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Isla Nanami era una de esas islas sin dueño, de las que había perdidas por los blues. Nadie la había reclamado para si, ni se había sentado en ella, así que allí es donde llevaría a cabo la primera parte de mi plan. Para que Kaiju no Kodomo se llevase adelante, necesitábamos una base donde poder descansar, a parte de que la vegetación de la isla era perfecta para que cualquier animal que decidiese acompañarme en mis viajes pudiese estar como en casa.
En un primer reconocimiento de la isla no encontré nada que me llamase especialmente la atención, solo lo típico que podía encontrarse en islas desiertas, como un pedazo de embarcación o rastros de actividad humana. Sin duda, en aquellas isla habría habido algún naufrago, como era normal en casi todas las partes del océano.
Lo que más me gustó, era la extraña conformación rocosa bajo la isla, la cual consistía en largos túneles interconectados entre si, que habían sido esculpidos en la roca por el devastador poder del océano. Si conseguía, de algún modo, conectar los túneles con la superficie de la isla, sería el lugar idóneo para un grupo de gyojins. Pero no todo sería tan fácil como imaginé en un principio, pues a lo lejos vi, tras emerger del océano, un navío de la marina. Nunca me había cruzado con ellos, pero supuse que no serían muy corteses conmigo, así que me adentré en la isla y me oculté a la espera de que los acontecimientos fuesen avanzando.
No sabía qué podría haberles llevado a la isla en aquellos momentos, ¿sería posible que supiesen de mi? Descarté el pensamiento con un rápido sacudir de mi cabeza, cogí mi tridente, el cual siempre llevaba a la espalda y me agazapé tras unos arbustos, a la espera de ver lo que harían.
En un primer reconocimiento de la isla no encontré nada que me llamase especialmente la atención, solo lo típico que podía encontrarse en islas desiertas, como un pedazo de embarcación o rastros de actividad humana. Sin duda, en aquellas isla habría habido algún naufrago, como era normal en casi todas las partes del océano.
Lo que más me gustó, era la extraña conformación rocosa bajo la isla, la cual consistía en largos túneles interconectados entre si, que habían sido esculpidos en la roca por el devastador poder del océano. Si conseguía, de algún modo, conectar los túneles con la superficie de la isla, sería el lugar idóneo para un grupo de gyojins. Pero no todo sería tan fácil como imaginé en un principio, pues a lo lejos vi, tras emerger del océano, un navío de la marina. Nunca me había cruzado con ellos, pero supuse que no serían muy corteses conmigo, así que me adentré en la isla y me oculté a la espera de que los acontecimientos fuesen avanzando.
No sabía qué podría haberles llevado a la isla en aquellos momentos, ¿sería posible que supiesen de mi? Descarté el pensamiento con un rápido sacudir de mi cabeza, cogí mi tridente, el cual siempre llevaba a la espalda y me agazapé tras unos arbustos, a la espera de ver lo que harían.
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La isla de Nanami era un enclave casi secreto y sin un gobierno estable, que la Marina quería, así como el propio Gobierno Mundial, comenzar a reclamar para si misma, por lo que una de las partes del plan, lógicamente era la de defenderla y acercarla a la confianza de una ocupación amistosa por parte de miembros ilustres del Gorosei, o de la Marina.
Por lo tanto, en el barco actualmente navegábamos un grupo de varios marines, quizá unos diez o doce, con suficientes provisiones y armamento para defenderla de posibles amenazas. Nos íbamos a quedar en ese lugar durante unas semanas, y era más que justo tratar de protegerla de posibles adversidades, o incluso aumentar su tecnología o sus técnicas de recolección de alimento si sus habitantes resultaban tener una visión algo más anticuada del mundo de lo normal.
En cierto modo, estaba deseoso, pues ansiaba conocer culturas, nuevos ambientes, nuevos lugares y cualquier cosa que me sirviera para aprender y crear un gobierno justo y unos adeptos de la moral de Nobles Mundiales que no vivieran con un miedo pleno, solo mediante los designios justos y necesarios que se requerían.
Poco a poco, el barco se iba acercando a la costa. No podía creer el bellísimo paraje en base a rocas y deltas que se erigía ante mi ahora mismo.
El resto de marines parecía que tampoco, por lo cual no tardaron nada de tiempo en entonar sus cánticos vitoreantes a causa de la visión de tierra firme.
