Batalla de Titanes

- Leyendas y más leyendas, eso es lo que siempre ha sido todo chicos.

Mis hombres estaban todos reunidos, no sabían ni por qué les había hecho llamar, pero todos estaban allí, los capitanes de cada uno de mis barcos y mis más fieles camaradas. Allí estaban todoa; Kaito, "El Shinigami", Ludvic, Edward, Sawn, Dean, Ashura y también Ryoko. Todos mis fieles hombres estaban allí. Ya me había hartado de tanta palabrería, de tanta imbecilidad sobre un supuesto y teórico premio que no existía, el regalo del legendario Gol D. Roger, ese maldito que comenzó la primera gran era pirata. Me había cansado de que siempre se hablase de ir a la jodida isla a por el puto tesoro. Siempre One Piece ésto, One Piece lo otro. En ocasiones sentía la tentación de matar a mis propios hombres por pesados. Decidido a dejarlo todo zanjado me dispuse a sugerirles a mis hombres un plan como los de antes, un plan que hacía tiempo que no llevábamos a cabo. Un plan muy simple, destrucción.

- El One Piece no existe ni nunca ha existido. Decid lo que queráis, protestad cuando os de la puta gana. Esa mierda de tesoro no existe, y si existiera no estaría allí, si no que la marina y el gobierno mundial ya se habría encargado de hacerse jodidamente ricos y famosos.

El silencio se hizo entre todos. Ludvic el ávaro lunático no pensaba igual y lo sabía, concretamente me quedé mirándole esperando una respuesta. Sonrió al darse cuenta de que estaba esperando que saltase. Me recordaba mucho a mí mismo ese tipo, pero un poco más amariconado. No le caería nada bien a Dain. Ludvic avanzó un paso y comenzó a hablar con una sonrisa loca en su rostro.

- ¿Y eso de donde lo has sacado capitán? El One Piece existe y seríamos la hostia de ricos con eso, podríamos comprar al gobierno y a la marina incluso. Mira el lado positivo, tendríamos entretenimiento para nuestras katanas.

Todos comenzaron a reir, salvo Sawn que era el más serio de todos. Pero yo no había terminado mi discurso. Después de reirme tan solo le dije a mi camarada que no serían suficientes, no nos durarían ni un solo día, tras lo cual se desató otra ronda de risas y burlas hacia la estupidez e incompetencia de los marines, así como de la armada revolucionaria, incapaz de acabar con ellos.

- Si se hubiesen atrevido a meterse en nuestro camino ya serían historia. -comentó Shinigami
- Esa suerte han tenido. -proseguí mi discurso- Camaradas. Creo firmemente que el One Piece no es más que un maldito cuento chino, nada más que patrañas creadas por un loco al borde de la muerte con tal de causar un puta revolución mundial. Y vaya si lo logró el muy cabrón. -comencé a pasearme por delante de todos ellos, yendo de lado a lado, observándoles a la cara mientras continuaba- Pero no basta con una mente para saberlo a ciencia cierta. ¿Verdad chicos?

Tan solo el silencio me respondió, mas pude ver como un gesto de satisfacción en los rostros de Ludvic, Sawn y Ryoko. Sabían lo que iba a decir a continuación, tal vez una decisión como no las tomaba en mucho tiempo. Podía sentir su impaciencia y me calle durante unos instantes para regodearme y mantenerles algo más en dudas. Aunque no hubiese duda de lo que pretendía.

- Raftel queda muy lejos de aquí, y los mares últimamente no son muy tranquilos. Underworld's, voy a demostraros que eso no es más que una jodida patraña, vamos a ir a Raftel y vamos a dejar esa puta isla como si hubiese caído un puto meteorito en ella. Vamos a destrozarla hasta que se hunda ella sola en el mar... Y os quiero a todos vosotros conmigo, pero no obligo a vuestras tripulaciones a acompañarme. ¿Quién me sigue?

Se formó un fuerte jolgorio entre las ocho personas que allí había. Todos ellos estaban entusiasmados con la idea e incluso afirmaron que sus propias tripulaciones se sumarían a la aventura. Mi rostro esbozaba una macabra sonrisa de satisfacción. Nuevamente la segunda generación de los "Underworld Pirates" se embarcaban en una aventura de destrucción, y ningún navio que se interpusiera en nuestro camino saldría intacto cuando pasásemos por encima de ellos. La flota del inframundo se hacía a la mar en busca de la isla de Raftel. Nada ni nadie conseguiría detenernos, y los barcos a nuestro paso naufragarían sin dejar supervivientes. Por fin había encontrado una nueva excusa para salir a la aventura y a la destrucción de todo cuando encontrásemos. No podía esperar a llegar a Raftel.

