Derian Markov
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[Continuación del tema siguiente: https://www.onepiece-definitiverol.com/t10060p15-una-noche-en-shellstown-aki-y-derian-privado#113373]
Tras quejarse Aki del frío y recuperarse un poco Derian de su "indisposición", este volvió a cargarla al hombro como un saco de patatas ignorando sus quejas y se la llevó a su barco para continuar la fiesta en la bodega, donde todo un cargamento de botellas de vino no precisamente barato les esperaba. El vampiro subió al navío levitando como si fuese lo más normal del mundo volver a tu nave por el aire con una chica pataleando a tu espalda, y bajó a la bodega de carga. Una vez allí entró en una sala más pequeña con una llave, donde les esperaba la bodega privada del conde. Depositó a Aki en el suelo, cerró la puerta y se puso a rebuscar entre las botellas. Estaba parado frente al estante de madera, tambaleándose en el sitio. Le costaba leer las etiquetas y aun más atinar a agarrar las botellas sin golpear las otras.
- Eshte servirá - dijo, con voz de estar un tanto perjudicado.
Agarró torpemente un tinto del South Blue, de sus favoritos, tropezando por el camino con el resto del botellas de la balda. A punto estuvo de tirarlo todo. Al cogerla perdió el equilibrio y estuvo a punto de destrozar su colección por segunda vez al agarrarse al estante, el cual no se cayó de milagro. Cogió un sacacorchos, se dejó caer en el suelo con una sonrisa infantil y descorchó el vino, metiéndole un manotazo sin querer (evitarlo) a Aki al hacer fuerza para quitar el corcho. Bebió un largo trago, cayéndosele buena parte por la comisura de los labios, empapando su ropa ensangrentada.
- ¿Quieres?
Dijo Derian, tendiéndole la botella en un gesto torpe con el que poco más y casi se la aplasta contra la cara. El vampiro se fijó entonces en la chica, y se quedó pensativo. Era la primera mujer con la que trataba hasta ese punto desde su niñera. Comenzó a mirar descaradamente a sus pechos, con curiosidad. Nunca había visto a una mujer desnuda si no era mutilada y empapada en sangre. ¿Serían duros como sus musculados pectorales? El interés del conde era totalmente inocente; pues Derian era rematadamente asexual.
Tras quejarse Aki del frío y recuperarse un poco Derian de su "indisposición", este volvió a cargarla al hombro como un saco de patatas ignorando sus quejas y se la llevó a su barco para continuar la fiesta en la bodega, donde todo un cargamento de botellas de vino no precisamente barato les esperaba. El vampiro subió al navío levitando como si fuese lo más normal del mundo volver a tu nave por el aire con una chica pataleando a tu espalda, y bajó a la bodega de carga. Una vez allí entró en una sala más pequeña con una llave, donde les esperaba la bodega privada del conde. Depositó a Aki en el suelo, cerró la puerta y se puso a rebuscar entre las botellas. Estaba parado frente al estante de madera, tambaleándose en el sitio. Le costaba leer las etiquetas y aun más atinar a agarrar las botellas sin golpear las otras.
- Eshte servirá - dijo, con voz de estar un tanto perjudicado.
Agarró torpemente un tinto del South Blue, de sus favoritos, tropezando por el camino con el resto del botellas de la balda. A punto estuvo de tirarlo todo. Al cogerla perdió el equilibrio y estuvo a punto de destrozar su colección por segunda vez al agarrarse al estante, el cual no se cayó de milagro. Cogió un sacacorchos, se dejó caer en el suelo con una sonrisa infantil y descorchó el vino, metiéndole un manotazo sin querer (evitarlo) a Aki al hacer fuerza para quitar el corcho. Bebió un largo trago, cayéndosele buena parte por la comisura de los labios, empapando su ropa ensangrentada.
- ¿Quieres?
Dijo Derian, tendiéndole la botella en un gesto torpe con el que poco más y casi se la aplasta contra la cara. El vampiro se fijó entonces en la chica, y se quedó pensativo. Era la primera mujer con la que trataba hasta ese punto desde su niñera. Comenzó a mirar descaradamente a sus pechos, con curiosidad. Nunca había visto a una mujer desnuda si no era mutilada y empapada en sangre. ¿Serían duros como sus musculados pectorales? El interés del conde era totalmente inocente; pues Derian era rematadamente asexual.
Aki D. Arlia
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Al oírme, algo debió haber pasado por la cabeza del Shichibukai, porque me volvió a coger al hombro cual saco de patatas. Comencé a darle patadas y golpearle la espalda mientras le gritaba con voz de borracha que me bajara ahora mismo. Pero al poco me cansé, realmente el hombre no iba a bajarme, y me daba vueltas la cabeza, gritar sólo lo empeoraba. Me acurruqué en su hombro, proeza loable dada la postura en la que estaba. Comencé a frotar la cabeza contra su cuello buscando calor, pero no lo encontré.
El ''paseíto'' me despejó algo la cabeza, y el viento en la cara logró que recuperase algo de lucidez. La suficiente como para darme cuenta de que Derian estaba volando...y me llevaba hacia un barco, presumiblemente el suyo. Abrí los ojos con sorpresa en medio del sopor post-borrachera que me venía embargando, pero no dije nada. Seguramente solo era otra de las cosas chachis que podía hacer la gente poderosa como él.
Llegamos al barco, bajo la cubierta. En algo que parecía el cuartito trastero de una bodega de carga. Había muchas estanterías con botellas. El conde rebuscaba entre ellas, casi las tira todas más de una vez. Yo mientras tanto disfruté de mi recién recuperada movilidad sentándome en el suelo contra la pared, y con las piernas estiradas. Me estaba entrando el sueño...y la temperatura subía, comparándolo con el viento frío de afuera. El conde se dejó caer a mi lado. Me entró la risa tonta al ver su expresión de niño con caramelo, pero se me quitó cuando me soltó un manotazo. Había descorchado la botella y yo estaba en medio. Acto seguido me la ofreció.
Se la cogí con una mano mientras la otra se la espetaba en la cara. Probablemente ni lo notara, pero yo me había quedado a gusto. Examiné la botella...un tinto del South Blue. Suspiré. No era buena idea dormirse en un cuarto cerrado con llave delante de un sádico vampiro borracho. La levanté y comencé a beber sin moderación. Trago tras trago, el fuego recorría mi garganta poco acostumbrada. Al final se la tendí de vuelta, o lo que quedaba de ella.
La temperatura había vuelto a subir...mucho. Demasiado. Hacía tanta calor...noté que el hombre me miraba las tetas descaradamente. El alcohol me daba vueltas en la cabeza, y esbozando una sonrisa gatuna, desabroché el top por delante. A la vista quedó mi sujetador negro, un par de tallas más pequeño de lo necesario, pero también más sugerente y barato. Sonreí de manera nada inocente y me excusé arrastrando las sílabas.
-Disscúlpame....tennía calor....
El ''paseíto'' me despejó algo la cabeza, y el viento en la cara logró que recuperase algo de lucidez. La suficiente como para darme cuenta de que Derian estaba volando...y me llevaba hacia un barco, presumiblemente el suyo. Abrí los ojos con sorpresa en medio del sopor post-borrachera que me venía embargando, pero no dije nada. Seguramente solo era otra de las cosas chachis que podía hacer la gente poderosa como él.
Llegamos al barco, bajo la cubierta. En algo que parecía el cuartito trastero de una bodega de carga. Había muchas estanterías con botellas. El conde rebuscaba entre ellas, casi las tira todas más de una vez. Yo mientras tanto disfruté de mi recién recuperada movilidad sentándome en el suelo contra la pared, y con las piernas estiradas. Me estaba entrando el sueño...y la temperatura subía, comparándolo con el viento frío de afuera. El conde se dejó caer a mi lado. Me entró la risa tonta al ver su expresión de niño con caramelo, pero se me quitó cuando me soltó un manotazo. Había descorchado la botella y yo estaba en medio. Acto seguido me la ofreció.