Por lo tanto, en el barco actualmente navegábamos un grupo de varios marines, quizá unos diez o doce, con suficientes provisiones y armamento para defenderla de posibles amenazas. Nos íbamos a quedar en ese lugar durante unas semanas, y era más que justo tratar de protegerla de posibles adversidades, o incluso aumentar su tecnología o sus técnicas de recolección de alimento si sus habitantes resultaban tener una visión algo más anticuada del mundo de lo normal.
En cierto modo, estaba deseoso, pues ansiaba conocer culturas, nuevos ambientes, nuevos lugares y cualquier cosa que me sirviera para aprender y crear un gobierno justo y unos adeptos de la moral de Nobles Mundiales que no vivieran con un miedo pleno, solo mediante los designios justos y necesarios que se requerían.
Poco a poco, el barco se iba acercando a la costa. No podía creer el bellísimo paraje en base a rocas y deltas que se erigía ante mi ahora mismo.
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El barco se acercaba cada vez más, y yo no podía esperar mucho tiempo allí. Así que dejándome llevar por el impulso de conocer qué era lo que venían a hacer, salí corriendo hacia la playa, para finalmente saltar al agua y nadar en dirección al buque. Me tomó poco tiempo llegar hasta él, y cuando estuve lo suficientemente cerca como para poder escuchar si pasaba algo interesante, asomé la cabeza.
Se escuchaba el sonido de los motores, pero no sería muy difícil saber si algo sonaba más de lo normal. Estiré la mano, con el tridente en ella, y lo encajé en una de las barandas del barco, para luego, de un tirón, subir al barco. Caminé lentamente, mientras agarraba con fuerza el arma. No quería herir a nadie, solo sentía curiosidad, y cuando fuese descubierto tendría que saltar al agua. En el barco no tenía posibilidad de ganar, no conocía la distribución de la nave y si saltaba al agua no podría pelear, mi dominio del Gyojin Karate no era demasiado bueno, pero si me permitiría defenderme de cualquiera.
-Nos estamos acercando, será mejor que nos preparemos para bajar -escuché hablar a uno de los hombres que había en cubierta.
eso hizo que me ocultase, pegándome contra la pared, en un intento de no ser descubierto. Parecía que si se dirigían a la isla, pero seguía sin saber sus verdaderas intenciones. Me arriesgué un poco y asomé la cabeza para ver que allí habría cinco hombres, todos vestidos con el mismo uniforme. Eso me hizo sonreír un poco. Sabía que los humanos se parecen mucho entre ellos, más si son parientes y sobre todo sabía de su intento de diferenciarse de los demás. En cambio, todos éstos hombres vestían del mismo modo, una gran contradicción a sus propias intenciones.
En el fondo suponía que envidiaban eso de los gyojins, pues cada uno podemos ser distinto a nuestra propia familia, de hecho, ser peces diferentes y no por ello somos menos familia.
Se escuchaba el sonido de los motores, pero no sería muy difícil saber si algo sonaba más de lo normal. Estiré la mano, con el tridente en ella, y lo encajé en una de las barandas del barco, para luego, de un tirón, subir al barco. Caminé lentamente, mientras agarraba con fuerza el arma. No quería herir a nadie, solo sentía curiosidad, y cuando fuese descubierto tendría que saltar al agua. En el barco no tenía posibilidad de ganar, no conocía la distribución de la nave y si saltaba al agua no podría pelear, mi dominio del Gyojin Karate no era demasiado bueno, pero si me permitiría defenderme de cualquiera.
-Nos estamos acercando, será mejor que nos preparemos para bajar -escuché hablar a uno de los hombres que había en cubierta.
eso hizo que me ocultase, pegándome contra la pared, en un intento de no ser descubierto. Parecía que si se dirigían a la isla, pero seguía sin saber sus verdaderas intenciones. Me arriesgué un poco y asomé la cabeza para ver que allí habría cinco hombres, todos vestidos con el mismo uniforme. Eso me hizo sonreír un poco. Sabía que los humanos se parecen mucho entre ellos, más si son parientes y sobre todo sabía de su intento de diferenciarse de los demás. En cambio, todos éstos hombres vestían del mismo modo, una gran contradicción a sus propias intenciones.
En el fondo suponía que envidiaban eso de los gyojins, pues cada uno podemos ser distinto a nuestra propia familia, de hecho, ser peces diferentes y no por ello somos menos familia.
