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Un día bastante despejado y tranquilo se encontraba en la Isla del Reino de Lvneel, Muchos viajeros curiosos pasaba por este lugar para conocer la cruel ``mentira´´ del Mentiroso Norland, todos paseaban por aquellas calles. Todo era muy animado, niños correteando y jugando alrededor de sus padres, parejas felices en la cafeterías, ancianos hablando entre ellos, y así por todas las calles. Una escena que parecía que se repitiese.
Una joven viajera, con su mochila a cuesta y un Hurón sobre sus hombros y bastante estupefacta, tanto ella como la criatura del lugar. Tenia una vieja sudadera negra con tribales blancos subida asta por encima de la nariz, ocultando un poco su cara, pero no la tenia nada ajustada, solo se le veían sus ojos y su hermoso pelo pelirrojo con una felpa, y un recogido que a simple vista parecía que tenia el pelo por detrás corto, unos pantalones vaqueros y anchos por debajo de la rodilla con un dobladillo al final de ellos y unos cómodos zapatos para las algas caminatas. Estaba a unos 3 meses antes de que llegara el día que tuviera que marcharse a la fortaleza que le asignaron a acabar su preparación e entrenamiento para la marina, y con decisión propia, y no estar en casa aburrida, decidió viajar en los lugares históricos de cada isla para curiosear.
Paseaba por aquellas calles tranquilamente, evitando chocarse como podía de las personas, y evitar algún que otro incidente de tener que disculparse, tenia pinta de que estaba algo perdida, o que buscaba un lugar tranquilo. Al girar a la derecha, por una de las calles, se encontró una pequeña plaza con una estatua en el centro, estaba algo vacía, ya que era la hora de la comida. En esos momento, no tenia hambre, así que al momento se sentó en el primer banco que encontró, coloco la mochila amarrándola a sus pies para evitar algún que otro incidente haciendo el gesto de meter su mano en la riñonera y a la vez bajando la cremallera de su sudadera, mostrando su rostro, y al momento saco un libro de poemas de distinto autores de la historia.
Una joven viajera, con su mochila a cuesta y un Hurón sobre sus hombros y bastante estupefacta, tanto ella como la criatura del lugar. Tenia una vieja sudadera negra con tribales blancos subida asta por encima de la nariz, ocultando un poco su cara, pero no la tenia nada ajustada, solo se le veían sus ojos y su hermoso pelo pelirrojo con una felpa, y un recogido que a simple vista parecía que tenia el pelo por detrás corto, unos pantalones vaqueros y anchos por debajo de la rodilla con un dobladillo al final de ellos y unos cómodos zapatos para las algas caminatas. Estaba a unos 3 meses antes de que llegara el día que tuviera que marcharse a la fortaleza que le asignaron a acabar su preparación e entrenamiento para la marina, y con decisión propia, y no estar en casa aburrida, decidió viajar en los lugares históricos de cada isla para curiosear.
Paseaba por aquellas calles tranquilamente, evitando chocarse como podía de las personas, y evitar algún que otro incidente de tener que disculparse, tenia pinta de que estaba algo perdida, o que buscaba un lugar tranquilo. Al girar a la derecha, por una de las calles, se encontró una pequeña plaza con una estatua en el centro, estaba algo vacía, ya que era la hora de la comida. En esos momento, no tenia hambre, así que al momento se sentó en el primer banco que encontró, coloco la mochila amarrándola a sus pies para evitar algún que otro incidente haciendo el gesto de meter su mano en la riñonera y a la vez bajando la cremallera de su sudadera, mostrando su rostro, y al momento saco un libro de poemas de distinto autores de la historia.
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Akuma no mi
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Reino de Lvneel, una isla donde fue sacrificado Mentiroso Norlan. Hacía un bonito día, la brisa caminaba por las calles, rozando la piel de los humanos que poblaban el reino, ondulando sus cabellos al pasar. Poca gente había a esa hora por la calle, ya que que se encontraban en sus casas comiendo o en algún que otro restaurante. El sol iluminaba la isla entera y no se veía rastro de ninguna nube.
