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Akuma no mi
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Mock Town se imponía frente a Yanni con un gran estruendo que solo podía ser ocasionado por piratas y todo tipo de maleantes disfrutando de su parcela sin ley. Para un agente del gobierno, no abría mayores motivos para pisar aquella isla, pero al joven CP no le quedo mas remedio que hacer una parada allí, el barco de la marina que había conseguido para que le acercaran de vuelta a la base, tubo que cambiar el rumbo por ordenes de ultima hora, y con la esperanza de poder llegar antes a Water 7, decidió hacer escala y buscar otra forma de llegar. El trayecto desde que le dejaron en aquella embarcación auxiliar fue duro, especialmente cuando se acercaba a la costa y tubo que emprender el camino volando para no levantar sospechas. Junto a la barca, desecho tambien su traje, quedando vestido con los pantalones y el poncho que nunca dejaba.-De esta forma no me buscare problemas tan facilmente.... creo -
Nunca había pisado aquella ciudad, y le sorprendió lo fácil que era encontrarse una trifulca o alguien con ganas de discusión, aun así paso absolutamente de todo y se detuvo frente a la primera taberna que encontró que no se escuchaban voces ni se podía ver mobiliario volando por las ventanas. Una vez dentro, le sorprendió que a pesar de su aspecto destartalado, todo se encontrase en un aparante orden, aparente porque la taberna no tenia demasiada gente, un par de mesas de jugadores, otra con unos barbudos lanzando improperios a las camareras... nada demasiado escandalizante. Con paso tranquilo y alegre se acerco a la barra, custodiada por un barman con un parche en el ojo, que sin la protección de este, Yanni estaba convencido que se escondía una persona lo suficientemente bizca como para ver el Red Line desde allí, acompañada de una sonrisa un tanto sospechosa
-Buenas tardes simpático, quería una botella de la mejor bazofia de hidromiel que tengaís - Sonrió como un niño pidiendo en una tienda de dulces, primero tomaría un trago tranquilamente, ya se preocuparía de buscar la forma de salir de la ciudad mas tarde. El camarero se molesto en adecentar un poco la jarra y le preparo un buen trago, que el joven castaño probo de buen gusto, ante su sorpresa, la bebida era muchísimo mejor de lo que esperaba, por lo que se quedo en la barra a disfrutar de su inexperado manjar
Nunca había pisado aquella ciudad, y le sorprendió lo fácil que era encontrarse una trifulca o alguien con ganas de discusión, aun así paso absolutamente de todo y se detuvo frente a la primera taberna que encontró que no se escuchaban voces ni se podía ver mobiliario volando por las ventanas. Una vez dentro, le sorprendió que a pesar de su aspecto destartalado, todo se encontrase en un aparante orden, aparente porque la taberna no tenia demasiada gente, un par de mesas de jugadores, otra con unos barbudos lanzando improperios a las camareras... nada demasiado escandalizante. Con paso tranquilo y alegre se acerco a la barra, custodiada por un barman con un parche en el ojo, que sin la protección de este, Yanni estaba convencido que se escondía una persona lo suficientemente bizca como para ver el Red Line desde allí, acompañada de una sonrisa un tanto sospechosa
-Buenas tardes simpático, quería una botella de la mejor bazofia de hidromiel que tengaís - Sonrió como un niño pidiendo en una tienda de dulces, primero tomaría un trago tranquilamente, ya se preocuparía de buscar la forma de salir de la ciudad mas tarde. El camarero se molesto en adecentar un poco la jarra y le preparo un buen trago, que el joven castaño probo de buen gusto, ante su sorpresa, la bebida era muchísimo mejor de lo que esperaba, por lo que se quedo en la barra a disfrutar de su inexperado manjar
- recuento:
- Bueno, considero que cuando posteen las siguientes personas, vuelvo a ir yo. El orden lo va según posteeis, para no complicarnos la vida Edu, Bya, Shiki y Scarlet
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Akuma no mi
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Llevaba una semana en alta mar, casi no me quedaban provisiones, cuando, de pronto, vislumbré en el horizonte una isla. Parecía ser Jaya, pero no podía afirmarlo. Comencé a remar hacia aquella isla, motivado pensando en la comida que allí habría.
Tras una hora de arduo viaje, conseguí llegar al puerto. Nada más tocar tierra firme, algo despertó mi apetito. No hacía falta que cambiara mi forma para averiguar que era.
-¡PALOMITAS!- Grité con ansias, y tras esto, fui corriendo al puesto más cercano. Pretendía comerme todas las palomitas de esa isla, era mi objetivo, mi obsesión. Sin embargo, con una tristeza indescriptible, descubrí que no tenía dinero. Pensé en robar todas las palomitas, pero no quería llamar la atención, así que denegué esa opción.
Alicaído, anduve en busca de algo con lo que entretenerme, fue entonces cuando a lo lejos observé un bosque. “Perfecto, ahí podré cazar algo, y con suerte, venderlo por un buen precio para comer palomitas, muchas palomitas”. Tras pensar esto, fui corriendo hasta el bosque.
Cambié, me transformé en mi forma completa, en un Mengantereon, para no hacer ningún ruido. Sin previo aviso, se mostró ante mí un ejemplar de ciervo adulto. Rápidamente, me escondí en un arbusto para que este no me viera. Le dejé comer, y esperé, esperé hasta que el viento me ayudara. Nada más darse la vuelta el ciervo, salté con un movimiento ágil y veloz para hincarle mis dientes en su mandíbula. Este no pudo hacer nada para evitar su trágico final.
-¡Vendo carne de ciervo! ¡Buena, bonita, barata!- Grité nada más entrar a la taberna más limpia que encontré. Solo había un par de personas y el barman, que, por cierto, tenía un parche en el ojo.Detrás de mí solo había un rostro de sangre, que bien se podía confundir con humana. Intenté no dañar mucho al animal durante el viaje, no obstante, algunas partes de su cuerpo se habían ensuciado, o incluso desaparecido. En cuanto paré gritar, la poca gente que había en el establecimiento se giró intentando averiguar quién era, mirándome con una cara de pocos amigos.
Tras una hora de arduo viaje, conseguí llegar al puerto. Nada más tocar tierra firme, algo despertó mi apetito. No hacía falta que cambiara mi forma para averiguar que era.
-¡PALOMITAS!- Grité con ansias, y tras esto, fui corriendo al puesto más cercano. Pretendía comerme todas las palomitas de esa isla, era mi objetivo, mi obsesión. Sin embargo, con una tristeza indescriptible, descubrí que no tenía dinero. Pensé en robar todas las palomitas, pero no quería llamar la atención, así que denegué esa opción.
Alicaído, anduve en busca de algo con lo que entretenerme, fue entonces cuando a lo lejos observé un bosque. “Perfecto, ahí podré cazar algo, y con suerte, venderlo por un buen precio para comer palomitas, muchas palomitas”. Tras pensar esto, fui corriendo hasta el bosque.
Cambié, me transformé en mi forma completa, en un Mengantereon, para no hacer ningún ruido. Sin previo aviso, se mostró ante mí un ejemplar de ciervo adulto. Rápidamente, me escondí en un arbusto para que este no me viera. Le dejé comer, y esperé, esperé hasta que el viento me ayudara. Nada más darse la vuelta el ciervo, salté con un movimiento ágil y veloz para hincarle mis dientes en su mandíbula. Este no pudo hacer nada para evitar su trágico final.
