducirle... o eso le parecía al ebrio vampiro, que no se había fijado en las fundas de las armas. Que le intentasen seducir lo enfadó de sobremanera, él no iba a caer en trucos tan simples. Levantó su espada, mostrándola totalmente. De repente la hoja comenzó a brillar con una luz roja y cambió de tamaño y aspecto. Se hizo más pequeña y algo más ancha en algunas partes. La guarda también cambió, adoptando una forma extraña, que se ondulaba en torno a la parte final del filo, como protegiéndolo. El filo además adoptó una forma extraña. En lugar de ser recto o curvo trazaba recovecos y puntas. No era un instrumento para matar de un golpe limpio, si no para desgarrar, cortar con saña y causar heridas profundas. El arma de un torturador o de un carnicero. A pesar de eso, tenía una especie de elegancia siniestra. Tanto la guarda como el principio de la hoja tenían elegantes grabados con trazados geométricos y curvos.

Spoiler:

- Te daré un lugar para descansar, ya lo creo, ¡una tumba! - dijo, soltando gorgoritos a causa del alcohol.

Levantó su espada y la hizo bajar rápidamente, mientras la hoja brilaba con un tono rojizo. De repente, una onda cortante de energía salió disparada, pasando al lado de Aki dada la mala puntería que tenía en su estado. La onda cortó un edificio pequeño por la mitad, y el Shichibukai se cayó de culo, incapaz de mantener el equilibrio. Estaba enfadado por lo ocurrido. ¿Cómo se le había ocurrido beberse a un borracho? Le gustaba beber, pero no estaba acostumbrado a hacerlo en grandes cantidades, así que el alcohol que para aquel chico dada su resistencia le había causado una leve borrachera, a él lo había dejado como una cuba. El conde levantó la cabeza refunfuñando, y vio que la chica seguía intacta.

- Vaya, he fallado.

Comenzó a soltar maldiciones y a seguir refunfuñando. Comenzaba a estar bastante molesto y a plantearse el ir al barco a dormir hasta que se le bajase todo el alcohol. Sin embargo no tenía claro lo que hacer con esa chica. ¿Matarla, dejarla tranquila, acompañarla a las afueras exigiéndole una recompensa? No lo tenía claro. Aunque por otro lado empezaba a ocurrírsele una idea realmente tentadora para el borracho: tal vez sería el momento de probar los licores de aquella ciudad...

No pude por menos que soltar un silbido de admiración cuando desenfundó su arma. La observó cambiar mientras la sonrisa se ensanchaba por su cara. Nunca había visto algo así, pero le entusiasmaba ver cosas nuevas. Y la forma de aquella hoja no era precisamente normal. Era una espada...¿Cómo decirlo? Cruelmente delicada. Ahora entendía mejor como había acabado así aquel hombre de la fábrica. Sin embargo, también poseía una sutil elegancia. Probablemente, la misma que su dueño cuando estuviera en sus plenas facultades. Tan centrada estaba en admirar la hoja, y los curiosos y hermosos dibujos que esta presentaba, que casi no noté cuando él la movió. Probablemente, si me hubiera movido me habría dado, pero por suerte no fue así. Sin embargo, si que noté a la perfección el poder de la onda de energía. Mientras el shichibukai caía, me llevé la mano a la mejilla. Un ligero corte, producto de lo cerca que le había pasado el disparo. Sonreí con los ojos brillantes. Un poder así era formidable. Me eché el pelo hacia delante para tapar el corte y me acerqué solícita hacia el pobre conde. Le tendí la mano, preparada para apartarme si se me abalanzaba encima o movía el arma, pero manteniendo una cálida sonrisa.

-Lamento si os molestaron mis palabras, no era esa mi intención. Y tomaré ese gesto.- Dije mientras señalaba el edificio partido a la espalda.-Como que no recordáis por dónde se sale. Me temo que pasaré entonces la noche en vela. ¿Tenéis algún lugar adónde ir? Si no le parece inapropiado, me gustaría acompañaros. Esa espada es formidable y tal vez pueda enseñarme más cosas. Aunque insisto en que una siesta le vendría bien...

