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Erik observó el puerto desde su escondrijo entre las rocas. Era uno de los puntos "negros" de Casino Island. Mientras que la mayor parte de muelles estaban destinados al turismo o a la llegada de suministros para abastecer la isla, las mafias que controlaban el negocio de la isla tenían un par de bahías ocultas como aquella que empleaban para que sus barcos de contrabando recalasen. Aquella noche iba a llegar un convoy escoltando a un barco esclavista. Su misión era sencilla, infiltrarse, liberar a los esclavos y llevarlos hasta una playa cercana donde les esperaba un barco de la Armada Revolucionaria. Una pequeña escuadra de veinte hombres les esperaba no demasiado lejos para intervenir si las cosas se ponían feas.
- Erik... tenemos que detener el convoy de barcos que suministran el cargamento de esclavos, ya sabes... Entrar ahí... infiltrarse... y liberar. Aunque se que te gustaría más hacerlo por las malas y reventar un par de traficantes de personas
El hombretón apretó sus puños. Era cierto. Él hubiese preferido entrar a sangre y fuego y darles su merecido a aquellos cerdos. Había sufrido en sus carnes por un breve período de tiempo el yugo de la esclavitud, y no guardaba recuerdos agradables de aquella época.
- Si pudiese, descuartizaría a esos mamones, bien lo sabes. Pero sería un movimiento suicida. Un paso en falso y podríamos acabar muertos. Liberar a esos pobres diablos es más importante... aunque si se me presenta la ocasión, no dudaré en enseñarles la lección a hostias.
Comenzaba ya a anochecer. En el mar, tres barcos doblaron uno de los cabos que cubrían la bahía y se dirigieron a puerto. Esos eran, de acuerdo con la descripción que les habían dado. Uno más grande, y otros dos de menor tamaño cubriéndolo. ¿Cuáles eran los nombres que le habían dado? ¿Galeazas? No lo recordaba, y sinceramente no le importaba. "No necesito saber cómo se llama algo para hacerlo explotar" pensó con cierta ironía.
- Deberíamos esperar un rato a que desembarquen y terminen de hacer lo que cojones hagan antes de dormir. Entonces podremos infiltrarnos, si somos rápidos y evitamos a los guardias - le dijo a su extravagante compañero, esperando su respuesta.
- Erik... tenemos que detener el convoy de barcos que suministran el cargamento de esclavos, ya sabes... Entrar ahí... infiltrarse... y liberar. Aunque se que te gustaría más hacerlo por las malas y reventar un par de traficantes de personas
El hombretón apretó sus puños. Era cierto. Él hubiese preferido entrar a sangre y fuego y darles su merecido a aquellos cerdos. Había sufrido en sus carnes por un breve período de tiempo el yugo de la esclavitud, y no guardaba recuerdos agradables de aquella época.
- Si pudiese, descuartizaría a esos mamones, bien lo sabes. Pero sería un movimiento suicida. Un paso en falso y podríamos acabar muertos. Liberar a esos pobres diablos es más importante... aunque si se me presenta la ocasión, no dudaré en enseñarles la lección a hostias.
Comenzaba ya a anochecer. En el mar, tres barcos doblaron uno de los cabos que cubrían la bahía y se dirigieron a puerto. Esos eran, de acuerdo con la descripción que les habían dado. Uno más grande, y otros dos de menor tamaño cubriéndolo. ¿Cuáles eran los nombres que le habían dado? ¿Galeazas? No lo recordaba, y sinceramente no le importaba. "No necesito saber cómo se llama algo para hacerlo explotar" pensó con cierta ironía.
- Deberíamos esperar un rato a que desembarquen y terminen de hacer lo que cojones hagan antes de dormir. Entonces podremos infiltrarnos, si somos rápidos y evitamos a los guardias - le dijo a su extravagante compañero, esperando su respuesta.
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Erik resopló pesadamente al escuchar a Wisteria y puso los ojos en blanco. Las cosas no iban a ser tan fáciles como pensaba. Su compañero enseñó la lengua y se puso a hacer virguerías con las pistolas. El mecánico chistó esbozando una media sonrisa despectiva y sacó su escopeta. Comenzó a recargarla y puso una granada en el lanzador que había bajo el cañón del arma. Su compañero ya sabía de sobra lo que opinaba de aquellos "cañoncitos de juguete" de los que tan orgulloso se sentía el joven de pelo rosa. Acto seguido su compañero le tendió la mano con una sonrisa que no decía nada bueno.
