Fiesta Mafiosa De Escandalo [Ban Midou - Syva]

Como siempre en aquella isla, la noche reinaba sobre el cielo. Las luces de los rascacielos estaban encendidas por todos lados. Había una mansión bastante separada de los demás edificios. Había una fila de hombres trajeados entrando al interior, allí se estaba organizando algo grande sin duda alguna. Dicha mansión estaba rodeada de árboles enormes y tras ella había una zona boscosa donde la luz de los edificios no llegaba. Los árboles tenían hojas tan gruesas que no dejaban pasar la luz de la luna, sobre uno de los altos árboles se hallaba una figura. Al menos estaba a cinco metros de altura, sentado en una de las ramas, esta era bastante gruesa, por lo que no corría peligro de caerse rompiéndola ni nada por el estilo. Aquella persona estaba en absoluto silencio, sería casi imposible verle sin visión térmica o al menos haki. Estaba tapado por muchas ramas y además estaba sumido en la oscuridad. Parecía vigilar atentamente la mansión en la que entraban todas aquellas personas trajeadas e importantes. Estaba espiándolas, su mirada observaba las ventanas, como si estuviera buscando una entrada para poder colarse dentro del local tan grande.

- Se supone que lo que busca el señor Takahara está ahí dentro, no me será fácil encontrarlo. Malditos mafiosos, no podía tocarme un trabajo más fácil, tenía que tocarme el maldito caserón de los Treiosuke.

Dijo en un susurro mientras fruncía el ceño, era un chico de pelo castaño oscuro, bastante alborotado y con muchos menos dispersos cada uno para un lado. No parecía conocer la palabra “peinarse”. En sus ojos había unas gafas de sol redondas y de color moradas claras. Sus ojos eran azules intensos y su piel algo pálida. Vestía una camisa blanca con un cuello de pico, además de unos pantalones negros y unas botas, no iba a poder infiltrarse con eso, pero sí con lo que llevaba en su brazo derecho. Una chaqueta negra con corbata que su cliente le había prestado para que le fuera más fácil el trabajo. Ahora se la colocó despacio mientras suspiraba, el chico estaba definido y era de una estatura normal. Guardaba en su cintura dos fundas con pistolas y portaba una katana negra en el otro lado de la cadera. No sabía usar bien aquellos chismes pero los llevaba consigo. De todas formas muchos de aquellos tipos iban armados, por lo que no había problema con aquello. Ahora se fijó en como pasaban los últimos y solo quedaban cuatro guardias merodeando armados con armas de fuego.

- Es mi oportunidad, o ahora o nunca.

Susurró de nuevo mientras pegaba un salto desde la rama al tejado, por suerte no hizo mucho ruido y los guardias ni se enteraron. Se quedó mirando una chimenea con una sonrisa arrogante y sádica, esa iba a ser su compañera que le permitiera bajar. Además había dos, una parecía conducir al salón pues estaba en el centro, la otra a un dormitorio pues era más pequeña, decidió elegir la pequeña. Caminó despacio hasta subirse a lo alto y despacio meterse por ella, era larga y le llevaría unos cinco minutos sin hacer ningún ruido, parecía llevar a un cuarto oscuro pues no estaba iluminado. Comenzó a bajar muy despacio pegando sus manos a las paredes mientras mantenía una sonrisa arrogante en el rostro, estaba seguro de que lo iba a lograr. “Santa Claus se va a pasar un poco antes” Pensó ahora mientras seguía bajando por la chimenea tratando de no hacer ningún ruido y de forma muy lenta pero astuta teniendo en cuenta donde pisar y donde no. Al menos con lo que le iban a pagar por ese trabajo, podría comer tres días y comprarse su tabaco. La crisis era muy mala y él era uno de los que la estaba notando, el trabajo de mercenario estaba muy mal pagado últimamente por lo que se veía.

