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Finalmente el Umi Ressha llega a la Blue Station, luego de un largo viaje desde Ennies Lobby el gran tren había llegado a Water Seven, la capital del agua y la más grande de las islas, Shintaro lentamente empezaba a abrir sus ojos para luego estirarse y así quitarse toda la pereza que sentía, miró al frente y al parecer Janice, su acompañante, ya no estaba…seguramente había agarrado el primer tren de vuelta a Ennies Lobby para juntarse con Samanta, no le dio demasiada importancia ya que sabía que iba a pasar tarde o temprano, sin más se bajó de aquel tren mientras bostezaba, una vez abajo empezó a caminar durante las calle de Water Seven, no tenía interés en estar mucho tiempo en esta isla ya que aun tenía muchas cosas que hacer, pero nunca estaba demás recuperar un poco de energías, y que mejor destino que el mercado de Water Seven.
Le preguntó a muchas personas el cómo llegar a ese lugar, muchos le decían que debía de ir en una de esas cosas llamadas Yagara Bull o sino no podría llegar, entre tantas insistencias de las personas, no tuvo más remedio que arrendarle uno a un anciano que extrañamente tenía dos de esos caballos de mar con una suma importante de esteroides y cosas para crecer de tamaño, no perdió el tiempo para empezar a ir al mercado, el hambre que tenía no se iba a saciar fácilmente y suerte que tenía algo de dinero para comprar muchas cosas. Al menos el Yagara era rápido y en cuestión de minutos, tomando diversos atajos muy extraños, en uno pasó literalmente por encima de las casas, con muchos altibajos tal montaña rusa de las malas, fue que llegaron ambos sanos y salvos al mercado de la gran Water Seven.
Midorima miraba cada puesto con detenimiento buscando cual sería la mejor comida, o en su defecto, el mejor dulce para así recuperar toda el azúcar que perdió en aquella travesía casi mortal de Ennies Lobby, Me pregunto que podré comer, solo espero que las cosas tengan un precio justo y razonable, aparte de eso quiero descansar de todo, seguramente luego de comer aquí me iré a una taberna a pasar el rato. pensaba mientras veía todo, hasta que finalmente encontró lo que estaba buscando, un buen trozo de carne, olía bien y por lo que veía era un precio módico y muy razonable, no tardó en llegar a ese puesto y con una gran sonrisa de niño dijo.
Por favor, anciana, deme dos trozos de carne.
La vendedora, luego de casi fulminarlo con su mirada, le dio los trozos, pagó con cierto temor de que en un arrebato de furia le cortará la mano con un cuchillo que estaba peligrosamente cerca de ella, pero al final no paso nada y Midorima se fue rápidamente de ese lugar, ahora necesitaba buscar un buen sitio para comer tranquilamente y al parecer el Yagara lo entendía, ya que sin perder tiempo –y nuevamente llevarlo por los más extraños atajos- ambos llegaron a las afueras de la ciudad, se bajó del Yagara Bull para finalmente poner sus pies en el agua y empezar a degustar aquel hermoso trozo de carne, obviamente el segundo se lo dio a su compañero y ambos se quedaron ahí, disfrutando de la comida. El viento era agradable y no había nada mejor que estar aquí luego de casi morir en Ennies Lobby.
Me pregunto qué será de Samanta, esa niña simplemente me llena de curiosidad sobre todo el poder que posee, si me la encuentro de nuevo no dudaré en sacarle algo de información.
Dijo en un leve susurro mientras terminaba de tragar un gran pedazo de carne, se quedó allí mirando el cielo, totalmente despejado, y se quedó muy pensativo sobre todo recordando a aquella mujer, la intriga de saber más de ella lo estaba –metafóricamente hablando- matando por dentro.
Le preguntó a muchas personas el cómo llegar a ese lugar, muchos le decían que debía de ir en una de esas cosas llamadas Yagara Bull o sino no podría llegar, entre tantas insistencias de las personas, no tuvo más remedio que arrendarle uno a un anciano que extrañamente tenía dos de esos caballos de mar con una suma importante de esteroides y cosas para crecer de tamaño, no perdió el tiempo para empezar a ir al mercado, el hambre que tenía no se iba a saciar fácilmente y suerte que tenía algo de dinero para comprar muchas cosas. Al menos el Yagara era rápido y en cuestión de minutos, tomando diversos atajos muy extraños, en uno pasó literalmente por encima de las casas, con muchos altibajos tal montaña rusa de las malas, fue que llegaron ambos sanos y salvos al mercado de la gran Water Seven.
Midorima miraba cada puesto con detenimiento buscando cual sería la mejor comida, o en su defecto, el mejor dulce para así recuperar toda el azúcar que perdió en aquella travesía casi mortal de Ennies Lobby, Me pregunto que podré comer, solo espero que las cosas tengan un precio justo y razonable, aparte de eso quiero descansar de todo, seguramente luego de comer aquí me iré a una taberna a pasar el rato. pensaba mientras veía todo, hasta que finalmente encontró lo que estaba buscando, un buen trozo de carne, olía bien y por lo que veía era un precio módico y muy razonable, no tardó en llegar a ese puesto y con una gran sonrisa de niño dijo.