En una de las calles estrechas, se empezó a escuchar unos pasos lentos y uniformes, donde le acompañaba un suave sonido de alguien exhalando humo, como si estuviese fumando. Los pasos cada vez eran más fuertes y se acercaban a una plaza donde una gran estatua era el centro de atención. En esa estatua, se podía ver como de la boca de un hombre desnudo salía agua, que deslizaba uniformemente por su cuerpo.
Al fin alguien llegó a la plaza, se descubrió de donde prevenían los pasos. Era un tipo alto de piel oscura, vistiendo un traje y zapatos negros de lujo, corbata y una camisa blanca debajo de color blanca. Un extraño olor salía del cigarro que fumaba, no parecía tabaco normal, ya que era un olor intenso, fuerte y un toque dulce... a la vez que amargo. Aquel hombre no era nada más ni nada menos, que el caza recompensas "Rob Marney". Su cabello era largo y recodaba a un estropajo, negro y mal cuidado, sujetado por una bandana blanca.
En uno de los bancos, había un hombre con pantalones anchos, varias cicatrices por el cuerpo y sin camiseta, totalmente calvo. Rob se acercó a él y se sentó al lado y, con su mano derecha, metió la mano en el bolsillo y le dio algo misterioso a aquel tipo. El macarra sacó su billetera una vez metió el objeto o lo que fuese en su bolsillo y le pagó una cantidad de 1.000 berrys a Rob. El macarra se fue y Rob se levantó, mientras con su boca sujetaba el cigarro y se quitaba la chaqueta, apoyando esta en su hombro izquierdo y agarrándola con la mano. Dejó ver que en todo su brazo izquierdo tenía siete calaveras tatuadas y en el otro brazo, un nombre. Parecía un tipo que daba algo de miedo por su aspecto. Exhaló una calada de humo y cogió el cigarro con la mano derecha.
Caminando, vio algo extraño, una mujer con mucha ropa encima, a pesar del calor en el ambiente y leyendo un libro. Eso llamó la atención de Rob, ya que a él le apasionaba leer libros, sobre todo de filosofía o poesía. Se acercó a la mujer y se sentó a su lado.
- "¿Qué lees, bella dama?" - Dijo Rob al dirigir su mirada hacia el libro.
En una de las calles estrechas, se empezó a escuchar unos pasos lentos y uniformes, donde le acompañaba un suave sonido de alguien exhalando humo, como si estuviese fumando. Los pasos cada vez eran más fuertes y se acercaban a una plaza donde una gran estatua era el centro de atención. En esa estatua, se podía ver como de la boca de un hombre desnudo salía agua, que deslizaba uniformemente por su cuerpo.
Al fin alguien llegó a la plaza, se descubrió de donde prevenían los pasos. Era un tipo alto de piel oscura, vistiendo un traje y zapatos negros de lujo, corbata y una camisa blanca debajo de color blanca. Un extraño olor salía del cigarro que fumaba, no parecía tabaco normal, ya que era un olor intenso, fuerte y un toque dulce... a la vez que amargo. Aquel hombre no era nada más ni nada menos, que el caza recompensas "Rob Marney". Su cabello era largo y recodaba a un estropajo, negro y mal cuidado, sujetado por una bandana blanca.
En uno de los bancos, había un hombre con pantalones anchos, varias cicatrices por el cuerpo y sin camiseta, totalmente calvo. Rob se acercó a él y se sentó al lado y, con su mano derecha, metió la mano en el bolsillo y le dio algo misterioso a aquel tipo. El macarra sacó su billetera una vez metió el objeto o lo que fuese en su bolsillo y le pagó una cantidad de 1.000 berrys a Rob. El macarra se fue y Rob se levantó, mientras con su boca sujetaba el cigarro y se quitaba la chaqueta, apoyando esta en su hombro izquierdo y agarrándola con la mano. Dejó ver que en todo su brazo izquierdo tenía siete calaveras tatuadas y en el otro brazo, un nombre. Parecía un tipo que daba algo de miedo por su aspecto. Exhaló una calada de humo y cogió el cigarro con la mano derecha.
