[Privado] El peor laberinto de la historia. [Ushi y Kiogre][Post-TS] {Miér 24 Dic 2014 - 4:07}

Una montaña en medio del mar, enorme y casi rascando las propias nubes. Era una montaña realmente alta, de unos cuatro kilómetros por lo menos, viendo que en ella, habían pequeños agujeros por los que la luz, agua y insectos podían pasar, a la vez que roedores. La montaña en realidad, era un laberinto enorme, del cual nadie que se adentraba, era capaz de salir con vida. Constaba de varias plantas y, no solo desde el nivel del mar hacia el cielo, sino que también habían plantas subterráneas. En aquella montaña, habitaban desde los insectos y animales más adorables hasta las bestias más feroces y peligrosas. Muchos contaban que en aquella torre habitaban seres mitológicos, como dragones que escupen fuego y unicornios oscuros, que lanzan conjuros capaces de transformar a las personas en enanos. Y, no solo esto, sino que a parte, muchos otros, decían que aquella montaña era dueña de una raza de humanos extinguida, los enanos con una gran fuerza que podrían dar problemas a un mismísimo gigante.

Una de las plantas de aquel lugar, era una pradera extensa, con árboles aquí y allá, roedores que caminaban de un lado a otro, viviendo entre los arbustos y insectos viajando de una flor a otra. No era oscura, es más, gracias a los agujeros de la montaña, entraban rayos de luz que iluminaban la pradera entera y dejaba crecer vegetación. La lluvia, viajaba desde el pico de la montaña y entraba por los huecos, regando toda la pradera. Por aquel lugar parecido a una cúpula montañosa, corría persiguiendo insectos un enano, o eso parecía. Era un niño, de apenas unos 50 centímetros de altura donde, la cabeza, ocupaba la mayoría de su cuerpo. Un enorme pelo afro y negro rodeaba su cabeza como una oveja y, por si fuera poco tenía dos cuernos dorados a cada lado, con un disfraz que cubría desde la planta de los pies hasta el cuello, de color blanco y manchas negras que recordaban a una baca y, en su trasero, una cola blanca.

El niño parecía feliz corriendo detrás de los insectos o intentando cazar a algún conejo para así, llevarse algo a la boca. Pero no todo era color de rosas, el pobre niño no sabía como había llegado allí y, por si fuera poco, mientras corría, tropezó con una piedra y calló al suelo de boca, haciéndose sangre en la nariz.

- ¡¡B-Buahh!! ¡Que daño, que daño! ¡¡¡Duuueleee~!!! - Gritaba el niño llorando.

Los berridos y llantos de aquel dulce niño de ojos esmeralda, inundaban la montaña entera, pudiendo despertar a las bestias más feroces de aquel lugar, ya que los llantos viajaban entre los agujeros y los pequeños huecos. Empezó a dar vueltas por el suelo mientras seguía llorando, no paraba a pesar de que la sangre había dejado de salir. Sin duda, ese niño estaba exagerando demasiado, pues aquel golpe no debía ser para tanto.

El pelirrojo se desplazaba a una velocidad normalita por aquel lugar, llevaba sus gafas de Sol como de costumbre, su enorme abrigo blanco le cubría hasta las rodillas y le daba calor. En su espalda podía verse su Jutte de acero, en sus pies unas botas y por dentro una camisa azulada con una corbata negra. Su portentoso bigote y su majestuosa perillas se movían un poco debido al viento que había en la zona. De repente el mafioso señaló aquella enorme montaña ascendente pegó un gritó mientras iba camino de la gloria.

- ¡Vamos José Luís! ¡Ya estamos llegando!

Kiogre montaba en un precioso cerdo rosado, el cual tenía unas gafas de Sol colocadas en los ojos y un lacito morado sobre el cuello. El animal hacía los típicos sonidos de “Oink Oink” de los marranos. El tipo le daba azotes leves para que el jodido animal caminara más rápido, pero no tenía ni idea de cómo iban a subir. De repente el animal pulsó un botón oculto con su pata superior derecha y unas escaleras mecánicas bajaron del enorme laberinto y pararon justo frente a ellos.

- Esto es obra Cristiano Rinaldo querido compañero, será mejor que subamos cuanto antes.

El cerdo asintió comenzando a subir mientras suspiraba, el maldito espía era pesado y el mamífero no podía tirar de su peso en aquellas escaleras. De repente el pelirrojo le acarició la cabeza al marrano y empezó a darle ánimos.

- Te diré una cosa José Luís. ¿Recuerdas que te dije que tu madre estaba en esa bonita isla en forma de laberinto? Pues te mentí, está muerta y se la comió el granjero Larson la pasada navidad…

Unas pequeñas Lágrimas comenzaron a caer del rostro del animal, el cual hacía pucheros mientras se frenaba y se tumbaba llorando en las escaleras. De repente unos lloriqueos más lejanos llegaron a los oídos del mafioso.