Derian aceptó la mano que le tendía. La idea de irse de bares era muy tentadora. Envainó la espada devolviéndola a su forma original, como si no hubiera pasado nada, y caminó en busca de alguna taberna. Le hizo un gesto a su acompañante para que lo siguiera. Caminaba desviándose ligeramente hacia un lado u otro cada pocos pasos. No lograba reconocer las calles, todo se veía muy diferente tras la ingesta de alcohol. Finalmente encontró un sitio aun abierto, y entró abriendo la puerta de golpe. Los clientes se callaron de golpe para mirarle con recelo. El noble se dio cuenta en ese momento de que seguía ensangrentado, pero decidió no darle importancia. Se dirigió a la barra y miró al camarero con una sonrisa siniestra, que perdió buena parte de su efecto por un hipido.

- Un vaso del licor más fuerte que tengas, viejo.

- Lo siento, pero iba a cerrar ya, señor. Ya no sirvo más - le dijo el hombre, algo inquieto, para intentar que se fuera.

- Creo que no lo he dejado claro - dijo, desenvainando su espada y apoyando la punta en el cuello del hombre - Quiero alcohol como para tumbar a un ejército de mulas retrasadas para mi y mi acompañante. De no complacerme, me ocuparé de que tu cabeza acabe en su culo - señaló a un hombre al azar - y su cabeza en su culo - señaló a otro - y después seguramente pare porque me entrará el sueño. Encajar cabezas en culos cansa.

El tabernero, con una gota de sudor bajándole por la cabeza, sacó una botella de licor de hierbas y llenó dos chupitos. Iba a guardar la botella pero Derian le dio un toque con la parte plana de la espada en la mano.

- Eh, esa botella donde pueda verla.

Cuando el hombre dejó la botella sobre la barra, el borracho sonrió. Todo estaba saliéndole a pedir de boca. Envainó torpemente la espada y se bebió de un trago el contenido de su chupito, derramando buena parte del líquido por la comisura de sus labios. Soltó un sonoro suspiro de placer y golpeó la barra con el pequeño vaso. Se sentía eufórico y con ganas de fiesta. Entonces miró hacia donde suponía que debía estar su acompañante. Su pelo ahora... ¿era blanco?

- ¿Qué te pasa? ¿No bebes? - le preguntó a la fregona, con curiosidad.

Sorprendentemente, aceptó mi mano y una vez en pie echo a caminar. Bueno, caminar...a tambalearse en alguna dirección. Envainó su espada, acción que por alguna razón, me desilusionaba un poquito. Me encogí de hombros y le seguí a un par de pasos de distancia. Intentaba no reírme, pero era muy gracioso ver a alguien tan poderoso, ensangrentado y haciendo eses al caminar. No parecía saber hacia dónde iba, pero resistí las ganas de preguntarle. Era demasiado interesante y quería ver que pasaba por su cabeza embotada por el alcohol. Mirando al cielo, veía la luna en cuarto menguante, como si también ella se riera del conde. Después de callejear un rato, se paró frente a una taberna y abrió la puerta de golpe. Para cuando entré todos le miraban aterrados, incluido el tabernero. Yo saludé con la mano, pero evidentemente, nadie se dio cuenta.

-(...)Encajar cabezas en culos cansa.

No pude evitar echarme a reír al oír eso. Los pocos clientes que quedaban, sin embargo, se echaron a temblar. Los conté. Tres hombres y una mujer. Perfecto. Cogí discretamente un cuchillo de una de las fundas y me fui acercando a ellos por turno. Les apoyaba el cuchillo en el cuello, tapando la maniobra con mi pelo.

-Dame todo tu dinero, y me ocuparé de que tu cabeza esté a salvo por esta noche.

Para cuando terminé y me dirigí a la barra sonriente, la taberna estaba vacía a excepción de nosotros y el dueño. Y el conde...bueno, el conde parecía entretenido charlando animadamente con la fregona. Me di cuenta de que había dos chupitos en la barra. Vaya, que dilema, yo no acostumbraba a beber...bueno, supongo que por una noche no pasa nada. Ayudará a mantenerme despierta. Una sonrisa felina se apoderó de mi cuando llevé el líquido a mi boca. Noté un calor abrasador bajarme por la garganta y suspiré. Me giré hacia mi curioso acompañante.