Caminando, vio algo extraño, una mujer con mucha ropa encima, a pesar del calor en el ambiente y leyendo un libro. Eso llamó la atención de Rob, ya que a él le apasionaba leer libros, sobre todo de filosofía o poesía. Se acercó a la mujer y se sentó a su lado.
- "¿Qué lees, bella dama?" - Dijo Rob al dirigir su mirada hacia el libro.
Abel T. Nightroad
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El Reino de Lvneel, hogar de una leyenda antigua, un hombre condenado por una mentira, que, con el paso del tiempo, se mostró que no era mentira, sino que la ciudad de oro había cambiado de lugar, pero eso fue ya tarde para aquél hombre, cuya vida fue arrebatada y a sus descendientes, cuyas vidas eran acribilladas por la fama de su antepasado. En aquella isla es donde caminaba un joven peculiar, sus cabellos negros y desordenados con una pequeña cola de caballo en la parte posterior de la cabeza, sus ojos castaños de diferentes tonalidades formando un efecto extraño a quien lo mirase a los ojos directamente, el joven no ponía atención al camino que tomaba, simplemente se preocupaba de no chocarse con las paredes o caerse al mar, lo que sería un fatídico fin para el joven. El joven tenía entre manos un extraño objeto, similar a un dodecaedro, pero con cada cara separada en dieciséis cuadraditos, se trataba de un puzle, una versión dle famoso cubo de rubik, que era obviamente más complejo que el anterior, la verdad es que el joven es un apasionado de los puzles, siempre se le ve con alguno entre manos, de ahí que en su infancia lo llamaran Puzzle Master o Einstein, el primero por la facilidad en resolver puzles que demostraba, y la segunda por resolver un puzle que según cuentan solo Einstein pudo resolver. Así es como el joven terminó por resolver el puzle y en ese momento levantó la mirada para ubicarse, después de todo perderse sería terrible, y se vio en una plaza, casi que vacía, salvo por dos personas, un hombre de piel oscura y pelo descuidado y una chica abrigada como si hiciera bastante frío.
|~Este fue demasiado fácil, ese mocoso me engañó...~| Pensaba el joven mientras guardaba el puzle y sacaba otro distinto, este parecía ser un laberinto en el papel, por lo que el joven tomó un lapiz y empezó a analizar el laberinto mientras se encaminaba al banco donde se encontraban las otras dos personas, la verdad es que le vendría bien entablar conversación, quizás aquella gente supiera de algún puzle entretenido y que de verdad desafiara la capacidad del joven. |~Buenas, ¿que os entretiene en tan cálido día?~| Preguntó el joven mientras seguía analizando el laberinto con sus ojos.
|~Este fue demasiado fácil, ese mocoso me engañó...~| Pensaba el joven mientras guardaba el puzle y sacaba otro distinto, este parecía ser un laberinto en el papel, por lo que el joven tomó un lapiz y empezó a analizar el laberinto mientras se encaminaba al banco donde se encontraban las otras dos personas, la verdad es que le vendría bien entablar conversación, quizás aquella gente supiera de algún puzle entretenido y que de verdad desafiara la capacidad del joven. |~Buenas, ¿que os entretiene en tan cálido día?~| Preguntó el joven mientras seguía analizando el laberinto con sus ojos.
sinclair moon
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El reino de Lvneel, un lugar conocido por ser la cuna de un hombre que fue ejecutado por contar un hecho que era demasiado bueno para ser verdad y que el destino hizo que pareciese mentira.
Bueno pues eso un tipo normal, si no fuese porque volaba gracias a que tenía unas alas de ángel a la espalda, sobrevolaba aquel reino. Creo que no hace falta decir que ese tipo era yo Sinclair Moon, cazarrecompensas y orgulloso propietario de la Tenshi-Tenshi no mi. Como ya he dicho volaba por el cielo, haciendo acrobacias entre las nubes, las cuales, de pequeño pensaba que eran como almohadas suaves y mullidas donde poder hecharte una buena siesta, cosa que gracias a mi akuma,
había descubierto que no era así que solo era una ilusión.