- Oh…

Mientras el niño lloraba sin parar, se escuchó un tremendo ruido que hizo vibrar la sala en la cual se encontraba. El niño dejó de llorar y empezó a temblar de miedo, aquel ruido asustó al chiquitín, aunque le ayudó a olvidarse del dolor. De repente, empezó a recoger piedras mientras se la metía en su cabeza. Las piedras, a medida que entraban en el pelo esponjoso y afro del pequeñín, se iban escondiendo. De pronto volvió a meter la mano en su cabeza y sacó un libro que parecía ser de artes marciales, alguna especie de guía.

El niño empezó a leer un par de lineas, tumbado en el suelo y mientras se hurgaba la nariz. De pronto se levantó y devolvió el libro a su cabeza, sacando un poco después, unas vendas. Estas, se las ató en la frente a modo de bandana y empezó a hacer gestos de combate al aire, golpeando con sus diminutos puños y pies, como si intentase asustar a algo o alguien. No paraba de golpear al aire mientras giraba sobre si mismo, mirando hacia todas partes.

- ¡No me atraparéis, malditos espíritus! ¡¡Soy experto en combate!! - Gritaba el niño mientras seguía golpeando el aire.

Giraba y giraba, mientras lanzaba golpes a diestro y siniestro pero, de pronto, su cuerpo empezó a girar a una velocidad fuerza de lo normal. El niño dejó de dar golpes y empezó a convertirse en una peonza viviente. Parecía una técnica ultra poderosa, hasta que el niño cayó de espaldas al suelo, con los ojos girando en el sitio, como si fuesen una espiral. El niño, de tanto girar, se había mareado y había acabado fuera de combate.

- N-No me... venceréis.... espíritus... - Decía el niño mareado y debilitado.

El pelirrojo decidió subir dándole unos cuantos azotes al marrano para que este caminara de una vez, nada más llegar a su destino, se encontró con un crío. Este estaba lanzando golpes al aire y parecía estar luchando con algo, de repente el enano cayó al suelo mareado por las piruetas como era normal. El mafioso observó al joven despacio para después mirar al animal a los ojos, las dos gafas de sol estaban frente a frente. Después de unos momentos de silencio, el hombre del Jutte sacó su arma y le pegó un golpe al animal en la cabeza tirándolo escaleras abajo por las que comenzó a rodar entre berridos.

- Sin vergüenza has dañado a ese niño mientras yo no miraba. No me esperaba esto de ti José Luís.

Una vez dijo aquello, guardó su arma en su espalda y caminó despacio hacia la posición dónde se encontraba el chaval mareado. Se agachó para ponerse más o menos a su altura y estiró su mano despacio hasta su cabeza para comprobar si tenía fiebre o algo por el estilo. Su voz volvió a salir de su boca, pero esta vez para comprobar el estado del pequeño, tal vez podría estar herido o algo por el estilo. Cosa que sin duda sería malo en un lugar como aquel pues no sabría lo que hacer.

- ¿Te encuentras bien amigo? Perdona al cerdo, es bastante majo cuando se le conoce.

Dijo sin que aquello tuviera nada que ver, después de unos momentos, una figura apareció donde ellos estaban. Se trataba de un hombre con una máscara de conejo rosa, vestía una sudadera blanca y unas zapatillas de cama. Este poseía en su mano derecha un cuchillo lleno de sangre y parecía estar algo pirado de la cabeza.

Mientras el niño estaba tirado en el suelo debido al mareo que había sufrido, un tipo extraño y pelirrojo con barba se acercó a él y se agachó, mientras con su mano comprobaba la temperatura de aquel chiquillo. Preguntó si se encontraba bien, al verlo tirado en el suelo y le dijo que el cerdo era bastante majo, cosa que el niño, aún un poco mareado, no entendía la situación. Estaba algo dudoso, tal vez aquel pelirrojo era un espíritu que había conseguido vencerle, el que había hecho aquel ruido extraño y que temblara el suelo.

- No me comas. ¡No sepo bien! - Decía el niño con un mal vocabulario.

Se levantó algo asustado y empezó a correr sin mirar adelante, ya que su mirada estaba fija en la de aquel hombre. De pronto, chocó con algo, con las piernas de alguien, y cayó al suelo. Empezó a acariciarse el culo ya que se hizo daño y miró con lo que había chocado. Era un hombre con máscara de conejo rosa, sudadera blanca y un cuchillo en su mano derecha, que estaba lleno de sangre. El niño se asustó, sus ojos se volvieron llorosos y sus piernas no reaccionaban debido al miedo, así que intentó escapar como pudo.

Pareció captar la atención de aquel hombre con máscara de conejo, así que se metió las manos en su cabello afro y empezó a lanzar piedras a aquel hombre, las que había guardado previamente. Empezó a correr hacia las escaleras que habían aparecido, pero estas se empezaron a cerrar y, cuando llegó, se habían cerrado por completo. Ushi estaba desconcertado y asustado, su miedo aumentaba significativamente, sobre todo al verse atrapado en aquel lugar, junto a dos tipos realmente extraños.

- P-Por favor... no me matéis. ¡No sepo nada de nada! ¡¡No valgo nada!! ¡¡¡Buah!!! *Sollozo* - Decía llorando el niño.

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