-¡Vendo carne de ciervo! ¡Buena, bonita, barata!- Grité nada más entrar a la taberna más limpia que encontré. Solo había un par de personas y el barman, que, por cierto, tenía un parche en el ojo.Detrás de mí solo había un rostro de sangre, que bien se podía confundir con humana. Intenté no dañar mucho al animal durante el viaje, no obstante, algunas partes de su cuerpo se habían ensuciado, o incluso desaparecido. En cuanto paré gritar, la poca gente que había en el establecimiento se giró intentando averiguar quién era, mirándome con una cara de pocos amigos.
Byakuro Kyoya
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Akuma no mi
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Byakuro salió del callejón llevándose la mano al hombro. Aquellos piratas pensaban que podían emboscarlo. Bueno, ciertamente lo habían logrado, y le habrían dado una buena paliza de no ser porque no le dejaron inconsciente con el primer ataque. Tal vez tuvieran algo contra él, la verdad es que no lo sabía. Pero sus cuerpos inconscientes ahora adornaban la pequeña bocacalle. Klaus estaba en su hombro bueno, el otro le dolía un poco. Había utilizado la técnica de combate desarmado del Ryū tsume. A dos de los incautos piratas les había hundido la tráquea, lo que les impidió respirar y se desplomaron por falta de aire. A otro le había dado una patada en la entrepierna, y al último de todos le había golpeado en la nuca. Sin embargo, ninguno de ellos estaba muerto. Se había asegurado de no rematarlos. Pobres infelices, bastante tenían con ser tan feos.
- Bueno, Klaus... parece que siempre que venimos a esta isla acabamos en una pelea. -sonrió a su camaleón. Su mascota le respondió con una mirada indiferente.
El chico observó la calle. No había más que piratas, maleantes y gente de mala vida en general. Byakuro sacó su fajo de carteles. Ninguno de aquellos tipos de la calle estaba en ellos, y eso que aquella ciudad era conocida por su población mayormente pirata. Suspiró con abatimiento, necesitaba un poco de dinero. Siempre podía montar un escándalo, a ver si alguien importante aparecía para llenarle el bolsillo. No le gustaba llamar la atención de ese modo, pero podría ser un buen método para cobrar. Se lo plantearía tras una copa de zumo de frutas bien fresquita.
Entró en la primera taberna que encontró, en cuya entrada había un sospechoso rastro rojizo. Un lugar típico de aquella ciudad, con sus descolchones en la pared, sus mesas desvencijadas y su gente de aspecto duro y peligroso. Un tipo con un enorme venado en la espalda estaba plantado en el centro del lugar. El cazador se dirigió sin mostrar ni un ápice de miedo o inseguridad hasta la barra, apartando de un leve empujón al tipo del ciervo, y una vez allí, con un tono duro, dijo:
- Quiero el mejor zumo de frutas que tengas. -tras un breve silencio en todo el local, toda la taberna se llenó con unas estruendosas risas. Ni que aquello fuera tan raro. El cazador frunció levemente el ceño.
- Bueno, Klaus... parece que siempre que venimos a esta isla acabamos en una pelea. -sonrió a su camaleón. Su mascota le respondió con una mirada indiferente.
El chico observó la calle. No había más que piratas, maleantes y gente de mala vida en general. Byakuro sacó su fajo de carteles. Ninguno de aquellos tipos de la calle estaba en ellos, y eso que aquella ciudad era conocida por su población mayormente pirata. Suspiró con abatimiento, necesitaba un poco de dinero. Siempre podía montar un escándalo, a ver si alguien importante aparecía para llenarle el bolsillo. No le gustaba llamar la atención de ese modo, pero podría ser un buen método para cobrar. Se lo plantearía tras una copa de zumo de frutas bien fresquita.
Entró en la primera taberna que encontró, en cuya entrada había un sospechoso rastro rojizo. Un lugar típico de aquella ciudad, con sus descolchones en la pared, sus mesas desvencijadas y su gente de aspecto duro y peligroso. Un tipo con un enorme venado en la espalda estaba plantado en el centro del lugar. El cazador se dirigió sin mostrar ni un ápice de miedo o inseguridad hasta la barra, apartando de un leve empujón al tipo del ciervo, y una vez allí, con un tono duro, dijo:
- Quiero el mejor zumo de frutas que tengas. -tras un breve silencio en todo el local, toda la taberna se llenó con unas estruendosas risas. Ni que aquello fuera tan raro. El cazador frunció levemente el ceño.
Rei Arslan
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Akuma no mi
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Aquella katana roja me había acompañado durante mucho tiempo. La miraba fijamente en el camarote de la Dolce Vendetta, a causa de haberme levantado recientemente. ¿Cuánto tiempo me habría acompañado? calculando bien las fechas más de unos tres años, eso si que era pasar el tiempo rápidamente a pesar de malos momentos. Me preguntaba que sentirían esas katanas a la hora de ser agarradas, pobres, seguro que tenían sentimientos y a lo mejor hasta se llegaban a sentir usadas. Algún día tendrían derechos y alguien que las representara. Pronto.
Me desperecé y bostecé para volver quedarme tumbada encima de la cama mirando el techo. Era un día simple para mí, en el cual desde hacía varios meses tenía una calma relativa y ningún plan, vamos que sería un día aburrido sin nada que hacer. Los suspiros salían lentamente de mi boca. Me levanté de golpe y fui a vestirme, llevaba el pelo atado como de costumbre así que decidí soltarlo para que quedase suelto, después me puse unas mallas negras y un top acompañado de una cazadora de cuero. Estaba lista. Por último me miré en el espejo y toqué la cicatriz de mi ojo...
Cogí la katana roja que había estado mirando antes y la acomodé al cinturón para sujetarla. Salí hacia la cubierta y allí di un salto para bajar a tierra. La isla que se presentaba ante mí no era ni más ni menos Jaya, en donde el orden y la ley no existían. Sonreí y comencé a caminar. Las calles estaban llenas de gente, algunos con pintas muy malas y mi intención no era meterme en problemas, no justo un rato después de desembarcar. A lo lejos vi una especie de taberna, era bastante normalita pero para pasar el rato me vendría bien. Empujé la puerta lentamente y me adentré en el local.
Estaba bastante lleno de gente, a veces tenía dificultad caminar pero al fin logré llegar hasta la barra. Una vez allí vi a un hombre gritar algo de carne de ciervo, me dejó un poco extrañada. Me giré hacia el tabernero - Me gustaría una copa del alcohol más fuerte que tengáis, por favor - le pedí amablemente, y en cuanto me la trajo comencé a beberla observando el ambiente.
Me desperecé y bostecé para volver quedarme tumbada encima de la cama mirando el techo. Era un día simple para mí, en el cual desde hacía varios meses tenía una calma relativa y ningún plan, vamos que sería un día aburrido sin nada que hacer. Los suspiros salían lentamente de mi boca. Me levanté de golpe y fui a vestirme, llevaba el pelo atado como de costumbre así que decidí soltarlo para que quedase suelto, después me puse unas mallas negras y un top acompañado de una cazadora de cuero. Estaba lista. Por último me miré en el espejo y toqué la cicatriz de mi ojo...