Todos mis camaradas y compañeros de embarcación estábamos de camino hacia Raftel, y los barcos de mis fieles camaradas también nos seguían, toda nuestra flota estaba en movimiento. Una nueva aventura de los Underworld que prometía ser divertida como mínimo. Navegando por los malditos y casi impredecibles mares del nuevo mundo, aunque por desgracia o fortuna tantos años en la mar me habían enseñado a predecir lo más impredecible del clima, y en cierta parte era aburrido saber lo que iba a ocurrir en el mar, le quitaba emoción al viaje y eso no me resultaba nada agradable, más bien aburrido.

Poco tardó en avecinarse una tormenta en cuestión de segundos. Había mucha gente nerviosa, pero la tormenta apenas ni duró diez minutos, lo cual no causó ni siquiera ligeros daños, al fin y al cabo mi renio recubría todo el casco del mi propio barco a modo de capa protectora contra todo objeto que pudiera chocar, fortaleciendo la estructura del gran barco. Pero al momento ocurrió algo que no me pude imaginar, y que me dibujó una gran sonrisa en mi rostro. Una bala de cañón golpeó cerca del casco del barco.

Me giré y mi sonrisa se vio un poco menguada al observar la bandera pirata que ondeaba en aquél barco de enormes dimensiones. Mas aunque no era lo que me esperaba también me sentía alegrado de ver aquél barco. No le esperaba para nada, no tenía la menor idea de que se dignase a aparecer después de tanto tiempo, pero como siempre es oportuno para meterse en los mejores viajes. Detuve el barco, al fin y al cabo siempre me ha gustado ser quien maneje el timón de mi propia embarcación, aguardé a que ese barco nos alcanzase y volví a dar las órdenes para continuar el rumbo.

Ahora estábamos los dos barcos uno al lado del otro. Podría confundirse cuál es el barco líder de la flota observando ese nuevo navío, el cual era algo más grande que el mío propio, pero es que la tripulación de este borrego son todos tipos tan vastos y grandes como él. Era de esperar de mi camarada de tantos años. Me acercé al lado de babor, desde donde pude observar su figura de brazos cruzados mirándome.

-No te esperaba Dain. ¿Qué te ha traído por aquí?
-Me tenía que haber dado la vuelta imbécil. ¿Por qué coño no me esperaste?
-Nunca vienes. -Me encogí de brazos- ¿Cómo mierda iba a saber que ibas a venir?
-Lo normal es esperar.
-Unos minutos, pero no unas horas.
-... ¿A que te parto la boca?

Empezamos los dos a reirnos como imbéciles. No se trataba de otra persona que Dain Pie de Hierro, me superior en los Héroes Bravos, un verdadero berseker contra el que daría gusto un buen combate, aunque no hoy, no quiero acabar hecho una mierda por su martillo. Dain siempre ha sido un gran aliado de los Underworld Pirates, hasta el punto que es reconocido por todos como uno más de nosotros, no inferior a mi propio puesto como capitán. Es como una tripulación con dos capitanes, de los cuales uno siempre está presente y el otro viene cuando le apetece moverse, que no suele ser siempre.

-Vamos camino a Raftel. Voy a demostrarle a los chicos que el One Piece no existe.
-Vaya gilipollez. ¿Y para eso me llamas? Tendría que meterte un martillazo en la puta cara a ver si se te pasa la gilipollez.

Dain se dio la vuelta y empezó a gritarle a sus hombres, pero no la retirada, tan solo les decía: "Vamos a la mierda de raftel, seguid a éste imbécil a ver si por lo menos nos encontramos alguien a quien meter de hostias. Aunque sea él".

Obviamente no pude evitar reirme con fuerza. Pero todavía quedaba un largo viaje hacia raftel. Por si no fuera poco durante todo el trayecto no ocurrió nada, estuve apunto de meterme a hostias con Dain solo para entretenerme un poco y pasar el rato, pero luego comprendí que no quería que mi flota se hundiese en el jodido mar, así que preferí contenerme y guardar todas mis ganas para desahogarme en Raftel cuando no encuentre el One Piece.

Tras unas semanas llegamos a nuestro destino. Pero esas semanas se me antojaron como años, no había nada que pudiera hacer para entretenerme, nada más que beber ron con mis hombres y hacer los gilipollas. De vez en cuando venía Dain al barco a beber y nos tumbaba a todos llamándonos nenazas y mariconas, pero él también acababa que derrumbaba el barco. Menos mal que no acabamos arrojándonos por la borda.