- Oh no, no me jodas. ¿En serio es necesario? - dijo, no muy contento.
Se llevó una mano a la cara, meneándola suavemente. Finalmente lo miró y le dijo, con cierta pesadez.
- Está bieeen... tú ganas. Pero como me la juegues, te daré una colleja.
Le cogió la mano y se la estrechó. Ya estaba hecho el trato. El poder de su compañero era "intercambiar" cosas entre dos personas. Desde objetos hasta habilidades de la propia persona. Wisteria de momento no había dominado su akuma del todo, pero podía dar bastante guerra y ser un poder muy molesto... tanto para enemigos como aliados. Pero en el fondo sabía que era necesario. Su amigo era un combatiente inteligente y agudo. Sus habilidades serían muy necesarias. Tiró de la corredera de la escopeta para cargar una bala en la recámara y dijo:
- Vamos a liberar esclavos y patear un par de culos.
Se deslizó en silencio entre las rocas, aprovechando la oscuridad y su capa para fundirse con el entorno. Pronto estuvieron junto al muelle. Comenzaron a avanzar entre los enormes containers, corriendo de uno a otro y evitando a los operarios. Sin embargo, pronto se vieron ante una encrucijada. Llegaron a la pasarela del barco, pero había gente bajando y subiendo todo el rato, transportando cajas.
- ¿Y ahora cómo hacemos, Wist? - susurró.
- Oh no, no me jodas. ¿En serio es necesario? - dijo, no muy contento.
Se llevó una mano a la cara, meneándola suavemente. Finalmente lo miró y le dijo, con cierta pesadez.
- Está bieeen... tú ganas. Pero como me la juegues, te daré una colleja.
Le cogió la mano y se la estrechó. Ya estaba hecho el trato. El poder de su compañero era "intercambiar" cosas entre dos personas. Desde objetos hasta habilidades de la propia persona. Wisteria de momento no había dominado su akuma del todo, pero podía dar bastante guerra y ser un poder muy molesto... tanto para enemigos como aliados. Pero en el fondo sabía que era necesario. Su amigo era un combatiente inteligente y agudo. Sus habilidades serían muy necesarias. Tiró de la corredera de la escopeta para cargar una bala en la recámara y dijo:
- Vamos a liberar esclavos y patear un par de culos.
Se deslizó en silencio entre las rocas, aprovechando la oscuridad y su capa para fundirse con el entorno. Pronto estuvieron junto al muelle. Comenzaron a avanzar entre los enormes containers, corriendo de uno a otro y evitando a los operarios. Sin embargo, pronto se vieron ante una encrucijada. Llegaron a la pasarela del barco, pero había gente bajando y subiendo todo el rato, transportando cajas.
- ¿Y ahora cómo hacemos, Wist? - susurró.
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Mientras su amigo hacía sus enreversadas estrategias, Erik no se lo pensó tanto. Se acercó por la espalda a un operario y lo dejó seco de un poderoso culatazo en la nuca. Se puso el mono de trabajo por encima de su ropa (no quería desprenderse de ella), y dejó las capas en una esquina. Acto seguido se reunió con Wist en la pasarela, escopeta en mano. Su compañero estaba disfrazándose también. Se fijó en que en el agua había burbujas y alguien subiendo a la superficie. "Dará la voz de alarma... pero no le dejaré." Recogió un pedrusco notablemente grande y se lo lanzó a la cabeza del tipo. Se escuchó un sonoro crujido y el hombre volvió a hundirse sin darle tiempo a gritar. Había sido un acto cruel, pero aquellos hombres no era inocentes. Y la libertad de los prisioneros valía más que la vida de un cerdo.
- Ahora rápido, aprovechemos Wist.
Subió velozmente por la pasarela, y se plantó en la borda de un salto. En aquel preciso momento estaba vacía... tenían suerte, pues en otro caso hubiesen escuchado el chapuzón y el crujido. Y tal vez los hubieran cazado. Ahora sólo tenían que localizar a los esclavos, neutralizar a los guardias y abrir las celdas. Esperaba que no llevasen esposas, o se verían con problemas adicionales que el gigantón prefería evitar.
- Por allí - dijo, señalando a una trampilla abierta.
