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Estaba de camino a la Isla Zaren, me había llegado a mis oídos que hacían buenos pasteles y esa idea la verdad, me agradaba. No era eso lo único que me interesaba, ya que también nombraban al León rojo y tal vez me gustaría tener algo así en mi tripulación. Estaba llegando, posado en el mástil mas alto con Raion en mi hombro. A lo lejos, empecé a ver la isla y eso hizo que mis tripas y las de Raion rugieran. Estábamos hambrientos, así que bajemos por el mástil dando vueltas y aterricemos en cubierta. Puse rumbo a la isla, hasta llegar a uno de los puertos, en donde estaba el poblado de los pasteles. Amarré el barco y lancé el ancla. Por fin la dormilona de Shion despertó y vino, ya que un poco mas y me iba sin ella. Mi unicorno Shion, bajó primero y yo detrás, con Raion a mi hombro.
- Mmm, que hambre tengo. Ya puedo imaginarme la cantidad de dulces que comeremos. ¿Y vosotros, chicos? - Decía mientras me relamía los labios.
Raion y Shion empezaron a moverse con felicidad, dando vueltas entre ellos. Empecemos a caminar hacia el poblado, contra mas me acercaba, mas fuerte era el dulce olor de los pasteles. Caminaba como siempre, a cuatro patas con Raion en mi espalda y Shion a mi derecha. La gente se quedaba asombrada al verme, sobretodo al ver al unicornio y a un sapoperro. Muchos se acercaban para mirar de cerca, pero no se atrevían a tocarnos por si alguno mordía, ya que para ellos eran animales muy extraños.
Por fin llegamos a la zona mercante, donde el olor de pasteles ya casi podía hacer que saboreases ese pastel. Me acerqué a cada escaparate, mirando de cerca, pero ninguno me llamaba especialmente la atención, hasta que por fin lo vi, un sueño echo realidad, un pastel con forma de pez. Sin dudarlo, entré en la tienda y cuando Raion y Shion entraban, la dependienta me señaló un cartel, prohibido animales. Era joven hermosa de cabello largo y azul, curvas despampanantes que se escondían bajo un delantal blanco, sus ojos color carmín y sus labios rojo pasión, tenía las pestañas largas, lo que le hacían ver unos ojos grandes. Shion y Raion salieron por la puerta apenados, pero les miré con una sonrisa y se alegraron, confiaban en mi y en que no me comería el pastel antes de salir. Miré el pastel con unos ojos grandes, como platos, mientras una baba caía por la zona de mi labio izquierda y mi dedo, señalaba con entusiasmo a aquel pastel con forma de pez.
- Por favor, dame ese paste. ¡Pagaré lo que haga falta!
- Mmm, que hambre tengo. Ya puedo imaginarme la cantidad de dulces que comeremos. ¿Y vosotros, chicos? - Decía mientras me relamía los labios.
Raion y Shion empezaron a moverse con felicidad, dando vueltas entre ellos. Empecemos a caminar hacia el poblado, contra mas me acercaba, mas fuerte era el dulce olor de los pasteles. Caminaba como siempre, a cuatro patas con Raion en mi espalda y Shion a mi derecha. La gente se quedaba asombrada al verme, sobretodo al ver al unicornio y a un sapoperro. Muchos se acercaban para mirar de cerca, pero no se atrevían a tocarnos por si alguno mordía, ya que para ellos eran animales muy extraños.
Por fin llegamos a la zona mercante, donde el olor de pasteles ya casi podía hacer que saboreases ese pastel. Me acerqué a cada escaparate, mirando de cerca, pero ninguno me llamaba especialmente la atención, hasta que por fin lo vi, un sueño echo realidad, un pastel con forma de pez. Sin dudarlo, entré en la tienda y cuando Raion y Shion entraban, la dependienta me señaló un cartel, prohibido animales. Era joven hermosa de cabello largo y azul, curvas despampanantes que se escondían bajo un delantal blanco, sus ojos color carmín y sus labios rojo pasión, tenía las pestañas largas, lo que le hacían ver unos ojos grandes. Shion y Raion salieron por la puerta apenados, pero les miré con una sonrisa y se alegraron, confiaban en mi y en que no me comería el pastel antes de salir. Miré el pastel con unos ojos grandes, como platos, mientras una baba caía por la zona de mi labio izquierda y mi dedo, señalaba con entusiasmo a aquel pastel con forma de pez.