Cuando miré hacía abajo, vi que había debajo de mi una bonita y casi solitaria plaza debajo de mi, asique fui descendiendo suavemente y después volé en círculos descendiendo sobre la plaza, cuando estuve a varios metros del suelo me volví a convertir en mi forma humana, mis alas desaparecieron y caí de pie sobre el suelo de la plaza, varios metros delante de un banco en el que había tres individuos y al que me fui acercando y del me quede a escasos centímetros, a continuación salude a las tres personas que había allí:
- Buenos días
Bueno pues eso un tipo normal, si no fuese porque volaba gracias a que tenía unas alas de ángel a la espalda, sobrevolaba aquel reino. Creo que no hace falta decir que ese tipo era yo Sinclair Moon, cazarrecompensas y orgulloso propietario de la Tenshi-Tenshi no mi. Como ya he dicho volaba por el cielo, haciendo acrobacias entre las nubes, las cuales, de pequeño pensaba que eran como almohadas suaves y mullidas donde poder hecharte una buena siesta, cosa que gracias a mi akuma,
había descubierto que no era así que solo era una ilusión.
Cuando miré hacía abajo, vi que había debajo de mi una bonita y casi solitaria plaza debajo de mi, asique fui descendiendo suavemente y después volé en círculos descendiendo sobre la plaza, cuando estuve a varios metros del suelo me volví a convertir en mi forma humana, mis alas desaparecieron y caí de pie sobre el suelo de la plaza, varios metros delante de un banco en el que había tres individuos y al que me fui acercando y del me quede a escasos centímetros, a continuación salude a las tres personas que había allí:
- Buenos días
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Estaba tan metida en la lectura en aquel instante, que apenas me percate de mi alrededor. Kazekare, salio de mi riñonera y poniéndose bastante nerviosos, advertía de algo... Al levantar mi cabeza del libro, me encontré justo a mi lado sentado a un tipo de piel oscura con el pelo bastante descuidado y con una cinta en la frente. Al momento subí la cremallera de mi sudadera asta taparme la nariz, me puse algo nerviosa, ya que no estoy acostumbrada a relacionarme con alguien que no fuera de mi familia. Al escuchar la palabra bella me quede un poco sorprendida, y luego le enseñe el libro de poesía épica.
-si se acerca aunque sea solo un milímetro no dudare en tumbarlo- me dije a mi misma pensando.
Me moví un poco con la intención de no tenerle tan cerca, cuando me percate, se me acerco otras 2 personas, uno con una melena negra y coleta de caballo, y otro que ni siquiera sabia como había caído de tan alto, mi deducción fue que estaría saltando por los tejados. Me levante del banco sacudí mi ropa, kaze se subió sobre mi hombros y levante la mochila de una simple patada cogiéndola con mi mano izquierda en el aire y a la vez colocándomela sobre mis hombros, me ajuste la solapa de mi sudadera y la cinta de mi pelo de color negro, suspirando sin decir nada, y espese a caminar alejándome de ellos. Me sentía agobiada, nunca me había pasado que viniera 3 hombres. Al salir de la plaza, hice el gesto de meter la mano sobre mi riñonera para buscar el libro y buscar otro lugar tranquilo a donde leer y que no me molesten, pero me di cuenta de que por cada paso que daba y por que rebuscaba en al riñonera, no encontraba aquel libro, mire hacia atrás. Pero ya estaba casi por la calle principal rodeadas de civiles de la ciudad, suspire y mire a kaze bastante preocupada.
-esto me pasa por ser rápida y no mirar las cosas bien- hablando a mi misma apenas sin que me escuchara nadie.
-si se acerca aunque sea solo un milímetro no dudare en tumbarlo- me dije a mi misma pensando.