Se la cogí con una mano mientras la otra se la espetaba en la cara. Probablemente ni lo notara, pero yo me había quedado a gusto. Examiné la botella...un tinto del South Blue. Suspiré. No era buena idea dormirse en un cuarto cerrado con llave delante de un sádico vampiro borracho. La levanté y comencé a beber sin moderación. Trago tras trago, el fuego recorría mi garganta poco acostumbrada. Al final se la tendí de vuelta, o lo que quedaba de ella.
La temperatura había vuelto a subir...mucho. Demasiado. Hacía tanta calor...noté que el hombre me miraba las tetas descaradamente. El alcohol me daba vueltas en la cabeza, y esbozando una sonrisa gatuna, desabroché el top por delante. A la vista quedó mi sujetador negro, un par de tallas más pequeño de lo necesario, pero también más sugerente y barato. Sonreí de manera nada inocente y me excusé arrastrando las sílabas.
-Disscúlpame....tennía calor....
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Aki cogió la botella dándole un manotazo en el rostro. De repente todo el barco cambió de posición, pasando a ser el suelo la pared y la pared el techo... ¿o se había caído él, al perder el equilibrio con el tortazo? Podía ser, no descartaba esa teoría. Se volvió a incorporar, algo mareado, y vio a la chica desnudándose. Qué suerte, así podría echarle un vistazo más de cerca. Tal vez incluso podría ir a por algún artista para que lo retratase y poder echar un vistazo cuando le apeteciera. ¿Por qué tendrían una forma tan diferente a sus pectorales? ¿No serían un estorbo enorme al combatir? Pero la pregunta más importante...
- ¿Serán blanditos o duros?
De un tirón le arrancó el sujetador y comenzó a palparle los senos. Confirmado, eran blanditos, aunque pesaban más de lo que se había esperado. Se fijó también en que los pezones eran mucho más grandes que los suyos. ¿Por qué? Demasiadas incógnitas, pero el curioso conde estaba de suerte; podría investigar tanto como quisiese, si la chica se ponía muy pesada bastaría con darle un botellazo en la cabeza. Comenzó a pellizarle los pezones, notando cómo se iban poniendo duros. Notaba cómo el calor corporal de la joven subía, y sus pulsaciones se aceleraban por momentos. ¿Por qué se ponían así por pellizcarlos? Supuso que tendría que ver con el tener que amamantar a la progenia, pero ¿por qué causaba aquella reacción en la chica?
- ¿Y qué ocurrirá si hago así?
Agarró ambos pechos tratando de abarcar lo máximo posible con sus manos y los estrujó... pero entonces la investigación comenzó a quedar de lado. El sonido de la sangre palpitando en las venas de ella y de su corazón latiendo cada vez más rápido era mágico... su sed aumentaba enormemente por momentos. Su piel desprendía mucho calor, y parecía casi estar invitándole a alimentarse a gusto y beber sangre hasta saciarse. De repente trató de agarrarla por las muñecas y ponérselas contra la pared, para a continuación colocarse encima de ella y tirarse a por su cuello, tratando de mordérselo y beber su esencia vital, aquel maravilloso líquido rojo que le daba fuerzas al conde. Su pelo se volvió blanco plateado, y sus ojos pasaron a ser de color dorado. Su piel se volvió más pálida aun, y le crecieron los colmillos. No bebería hasta matarla... no quería acabar la fiesta tan pronto.
- ¿Serán blanditos o duros?
De un tirón le arrancó el sujetador y comenzó a palparle los senos. Confirmado, eran blanditos, aunque pesaban más de lo que se había esperado. Se fijó también en que los pezones eran mucho más grandes que los suyos. ¿Por qué? Demasiadas incógnitas, pero el curioso conde estaba de suerte; podría investigar tanto como quisiese, si la chica se ponía muy pesada bastaría con darle un botellazo en la cabeza. Comenzó a pellizarle los pezones, notando cómo se iban poniendo duros. Notaba cómo el calor corporal de la joven subía, y sus pulsaciones se aceleraban por momentos. ¿Por qué se ponían así por pellizcarlos? Supuso que tendría que ver con el tener que amamantar a la progenia, pero ¿por qué causaba aquella reacción en la chica?
- ¿Y qué ocurrirá si hago así?
Agarró ambos pechos tratando de abarcar lo máximo posible con sus manos y los estrujó... pero entonces la investigación comenzó a quedar de lado. El sonido de la sangre palpitando en las venas de ella y de su corazón latiendo cada vez más rápido era mágico... su sed aumentaba enormemente por momentos. Su piel desprendía mucho calor, y parecía casi estar invitándole a alimentarse a gusto y beber sangre hasta saciarse. De repente trató de agarrarla por las muñecas y ponérselas contra la pared, para a continuación colocarse encima de ella y tirarse a por su cuello, tratando de mordérselo y beber su esencia vital, aquel maravilloso líquido rojo que le daba fuerzas al conde. Su pelo se volvió blanco plateado, y sus ojos pasaron a ser de color dorado. Su piel se volvió más pálida aun, y le crecieron los colmillos. No bebería hasta matarla... no quería acabar la fiesta tan pronto.
Aki D. Arlia
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Al parecer, no había calculado bien la potencia del golpe, porque el conde cayó de costado. Medio preocupada me incliné sobre él, que continuaba mirándome. De repente, murmuró algo y se lanzó sobre mi. Desgarró mi sujetador y noté sus manos frías en mis pechos. Le agarré las muñecas por acto reflejo, dispuesta a exigirle que me soltara, pero la temperatura seguía subiendo, y él comenzó a acariciarme. Cuando pellizcó mis pezones, me noté ruborizar mientras un jadeo salía de mi boca. Los estrujó, y solté sus muñecas.
Corrí mis manos por sus brazos, buscando sus hombros. Me mordí el labio, buscando tras el alcohol una razón coherente para frenar esto. Entreabrí los ojos, que había cerrado. No podía decirse que el conde no fuera atractivo. Incluso con el pelo...¿Blanco? Y eso...¿Eran colmillos? Intenté apartarme espantada, pero me echó contra la pared y se colocó encima de mí. Noté su aliento en mi cuello segundos antes de que me mordiera. Contrario a lo esperado no noté dolor sino placer. Ahora recordaba habladurías sobre vampiros...no podía creer que hubiera dado con uno. Me pregunté si el placer sería un método para retener a sus víctimas...porque había soltado mis muñecas, pero no sentía la necesidad de moverme. Notaba la sangre saliendo de mi...y al parecer la borrachera con ella.
No lo entendía del todo pero él había dejado de beber y yo sentía la cabeza más despejada. Pero seguía sintiendo calor. Coloqué una mano en el pecho del vampiro y ejercí presión para que se apartara. Me incliné ahora yo sobre él. Si esto iba a pasar, yo trataría de llevar la voz cantante. No me fiaba de su fuerza desmedida. Y tenía curiosidad por él, por su cuerpo y sus maneras...por todo. Acaricié su cuello con una mano y con la otra su pecho, tratando de quitarle la ropa. Al verlo imposible me desesperé y le empujé. Quedé a horcajadas encima suya y saqué un cuchillo de mi liga. Antes de que dijera o hiciese nada, lo pasé a lo largo de su ropa, cortándola. Volví a guardarlo y me incliné. Saboreando la ironía, le mordí el cuello, sin delicadeza. Una sonrisa se extendió por mi cara mientras me iba acercando a sus labios.
Corrí mis manos por sus brazos, buscando sus hombros. Me mordí el labio, buscando tras el alcohol una razón coherente para frenar esto. Entreabrí los ojos, que había cerrado. No podía decirse que el conde no fuera atractivo. Incluso con el pelo...¿Blanco? Y eso...¿Eran colmillos? Intenté apartarme espantada, pero me echó contra la pared y se colocó encima de mí. Noté su aliento en mi cuello segundos antes de que me mordiera. Contrario a lo esperado no noté dolor sino placer. Ahora recordaba habladurías sobre vampiros...no podía creer que hubiera dado con uno. Me pregunté si el placer sería un método para retener a sus víctimas...porque había soltado mis muñecas, pero no sentía la necesidad de moverme. Notaba la sangre saliendo de mi...y al parecer la borrachera con ella.