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Mark Kjellberg
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Aleteando aterricé en las costas de aquella isla llena de vegetación, historias y renombre sin igual. La gente ya me miraban raro, impresionados y algunos inclusive asustados. Se escondían tras lo que podían, aunque a los niños se les notaba más bien emocionados de tener tal visión de un Dragón en todo su esplendor. Me les quedaba mirando aún en mi forma completa, sonriendo de medio labio y guiñándoles un ojo, cambiando a mi forma humana en menos de un segundo, casi de forma instantánea de hecho. ¿Por qué razón exactamente venía a esta isla, que mucho no tenía para ofrecerme más que alguna que otra lujosa pertenencia que podía adquirir? Simple era mi motivo la verdad para estar en aquel lugar, había sido contactado por miembros del Gobierno Mundial, para proteger dicha isla de una fuerte sospecha de que una banda de piratas vendrían a apoderarse del lugar. La idea de ser yo un héroe no es que se me pintara para mal, pero sinceramente no me veía como el máximo exponente de hombre salvador que todos ven, mucho menos luego de lo sucedido en Barjimoa dentro del Grand Line. Haber dejado atrás en Karate Island a Katarina tal vez había sido buena idea después de todo, al igual que haberle dicho que la iría a visitar dos veces al mes, siempre que tuviera tiempo, o cuando quisiera pasar más rato con ella que solamente escasos días o a veces horas nada más.
— ¡Extra, extra! ¡Ha sido capturado muerto Darksider, el famoso pirata del Grand Line que aterrorizaba una vez cada año al Reino de Barjimoa! ¡Al parecer ha sido un legendario dragón llamado Ymir, el cual es famoso en el folclore histórico de Barjimoa! — exclamaba un vendedor de diarios. Una leve sonrisa se dibujó en mi rostro a medida que me daba cuenta que hablaban de mi, o bueno... tanto de Ymir como de mi, inclusive este en mi mente reía socarrón y superado, notándose lo contento que estaba con el hecho de que le reconocieran a él más que a mi. — "Kuhehehe~... Parece que te ignoraron olímpicamente, Mark... Se nota que me toman más en cuenta que a ti." — decía Ymir en mi mente, soltando aquellas risotadas tan burlonas que hacían que se me hinchara la vena de la frente. Bufé por la nariz y decidí ignorarle, caminando hacia la ciudad principal, adentrándome en lo que parecía ser una tienda de confitería variada y bastante refinada a decir verdad, con productos naturales y cultivados en la isla. — ¡Bienvenido sea a Confitería "Il Dolce Sonno"! ¿En qué le puedo servir, señor? — preguntaba una dulce joven que me miraba con una expresión en su rostro más que condescendiente, no parecía estar fingiendo solamente por estar en su trabajo, su personalidad tiraba a que era así todo el tiempo con los demás. Pero el que me dijera "señor" me partió el alma, ni que estuviera casado o tuviese tantos años encima, sí... estaba acercándome a los 30 años pero eso no quiere decir nada.
— Gracias por el halago de decirme que parezco viejo, princesa. Quiero unas veinte medialunas rellenas de chocolate, dos docenas bombones de licor y... cinco budines de pan. — decía mi orden, mirando que a un lado se encontraba un joven que parecía estar pidiendo un pastel en específico, el cual su precio se elevaba con una módica cantidad exuberante de Berries. — O-oh... lo siento mucho, v-veo que tiene hambre. — se cohibió demasiado debido a su torpeza, pero de todos modos sonrió amable y se dirigió a darme lo que pedía. Asentí con la cabeza y cuando me trajo las cosas, empecé a comerlas una por una, sin tener mucho deparo en la velocidad con la que comía, acercándome a aquel muchacho que parecía más joven que yo o al menos eso inquirí. — Se ve apetitosa. — murmuraba parado al lado suyo, devorando algunos bombones de licor a puñados, con la boca llena y chorreando un poco de saliva por la comisura de mis labios.
