De perdidos al mar. [Roy y Kasmatura] (Pasado).

Navegaba yo con mi barca por aquel mar, cuando a lo lejos, podía divisar un isla, una isla con mucha vegetación y se podía distinguir una playa, de una arena de color amarillento. Por encima de aquello, se veían grandes montañas y una gran selva. Grandes árboles y montañas tapaban que había en la parte alejada de mí de la isla. Hacía mucho calor, y tenía mucha hambre, por lo que decidí acercarme para buscar comida y ver si había algún pueblo. Me levanté de la barca, y a la vez que aguantaba mi sombrero y levantaba la otra mano hacia el cielo azul dije:

-Temed mundo, pues Kasmatura, ''El Pirata Fantasma'' está aquí y no piensa quedarse de brazos cruzados, si no que se convertirá en un Ju Shensi, y de los más peligrosos.-

La marea hacía que me aproximase a la costa de aquella isla, nunca había ido a ella en el pasado por lo que todo lo que se me aproximaba era nuevo para mí. Cerca ya de la costa, vi como unos pescados pasaban próximos a mi barca. Seguidamente, cacé uno y de un bocado me lo comí.

Al poco, desembarqué en la isla, la arena estaba bastante caliente y el sol me daba de lleno. Me adentré en la selva preparado para sacar en cualquier momento mi espada, por si surgía la ocasión de un enfrentamiento con alguien o con algo. Seguía caminando sin rumbo alguno camino a una cordillera con altos picos nevados. Por el camino, encontré una ardilla, que me iba siguiendo a cualquier lugar. Al ver un jabalí, el estómago me volvió a rugir ferozmente y dispuesto a matarlo me acercaba lentamente a él.

l cielo estaba despejado, pero con el sol en todo lo alto, el viento soplaba, yo estaba en sin mi camiseta y con mis armas en la espaldas, justo debajo de una cascada con el agua calientes, eso me relajaba y me hacía pensar, me acorde de cómo había llegado a esa isla por medio de mi pequeño bote, ese día toda la gente me miraba por las armas que llevaba: un bate, una escopeta y una Katana nueva, la gente hablaba en mis espaldas:

-¡Mira ese, con tres armas delante de los niños!
-¡Debe de ser un pirata, por las pintas que lleva!

Pero a mí no me importaba, me gustaba en el sitio que estaba, ya que escoria escuchar a la naturaleza, cosa que me enseño mi abuelo antes de morir. Ya era la hora de ir a comer, ya estaba mas tranquilo, así que cogí mis armas, me puse la camiseta y baje de la montaña en la que estaba, mientras bajaba había familias comiendo debajo de la sombra de los arboles y cerca de un rio, en el otro lado había un chico con un gorro extravagante que metió su cabeza al agua y saco a un pez, no le hice mucho caso así que seguí bajando, al llegar al pueblo me hacer que a la taberna mas cercana a pedir un poco de carne.

Cazando al jabalí de varias estocadas rápidas con mis espadas, lo cogí en peso, poniéndomelo sobre el hombro, y continué mi camino rumbo a... ¿Ninguna parte? La ardilla me continuaba siguiéndome detrás mía, pero no sabía el porqué. Había mucha gente por aquel lugar. Decidí subir escalando, a la cima de una montaña, pues parecía un buen lugar para divisar toda la isla.

Ascendía con cuidado, pues un paso en falso en aquel lugar podría ser mortal. Posicionaba los pies y las manos cuidadosamente, apoyándolos sobre piedras grandes y bien sujetas. En un punto intermedio de la montaña, había una cueva, a la que entré para descansar un poco. Estaba cansado, pues llevaba escalando bastante tiempo y por si fuese poco con el jabalí a cuestas. Decidí sentarme en la cueva, y ver el precioso paisaje. Al fondo se veía la costa, con arena amarillenta y cálida, y con unas aguas claras como el cristal; seguido, había un frondoso bosque, por el que se veían volar varias especies de pájaros, aunque no lograba distinguirlos. Seguía gozando del harmónico paisaje, cuando de repente vi que llevaba algo clavado en la pierna. Era una pequeña rama de un árbol, que me clavaría al cruzar por aquella selva. Decidí levantarme y seguir mi camino, cuando escuché un gruñido en la parte trasera de la cueva.

Me giré lentamente, dejando al jabalí en el suelo y con una cara aterrorizada. Seguido, desenfundé una de mis espadas, esperando ver quien sería el afortunado de luchar contra mí.

-Seas quién seas, morirás.- Dije con voz vacilona.- ¡Y LO SABES!- Dije esta vez, tras una pequeña pausa, a la vez que se me escapaba una carcajada y señalaba al fondo de la cueva con el dedo indice.