No lo entendía del todo pero él había dejado de beber y yo sentía la cabeza más despejada. Pero seguía sintiendo calor. Coloqué una mano en el pecho del vampiro y ejercí presión para que se apartara. Me incliné ahora yo sobre él. Si esto iba a pasar, yo trataría de llevar la voz cantante. No me fiaba de su fuerza desmedida. Y tenía curiosidad por él, por su cuerpo y sus maneras...por todo. Acaricié su cuello con una mano y con la otra su pecho, tratando de quitarle la ropa. Al verlo imposible me desesperé y le empujé. Quedé a horcajadas encima suya y saqué un cuchillo de mi liga. Antes de que dijera o hiciese nada, lo pasé a lo largo de su ropa, cortándola. Volví a guardarlo y me incliné. Saboreando la ironía, le mordí el cuello, sin delicadeza. Una sonrisa se extendió por mi cara mientras me iba acercando a sus labios.
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La dulce sangre manaba alegremente del mordisco. Derian la saboreó con fruición, bebiendo lentamente para evitar desangrar a la chica. La quería viva por ahora. A pesar de la borrachera, sus instintos de vampiro eran demasiado fuertes, y había logrado calcular bien para no morderle la yugular (lo que la hubiera matado). Sentía una gloriosa sensación de placer y poderío al sentir al control de la situación. Ella no podía hacer nada por detenerle, su vida estaba en sus manos... o eso creía. De repente comenzó a marearse y a notar cómo se emborrachaba más y más. Había cometido un ligero error de cálculo fatal. Su presa estaba bastante borracha también, lo que hizo que al alimentarse de ella estuviese aligerando su borrachera y aumentando la suya propia. Paró de beber, dándose cuenta de lo peligroso que era lo que estaba haciendo.
- Pero qué... - murmuró desconcertado.
Se vio empujado hacia atrás, cayendo de espaldas contra el suelo. Estaba totalmente a merced de Aki ahora. Esta se colocó sobre él. El conde, sin entender muy bien la situación, trató de revolverse y de echársela de encima pensando que le atacaba. Sin embargo, notó la cálida mano de la muchacha acariciando su cuello. Esto le provocó sensaciones extrañas que nunca antes había experimentado... sensaciones que le hicieron sentirse aun más confuso que antes, pero placenteras. De repente ella sacó un cuchillo y le cortó la ropa, dejando su torso delgado y atlético al aire. Aquello terminó de sacarlo de sus casillas. ¿Qué pretendía con todo aquello? De repente una masa de pelo rojo cubrió su campo de visión y notó un mordisco en el cuello. Un mordisco doloroso, pero que a su vez extrañamente le causó placer.
- Ah... pero qué hacesh...
Notaba su miembro en erección. Nunca antes una persona le había causado aquello. El conde solía "desahogarse" en solitario, y nunca le había excitado ningún otro ser que no fuese él mismo, como narcisista que era. Aquello era totalmente nuevo para él. Contuvo un gemido. Por borracho e indefenso que estuviese, seguía siendo una persona con un gran orgullo. No iba a dejarse dominar de aquella manera. En ese momento Aki se colocó sobre él, sonriendo. El vampiro volvió a su forma humana, incapaz de mantenerse en su apariencia de vampiro. Sus ojos se volvieron azules, y su cabello negro. Su cuerpo volvió a desprender calor como cualquier ser vivo, y los colmillos desaparecieron. Aun así, pensaba devolverle todo. Había visto reacciones similares a la suya en ella antes. Rápidamente volvió a agarrarle los pechos y comenzó a jugar con sus pezones. No iba a dejarse humillar convirtiéndose en el "dominado".
- Pero qué... - murmuró desconcertado.
Se vio empujado hacia atrás, cayendo de espaldas contra el suelo. Estaba totalmente a merced de Aki ahora. Esta se colocó sobre él. El conde, sin entender muy bien la situación, trató de revolverse y de echársela de encima pensando que le atacaba. Sin embargo, notó la cálida mano de la muchacha acariciando su cuello. Esto le provocó sensaciones extrañas que nunca antes había experimentado... sensaciones que le hicieron sentirse aun más confuso que antes, pero placenteras. De repente ella sacó un cuchillo y le cortó la ropa, dejando su torso delgado y atlético al aire. Aquello terminó de sacarlo de sus casillas. ¿Qué pretendía con todo aquello? De repente una masa de pelo rojo cubrió su campo de visión y notó un mordisco en el cuello. Un mordisco doloroso, pero que a su vez extrañamente le causó placer.
- Ah... pero qué hacesh...
Notaba su miembro en erección. Nunca antes una persona le había causado aquello. El conde solía "desahogarse" en solitario, y nunca le había excitado ningún otro ser que no fuese él mismo, como narcisista que era. Aquello era totalmente nuevo para él. Contuvo un gemido. Por borracho e indefenso que estuviese, seguía siendo una persona con un gran orgullo. No iba a dejarse dominar de aquella manera. En ese momento Aki se colocó sobre él, sonriendo. El vampiro volvió a su forma humana, incapaz de mantenerse en su apariencia de vampiro. Sus ojos se volvieron azules, y su cabello negro. Su cuerpo volvió a desprender calor como cualquier ser vivo, y los colmillos desaparecieron. Aun así, pensaba devolverle todo. Había visto reacciones similares a la suya en ella antes. Rápidamente volvió a agarrarle los pechos y comenzó a jugar con sus pezones. No iba a dejarse humillar convirtiéndose en el "dominado".
Aki D. Arlia
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Me incorporé todavía encima de él. y observé con satisfacción que sus colmillos habían desaparecido, y su pelo volvía a ser negro. Mucho mejor. Noté su cuerpo calentarse debajo de mí y mi sonrisa creció. Pero de repente, llevó sus manos a mis pechos de nuevo. Me mordí el labio y cerré los ojos, disfrutando las sensaciones que me provocaba.
Sin embargo había algo que no me cuadraba. Parecía obsesionado con mis pechos, pero no muy interesado en otras zonas de mi cuerpo. Y sus movimientos, si bien placenteros y firmes, eran repetitivos. Como alguien que aprende algo que funciona y ya no quiere cambiar, no vaya a ser que se equivoque. Colorada por la calor, fruncí el ceño. Solo me venía una posibilidad a la mente, pero se me antojaba imposible. Sin apartarle las manos de mis pechos me incliné más. Había una forma infalible para comprobarlo. De dos patadas me deshice del calzado, y prácticamente escalé por su cuerpo. Le miré a los ojos azules, pero no vi nada en ellos que me dijera lo que estaba pensando, o siquiera me diera una pista. Oh bueno, no era como si hiciera esto por él...más bien por mi misma. Era su culpa por provocarme.
Junté mis labios con los suyos. Todavía podía notar en ellos el sabor ferroso y chispeante de mi propia sangre. Me pregunté si aquello dejaría cicatriz en mi cuello, pero no me preocupó. Mi pelo largo siempre era útil para ocultar chupetones y esas cosillas. Noté como se tensaba bajo mi cuerpo, y reprimí una risa. Jugando, traté de morderle el labio y volví a apartarme. Presionando mis pechos contra el suyo, me dirigí hacia un lado y con suavidad le soplé en la oreja. Pasé mi lengua por su cuello y suavemente le mordí el lóbulo antes de decirle con diversión.
-¿Así que el famoso Sichibukai Derian Markov es...virgen? Bueno, no te preocupes...yo tengo la cura para eso.
Sin embargo había algo que no me cuadraba. Parecía obsesionado con mis pechos, pero no muy interesado en otras zonas de mi cuerpo. Y sus movimientos, si bien placenteros y firmes, eran repetitivos. Como alguien que aprende algo que funciona y ya no quiere cambiar, no vaya a ser que se equivoque. Colorada por la calor, fruncí el ceño. Solo me venía una posibilidad a la mente, pero se me antojaba imposible. Sin apartarle las manos de mis pechos me incliné más. Había una forma infalible para comprobarlo. De dos patadas me deshice del calzado, y prácticamente escalé por su cuerpo. Le miré a los ojos azules, pero no vi nada en ellos que me dijera lo que estaba pensando, o siquiera me diera una pista. Oh bueno, no era como si hiciera esto por él...más bien por mi misma. Era su culpa por provocarme.