-Sabía que estabais algo pasado de copas, pero no imaginé que me confundiríais con la fregona. Ahora me diréis que es mas bella que yo. Tsk...por cierto, no estaría mal que me dijera su nombre. Ya que vamos a beber, me niego a tratarte mas de usted.

Me serví otro chupito mientras empezaba a notar la cabeza algo embotada...

Derian comenzó a hablarle animadamente a la fregona sobre su dilema con la gente que se escapaba de él cuando intentaba comérselos y lo aburrida que se le hacía la caza por lo fácil que era. Hizo una larga exposición sobre lo frustrante que era darles ventaja como dejarles huir un buen rato antes de seguirles, o avanzar tras ellos sin volar. Fue entonces cuando Aki lo sacó de su ensimismamiento. El conde sacudió la cabeza, masculló algo sin sentido y se bebió otro chupito:

- Perdona. Mi nombre es Lord Derian Markov, conde de Markovia, capitán de Dark Ascension, Shichibukai y el único candidato legítimo al trono de Hallstat

Mientras decía estas palabras, se emocionó. Sus ojos brillaron y desenvainó su espada torpemente, alzándola hacia el techo:

- Soy el único capacitado y con derecho para gobernar a las gentes de Hallstat. ¡Mi familia unió el país bajo una única bandera! Fueron esos cerdos de los Krastov los que nos quitaron el trono hace ya varias generaciones - comenzó a soltar hipidos - Pero ya verán, volveré y recuperaré mis tierras.

Tras eso comenzó una larga perorata para sí mismo quejándose del rey y de cosas irrelevantes como el impuesto sobre la patata. Mientras lo hacía, se bajó dos chupitos más, comenzando ya a balancearse sobre el taburete, bastante ebrio.

- Ah, sí. ¿Cómo te llamabas? - dijo, balanceándose peligrosamente en su dirección al girarse para mirarla.

Distraída, le escuché hablar sobre su linaje y conquista o ascensión al trono, no estaba segura. Y la verdad, poco me importaba ya. Me serví el tercer chupito y noté como me daba vueltas la cabeza. Me abandoné a esa sensción y suspiré, tirándome sobre la barra del bar. EL dueño había desaparecido, probablemente se hubiera marchado a casa con la esperanza de que a la mañana nos hubiésemos ido. La verdad, también yo lo esperaba, aunque viendo por el camino que iba la noche, lo dudaba. Estaba empezando a ponerme melancólica y me serví otra copa. A ratos se me aparecía la cara de Vento por la mente, y me preguntaba de nuevo por que tuvo que morir, obligándome a recorrer los mares para olvidarme de su recuerdo...

La voz del conde preguntándome por mi nombre me sacó de mis ensoñaciones, y con lo que parecía ser una voz de borracha impresionante le conteste:

-Y a ti que...que carajo te importa como...hip! como me llame yo!! Vete a pastar, ya bassstantes probleemas tengo yaa..! No puedo voocaalisar biennn y toodo es por tuu culpa y de esta esssstúpida botella!!

Diciendo esto, cogí la botella y empecé a beber a morro. Estoy bastante segura de que no fue la mejor decisión de mi vida, pero en el momento fue liberador. Noté el líquido ardiente bajarme por la garganta y cuando traté de ponerla sobre la mesa, me incliné y me caí sobre el pecho del conde. Lejos de apartarme, en mi borrachera me pareció que se estaba calentito y me acurruqué mientras decía incoherencias:

-Yamuna...estás tan calentita...tigresa mala hass vuelto a robaaar la comida no esh cierto..? Ja...si te pillaa Akon...nyaa...

Notaba el rubor en las mejillas, producto del alcohol y mezclando los recuerdos con el presente, una sonrisa bobalicona se extendió por mi cara.

