Nocturne93
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Ya se podía contemplar la isla a lo lejos. No sabía cuál era el objetivo de todo aquello, pero si que sabía que debíamos de ir hacia allá por algún extraño motivo relacionado con una leyenda de aquella isla. Había estado intentando hablar con algún compañero, pero cuando quise darme cuenta estaban todos dormidos salvo el capitán, Genos. La flota en un principio fue creada por el almirante, pero ahora ha pasado al mando de Genos, ya que por su rango, Karl no puede atender a la flota con prioridad.
La isla Galuna, había escuchado hablar de ella, según se dice hay algún tipo de maldición que corroe sus montañas pero no se exactamente a qué se debe tal fama, podría ser desde una plaga de bestias hasta algún usuario que está causando problemas por allí. En cualquier caso, si ese es nuestro objetivo, mi misión será desenmascarar lo que quiera que esté ocurriendo por allá. Aunque bien es cierto que pasase lo que pasase debería de obedecer a Genos, hace poco ascendido a jefe de la Brigada Disciplinaria.
Ahora estaba solo en cubierta, tenía la ocarina azulada en las manos, la palpaba contando sus orificios, tenía doce. En mi cintura se hallaban ambas espadas, las dos por la izquierda. Colgando un poco más arriba, más sobre el costado, había un cuchillo con una hoja muy peculiar, una hoja de kairouseki que me entregó un camarada de la Brigada. Lo extraño es que desde entonces no volví a verle, temía que le hubiera ocurrido algo. Al otro lado, al costado derecho, tenía otro cuchillo. Son cuchillos de cocina, pero extrañamente más largos de lo normal, casi podrían ser como un tantô, o una katana corta, pues tenía aproximadamente la misma longitud.
Sentía curiosidad, tenía ganas de saber cómo carajo se tocaba este instrumento que tenía entre manos. Sabía lo básico, tapar agujeros y soplar por arriba, pero no sabía que agujeros tapar para hacer cada nota. Tapé dos al azar, me llevé la ocarina a la boca y soplé flojo. Nada sonaba, era como si estuviera estropeada. Fuí soplando cada vez más fuerte, hasta que lo dí todo con los pulmones, ahí sonó una nota muy aguda, pero sonó muy extraña, muy mal. No me extrañaba, nunca he tenido oído para la música y no creo que cambiase ahora, siempre se me dio mal eso. Continué intentándolo, lo único que descubrí es que cuantos más agujeros tapaba menos tenía que soplar para que sonase ruído. Allí estuve entreneniéndome mientras avanzábamos hacia la isla Galuna, la cual estaba ya muy próxima.
La isla Galuna, había escuchado hablar de ella, según se dice hay algún tipo de maldición que corroe sus montañas pero no se exactamente a qué se debe tal fama, podría ser desde una plaga de bestias hasta algún usuario que está causando problemas por allí. En cualquier caso, si ese es nuestro objetivo, mi misión será desenmascarar lo que quiera que esté ocurriendo por allá. Aunque bien es cierto que pasase lo que pasase debería de obedecer a Genos, hace poco ascendido a jefe de la Brigada Disciplinaria.
Ahora estaba solo en cubierta, tenía la ocarina azulada en las manos, la palpaba contando sus orificios, tenía doce. En mi cintura se hallaban ambas espadas, las dos por la izquierda. Colgando un poco más arriba, más sobre el costado, había un cuchillo con una hoja muy peculiar, una hoja de kairouseki que me entregó un camarada de la Brigada. Lo extraño es que desde entonces no volví a verle, temía que le hubiera ocurrido algo. Al otro lado, al costado derecho, tenía otro cuchillo. Son cuchillos de cocina, pero extrañamente más largos de lo normal, casi podrían ser como un tantô, o una katana corta, pues tenía aproximadamente la misma longitud.
Sentía curiosidad, tenía ganas de saber cómo carajo se tocaba este instrumento que tenía entre manos. Sabía lo básico, tapar agujeros y soplar por arriba, pero no sabía que agujeros tapar para hacer cada nota. Tapé dos al azar, me llevé la ocarina a la boca y soplé flojo. Nada sonaba, era como si estuviera estropeada. Fuí soplando cada vez más fuerte, hasta que lo dí todo con los pulmones, ahí sonó una nota muy aguda, pero sonó muy extraña, muy mal. No me extrañaba, nunca he tenido oído para la música y no creo que cambiase ahora, siempre se me dio mal eso. Continué intentándolo, lo único que descubrí es que cuantos más agujeros tapaba menos tenía que soplar para que sonase ruído. Allí estuve entreneniéndome mientras avanzábamos hacia la isla Galuna, la cual estaba ya muy próxima.