El castaño continuaba bajando tranquilamente por la chimenea, por el momento todo estaba pareciendo ir bastante bien. Recordaba la conversación que había tenido con su cliente, lo que buscaba seguramente lo tendría el líder de aquella mafia en su poder, era una buena opción empezar a buscar por su cuarto. Sin embargo la mansión era inmensa, llevaría mucho llegar sin ser descubierto. Esperaba que no hubiese cámaras y en casa de que las hubiera, que los guardias no estuvieran pendientes de ellas, sino aquello iba a ser la mayor de las misiones imposibles para el chico de las gafas de sol moradas. Definitivamente debía montarse un bar o algo por el estilo, o seguir con sus investigaciones científicas al menos. Tal vez debería visitar alguna extraña isla para desarrollar algo que le viniera perfectamente para situaciones difíciles, había escuchado hablar de Ireos, tal vez debería echarle un vistazo cuando acabara todo aquello. En su rostro se mantenía aquella sonrisa, ya no podía esperar a acabar la misión cuanto antes, le había dado un antojo de largarse a Ireos. Lo peor de todo es que solo le quedaban dos cigarrillos, si perdía esas dos preciosidades lo iba a lamentar muchísimo.

Sus manos se deslizaban con cuidado hacia abajo mientras suspiraba. “Parece ser que todo está siendo demasiado fácil” Pensó ahora mientras continuaba avanzando por la chimenea de forma tranquila y sin prisa. De repente cuando estaba a punto de llegar, escuchó un ruido arriba en las tejas, abrió los ojos muchísimo tragando saliva rezando por que no le hubiesen encontrado. No podía saber que era, pero pensó que era mejor quedarse allí dentro, volver a subir era un peligro y tardaría lo suyo. Sin embargo ya estaba llegando a la sala y le quedaban un par de metros, de repente la maldita luz de la habitación se encendió. Ban entrecerró los ojos suspirando con el pulso acelerado cuando de repente pudo escuchar como alguien tarareaba una canción. Por la voz estaba claro que se trataba de una chica, sin embargo desde allí arriba no podía ver cómo era. El sonido de sus tacones le dijo al mercenario que debía formar parte de la fiesta, tal vez una mafiosa y la mujer del líder o su hija. Ahora la situación sí que se volvía peligrosa, arriba de oían ruidos extraños y por abajo había una persona. Lo siguiente que hizo fue suspirar y deslizarse un poco hacia debajo de forma más lenta.

- Me pregunto que ha sido eso que se ha escuchado en el tejado

Dijo ahora en voz baja mientras suspiraba. Lo peor vino después, la maldita chica fue a la chimenea quejándose de que hacía frio. Al acercarse se agachó y solo pudo ver que era una chica de catorce años o menos, con el pelo cogido con una cola y de color castaño claro. ¿Qué diablos hacía una niña vestida de traje y con tacones? Ese mafioso era idiota o tenía demasiado honor para no permitir a su hija ni vestir cómodamente.  “Será posible” Pensó el chico mientras ahora la enana ponía varios tablones de madera, echaba un liquido de una botella roja y acto seguido tiraba una cerilla. El fuego surgió comenzando a echar un humo que subía despacio, el castaño empezó a aguantar la respiración con lagrimitas pensando y subir echando hostias o bajar con los pies y dejar a la niña inconsciente, pero si ella gritaba le iban a pillar, estaba en un aprieto y pensando en que poder hacer. “Será cabrona, no tenía otra cosa que hacer que encender la jodida chimenea, si tienes frio tapate con la manta idiota” Pensó ahora mientras gruñía un poco y aguantaba las ganas de toser, aquello era estrecho y de caerse se quemaría totalmente el culo.