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Estaba mirando a la isla, en cierto modo, deseoso de atracar ya, pero no podía evitar echar algún ocasional vistazo al océano, ese enorme gran paraíso azul prohibido para algunos de nosotros y lleno de peligros y misterios que la gente no se podía ni imaginar. Y de hecho, las raras ocasiones en las que uno de sus miembros extraños había salido a la superficie para buscar fortuna, se les solía perseguir.
Estos seres, los gyojin, eran ciertamente inusuales. Yo había visto algunas veces unos, gracias a los esclavos de mi padre entre los cuales se encontraban algunos. Una práctica que si bien no era compartida por mi, tampoco solía reseñar en detener. Al fin y al cabo, todo debía tener un orden, y la limpieza del linaje, así como el hecho y la cuestión de crear un sistema de gobierno perfecto, solían ocupar mi mente de una manera férrea y casi similar a como lo haría un zelote.
No cabría duda de que en alguna ocasión podría visitar los fondos marinos, pero ese día no era el actual.
Algo rápidamente me hizo mirar hacia el horizonte y pude divisar lo que parecían ser dos barcos.
-"Compañeros e ilustres servidores de la Justicia, pienso que quizá deberían mirar al horizonte" decía al tiempo que señalaba en un gesto lleno de nobleza a este, y existencialmente a la figura de los dos navíos que acababa de aparecer y se hacía más patente.
Estos seres, los gyojin, eran ciertamente inusuales. Yo había visto algunas veces unos, gracias a los esclavos de mi padre entre los cuales se encontraban algunos. Una práctica que si bien no era compartida por mi, tampoco solía reseñar en detener. Al fin y al cabo, todo debía tener un orden, y la limpieza del linaje, así como el hecho y la cuestión de crear un sistema de gobierno perfecto, solían ocupar mi mente de una manera férrea y casi similar a como lo haría un zelote.
No cabría duda de que en alguna ocasión podría visitar los fondos marinos, pero ese día no era el actual.
Algo rápidamente me hizo mirar hacia el horizonte y pude divisar lo que parecían ser dos barcos.
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Parecieron no notar mi presencia, cuando de repente escuché hablar a otra voz, una voz calmada, la cual hizo que un escalofrío recorriese mi espalda.
-Compañeros e ilustres servidores de la Justicia, pienso que quizá deberían mirar al horizonte –dijo la voz.
Yo hice lo mismo, asomé la cabeza y vi otros dos barcos acercándose hacia nosotros, ¿de qué se trataría todo aquello? Es posible que fuesen refuerzos, ya me costaría defender la isla solo de los que iban en el barco, como para encima tener que enfrentarme a muchos más.
Me fije en la voz que había dicho, era un hombre tremendamente delgado a mi parecer, claro, que yo tampoco sabía lo que era del todo común entre los humanos. Vestía de manera diferente a los demás, ¿sería posible que me lo hubiese pasado al mirar antes?
No, no, seguramente habría llegado después. Usé de nuevo mi tridente como apoyo para seguir ascendiendo por el lateral del barco. Me costó algún que otro pequeño resbalón, pero finalmente estaba en lo alto del techo. Allí no tendría que preocuparme por ser visto y podría escuchar todo lo que ocurriese y en caso necesario, luchar o huir, la que fuese mejor opción.
El mar estaba allí, a la distancia de un solo salto, y en él era más rápido que cualquier humano, no podrían atraparme.
-Bueno, veamos lo que tenéis ahí –comenté más para mí que para cualquier otro, a la vez que miraba al horizonte nuevamente.
-Compañeros e ilustres servidores de la Justicia, pienso que quizá deberían mirar al horizonte –dijo la voz.
Yo hice lo mismo, asomé la cabeza y vi otros dos barcos acercándose hacia nosotros, ¿de qué se trataría todo aquello? Es posible que fuesen refuerzos, ya me costaría defender la isla solo de los que iban en el barco, como para encima tener que enfrentarme a muchos más.
Me fije en la voz que había dicho, era un hombre tremendamente delgado a mi parecer, claro, que yo tampoco sabía lo que era del todo común entre los humanos. Vestía de manera diferente a los demás, ¿sería posible que me lo hubiese pasado al mirar antes?
No, no, seguramente habría llegado después. Usé de nuevo mi tridente como apoyo para seguir ascendiendo por el lateral del barco. Me costó algún que otro pequeño resbalón, pero finalmente estaba en lo alto del techo. Allí no tendría que preocuparme por ser visto y podría escuchar todo lo que ocurriese y en caso necesario, luchar o huir, la que fuese mejor opción.