Debía dar a la bodega de carga. Se aproximó a esta y comenzó a bajar por las escaleras. Al bajar un hombre le saludó y le señaló a unas cajas, mascullando algo como que "llevase esas al muelle nosequé". Le respondió vagamente de manera afirmativa a su orden y examinó el lugar. Mercancía empaquetada por todos lados, y en el fondo, una puerta vigilada por un único guardia armado con un fusil. Se colgó la escopeta del hombro y le dirigió una intensa mirada a Wisteria, para luego mirar hacia el guardia de la puerta. Mientras tanto se acercó hacia las cajas con calma, remoloneando. Cogió una grande y pesada, pero lo suficientemente manejable para ser usada como arma arrojadiza. En cuanto Wisteria estuviese preparado, eliminaría al mandón de las órdenes de un tortazo en la cabeza, provocando la distracción necesaria para que su compañero se encargase del suyo.
- Ahora rápido, aprovechemos Wist.
Subió velozmente por la pasarela, y se plantó en la borda de un salto. En aquel preciso momento estaba vacía... tenían suerte, pues en otro caso hubiesen escuchado el chapuzón y el crujido. Y tal vez los hubieran cazado. Ahora sólo tenían que localizar a los esclavos, neutralizar a los guardias y abrir las celdas. Esperaba que no llevasen esposas, o se verían con problemas adicionales que el gigantón prefería evitar.
- Por allí - dijo, señalando a una trampilla abierta.
Debía dar a la bodega de carga. Se aproximó a esta y comenzó a bajar por las escaleras. Al bajar un hombre le saludó y le señaló a unas cajas, mascullando algo como que "llevase esas al muelle nosequé". Le respondió vagamente de manera afirmativa a su orden y examinó el lugar. Mercancía empaquetada por todos lados, y en el fondo, una puerta vigilada por un único guardia armado con un fusil. Se colgó la escopeta del hombro y le dirigió una intensa mirada a Wisteria, para luego mirar hacia el guardia de la puerta. Mientras tanto se acercó hacia las cajas con calma, remoloneando. Cogió una grande y pesada, pero lo suficientemente manejable para ser usada como arma arrojadiza. En cuanto Wisteria estuviese preparado, eliminaría al mandón de las órdenes de un tortazo en la cabeza, provocando la distracción necesaria para que su compañero se encargase del suyo.
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Al escuchar las detonaciones, aprovechando que el jefe se giró hacia las escaleras, Erik le tiró la pesada caja a la cabeza. El hombre se desplomó al momento. Se volvió hacia Wisteria, comprobando que ya se había librado del guardia. Se acercó corriendo a la puerta y la abrió de una patada. Lo que vio lo mosqueó bastante: un montón de personas hacinadas como si fuesen mercancía en estrechas jaulas. Muchos estaban en un estado penoso. El revolucionario volvió a donde el guardia y rebuscó en su cuerpo buscando llaves. Encontró unas, pero ninguna coincidía con las jaulas. Erik suspiró, algo irritado. Entonces se fijó en una mesa cercana. Se acercó y abrió los cajones, sacando lo que buscaba.
- ¡Escuchadme todos! ¡Os vamos a liberar y a sacar de aquí! Salid ordenadamente y seguid nuestras indicaciones si queréis salir vivos y sin que nos pillen esos mamarrachos.
Comenzó a abrir jaulas y a quitarle los grilletes a todos los esclavos. Era un trabajo tedioso, y avanzaban más lento de lo que le gustaría, pero pronto estuvieron todos fuera. Entonces comenzaron a escuchar ruidos provenientes de la sala anterior. Erik preparó su escopeta y se acercó a la puerta.
- ¡Todos a cubierto! - dijo, procurando hacerse oír al tiempo que levantaba la voz lo mínimo posible.
Le hizo una señal a Wisteria para que fuese a ayudarle, y atravesó la puerta disparando su escopeta a saco. Un esclavista cayó de espaldas, con metralla en el pecho. Varios tiros atravesaron a Erik, uno cerca del ojo derecho, otro en el brazo izquierdo, otro en el pecho... sin embargo no sangraba. Los lugares afectados habían adoptado un aspecto como de cristal roto. De repente las heridas empezaron a cerrársele y las balas cayeron fuera de estas.
- No os será tan fácil, capullos. ¡Tragad plomo!
Comenzó a tirar de la corredera y disparar a diestro y siniestro, reventando cabezas de operarios. De la cubierta llegó ruido de muchas pisadas. Parecía que llegaba el comité de bienvenida. Activó el lanzagranadas y fue a sacarse alguna para meterla, pero no tenía ninguna.
- ¡Wist, cabrón! ¿Qué cojones has hecho con todas mis granadas?