Finalmente llegamos a la isla tras una pequeña adversidad de la cual no tuvimos que lamentar pérdidas. Una flota entera de siete barcos se aproximaron a la isla y atracaron en las inmediaciones. Tras eso aparecieron unas deformidades en el espacio y por medio de los agujeros de gusano de Sawn White aparecimos todos en la orilla más próxima. Todos mis hombres, incluyendo a Dain, estábamos allí, y los hombres de mis hombres se quedaron cuidando de las embarcaciones por órdenes de sus propios capitanes, tan solo vino el segundo al mando de Dain, un tipo bastante robusto llamado Unferth, casi tanto como él, con una gran hacha de doble filo sobre su hombro cargada, unas barbas y melenas negras completamente enmarañadas. Parecían auténticos vikingos ellos dos.

-Señores. -comencé a hablarles- Veamos si existe ese precioso tesoro.

Por supuesto no era más que una ironía hacia mis hombres, yo ya sabía que no existía, de ser así ya habría sido encontrado en tantos años que lleva oculto en ésta jodida isla. Comencé a caminar, estaba seguro de que mis hombres me seguirían. Lo único que sabía es que mis manos y katanas atadas en mi cintura estaban temblando. La voz dentro de mí me llenaba de sed de sangre, ese maldito ser demoníaco tenía tantas ganas de pelear como yo, y mi ojo transformado brillaba temblorosamente por la emoción. Era como si esa parte de mí deseara que existiese realmente el One Piece. Al fin y al cabo sería jodidamente rico, podría comprar el gobierno mundial e incluso el mundo entero si quisiera, con lo cual podría ser muy feliz eligiendo a que imbécil matar cada día, y los entrenaría solo para que me dieran diversión.

Pero ahora no era el momento de hacerme los dientes largos, el One Piece no existía y siempre había insistido en eso, por lo que comenzamos a adentrarnos en la isla en busca de aquél fantasma de Gol D. Roger.

Comenzamos a caminar, adentrándonos poco a poco en la isla, sin saber a donde comenzar a buscar. Entonces me detuve, pude ver a Dain con ganas de darme un martillazo, pero no fue en él en quien posé mi mirada, sino en mi camarada Ludvic, quien enseguida comprendió lo que estaba pensando. El maníaco cerró los ojos y alzó la cabeza, comenzó a girarla lentamente hacia un lado y hacia otro, hasta que al final volvió a su pose normal y comenzó a hablar.

-Pues por aquí oro lo que es oro no parece haber. -eso causó unos pequeños murmullos- Pero si que he olido algo curioso, un grupo de personas, con una gran cantidad de alcohol. No sabría decir cual pero buena juerga se estarán montando los cabrones.
-¿Un grupo de gente y alcohol? ¿Aquí en Raftel?

Por un momento no pude evitar pensar en cierta persona. No podía ser cierto que hayamos acabado coincidiendo aquí, no puede ser. Pero los sentidos de Ludvic nunca me han fallado, y una gran cantidad de alcohol entre un grupo de gente, en éste lugar, solo puede significar una cosa. En mi rostro se dibujó una gran sonrisa. Le indiqué a Ludvic que nos guiase hacia esa gran fuente de alcohol.

Si era él ésto prometía ser un encuentro bastante entretenido, pero tal vez solo era un reducto de imbéciles afortunados con una gran reserva de alcohol, de la cual nos aprovecharíamos. La única pena era no llevar una jarra de cristal.

Llegó el momento que Ludvic se detuvo alegando que había alguien cercano por entre los bosques, podía olerle y escucharle.

-¿Y cuál es el problema?

Le aparté y continué hacia adelante. Me importaba una mierda quién pudiera encontrarme, ahora solo seguía el rastro del alcohol en busca de donde pudiera provenir esa fuente. Me pareció observar una figura a lo lejos, tal vez la persona que había predicho el maníaco de Ludvic. No me importó lo más mínimo, continué andando, si era un pirata de la tripulación de aquél alcohólico no tendría problemas en evitar ésto. Extendí la mano derecha, mostrando la palma a aquella figura que no sabía si se habría percatado de mi presencia. Entonces de la palma d emi mano comenzaron a salir espinas de renio que fueron lanzadas como proyectiles hacia aquella figura directamente.

Si no las esquivaba le quedaría un nuevo rostro plateado preciosísimo, y demostraría que realmente no es Legan Legim quien se haya en la isla. Si esquivaba las espinas, estas seguirían hacia adelante sin problemas. Por otro lado no había imbuído el haki armadura en las espinas, de modo que de ser Legim no habría problemas.

-Creo que es hora de bailar chicos. -dije a mis hombres- Pero esperad, creo saber quién está ahí.