Revolucionarios VS animales

Condiciones:
- A K.O
- Sin salto de turnos
- Experiencia estandar
- Cualquier isla
- Daños on rol, pero sin muerte ni amputaciones.

Escenario:

Casino Island: La isla es circular, pero no de forma perfecta, se podría decir que tiene más forma ovalada. La mitad del borde de la isla es playa para los turistas, y la otra mitad puerto para los barcos de los visitantes.

El escenario concreto es un casino de lujo, en el centro de la isla. Os encontráis en una de las zonas de comunicación entre las diferentes salas de recreativas, con escaleras mecánicas y una iluminación tenue pero uniforme.

Aspecto del lugar:

Datos extra: De forma inesperada, un hombre acaba de ganar el jackpot en una de las salas más apartadas, por lo que en este momento la sala está por completo desierta.

Estaba en la plataforma circular del centro de la sala, rodeado de escaleras que bajaban y subían. Se había sentado en el suelo, apoyado contra la verja. La verdad es que no pegaba en aquel ambiente lujoso. Era un tipo joven, de larguísima melena castaña totalmente lisa. Era bastante corpulento, y mucho más alto de la media (cosa que no se apreciaba demasiado por estar sentado, a menos que uno se fijase en sus larguísimas piernas). Vestía con una camiseta blanca, un chaleco de cuero desgastado por el uso, unos vaqueros rotos y botas de trabajo. A su lado reposaba una escopeta con un lanzagranadas acoplado, apoyada contra la verja. En ese momento bebía una lata de cerveza con unos cascos puestos.


Tatareaba la canción mientras marcaba el ritmo con su pie derecho. La verdad es que no tenía claro lo que hacía allí. Se había quedado por la isla tras la misión con Wisteria, y no tenía demasiado que hacer. Se toqueteó el extraño reloj digital que tenía en su muñeca izquierda, pensativo. Había ganado el día anterior en una lotería de la isla un enorme dron de combate con aspecto genial. Tenía unas ganas enormes de probarlo, pero el casino tal vez no fuese el mejor sitio. No le apetecía demasiado cargárselo todo y que lo echasen, además de que en principio no tenía nada contra los dueños.

- Aunque este lugar está petado de putos pijos... - masculló, antes de beber otro trago.

Llevaba todo el día curioseando por el lugar, y sin nada que hacer y con más bien poca pasta, se había tumbado a beberse una cerveza en el primer lugar desierto que encontró. Hasta que la Revolución contactase con él, no tenía nada que hacer. Y tampoco estaba a disgusto. Aunque no estuviese en el "asiento" más cómodo del mundo, vaguear y escuchar rock bebiendo cerveza era algo que le perdía.

Vaya estupidez, la fruta que el chico se había comido había resultado ser un melón caducado malísimo, no era una fruta del diablo. Por lo menos se había desahogado derrotando al pirata que se hacia llamar el líder de los Tutankamon o algo así. Ese tipo no había sido un incordio, pero ahora no debía pensar en eso. Tenía un objetivo de uno de los generales de la revolución, le habían enviado a buscar a otro revolucionario llamado “El loco de los explosivos” un tipo que decían que llevaba el pelo largo y castaño y que era un peligro con todo lo que explotase. Una vez lo encontraran, debían partir al Sur, dónde su meta sería volar una prisión pequeña y recuperar unos documentos de valor de las garras de unos marines. Algo que sin duda pegaba con aquel hombre si era tal y como su apodo indicaba, por ese motivo el espadachín se dirigía ahora a la isla del casino, para buscarle. De hecho su bote ya estaba llegando a la orilla de aquel sitio, esa era otra de sus quejas, un maldito bote para viajar.


Llevaba el pelo como siempre, despeinado y alborotado para todos lados, nunca lo llevaba peinado. En su frente portaba una cinta de color blanco, sus ojos eran azulados pálidos y su piel de un tono normal. Portaba una camiseta negra de manga larga, por encima un chaleco de color canela y un pantalón largo del mismo color, en sus pies llevaba unas botas marrones con cordones negros. En su cintura podía verse una vaina de un tono negro también. El bote no tardó en llegar a la orilla y fue cuando el chico bajó de este y se dirigió al interior de aquel enorme casino. No tardó en subir a una plataforma dónde había varias escaleras, pero allí había un tipo con el pelo largo. Encajaba con la descripción, Dranser sonrió amablemente hasta colocarse frente a aquella persona que estaba ante sus ojos.


- Buenas amigo, me llamo Silver D. Dranser, la armada tiene una misión para nosotros. Creo que debemos realizarla juntos


Dijo aquellas últimas palabras sonriendo ampliamente y estirando su mano derecha hacia él, dispuesto a estrechársela en señal de compañerismo

Me encontraba en Casino Island, las luces me habían llamado la atención en la noche y me había acercado nadando para ver mejor de lo que se trataba. La isla no era muy grande y estaba llena de luces y plantas, plantas muy extrañas. Me acerqué a ellas, con la intención de sentir su tacto, pero me llevé una decepción al descubrir que eran falsas. Yoshei revoloteava entre las flores, metiendo su pico, para luego revolotar rápidamente alrededor de la planta, algo enfadada.

-No te enfades, pequeña -dije mientras se posaba en mi mano y la acariciaba -a mi tampoco me gustan que no sean de verdad.

Nos fuimos alejando de aquellas plantas falsas, atraidas por el ruido y la música del lugar. Entramos en una enorme sala, llena de gente que se divería en torno a disitintas mesas, jugando con pedazos de papel pintado, monedas de muchos colores y con dados. Parcía entreteniddo, quizá me animase luego a jugar un rato, si me dejaban, claro.
Camine por allí dentro, todo era bonito y me llamaba la atención, quizá pediría algo sde beber y me sentaría un rato. Pero por ahora no, ahora Yoshei y yo mirábamos las flores interiores que a pesar de ser falsas si que eran bonitas.