Junté mis labios con los suyos. Todavía podía notar en ellos el sabor ferroso y chispeante de mi propia sangre. Me pregunté si aquello dejaría cicatriz en mi cuello, pero no me preocupó. Mi pelo largo siempre era útil para ocultar chupetones y esas cosillas. Noté como se tensaba bajo mi cuerpo, y reprimí una risa. Jugando, traté de morderle el labio y volví a apartarme. Presionando mis pechos contra el suyo, me dirigí hacia un lado y con suavidad le soplé en la oreja. Pasé mi lengua por su cuello y suavemente le mordí el lóbulo antes de decirle con diversión.
-¿Así que el famoso Sichibukai Derian Markov es...virgen? Bueno, no te preocupes...yo tengo la cura para eso.
Derian Markov
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Aquello era totalmente nuevo para él. Cuando los labios de ella se juntaron con los suyos y sus lenguas se entrelazaron, se sorprendió tanto que la soltó y se dejó hacer. Estaba desorientado y todo le daba vueltas, pero hacía tiempo que no disfrutaba tanto con algo que no fuese una matanza o un combate. Acarició su espalda con cierta ansia, mientras notaba un ardor cada vez más insoportable. Le devolvió el beso con fiereza. Podía intentar imponerse todo lo que quisiera empleando su experiencia, pero el vampiro no le iba a dejar. Era un cazador, y no iba a dejar a una presa dominarle. De repente rodó por el suelo agarrándola, intercambiando posiciones. Ahora él estaba encima, y no le iba a dejar llevar la cantante. Le hizo abrir sus piernas con las suyas, y apretó sus entrepiernas. Notaba su calor a través de la ropa. La miró en la penumbra con los ojos brillando enigmáticamente. Estaba encorvado sobre ella, con las manos apoyadas a los lados de su cabeza. Su rostro seguía siendo frío, pero su mirada rompía el esquema general. Aquella chica había despertado en él sentimientos enterrados y que nunca había tenido hasta entonces. Y ahora era imparable.
- ¿Y qué si lo soy? Tomo lo que quiero cuando quiero y no estoy sujeto a nada - dijo, ebrio de alcohol y poder.
Se echó sobre ella, agarrándole los brazos y mordiendo con fiereza su cuello. Notar su cálida sangre aumentaba más su excitación. Comenzó a moverse lentamente sobre ella, mientras su lengua recorría su cuello, notando las venas palpitantes bajo la piel. Volvió a morder, sin sacar los colmillos. La sensación de dominio le gustaba. En cualquier momento podía morder de verdad y matarla. Y ella posiblemente lo sabía. Comenzó a explorar su cuerpo con sus manos, sin miramientos y sin gentileza. La excitación iba dejando de lado la borrachera. Seguía perjudicado, pero el subidón de adrenalina le permitía sobreponerse parcialmente a esta. Buscó sus labios y los mordió, sin hacerle daño, y a continuación la besó de nuevo con cierta rudeza y ansia. Para él, aquello era otra cacería más, aunque de otro tipo. Y nadie nunca le había ganado cazando.
- Puedo notar tu temperatura subiendo y tu corazón aumentando su ritmo... - dijo, con voz áspera - Te dije que yo tomo lo que quiero. Pues ahora eres mía.
Colocó un dedo sobre sus labios y recorrió su superficie con este, trazando a continuación una línea desde la comisura de estos hacia el cuello y descendiendo hacia sus pechos. Una vez en estos se detuvo, formando círculos en torno a su pezón izquierdo. Entonces descendió velozmente sobre este, apartando el dedo y mordiéndoselo. Quería que gimiese y saber que él controlaba sus respuestas y reacciones. Pero sobre todo, quería incitarla a que intentase revolverse contra él. Pues ninguna cacería fácil era entretenida... y Derian quería pasar una buena noche. Frotó nuevamente su miembro contra los genitales de ella, agarrándola por las muñecas y levantándose para mirar intensamente. Quería ver bien su rostro y memorizar sus reacciones. Recordaría aquella noche durante mucho tiempo, y quería grabar en su mente hasta el último detalle.
- ¿Y qué si lo soy? Tomo lo que quiero cuando quiero y no estoy sujeto a nada - dijo, ebrio de alcohol y poder.
Se echó sobre ella, agarrándole los brazos y mordiendo con fiereza su cuello. Notar su cálida sangre aumentaba más su excitación. Comenzó a moverse lentamente sobre ella, mientras su lengua recorría su cuello, notando las venas palpitantes bajo la piel. Volvió a morder, sin sacar los colmillos. La sensación de dominio le gustaba. En cualquier momento podía morder de verdad y matarla. Y ella posiblemente lo sabía. Comenzó a explorar su cuerpo con sus manos, sin miramientos y sin gentileza. La excitación iba dejando de lado la borrachera. Seguía perjudicado, pero el subidón de adrenalina le permitía sobreponerse parcialmente a esta. Buscó sus labios y los mordió, sin hacerle daño, y a continuación la besó de nuevo con cierta rudeza y ansia. Para él, aquello era otra cacería más, aunque de otro tipo. Y nadie nunca le había ganado cazando.
- Puedo notar tu temperatura subiendo y tu corazón aumentando su ritmo... - dijo, con voz áspera - Te dije que yo tomo lo que quiero. Pues ahora eres mía.
Colocó un dedo sobre sus labios y recorrió su superficie con este, trazando a continuación una línea desde la comisura de estos hacia el cuello y descendiendo hacia sus pechos. Una vez en estos se detuvo, formando círculos en torno a su pezón izquierdo. Entonces descendió velozmente sobre este, apartando el dedo y mordiéndoselo. Quería que gimiese y saber que él controlaba sus respuestas y reacciones. Pero sobre todo, quería incitarla a que intentase revolverse contra él. Pues ninguna cacería fácil era entretenida... y Derian quería pasar una buena noche. Frotó nuevamente su miembro contra los genitales de ella, agarrándola por las muñecas y levantándose para mirar intensamente. Quería ver bien su rostro y memorizar sus reacciones. Recordaría aquella noche durante mucho tiempo, y quería grabar en su mente hasta el último detalle.
Aki D. Arlia
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Me estaba volviendo loca. Se había colocado encima de mí, reclamado sus derechos y presionado contra mi cuerpo, enviándome al cielo. Yo no dejaba de besarle solo para que no notara la sonrisa en mis labios. Claro...él qué iba a saber, si nunca había hecho esto. Pero había muchas clases de control, y no hacía falta estar arriba para ejercerlo. Yo fingía ser la presa solo para ser devorada. Solo para que me tomara. Y si él quería pensar que no estaba sujeto a nada, yo no iba a negárselo. Pero la verdad era que estaba haciendo justo lo que yo quería.
Y qué maravilla. Esas grandes y fuertes manos que me tocaban por todas partes. No buscaban mis puntos sensibles, si no su propio placer, y aún así me hacían delirar. Era increíble. Eran toscas, y los movimientos no eran hábiles. No sabía que hacer, y actuaba por instinto. Y por alguna razón, eso solo era más y más morboso. Y los mordiscos...ah, los mordiscos. Cada vez que sentía sus dientes en mi piel, un gemido involuntario huía de mí. Era doloroso, pero con el dolor llegaba un placer diferente, más salvaje y delirante. Sabía que era peligroso. Estaba jugueteando con un vampiro borracho. Si se pasaba yo no volvería a ver la luz del día. Pero qué importaba. Volví a buscar su boca, impaciente. Jadeé al notar el sabor de mi propia sangre en el. Qué inapropiado. Qué excitante.
Me miró a los ojos y tiró de mí. Yo le seguí hasta que él acabo sentado y yo de piernas abiertas en su regazo. Notaba su miembro debajo de mí, y me lancé a morderle el cuello mientras me empujaba contra él. Jadeaba y notaba mi corazón acelerado. Pero...sonreí y le mordí la oreja.
