Descubriendo una isla de ensueño: el comienzo de un plan maestro

Byakuro vio la isla a lo lejos. Estaba cansado de volar y no ver más que agua y más agua. Aquel lugar le serviría para satisfacer su curiosidad. Dejó caer el cubo de ramen que llevaba en las manos, que empezó a caer, derramando su contenido y siguió volando hacia el horizonte, donde una serie de picos escarpados se dibujaban, anunciando la proximidad de tierra. Estaba a unos cincuenta metros de altura, para evitar posibles bestias marinas, e iba observando su entorno, por si vaía algo interesante... pero el último rastro de civilización, o incluso de vida humana había quedado atrás hacía unas horas.

Suspirando, empezó a planear, descendiendo para llegar a la costa de la isla. Su sorpresa fue mayúscula al no ver playas, ni tan siquiera pequeñas calas en la costa, que parecía ser directamente la falda de una rocosa montaña. Empezó a sobrevolar el lugar, buscando algún lugar donde aterrizar y poder descansar un rato, cuando lo vio. Una pequeña ensenada, apenas grande como para resguardar un par de barcos pequeños. Y un tortuoso sendero que serpenteaba colina arriba, hacia los picos de las montañas. Byakuro siguió la ruta con la vista. Se perdía entre los salientes más elevados. Cogió impulso y empezó a ascender hacia la zona alta. Klaus se aferraba aterrado a su ropa.

El cazador vio un pequeño desfiladero por el que transcurría el camino, así que descendió sobre él y se posó en tierra. Sus alas desaparecieron por completo, sin dejar rastro de su existencia, y Klaus aflojó ligeramente la presa con sus diminutas garras reptilianas.

- Vamos a ver qué encontramos, colega. -dijo el pelimorado, animado ante la expectativa de una nueva aventura.

Un tipo apareció frente a él. Al principio no lo reconoció, pero acabó por identificar aquel pelo verde. Observó las manos del hombre, buscando una seña de identidad. Y la encontró. En la mano izquierda faltaba uno de sus dedos. Volvió a mirarlo a la cara, y torció su boca en una mueca, a la vez que entrecerraba los ojos ligeramente.

- Vaya... no esperaba que me encontrases, Mido-kun. Parece que al final saliste de aquel cuartelucho -Byakuro se cruzó de brazos-. Tal vez no seas tan inútil como pensaba. Mi nombre es Byakuro Kyoya... y creo que ya conoces a mi amigo -señaló a su camaleón en el hombre-. Si has venido, supongo que buscas vengarte.

El cazador empezó a caminar hasta ponerse a la altura del pirata. Si quería luchar, allí estaba él, dispuesto a lo que fuera. Se colocó en una postura relajada, preparado para pelear, y con el haki de visión activo. Mientras aquel hombre no le demostrara que merecía un poco de su respeto, para él era poco más que basura.

Byakuro sonrió. Aquella vez el chico del pelo verde parecía dispuesto a pelear. El cazador dejó a Klaus en el suelo, mientras su oponente adquiría una pose extraña, semiencorvado. Su cuerpo empezó a emitir nubes de vapor, y sus ojos relampaguearon con un fulgor verde. Byakuro sonrió, y su ojo derecho adquirió un brillo similar al de Midorima, pero con un tono rojo como la sangre.

- Creo que es justo que lo intentes... -sonrió el pelimorado-. Pero no te lo voy a poner fácil. Si te corto el otro dedo... ¿te dolerá mucho? -el cazador lo miró con una sonrisa infantil.

El chico de pelo verde empezó a moverse, oscilando de un lado a otro, mientras se acercaba a una velocidad cada vez mayor. Parecía una sombra moviéndose de izquierda a derecha. Byakuro vio lo que planeaba. Una patada dirigida a su pecho. Un golpe peligroso si conseguía impactar de lleno. Así que, cuando el pirata apareció a su lado, y empezó a mover la pierna hacia él a toda velocidad, interpuso ambas manos, soltando su bastón en el proceso, y tratando de agarrar el pie del tipo de pelo verde. La patada le dio de lleno en el pecho, aunque algo amortiguada por las manos del chico y por el haki armadura, pero aún así el golpe había sido bastante duro. Byakuro notó un dolor intenso. Posiblemente le dolería durante varios días, y le quedaría un cardenal considerable. Sin embargo, ahora tenía el pie de su oponente entre las manos, y rápidamente lo aprisionó contra su pecho. Mientras lo hacía, un par de enormes osos negros aparecieron a ambos lados de él, y trataron de golpear al pirata en el pecho con sus garras. Byakuro, al mismo tiempo, giró los brazos, tratando de retorcer e incluso lesionar la rodilla del pirata, provocando un esguince. Tras el ataque, los osos se alejaron y salieron corriendo, camino abajo.