De repente un ruido estridente comenzó a escucharse de fondo, un barullo infernal que no le dejaba escuchar tranquilo su canción. Frunció el ceño y se quitó los cascos. Era un tío con voz grave cantando fatal mientras tocaba (o lo intentaba) una guitarra acústica. De repente un tipo se le puso delante diciendo que lo enviaba la Revolución y que tenían una misión. Erik se levantó, cogiendo la escopeta, y le dijo:

- Espera, antes tengo que hacer callar a ese gritón.

Se asomó por la barandilla acercándose una mano a la boca y comenzó a gritar:

- ¡Deja de armar escándalo, apampanado! ¡Aprende a tocar, mamarracho de mierda!

Resopló, enfadado, y se dirigió hacia su camarada estrechándole la mano:

- Lo siento, compañero. No soporto a los gilipollas como este. ¡Si no sabes tocar no tortures al resto, idiota! - volvió a gritar - En fin, ¿cuál es la misión?

Aquel tipo se levantó pegando voces con una escopeta en la mano, cosa que hizo que una pequeña gotita de sudor saliera de la cabeza del joven a modo anime. Su compañero se metía con un tipo que estaba cantando pegando también voces en aquel lugar, podía formarse una pelea en cualquier momento y no era algo que agradara mucho al castaño. Este solo peleaba cuando era necesario o le desafiaban, soltó una pequeña carcajada para tratar de relajar el ambiente y estrechó la mano de su compañero. Después se cruzó de brazos informándole del objetivo.

- Bueno al parecer tenemos que dirigirnos a una pequeña isla del Sur y conseguir unos planos, será mejor que lo hablemos a fuera, aquí podrían oírnos amigo.

Dijo el chico ahora con un tono amable y agradable mientras observaba un poco a su alrededor, no parecía el típico revolucionario emocionado y liante. Más bien una especie de chico amable que simplemente buscaba caer bien a las personas, prácticamente era algo parecido, aunque era fiel a la revolución. Sus métodos los demostraba con sus actos y no por su forma de ser, tras unos momentos esperó a que su compañero le siguiera, esperaba antes que el tipo que cantaba no cayera en la provocación. Sino allí podría liarse.

Me vi atraída hacia el casino por el sonido e la música. Una canción que había escuchado en otra ocasión, de un músico peculiar, Crock O Dile. Corrí hacia el sitio de dónde provenía, me encantaba aquel tipo, era uno de mis artistas favoritos. Lamentablemente cuando llegué cerca del escenario la música cesó. El cocodrilo humanoide se quitó la gabardina con un movimiento de su cola, lo que hizo que más de uno de los presentes saliese huyendo. Me daban pena, no sabían apreciar a las personas, por lo que eran, y no por lo que aparentaban, a mí me pasaba exactamente lo mismo.

Crock se dirigió hacia donde se encontraban dos hombre, y con cara de pocos amigos descargó un golpe de su arma, directo hacia uno de ellos, a la vez que decía algo que no pude oír por el barullo que se había montado dentro. La gente estaba histérica, se escuchaban ruidos por todos lados, voces, sonido de muebles al ser arrastrados, voces que llamaban a la calma, vamos, de todo.
Por mi parte me dirigí corriendo hacia donde se encontraban los tres tips, el cocodrilo y los dos humanos, me costó un poco abrirme paso entre la gente, al menos en un principio, pues cuando se fijaban en mí, se apartaban sin muchos miramientos. Me habría preocupado si no estuviese tan nerviosa por no saber lo que estaba pasando, por una ocasión daba gracias a la ignorancia de las personas presentes.

-¿Qué ha pasado, por qué os peleáis? –pregunté nerviosa mirando a los tres a la vez que terminaba de acercarme.

La cuchilla golpeó el torso de Erik, provocando un estruendo de cristales rotos y hundiéndose en este. Posiblemente si no fuese un logia le hubiese destrozado la caja torácica... pero no fue así. Al rededor de la herida el cuerpo del revolucionario se había transformado en un cristal de un tono blanquecino, y cachitos de este caían al suelo. Con el rostro ensombrecido por la melena, bajo la escopeta, agarrándola con la mano izquierda. No parecía estar actuando como si estuviera herido. Sin embargo, por dentro estaba muy, muy enfadado. Lo único que le impedía volarle la cabeza era su conciencia.

- Lagartija... hay que tener muchos cojones para llamarme pijo. Pero muchos cojones. Te voy a partir la cara, anormal.

Retrocedió un paso, desencajándose de la cuchilla. Poco a poco el torso comenzó a recomponérsele con cristales de sal. No iba a matarlo... no intencionalmente. Pero de un navajazo como poco no se libraba. Formó un cristal de sal en su mano derecha mientras escondía esta a su espalda y le dio forma de cuchilla, alargándolo hasta darle veinte centímetros de filo. Entonces se lanzó a por el cocodrilo embistiéndolo con todo su tamaño y masa y trató de clavarle el puñal de sal donde debían estar sus costillas. Tenía gracia que alguien que pertenecía al ejército revolucionario se comportase así. Pero él era así, no tenía remedio alguno. Era un macarra.

- ¡Chupa hostia, mamón! [AI]

El ataque tenía truco. Si el cristal de sal rajaba el cuerpo de su enemigo, no sólo le inflingiría una fea herida, si no que lo partiría por el "mango" para dejar el filo incrustado dentro. La sal en las heridas es muy dolorosa... y si semejante cantidad se disolvía en su torrente sanguíneo, le causaría otros problemas más serios. Además, tenía el poder de desecar con su sal. Aquel cristal mermaría sus fuerzas lentamente.