-¿Que yo soy tuya? Bromeas, sin duda...yo no te pertenezco, si acaso, tan solo mi cuerpo. Y ni siquiera eso, y te voy a enseñar porqué.
Descabalgué de él y me fui arrastrando por él, mientras le miraba a los ojos. No le agarré las muñecas. No intenté someterlo. Eso habría sido inútil. Había una forma mucho más simple para controlarle, y se llamaba...curiosidad. Él no sabía mis intenciones, no creía que fuera a pararme hasta conocerlas. Así que seguí bajando, dando pequeñas lamidas y mordisquitos por su pecho y abdomen. Al llegar a la entrepierna, transformé una garra de tigre y con cuidado me deshice de sus pantalones. Le dejé con la ropa interior y volviendo mi mano a la normalidad, agarré sus miembro. Con suavidad pero con firmeza. Lo acaricié de arriba abajo y mirándole mientras sonreía, bajé y lo agarré con los labios. Me removí para estar cómoda y sin dejar de torturarlo, le indiqué.
-Eres mío, porque hay cosas que yo conozco y que tu no. Y que quieres conocer. Porque si no quieres, puedes matarme o me iré por esa puerta. O me mataré yo misma. -Dije con naturalidad. -Pero sé que no lo harás. Lo deseas, no intentes ocultarlo. Tengo la prueba en la mano. Así que dime. ¿Cómo vas a cazarme si ni siquiera sabes qué es lo que estás cazando?
Y qué maravilla. Esas grandes y fuertes manos que me tocaban por todas partes. No buscaban mis puntos sensibles, si no su propio placer, y aún así me hacían delirar. Era increíble. Eran toscas, y los movimientos no eran hábiles. No sabía que hacer, y actuaba por instinto. Y por alguna razón, eso solo era más y más morboso. Y los mordiscos...ah, los mordiscos. Cada vez que sentía sus dientes en mi piel, un gemido involuntario huía de mí. Era doloroso, pero con el dolor llegaba un placer diferente, más salvaje y delirante. Sabía que era peligroso. Estaba jugueteando con un vampiro borracho. Si se pasaba yo no volvería a ver la luz del día. Pero qué importaba. Volví a buscar su boca, impaciente. Jadeé al notar el sabor de mi propia sangre en el. Qué inapropiado. Qué excitante.
Me miró a los ojos y tiró de mí. Yo le seguí hasta que él acabo sentado y yo de piernas abiertas en su regazo. Notaba su miembro debajo de mí, y me lancé a morderle el cuello mientras me empujaba contra él. Jadeaba y notaba mi corazón acelerado. Pero...sonreí y le mordí la oreja.
-¿Que yo soy tuya? Bromeas, sin duda...yo no te pertenezco, si acaso, tan solo mi cuerpo. Y ni siquiera eso, y te voy a enseñar porqué.
Descabalgué de él y me fui arrastrando por él, mientras le miraba a los ojos. No le agarré las muñecas. No intenté someterlo. Eso habría sido inútil. Había una forma mucho más simple para controlarle, y se llamaba...curiosidad. Él no sabía mis intenciones, no creía que fuera a pararme hasta conocerlas. Así que seguí bajando, dando pequeñas lamidas y mordisquitos por su pecho y abdomen. Al llegar a la entrepierna, transformé una garra de tigre y con cuidado me deshice de sus pantalones. Le dejé con la ropa interior y volviendo mi mano a la normalidad, agarré sus miembro. Con suavidad pero con firmeza. Lo acaricié de arriba abajo y mirándole mientras sonreía, bajé y lo agarré con los labios. Me removí para estar cómoda y sin dejar de torturarlo, le indiqué.
-Eres mío, porque hay cosas que yo conozco y que tu no. Y que quieres conocer. Porque si no quieres, puedes matarme o me iré por esa puerta. O me mataré yo misma. -Dije con naturalidad. -Pero sé que no lo harás. Lo deseas, no intentes ocultarlo. Tengo la prueba en la mano. Así que dime. ¿Cómo vas a cazarme si ni siquiera sabes qué es lo que estás cazando?
AlexEmpanadilla
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Alex había terminado de leer aquel libro de Química. Era el segundo volumen, y sabía que Derian tenía el tercero en una pequeña librería de su bodega. Se desperezó y salió al pasillo. Adquirió forma gaseosa y alcanzó la puerta de uno de los lugares favoritos del vampiro. Abrió de golpe, con el libro en la mano, y dijo:
- Hey, Derian, vengo a dejarte este libro aquí y... ¡OH, MIERDA! -gritó al contemplar la grotesca escena de una mujer sobre el capitán, con su pene en la mano, y salió dando un portazo. Tenía que despejar su cabeza.
Volvió a su habitación caminando, la escena lo había turbado hasta el punto de no dejarle usar su fruta con libertad. Se encerró en su cuarto. No saldría en unos cuantos días. Se metió debajo de las mantas y se durmió de inmediato.
- Hey, Derian, vengo a dejarte este libro aquí y... ¡OH, MIERDA! -gritó al contemplar la grotesca escena de una mujer sobre el capitán, con su pene en la mano, y salió dando un portazo. Tenía que despejar su cabeza.
Volvió a su habitación caminando, la escena lo había turbado hasta el punto de no dejarle usar su fruta con libertad. Se encerró en su cuarto. No saldría en unos cuantos días. Se metió debajo de las mantas y se durmió de inmediato.
Derian Markov
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Sin saber que estaba sometiéndose a los deseos de la chica y actuando exactamente como esperaba, se quedó parado. Sabía que estaba excitada y deseosa. Su cuerpo la delataba. Tanto su corazón, acelerado y a mil por hora, como su olor. Sabía que estaba mojada, pues lo había notado entre la fina tela de las ropas que separaban sus cuerpos, y podía percibir perfectamente tanto el olor de sus genitales como el de su sudor mezclado con feromonas. Todo eso implicaba que si se estaba separando de él, sería porque tenía alguna otra intención relacionada con aquello, y tal y como había predecido ella, le entró curiosidad. La miró inquisitivamente, ignorando su anterior comentario. Atender a las bravuconadas de sus presas no entraba en sus planes.
De repente Aki comenzó a besar y lamer su pecho y su torso, descendiendo lentamente por este. Derian tan sólo la observó, como si fuese otra pieza más de su estudio. Seguía notando placer, pero empezaba a controlar ya sus reacciones. No quería dejarse llevar sin más. Tenía un orgullo que defender. Y le parecía más interesante disfrutarlo y de paso saciar totalmente su curiosidad. Cuando esta llegó a su pantalón, lo destrozó sacando garras y agarró su pene erecto, masturbándolo. Un jadeo se escapó de los labios del vampiro. Era muy diferente a hacerlo él mismo. Podía notar el calor de la mano de ella, y la suavidad de esta, aprisionando su virilidad. El placer y la excitación superó con creces a todo lo anterior, y se dejó caer de espaldas mientras la pelirroja continuaba doblegándolo. De repente notó sus labios en torno a su miembro, y entonces no pudo evitar gemir levemente. Entonces se escuchó de repente la puerta abrirse. Giró la cabeza y vio a Alex en el umbral.
- Hey, Derian, vengo a dejarte este libro aquí y... ¡OH, MIERDA! - exclamó, sorprendido.
- ¡Fuera! ¿No ves que tenemos una investigación entre manos? ¿Y a qué viene esa turbación? - dijo, ofendido por la interrupción.
Alex salió de golpe, cerrando con un portazo. Derian suspiró, y volvió a centrarse en el asunto. Entonces Aki le soltó unas palabras que le hirieron en su orgullo, porque le hicieron darse cuenta de que no tenía el control. No era el cazador aquella noche. Y por otro lado, había logrado que su presa le humillara y le hiciese darse cuenta de lo ignorante que era en algunos temas. Pero sobre eso, quería que siguiera. Tras un breve momento de debate interior, decidió que le importaba más en aquel momento continuar con aquello que su orgullo. Su respuesta fue tajante.
- Si no sigues haciendo eso, te devoraré. Literalmente.