Me moví un poco con la intención de no tenerle tan cerca, cuando me percate, se me acerco otras 2 personas, uno con una melena negra y coleta de caballo, y otro que ni siquiera sabia como había caído de tan alto, mi deducción fue que estaría saltando por los tejados. Me levante del banco sacudí mi ropa, kaze se subió sobre mi hombros y levante la mochila de una simple patada cogiéndola con mi mano izquierda en el aire y a la vez colocándomela sobre mis hombros, me ajuste la solapa de mi sudadera y la cinta de mi pelo de color negro, suspirando sin decir nada, y espese a caminar alejándome de ellos. Me sentía agobiada, nunca me había pasado que viniera 3 hombres. Al salir de la plaza, hice el gesto de meter la mano sobre mi riñonera para buscar el libro y buscar otro lugar tranquilo a donde leer y que no me molesten, pero me di cuenta de que por cada paso que daba y por que rebuscaba en al riñonera, no encontraba aquel libro, mire hacia atrás. Pero ya estaba casi por la calle principal rodeadas de civiles de la ciudad, suspire y mire a kaze bastante preocupada.
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Mientras Rob y la mujer estaban sentados, la chica le enseñó el libro y justo después le amenazó de si se acercaba más, tomaría medidas, no se fiaba del negro. Un extraño tipo con cola de caballo negra se acercó a los dos, preguntando que les entretenía. Rob le echó una mirada de arriba a abajo, no podía fiarse de buenas a primeras, los bajos fondos le habían enseñado a tener precaución, hasta de una niña pequeña. Mientras tanto, una especie de humano con alas de pájaro bajaba volando a la plaza, aterrizando en ella. Poco a poco se acercó al banco, donde ahora los 3 tipos estaban y saludó.
La mujer se fiaba menos que Rob, ya que agarró su mochila y se fue, dejando su libro de poesía atrás. Rob agarró el libro y lo abrió, para empezar a leer, mientras pasaba de largo de los dos tipos raros que se habían acercado, eran algo sospechosos y no se fiaba. Seguía caminando en dirección donde la joven se había ido y empezó a correr, hasta que consiguió darle alcance.
Una vez la vio, sin despegar un ojo del libro, se acercó por detrás, mientras con la mano izquierda sacaba un cigarrillo y se lo llevaba en la boca, para luego encenderlo. Cerró el libro y empezó a fumar y apuntó con el dedo índice de la mano izquierda entre las piernas de la mujer, lanzando desde él unos cristales blanquezinos que se clavaban justo delante de la mujer.
- "Oye jovencita, se te a olvidado esto." - Dijo enseñando el libro una vez había captado la atención de la joven dama.
Rob asintió con la cabeza y se acercó, mientras ofrecía el libro con la mano derecha y con la otra, sujetaba el cigarrillo para apartárselo de la boca y así expulsar el humo. Le dedicó una pequeña sonrisa notoria.
- "Veo que te gusta la poesía. Me agrada saber que una bella jovencita tiene buenos gustos para los libros. Es una tradición que se está perdiendo entre los humanos." - Comentaba Rob.
Los pies del joven se acercaban más y más a esa mujer, para pararse a escasos metros. No tenía intención de hacerle nada, a pesar de los cristales que había lanzado, era solo para que se diese cuenta de su presencia.
- "Siento si te he asustado con los cristales, solo quería captar su atención y devolverle lo que es suyo.
La mujer se fiaba menos que Rob, ya que agarró su mochila y se fue, dejando su libro de poesía atrás. Rob agarró el libro y lo abrió, para empezar a leer, mientras pasaba de largo de los dos tipos raros que se habían acercado, eran algo sospechosos y no se fiaba. Seguía caminando en dirección donde la joven se había ido y empezó a correr, hasta que consiguió darle alcance.
Una vez la vio, sin despegar un ojo del libro, se acercó por detrás, mientras con la mano izquierda sacaba un cigarrillo y se lo llevaba en la boca, para luego encenderlo. Cerró el libro y empezó a fumar y apuntó con el dedo índice de la mano izquierda entre las piernas de la mujer, lanzando desde él unos cristales blanquezinos que se clavaban justo delante de la mujer.
- "Oye jovencita, se te a olvidado esto." - Dijo enseñando el libro una vez había captado la atención de la joven dama.
Rob asintió con la cabeza y se acercó, mientras ofrecía el libro con la mano derecha y con la otra, sujetaba el cigarrillo para apartárselo de la boca y así expulsar el humo. Le dedicó una pequeña sonrisa notoria.
