Negocios turbulentos (Privado: Kura y Siva)

El joven oso había sido mandando a la famosa isla de Water Seven, conocida por sus magníficos astilleros. Fue en esta isla en la que los dos últimos reyes de los piratas, Gold. D Roger y Monkey D Luffy construyeron las únicas naves de toda la historia en recorrer todo el Nuevo Mundo hasta alcanzar el One Piece.

El encargo de Kura no era tal importancia, pero tras las últimas batallas navales después del accidente de Longuetown la flota revolucionaria fue mermada notablemente, pero mereció la pena, esos malditos marines estaban retrocediendo a pasos agigantados. En poco tiempo el control escaparía de sus manos, y por fin podría existir la sociedad sin discriminaciones ni injusticias con la que soñaba Kura desde que era pequeño.

Su viaje fue tranquilo, tras desembarcar en el puerto Kura se dirigió hasta el punto de reunión, un pequeño astillero por las afueras. La curiosidad del niño no pudo evitar su curiosidad, había demasiadas cosas nuevas y Kura se paró a inspeccionar cada una de ellas.

Tras llegar media hora tarde, sus contactos no parecían estar muy contentos, cualquier persona no demente preferiría apartarse de esa chusma con aspecto de matones, pero la misión era la misión.

Esos hombres eran los míticos desalmados que le daban igual si ayudaban a un bando o al otro, meros malhechores de los bajos fondos. tras acercarse a ellos, los carpinteros lo miraron mientras fruncían el ceño:

-¿Me estáis vacilando? Después de trabajar durante tanto tiempo esas ratas revolucionarias nos mandan a un saco de pulgas. Será mejor que esta cosa traiga el dinero, o se lo vendemos a los piratas- comentó uno de los 5 carpinteros al resto del grupo.

Kura ofendido no se pudo controlar, tenía que bajarle los humos a esos chulos.

-Para vuestra información, yo soy Kura miembro de la armada revolucionaria. Si tanto os quejáis de mis jefes, lo mejor será irme con el dinero a otro sitio...- dijo el panda con un tono de desafío.

Después del asombro inicial por la capacidad de hablar del oso, volvieron a hablar.

-O quizás te matemos y nos llevemos el dinero, fijo que la marina da algo por un apestoso como tú JAJAJA- dijo otro de los hombretones mientras le apuntaba con un enorme martillo.


Kura sin sentirse intimidado soltó una risita burlesca mientras disparaba uno de sus puños propulsando con vapor contra el hombre del martillo, mandándolo a volar hasta que impacto en una pared cercana.

El asombro del grupillo no hizo si no que aumentar, mientras aún seguían boquiabiertos desenvainaron unas grandes sierras de carpintería, aunque sirviesen para modelar barcos un tajo de aquellos podría dejar herido fácilmente a cualquier persona.

-¡No..no sé que eres, pero nadie se burla de nosotros!- dijo uno de ellos mientras le apuntaba con el filo dentado de su arma.

-Esto va a ser divertido, si las cosas me salen bien podré llevarme el barco sin gastar ni un berrie- pensaba Kura mientras se colocaba en una posición de combate, levantando su pierna derecha mientras erguía sus brazos, semejando una cruz.

Cuando Kura iba a volver a atacar a esos matones un extraño hombre se lanzó contra ellos, lo que parecía ser una patada voladora acabó siendo una caída al suelo con la suerte de golpear a los malhechores, lo extraño es que solo con chocar con aquel variopinto hombre los matones salieron volando hasta estrellarse contra otra pared.

Mientras el extraño se resentía en el suelo los otros dos enemigos intentaron lanzar un par de tajos, pero Kura no iba a permitir que su benefactor saliera herido. Antes de que pudiesen bajar las sierras volvió a propulsar sus dos puños, dando un fuerte golpe a cada uno en la cara para luego juntar ambas cabezas con fuerza dando el golpe de gracia.

Ya sin enemigos, Kura decidió ayudar al variopinto personaje que aún se encontraba en el suelo quejándose. Kura le iba a tender la mano para ayudar a levantar al hombre, pero la cómica situación le pudo, y empezó a reírse a carcajadas sin poder evitarlo.

Después de uno o dos minutos riendo Jura ya tranquilizado le tendió la mano al hombre con intención de ayudarle a levantar.

-¿Señor raro, estás bien?- dijo el oso con un tono curioso

Tras reírme el extraño pareció imitarme cual niño pequeño, sin duda era un tío muy raro.

De repente el hombre empezó a decir cursiladas y a acariciarle las orejas, eso le recordó mucho a su antigua dueña: lo trataba como un peluche que solo servía para recibir abrazos.

Viendo al extraño, Kura no sabía fijo quien sería el más maduro: el hombre o el él mismo, un oso que ni llegó a la adolescencia.

Después de apartar de forma suave las manos de sus orejas el hombre empezó a preguntar su nombre de nuevo mientras empezaba a cantar una ridícula canción.

-Mi nombre es Kura Sr. Extraño, pero primero respóndeme,¿Quién demonios eres eres?- dijo el panda mientras avanzaba hasta los dos ejemplares de barcos que servirían como nuevas armas de combate naval en pos de la justicia.

Ahora lo único que tenía que hacer era contactar con otro agente revolucionario infiltrado, tenía que tener cuidado de que no descubriesen su identidad, si alguien se enterara de que el alcalde de una de las mayores ciudades de todo el Mundo en realidad era un agente revolucionario infiltrado el rumor correría como la espuma.

Eso podía poner en peligro tanto al alcalde, como a la ciudad y a toda armada naval del ejército, los pocos fondos que tenían lo invertían en armamento para acabar con ese maldito conflicto. Kura soñaba con el día en que cesasen de una vez todos esos enfrentamientos sin sentido, un mundo donde reine la paz.

Mientras su mirada llena de curiosidad infantil se quedaba mirando fijamente a las imponentes naves, esperaba la respuesta del variopinto aliado que había aparecido de la nada.

¿Cómo el osito podía evitar seguir el rollo a ese loco personaje que parecía querer jugar? Al fin y al cabo Kura era un niño, tenía ganas de pasarlo bien como todo el mundo a su edad.

-¡Yo a este le llamaré Esperanza, y navegaré por todos los mares !-gritó el oso mientras subía a otro de los barcos fabricados para la armada. El barco soñado por Kura era muy distinto a aquel, soñaba con un enorme barco con un imponente mástil y al imagen de una sirena al frente. Pero para un niño como él cualquier cosa era un juguete interesante.

Después de un par de minutos imitando a un pirata el osito volvió en si, tenía una misión y no podía distraerse. A grandes saltos llegó a la cubierta de la otra nave, donde se encontraba su inesperado aliado, y mientras le tocaba ligeramente el codo le hacía un gesto con el cuello en dirección a la salida.

-Lo siento Sr. Raro pero estos barcos los necesito para algo muy importante. Tienes que irte- dijo mientras le arrastraba tirando de la manga de su camisa en dirección a la salida.