Se dejó caer de nuevo y se dejó hacer. Había estado perdiéndose todo un universo de gozo sin saberlo. Pocas veces había disfrutado tanto... el subidón era casi comparable al que sentía mientras cazaba, o cuando daba alcance a su cena, la arrinconaba y se sentía en control de la situación, haciéndole saber que él estaba al mando y reclamando su vida y su sangre para alimentarse. Y al mismo tiempo, era diferente... Pero, ¿y si lo mejoraba? Aun podía darle la vuelta a la tortilla y cazar a aquella revoltosa belleza de pelo de fuego. Se separó de golpe de ella, con un brillo salvaje en la mirada.
- Supongo que hasta ahora he estado dando palos de ciego... pero para tu desgracia o alegría, creo que he entendido cómo funciona esta "caza" - dijo, con una media sonrisa siniestra.
Se acercó a los restos de su ropa y sacó de esta una bolsita de la que extrajo una bola amarilla. Se desprendió de lo que quedaba de su vestimenta (su destrozada camisa) y se la tomó. De repente su cuerpo cambió. Su piel se volvió aun más pálida, del tono del alabastro. Su pelo se volvió blanco, y sus rasgos se estilizaron. Su figura se volvió apolínea, aun más proporcionada y perfecta de lo que era. Además, dos enormes alas surgieron de su espalda. Pero no se acababa el tema ahí. Era su forma de hechicero vampírico, la cual le permitía emitir un aura casi invisible rojiza que debilitaba a su presa. Además aumentaba todas sus capacidades, lo que incluía su destreza, con lo que compensaría su falta de experiencia sobradamente. Además había otro poder más. Mientras centraba su aura en Aki para evitar que pudiese "contraatacar", creó cadenas de energía de color rojo oscuro que ataron a la chica por los brazos y la aprisionaron colgando del techo y apoyándola contra la pared. Ahora iba a actuar de manera muy diferente. Lo había entendido.
- Si quiero cazarte... debo lograr controlar tus reacciones. Saber cómo provocarte placer y que cedas ante todos mis deseos. Y créeme, tenemos todo el tiempo del mundo. Soy una persona paciente.
Con menos rudeza ahora, comenzó a explorar ahora su cuerpo con sus manos y su boca, buscando despertar reacciones de placer en ella. Y lo sabría aunque no gimiese. Su cuerpo la delataría por ella. Recorrió su cuello, mordió su oreja izquierda con cuidado de no usar los colmillos y la besó con cierta lujuria mientras recorría su espalda con sus manos suavemente, para bajar hasta sus posaderas y apretar sus nalgas. Separó su boca de la de ella y le lamió uno de sus pezones, mientras sus manos comenzaban a recorrer su torso y sus piernas, con cierta cautela para evitar causar reacciones indeseadas, y buscando lo que le causase placer. Finalmente decidió que ya se había hecho mucho de rogar y descendió a la entrepierna. Se agachó y le hizo abrirse de piernas, observando el interior. Dedicó tan sólo unos momentos a reconocer las diferentes partes (había leído algo sobre anatomía) hasta identificar lo que debía ser el clítoris. Riendo para sus adentros con cierta malevolencia, sopló con lentitud en el interior de sus labios vaginales, esperando a ver su reacción. A continuación comenzó a pasear sus dedos por el interior de estos, sin tocar aun el clítoris, para, repentinamente, introducirlos en la vagina. Comenzó a moverlos hacia dentro y hacia fuera al tiempo que "jugueteaba" con ellos, girándolos. Con la otra mano masajeó suavemente el exterior de la vagina, y acercó su boca como pudo. No era sencillo, pero encontró el modo de hacerlo sin entorpecer su "tarea". Entonces sacó la lengua y comenzó a lamer finalmente su clítoris. Trazó diferentes movimientos, moviéndolo hacia los lados y "acariciándolo". Y con esto esperaba doblegar a la muchacha. No pararía hasta notar que se había corrido, tras lo cual se separaría para decirle.
- Pídeme que te penetre. Se que lo quieres - dijo, simplemente. Aprendía rápido, e intuía que había cambiado su posición en aquel pequeño "juego". Él también lo estaba deseando... pero lo controlaba.
De repente Aki comenzó a besar y lamer su pecho y su torso, descendiendo lentamente por este. Derian tan sólo la observó, como si fuese otra pieza más de su estudio. Seguía notando placer, pero empezaba a controlar ya sus reacciones. No quería dejarse llevar sin más. Tenía un orgullo que defender. Y le parecía más interesante disfrutarlo y de paso saciar totalmente su curiosidad. Cuando esta llegó a su pantalón, lo destrozó sacando garras y agarró su pene erecto, masturbándolo. Un jadeo se escapó de los labios del vampiro. Era muy diferente a hacerlo él mismo. Podía notar el calor de la mano de ella, y la suavidad de esta, aprisionando su virilidad. El placer y la excitación superó con creces a todo lo anterior, y se dejó caer de espaldas mientras la pelirroja continuaba doblegándolo. De repente notó sus labios en torno a su miembro, y entonces no pudo evitar gemir levemente. Entonces se escuchó de repente la puerta abrirse. Giró la cabeza y vio a Alex en el umbral.
- Hey, Derian, vengo a dejarte este libro aquí y... ¡OH, MIERDA! - exclamó, sorprendido.
- ¡Fuera! ¿No ves que tenemos una investigación entre manos? ¿Y a qué viene esa turbación? - dijo, ofendido por la interrupción.
Alex salió de golpe, cerrando con un portazo. Derian suspiró, y volvió a centrarse en el asunto. Entonces Aki le soltó unas palabras que le hirieron en su orgullo, porque le hicieron darse cuenta de que no tenía el control. No era el cazador aquella noche. Y por otro lado, había logrado que su presa le humillara y le hiciese darse cuenta de lo ignorante que era en algunos temas. Pero sobre eso, quería que siguiera. Tras un breve momento de debate interior, decidió que le importaba más en aquel momento continuar con aquello que su orgullo. Su respuesta fue tajante.
- Si no sigues haciendo eso, te devoraré. Literalmente.
Se dejó caer de nuevo y se dejó hacer. Había estado perdiéndose todo un universo de gozo sin saberlo. Pocas veces había disfrutado tanto... el subidón era casi comparable al que sentía mientras cazaba, o cuando daba alcance a su cena, la arrinconaba y se sentía en control de la situación, haciéndole saber que él estaba al mando y reclamando su vida y su sangre para alimentarse. Y al mismo tiempo, era diferente... Pero, ¿y si lo mejoraba? Aun podía darle la vuelta a la tortilla y cazar a aquella revoltosa belleza de pelo de fuego. Se separó de golpe de ella, con un brillo salvaje en la mirada.
- Supongo que hasta ahora he estado dando palos de ciego... pero para tu desgracia o alegría, creo que he entendido cómo funciona esta "caza" - dijo, con una media sonrisa siniestra.
Se acercó a los restos de su ropa y sacó de esta una bolsita de la que extrajo una bola amarilla. Se desprendió de lo que quedaba de su vestimenta (su destrozada camisa) y se la tomó. De repente su cuerpo cambió. Su piel se volvió aun más pálida, del tono del alabastro. Su pelo se volvió blanco, y sus rasgos se estilizaron. Su figura se volvió apolínea, aun más proporcionada y perfecta de lo que era. Además, dos enormes alas surgieron de su espalda. Pero no se acababa el tema ahí. Era su forma de hechicero vampírico, la cual le permitía emitir un aura casi invisible rojiza que debilitaba a su presa. Además aumentaba todas sus capacidades, lo que incluía su destreza, con lo que compensaría su falta de experiencia sobradamente. Además había otro poder más. Mientras centraba su aura en Aki para evitar que pudiese "contraatacar", creó cadenas de energía de color rojo oscuro que ataron a la chica por los brazos y la aprisionaron colgando del techo y apoyándola contra la pared. Ahora iba a actuar de manera muy diferente. Lo había entendido.
- Si quiero cazarte... debo lograr controlar tus reacciones. Saber cómo provocarte placer y que cedas ante todos mis deseos. Y créeme, tenemos todo el tiempo del mundo. Soy una persona paciente.