Por favor, anciana, deme dos trozos de carne.
La vendedora, luego de casi fulminarlo con su mirada, le dio los trozos, pagó con cierto temor de que en un arrebato de furia le cortará la mano con un cuchillo que estaba peligrosamente cerca de ella, pero al final no paso nada y Midorima se fue rápidamente de ese lugar, ahora necesitaba buscar un buen sitio para comer tranquilamente y al parecer el Yagara lo entendía, ya que sin perder tiempo –y nuevamente llevarlo por los más extraños atajos- ambos llegaron a las afueras de la ciudad, se bajó del Yagara Bull para finalmente poner sus pies en el agua y empezar a degustar aquel hermoso trozo de carne, obviamente el segundo se lo dio a su compañero y ambos se quedaron ahí, disfrutando de la comida. El viento era agradable y no había nada mejor que estar aquí luego de casi morir en Ennies Lobby.
Me pregunto qué será de Samanta, esa niña simplemente me llena de curiosidad sobre todo el poder que posee, si me la encuentro de nuevo no dudaré en sacarle algo de información.
Dijo en un leve susurro mientras terminaba de tragar un gran pedazo de carne, se quedó allí mirando el cielo, totalmente despejado, y se quedó muy pensativo sobre todo recordando a aquella mujer, la intriga de saber más de ella lo estaba –metafóricamente hablando- matando por dentro.
Samanta
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Estaba feliz de poder comer mis pescados, todo el ajetreo, y la necesidad de un almirante para traer la seguridad a este lugar. Estaba un poco cansada, después de toda la acción, y un tanto el miedo de ver el el poder de un almirante, sin duda la seguridad debía prevalecer con esa fuerza. Ahora me limitaba a recorrer lentamente las calles de wáter seven, mientras caminaba encontré un adorable café, un bonito lugar lleno de flores, a orillas de una laguna artificial conectada a mas caminos de esos lindos animalitos. Estaba muy contenta, Diana estaba dentro del lugar, investigaba y pedía algo para pasar el día.
Para cuando regreso traía un poco de café, uno para ella y uno para mi, con 3 de azúcar echo en leche. Como me agradaba. Mientras que el de Diana era negro, no sabia como podía tener esos gustos tan raros. También trajo un ligero pastel con crema batida, una dulce y roja fresa decorándolo todo. El pastel era de vainilla. Una pequeña cuchara repostera y otra mas para mi café, tenían adornos de flores en el mango. No era lo mas fino ni de cercas a lo que acostumbraba pero considerando las cuestiones creo que era adecuado.
Me quedaba maravillada mirando a la gente ir y venir, note que el café quedo algo solo después de mi arribó, todo indicaba que tenia tranquilidad. Podía ver como algunas personas navegaban por aquellas corrientes, y transportaban cosas, hablaban y podía ver familias y personas. Esta clase de tranquilidad es de la que hablaba. Todo gracias al almirante, solo a pasado un día desde aquel acontecimiento. Pero parece que la tranquilidad reinara.
Mientras avanzaba la mañana de ese día, sorbía gentilmente mi café, su aroma y textura eran muy sutiles, y la leche era muy diferente a la que acostumbraba, su sabor no era malo, para nada era muy agradable. Aun no había tocado ni un poco mi pastel, pero estaba tan comoda recargada en estas sillas, mis ropajes eran simples, nada espectacular, un poco de seda clara, mi gabardina abierta, unos pantalones de seda y mis condecoraciones de tenryuubito. Lo normal, disfrutaba de los aromas llenaban mi vida de otro nivel de alegría.
-Diana tienes que recordarme decirle a Janice que compre café de este lugar, es muy sabroso, bueno la otra vez estuve platicando un poco con el magistrado, su trabajo me parecía muy interesante. –
Diana sonrió, parecía muy alegre de la conversación. El día era maravilloso.
Para cuando regreso traía un poco de café, uno para ella y uno para mi, con 3 de azúcar echo en leche. Como me agradaba. Mientras que el de Diana era negro, no sabia como podía tener esos gustos tan raros. También trajo un ligero pastel con crema batida, una dulce y roja fresa decorándolo todo. El pastel era de vainilla. Una pequeña cuchara repostera y otra mas para mi café, tenían adornos de flores en el mango. No era lo mas fino ni de cercas a lo que acostumbraba pero considerando las cuestiones creo que era adecuado.
Me quedaba maravillada mirando a la gente ir y venir, note que el café quedo algo solo después de mi arribó, todo indicaba que tenia tranquilidad. Podía ver como algunas personas navegaban por aquellas corrientes, y transportaban cosas, hablaban y podía ver familias y personas. Esta clase de tranquilidad es de la que hablaba. Todo gracias al almirante, solo a pasado un día desde aquel acontecimiento. Pero parece que la tranquilidad reinara.