El mar estaba allí, a la distancia de un solo salto, y en él era más rápido que cualquier humano, no podrían atraparme.
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Sin duda esos dos barcos tenían que ser de algún tipo de maleantes contrarios a la ortodoxa Justicia Absoluta y de manera obvia, tendríamos que rechazar esa invasión. ¿Serían piratas? ¿Quizá Revolucionarios?.
No podía aspirar a saberlo sin tener una mejor mirada, pero desde luego ya estaba haciendo señas identificativas a los respectivos miembros en forma de táctica.
-"Lobos de Mar, puede que no sea vuestro superior, pero sí soy un estratega. Debemos virar hacia ellos, y aguardarles, una lucha en tierra será poco provechosa, y no obtendremos lo que hemos venido a buscar a esta isla, una reputación, así que preparen las armas" dije en una voz altiva y algo imperante, cargada de voluntad.
Tras terminar el discurso, pude ver una extraña figura moviéndose por el lateral del navío, pero al cabo de unos segundos no estaba ahí. ¿Quizá una ilusión fruto de la refracción de la luz? ¿Quizá había algo en la nave?.
No lo sabía bien, pero intenté no darle más importancia, y aun así me mantuve en precaución por si acaso.
Pronto comenzaría una batalla.
No podía aspirar a saberlo sin tener una mejor mirada, pero desde luego ya estaba haciendo señas identificativas a los respectivos miembros en forma de táctica.
-"Lobos de Mar, puede que no sea vuestro superior, pero sí soy un estratega. Debemos virar hacia ellos, y aguardarles, una lucha en tierra será poco provechosa, y no obtendremos lo que hemos venido a buscar a esta isla, una reputación, así que preparen las armas" dije en una voz altiva y algo imperante, cargada de voluntad.
Tras terminar el discurso, pude ver una extraña figura moviéndose por el lateral del navío, pero al cabo de unos segundos no estaba ahí. ¿Quizá una ilusión fruto de la refracción de la luz? ¿Quizá había algo en la nave?.
No lo sabía bien, pero intenté no darle más importancia, y aun así me mantuve en precaución por si acaso.
Pronto comenzaría una batalla.
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Conforme los barcos se iban acercando cada vez más al buque de la marina, me di cuenta que no se trataba de barcos iguales, sino que eran distintos, muy distintos. De hecho parecían ser de madera, pero desde aquella distancia no podía saberlo del todo. Tampoco quería estar en medio de un fuego cruzado, al menos la isla resultaría ilesa, pues el mismo hombre que se había dado cuenta de la presencia de los barcos, aseguró que su mejor baza era que la contienda se llevase a cabo en el agua. También era la mía, ya que allí sería sin duda el más rápido.
Me puse en pie, sin importar que nadie me viese y preparé mi tridente, preparado para defender lo que quería para mí, la isla sin dueño.
-Son dos barcos, vosotros uno –comenté acercándome al borde para que se me viese claramente -¿qué os ha traído a “mi” isla?
Dependiendo de su respuesta me aliaría con ellos momentáneamente, solo para deshacernos de los otros barcos, y a lo mejor podría seguir tranquilo en mi pedazo de tierra. Dicho aquello, salté del techo, cayendo entre los marines y me acerqué a la barandilla.
Responded y seré el primero en atacar –dije tranquilamente, sin dirigirme a nadie en particular -dependiendo de la respuesta, será a vosotros o a ellos.
Una leve sonrisa se dibujó en mi cara, al tiempo que hacía girar violentamente el tridente entre mis manos.
Me puse en pie, sin importar que nadie me viese y preparé mi tridente, preparado para defender lo que quería para mí, la isla sin dueño.
-Son dos barcos, vosotros uno –comenté acercándome al borde para que se me viese claramente -¿qué os ha traído a “mi” isla?
Dependiendo de su respuesta me aliaría con ellos momentáneamente, solo para deshacernos de los otros barcos, y a lo mejor podría seguir tranquilo en mi pedazo de tierra. Dicho aquello, salté del techo, cayendo entre los marines y me acerqué a la barandilla.
Responded y seré el primero en atacar –dije tranquilamente, sin dirigirme a nadie en particular -dependiendo de la respuesta, será a vosotros o a ellos.
Una leve sonrisa se dibujó en mi cara, al tiempo que hacía girar violentamente el tridente entre mis manos.