Cogí la katana roja que había estado mirando antes y la acomodé al cinturón para sujetarla. Salí hacia la cubierta y allí di un salto para bajar a tierra. La isla que se presentaba ante mí no era ni más ni menos Jaya, en donde el orden y la ley no existían. Sonreí y comencé a caminar. Las calles estaban llenas de gente, algunos con pintas muy malas y mi intención no era meterme en problemas, no justo un rato después de desembarcar. A lo lejos vi una especie de taberna, era bastante normalita pero para pasar el rato me vendría bien. Empujé la puerta lentamente y me adentré en el local.
Estaba bastante lleno de gente, a veces tenía dificultad caminar pero al fin logré llegar hasta la barra. Una vez allí vi a un hombre gritar algo de carne de ciervo, me dejó un poco extrañada. Me giré hacia el tabernero - Me gustaría una copa del alcohol más fuerte que tengáis, por favor - le pedí amablemente, y en cuanto me la trajo comencé a beberla observando el ambiente.
Shiki Fiamma
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Akuma no mi
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Cinco. Malditas. Horas. Eso era lo que llevaba esperando, sentada en uno de taburetes -incómodos y medio rotos, que no se me olvide decir- de aquella taberna mugrienta de Jaya. Me habían encomendado una misión en la que debía recoger una información de un espía de la Cipher Pol y volver de inmediato a la base. La cosa era, ¿se habían equivocado de isla? ¿Me había equivocado yo? A lo mejor lo único que querían era alejarme del cuartel para prepararme una fiesta de cumpleaños.
- Hijos de puta. Les ahogaré en sus propias lágrimas como me hayan hecho hacer un viaje de dos días para nada. -comenté conmigo misma; el barman me miró de manera extraña, el resto del bar simplemente siguió lanzándome piropos como buenamente podían, y aunque mis ganas de arrearles una hostia en medio de la cara eran impresionantes, intenté calmarme y respirar profundamente.
Pocos minutos después de aquella pseudo-conversación conmigo misma empezaron a entrar perosnas bastante pintorescas, y no solo por su forma de vestir -aunque no era la más apropiada para decir eso con mi vestido de estilo oriental chino y mis protecciones de brazos y piernas-, sino por su forma de actuar. El primero me hizo bastante gracia, actuando casi como un niño; no pude evitar esbozar una leve sonrisa en mi rostro. El segundo apareció con un ciervo en las manos vendiéndolo como si fuera lo más normal del mundo; no pude evitarlo y solté una pequeña carcajada.
Tras eso una mujer pelirroja con un aspecto bastante misterioso y un joven con un camaleón al hombro. Aunque la chica me sonaba y, hasta cierto punto, quise levantarme y conversar con ella, aparte de que su halo de misterio me echó para atrás, el otro chico me interesó más. Y no por su aspecto, aunque era bastante mono, sino por lo que había pedido.
- Póngame otro a mí, y éstos van de mi cuenta. -comenté echándole un vistazo al chaval, que se había sentado de casualidad a mi lado.
Pero no podía soportar la risa de los de atrás. Me levanté malhumorada y les lancé una mirada de odio a todos los estúpidos que estaban riéndose. Si no tenían vida y tenían que meterse con los demás no era culpa mía, así que o se callaban o se iban a encontrar con mi pié empotrado en su cara. Y no me olvidé de recordárselo.
- ¿Algún problema? Si queréis reíros venid aquí que de la hostia que os voy a meter a cada uno sí que os vais a reir un rato. Aunque si queréis puedo ir yo personalmente y reventaros la cara a palos, gilipollas.
¿Que seguramente la había cagado? Puede. ¿Que probablemente se iban a cabrear y a intentar darme una paliza? Lo más seguro. Pero, ¿y lo a gusto que me quedé yo al soltárselo? Eso no podía equipararse a nada.
- Hijos de puta. Les ahogaré en sus propias lágrimas como me hayan hecho hacer un viaje de dos días para nada. -comenté conmigo misma; el barman me miró de manera extraña, el resto del bar simplemente siguió lanzándome piropos como buenamente podían, y aunque mis ganas de arrearles una hostia en medio de la cara eran impresionantes, intenté calmarme y respirar profundamente.
Pocos minutos después de aquella pseudo-conversación conmigo misma empezaron a entrar perosnas bastante pintorescas, y no solo por su forma de vestir -aunque no era la más apropiada para decir eso con mi vestido de estilo oriental chino y mis protecciones de brazos y piernas-, sino por su forma de actuar. El primero me hizo bastante gracia, actuando casi como un niño; no pude evitar esbozar una leve sonrisa en mi rostro. El segundo apareció con un ciervo en las manos vendiéndolo como si fuera lo más normal del mundo; no pude evitarlo y solté una pequeña carcajada.
Tras eso una mujer pelirroja con un aspecto bastante misterioso y un joven con un camaleón al hombro. Aunque la chica me sonaba y, hasta cierto punto, quise levantarme y conversar con ella, aparte de que su halo de misterio me echó para atrás, el otro chico me interesó más. Y no por su aspecto, aunque era bastante mono, sino por lo que había pedido.
- Póngame otro a mí, y éstos van de mi cuenta. -comenté echándole un vistazo al chaval, que se había sentado de casualidad a mi lado.
Pero no podía soportar la risa de los de atrás. Me levanté malhumorada y les lancé una mirada de odio a todos los estúpidos que estaban riéndose. Si no tenían vida y tenían que meterse con los demás no era culpa mía, así que o se callaban o se iban a encontrar con mi pié empotrado en su cara. Y no me olvidé de recordárselo.
- ¿Algún problema? Si queréis reíros venid aquí que de la hostia que os voy a meter a cada uno sí que os vais a reir un rato. Aunque si queréis puedo ir yo personalmente y reventaros la cara a palos, gilipollas.
¿Que seguramente la había cagado? Puede. ¿Que probablemente se iban a cabrear y a intentar darme una paliza? Lo más seguro. Pero, ¿y lo a gusto que me quedé yo al soltárselo? Eso no podía equipararse a nada.
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La taberna empezaba a llenarse a medida que la botella de Yanni se vaciaba entre la sonrisa de este, como un niño disfrutando de su caramelo.