La chica comenzó a gritarle y echarle bronca con voz ebria y un aliento que apestaba a alcohol. Normalmente el conde hubiese arrancado las tripas a cualquiera por mucho menos, pero en aquel estado tan sólo le hizo gracia que alguien le hablase así, sobre todo con la fama que le precedía. Comenzó a reírse con una voz bastante más ebria que la de su compañera, y empezó a tambalearse en la silla, manteniendo el equilibrio a duras penas. Entonces Aki se cayó sobre él y comenzó a murmurar cosas sin sentido mientras se acomodaba sobre su pecho. El conde le quitó la botella y comenzó a beber también a morro, acabándosela en dos largos tragos. Tiró esta a un lado del local y murmuró para sí:

- Preferiría vino, eshto esh una mierda para plebeyosh.

Entonces se fijó en la chica acurrucada contra él, y no tuvo claro cómo reaccionar. Se quedó mirándola con cara de bobo y cabeceando ligeramente. Le costaba enfocar la vista. La chica era claramente hermosa, pero Derian no sentía ninguna clase de atracción sexual por ella. Hasta donde se sabía era totalmente asexual, aunque algunos habían tenido la osadía de afirmar que le excitaban aberraciones como la tortura o las mutilaciones. Si esto era cierto o no, no se sabe. Lo que si se sabe es que el conde cortó la lengua a todos los que atrapó difundiendo aquellos rumores sobre él, incluyendo a uno de sus marineros. Fuera de todo aquello, el conde hizo una asociación rara de ideas y comenzó a acariciar a la chica en la cabeza como si fuese una mascota, con una sonrisa de borracho. En cierto modo extrañamente incluso olía como un gato...

- Mi gatita... - murmuró, recordando una gata que había tenido cuando era niño.

Vencido por el alcohol, el Shichibukai se desplomó sobre la barra y comenzó a roncar suavemente, abrazado a la chica en actitud posesiva.

Mientras yo estaba tan ocupada diciendo incoherencias, el conde acabó por derrumbarse encima de mi, abrazándome y quedándose dormido al poco rato.

-Mi gatita...

-Peeerrro qué se habráá creído, tomándosse essas confiaaanzas....-Mascullé por lo bajo mientras meneaba la cabeza.

Las manos del conde en torno a mi cintura me habían sacado de la bruma borrosa de mis recuerdos. Sin embargo, nada podían hacer contra la borrachera, y frustrada, empecé a pegarle en los brazos, tratando de que me soltara. Simplemente para descargar energía, porque era bastante obvio que antes de hacerle un rasguño, yo misma estaría con los nudillos sangrantes. Era una sensación odiosa. Notaba que la cabeza no me obedecía, que mis pensamientos iban lentos, y algunos ni siquiera llegaban a concluirse. Aunque si hubiera tratado de explicarlo en ese momento, lo único que habría salido de mis labios, sería un vergonzoso ''E-essshtoy taan...borraaa-asha...''. Sin comentarios. Miré alrededor, pero ni siquiera conseguía enfocar la vista. A juzgar por el cacho oscuro de cielo que se intuía por la ventana debían rondar las 3 de la madrugada. Poco a poco se e iba pasando la energía y el enfado causada por el alcohol y fui cayendo en una leve depresión, acompañada de rabia. Echaba de menos la música. La taberna estaba en silencio, y si no hacía algo, pronto lo único que se escucharía serían los ronquidos del patán de mi acompañante. Así, sin venir a cuento, me encontré añorando las guitarras, las flautas y arpas pequeñas de mis compañeros de troupe. O los teclados, con sus peculiares sonidos. Preguntándome qué podría hacer para recuperar eso. Y, sin lógica alguna, una idea cruzó mi turbia mente y comencé a sacudir y menear el cuerpo del conde a mi lado, tratando de que despertara y mirándole fijamente. El rubor del alcohol teñía de rojo mis mejillas y hacía un curioso efecto con mi ceño fruncido.

-¡Disscoteeca!! Lléevamee...a una...dishcoteeca!! A baaailar....vamosh!! A qué eshperas, suéltamee...beeesshugo, paaatán...

