[Pasado] Dulces, alcohol y cosas oscuras. [Privado] Sinclair Moon-DragoN-Yuu Kinzoku

Era un día algo nuboso en la isla de Candyland pero de vez en cuando el sol aparecía entre las nubes dando un pequeño destello sobre la isla. En el puerto Drack seguía haciendo el mismo calor de siempre, ese día estarían rondando los 33ºC aproximadamente y debido a la humedad del ambiente parecía que la temperatura era mucho más elevada y sofocante.

La ropa del cyborg, normalmente bastante ancha, se pegaba a su cuerpo como si de látex se tratase, estaba agobiado y cada momento le venía más a la cabeza el hecho de desnudarse, pero tras abandonar a los Barba Rubia todo había cambiado, tanto tiempo solo había cambiado al cyborg, ya nada era igual, hacía muchísimo tiempo que no sabía nada de sus compañeros y había decidido viajar para ver si conseguía noticias de ellos.

De pronto se escuchó a lo lejos una gran explosión que imbuyó el ambiente de un ligero olor a chocolate. Al cyborg se le olvidó por un momento todo lo que estaba pensando y solo podía pensar en una cosa.

-Mmmm... Chocolaaate...

El cyborg comenzó a mirar en todas direcciones para tratar de localizar la fuente de aquél embriagador olor, a lo lejos vio humo y aunque su instinto le decía que no debería adentrarse en zonas desconocidas sus piernas no hicieron caso a su cerebro y comenzaron a dirigirse hacia la fuente del humo. Mientras iba caminando con cara de placer las personas que estaban en el puerto le miraban con miedo.

-Al parecer no están acostumbrados a ver a alguien como yo...

Era normal que la gente no estuviese acostumbrada a ver a tipos así, Yuu medía más de dos metros y medio y era tan ancho como tres hombres fornidos, gracias a una de sus aventuras del south blue ya no exhibía sus implantes, ahora tenía nuevos implantes pero esta vez eran de piel que disimulaban a la perfección sus partes metálicas. El cyborg tenía ganas de probar las nuevas manos de kairoseki que obtuvo gracias a Jin, el teniente comandante renegado de la marina que le ayudó a sobrevivir.

-Perdone señor, ¿hay algún sitio para comer algo por aquí?- Preguntó Yuu a un anciano que se cruzaba por su camino.

El cyborg, que había recobrado el sentido, antes de seguir el camino que le marcaba el humo necesitaba ingerir algo para recuperar fuerzas, siguió el camino que le señaló el anciano y entró en un bar. El bar era muy diferente a cualquier otro bar que había conocido, tenía las paredes llenas de magdalenas espachurradas y golosinas esparcidas haciendo formas lo más variopintas que alguien normal pueda pensar.

-¡CAMAREROOOO, UN BARRIL DE CERVEZA!- gritó haciéndose oir por encima del bullicio.

Otro viaje, otro destino, esta vez me encontraba en una isla llamada Candyland, el paraíso de todo repostero o de un amante de los postres como lo era yo.

El día era, excesivamente caluroso y ahora mismo estaba maldiciendo la hora en la que se me ocurrió ponerme mi ropa de cuero. Ya me había quitado la chaqueta, aunque esta vez llevaba una camisa roja de seda debajo de esta, si por mi fuera ahora mismo estaría correteando en pelotas, pero las leyes eran un poco triquismiquis por eso del escándalo público y tal, asique en lo primero que pensé fue en encontrar una taberna y tomar algo fresco en ella, de repente oí una explosión y acto seguido comenzó a oler a chocolate, pero lo primero era lo primero, refrescarse y después ir a ver lo que había sucedido.