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Galuna, una de las pocas islas con las que contaba uno de los mares, North Blue. En aquella isla, una leyenda ronda entre los ciudadanos. En la montaña del Norte, todo el que se adentraba, desaparecía... Muchos decían que era el dios de aquella montaña el que se quedaba con los desaparecidos, por violar una de las leyes, ya que les protegía de las tormentas y demás cambios atmosféricos. Otros sin embargo, no creían en la leyenda, sino qué más bien los animales de dicha montaña acababan con las vidas de los curiosos o, simplemente, una banda de delincuentes podría estar causando pánico en aquella montaña, secuestrando o matando a todo el que se adentraba.
Mientras tanto, unos pasos se acercaban a la montaña del norte. Eran lentos pero con firmeza, el sonido de los pasos eran un tanto uniformes. Era Rob Marney, llamado entre los suburbios como "El Traficante", un cazarecompensas que se dedicaba a la poesía, filosofía y al arte de los tatuajes. Era un hombre de piel oscura y labios gruesos, su pelo era largo y descuidado, con rastas sujetadas por una bandana blanca en la frente. Vestía un traje negro que dejaba ver una camisa blanca y una corbata negra. Sus zapatos eran negros y brillantes, era ropa de gran calidad, sin duda. En su mano derecha llevaba un maletín negro y, en la izquierda, un cigarro recién encendido.
El hombre caminaba con confianza, mientras fumaba su cigarrillo. Sus pies avanzaban por el bosque, adentrándose hacia la montaña del norte, lugar donde muchos desaparecía. No tenía miedo y su aspecto, era algo aterrador, aunque parecía un mafioso o un alto ejecutivo, gracias a su traje negro y su gran cuerpo.
- "Vaya, un bonito día para pasear por el bosque. Ayudará a que florezcan ideas para mi amada poesía. Espero encontrarme con algún idiota, eso también irá bien para estirar mi cuerpo, debo descubrir algo sobre las extrañas desapariciones..." - Decía Rob mientras caminaba, observando la multitud de plantas que le rodeaban.
Sus pasos parecían atraer a las bestias de aquellas montañas. A lo lejos, una jauría de coyotes empezaron a oler a Rob. Se acercaban a la zona en donde se encontraba Rob, poco a poco, los animales avanzaban para, seguramente, atacar al cazarecompensas. Los coyotes iban en manada, eran siete de ellos, que olfateaban el suelo mientras seguían el rastro.
Rob no sabía lo que le esperaba, aunque no parecía que le importase, ya que sabía muy bien que en aquella montaña, multitud de animales peligrosos la poblaban. Sus pasos seguían hacia delante, adentrándose aún más en la isla, sin importancia alguna. Ni si quiera se veía preocupado por poder incendiar el bosque por culpa de la ceniza, ya que tras cada calada, sacudía su cigarrillo, haciendo que la ceniza se esparciera por todo el bosque.
Mientras tanto, unos pasos se acercaban a la montaña del norte. Eran lentos pero con firmeza, el sonido de los pasos eran un tanto uniformes. Era Rob Marney, llamado entre los suburbios como "El Traficante", un cazarecompensas que se dedicaba a la poesía, filosofía y al arte de los tatuajes. Era un hombre de piel oscura y labios gruesos, su pelo era largo y descuidado, con rastas sujetadas por una bandana blanca en la frente. Vestía un traje negro que dejaba ver una camisa blanca y una corbata negra. Sus zapatos eran negros y brillantes, era ropa de gran calidad, sin duda. En su mano derecha llevaba un maletín negro y, en la izquierda, un cigarro recién encendido.
El hombre caminaba con confianza, mientras fumaba su cigarrillo. Sus pies avanzaban por el bosque, adentrándose hacia la montaña del norte, lugar donde muchos desaparecía. No tenía miedo y su aspecto, era algo aterrador, aunque parecía un mafioso o un alto ejecutivo, gracias a su traje negro y su gran cuerpo.
- "Vaya, un bonito día para pasear por el bosque. Ayudará a que florezcan ideas para mi amada poesía. Espero encontrarme con algún idiota, eso también irá bien para estirar mi cuerpo, debo descubrir algo sobre las extrañas desapariciones..." - Decía Rob mientras caminaba, observando la multitud de plantas que le rodeaban.
Sus pasos parecían atraer a las bestias de aquellas montañas. A lo lejos, una jauría de coyotes empezaron a oler a Rob. Se acercaban a la zona en donde se encontraba Rob, poco a poco, los animales avanzaban para, seguramente, atacar al cazarecompensas. Los coyotes iban en manada, eran siete de ellos, que olfateaban el suelo mientras seguían el rastro.