Definitivamente no había otra salida, había que subir hacia arriba, si no lo hacía se iba a ahogar. Las lágrimas ya le salían de los ojos debido al humo que estaba tragándose. Empezó a toser un poco, debido al espacio cerrado no se le escuchaba abajo. Rápidamente apretó los puños y miró hacia arriba mientras entrecerraba los ojos y veía la salida de la chimenea. “Joder no me queda otra, debo salir de aquí o me voy a asfixiar” Pensó mientras tosía de nuevo tratando de respirar, sus ropas estaban llenas de tizne y no le quedaba otra, salió disparado trepando como alma que lleva el diablo, hacia arriba. Gruñía por dentro enfadado con la maldita cría que había encendido la chimenea, le habían roto la entrada a lo Santa Claus. De todas formas podía probar suerte por la otra chimenea que antes estaba apagada, si es que no la habían encendido claro. De repente la poca luz que entraba desapareció, miró hacia arriba y pudo ver algo cayendo hacia abajo a toda velocidad. Abrió muchísimo los ojos mientras gritaba quejándose de aquello que le iba a arrollar literalmente y sin piedad alguna.


- ¡Qué coño se supone que eres, no bajes más capullo que nos vamos a caer al fuego!

Gritó con todas sus fuerzas, le daban igual que le escucharan ya, solo quería salir de esa chimenea del infierno. El maldito trasero de la cosa voladora se estampó contra el abdomen del castaño, haciéndole abrir mucho los ojos y escupir a un lado mientras descendían a una velocidad considerable. Encima había tragado humo al abrir la boca y el castaño no paraba de toser mientras se retorcía en la caída. Finalmente notó como caía boca arriba contra el suelo clavándose los tablones de madera en la espalda y pegando un grito de dolor mientras le salían algunas lagrimitas. Notó como olía a quemado y el humo negro había desaparecido. De repente notó como comenzó a quemarse, sus ojos se volvieron a abrir pegando quejidos mientras miraba como un puto hombre de pelo morado estaba sobre él. Hizo fuerza a la vez que rodaba a un lado para apartarlo de encima con fuerza. Tras eso empezó a soplarse a sí mismo pues tenía la espalda prendida de fuego. Observó que la chica los miraba con la boca abierta y en su mesilla había una jarra de agua. Sin pensárselo apartó a la niña y cogió toda la jarra echándosela de lleno en la cabeza y empapándose mientras se quejaba, ahora sus pelos quedaron mojados y aplastados apuntando hacia abajo.


- Puto loco ¿Se puede saber quién eres y que haces aquí? Esto es la mansión de un mafioso y es peligroso.

Antes de seguir hablando, el chico vio que la niña estaba marcando un número en un teléfono de la habitación. Rápidamente saltó lanzando una patada al teléfono, era bastante frágil pues lo arrancó de la pared, a continuación le tapó la boca a la chica y de un golpe en el cogote la dejó dormida. Ahora suspiró mientras vio como ardía algo que le importaba mucho. Un maldito cigarro, seguro que era suyo, miró en su bolsillo y efectivamente ya no le quedaban dos, le quedaba uno. Se le había caído por culpa del peli morado. Se arrodilló ante su cigarro viéndolo arder y se le escapó una lagrimita mientras se quejaba dando suaves golpes en el suelo. Le habían arrebatado una de las cosas que más amaba en el mundo. Ahora se quedó observando la sala de alrededor, mediana y con algunas estanterías llenas de libros, el resto trataba de una cama y varios juegos de muñecas y demás. Ahora Ban se levantó suspirando y se pegó a la puerta.

- Esto no es un juego de críos, será mejor que salgas por la chimenea o harás que nos maten a los dos, haces demasiado ruido, podrías haber entrado de otra forma que casi me matas.

El chico aún se estaba terminando de secar los cabellos debido al agua que se había tirado encima por voluntad propia. De esa forma se había salvado del fuego rápidamente y no tuvo problemas más que unas quemaduras leves, todo pasó muy rápido. Ahora en su espalda había una quemadura que formaba un agujero, no le hacía ni pizca de gracia, pero era lo que había ahora. Estuvo a punto de darle una colleja pero se contuvo y tras unos segundos puso su mano en el pomo de la puerta para girarla. Sin embargo escuchó un siseo, se giró despacio y la mayor de las gotitas al estilo anime cayó por su cabeza cuando vio al chico de pelo morado hacer el pulpo mutante. ¿Qué puto loco le había tocado? Su cara era un poema, tenía la boca medio abierta y sus ojos estaban daleados mirando aquello. No podía creérselo, de todos los tíos que podían entrar por la chimenea y había entrado un hombre pulpo. En ese momento deseó largarse, pero necesitaba seguir con su misión.



Se colocó bien el traje pero tenía aquella quemadura en la espalda, si tan solo hubiera tenido uno de repuesto, habría podido seguir. Ahora se dirigió a uno de los armarios, por suerte al abrirlo encontró varios parches de costura, una bastante grande negro. Justo lo que necesitaba, además no hacía falta coses, el parche era de los que se pegaban. Se quitó la chaqueta negra poniéndola encima de la mesa sin quitarle el ojo de encima el pulpo. Una vez lo pegó, se la puso despacio mientras ahora suspiraba observando al chico de pelo morado. Si lo veían hacer eso, le fusilarían o a modo de broma lo violarían con tentáculos, todo era posible. Sin embargo a lo mejor podía serle útil y colaborar con él para entretener a los mafiosos del piso de abajo, desde donde estaban se podía oír la música sonar de forma suave, algunas risas de borrachos y algunos discursos sobre drogas y demás. Le castaño ahora se quedó mirando al chico de pelo morado y decidió acercarse a él. Después comenzó a hablarle de forma muy tranquila y seria, como explicándole una especie de plan para poder salir de allí.

- Mira tengo una idea. Cuando abra la puerta, voy a salir corriendo. Tú baja las escaleras, están haciendo una fiesta ahí abajo y los sinvergüenzas no te han invitado. Además tienen un poderoso búho verde llamado Al Pachino. Si consigues entretenerlos un poco te lo agradecería mucho colega.

Le dijo ahora tratando que el chico fuera un poco útil en aquella situación y de paso él pudiera seguir actuando. Ahora abrió la puerta sin avisar y pudo ver desde lo alto la enorme fiesta de mafiosos de un lado para otro bebiendo borrachos y riendo. Ban empezó a tratar por el pasillo observando una puerta al final. La abrió despacio y se metió dentro, cerrándola después y echando el cerrojo de acero que tenía. Después se giró para poder ver la sala. Se trataba de un cuarto donde había una cama de matrimonio, unos cuantos sillones y estanterías. Además de una vidriera donde se encontraban botellas de distintos licores, sin embargo lo que más le impresionó, fue ver una caja de titanio bañada en oro. Tenía forma de ataúd y era del tamaño de una pequeña televisión. Tal vez allí dentro estaba lo que buscaba, no había forma de entrar pues había echado el pestillo. Se acercó despacio y la cogió tranquilamente mirándola dándose cuenta de que tenía unas escrituras, al menos esperaba que el chico estuviera bien y no hubiera muerto.

Tras unos segundos investigando más aquella caja, el chico se pudo dar cuenta de que tenía una pequeña cerradura por la que seguramente entraba una llave bastante pequeña. Estaba claro que el dueño de la casa debía de ser el tipo que tuviera la llave en su poder o la tenía muy bien escondida. Ahora empezó a agitar despacio aquella caja, el material le resultaba imposible de romper por el momento y no tenía otra opción más que buscar la forma de abrirlo. Pegó un pequeño suspiro mientras ahora la colocaba sobre una cama y comenzaba a buscar por las estanterías. De repente escuchó un ruido a su espalda, como el sonido de una puerta abriéndose, pero era imposible, había cerrado la puerta a cal y canto anteriormente. Frunció el ceño y ahora se giró, se dio cuenta de que la puerta seguía cerrada.

Sin embargo una puerta oculta se había abierto de una de las paredes. Ante Ban ahora había un tipo más o menos igual de alto que él. Era de pelo rubio y de ojos azulados, además vestía un traje grisáceo con corbata negra y un par de zapatos. En su mano derecha llevaba un guantelete de acero, en los tres nudillos centrales tenía una cuchilla larga y afilada hecha de acero también. Ahora Ban se quedó mirándole con el ceño fruncido mientras observaba como ahora la caja estaba más cerca de aquel tipo que de él, sin duda alguna había sido un fallo muy grande dejarla en aquella cama y ahora no podía remediarlo.

- Teilor Treiosuke, líder del completo de Dark Dome del puerto Oeste. No te habrá hecho gracia que me cuele en tu casa, o al menos eso me imagino. – Dijo ahora Ban en un tono sarcástico mientras miraba con seriedad a aquel hombre que tenía ante sus ojos ahora mismo. – He venido a por los planos robados del puente del Norte, el de la isla de Hunzaku.

Aquel mafioso sonrió despacio mientras escuchaba las palabras del chico de ojos azules. Sin duda alguna no estaba dispuesto a dejar que el castaño saliera con vida de aquel lugar. Ahora echó su guantelete de pinchos hacia atrás mientras movía los dientes masticando un chicle que tenía en la boca. No se esperaba la visita del mercenario, pero al tener todo vigilado con cámaras ocultas, pudo saber enseguida de la presencia de esa persona en su habitación. Después de unos segundos de silencio, aquel hombre soltó una pequeña carcajada seria mientras entrecerraba los ojos mirando al chico con superioridad y de forma arrogante, después de acabar dicha risa, alzó la voz dirigiéndose al chico. Su voz era algo grave y además su sonrisa la hacía aún más desagradable para el chico de las gafas de sol de color morado.

- Qué me digas que un crío como tu venga a robar los planos es gracioso. Ese puente puede ser muy útil y puede realizar que la gente tenga que cruzar sin usar los servicios de los barcos. Como por ejemplo los de la compañía Treiosuke, no dejaremos que se haga, y lo bombardearemos si hace falta. – Hizo una pausa haciendo una pompa con el chicle que estaba masticando, tras eso lo masticó un poco más y tras una sonrisa  macabra volvió a dirigirse al castaño con un gesto serio y bastante provocativo. – Sin embargo me molesta que te envíen a ti, si ese idiota me ha subestimado no voy a tener piedad contigo chaval, ve rezando lo que sepas, me molesta tener que limpiar después, pero voy a cortarte en pedazos.

- Muy bien. Escuchando eso creo que no tengo otro remedio, voy a llevarme la caja, supongo que en ella guardas los planos. Pero para asegurarme voy a tener que derrotarte antes. Teilor Treiosuke, prepárate.


Ban miró a los ojos de aquel tipo mientras ahora sonreía de lado con especial arrogancia. Estaba a punto de enfrentarse a ese tipo y sin duda alguna la sangre le hervía. La puerta de detrás del tipo se cerró saliendo a los cinco segundos unas barras de acero bloqueando la salida. Los ojos de ambos estaban fijos en su objetivo y el combate estaba comenzando.