El incremento de gente era una buena noticia, porque le facilitaba el encontrar a alguien quien compartiera destino y no le importase llevarle, pero también mala, porque eso incrementaba las probabilidades de que se iniciara una reyerta. Yanni observaba tranquilo quien podría ser... el vendedor de carne, la panda de borrachos de la esquina... la pelirroja con una cicatriz en el ojo que decía a gritos "si quieres pelea, reza por poder levantarte luego" o.... de repente, un grito corto de raíz los pensamientos de nuestro pelilargo castaño favorito - ¿Algún problema? Si queréis reíros venid aquí que de la hostia que os voy a meter a cada uno sí que os vais a reir un rato. Aunque si queréis puedo ir yo personalmente y reventaros la cara a palos, gilipollas. -e En un momento se giro para ver a la chica que tenia semejante carácter
Yanni sonrió divertido, convencido de que esto no era ni mas ni menos, que la campana que iniciaba la revuelta del bar. El tío mas grande del grupo de borrachos se levanto, y empezó a lanzar improperios acercándose desde una esquina del bar, a la barra donde se encontraba nuestra amiga con carácter. Pero por el camino, alguien se le puso en medio con su habitual sonrisa de nene bueno
-Venga venga grandullón - se paro en frente, el tío le sacaba dos cabezas y medio cuerpo, pero para cualquiera con un poco de buen ojo, saltaba a la vista que no era alguien con muchas luces, esa clase de persona que se vale de su fuerza y aspecto para imponerse a los demás - ¿No te han dicho nunca que es de mala educación interponerse cuando alguien esta cazando? Si la dama ha elegido a ese tío en vez de a ti, aprendes a ser mas agradable bebe charcos - al terminar la frase le sonrió, con una curiosa mezcla de inocencia y provocación. La respuesta del grandullón no se hizo de rogar, y con fuerza y la poca agilidad que disponía lanzo un puñetazo al entrometido de su camino, que ya esperaba esa reacción ante la provocación, lo que le ayudo a esquivar el golpe de manera rápida, ganandose el lateral desprotegido del grandullón. La pelea acabo rápido, con el sonoro crack de la botella de hidromiel casi terminada en la cabeza del grandullón y el sonoro ruido de su cuerpo contra el suelo, siendo derrotado de un KO que no esperaba de alguien mas pequeño que el - ¿Ves? así solo consigues crear una situación incomoda
Los compañeros del borracho no tardaron en poner el grito del cielo, y los 5 se levantaron furiosos, con ganas de pelea - Se acabo la tontería, si pensáis salir enteros de aquí, ya os podéis vaciar los bolsillos
El incremento de gente era una buena noticia, porque le facilitaba el encontrar a alguien quien compartiera destino y no le importase llevarle, pero también mala, porque eso incrementaba las probabilidades de que se iniciara una reyerta. Yanni observaba tranquilo quien podría ser... el vendedor de carne, la panda de borrachos de la esquina... la pelirroja con una cicatriz en el ojo que decía a gritos "si quieres pelea, reza por poder levantarte luego" o.... de repente, un grito corto de raíz los pensamientos de nuestro pelilargo castaño favorito - ¿Algún problema? Si queréis reíros venid aquí que de la hostia que os voy a meter a cada uno sí que os vais a reir un rato. Aunque si queréis puedo ir yo personalmente y reventaros la cara a palos, gilipollas. -e En un momento se giro para ver a la chica que tenia semejante carácter
Yanni sonrió divertido, convencido de que esto no era ni mas ni menos, que la campana que iniciaba la revuelta del bar. El tío mas grande del grupo de borrachos se levanto, y empezó a lanzar improperios acercándose desde una esquina del bar, a la barra donde se encontraba nuestra amiga con carácter. Pero por el camino, alguien se le puso en medio con su habitual sonrisa de nene bueno
-Venga venga grandullón - se paro en frente, el tío le sacaba dos cabezas y medio cuerpo, pero para cualquiera con un poco de buen ojo, saltaba a la vista que no era alguien con muchas luces, esa clase de persona que se vale de su fuerza y aspecto para imponerse a los demás - ¿No te han dicho nunca que es de mala educación interponerse cuando alguien esta cazando? Si la dama ha elegido a ese tío en vez de a ti, aprendes a ser mas agradable bebe charcos - al terminar la frase le sonrió, con una curiosa mezcla de inocencia y provocación. La respuesta del grandullón no se hizo de rogar, y con fuerza y la poca agilidad que disponía lanzo un puñetazo al entrometido de su camino, que ya esperaba esa reacción ante la provocación, lo que le ayudo a esquivar el golpe de manera rápida, ganandose el lateral desprotegido del grandullón. La pelea acabo rápido, con el sonoro crack de la botella de hidromiel casi terminada en la cabeza del grandullón y el sonoro ruido de su cuerpo contra el suelo, siendo derrotado de un KO que no esperaba de alguien mas pequeño que el - ¿Ves? así solo consigues crear una situación incomoda
Los compañeros del borracho no tardaron en poner el grito del cielo, y los 5 se levantaron furiosos, con ganas de pelea - Se acabo la tontería, si pensáis salir enteros de aquí, ya os podéis vaciar los bolsillos
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Poco a poco, la taberna se fue llenando de gente, cada cual más raro que el anterior. En primer lugar, un tío me apartó de su camino empujándome. En segundo lugar, había una pelirroja que no paraba de gritar. Parecía que iba a haber pela, cuando de pronto otra muchacha exclamó:
- ¿Algún problema? Si queréis reíros venid aquí que de la hostia que os voy a meter a cada uno sí que os vais a reír un rato. Aunque si queréis puedo ir yo personalmente y reventaros la cara a palos, gilipollas-Eso fue lo gota que colmó el vaso. De repente, todos los borrachos del bar se levantaron para darle una paliza a la chica. A mí, sinceramente, me daba igual, pues no la conocía de nada, pero de pronto, sin previo aviso, un borracho cercano a mí pisó mi venado al intentar ir a la pelea. Nada más darme cuenta de ello le cogí del cuello y le empotré contra la pared más cercana.
-¡Cómo te metas con mi venado te metes conmigo! ¡Pavo!- Tras decirle esto, le di un puñetazo en la cara que le hizo caerse al suelo. “Así aprenderá a no meterse con los ciervos” Pensé mientras miraba a mi venado, buscando alguna zona que todavía se pudiera vender. No obstante, todo el animal había sido pisoteado. Aun en el suelo, me di cuenta de que los amigos del borracho que acababa de dejar tirado se estaban levantando.
-Lo siento ciervo, me vengaré- Tras susurrarle esto al animal muerto, le cogí de las patas, y sin dar señal de ello, rápidamente me levanté para darles una paliza con el cadáver del animal.
Tendríais que habernos visto, ciervo y yo unidos en combate como uno solo, habríamos parecido hermanos perfectamente sincronizados de no ser porque el animal estaba muerto y porque lo estaba controlando yo. De todas formas no había quien nos parase. Al que se acercaba, pezuñazo en la cara, y al que se alejara, embestida en el estómago. Fue muy divertido mientras duró. Sin embargo, la pelea se complicó cuando el borracho al que había vencido antes se levantó sin darme yo cuenta, y me cogió del cuello por la espalda, intentando asfixiarme con una gran fuerza.
No podía respirar, y tampoco podía pensar con claridad. Solté al ciervo, perdía las fuerzas, no podía resistirme. De pronto, se me ocurrió una idea. Me transformé en mi forma híbrida, y con los dientes de Megantereon, le mordí la mano.
- ¿Algún problema? Si queréis reíros venid aquí que de la hostia que os voy a meter a cada uno sí que os vais a reír un rato. Aunque si queréis puedo ir yo personalmente y reventaros la cara a palos, gilipollas-Eso fue lo gota que colmó el vaso. De repente, todos los borrachos del bar se levantaron para darle una paliza a la chica. A mí, sinceramente, me daba igual, pues no la conocía de nada, pero de pronto, sin previo aviso, un borracho cercano a mí pisó mi venado al intentar ir a la pelea. Nada más darme cuenta de ello le cogí del cuello y le empotré contra la pared más cercana.
