Feria de locos ₪ Privado ₪ Pato - Iô

Tsk. Menudo incordio. Me habían “invitado” a un congreso. Realmente eso no me importaba, sin embargo el que fuera un congreso para las “próximas promesas científicas” me sacaba la cara de enfado a mi y una risa descontrolada a Hulk. Sin embargo, supongo que podría ser una especie de castigo con mi extraño y no políticamente correcto comportamiento con la Marina. Pero eso de pasar de unas reuniones en grandes despachos con café de ocho terrones de azúcar en su interior y con las verdaderas mentes brillantes a acabar en una feria de una isla perdida de Dios sabe dónde, me dejaba con mal sabor de boca. Sin embargo, pensándolo bien es posible que me encuentre a alguien interesante, hay varios reclutas que dicen ser inteligentes y yo a su edad lo era bastante así que –aunque lo dudaba bastante – me esperaba encontrar a alguien lo suficientemente inteligente como poder sentirme a gusto, y quién sabe, a lo mejor me lo lleve a la división de inteligencia, cuando pueda de nuevo tener acceso allí.
Así pues, junto a dos escoltas, llegamos a aquella isla del East Blue. ¿Por qué dos escoltas? Bueno, siempre ha sido lo normal, podía controlar a Hulk, pero había ocasiones en el que sus instintos animales brotaban y es posible que enloqueciera e hiciera cosas que no deba. Me hacía gracia, iba con un hombre y una mujer, y aunque yo vaya encorvado tenía su misma estatura, y me preguntaba cuál alto sería si fuera normal, tal vez un total de diez o quince centímetros más. Parecía que los dos muchachos eran dos reclutas por la vestimenta. Uno de pelo corto, puntiagudo y de todo azabache. La mujer, un cabello largo, bastante bonito de un color dorado. En vez de la gorra normal de los marines portaba una boina, aunque con los colores y símbolos marines. Tenía unas gafas de sol de lentes de un color de esmeralda apagada y de bordes dorados, si no fallo –cosa bastante improbable – debía de tratarse de una de esas gafas de la famosa marca BanRay. Lo sé ya que Hulk porta unas cuando va subido en su moto.

Yo iba vestido como de costumbre, mis vaqueros y mi camiseta blanca. Sin embargo me obligaron a ponerme unas chanclas, me prohibieron ir descalzo, por favor, el que me obliguen a hacer cosas no lo soporto. Sería otra parte de mi castigo. Echaba bastante en falta mi capa, santo cielo, lo único que quería era poder lograr subir los escalones poco a poco para poder volver al puesto. Lástima, si hubiera vuelto poco antes del incidente en ésta misma zona del mar es posible que ya hubiera subido algo… Pero que me voy del tema. Al parecer había una bonita feria, con algunos puestos y juegos, pero nosotros debíamos de dirigirnos al escenario. La feria y el congreso estaban unidas, en un descampado al aire libre de la isla. Todo tierra y algo de hierbas por la zona. Los puestos de madera de toda la vida.
Miraba a mi alrededor, a decir verdad es que había bastantes marines, ¿todos ellos eran genios? Sería bastante interesante de ver. También pude ver a alguien conocido quienes no me molesté en saludar, químicos e ingenieros. También había médicos de gran fama, normal, qué harían los medio cyborg sin ellos. Había un gran escenario, como si fuera un concierto, y sillas frente al mismo. Encima del escenario pude ver al director de los asuntos de inteligencia marine, el pobre nunca se libraba de tener que venir a éstos eventos, aunque tampoco es que tenga mucho trabajo. El hombre, su calvicie con escasos pelos blancos, arugas en la cara, unas gafas de lentes en forma de circunferencia y una bata blanca que le cubría casi entero, tan sólo dejando ver su corbata negra, lo hacían inconfundible. Les indiqué con la mirada a los muchachos que nos sentáramos, no me gustaría perder mucho tiempo allí.
Seguía observando a mi alrededor, intentando ver a alguien interesante, y de pronto vi a una persona peculiar. Lo que pude ver desde la lejanía era a una muchacha de una altura levemente superior a la mía y de un largo y precioso pelo azul. Estaba subida a un misil  de exposición de los marines encargados del armamento así publicitando una nueva forma de acabar con los enemigos. Me resultó gracioso, pero pensándolo bien, había un marine intentando que bajara, ¿sería un civil? A decir verdad la estaba tratando con bastante respeto, y eso me hizo pensar que podría tratarse de otra “genio”, aunque costaba de ver por su comportamiento. –¿Acaso es un sujeto de pruebas? –Mascullé para mi disfrute personal. Sería un día interesante.

Había decidido finalmente subirse en aquel cohete como si estuviera en un rodeo. Porque más o menos aquello era eso para ella: una feria de locos, un rodeo de genios. Muchos compitiendo por quien era más listo, más estudioso… Compitiendo por quien tenía los mejores diseños, los mejores materiales, los mejores repuestos… Sí, todo aquello se le antojaba importante a Iô, pero no lo suficiente. Cuando hubiera algo que llamara su atención de verdad, en ese momento y solo en ese momento, centraría toda su atención. Y no, evidentemente no había llegado ese momento.

Sentía a su marine acompañante tirar de su pierna, quería que se bajara de allí y que lo hicera, a poder ser, con premura. Sí, necesitaba que dejara de dar el espectáculo y simplemente se diera a conocer: quizás intercambio de opiniones e ideas, quizás llamamiento para encontrar a gente de su tipo… Aunque claro, encontrar a alguien “del tipo de Iô” era más seguro que se daría en un manicomio. Aunque todavía no había entrado en su vena seria de científico loco. Quizás sería mejor que se mantuviera contenta y poco cuerda.

Aunque lo que escuchó la llamó la atención. Se lanzó en brazos del marine que la acompañaba y bajó de aquel cohete por fin, yendo hasta donde había escuchado lo que la había llamado la atención. Porque si no eran las armas y las balas, solían ser las personas más afectadas. Sí, había escuchado al susodicho que la había llamado sujeto de pruebas y, lejos de ser irónica, se había acercado hasta el mismo para examinarlo en silencio. Se inclinó ligeramente hacia delante, a los pocos segundos, oliendo con poca delicadeza y ningún tipo de miedo al hombre.  —¿Tengo acaso pinta de sujeto de prueba?— le preguntó, inquiriendo con sus rosados ojos sobre los de él, mirándole de manera intesa. Sí, ella no tenía ese síndrome de decencia que tienen las demás personas normales y, por supuesto, ni el mismo tacto ni delicadeza.

Off.: