Albert
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Iku & Albert
Escenario: Isla Foolshout
Una isla llena, aparentemente, de cactus supuestamente en algún lugar del Nuevo Mundo.
Turnos: Iku - Albert - Iku - Albert - Iku
Dato: Algunos piratas fuertes se han adentrado en la isla por cosas que nadie conoce, además una orda de ciudadanos también andan por la isla en busca de esos piratas y de otro más. CUIDADO!!
Los ciudadanos atacan a cualquiera que se acerca al pueblo, no se fían ni del gato del vecino, posiblemente los marines puedan andar por sus anchas.
Iku Hanna
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Era una noche despejada. La Luna llena yacía majestuosa en el cielo, rodeada de miles y miles de estrellas que iluminaban todo el lugar.
Yo acababa de llegar a la isla Foolshout que se situaba en el nuevo mundo, ya que hace días escuché que algunos piratas bastante fuertes y con jugosa recompensa se adentraron la isla. Aun que me daba algo de reparo adentrarme en ella, ya que había llegado a mis oídos que los habitantes de la susodicha eran bastante agresivos y desconfiados.
Dejé mi bote atado con una resistente cuerda en una roca que sobresalía del mar y me dirigí hacia la arena. Vestía con mi atuendo de siempre: una chaqueta de color rojo carmesí sobre una camisa blanca de botones con detalles rojos y una cinta amarilla atada en un arco, una negra falda plisada, unas medias negras que me llegan hasta el muslo, y unos zapatos de vestir marrones. Además de eso, portaba 3 armas sobre mi cuerpo: una katana en mi espalda y dos espadas en mi cintura. Dadas las circunstancias y la isla en la que me encontraba, era consciente de que en esos momentos me iban a hacer falta. Mucha falta.
Me adentré en el lugar y pude ver unas plantas, bueno… cactus más bien de un enorme tamaño. Me quedé maravillada al ver aquello, ya que a pesar de que me hablaron de esta isla nunca me imaginé algo así, y además, bajo la luz de la luna y las estrellas el lugar cobraba un toque mágico. Pero el haberme quedado contemplando el lugar tuvo sus consecuencias, y es que mientras estaba distraída, alguien disparó una flecha hacia mí. Esta no iba con la suficiente fuerza por lo que solo se me clavó la punta de esta en el hombro izquierdo.
Corrí a gran velocidad bastante cabreada en la dirección de aquella flecha y me topé con un hombre de mediana edad, estatura media y de ojos y pelo bastante oscuros. Acto seguido apoyé una de mis espadas en su hombro y le corté la yugular. Normalmente no era tan agresiva pero no me gusta que me ataquen sin razón, y además tenía prisa por encontrar a esos dichosos piratas.
Volví a guardarme mi espada ensangrentada en la funda que la correspondía y me dirigí hacia ninguna parte en busca de piratas. Supongo que cuando los vea los reconoceré.
Yo acababa de llegar a la isla Foolshout que se situaba en el nuevo mundo, ya que hace días escuché que algunos piratas bastante fuertes y con jugosa recompensa se adentraron la isla. Aun que me daba algo de reparo adentrarme en ella, ya que había llegado a mis oídos que los habitantes de la susodicha eran bastante agresivos y desconfiados.
Dejé mi bote atado con una resistente cuerda en una roca que sobresalía del mar y me dirigí hacia la arena. Vestía con mi atuendo de siempre: una chaqueta de color rojo carmesí sobre una camisa blanca de botones con detalles rojos y una cinta amarilla atada en un arco, una negra falda plisada, unas medias negras que me llegan hasta el muslo, y unos zapatos de vestir marrones. Además de eso, portaba 3 armas sobre mi cuerpo: una katana en mi espalda y dos espadas en mi cintura. Dadas las circunstancias y la isla en la que me encontraba, era consciente de que en esos momentos me iban a hacer falta. Mucha falta.
Me adentré en el lugar y pude ver unas plantas, bueno… cactus más bien de un enorme tamaño. Me quedé maravillada al ver aquello, ya que a pesar de que me hablaron de esta isla nunca me imaginé algo así, y además, bajo la luz de la luna y las estrellas el lugar cobraba un toque mágico. Pero el haberme quedado contemplando el lugar tuvo sus consecuencias, y es que mientras estaba distraída, alguien disparó una flecha hacia mí. Esta no iba con la suficiente fuerza por lo que solo se me clavó la punta de esta en el hombro izquierdo.
Corrí a gran velocidad bastante cabreada en la dirección de aquella flecha y me topé con un hombre de mediana edad, estatura media y de ojos y pelo bastante oscuros. Acto seguido apoyé una de mis espadas en su hombro y le corté la yugular. Normalmente no era tan agresiva pero no me gusta que me ataquen sin razón, y además tenía prisa por encontrar a esos dichosos piratas.
Volví a guardarme mi espada ensangrentada en la funda que la correspondía y me dirigí hacia ninguna parte en busca de piratas. Supongo que cuando los vea los reconoceré.
Albert
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No había tiempo para esperar a nada, cuando recibimos aquel mensaje sobre aquellos piratas en una isla del Nuevo Mundo, me enviaron con otra división de marines y directamente nos dirigimos a aquella isla. Era fantástico la sensación que experimenta una persona en su primera misión oficial dentro de la marina.
Era de noche, estábamos en medio del mar, a mitad del camino, la noche era tranquila, soplaba una suave brisa que daba gusto estar en cubierta disfrutando de las estrellas. Estaba yo solo allí, relajado, pensando en lo que me había perdido todos estos años dentro de la mansión y trabajando en aquel restaurante que cerró por algunos problemas, sabía perfectamente que la idea de meterme en la marina había sido un gran acierto. En ese momento apareció uno de mis compañeros que era uno de mis superiores.
Superior: Albert, no te he visto con ningún arma, ¿tienes alguna?
Albert: No señor, solo utilizo mis cuchillos como supuestas armas, pero no me hace falta ninguna, me he traído la manta con ellos.
Superior: Como quieras, que sepas que esta misión es difícil, nos enfrentamos a unos piratas fuertes. Si cambias de idea con las armas, yo he traído unas cuantas.
Albert: Gracias señor.
Superior: Llámame Dan, no me gusta las formalidades. Otra cosa, me parece muy curioso, ¿que hace en la marina una persona que es de la clase alta?
Albert: Miré un día el periódico y leí las acciones de un marine que me parecieron buenas en todo lo que había pasado en Longuetown, quiero conocer a esa persona.
Superior: ¿Y quien es ese marine?
Albert: Lion D. Karl
Seguimos hablando durante un buen rato, hasta que decidimos irnos a descansar porque iba a ser dura la misión. Me sentí raro porque me dormí fácilmente en una cama un poco cutre, ya que estaba acostumbrado a dormir en una cama bastante cómoda. No se cuanto tiempo había pasado desde que me dormí, pero seguía siendo de noche; por fin llegamos a la isla, desembarcamos cuidadosamente sin hacer mucho ruido porque no todas las matanzas creadas eran de los piratas.
Con los dos superiores al frente nos dirigimos al centro de la isla, aún seguían en pie bastantes personas con armas custodiando el pueblo, su rostro parecían preocupados. Con una sucesión de palabras la marina tomó el control de la noche en aquel pueblo aleado de la mano de dios. Los ciudadanos dijeron que ayudarían a la marina en todo lo que se pudiese, tras aquello el superior dijo que buscásemos algo interesante que relacionase a los piratas.
Era de noche, estábamos en medio del mar, a mitad del camino, la noche era tranquila, soplaba una suave brisa que daba gusto estar en cubierta disfrutando de las estrellas. Estaba yo solo allí, relajado, pensando en lo que me había perdido todos estos años dentro de la mansión y trabajando en aquel restaurante que cerró por algunos problemas, sabía perfectamente que la idea de meterme en la marina había sido un gran acierto. En ese momento apareció uno de mis compañeros que era uno de mis superiores.
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Albert: No señor, solo utilizo mis cuchillos como supuestas armas, pero no me hace falta ninguna, me he traído la manta con ellos.
Superior: Como quieras, que sepas que esta misión es difícil, nos enfrentamos a unos piratas fuertes. Si cambias de idea con las armas, yo he traído unas cuantas.
Albert: Gracias señor.
Superior: Llámame Dan, no me gusta las formalidades. Otra cosa, me parece muy curioso, ¿que hace en la marina una persona que es de la clase alta?
Albert: Miré un día el periódico y leí las acciones de un marine que me parecieron buenas en todo lo que había pasado en Longuetown, quiero conocer a esa persona.
Superior: ¿Y quien es ese marine?
Albert: Lion D. Karl
Seguimos hablando durante un buen rato, hasta que decidimos irnos a descansar porque iba a ser dura la misión. Me sentí raro porque me dormí fácilmente en una cama un poco cutre, ya que estaba acostumbrado a dormir en una cama bastante cómoda. No se cuanto tiempo había pasado desde que me dormí, pero seguía siendo de noche; por fin llegamos a la isla, desembarcamos cuidadosamente sin hacer mucho ruido porque no todas las matanzas creadas eran de los piratas.
Con los dos superiores al frente nos dirigimos al centro de la isla, aún seguían en pie bastantes personas con armas custodiando el pueblo, su rostro parecían preocupados. Con una sucesión de palabras la marina tomó el control de la noche en aquel pueblo aleado de la mano de dios. Los ciudadanos dijeron que ayudarían a la marina en todo lo que se pudiese, tras aquello el superior dijo que buscásemos algo interesante que relacionase a los piratas.
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Seguí adentrándome en la isla saltando de rama en rama caminando por las copas de los numerosos árboles. La noche se apoderaba del lugar y comenzaba a no ver nada. Es hora de utilizar mis ojos de gato. Pensé al mismo tiempo que mis ojos morados se volvían de color verde esmeralda. Mucho mejor.
Seguí mi camino, y comenzaba a ver el pueblo, pero por si no fuera poco conseguí ver a dos hombres hablando. Se notaba que no eran originarios de esta isla por sus ropajes, su forma de hablar y lo tranquilos que estaban. ¿Serán piratas?... Habrá que comprobarlo. Comencé a seguirles sigilosa saltando de árbol en árbol.
Finalmente decidí intervenir. Saqué mi espada y de una ágil pirueta me situé justo delante de ambos sujetos. Les apunté con la katana y grité: ¡Alto! ¡Los dos!. Les miré desafiante y me acerqué un poco más a ambos, sobre todo al que parecía más joven, de pelo rubio y de alta cuna. ¿Quiénes sois y qué hacéis aquí? ¡Responded! ¡Rápido!.
Seguí mi camino, y comenzaba a ver el pueblo, pero por si no fuera poco conseguí ver a dos hombres hablando. Se notaba que no eran originarios de esta isla por sus ropajes, su forma de hablar y lo tranquilos que estaban. ¿Serán piratas?... Habrá que comprobarlo. Comencé a seguirles sigilosa saltando de árbol en árbol.
Finalmente decidí intervenir. Saqué mi espada y de una ágil pirueta me situé justo delante de ambos sujetos. Les apunté con la katana y grité: ¡Alto! ¡Los dos!. Les miré desafiante y me acerqué un poco más a ambos, sobre todo al que parecía más joven, de pelo rubio y de alta cuna. ¿Quiénes sois y qué hacéis aquí? ¡Responded! ¡Rápido!.
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