Con menos rudeza ahora, comenzó a explorar ahora su cuerpo con sus manos y su boca, buscando despertar reacciones de placer en ella. Y lo sabría aunque no gimiese. Su cuerpo la delataría por ella. Recorrió su cuello, mordió su oreja izquierda con cuidado de no usar los colmillos y la besó con cierta lujuria mientras recorría su espalda con sus manos suavemente, para bajar hasta sus posaderas y apretar sus nalgas. Separó su boca de la de ella y le lamió uno de sus pezones, mientras sus manos comenzaban a recorrer su torso y sus piernas, con cierta cautela para evitar causar reacciones indeseadas, y buscando lo que le causase placer. Finalmente decidió que ya se había hecho mucho de rogar y descendió a la entrepierna. Se agachó y le hizo abrirse de piernas, observando el interior. Dedicó tan sólo unos momentos a reconocer las diferentes partes (había leído algo sobre anatomía) hasta identificar lo que debía ser el clítoris. Riendo para sus adentros con cierta malevolencia, sopló con lentitud en el interior de sus labios vaginales, esperando a ver su reacción. A continuación comenzó a pasear sus dedos por el interior de estos, sin tocar aun el clítoris, para, repentinamente, introducirlos en la vagina. Comenzó a moverlos hacia dentro y hacia fuera al tiempo que "jugueteaba" con ellos, girándolos. Con la otra mano masajeó suavemente el exterior de la vagina, y acercó su boca como pudo. No era sencillo, pero encontró el modo de hacerlo sin entorpecer su "tarea". Entonces sacó la lengua y comenzó a lamer finalmente su clítoris. Trazó diferentes movimientos, moviéndolo hacia los lados y "acariciándolo". Y con esto esperaba doblegar a la muchacha. No pararía hasta notar que se había corrido, tras lo cual se separaría para decirle.
- Pídeme que te penetre. Se que lo quieres - dijo, simplemente. Aprendía rápido, e intuía que había cambiado su posición en aquel pequeño "juego". Él también lo estaba deseando... pero lo controlaba.
Aki D. Arlia
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Estaba entretenida cuando de repente alguien entró en el camarote. Miré al vampiro con curiosidad. ¿De verdad no había cerrado la puerta? ¿Acaso tenía una vena exhibicionista? Le di un golpecito a su miembro con la punta del dedo, buscando la respuesta. Pero no me la dio. En mi defensa, todavía tenía restos de la borrachera de antes. El hombre desapareció dando un portazo. Me pregunté que pasaría de encontrármelo cuando me fuera. Eso sin duda sería divertido, a juzgar por la cara que había puesto. Sonreí al escuchar las palabras de Derian. ''No si yo te devoro antes.''- Pensé.
Continué haciéndole gemir, pasando mi lengua perezosamente por toda su extensión, mimándole con los labios y tratando de abarcarla entera. Pero antes de lo previsto, me agarró y me separó. Sus palabras dibujaron una sonrisa irónica en mis labios. No parecía haber entendido mi propósito, pero no me molestaba. Lo que venía a continuación iba a ser divertido. El hombre se tomó una bolita amarilla. -Rumble...- Susurré sin darme cuenta. Acabó de desvestirse y su cuerpo comenzó a transformarse. Para cuando terminó, era todavía más hermoso, y doblemente peligroso. Yo no sabía qué parte me gustaba más. Sin duda algo no funcionaba en mi cabeza, pero ¿A quién le importaba? Me sorprendieron las alas, pero más me sorprendieron las cadenas.
Fruncí el ceño, eso ya no me gustaba tanto. Así no podía tocarlo. Y viendo en lo que se había convertido, nada me apetecía más. De hecho, por un momento pensé que le habían ofendido mis palabras e iba a dejarme ahí tirada. No me habría sorprendido, pero tuve más suerte que eso. Al oírle, una gran sonrisa se extendió por mi cara. Complacida, me relajé y le contesté.
-Me encantaría saber por qué motivo crees que causarme placer va a doblegarme, pero adelante. Estoy ansiosa de verlo.
Y no mentía. La verdad era que yo también estaba ardiendo. Cuando por fin noté sus labios en mi cuello solté un suspiro de satisfacción. Dejé de luchar y me entregué a sus caricias con una sonrisa irónica en la cara. Que hablara lo que quisiera de cazadores y presas, pero que no dejara de tocarme. Se sentía tan bien...noté su boca jugueteando con mis pezones y no pude reprimir un suspiro ahogado, casi un gemido. Notaba calor por todo el cuerpo y no podía esperar a que decidiera atreverse con más de mi anatomía. Cuando por fin se agachó, yo misma separé mis piernas quedándome a su disposición. Una parte de mí pensó con burla que igual eso le confundía, pero no le hice mucho caso. Estuve tentada de mover las caderas en una muda petición, pero esperé.
Y bien que hice. Noté una ráfaga de aire que me hizo jadear, y acto seguido unos dedos comenzaron a juguetear conmigo. No tuve reparos en gemir, se había ganado a pulso el escucharme. Algo había aprendido al parecer, y el placer me arrasaba en olas una y otra vez. Alargué la mano para frenarle la cabeza, si seguía así iba a acabar. Pero, ilusa de mí, la cadena me lo impidió y en un ataque de frustración gemí y me pegué a su boca todo lo que pude. Algo estalló en mi cabeza y me vine fuertemente, con los ojos y los puños cerrados.
Sus palabras lograron espabilarme, pues notaba ese amodorramiento que siempre aparece tras el orgasmo. Parpadeé y me relamí mientras le miraba a los ojos. Agarré las cadenas con las manos y abrí un poco más las piernas. Levanté la barbilla y cuadré los hombros con orgullo antes de espetarle como la mayor de las suicidas:
-¿Desde cuando las presas ordenamos? Pero sea, si así lo quieres. Ven y penétrame. Muéstrame la diferencia entre tú y un cualquiera. Si es que la hay.
Eso último se lo dije sonriendo con picardía, mientras ladeaba un poco la cabeza. Contuve las ganas de soltar una carcajada y tan solo le guiñé un ojo con dulzura. Observarle me excitaba en segundos y no podía esperar a que lo hiciera.
Continué haciéndole gemir, pasando mi lengua perezosamente por toda su extensión, mimándole con los labios y tratando de abarcarla entera. Pero antes de lo previsto, me agarró y me separó. Sus palabras dibujaron una sonrisa irónica en mis labios. No parecía haber entendido mi propósito, pero no me molestaba. Lo que venía a continuación iba a ser divertido. El hombre se tomó una bolita amarilla. -Rumble...- Susurré sin darme cuenta. Acabó de desvestirse y su cuerpo comenzó a transformarse. Para cuando terminó, era todavía más hermoso, y doblemente peligroso. Yo no sabía qué parte me gustaba más. Sin duda algo no funcionaba en mi cabeza, pero ¿A quién le importaba? Me sorprendieron las alas, pero más me sorprendieron las cadenas.
Fruncí el ceño, eso ya no me gustaba tanto. Así no podía tocarlo. Y viendo en lo que se había convertido, nada me apetecía más. De hecho, por un momento pensé que le habían ofendido mis palabras e iba a dejarme ahí tirada. No me habría sorprendido, pero tuve más suerte que eso. Al oírle, una gran sonrisa se extendió por mi cara. Complacida, me relajé y le contesté.
-Me encantaría saber por qué motivo crees que causarme placer va a doblegarme, pero adelante. Estoy ansiosa de verlo.
Y no mentía. La verdad era que yo también estaba ardiendo. Cuando por fin noté sus labios en mi cuello solté un suspiro de satisfacción. Dejé de luchar y me entregué a sus caricias con una sonrisa irónica en la cara. Que hablara lo que quisiera de cazadores y presas, pero que no dejara de tocarme. Se sentía tan bien...noté su boca jugueteando con mis pezones y no pude reprimir un suspiro ahogado, casi un gemido. Notaba calor por todo el cuerpo y no podía esperar a que decidiera atreverse con más de mi anatomía. Cuando por fin se agachó, yo misma separé mis piernas quedándome a su disposición. Una parte de mí pensó con burla que igual eso le confundía, pero no le hice mucho caso. Estuve tentada de mover las caderas en una muda petición, pero esperé.