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Cuando el extraño ser de piel azul apareció ante mi, no pude evitar desenvainar la rapier al mismo tiempo. Y colocarla entre su arma y yo, casi rozando las púas de su tridente y de la misma manera, calibrando cualquier posible movimiento del curioso ser que parecía ser uno de esos Gyojin o tal vez un Tritón.
Se esbozó una ligera sonrisa en mi rostro y paré el giro ansioso del tridente al tiempo que procedía a contestarle.
-"¿Sois un ser marino verdad? Esta isla no es tuya, y pronto será del Gobierno Mundial, pero lo cierto es que en cualquier caso, si no se vira sobre si mismo y nota la proximidad de los barcos que ciertamente ondean banderas pirata, estará vendiendo y dejando este bonito paraje a la merced de maleantes. Usted elige en cualquier caso, morir ahora, o morir contra ellos" dije de forma directa, y demostrando una autoridad bastante elevada.
Lo cierto es que los barcos se encontraban bastante próximos a nosotros y en nada surtiría efecto la batalla. Fue una bendición que dichos navíos no contaran con cañones, y de la misma manera lo agradecí, pues no podía perder mi tiempo en estúpidas afrentas. No sabía de dónde venía ese individuo marino, pero no iba a paralizar los esfuerzos por la defensa de esta isla ni un segundo más.
Se esbozó una ligera sonrisa en mi rostro y paré el giro ansioso del tridente al tiempo que procedía a contestarle.
-"¿Sois un ser marino verdad? Esta isla no es tuya, y pronto será del Gobierno Mundial, pero lo cierto es que en cualquier caso, si no se vira sobre si mismo y nota la proximidad de los barcos que ciertamente ondean banderas pirata, estará vendiendo y dejando este bonito paraje a la merced de maleantes. Usted elige en cualquier caso, morir ahora, o morir contra ellos" dije de forma directa, y demostrando una autoridad bastante elevada.
Lo cierto es que los barcos se encontraban bastante próximos a nosotros y en nada surtiría efecto la batalla. Fue una bendición que dichos navíos no contaran con cañones, y de la misma manera lo agradecí, pues no podía perder mi tiempo en estúpidas afrentas. No sabía de dónde venía ese individuo marino, pero no iba a paralizar los esfuerzos por la defensa de esta isla ni un segundo más.
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Paró el movimiento de mi tridente con aparente facilidad, claro, que tampoco es que le hubiese imprimido una fuerza excesiva al giro. Sonrió un poco al verme, por lo que yo le devolví la sonrisa.
Si, soy un gyojin. Si es a eso a lo que te refieres con ser marino –comenté con tranquilidad mientras atraía el tridente de nuevo hacia mí -si no es mía y dices que será del gobierno, eso significa, que no tiene dueño, ¿por qué no puedo quedármela yo?
Me coloqué de nuevo en posición de combate, haciendo girar mi tridente de nuevo, para dejar lastres puntas mirando al suelo. Ellos no tenían más derecho que yo a conquistar la isla, si nadie la había reclamado, yo podía hacerlo, y no iba a dejar pasar la oportunidad.
-Digamos que os ayudaré, no me interesa que aquellos que son más también la reclamen -comenté a la vez que saltaba por la borda y caía a las aguas, que me envolvieron con su ya habitual y húmedo abrazo.
Nadé rápidamente hasta uno de los barcos. El mascarón de proa de ambos barcos era una sirena con rasgos un poco toscos. La madera estaba envejecida en ambos barcos, lo que hacía que los colores no se distinguiesen bien. Al parecer la sirena del baro de la izquierda había sido pelirroja, en la del otro barco no se distinguía ningún color en el cabello. Me decanté por el barco de la izquierda, al que golpeé con fuerza en uno de lo laterales, hundiendo mi tridente en la madera. Luego metí un tirón y vi un pequeño boquete por donde el agua empezaba a colarse. Me agarré a a la madera, coloqué el arma a mi espalda y empecé a ascender hacia la cubierta del barco.
¿Quién se atreve a venir a "mi" isla? -pregunté a la vez que saltaba dentro dela nave y llevaba mi mano a la espalda, para coger mi arma.
Sorprendí a los tripulantes, los cuales miraban hacia el barco de la marina, como posesos. Parecía que sus ojos iban a salirse de un momento a otro y esos ojos se volvieron hacia mie en el momento que hablé. Parecían estar enfadados, sin venir a cuento, y por ello me atacaron.