No tuve que andar mucho para encontrar una, entré y parecía que había entrado en el paraíso. Aquella taberna no era una taberna corriente, además de lo que te puedes encontrar en una taberna, también era una pastelería. En el escaparate se exponían todos los dulces que tenían, tartas, pasteles, rosquillas y todo con distintas formas y colores, la boca se me hacía agua, me acerque a el escaparate y me puse a pensar en lo que pediría para desayunar, después de tomar una difícil decisión, le pedí al camarero, un batido de chocolate bien frío y media docena de rosquillas de distintos glaseados al camarero y después me senté en una mesa y esperé. El local estaba bastante lleno y bullicioso, de repente un hombre enorme entró por la puerta, pidiendo a grito pelao un barril de cerveza, aunque no le hice mucho caso, pues yo esperaba a mi almuerzo, que enseguida llegó en las manos de una camarera, ella era una mujer rubia con grandes curvas y vestida con un uniforme a rayas rojas y blancas, tuve que hacer un gran esfuerzo para que no se me salieran los ojos de las orbitas, pues era una auténtica belleza. Me había dejado en shock, tanto que aunque ya se había ido seguía embobado, sin hacerle ni caso a mi almuerzo que reposaba en mi mesa.

Tras pedir su barril de cerveza, el cyborg se sentó en una silla la cual al posar sus enormes posaderas se dobló cual brizna de hierba en un día con fuerte viento. Tras unos minutos esperando apareció un fornido camarero arrastrando su barril a duras penas, al cyborg se le hacía la boca agua según veía venir el barril, hacía mucho tiempo que no probaba el dulce y rubio néctar de los dioses que en la tierra mundana era llamado cerveza.

-Al fin, ven con papi amiga, refresca mi gaznate.

El cyborg estaba entusiasmado, el ambiente de la taberna había calado en él y estaba muy contento, no tenía razones ya que acababa de dejar a sus compañeros de viaje pero algo tenía dentro que le hacía estar exultante, nada podría ocultar la felicidad y energía que llevaba dentro. Pero algo hizo que de pronto su felicidad se convirtiese en sorpresa, un ser que a pesar de tener aspecto humano no lo parecía entró en la taberna, tenía una larga melena roja e iba como flotando, tenía unos ojos que remarcaban un aspecto fiero y serio, aunque era más pequeño que el cyborg imponía más, su sola presencia llegaba a asustar.

-No puede ser, él no, el shichibukai Jack Dralion Stark, La Lanza Carmesí etá delante de mis ojos.

El cyborg reconoció momentáneamente a la persona que acababa de entrar, no esperaba que un pirata tan conocido como ese entrase por la puerta de la taberna en la que él estaba. En aquél momento agarró su barril de cerveza y le dio un gran trago, se había quedado estupefacto al ver entrar a ese hombre. Jack siguió su camino hasta llegar a sentarse en una mesa cercana a la del cyborg. Este, para intentar entablar una conversación con el único otro cyborg que él conocía, aunque solo fuese por historias que le habían contado, levantó un brazo para que el camarero que le había llevado el barril se acercase de nuevo.

-Oye tu, camarero, todo lo que pida este señor corre de mi cuenta. –Dijo señalando a Jack.

Ya había salido del encantamiento que me había provocado la visión de la hermosa camarera hacia tiempo, y ya estaba acabando mi almuerzo, cuando observe una escena. Después de la entrada en el local del tipo que pedía un barril de cerveza, entró otro tipo más famoso por así decirlo. Era uno de los shichibukais, era aquel a el cual le llamaban lanza carmesi. Lo que descubrí con su entrada, fue el bando al que pertenecía el primer hombre. Probablemente sería pirata, no había que ser un genio para averiguarlo, solo había que ver el entusiasmo que puso al verle. De pronto me acordé de la explosión que había visto al llegar a la isla, asique me comí el último bocado de donut y me bebí el ultimo trago de batido y me acerque a aquellos dos hombres que hablaban en la barra:

- Buenos dias, me preguntaba si les apetecería acompañarme a ver un edificio que ha explotado, por ver si hay victimas o simplemente a pasar el día.