-¡Cómo te metas con mi venado te metes conmigo! ¡Pavo!- Tras decirle esto, le di un puñetazo en la cara que le hizo caerse al suelo. “Así aprenderá a no meterse con los ciervos” Pensé mientras miraba a mi venado, buscando alguna zona que todavía se pudiera vender. No obstante, todo el animal había sido pisoteado. Aun en el suelo, me di cuenta de que los amigos del borracho que acababa de dejar tirado se estaban levantando.
-Lo siento ciervo, me vengaré- Tras susurrarle esto al animal muerto, le cogí de las patas, y sin dar señal de ello, rápidamente me levanté para darles una paliza con el cadáver del animal.
Tendríais que habernos visto, ciervo y yo unidos en combate como uno solo, habríamos parecido hermanos perfectamente sincronizados de no ser porque el animal estaba muerto y porque lo estaba controlando yo. De todas formas no había quien nos parase. Al que se acercaba, pezuñazo en la cara, y al que se alejara, embestida en el estómago. Fue muy divertido mientras duró. Sin embargo, la pelea se complicó cuando el borracho al que había vencido antes se levantó sin darme yo cuenta, y me cogió del cuello por la espalda, intentando asfixiarme con una gran fuerza.
No podía respirar, y tampoco podía pensar con claridad. Solté al ciervo, perdía las fuerzas, no podía resistirme. De pronto, se me ocurrió una idea. Me transformé en mi forma híbrida, y con los dientes de Megantereon, le mordí la mano.
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Byakuro ignoró las risas, no le apetecía pelear otra vez. Solo quería tomarse su maldito zumo en paz. Que, por cierto, estaba delicioso. Dio un sorbo a su vaso tranquilamente, pero la chica a su lado se mosqueó por las risas y empezó a gritar a la mayoría de la gente del bar. Los piratas, faltos de comprensión, se levantaron de sus sillas uno tras otro para callarle la boca a golpes. Bueno, eso, no podía permitirlo. Iba a meterse en el medio de la trifulca que iba a comanzar, pero un amable hombre se puso en el medio y noqueó a uno de los piratas.
El resultado de aquello fue como soltar una bomba en un gallinero. Los tipos de la taberna empezaron a abalanzarse contra el héroe anónimo, y contra otro más. Byakuro no los conocía de nada, así que tampoco sentía la necesidad de hacer nada por ellos, pero aquel escándalo le estaba fastidiando el aperitivo, así que dejó su vaso en la barra y se giró lentamente en su taburete, justo para ver como un pirata saltaba sobre él para partirlo en dos con su espada. El ojo del chico vibró con furia, en un tono escarlata. En un movimiento veloz como el rayo, agarró su bastón tridente y lo interpuso en el ataque, deteniendo al pirata en el aire. La inercia del tipo casi lo derriba del taburete, pero hizo palanca sobre la barra del bar, y desvió el cuerpo del enorme hombre hacia un lado, rompiendo la barra. Hecho esto, observó la situación. Le pareció ver un par de rostros conocidos en medio de la fiesta. Observó el asiento de su derecha, antes vacío. Ahora había una persona allí sentada. Él mismo. Era como verse en un espejo. Su copia se metió en la camorra, y una vez en el centro del berenjenal, empezó a brillar con fuerza. Su cuerpo, blanco debido a la intensidad del fulgor, estalló en cientos de agujas diamantinas, que salieron disparadas en todas direcciones, llenando el local con una lluvia mortal de espinas que, al impactar en un objetivo, explotaban. Byakuro creó un pequeño muro protegiéndolos a él y a la chica que se había sentado a su lado y había iniciado la pelea. Sin más que hacer, se giró de nuevo y volvió a centrarse en su zumo. Tras él, el muro se deshizo, y un silencio inquietante lo llenaba todo. Al menos por ahora. Esperaba no haberse pasado.
- Imoto... -le dijo a la chica a su lado- no es buena idea empezar una pelea en un bar como este. La gente puede salir herida. -se llevó el vaso a la boca y dio un trago, sin inmutarse.
El resultado de aquello fue como soltar una bomba en un gallinero. Los tipos de la taberna empezaron a abalanzarse contra el héroe anónimo, y contra otro más. Byakuro no los conocía de nada, así que tampoco sentía la necesidad de hacer nada por ellos, pero aquel escándalo le estaba fastidiando el aperitivo, así que dejó su vaso en la barra y se giró lentamente en su taburete, justo para ver como un pirata saltaba sobre él para partirlo en dos con su espada. El ojo del chico vibró con furia, en un tono escarlata. En un movimiento veloz como el rayo, agarró su bastón tridente y lo interpuso en el ataque, deteniendo al pirata en el aire. La inercia del tipo casi lo derriba del taburete, pero hizo palanca sobre la barra del bar, y desvió el cuerpo del enorme hombre hacia un lado, rompiendo la barra. Hecho esto, observó la situación. Le pareció ver un par de rostros conocidos en medio de la fiesta. Observó el asiento de su derecha, antes vacío. Ahora había una persona allí sentada. Él mismo. Era como verse en un espejo. Su copia se metió en la camorra, y una vez en el centro del berenjenal, empezó a brillar con fuerza. Su cuerpo, blanco debido a la intensidad del fulgor, estalló en cientos de agujas diamantinas, que salieron disparadas en todas direcciones, llenando el local con una lluvia mortal de espinas que, al impactar en un objetivo, explotaban. Byakuro creó un pequeño muro protegiéndolos a él y a la chica que se había sentado a su lado y había iniciado la pelea. Sin más que hacer, se giró de nuevo y volvió a centrarse en su zumo. Tras él, el muro se deshizo, y un silencio inquietante lo llenaba todo. Al menos por ahora. Esperaba no haberse pasado.
- Imoto... -le dijo a la chica a su lado- no es buena idea empezar una pelea en un bar como este. La gente puede salir herida. -se llevó el vaso a la boca y dio un trago, sin inmutarse.
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Akuma no mi
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La calma había terminado. No había pasado ni ¿una media hora? cuando ya se había desarrollado una trifulca en medio de la taberna. Suspiré mirando mi bebida. La puse en la barra y me levanté del taburete acercándome hacia donde estaba el tumulto. El aspecto de la gente era un tanto... peculiar, quiero decir que no eran como ciudadanos normales y corrientes, no, hombres fornidos y con apariencias de violadores del bosque. No me gustaría encontrarme con alguno de ellos por la noche.
Un hombre alto y musculoso gritaba completamente enfadado, aquella mujer les había echo cabrear. Me llamó su atención bastante, aquel ímpetu me gustaba verlo en mujeres ya que así no dejaban paso a pensar sobre la debilidad de ellas.
Unos hombres se pusieron delante de mí, apestaban a alcohol y además estaban muy enfadados, estrujaban objetos como si fueran simples papeles. Les miré de arriba abajo sin inmutarme y me transformé completamente en un tigre negro, un pelín... grande. Me avalancé sobre algunos y a otros les di con una pata para arrojarlos contra la pared. Estarían un buen pedazo inconscientes, si es que despertaban... claro.
Cuando vi que estaba comenzando a haber en el centro de la taberna una pequeña luz blanquecina creé una cúpula de hielo a mi alrededor para que no pudiese pasarme nada. Pasado todo eso volví a mi forma completa y me acerqué a donde estaba la chica de antes, que a su lado se encontraba cierta persona llamada Byakuro con el que había tenido cierto encuentro antes y al encontrarme con el le sonreí. -¡Me ha encantado como les gritaste! ¡Eres mi ídolo solo por eso!- dije sonriendo hacia la mujer.
