Dos filos solitarios [Sad y Shun] [Pasado]

El samurai destacaba bastante en la transitada calle. Más de lo que le hubiera gustado, pero era inevitable a menos que quisiera renunciar a su atuendo. Al fin y al cabo su forma de vestir era bastante extrafalaria para aquella zona del mundo. Llevaba su habitual kimono azul, sus gafas, una hakama negra y sandalias de madera. También se había recogido el pelo en una coleta, como solía hacer. Pero además aquel día llevaba puesto un kasa, el típico sombrero cónico de Wano. Estaba sentado en la calle, apoyado contra una pared tocando su flauta. Su rostro era de total concentración y seriedad mientras dejaba las notas fluir, interpretando una pieza solemne y melancólica. Unos cuantos curiosos se habían parado a escucharle tocar. La gente lo veía como una mera canción bonita, de tierras lejanas. No sabían lo que significaba realmente. Se llamaba "Kamachi saigo no iki", el último suspiro de Kamachi. Era una aldea de Wano cuyo señor se había rebelado contra el Shogun, siendo destrozado en batalla y obligado a suicidarse mediante el seppuku. La aldea, con un ejército mermado y con la mayor parte de sus supervivientes aun heridos, no pudo hacer frente al ataque de una horda de bandidos y fue destruida.



Shun acabó de tocar y bajó ligeramente la cabeza para que el sombrero tapase su rostro. No quería que viese su expresión de tristeza y rabia. La gente comenzó a aplaudir y a echar monedas al suelo, mientras el ronin agarraba la flauta con tanta fuerza que empezó a hacerle daño. Él era uno de los supervivientes de Kamachi. Había sido incapaz de defender su preciada tierra natal y a su familia y amigos por culpa de sus heridas. Él había sido el compositor de aquella bella canción, que ahora era conocida en buena parte de Wano (aunque no se sabía quién la había compuesto. La gente comenzó a dispersarse y seguir su camino, mientras el cazador recogía las monedas. Odiaba sobrevivir así, pero ya no era un samurai, aunque pensase a menudo sobre sí mismo como tal. Ahora ya no tenía señor, y debía ganarse la vida como pudiera. Debía seguir vivo para poder encontrarse de nuevo a sí mismo. Ya había vengado a su gente, y ahora había tomado la resolución redimirse por su debilidad dedicando el resto de su vida a cazar a criminales para restaurar su honor. Sin embargo, más allá de perfeccionar su habilidad con la espada y ayudar a la gente común defendiéndolos de piratas y ladrones, no tenía grandes metas ni ninguna gran motivación. Tampoco encontraba excesiva satisfacción en lo que hacía. Era como un cascarón vacío. Cuando su familia murió, las ansias de venganza inflamaron su corazón, pero una vez muertos los bandidos... se encontró sólo en un mundo demasiado grande, sin gente cercana a él ni una tarea clara. Le habían educado como un samurai para obedecer y seguir órdenes. Ahora se encontraba descolocado y fuera de lugar. Se llevó de nuevo la flauta a los labios, intentando ahogar sus penas con la música.



Mientras tocaba, comenzó a llover. El agua caía sobre su enorme sombrero y le goteaba sobre las piernas, pero parecía no importarle. Siguió tocando, esta vez una melodía lenta y tranquila. A su lado reposaban dos espadas de diferente tamaño. Una era una katana con el mano y la vaina blancas, y la otra una wakizashi de color azul.

Estaba en mi local trasteando con los papeles, miraba fotos antiguas y los registros del local, la verdad es que tenía una gran economía sumergida esa zona de la ciudad, pero ya hacia tiempo que la economía del barrio estaba muerta. La verdad es que muchas veces había pensado como había sido este lugar antes de que yo llegara, como era la ciudad hace 50 años, siempre habría tenido curiosidad por ello. Me tumbe en uno de los sillones de cuero rojo descolorido y en algunos casos descolchados.

-Que aburrido estoyyyy-pensaba Sad normalmente, mientras se tapaba la boca al bostezar.

cabeza de Sad

Comencé a componer, muchos sonidos llenaban mi cabeza, pero ninguna de las melodias que componian me gustaba, eran tan banales....

-Me la estas jugando no SAD-hablaba Sad con SAD-Jejeje-se reía.

Decidí ir a dar un paseo en mi ciudad natal, cabeza gacha, manos en los bolsillos, el cielo era gris, anunciaba tormenta, era lo que tenía el Norte...que casi todos los días llovía... Aunque todavía parecía que no iba a llover.

-"¿Qué hacer? Me encontraba bastante perdido en la vida, no haría ni un año que me había comprado un pequeño local con mis ahorros, no tenía una gran posición social, pero si tenía unos ahorrillos-pensaba yo en mi economía personal mientras caminaba.

Continúe caminando, sin saber donde parar a comer algo, tal vez podría ir al Yesterday, un pequeño local para alcohólicos y solteros melancólicos...Pero la rutina me comenzaba a aburrir.

-"Tu vida apesta Sad"-pensaba SAD de Sad-"Y tus maneras más, SAD"-pensaba Sad de SAD.

Y así paso el rato discutiendo, mis dos personalidades, hablaban entre sí, sin que yo emitiera un susurro, era como escuchar al bien y al mal, dos caras de la misma moneda, esa era mi realidad, a la que estaba más que acostumbrada.