Y bien que hice. Noté una ráfaga de aire que me hizo jadear, y acto seguido unos dedos comenzaron a juguetear conmigo. No tuve reparos en gemir, se había ganado a pulso el escucharme. Algo había aprendido al parecer, y el placer me arrasaba en olas una y otra vez. Alargué la mano para frenarle la cabeza, si seguía así iba a acabar. Pero, ilusa de mí, la cadena me lo impidió y en un ataque de frustración gemí y me pegué a su boca todo lo que pude. Algo estalló en mi cabeza y me vine fuertemente, con los ojos y los puños cerrados.
Sus palabras lograron espabilarme, pues notaba ese amodorramiento que siempre aparece tras el orgasmo. Parpadeé y me relamí mientras le miraba a los ojos. Agarré las cadenas con las manos y abrí un poco más las piernas. Levanté la barbilla y cuadré los hombros con orgullo antes de espetarle como la mayor de las suicidas:
-¿Desde cuando las presas ordenamos? Pero sea, si así lo quieres. Ven y penétrame. Muéstrame la diferencia entre tú y un cualquiera. Si es que la hay.
Eso último se lo dije sonriendo con picardía, mientras ladeaba un poco la cabeza. Contuve las ganas de soltar una carcajada y tan solo le guiñé un ojo con dulzura. Observarle me excitaba en segundos y no podía esperar a que lo hiciera.
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Finalmente, se vino. Notó a ella tensarse por un instante, y algo le mojó la boca. Tenía un sabor extraño y fuerte. No sabía precisamente bien, aunque tampoco era desagradable. Y era terriblemente excitante. Se levantó, con los ojos entrecerrados y una leve sonrisa de orgullo. Parecía que sí, que aprendía rápido. Al escuchar las palabras de ella, tan sólo amplió su sonrisa y le sujetó la cara por la mandíbula en un gesto claramente dominante. Sus ojos se clavaron en los de ella. Sus pupilas dilatadas, el ritmo ralentizado de su corazón en comparación de antes y el estremecimientos que había notado justo antes de que acabase no parecían decir precisamente que no hubiese disfrutado. Por no hablar de cómo se había pegado a él, casi con... ¿impaciencia? Le acarició lentamente la mejilla.
- No te confundas. Aquí no mandas tú... aprende a diferenciar una orden de una petición. Te he ordenado que me supliques - aumentó aun más su sonrisa, mostrando sus colmillos - Sólo te he ayudado a que me pidieses lo que estabas deseando. Ahora creo que tendré que darte una lección... yo no soy un cualquiera.
Se pegó a ella, dejando que su miembro erecto le rozase la piel. Sus manos se dirigieron a su torso y comenzaron a acariciarlo, recorriendo su espalda y sus pechos. Mientras hacía esto, la miró directamente a los ojos, con el deseo y el peligro dibujados en la mirada. Escuchó el corazón de la chica... parecía que aun tenía ganas a pesar del orgasmo anterior. Eso estaba bien, pues aun no había acabado con ella. Rompió el contacto visual, y comenzó a morderle el lóbulo de su oreja izquierda. Tuvo cuidado para no emplear los colmillos ni causarle daño. No habría tenido esos miramientos normalmente, pero aquello era un reto para él. Iba a lograr doblegarla y convertirla en su presa, y para eso tenía que adaptarse a las normas particulares de aquella caza. La tentación de beber su sangre, y la sed... eran enormes. Le estaba costando no morder su cuello y comenzar a devorarla en un sentido más literal, y penetrarla de una vez al mismo tiempo. Pero se contuvo. Pegó su cuerpo aun más al de ella, y le susurró al oído:
- Se que lo estás deseando... tu cuerpo no miente - sin miramientos, soltó su mano derecha de ella y la pasó por su entrepierna - Me parece que he logrado capturar a mi presa. Y ahora, me toca disfrutar de los frutos de la caza.
Sin esperar más, se colocó en posición, y dejó que su glande acariciase los labios de su vagina, sin entrar aun. No iba a aguantar mucho más, pero valía la pena la espera. La miró a cara con una media sonrisa, esperando a ver su reacción. Y entonces, con un brusco movimiento de caderas, la penetró. Fue mucho mejor de cómo se lo pudiera haber imaginado. Frunció el ceño y apretó los dientes, conteniendo un gemido. Le agarró el culo sin delicadeza ninguna, y comenzó a moverse. Dejó de pensar o de tratar de racionalizar la situación, para dejarse llevar totalmente por sus instintos. Se pegó a ella y buscó su boca, mientras con una mano le agarró por la nuca. Mantuvo la otra agarrándole el culo, y siguió con aquella feroz danza, tratando de provocar reacciones en ella y que danzase con él. Entonces decidió que no era interesante mantenerla atada, y deshizo las cadenas.
- ¿Qué harás ahora? Sorpréndeme - dijo, con una mirada intensa.
Sin darle tiempo a contestar, la agarró por los muslos y la puso contra la pared. Que la hubiese soltado no significaba que hubiese renunciado a controlar aquella situación. Se abalanzó sobre su cuello, recorriéndolo con sus labios y mordiéndolo.
- No te confundas. Aquí no mandas tú... aprende a diferenciar una orden de una petición. Te he ordenado que me supliques - aumentó aun más su sonrisa, mostrando sus colmillos - Sólo te he ayudado a que me pidieses lo que estabas deseando. Ahora creo que tendré que darte una lección... yo no soy un cualquiera.
Se pegó a ella, dejando que su miembro erecto le rozase la piel. Sus manos se dirigieron a su torso y comenzaron a acariciarlo, recorriendo su espalda y sus pechos. Mientras hacía esto, la miró directamente a los ojos, con el deseo y el peligro dibujados en la mirada. Escuchó el corazón de la chica... parecía que aun tenía ganas a pesar del orgasmo anterior. Eso estaba bien, pues aun no había acabado con ella. Rompió el contacto visual, y comenzó a morderle el lóbulo de su oreja izquierda. Tuvo cuidado para no emplear los colmillos ni causarle daño. No habría tenido esos miramientos normalmente, pero aquello era un reto para él. Iba a lograr doblegarla y convertirla en su presa, y para eso tenía que adaptarse a las normas particulares de aquella caza. La tentación de beber su sangre, y la sed... eran enormes. Le estaba costando no morder su cuello y comenzar a devorarla en un sentido más literal, y penetrarla de una vez al mismo tiempo. Pero se contuvo. Pegó su cuerpo aun más al de ella, y le susurró al oído:
- Se que lo estás deseando... tu cuerpo no miente - sin miramientos, soltó su mano derecha de ella y la pasó por su entrepierna - Me parece que he logrado capturar a mi presa. Y ahora, me toca disfrutar de los frutos de la caza.
Sin esperar más, se colocó en posición, y dejó que su glande acariciase los labios de su vagina, sin entrar aun. No iba a aguantar mucho más, pero valía la pena la espera. La miró a cara con una media sonrisa, esperando a ver su reacción. Y entonces, con un brusco movimiento de caderas, la penetró. Fue mucho mejor de cómo se lo pudiera haber imaginado. Frunció el ceño y apretó los dientes, conteniendo un gemido. Le agarró el culo sin delicadeza ninguna, y comenzó a moverse. Dejó de pensar o de tratar de racionalizar la situación, para dejarse llevar totalmente por sus instintos. Se pegó a ella y buscó su boca, mientras con una mano le agarró por la nuca. Mantuvo la otra agarrándole el culo, y siguió con aquella feroz danza, tratando de provocar reacciones en ella y que danzase con él. Entonces decidió que no era interesante mantenerla atada, y deshizo las cadenas.
- ¿Qué harás ahora? Sorpréndeme - dijo, con una mirada intensa.
Sin darle tiempo a contestar, la agarró por los muslos y la puso contra la pared. Que la hubiese soltado no significaba que hubiese renunciado a controlar aquella situación. Se abalanzó sobre su cuello, recorriéndolo con sus labios y mordiéndolo.
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