Arte luxatorio: Giro de 120º + Ataque de dos osos [AIF]

Byakuro no soltó a Midorima. Mientras lo tuviera agarrado del pie, el pirata apenas podría pelear, y eso le compensaba. Si el pirata caía al suelo por el retorcimiento de la pierna, el cazador le pondría un pie encima, a la altura del pecho.

Byakuro trató de retorcerle la pierna al pirata, pero este no pareció verse tan afectado como esperaba. No oyó crujidos ni gritos de dolor. Lo impresionó, sin duda. El pirata peliverde estaba tirado frente a él, y quedó quierto durante unos instantes que el cazador aprovechó para crear un par de cadenas de hierro alrededor de las piernas de Midorima. que se le enrollaron. El pirata trató de darle una serie de patadas. Él las vio venir: cuatro en total. Antes de que el primero de los golpes llegara, el cazador saltó hacia atrás, dejando caer las piernas del pirata al suelo, con un sonido metálico debido a las cadenas.

- Vaya, no está mal. Tienes resistencia, por lo que se ve. -sonrió el cazador-. Dime... ¿qué tal se te da el calor? -al tiempo que decía esto, las cadenas empezaron a echar humo y a calentarse hasta ponerse al rojo vivo. Si el pirata no lograba quitárselas, le quemarían las piernas dejándole marcas muy desagradables.

Blazing Chain [AF]

El cazador se dirigió a una roca, a un lado del camino, y se apoyó en ella, observando la escena. Dejó su haki visión listo por si el otro intentaba un contraataque sorpresivo, y suspiró. Mientras tanto, metió la mano en el interior de su bolsa de trastos útiles y sacó un par de conchas, del tamaño de la palma de su mano, de color rosado. Eran diales.

- Bien, Klaus. Veamos cómo se libera. -el camaleón soltó un ligero gruñido.

Byakuro vio como el peliverde trataba de librarse de la dolorosa prisión en la que lo había metido. Jugueteaba con las dos conchas en sus manos pasándolas de una a la otra. Vio por el rabillo del ojo como Midorima se liberaba tras varios intentos, y le sonrió con afabilidad:

- Muy bien, Mido-chan. Has logrado liberarte de mis cadenas -soltó una leve carcajada de suficiencia-. ¿Con qué nuevo ataque me vas a sorprender ahora? -su actitud pasó de la pasividad al interés cuando vio a Midorima dejando de echar vapor. Sin dejar de activar el haki, Byakuro observó como el pirata se volvía borroso por la velocidad a la que se movía. Con sus reflejos sobrehumanos podía seguir su trazada a la perfección, aunque le costaba un poco cuando Midorima hacía giros bruscos, y además no le apetecía forzar el cuello. Lo vio venir antes de que ocurriera. Un puñetazo al pecho. Era un golpe simple, pero sin duda, eficaz por la inercia y el haki armadura que lo acompañaba. Pese a que con su velocidad podía evadirlo, el cazador decidió no esquivarlo para comprobar la fuerza de Midorima. La fuerza con la que había escapado de la prisión. Sin embargo, no iba a quedarse desprotegido. Endureció su zona pectoral con el haki armadura, y sabiendo que posiblemente aquelllo no sería bastante, creó una fina capa de acero frente a él, como una pared. El puño llegó rápido como la centella, golpeando la pared y atravesándola, aunque con una potencia mínima en comparación con el ataque inicial. Recibió el golpe en el centro del pecho, pero el poder reducido del ataque y el haki armadura del cazador evitaron males mayores. Eso sí, la plancha de acero quedó destrozada, y de no ser por el haki de Midorima, posiblemente se habría roto un par de huesos... o toda la mano y el brazo.