Empezó a llover con más fuerza. El cazador dejó de tocar, se guardó la flauta y se levantó. El enorme sombrero le cubría en parte, pero se estaba mojando igualmente. Caminó en buscar de refugio, sin rumbo fijo, hasta llegar a un local destartalado con un letrero que rezaba "Yesterday". Sin un lugar mejor al que ir, entró quitándose el kasa y dejándolo colgando a su espalda por una cinta. El lugar era más bien silencioso. Había seis clientes, pero estaban todos en su mundo bebiendo, menos dos que hablaban entre ellos en voz baja. En general era un ambiente bastante deprimente. Algunos le miraron con curiosidad, pero el resto ni siquiera se giraron. Se sentó en una mesa junto a la pared, dejando las espadas contra esta.

- Saludos, forastero. ¿Qué desea? - preguntó el camarero.

- Un vaso de sake, y un tazón de ramen - dijo secamente. No solía beber, aunque no era abstemio, pero el alcohol lo ayudaría a entrar en calor.

- Me temo que no tenemos ramen, aunque creo que sí tenemos una botella de sake en la bodega. ¿Tal vez quiera tomar estofado en su lugar?

- Me sirve cualquier cosa - dijo, escurriéndose la ropa mojada.

Al cabo de un rato estuvo frente a un plato de estofado grasiento y demasiado salado, y una botella de sake malísimo. Parecía que no había escogido precisamente el mejor de los locales, o tal vez había errado en lo que había elegido. "No hay sake como el de Wano. No debería seguir esforzándome en pedirlo en estas tierras extranjeras." Sin quejarse ni mostrar su desagrado, comió la comida y dio buena cuenta de un par de vasos del licor. Tras eso, dejó el dinero en la mesa, se acomodó en la silla y se puso a limpiar sus gafas. Acto seguido sacó su ocarina y se puso a tocar. Todos los presentes dejaron lo que estaban haciendo, buscando primero el origen de la hermosa melodía y después escuchando sorprendidos al ronin. Aquella era la canción que solía tocarle a su hijo cuando estaba enfurruñado o triste... antes de su muerte. Tocó la canción hasta la última nota, pensando en la vida que perdió, conteniendo las lágrimas. Una vez acabó, dio un largo trago a su vaso de sake y respiró hondo.

Finalmente comenzó a llover, llovía mucho, cogí y me refugie en el Yesterday, ya que finalmente la lluvia me había empujado allí...Entre y el móvil del local sonó emitiendo un débil y fino sonido metalico, muy parecido al de un xilófono. Cogí y me senté en una  mesa libre, centrada contra la pared...
Leo, el encargado del bar me atendió rápidamente, era un hombre de mediana estatura, con pelo y barba algo descuidadas, pero sobretodo una gran persona de gran corazón, que se había ganado la confianza de Sad a pulso, dándole un plato comida caliente, siempre que Sad iba, aunque no pudiera pagarlo:

-Hombre Sad, cuanto tiempo, pensaba que finalmente te habías decidió irte de la ciudad-me dijo Leo tan atento como siempre, a fin de cuentas era casi un habitual...

-Si la verdad es que me compre un local cerca, donde antes estaba el HOMRA sabes y he estado algo liado, la verdad es que me gusta el local se adapta muy bien a mis necesidades-le decía yo.

-Vaya, veo que te va bien, ese local es precioso, una pena que el barrio ya no sea lo que era, supongo que estas ganando dinerillo en la calle-decía Leo sonriendo, se alegraba honestamente de que me fueran bien las cosas.

-No simplemente llevo un mes consecutivo ganando los torneos de Club Café de composición, el nivel es bajo, y dan un dinerillo que siempre viene bien, veo que el local no va muy bien...Leo, ni Archi, ni Michel, Ni Adolf, ¿A pasado algo?-le pregunte yo con tono de preocupación.

-Han ....muerto Sad-me dijo lentamente leo de manera muy sensible mientras se sentaba a mi lado-Se nota que ya no duermes en la calle Sad, el frio de estos días y la lluvia...tú eras antes compañero de noche de ellos lo sabes mejor que nadie-prosiguió Leo.

-Ya veo, no nos podemos culparnos, ellos jamás aceptaron dormir bajo un techo, y a parte de que algunas maneras suyas...aún así estaban hundidos, podría haber salido como yo Leo, pero eran espíritus libres, que no aceptaban normas...-le respondí a Leo tratando de liberarnos a ambos de la culpabilidad de lo ocurrido.

-Lo sé Sad ,lo sé...-decía mientras se levantaba-¿Lo de siempre no?-me pregunto mientras se dirigía a la barra.

-Sí, pero espera...toma-le decía mientras le daba un pequeño sobre blanco-por las molestias de este año.

-Sad...no será....-decía Leo.

-No te preocupes...tengo un pequeño colchón y tu lo necesitas más que nadie, te lo mereces-le dije sonriendo.

Leo claramente emocionado se fue a la cocina a prepararme el menú, mientras lo hacia una suave canción comenzó a sonar para mi sorpresa, no pude evitar girarme para ver su origen, era un hombre con pintas de ronin, gafas...en definitiva unas pintas muy raras...le mire brevemente y me volví a poner sentado, normal tratando de no incordiarle, claramente era bueno, era mejor que yo con la guitarra, de lejos...Si se enteraba de lo del café mi dinero peligraría debía de hacer algo....tal vez podría ofrecerle participar juntos y así asegurar parte del dinero, pero debía escoger con cuidado mis acciones...

Leo me acerco la comida a la mesa y le dije que le diera una copa más de lo que estuviera bebiendo, que le invitaba yo. Debía asegurarme de que permanecía en el local.