Rob no sabía lo que le esperaba, aunque no parecía que le importase, ya que sabía muy bien que en aquella montaña, multitud de animales peligrosos la poblaban. Sus pasos seguían hacia delante, adentrándose aún más en la isla, sin importancia alguna. Ni si quiera se veía preocupado por poder incendiar el bosque por culpa de la ceniza, ya que tras cada calada, sacudía su cigarrillo, haciendo que la ceniza se esparciera por todo el bosque.
- De Genos:
Ya que Genos es mi pj, actuaré por él.
Genos ese día no se encuentra bien, parece que sus cables están un poco dañados y tiene que quedarse en el barco arreglando su cuerpo cyborg, pero antes de eso se encuentra contigo en cubierta y te avisa de todo. Su voz es entrecortada, le cuesta hablar, y te dice que debido a los problemas, esta vez deberás ir tu solo, pero que contará para un futuro posible ascenso en la brigada.
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Finalmente desistí de tratar de tocar nada, era imposible y me metí a mi camarote para dejar allí la ocarina. Atravesé la entrada principal y el pasillo hasta llegar a la habitación donde guardaba mis cosas, realmente apenas ni había nada allí, lo básico, la sala era muy estrecha, no podía pedir más con mi rango, y realmente me sentía bastante complacido por aquella estancia. Era más de lo que me había podido esperar, por lo menos tenía un cuarto solo para mí, como cada uno de los integrantes principales de la banda.
Dejé la ocarina con cuidado encima de una mesa, no me gustaría que se cayera y se rompiese, pero tampoco me preocupé mucho, al fin y al cabo no sabía utilizarla y la conseguí solamente por acabar con la vida de un sucio y futuro pirata, no fue nada asombroso ni busqué tenerla, tan solo fue la casualidad. Lo que si me preocupaba perder sería alguna de las dos espadas, eran buenas y bien afiladas.
Salí de allí, nuevamente a cubierta, estaríamos apunto de llegar, incluso noté el barco detenerse con un poco de brusquedad, algo bastante anormal, sentí que algo extraño sucedía. Al salir de nuevo ante la luz solar de la mañana contemplé que no había nadie allí, deberían de estar los compañeros de brigada, aunque realmente no los había visto en todo el transcurso del viaje. Me quedé completamente extrañado, no tenía idea de qué diablos podría estar ocurriendo.
Pero de pronto mis dudas comenzaron a disiparse, por detrás de mí escuché abrirse la puerta que accedía al puente. De allí salió Genos, mi capitán. Instantáneamente junté mis piernas, puse erguido todo mi cuerpo y llevé mi mano derecha a la frente, completamente estirada, saludando a mi superior. Mi capitán me informó de que estaba teniendo problemas con sus implantes cyborg, y que por culpa de aquello debería de realizar la misión a solas. Era una orden, la cumpliría con gusto, pero me incentivó más cuando me afirmó que hacerlo a solas contribuirá para un futuro ascenso en la brigada.
Aquello me motivo. Se veía que estaba seriamente dañado por alguna parte, su voz sonaba entrecortada, al parecer algunos de los cables de sus componentes cyborg habían resultado dañados. Simplemente le confirmé mi decisión de realizar la misión. Lo único que sabía era que estaba relacionada con el misterio que corrompe la isla, y no necesitaba más, el resto lo descubriría por mí mismo. Esa era mi misión.
Tras saludar al capitán y darle la confirmación de obediencia, este se marchó hacia el interior. No sabía dónde estaba el resto de la brigada, pero estaba claro que me había dicho que debía hacer la misión a solas. No rechisté en lo más mínimo, es una ocasión perfecta para demostrar mi valía y habilidad, cuando volviese saldría victorioso con mi misión cumplida. Mi primera misión en solitario para la brigada.
Fui a babor con intenciones de desatar un bote para descender hasta llegar a la isla, al fin y al cabo el barco no puede aproximarse del todo hasta la isla, encallaría y sería imposible sacarlo de allí. Dicho y hecho bajé uno de los botes como pude y me subí a él, comenzando a remar hacia la isla. No estaba muy lejos, el barco se había acercado bastante antes de detenerse, tal vez por que estaba tan solo el capitán Genos... Debí haberme quedado en cubierta para ayudarle cuanto hiciera falta. Ahora ya era tarde.