- "Veo que te gusta la poesía. Me agrada saber que una bella jovencita tiene buenos gustos para los libros. Es una tradición que se está perdiendo entre los humanos." - Comentaba Rob.
Los pies del joven se acercaban más y más a esa mujer, para pararse a escasos metros. No tenía intención de hacerle nada, a pesar de los cristales que había lanzado, era solo para que se diese cuenta de su presencia.
- "Siento si te he asustado con los cristales, solo quería captar su atención y devolverle lo que es suyo.
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Nada más llegar a la zona donde se encontraban aquellos dos jóvenes un tercer sujeto apareció, este de una forma un tanto peculiar y sorpresiva, pues bajó volando del cielo en una forma alada que emitía una luz, no llegaba a ser molesta, pero sí se notaba que tenía potencia, quizás se debiera a la lejanía pero al joven apenas le llamó la atención, no más que aquél hombre de tez morena se le quedara mirando de pies a cabeza como si no se fiara de él, como si pensara que el joven tenía intenciones de atacarles o algo por el estilo, y más lejos llegó la muchacha que sin mediar palabra se marchó del lugar de forma apresurada, como si temiera por su vida, pero en las prisas está la imperfección y el fallo, la muchacha se había dejado el libro en el banco, pero el moreno no tardó en tomarlo y ponerse a leerlo, para luego irse de igual forma que la muchacha, sin mediar palabra, sin el más mínimo resquicio de educación en su forma de actuar. El joven no se preocupó demasiado por ese tema, se sentó en el banco a seguir con sus puzles, pero no por ello dejaría de prestar atención a los otros dos, la falta de modales es el primer indicio de criminalidad en el ser humano, pero él simplemente se dedicaría a observarlos para valorar su índice de peligrosidad.
|~Buenas, me intriga bastante la forma en la que acabaste aquí. ¿Cómo lo hiciste?~| Preguntó al único de los sujetos que permanecía en el lugar. |~Al menos yo tendré la educación de saludar a los que llegan, no como ciertos sujetos que carecen de modales.~| Añadió con una voz un tanto más elevado para que los otros le escucharan, si quisieran pelea la tendrían, sino, pues simplemente se quedaría tranquilo resolviendo sus puzles.
|~Buenas, me intriga bastante la forma en la que acabaste aquí. ¿Cómo lo hiciste?~| Preguntó al único de los sujetos que permanecía en el lugar. |~Al menos yo tendré la educación de saludar a los que llegan, no como ciertos sujetos que carecen de modales.~| Añadió con una voz un tanto más elevado para que los otros le escucharan, si quisieran pelea la tendrían, sino, pues simplemente se quedaría tranquilo resolviendo sus puzles.
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Al llegar al lugar en el que se encontraban los tres individuos, me fijé en que los tres eran diferentes entre sí y hacían distintas cosas.
Había una chica leyendo un libro, lo extraño en ella es que la sudadera que llevaba, la tenía subida ocultando parte de su cara. Había millones de razones para que la llevara puesta así, aunque la verdad es que no me importaba el por qué de eso. Parecía que estaba tan metida en la lectura que no se había percatado de que , otro de los individuos, un hombre con una cabellera negra con tez oscura, bien vestido, pero aun así me daba mala espina aquel hombre, aunque no sería de buena educación exteriorizarlo, asique seguí igual a pesar de este pensamiento. El tercer individuo, un hombre que miraba concentrado un trozo de papel, como si en él hubiese algo que debía ser resuelto.