- Hey, buen golpe -dijo el cazador. El brazo del pirata estaba atravesando la plancha. Tal vez se hubiera quedado atrapado. Si eso era cierto, tendría problemas para moverse-. Podría cortarte otro dedo ahora, pero no voy a hacerlo. -el cazador no se movió del sitio-. No me apetece seguir peleando contigo. No quiero romperte aquí, que no hay nadie que pueda tratarte. Además, Klaus ya te ha perdonado -el camaleón soltó un gruñido-. ¿Ves? ¿Qué te parece si exploramos esta isla juntos y peleamos en otra ocasión? -Byakuro sonrió y la placa de acero desapareció al instante.

El cazador se enderezó y guardó las conchas en la bolsa. Tras recogerla y hacer lo mismo con el bastón, empezó a caminar, pasando por al lado de Mido y haciéndole un gesto para que lo acompañase.

Byakuro se detuvo, sin dejar de sonreír, y miró al pirata a su lado:

- Mido-chan... que no te haya roto otra vez las costillas no te convierte en mi amigo. No tengo por qué responder a esas preguntas. -empezó a caminar de nuevo-. De todos modos, no me importa hacerlo, si Klaus te ha perdonado, puedo hacerlo yo también. Como has dicho, soy un usuario de Akuma no mi. Parece que sabes algo del tema, así que puedes imaginarte lo que hace mi fruta. Y Klaus... que te lo cuente él. -el camaleón hizo un par de gruñidos a modo de respuesta-. Oh, si no lo entiendes, es sencillo: mi tío me lo regaló cuando vivía con él. -el rostro del cazador se oscureció un momento, así que alzó la mirada para ver hacia donde se dirigían. Frente a ellos, una enorme explanada con árboles se extendía durante varios kilómetros, como un enorme anillo. En el centro, una depresión oculta a sus ojos... por ahora. Parecía que la isla se dividía en tres anillos concéntricos. Que interesante.

El cazador empezó a caminar a paso ligero. Quería ver qué es lo que había en el centro de la isla, aquella depresión lo tenía bastante intrigado. ¿Qué sería lo que allí se ocultaba? El cazador empezó a descender hasta que llegó a la altura del bosque. Los árboles eran grandes, y en aquel lugar la humedad de condensaba de una forma más exagerada que en las montañas. Al cazador le gustaba aquella isla. Estaba deseando ver qué había más allá.

Byakuro miró a Midorima. Parecía que no sabía cómo él había conocido a Dexter. Sonrió e hizo un gesto quitándole importancia al asunto. En realidad, no es que fuera algo importante.

- Oh, es fácil. Compartimos un muslo de carne. -sonrió y siguió caminando. Un mosquito se dirigió a su cara, volando con la intención de clavar su aguijón y chuparle sangre. El haki de Byakuro lo avisó, y el pobre insecto fue consumido por una llama antes de tocar al cazador. El cuerpo del animalito cayó carbonizado.

El camino por la jungla era divertido, pero los mosquitos no dejaban de acercarse a él, y por lo tanto, alrededor de Byakuro había un continuo sonido de pequeñas explosiones, como si alguien estuviera haciendo palomitas en un dial de calor.

- Bueno... -murmuró el chico saltando un tronco caído en mitad de la ruta-. Esta isla puede ser interesante para mi idea... ¿no crees? -sonrió a Klaus. El camaleón lo miró durante tres largos segundos antes de girar la cabeza de modo cómico y gruñir-. Sí, eso pensaba yo, colega.

Según avanzaban por la jungla, el suelo empezó a tener una ligera pendiente que iba en aumento. Parecía que estaban acercándose a la depresión del centro de la isla. A Byakuro le brillaron los ojos de la emoción. Iba a ver qué había en el centro de aquel lugar. Sin previo aviso, empezó a trotar, y luego a correr. ¿Qué secreto ocultaba aquel lugar?

Byakuro alcanzó el límite del segundo círculo. Estaban en el borde de un terraplén, y frente a ellos, una depresión donde había un enorme lago. Se veían cuatro lineas de agua que alimentaban el lago central. Cerca de donde se encontraban ellos dos había uno de estos ríos, cayendo en forma de espectacular catarata. En el centro del lago había un islote, perfecto para edificar una pequeña fortaleza en él. A Byakuro se le abrieron los ojos por la emoción.

- Sugoi. Esto es justo lo que estaba buscando. -Klaus gruñó en su hombro, y Byakuro miró a Midorima-. Yo quiero hacer una base en esta isla. Y tienes razón, es como un laberinto, ¡por eso es tan genial!