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Respiré profundamente mientras apretaba mis puños preparándome para darle el primer puñetazo en la cara a alguien, pero por desgracia no fui la primera en usar las manos. El pelilargo que me había llamado la atención por su actitud jovial, casi de niño pequeño, se había interpuesto en el camino del borracho y tras una charla poco fructuosa le dejó inconsciente con una botella de cristal, hidromiel creo que lo llamó, en un instante.
Mientras tanto en la puerta el chico con el ciervo también estaba empezando a dar mandanga de la buena, usándolo como arma de un lado para otro, coz aquí chuletazo allá. Fue bastante cómico de ver. Y luego otro espectáculo, una usuaria zoan; la misteriosa pelirroja ocultaba dentro un felino salvaje, casi literalmente.
Pero ahí estaba yo, que por mucho que me hubiera gustado impulsarme desde la barra y hacerle al primero que pillara una llave mortal rusa, las ganas se me fueron cuando por el rabillo del ojo vi al pelimorado tan tranquilo, relajado, como si nada de lo que estaba pasando estuviera pasando de verdad. Se dibujó una sonrisa tonta en mi rostro y mientras suspiraba de resignación me volví a sentar y le di un sorbo al zumo. Para la bazofia de sitio en el que estábamos, estaba realmente delicioso.
Pero aún seguía observando la acción. Más exactamente la del chico de pelo violáceo. ¿Clon con agujas explosivas? ¿Ilusión? No, las agujas eran reales y explotaron de verdad. Miré de reojo y antes de que desapareciera vi una especie de escudo que me había protegido de las agujas.
- Gracias. -dije tras volver a darle un sorbo al zumo- E impresionante. Te preguntaría cómo lo has hecho, pero dudo que me lo dijeras así como así. -me reí levemente mientras veía a la pelirroja, de nuevo en su forma humana, acercarse. Escuché lo que me dijo y mi sonrisa se hizo incluso más grande.- ¡Aquí el ídolo eres tú! Yo simplemente les dije la verdad, tú eres la que ha demostrado una fiereza increíble. Además, me gusta tu estilo
Su voz dulce y cálida me hizo abrirme incluso más rápido de lo normal. No les conocía de nada, pero algo dentro de mí me decía que tenía que hacerlo.
Levanté mi vaso de zumo, que ya estaba a poco más de la mitad, y casi a gritos pero con una dulzura solo propia de mí comencé a hablar.
- ¡Por un buen día! -dije, con la esperanza de que alguien brindara conmigo.- ¡Y esta ronda corre de mi parte! -tras eso miré al pelimorado y le susurré al oído: Si quieres, a ti te invito a otro zumo.
Reí para luego terminarme mi zumo de un último sorbo.
Mientras tanto en la puerta el chico con el ciervo también estaba empezando a dar mandanga de la buena, usándolo como arma de un lado para otro, coz aquí chuletazo allá. Fue bastante cómico de ver. Y luego otro espectáculo, una usuaria zoan; la misteriosa pelirroja ocultaba dentro un felino salvaje, casi literalmente.
Pero ahí estaba yo, que por mucho que me hubiera gustado impulsarme desde la barra y hacerle al primero que pillara una llave mortal rusa, las ganas se me fueron cuando por el rabillo del ojo vi al pelimorado tan tranquilo, relajado, como si nada de lo que estaba pasando estuviera pasando de verdad. Se dibujó una sonrisa tonta en mi rostro y mientras suspiraba de resignación me volví a sentar y le di un sorbo al zumo. Para la bazofia de sitio en el que estábamos, estaba realmente delicioso.
Pero aún seguía observando la acción. Más exactamente la del chico de pelo violáceo. ¿Clon con agujas explosivas? ¿Ilusión? No, las agujas eran reales y explotaron de verdad. Miré de reojo y antes de que desapareciera vi una especie de escudo que me había protegido de las agujas.
- Gracias. -dije tras volver a darle un sorbo al zumo- E impresionante. Te preguntaría cómo lo has hecho, pero dudo que me lo dijeras así como así. -me reí levemente mientras veía a la pelirroja, de nuevo en su forma humana, acercarse. Escuché lo que me dijo y mi sonrisa se hizo incluso más grande.- ¡Aquí el ídolo eres tú! Yo simplemente les dije la verdad, tú eres la que ha demostrado una fiereza increíble. Además, me gusta tu estilo
Su voz dulce y cálida me hizo abrirme incluso más rápido de lo normal. No les conocía de nada, pero algo dentro de mí me decía que tenía que hacerlo.
Levanté mi vaso de zumo, que ya estaba a poco más de la mitad, y casi a gritos pero con una dulzura solo propia de mí comencé a hablar.
- ¡Por un buen día! -dije, con la esperanza de que alguien brindara conmigo.- ¡Y esta ronda corre de mi parte! -tras eso miré al pelimorado y le susurré al oído: Si quieres, a ti te invito a otro zumo.
Reí para luego terminarme mi zumo de un último sorbo.
Byakuro Kyoya
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- OFF:
- Dado que Yannih no aparece, vamos a ir posteando los demás...
Bien, aquello había acabado rápido. Byakuro se giró hacia la chica, agradeciendo el gesto de la invitación al zumito. Luego se fijó en Rose, a su lado, y sonrió con picardía:
- Oh, Rose-chan. No te veía desde... nuestro encuentro en la nieve. -su sonrisa se ensanchó. Había sido inolvidable-. ¿No te habrás olvidado, verdad?
Tras eso, se giró de nuevo hacia el camarero y le pidió otro zumo. Estaban bastante ricos, para ser una taberna de mala muerte como eran todas las de aquel lugar. Así que cuando el segundo zumo llegó, dio buena cuenta de él de un par de tragos. Observó a la chica a su lado y a Rose. Parecían haber hecho buenas migas. Tal vez... Byakuro empezó a plantearse si Rose podría formar parte del proyecto que tenía entre manos. Y aquella desconocida también podía formar parte, le había regalado una consumición de zumito. Y a dos. Klaus gruñó a Rose y a la joven, como solía hacer siempre.
- Oh, este es Klaus... tú ya lo conoces, Rose. Y tú... -miró a su benefactora-. Encantado, me llamo Byakuro. -sonrió ampliamente a la desconocida. Si le caía bien a Rose, no podía ser mala persona.
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Aquella chica me había caído realmente bien. Sobre todo por su comportamiento. Y además nos había invitado a una ronda. Me acerqué a pedirle un zumo al tabernero, que todavía seguía un poco impactado por lo sucedido y este me lo dio. En cuanto lo cogí me puse al lado de Byakuro y brindé junto a la chica. -Si, ha pasado bastante tiempo desde aquel encuentro... Y no, no me he olvidado-Le respondí sonriendo a la pregunta que me había hecho. Tampoco pude evitar fijarme en Klaus, parecía seguir como siempre.
-¿Y cual es tu nombre?-Le pregunté a la chica con curiosidad, pues ahora que ya había cogido confianza y conocía a uno me interesaba saber quien era ella. -Yo soy Rose- Mencioné después de que Byakuro se hubiese preguntado.