— ¡Extra, extra! ¡Ha sido capturado muerto Darksider, el famoso pirata del Grand Line que aterrorizaba una vez cada año al Reino de Barjimoa! ¡Al parecer ha sido un legendario dragón llamado Ymir, el cual es famoso en el folclore histórico de Barjimoa! — exclamaba un vendedor de diarios. Una leve sonrisa se dibujó en mi rostro a medida que me daba cuenta que hablaban de mi, o bueno... tanto de Ymir como de mi, inclusive este en mi mente reía socarrón y superado, notándose lo contento que estaba con el hecho de que le reconocieran a él más que a mi. — "Kuhehehe~... Parece que te ignoraron olímpicamente, Mark... Se nota que me toman más en cuenta que a ti." — decía Ymir en mi mente, soltando aquellas risotadas tan burlonas que hacían que se me hinchara la vena de la frente. Bufé por la nariz y decidí ignorarle, caminando hacia la ciudad principal, adentrándome en lo que parecía ser una tienda de confitería variada y bastante refinada a decir verdad, con productos naturales y cultivados en la isla. — ¡Bienvenido sea a Confitería "Il Dolce Sonno"! ¿En qué le puedo servir, señor? — preguntaba una dulce joven que me miraba con una expresión en su rostro más que condescendiente, no parecía estar fingiendo solamente por estar en su trabajo, su personalidad tiraba a que era así todo el tiempo con los demás. Pero el que me dijera "señor" me partió el alma, ni que estuviera casado o tuviese tantos años encima, sí... estaba acercándome a los 30 años pero eso no quiere decir nada.
— Gracias por el halago de decirme que parezco viejo, princesa. Quiero unas veinte medialunas rellenas de chocolate, dos docenas bombones de licor y... cinco budines de pan. — decía mi orden, mirando que a un lado se encontraba un joven que parecía estar pidiendo un pastel en específico, el cual su precio se elevaba con una módica cantidad exuberante de Berries. — O-oh... lo siento mucho, v-veo que tiene hambre. — se cohibió demasiado debido a su torpeza, pero de todos modos sonrió amable y se dirigió a darme lo que pedía. Asentí con la cabeza y cuando me trajo las cosas, empecé a comerlas una por una, sin tener mucho deparo en la velocidad con la que comía, acercándome a aquel muchacho que parecía más joven que yo o al menos eso inquirí. — Se ve apetitosa. — murmuraba parado al lado suyo, devorando algunos bombones de licor a puñados, con la boca llena y chorreando un poco de saliva por la comisura de mis labios.
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Mientras esperaba el pastel extraño, un tipo grande entró y pidió de comer. Por fin la dependienta me dio el pastel y empecé a mirarlo con gran ansia, pero sin poder comer debido a que Raion y Shion esperaban por el pastel. Mientras lo miraba con la baba colgando, el tipo me murmuró que se veía apetitoso.
- Y tanto, se ve realmente delicioso. Tenga los berrys, señorita. - Decía con entusiasmo.
Caminé hasta la puerta y salí del local, me fijé que los dos estaban mirándome con mucha hambre, así que nos sentemos en el suelo y empecé a comer. La gente nos miraba raro, pasaban por nuestro lado y nos lanzaban una mirada de repugnancia, pero eso a mi, no me importaba. Seguíamos comiendo aquel pastel, sabía a chocolate con suaves toques de vainilla y por dentro, estaba relleno de crema, era algo realmente delicioso. Cuando estábamos a punto de terminarlo, unos extraños tipos pasaron por nuestro lado y uno de ellos pisó lo que quedaba de pastel. Eran tres personas que se empezaron a reír de aquello, se estaban burlando de nosotros.
- Vaya, lo siento. ¿He pisado tu comida? Que lástima, te morirás de hambre. - Decía el que había pisado el pastel con un tono burlón.
Iba vestido con unos pantalones marrones holgados, una camiseta negra y unas botas de montaña de color marrones con toques amarillos. Era alto y de pelo largo y rubio, con una cara de pocos amigos. Los otros dos no me importaban, la verdad es que ni me fijé en ellos, solo en el maldito tipo que pisó mi querido pastel. La furia empezó a apoderarse de mi, así que me levanté y le propiné un puñetazo en la cara que lo envió unos metros lejos.
- Y tanto, se ve realmente delicioso. Tenga los berrys, señorita. - Decía con entusiasmo.