- ¡Escuchadme todos! ¡Os vamos a liberar y a sacar de aquí! Salid ordenadamente y seguid nuestras indicaciones si queréis salir vivos y sin que nos pillen esos mamarrachos.
Comenzó a abrir jaulas y a quitarle los grilletes a todos los esclavos. Era un trabajo tedioso, y avanzaban más lento de lo que le gustaría, pero pronto estuvieron todos fuera. Entonces comenzaron a escuchar ruidos provenientes de la sala anterior. Erik preparó su escopeta y se acercó a la puerta.
- ¡Todos a cubierto! - dijo, procurando hacerse oír al tiempo que levantaba la voz lo mínimo posible.
Le hizo una señal a Wisteria para que fuese a ayudarle, y atravesó la puerta disparando su escopeta a saco. Un esclavista cayó de espaldas, con metralla en el pecho. Varios tiros atravesaron a Erik, uno cerca del ojo derecho, otro en el brazo izquierdo, otro en el pecho... sin embargo no sangraba. Los lugares afectados habían adoptado un aspecto como de cristal roto. De repente las heridas empezaron a cerrársele y las balas cayeron fuera de estas.
- No os será tan fácil, capullos. ¡Tragad plomo!
Comenzó a tirar de la corredera y disparar a diestro y siniestro, reventando cabezas de operarios. De la cubierta llegó ruido de muchas pisadas. Parecía que llegaba el comité de bienvenida. Activó el lanzagranadas y fue a sacarse alguna para meterla, pero no tenía ninguna.
- ¡Wist, cabrón! ¿Qué cojones has hecho con todas mis granadas?
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Ignorando a su compañero, algo molesto aun, comenzó a avanzar sobre los enemigos de manera temeraria, sabiendo que no podían dañarle con sus balas. Fue eliminándolos a tiros y culatazos de escopeta, hasta limpiar la bodega. Entonces empezaron a bajar los de la cubierta. "Si tuviese mis explosivos, estos sería pan comido" pensó, molesto. Se acercó y creó un puñado de sal en cada mano y lo esparció rápidamente sobre uno de los escalones y lo dejó lleno del material. Se alejó rápidamente y recargó su escopeta escondido tras una caja. Volvió a asomarse justo para ver a un montón de operarios resbalando en el "regalito" que les había dejado, cayendo a rebolos por las escaleras y haciendo que el resto del grupo tropezase y cayese también.
- ¡Ahora! ¡Desarmadlos y capturadlos!
Algunos de los esclavos liberados más osados corrieron a obedecer sus órdenes al momento, siendo seguidos poco después por el resto. Vencieron por pura superioridad numérica, y poco después los enemigos estaban atados y enjaulados. Erik suspiró, bastante más relajado. Incluso se permitió adoptar su habitual actitud pasota y tranquila, frente a la anterior que había adoptado ante la inminente misión. Esbozó una ligera sonrisa y se estiró.
- Acabemos pronto, colegas. Tengo ganas de tomarme una birra y echarme a dormir.
Salieron a la borda y se dirigieron al destrozado puerto. Ahora les tocaba escoltar a los esclavos hasta el barco... y procurar que llegasen intactos. No había más enemigos a simple vista, pero no le cabía duda de que estaban escondidos y preparados. Tiró de la corredera de su escopeta para colocar una bala en la recámara y la mantuvo lista para disparar, mientras con un gesto de cabeza indicaba que le siguiesen y se dirigía a la pasarela.
- ¡Ahora! ¡Desarmadlos y capturadlos!
Algunos de los esclavos liberados más osados corrieron a obedecer sus órdenes al momento, siendo seguidos poco después por el resto. Vencieron por pura superioridad numérica, y poco después los enemigos estaban atados y enjaulados. Erik suspiró, bastante más relajado. Incluso se permitió adoptar su habitual actitud pasota y tranquila, frente a la anterior que había adoptado ante la inminente misión. Esbozó una ligera sonrisa y se estiró.
- Acabemos pronto, colegas. Tengo ganas de tomarme una birra y echarme a dormir.
Salieron a la borda y se dirigieron al destrozado puerto. Ahora les tocaba escoltar a los esclavos hasta el barco... y procurar que llegasen intactos. No había más enemigos a simple vista, pero no le cabía duda de que estaban escondidos y preparados. Tiró de la corredera de su escopeta para colocar una bala en la recámara y la mantuvo lista para disparar, mientras con un gesto de cabeza indicaba que le siguiesen y se dirigía a la pasarela.
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