Derian despertó con los golpes, pero estaba demasiado confuso para reaccionar. No fue un despertar agradable. Notaba un sudor frío por todo el cuerpo y un horrible mareo. Todo parecía dar vueltas, y las dimensiones habían perdido su sentido. Soltó a la chica y se levantó de su asiento. En cuanto lo hizo se arrepintió, pues se sintió horriblemente más. Se tambaleó y se agarró a la barra para no caerse, mientras notaba un fuerte retortijón de estómago, y por primera vez desde que era vampiro, náuseas. Estaba más pálido de lo habitual, y le costaba quedarse quieto en el sitio, pues debía mantenerse en movimiento para no desplomarse por la pérdida de equilibrio.

- ¿Dishcoteca...? - dijo, mareado y sin comprender.

Las palabras de la chica parecían carecer de sentido. Iba tan mal que aunque las escuchaba, le costaba encontrarle el significado a sus frases. En todo caso, Derian tenía muy claro lo que hacer. Aquel sitio se había vuelto aburrido. Algo mejor, y siendo capaz ya de mantener el equilibrio, trató de agarrar a la chica por la cintura y de cargársela al hombro. No iba a quedarse sin compañera de juerga, quisiera ella o no.

- ¡Vamonosh de fieshta!

Acto seguido, salió corriendo a la calle, dando salvajes gritos de borracho, en busca de algún local abierto. Iba haciendo eses mientras avanzaba, dando torpes zancadas y no cayéndose a duras penas. De repente notó un dolor en el estómago más fuerte y el mareo creció de golpe. Cayó de bruces (no recordaba si se había llevado a la chica o no, pero haber logrado agarrarla debía haberse caído también), y comenzó a vomitar en el suelo. Apoyó las manos en el suelo y se incorporó temblando, poniéndose a cuatro patas. Siguió vomitando, echando bilis y restos de la comida, junto con sangre. Finalmente acabó. Se sentía débil y no podía controlar sus temblores, pero también algo más despejado y no tan mal como antes.

- Neceshito másh alcohol.

Se levantó de nuevo y comenzó a caminar en una dirección aleatoria. Se paró delante de la primera puerta que encontró y comenzó a petar a golpes diciendo:

- ¡Cantinero, una ronda!

De alguna manera, terminé en el suelo de la taberna.Supongo que el conde me habría soltado, pero tal y como iba, ni idea. La cabeza me daba vueltas y me venían imagenes aleatorias a la cabeza, pertenecientes a mi infancia. Fruncí el ceño y me llevé una mano a la frente, frotándola. Tratando sin éxito de despejarme. Gemí, frustrada y parpadeé intentando enfocar la vista. No oía nada, solo silencio, y me iba cabreando y frustrando cada vez más, no lo soportaba. Me planteé ponerme a cantar yo misma para alejar la falta de sonido, pero no pude ni intentarlo. De repente, volé.

EL conde me había cogido por la cintura y cargado al hombro. Algo mareada por el brusco movimiento cerré los ojos y me encogí como buenamente pude. Él salió corriendo y saltando, gritando tonterías a voces. Mosqueada empecé a golpearle en el hombro.

-Shueltame!! Te...te exijoo..que mee sueltesh!!!

Mis deseos se vieron cumplidos cuando el Shichibukai tropezó, o cayó, y salí despedida. Aterricé a pocos metros y oí como mi casual acompañante devolvía todo el alcohol. Se me revolvió el estómago al oírle y contuve la náusea mientras miraba alrededor. Por algún motivo me fijé en las estrellas y empecé a señalarlas como idiota, todavía tirada en el suelo.

-¡¡Miraah miraah!! Brillan....shon tan lindash...

Una sonrisa bobalicona se extendió por mi rostro y entonces caí en que estaba sola. Localicé al Shichibukai gritándole a una puerta cerrada, y perezosa de ponerme en pie, me dirigí hacia allí a cuatro patas. Era de madrugada y hacia frío, por lo que para cuando llegué junto a él estaba tiritando. Le tiré de la ropa para hacer palanca y levantarme y sacudí la cabeza por enésima vez esa noche.

-¡¡Nee, neee, tengo friiiio....vamosh a algun shitio neeee...