Observé a mi alrededor y la situación del lugar era un poco lamentable, la gente seguía inconsciente y herida por los suelos por el acto que se cometió aquí. Me quedé en silencio durante unos segundos y luego me dirigí hacia ellos dos. -¿Este lugar es un poco incómodo para hablar? ¿Vamos a uno más tranquilo?
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Sonreí mientras terminaba mi zumo de frutas, que a cada sorbo me parecía incluso más rico, y mientras escuchaba a la pelirroja, que se presentó más tarde como Rose, y al pelimorado, Byakuro; no dijeron mucho pero parecía que se conocían de otro lugar, y aunque hubiera parecido que había pasado algo horrible en su anterior encuentro, sus sonrisas casi pícaras me dijeron lo contrario.
- Encantada, Rose, Byakuro. Mi nombre es... -hice una pequeña pausa: ¿era prudente decirles mi nombre al poco tiempo de entrar en la marina? No, ciertamente. Lo mejor era empezar a usar el otro nombre a partir de ese momento.- Helena.
Me reí ante el último comentario de Rose y me levanté de golpe. Saqué un par de monedas de oro que había conseguido de mi última misión y las dejé en la barra.
- Sí, vayámonos, seguro que hay algún sitio más interesante en la isla. Y seguro que está más limpio. -miré al suelo y a todos los borrachos inconscientes, y desde el otro lado de la barra el barman me miró con cara de pocos amigos, como si le hubiera insultado o algo; gracias a dios que no estaba atenta y ni me fijé.
Salí con mi típica alegría del bar y ya fuera inspiré con fuerza, intentando respirar aire fresco. Un intento en vano.
- No sé si estábamos mejor dentro, ya ves tú, jajaja. -reí mientras veía el ambiente: caos por todos lados y en cada esquina una pelea distinta. Por lo menos nadie me reconocería como marine por ahí.- Bueno, ¿y qué os trae a vosotros por un lugar como este? No parecéis las típicas personas que vienen a darse de hostias... No por lo menos como los que hay por aquí.
Cerré los ojos con fuerza y estiré los brazos hacia arriba, a ver si me desperezaba de todas las horas que había estado ahí dentro.
- Encantada, Rose, Byakuro. Mi nombre es... -hice una pequeña pausa: ¿era prudente decirles mi nombre al poco tiempo de entrar en la marina? No, ciertamente. Lo mejor era empezar a usar el otro nombre a partir de ese momento.- Helena.
Me reí ante el último comentario de Rose y me levanté de golpe. Saqué un par de monedas de oro que había conseguido de mi última misión y las dejé en la barra.
- Sí, vayámonos, seguro que hay algún sitio más interesante en la isla. Y seguro que está más limpio. -miré al suelo y a todos los borrachos inconscientes, y desde el otro lado de la barra el barman me miró con cara de pocos amigos, como si le hubiera insultado o algo; gracias a dios que no estaba atenta y ni me fijé.
Salí con mi típica alegría del bar y ya fuera inspiré con fuerza, intentando respirar aire fresco. Un intento en vano.
- No sé si estábamos mejor dentro, ya ves tú, jajaja. -reí mientras veía el ambiente: caos por todos lados y en cada esquina una pelea distinta. Por lo menos nadie me reconocería como marine por ahí.- Bueno, ¿y qué os trae a vosotros por un lugar como este? No parecéis las típicas personas que vienen a darse de hostias... No por lo menos como los que hay por aquí.
Cerré los ojos con fuerza y estiré los brazos hacia arriba, a ver si me desperezaba de todas las horas que había estado ahí dentro.
Byakuro Kyoya
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Byakuro sonrió. Helena... era un nombre bonito. Le recordaba a una de las chicas que asistía a las lecciones de su tío cuando aún regentaba el dojo. Bastante guapa ella, él había estado colado durante un tiempo. Había sido la primera chica con la que había tenido una especie de lío amoroso. Sonrió al recordarlo. Él la quería mucho, pero lo acabó estropeando todo cuando se cerró el dojo, y no la volvió a ver.
- Así que Helena... me recuerda a alguien que conocí hace mucho tiempo. Su sempiterna sonrisa adquirió un cariz triste al pronunciar estas palabras.
Cuando las chicas salieron afuera, él las siguió en silencio. Jaya no ofrecía muchas actividades al aire libre que no tuvieran que ver con peleas, broncas o camorras. Pero tenía un par de playas preciosas. En una de ellas él mismo había llegado a establecer una íntima conexión con su imoto. Sonrió para sí mismo. Ante la pregunta de Helena... bueno, el viento lo había llevado allí, no tenía un motivo en especial, así que se encogió de hombros.
- Bien, ¿a dónde os apetece ir, Rose-chan, Helena-chan? -les posó una mano en el hombro a cada una, con total confianza. Klaus aprovechó para moverse por su brazo para acabar en el hombro y posteriormente la cabeza de Rose.
Se oyeron varios tiros en uno de los extremos de la calle. Líos de piratas. El cazador suspiró con cierta molestia, no era buena idea ir por aquel lado, por lo que solo les quedaba moverse en dirección contraria. Miró el cielo soleado sobre sus cabezas. Sí, tal vez la playa fuera una buena opción al fin y al cabo.
- Os propongo ir a la playa que hay cerca de aquí. -murmuró el chico-. Es un lugar chachi para pasar el día. -mientras lo decía, empezó a caminar con paso decidido en dirección a la playa, alejándose de los disparos.
- Así que Helena... me recuerda a alguien que conocí hace mucho tiempo. Su sempiterna sonrisa adquirió un cariz triste al pronunciar estas palabras.
Cuando las chicas salieron afuera, él las siguió en silencio. Jaya no ofrecía muchas actividades al aire libre que no tuvieran que ver con peleas, broncas o camorras. Pero tenía un par de playas preciosas. En una de ellas él mismo había llegado a establecer una íntima conexión con su imoto. Sonrió para sí mismo. Ante la pregunta de Helena... bueno, el viento lo había llevado allí, no tenía un motivo en especial, así que se encogió de hombros.
- Bien, ¿a dónde os apetece ir, Rose-chan, Helena-chan? -les posó una mano en el hombro a cada una, con total confianza. Klaus aprovechó para moverse por su brazo para acabar en el hombro y posteriormente la cabeza de Rose.
Se oyeron varios tiros en uno de los extremos de la calle. Líos de piratas. El cazador suspiró con cierta molestia, no era buena idea ir por aquel lado, por lo que solo les quedaba moverse en dirección contraria. Miró el cielo soleado sobre sus cabezas. Sí, tal vez la playa fuera una buena opción al fin y al cabo.
- Os propongo ir a la playa que hay cerca de aquí. -murmuró el chico-. Es un lugar chachi para pasar el día. -mientras lo decía, empezó a caminar con paso decidido en dirección a la playa, alejándose de los disparos.
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Helena era el nombre de aquella chica. Era bastante bonito. Terminé el zumo que había pedido, en cuanto lo terminé fui la primera en salir del local y respirar algo de aire fresco. Menos mal. Pensar en que podía quedarme allí un poco más de tiempo sería horrible. Al menos al aire libre se estaba mejor. Una vez fuera la chica nos hizo una pregunta. Me quedé un dubitativa al decirla porque en cierto modo mis intenciones de parar en este lugar no estaban escritos en mi agenda.