Caminé hasta la puerta y salí del local, me fijé que los dos estaban mirándome con mucha hambre, así que nos sentemos en el suelo y empecé a comer. La gente nos miraba raro, pasaban por nuestro lado y nos lanzaban una mirada de repugnancia, pero eso a mi, no me importaba. Seguíamos comiendo aquel pastel, sabía a chocolate con suaves toques de vainilla y por dentro, estaba relleno de crema, era algo realmente delicioso. Cuando estábamos a punto de terminarlo, unos extraños tipos pasaron por nuestro lado y uno de ellos pisó lo que quedaba de pastel. Eran tres personas que se empezaron a reír de aquello, se estaban burlando de nosotros.
- Vaya, lo siento. ¿He pisado tu comida? Que lástima, te morirás de hambre. - Decía el que había pisado el pastel con un tono burlón.
Iba vestido con unos pantalones marrones holgados, una camiseta negra y unas botas de montaña de color marrones con toques amarillos. Era alto y de pelo largo y rubio, con una cara de pocos amigos. Los otros dos no me importaban, la verdad es que ni me fijé en ellos, solo en el maldito tipo que pisó mi querido pastel. La furia empezó a apoderarse de mi, así que me levanté y le propiné un puñetazo en la cara que lo envió unos metros lejos.
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El muchacho respondió afable, totalmente embelesado por las pintas de aquel pastel que se iba a comprar. Acompañado de sus fieles animales, salió de la tienda seguro para consumir dicha preparación de fina pastelería como dios manda, sentado en una vereda y tal vez compartiendo un poco con sus compañeros. Cuando yo salí, unos gamberros dispuestos a hacerle la vida imposible a quien se le cruzara primero en el camino, pisotearon el resto de pastel que le quedaba al joven. Arrugué un poco el ceño y suspiré pesadamente, renegando un poco con la cabeza, decepcionado de la juventud de hoy en día. Vamos, ya estoy a dos años de los treinta, un nene no soy a decir verdad, y poco a poco las canas empezaban a brotar de una en una, suerte que por mi pelo azulado se camuflaban bastante bien; Me adentré de nuevo a la confitería/pastelería, comprando otro de esos pasteles idéntico al que el muchacho había pagado antes. Tal vez podría considerarme un amable y servicial hombre, pero en realidad solamente quería tener una buena excusa para quitarme el polvo de encima, hacía mucho tiempo que no peleaba como dios manda, no al menos desde lo sucedido en Barjimoa allá por el Grand Line. — Le agradecemos su compra. — decía la dependienta, sonriéndome amablemente. Asentí con la cabeza y tomando el pastel en una mano y la bolsa con mis cosas en la otra, salí del local, acercándome al chico con sus "mascotas", dándole el pastel nuevo.
— Sostén esto por mi, si me haces el favor. Es tuyo. — le decía sin darle opción a renegar.
El bandido que osaba romper la tranquilidad que había en aquel sitio me quedó mirando con una cara de pocos amigos, aunque rápidamente fue reemplazada por una sonrisa socarrona y altiva, alzando el mentón como si tuviese superioridad ante mi. En realidad, era de mi misma altura, superando los dos metros con cierta facilidad. Me quedó mirando fijamente a los ojos, acercándose a mi y apegando su frente con la mía, como si quisiera jugar una guerra de miradas. Sentía su respiración sobre mi rostro, un aroma rancio a cerveza y vino invadía mis fosas nasales que un poco más y me sentía embriagado en totalidad. Volteé los ojos en blanco por unos segundos antes de propinarle un potente y veloz cabezazo que le hundió la nariz en la cara. Reculó dando unos brincos veloces metiéndose entre sus compañeros, tapándose la cara y poniéndose de cuclillas en el suelo, soltando alaridos agónicos de dolor.
— ¡Oye! ¿¡Pero quien te crees que eres para golpear así a nuestro líder!? ¡La pagarán caro! ¿Me oyen? ¡CARO! — vociferaba uno de sus compañeros, llevándose a cuestas a aquel imbécil, el cual se iba lloriqueando por su nariz hecha trizas; Mientras aquellos sujetos se alejaban, viré la mirada hacia el contrario al cual le había comprado el pastel idéntico al que él había comprado antes, alzando fugazmente el mentón en un gesto para llamarle la atención. — Disfruten del pastel. — le dije, antes de tener las intenciones de alejarme, comiendo algunos bombones y masitas que había comprado, andando por la vereda de la calle. Faltaban unas cuantas horas para el supuesto ataque de los piratas.