A un par de metros de la orilla bajé del bote, cayendo al agua que me cubría hasta las rodillas. Tiré del bote para llevarlo a la tierra. No se por qué no acabamos en el puerto de la isla, si es que tenía, pero no está en mi deber cuestionar las decisiones de mis superiores. Dejé el bote bien asegurado en la arena de la playa y comencé a avanzar hacia adelante, observando todo cuanto pudiera que fuese capaz de decirme algo, pero de pronto nada, mi misión era descubrir qué había en la montaña al norte de la isla, la cual podía observar desde aquí a mi izquierda, parece ser que desembarqué por el oeste. No estaba muy lejos, por lo que comencé a avanzar a paso ligero hasta allá. Me mantuve alerta ante cualquier movimiento extraño, si la leyenda es cierta debe de haber algo que impide el paso o que ataca a los viajeros que se adentran en las montañas. Lo único que se es que puede ser muy peligroso.
Dejé la ocarina con cuidado encima de una mesa, no me gustaría que se cayera y se rompiese, pero tampoco me preocupé mucho, al fin y al cabo no sabía utilizarla y la conseguí solamente por acabar con la vida de un sucio y futuro pirata, no fue nada asombroso ni busqué tenerla, tan solo fue la casualidad. Lo que si me preocupaba perder sería alguna de las dos espadas, eran buenas y bien afiladas.
Salí de allí, nuevamente a cubierta, estaríamos apunto de llegar, incluso noté el barco detenerse con un poco de brusquedad, algo bastante anormal, sentí que algo extraño sucedía. Al salir de nuevo ante la luz solar de la mañana contemplé que no había nadie allí, deberían de estar los compañeros de brigada, aunque realmente no los había visto en todo el transcurso del viaje. Me quedé completamente extrañado, no tenía idea de qué diablos podría estar ocurriendo.
Pero de pronto mis dudas comenzaron a disiparse, por detrás de mí escuché abrirse la puerta que accedía al puente. De allí salió Genos, mi capitán. Instantáneamente junté mis piernas, puse erguido todo mi cuerpo y llevé mi mano derecha a la frente, completamente estirada, saludando a mi superior. Mi capitán me informó de que estaba teniendo problemas con sus implantes cyborg, y que por culpa de aquello debería de realizar la misión a solas. Era una orden, la cumpliría con gusto, pero me incentivó más cuando me afirmó que hacerlo a solas contribuirá para un futuro ascenso en la brigada.
Aquello me motivo. Se veía que estaba seriamente dañado por alguna parte, su voz sonaba entrecortada, al parecer algunos de los cables de sus componentes cyborg habían resultado dañados. Simplemente le confirmé mi decisión de realizar la misión. Lo único que sabía era que estaba relacionada con el misterio que corrompe la isla, y no necesitaba más, el resto lo descubriría por mí mismo. Esa era mi misión.
Tras saludar al capitán y darle la confirmación de obediencia, este se marchó hacia el interior. No sabía dónde estaba el resto de la brigada, pero estaba claro que me había dicho que debía hacer la misión a solas. No rechisté en lo más mínimo, es una ocasión perfecta para demostrar mi valía y habilidad, cuando volviese saldría victorioso con mi misión cumplida. Mi primera misión en solitario para la brigada.
Fui a babor con intenciones de desatar un bote para descender hasta llegar a la isla, al fin y al cabo el barco no puede aproximarse del todo hasta la isla, encallaría y sería imposible sacarlo de allí. Dicho y hecho bajé uno de los botes como pude y me subí a él, comenzando a remar hacia la isla. No estaba muy lejos, el barco se había acercado bastante antes de detenerse, tal vez por que estaba tan solo el capitán Genos... Debí haberme quedado en cubierta para ayudarle cuanto hiciera falta. Ahora ya era tarde.
A un par de metros de la orilla bajé del bote, cayendo al agua que me cubría hasta las rodillas. Tiré del bote para llevarlo a la tierra. No se por qué no acabamos en el puerto de la isla, si es que tenía, pero no está en mi deber cuestionar las decisiones de mis superiores. Dejé el bote bien asegurado en la arena de la playa y comencé a avanzar hacia adelante, observando todo cuanto pudiera que fuese capaz de decirme algo, pero de pronto nada, mi misión era descubrir qué había en la montaña al norte de la isla, la cual podía observar desde aquí a mi izquierda, parece ser que desembarqué por el oeste. No estaba muy lejos, por lo que comencé a avanzar a paso ligero hasta allá. Me mantuve alerta ante cualquier movimiento extraño, si la leyenda es cierta debe de haber algo que impide el paso o que ataca a los viajeros que se adentran en las montañas. Lo único que se es que puede ser muy peligroso.
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