El combate dio comienzo en aquella habitación cerrada, el tipo del guantelete avanzó hacia Ban, lanzando un terrible golpe que se dirigía a su pecho a gran velocidad. El chico se deslizó por el suelo rodando con toda la agilidad que pudo, escuchó el ruido de las cuchillas estrellarse contra una de las estanterías rompiéndola al momento. Los ojos del chico se abrieron al comprobar la fuerza de ese tipo, si le conseguía alcanzar con aquello, le partiría en dos y no podría hacer nada. El rubio se giró ahora mirándole de una forma sádica y temible, al mismo tiempo que soltaba ahora una carcajada seria. Sin duda alguna el mafioso estaba seguro de que tenía la victoria, sin embargo Ban no se iba a rendir, ahora sus ojos azules estaban fijos en los del tipo. Era como si estuviera analizando todos sus movimientos, tanto fáciles como físicos, el rubio ahora se lanzó a por el chico lanzándole una patada con fuerza que iba directa al rostro. Esta vez el chico se adelantó y la bloqueó con su antebrazo derecho, para después lanzar un movimiento con su mano izquierda, agarrando el hombro del mafioso y apretándole, haciendo que sus dedos se clavaran como si de una mordedura se tratase. El tipo pegó un grito de dolor clavando una rodilla en el suelo y lanzando un golpe con su otro puño al castaño. El golpe impactó en la boca del estomago del joven, que saltó hacia atrás escupiendo a un lado mientras gruñía un poco mirando ahora al idiota del guantelete.

- No voy a rendirme tan fácilmente. Esto solo acaba de empezar, en mi siguiente movimiento voy a enseñarte un par de cosas. – Dijo ahora Ban mientras sonreía de lado algo confiado, deslizó una pierna adelante y dejó la trasera flexionada. Con su brazo derecho estirado hacia delante y el izquierdo flexionado con la mano abierta, se quedó mirándole. – Vas a ser testigo de la capacidad de combate definitiva.

Una risa volvió a salir de la boca de aquel hombre que poco a poco comenzó a camina hacia el chico con una mirada seria y sádica. De repente lanzó un golpe con el guantelete hacia el pecho del castaño, este se echó a un lado esquivándolo completamente para después lanzar una rápida patada a las costillas del mafioso, dejándolo clavado de una rodilla en el suelo tras un quejido, para después lanzar un puñetazo a su rostro y dejarlo tirado en el suelo sangrando por la boca. No tardó mucho en levantarse frunciendo el ceño y mirar al chico con una mirada de loco, realmente aquello le había molestado muchísimo. Pasó su lengua por el labio inferior limpiándose la sangre para después entrecerrar los ojos y observar al chico de forma tranquila. Se había conseguido relajar, si perdía los papeles sería presa fácil y el mafioso no era un tío tonto, sabía muy bien lo que tenía que hacer. Ahora empezó a soltar una carcajada seria mientras señalaba al castaño con su dedo índice de la mano donde no tenía el guantelete, tras aquella carcajada que duró unos diez segundo, comenzó a hablar. Su tono era bastante tranquilo, como si estuviera hablando con un amigo de toda la vida, realmente era un tipo listo y siniestro, no era el líder de su empresa por nada, sin duda alguna era un rival más que digno, no solo por su forma de luchar, su forma de ser, influenciaba también.

- Muy bien chico, debo decir que estoy impresionado con tus habilidades de combate, has conseguido hacerme sangrar y solamente con tu cuerpo. Eso es digno de admiración y creo que por ello yo también voy a ser justo. – Se comenzó a quitar el guantelete hasta lanzarlo a un lado junto a la caja de la cama, después sacó de su bolsillo una llave sonriendo y la guardó. – Supongo que ya sabes lo que abre esta llave. Si consigues vencerme podrás llevarte los planos, pero antes ya sabes lo que toca muchacho.

- Esa forma de ser te honra bastante, creo que no todos los mafiosos sois iguales, veo que algunos conocéis el honor. Por eso mismo una vez consiga lo que quiero, me iré sin dañar a nadie más, tienes mi palabra. – Dijo ahora el chico mientras le miraba con seriedad y se bajaba un poco las gafas de sol al mismo tiempo que apretaba ambos puños preparado para continuar con aquel combate. – Continuemos con esto entonces.