Lo que ocurrió después ocurrió muy rápido, el hombre de tez oscura se acercó a la mujer que leía, quizás demasiado para la chica, pues le dijo que si se acercaba más no dudaría en atacarle, pero al parecer no se había percatado de los otros dos hombres que nos habíamos acercado a ella, pues cuando se percató de ello, debió sentirse atosigada y se levantó a toda prisa, dejándose su libro en el banco en el que estaba, debido a lo cuál el hombre de tez oscura lo cogió y después de ojearlo durante un rato, se dirigió hacia donde estaba la chica y se lo devolvió, decidí no meterme ante la tranquilidad de que aquella chica podría tumbar al hombre si era necesario. Entre tanto el hombre que investigaba el papel, se acercó a mi y me preguntó sobre la forma en la que aparecí ante ellos, cosa a lo que no me importaba responderle:
- Bueno la verdad es que mi entrada a sido extraña cuanto menos, pero amigo mio todo lo extraño que hacen las personas en este mundo, suelen tener siempre la misma respuesta, todo es debido a una akuma no mi.
Había una chica leyendo un libro, lo extraño en ella es que la sudadera que llevaba, la tenía subida ocultando parte de su cara. Había millones de razones para que la llevara puesta así, aunque la verdad es que no me importaba el por qué de eso. Parecía que estaba tan metida en la lectura que no se había percatado de que , otro de los individuos, un hombre con una cabellera negra con tez oscura, bien vestido, pero aun así me daba mala espina aquel hombre, aunque no sería de buena educación exteriorizarlo, asique seguí igual a pesar de este pensamiento. El tercer individuo, un hombre que miraba concentrado un trozo de papel, como si en él hubiese algo que debía ser resuelto.
Lo que ocurrió después ocurrió muy rápido, el hombre de tez oscura se acercó a la mujer que leía, quizás demasiado para la chica, pues le dijo que si se acercaba más no dudaría en atacarle, pero al parecer no se había percatado de los otros dos hombres que nos habíamos acercado a ella, pues cuando se percató de ello, debió sentirse atosigada y se levantó a toda prisa, dejándose su libro en el banco en el que estaba, debido a lo cuál el hombre de tez oscura lo cogió y después de ojearlo durante un rato, se dirigió hacia donde estaba la chica y se lo devolvió, decidí no meterme ante la tranquilidad de que aquella chica podría tumbar al hombre si era necesario. Entre tanto el hombre que investigaba el papel, se acercó a mi y me preguntó sobre la forma en la que aparecí ante ellos, cosa a lo que no me importaba responderle:
- Bueno la verdad es que mi entrada a sido extraña cuanto menos, pero amigo mio todo lo extraño que hacen las personas en este mundo, suelen tener siempre la misma respuesta, todo es debido a una akuma no mi.
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Me preguntaba a mí misma si fue buena idea haberme marchado del lugar, sentía algo raro, sabía que el libro no era para tanto. Pero aun así me sentía algo mal por haberlo perdido. Cuando de pronto, cuando caminaba. Aparecieron delante mía unos pequeños cristales, miraba muy alerta por los alrededores y escuche las palabras de alguien, ya la había escuchado minutos antes esa voz. Y me gire para verle, era el tipo de antes de piel oscura, y por lo visto tenía un cigarrillo en una mano que de vez en cuando se lo colocaba en la boca y en la otra se encontraba mi libro. Mire el tipo extrañada, pero cogí con ambas manos aquel libro y lo mire desconfiada. –Gracias por traérmelo, pero aun así no hacía falta que te esforzara en buscarme y traerme el libro,- mientras guardaba aquel libro de poesía. –La verdad, pocas personas leen hoy en día, aunque diga que se pierde la cultura. Pocas personas se aferran a los libros… y más aún cuando están de guerra-. Resoplaba con aquellas palabras que dije, se me hacía raro hablar con un alguien, y le mire a los ojos. -¿Cómo que de bella?- le clavaba la mirada a sus ojos extrañadas por sus palabras, no estaba acostumbrada a que me dijeran bella e mire los cristales que dejo en el suelo. -¿esos cristales?-, mantuve el silencio por unos segundo mirándolos, -son causas de una akuma no mi?- tenia curiosidad pero a la vez desconfiaba de él. –No te preocupes, no me asustaba con facilidad- justo hable empezando a caminar, supuse que me seguiría el tipo, pero preferiría mantenerle la distancia un poco, -¿si quieres?, puedes hacerme compañía, pero no te me acerque mucho…- sonaba mis palabras con frialdad, no me gustaban que se acercaran muchos las personas, y más los desconocidos. Empecé a andar lentamente disfrutando del paseo mirando un poco a los alrededores en busca de algo.