— Sostén esto por mi, si me haces el favor. Es tuyo. — le decía sin darle opción a renegar.
El bandido que osaba romper la tranquilidad que había en aquel sitio me quedó mirando con una cara de pocos amigos, aunque rápidamente fue reemplazada por una sonrisa socarrona y altiva, alzando el mentón como si tuviese superioridad ante mi. En realidad, era de mi misma altura, superando los dos metros con cierta facilidad. Me quedó mirando fijamente a los ojos, acercándose a mi y apegando su frente con la mía, como si quisiera jugar una guerra de miradas. Sentía su respiración sobre mi rostro, un aroma rancio a cerveza y vino invadía mis fosas nasales que un poco más y me sentía embriagado en totalidad. Volteé los ojos en blanco por unos segundos antes de propinarle un potente y veloz cabezazo que le hundió la nariz en la cara. Reculó dando unos brincos veloces metiéndose entre sus compañeros, tapándose la cara y poniéndose de cuclillas en el suelo, soltando alaridos agónicos de dolor.
— ¡Oye! ¿¡Pero quien te crees que eres para golpear así a nuestro líder!? ¡La pagarán caro! ¿Me oyen? ¡CARO! — vociferaba uno de sus compañeros, llevándose a cuestas a aquel imbécil, el cual se iba lloriqueando por su nariz hecha trizas; Mientras aquellos sujetos se alejaban, viré la mirada hacia el contrario al cual le había comprado el pastel idéntico al que él había comprado antes, alzando fugazmente el mentón en un gesto para llamarle la atención. — Disfruten del pastel. — le dije, antes de tener las intenciones de alejarme, comiendo algunos bombones y masitas que había comprado, andando por la vereda de la calle. Faltaban unas cuantas horas para el supuesto ataque de los piratas.
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Después del golpe, salió el tipo de antes de la tienda, lo que me dio algo para que lo sosteniera, una bolsa. La sujeté y vi como compartía miradas con el tipo alto. No entendía que pasaba, parecía como si se intentasen derribar con la mirada. El bandido apoyó su frente en la del grandullón, como si quisiese que este se asustará, pero no. El peliazul le propinó un fuerte cabezazo en la nariz de aquel tipo, lo que me hizo sorprenderme. Ahora si que no entendía nada, es como si se quisiesen matar ahí mismo. El bandido retrocedió y se escondió entre sus compañeros, mientras gritaba de dolor.
Los tipos agarraron al que parecía ser su jefe y se fueron de aquel lugar. El grandullón se dio la vuelta y me dijo que disfrutará el pastel. Empezó a irse mientras se comía unos bombones que por el olor, parecían de licor. Empecé a caminar hacia él y empecé a dirigirle la voz.
- Oye. Soy Lion D. Asderdeker. ¿Tú quien eres? Gracias por el regalo, pero quiero compartirlo contigo. - Decía mientras mis compañeros me seguían.
Quería hablar con ese tipo, me había protegido aunque no lo necesitase y eso me hacía pensar que era un tipo amable. Mientras sacaba el pastel, Shion y Raion se acercaban a oler y, Raion, se subió a mi hombro de un salto. Iba a agradecerle la ayuda por lo que había hecho y por darme su pastel y, lo menos que podía hacer, era compartirlo con él.
Los tipos agarraron al que parecía ser su jefe y se fueron de aquel lugar. El grandullón se dio la vuelta y me dijo que disfrutará el pastel. Empezó a irse mientras se comía unos bombones que por el olor, parecían de licor. Empecé a caminar hacia él y empecé a dirigirle la voz.
- Oye. Soy Lion D. Asderdeker. ¿Tú quien eres? Gracias por el regalo, pero quiero compartirlo contigo. - Decía mientras mis compañeros me seguían.
Quería hablar con ese tipo, me había protegido aunque no lo necesitase y eso me hacía pensar que era un tipo amable. Mientras sacaba el pastel, Shion y Raion se acercaban a oler y, Raion, se subió a mi hombro de un salto. Iba a agradecerle la ayuda por lo que había hecho y por darme su pastel y, lo menos que podía hacer, era compartirlo con él.
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