-Pues... yo solo vine porque me aburría, pero al menos encontrarme con vosotros ha mejorado un poco el día-. Respondí alegremente. Tras eso comenzamos a caminar y vi que Byakuro había pasado su brazo por mi hombro al igual que por el de Helena, y después, Klaus subía a mi cabeza. Me encantaba aquel pequeño camaleón. En cuanto el estaba ya completamente puesto en mi cabeza yo pasé mi brazo hasta su hombro también.
Por los alrededores se podían escuchar todo tipo de sonidos, tiros y gritos, debido a líos de ciudadanos o piratas que andaban siempre en busca de bronca, aunque en este lugar era normal. Era inevitable dar un paso sin poder meterte en algún lío. Finalmente llegamos a la playa de la que nos había hablado Byakuro. Me separé de él y agarré a Klaus con cuidado para dejarlo en el hombro de Byakuro. Di unos pasos hacia adelante y me senté en la arena. Allí miré el mar y recordé cuando todavía no tenía akuma y podía tocar el agua de mar. Una pena. -Tenías razón Byakuro, es una playa realmente bonita.
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Byakuro nos pasó las mano a ambas por los hombros mientras caminabas; todo un semental, sí señor. Sonreí divertida durante todo el trayecto observando al tan impasible camaleón, que parecía pasarselo bien subiendo y bajando del hombro de su amo posándose en el de Rose. Todo un espectáculo.
Tardamos poco más de diez minutos en llegar a la playa que había nombrado Byakuro y, ahí estábamos, a los pies de una hermosa cala de arena blanca y un precioso mar azul, todo hundido en un sol radiante. Pero lo más importante de todo era... AGUAAAAA.
Me solté del brazo del chico y corrí por la arena. A medio camino del agua levanté la mano izquierda hasta la altura de mi pecho y di un fuerte aireo a la nada. Al mismo tiempo que hacía eso todo mi conjunto azul, mi vestido de aspecto oriental, mis guanteletes, mis botas, todo, se desvaneció dejando tras de sí pétalos violetas, como si de una ilusión se tratara. En su lugar apareció un conjunto de playa azul de dos piezas.
- ¡BOOOMBAA!
Grité antes de pegar un fuerte salto para caer de golpe en el agua, agua que salpicó tanto que era probable que hubiera llegado hasta los otros dos; quizá de la emoción la había dominado de más y había llegado tan lejos.
- ¿Un bañito? Está deliciosa. -dije dando un par de largos lentamente.
Tardamos poco más de diez minutos en llegar a la playa que había nombrado Byakuro y, ahí estábamos, a los pies de una hermosa cala de arena blanca y un precioso mar azul, todo hundido en un sol radiante. Pero lo más importante de todo era... AGUAAAAA.
Me solté del brazo del chico y corrí por la arena. A medio camino del agua levanté la mano izquierda hasta la altura de mi pecho y di un fuerte aireo a la nada. Al mismo tiempo que hacía eso todo mi conjunto azul, mi vestido de aspecto oriental, mis guanteletes, mis botas, todo, se desvaneció dejando tras de sí pétalos violetas, como si de una ilusión se tratara. En su lugar apareció un conjunto de playa azul de dos piezas.
- ¡BOOOMBAA!
Grité antes de pegar un fuerte salto para caer de golpe en el agua, agua que salpicó tanto que era probable que hubiera llegado hasta los otros dos; quizá de la emoción la había dominado de más y había llegado tan lejos.
- ¿Un bañito? Está deliciosa. -dije dando un par de largos lentamente.
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Byakuro sonrió a Rose. Aquella playa le traía recuerdos. Recuerdos bonitos, recuerdos cálidos, recuerdos fogosos... Allí es donde había estado con Aki cuando había descubierto su enorme recompensa. Allí es donde había conocido a Yuzi Read. Allí era donde había visto atardecer aquel día que ahora quedaba tan lejano.
- Lo sé. Es una playa muy bonita -en ese momento, Helena se soltó de su brazo y echó a correr hacia el agua. Su ropa desapareció mágicamente, dejando solo un conjunto de baño de color azul. Muy bonito. Se lanzó con ímpetu al agua y les invitó a bañarse con ella-. No, gracias. El agua no me sienta del todo bien. -el cazador sonrió y se sentó en la arena.
Klaus empezó a corretear por la arena levantando sus diminutas patitas verdes. La verdad es que para él, la arena de la playa debía ser como una especie de parrilla gigante. Al menos, eso parecía, viendo como trataba de evitar quemarse las patas, lanzando arena por doquier al tiempo que correteaba.
- Vaya... que sed -Byakuro creó un vaso de bebida fresquita en su mano y le dio un sorbo-. Que agradable. -suspiró y observó a Rose y a Helena, contemplando lo que hacían. La verdad, no podía quejarse: la compañía era grata.
- Lo sé. Es una playa muy bonita -en ese momento, Helena se soltó de su brazo y echó a correr hacia el agua. Su ropa desapareció mágicamente, dejando solo un conjunto de baño de color azul. Muy bonito. Se lanzó con ímpetu al agua y les invitó a bañarse con ella-. No, gracias. El agua no me sienta del todo bien. -el cazador sonrió y se sentó en la arena.
Klaus empezó a corretear por la arena levantando sus diminutas patitas verdes. La verdad es que para él, la arena de la playa debía ser como una especie de parrilla gigante. Al menos, eso parecía, viendo como trataba de evitar quemarse las patas, lanzando arena por doquier al tiempo que correteaba.
- Vaya... que sed -Byakuro creó un vaso de bebida fresquita en su mano y le dio un sorbo-. Que agradable. -suspiró y observó a Rose y a Helena, contemplando lo que hacían. La verdad, no podía quejarse: la compañía era grata.
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Deslicé mi mano sobre la fina arena notando el suave tacto áspero a la vez que lo agarraba en un puño. Miré el cielo y luego a Helena viendo como se zambullía de lleno en el agua y las gotas nos alcanzaban. Recordé cuando todavía podía nadar y notar el agua rozarse con mi piel. Todo eso había cambiado, ahora con mi akuma ya no podía hacer nada de eso, en el fondo lo extrañaba pues era algo que me gustaba pero ahora se veía tornado por esto. Levanté un poco mi mano y la transformé en la garra de tigre negro, al cabo de unos segundos la volví a su forma natural. ¿Me arrepentiría de tener akuma?
-A mi tampoco... me sienta bien el agua- respondí a la pregunta de Helena sonriendo. Luego miré a Byakuro, todavía me acordaba de aquel encuentro en Karakuri, aquellos momentos de frío y calor. Me levanté y fui a sentarme hacia su lado. Allí miré como Helena seguía nadando. No esperaba que el día en el que me había levantado aburrida se hubiese convertido en algo divertido.
-¿Sabes? No esperaba encontrarme contigo por aquí, sobre todo en esta isla... Se ve que por tu mirada esta playa te trae buenos recuerdos ¿no es así? Seguro que nos has traído aquí solo por eso...-Le dije en tono burlesco mientras me reía. Después eché los brazos hacia atrás y estiré mis piernas para relajarme.
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