Caminaba mirando muchos por lo alrededores, buscaba algún sitio a donde pudiera comer en paz por un rato, miraba de vez en cuando de reojo hacia atrás pensando que el tipo aceptaría aquella invitación que le di de acompañarme, mi intención era buscar algún sitio tranquilo e barato para comer.
Caminaba mirando muchos por lo alrededores, buscaba algún sitio a donde pudiera comer en paz por un rato, miraba de vez en cuando de reojo hacia atrás pensando que el tipo aceptaría aquella invitación que le di de acompañarme, mi intención era buscar algún sitio tranquilo e barato para comer.
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La mujer cogió el libro de aquel hombre de piel oscura, ya que se le había olvidado en el banco. Parecía desconfiada aunque aún así, le agradeció el gesto y le invitó a acompañarla a comer, algo que el joven traficante no podía dejar atrás. Las palabras de aquella mujer rondaron la cabeza de Rob, ya que "Bella" era algo que solía usar con frecuencia, ya que para él, el mundo es totalmente bello, no hay nada malo si sabes mirarlo con buenos ojos, aunque no todo era bueno o bello en los ojos del traficante.
Caminó detrás de aquella dama mientras seguía fumando aquel cigarrillo que se había sacado, no tenía mucha hambre, pero iría a comer y a gastarse el dinero ya qué, total, hoy los negocios le habían salido bien. Tal vez a aquel tipo no le molestaría invitar a la joven. Le miró con unos ojos fijos y sin a penas mostrar sentimientos y le dirigió unas palabras.
- "Si, los cristales son frutos de una akuma no mi." - Decía el joven mientras se acercaba con precaución a la mujer. - "Y bueno, espero que lo de bella no le faltará al respeto. Soy un poeta y, para mi, bello es aquello que el mundo nos ha dado, desde una dulce flor como usted, a una pequeña e insignificante hormiga." - Recalcaba Rob.
Era su forma de ser y no podía dejarla atrás, aunque si por eso ofendía a alguien, pediría perdón. A pesar de su aspecto y parecer un tipo serio e indomable, tenía una faceta sensible. Siguió a aquella mujer mientras seguía fumando su cigarrillo y se puso a su lado, mientras miraba hacia delante.
- "Conozco un buen restaurante donde se come bien y, la verdad, no es caro y los precios son bajos. Solía comer en aquel lugar de pequeño. Si gustas, podría invitarte a comer allí y así podríamos compartir información sobre libros que nos agraden." - Decía Rob mientras dirigía, al acabar, una mirada al cielo.
Caminó detrás de aquella dama mientras seguía fumando aquel cigarrillo que se había sacado, no tenía mucha hambre, pero iría a comer y a gastarse el dinero ya qué, total, hoy los negocios le habían salido bien. Tal vez a aquel tipo no le molestaría invitar a la joven. Le miró con unos ojos fijos y sin a penas mostrar sentimientos y le dirigió unas palabras.
- "Si, los cristales son frutos de una akuma no mi." - Decía el joven mientras se acercaba con precaución a la mujer. - "Y bueno, espero que lo de bella no le faltará al respeto. Soy un poeta y, para mi, bello es aquello que el mundo nos ha dado, desde una dulce flor como usted, a una pequeña e insignificante hormiga." - Recalcaba Rob.
Era su forma de ser y no podía dejarla atrás, aunque si por eso ofendía a alguien, pediría perdón. A pesar de su aspecto y parecer un tipo serio e indomable, tenía una faceta sensible. Siguió a aquella mujer mientras seguía fumando su cigarrillo y se puso a su lado, mientras miraba hacia delante.
- "Conozco un buen restaurante donde se come bien y, la verdad, no es caro y los precios son bajos. Solía comer en aquel lugar de pequeño. Si gustas, podría invitarte a comer allí y así podríamos compartir información sobre libros que nos agraden." - Decía Rob mientras dirigía, al acabar, una mirada al cielo.
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Akuma no mi
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