Mientras avanzaba la mañana de ese día, sorbía gentilmente mi café, su aroma y textura eran muy sutiles, y la leche era muy diferente a la que acostumbraba, su sabor no era malo, para nada era muy agradable. Aun no había tocado ni un poco mi pastel, pero estaba tan comoda recargada en estas sillas, mis ropajes eran simples, nada espectacular, un poco de seda clara, mi gabardina abierta, unos pantalones de seda y mis condecoraciones de tenryuubito. Lo normal, disfrutaba de los aromas llenaban mi vida de otro nivel de alegría.
-Diana tienes que recordarme decirle a Janice que compre café de este lugar, es muy sabroso, bueno la otra vez estuve platicando un poco con el magistrado, su trabajo me parecía muy interesante. –
Diana sonrió, parecía muy alegre de la conversación. El día era maravilloso.
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Un ave que pasó de manera fugaz, hizo que Midorima nuevamente volviera a la normalidad, se había quedado mirando el cielo como si no hubiera otra cosa que mirar, bueno sí la había, no tenía muchas cosas que hacer y tampoco es que tuviera algunos planes en esta isla, sin más miró su mano derecha para observar que aun tenía ese enorme pedazo de carne, de reojo supo que el Yagara Bull aun estaba a su lado y miraba con cara de perro hambriento aquel trozo, Midorima suspiro lentamente mientras lo lanzaba directo a la boca de aquel animal, quien sin pensarlo mucho tiempo de un solo bocado se lo tragó todo, hueso incluido. Midorima se levantó tranquilamente para luego sentarse en el Yagara, necesitaba tomar algo para hacer bajar la comida, una cerveza o un café, lo primero que se encontrará en esta isla gigante.
Yagara…solo llévame a un lugar donde pueda tomar algo delicioso, si me dan las ganas, puede que te de algo también. Pero no aseguro nada.
Tan rápido finalizó sus palabras, fue que el animal acuático empezó a navegar por aquella aguas, a diferencia del primer viaje, ahora todo era más calmado, de hecho, Midorima esta vez se podía relajar a lo grande Estar sin problemas, de esta manera, es genial. Aún sigo sin entender el porqué elegí el camino de ser pirata. Pero bueno, las cosas pasan por algo ¿no? pensaba mientras se recostaba en la barca para estar más cómodo, el sol estaba en lo alto, pero por alguna extraña razón, no había mucho calor. No pasaron ni cinco minutos, cuando el Yagara finalmente ya había parado, si bien anduvieron mucho tiempo –después de todo es una isla con canales de agua donde la distancia se recorre en nada- para Midorima el viaje había sido corto, se reincorporó tranquilamente mientras veía donde es que había frenado el Yagara, era un café.
Midorima no tardó en darle un poco de cariño al Yagara, para luego entrar a ese lugar, había un poco de gente, y había una mesa totalmente vacía, caminó a una mesa que estaba cerca del gran ventanal, tenía que estar alerta por si alguien le intentaba robar a su Yagara, no tenía muchas intenciones de permitirlo y menos sabiendo que era el único modo de moverse por este lugar. Se quedó en silencio mirando por la ventana, no iba a pedir nada de momento, después de todo, nada ni nadie lo apuraba. Podía tomar todo el tiempo del mundo si quisiera, y así lo iba a hacer.
Yagara…solo llévame a un lugar donde pueda tomar algo delicioso, si me dan las ganas, puede que te de algo también. Pero no aseguro nada.
Tan rápido finalizó sus palabras, fue que el animal acuático empezó a navegar por aquella aguas, a diferencia del primer viaje, ahora todo era más calmado, de hecho, Midorima esta vez se podía relajar a lo grande Estar sin problemas, de esta manera, es genial. Aún sigo sin entender el porqué elegí el camino de ser pirata. Pero bueno, las cosas pasan por algo ¿no? pensaba mientras se recostaba en la barca para estar más cómodo, el sol estaba en lo alto, pero por alguna extraña razón, no había mucho calor. No pasaron ni cinco minutos, cuando el Yagara finalmente ya había parado, si bien anduvieron mucho tiempo –después de todo es una isla con canales de agua donde la distancia se recorre en nada- para Midorima el viaje había sido corto, se reincorporó tranquilamente mientras veía donde es que había frenado el Yagara, era un café.
Midorima no tardó en darle un poco de cariño al Yagara, para luego entrar a ese lugar, había un poco de gente, y había una mesa totalmente vacía, caminó a una mesa que estaba cerca del gran ventanal, tenía que estar alerta por si alguien le intentaba robar a su Yagara, no tenía muchas intenciones de permitirlo y menos sabiendo que era el único modo de moverse por este lugar. Se quedó en silencio mirando por la ventana, no iba a pedir nada de momento, después de todo, nada ni nadie lo apuraba. Podía tomar todo el tiempo del mundo si quisiera, y así lo iba a hacer.
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