Tras esas palabras, el castaño corrió de nuevo a por el mafioso lanzándole un puñetazo que iba rumbo al rostro, el tipo fue algo más rápido y se agacho esquivándolo y golpeando el pecho del chico con su pie derecho tirándole dos metros hacia atrás y estampándole contra la pared. La mirada del chico se fijó de nuevo en el mafioso y tras una tenue sonrisa, saltó sobre él, lanzándole una patada descendente. El pie de Ban, golpeó ahora el hombro derecho del rubio, tirándole al suelo con violencia mientras escupía algo de saliva a un lado. El castaño quedó con una rodilla en el suelo, después se giró despacio para mirar al líder de la casa, pero el puño del mafioso se estrelló contra el rostro del chico, tirándole las gafas a un lado y provocándole algo de sangre. La espalda de Ban estaba pegada al suelo y sus ojos cerrados, no tardó mucho en levantarse y mirar al hombre que aún seguía de pie, con una mano en un bolsillo y con una mirada seria y calmada. Esperando el siguiente movimiento de Ban, el combate estaba siendo interesante y ahora que no había armas de por medio, mucho más.

La pelea con el mafioso continuaba, ambos se lanzaban golpes con violencia, sin embargo el rubio parecía estar llevándose ahora la victoria. Ban fue lanzado contra una pared, en la cual sin querer presionó un botón oculto. Una nueva sala se abrió en aquel lugar, había armas por todos lados, en estanterías y en las paredes. Hubo una que hizo que el chico quedara impresionado, se trataba de un precioso mandoble de plata, el mango era rojo y en forma de cruz, era demasiado grande para un espadachín. No pudo evitar estirar la mano y tomarlo como si fuera suyo, le encantaba aquella arma.




El mafioso no tardó en atacarle de nuevo, esta vez el chico soltó el arma y golpeó el rostro de su enemigo con una patada violenta, el enemigo cayó al suelo escupiendo algo de sangre, pero se levantó de nuevo gritando y atacando. El castaño estaba harto de aquel juego, iba a poner punto y final a la situación. Se echó hacia atrás suspirando y esperando a su oponente, cuando este estuvo cerca, el chico bajo el codo con fuerza impactando en la nuca de su oponente y clavándolo en el suelo con fuerza. Los ojos del líder quedaron en blanco mientras escupía saliva y quedaba inconsciente en el suelo, una sonrisa se formó ahora en el rostro del chico, que no tardó en coger la llave del tipo. Se dirigió a la caja y metió la llave en la cerradura, iba a saber que era lo que su cliente buscaba con tanto nerviosismo. Halló dos lingotes de oro, algo le dijo que se los quedara y mandara al traste la misión, pero no era de ese tipo de personas, cerró de nuevo la caja y guardó la llave en su bolsillo. Sin embargo no iba a irse de allí con las manos vacías, tomó el mandoble y se lo ató a la espalda, pesaba lo suyo pero le daba lo mismo. A continuación se puso a tocar todas las paredes buscando algún otro botón. Ya había descubierto varios y era posible que hubiera más.


Efectivamente encontró otro y una ventana oculta surgió de la pared, no era lo que se esperaba pero era un buen método de huida. Abrió el cristal despacio y se descolgó hasta caer en una zona de hierbas, saltó una pequeña vaya con esfuerzo debido al peso del cofre y el mandoble, pero ya estaba fuera. Le daba igual lo que hubiera pasado con el loco de adentro, él se largaba de allí, la oscuridad le camuflaba, se metió en el bosque despacio y se ocultó entre los árboles, no tardó mucho en llegar a un río. Empezó a caminar a su lado, el ruido de este camuflaba el sonido de sus pasos, la noche había sido provechos y Ban había ganado su premio, por fin iba a cobrar y a largarse de aquel sitio tan extraño lleno de locos y mafiosos. Por lo menos también se había llevado la noticia de que no todos los mafiosos son sucios, aquel tipo tuvo mucho honor cuando soltó el guantelete de pinchos, cosa que el castaño no olvidaría.