El cazador empezó a caminar hacia la catarata, ilusionado, y se subió a una de las rocas que había en el borde del barranco. Respiró hondo y un par de grandes alas doradas aparecieron en su espalda. Sintió como las garras de Klaus se aferraban a él, previendo lo que iba a pasar. Byakuro miró a Midorima con el ceño fruncido y un par de alas iguales a las suyas, pero de color blanco, aparecieron en la espalda del pirata. Byakuro saltó, con los brazos extendidos, y cuando estaba a punto de estrellarse contra el suelo, alzó el vuelo riendo como un niño. Mientras tanto, las alas de Midorima empezaron a agitarse y a levantar al pirata por el aire, imitando el movimiento de Byakuro. El cazador reía y hacía loopings, mientras Midorima imitaba sus movimientos, uno tras otro, sin poder controlar su trayectoria. El cazador dejó que su acompañante llegase a su lado, y empezó a volar hacia el lago.

- ¡Yay! -rió mientras aumentaba la velocidad, sintiendo el viento golpearle en la cara.

Llegaron al centro de la isla. Era un pequeño islote, debía medir unos quinientos o seiscientos mil metros cuadrados. Suficiente para hacer una pequeña fortaleza. El cazador asintió satisfecho. Tendría muchos pisos y sería muy espectacular. Y tendría una discoteca, y un casino. Y también una piscina climatizada. ¿Que para qué quería una piscina climatizada si era usuario? Para aparentar, simplemente. Y una habitación enorme para él solo, con una cama gigante por si alguien quería acompañarle de noche. Y salas de juegos, y una enorme cocina. Sería perfecto.

Se detuvo, pensando en las tarjetas que había ido repartiendo. Llevaba unas cuantas ya... entre Rose, Guldrik, el propio Midorima, Yamato... Debería ir viendo cuántas le quedaban. Haciendo un repaso rápido de su bolsa vio que aún tenía catorce. Catorce... eso significaba que ya había dado seis. Se llevó la mano a la barbilla. Todos ellos significaban algo para él. Sí, hasta el tipo a su lado había supuesto algo para él. Tal vez su plan pudiera extenderse a otras personas. Miró a Midorima con seriedad y le dijo:

- Tú, peliverde... ¿te unirías a mí? -la pregunta fue directa y sin rodeos. Byakuro no era precisamente discreto y decía las cosas a la cara-. Será divertido, y prometo no arrancarte más dedos... a no ser que te pases. -añadió tras pensarlo durante un instante.

- ¡Sé que eres nakama de Dexter, baaaaaka! -soltó un suspiro, como quien tiene que explicarle algo a una persona que no entiende-. Me llevo bien con Dexter-san, así que no voy a robarle nakamas -se encogió de hombros y suspiró de nuevo, negando con la cabeza gacha-. Mi idea va mucho más allá de una simple banda. En una banda todos están sujetos a una jerarquía. Hay jefes y hay gente que obedece. Y yo no quiero estar subordinado. Hablo de una asociación. No sé si conoces mis planes para el futuro, pero incluyen el convertirme en un miembro del Ouka, y acabar con aquellos que mataron a mis padres -su rostro se ensombreció con una expresión de rabia hirviente-. No voy a descansar hasta ver a esos inmundos hijos de perra morir. Pero quiero disfrutar de la compañía de mis amigos... y eso es lo que quiero lograr con mi... asociación -ojeó al pirata de arriba a abajo-. Claro que si no quieres... tú te lo pierdes. Me iré con Rose-chan y Guldrik-kun de fiesta sin ti.

Dicho esto, empezó a descender hasta posarse en un pequeño promontorio desde el que se veía la totalidad del islote. Frente a él, una pendiente descendía hacia una pequeña barra de arena en la parte baja del lugar. Más adelante, en linea recta, el lago se extendía hasta llegar a la desembocadura del río del norte. Aquel era el lugar perfecto, sin duda. Byakuro miró la mano en la bolsa y sacó una bolsita de malvaviscos, perfectos para picar entre horas.

- Esto es genial, ¿verdad, Klaus? Sol, un lago, una futura base secreta... me gusta. -el tono de Byakuro era completamente optimista mientras hablaba con su camaleón.