-¡Matad a ese pez! -dijo la voz de uno de los 5 hombres que estaban en el barco. Parecía ser el capitán, pues todos obedecieron sin decir nada.
El primero hombre que vino por mi, tenía un puñal, era un poco torpe en el ataque, pero no por ello dejaba de ser peligroso. Vino corriendo, sin mirar y con los ojos entrecerrados. Era un chico joven, de cabello castaño y corto y ojos de un intenso color ver. Interpuse mi tridente en medio y lo hice girar, para golpearlo en el mentón con la parte roma del arma. El cuchillo salió disparado hacia arriba, momento que aproveché para agarrarlo por la camisa y tirarlo contra otro de sus compañeros, que venía hacia mi con los puños por delante. Ambos hombres chocaron y cayeron por la borda.
Otros dos hombres con espadas venían por mi, uno alto y el otro bajo, pero ambos parecían compartir rasgos familiares, poseían un pelo oscuro y graso y venían gritando como posesos. Pero eso no me intimidó, agarré el tridente por la parte roma e intenté pincharlos, como el que pincha una salchicha con un tenedor. Interpusieron las espadas en medio, como yo suponía, así que haciendo palanca con el tridente también los arrojé al océano.
Ahora solo quedaba el capitán, un hombre fuerte y con un parche en el ojo.
-No está mal, bestia -comentó con desprecio -¡pero yo soy mejor!
Si, soy un gyojin. Si es a eso a lo que te refieres con ser marino –comenté con tranquilidad mientras atraía el tridente de nuevo hacia mí -si no es mía y dices que será del gobierno, eso significa, que no tiene dueño, ¿por qué no puedo quedármela yo?
Me coloqué de nuevo en posición de combate, haciendo girar mi tridente de nuevo, para dejar lastres puntas mirando al suelo. Ellos no tenían más derecho que yo a conquistar la isla, si nadie la había reclamado, yo podía hacerlo, y no iba a dejar pasar la oportunidad.
-Digamos que os ayudaré, no me interesa que aquellos que son más también la reclamen -comenté a la vez que saltaba por la borda y caía a las aguas, que me envolvieron con su ya habitual y húmedo abrazo.
Nadé rápidamente hasta uno de los barcos. El mascarón de proa de ambos barcos era una sirena con rasgos un poco toscos. La madera estaba envejecida en ambos barcos, lo que hacía que los colores no se distinguiesen bien. Al parecer la sirena del baro de la izquierda había sido pelirroja, en la del otro barco no se distinguía ningún color en el cabello. Me decanté por el barco de la izquierda, al que golpeé con fuerza en uno de lo laterales, hundiendo mi tridente en la madera. Luego metí un tirón y vi un pequeño boquete por donde el agua empezaba a colarse. Me agarré a a la madera, coloqué el arma a mi espalda y empecé a ascender hacia la cubierta del barco.
¿Quién se atreve a venir a "mi" isla? -pregunté a la vez que saltaba dentro dela nave y llevaba mi mano a la espalda, para coger mi arma.
Sorprendí a los tripulantes, los cuales miraban hacia el barco de la marina, como posesos. Parecía que sus ojos iban a salirse de un momento a otro y esos ojos se volvieron hacia mie en el momento que hablé. Parecían estar enfadados, sin venir a cuento, y por ello me atacaron.
-¡Matad a ese pez! -dijo la voz de uno de los 5 hombres que estaban en el barco. Parecía ser el capitán, pues todos obedecieron sin decir nada.
El primero hombre que vino por mi, tenía un puñal, era un poco torpe en el ataque, pero no por ello dejaba de ser peligroso. Vino corriendo, sin mirar y con los ojos entrecerrados. Era un chico joven, de cabello castaño y corto y ojos de un intenso color ver. Interpuse mi tridente en medio y lo hice girar, para golpearlo en el mentón con la parte roma del arma. El cuchillo salió disparado hacia arriba, momento que aproveché para agarrarlo por la camisa y tirarlo contra otro de sus compañeros, que venía hacia mi con los puños por delante. Ambos hombres chocaron y cayeron por la borda.
Otros dos hombres con espadas venían por mi, uno alto y el otro bajo, pero ambos parecían compartir rasgos familiares, poseían un pelo oscuro y graso y venían gritando como posesos. Pero eso no me intimidó, agarré el tridente por la parte roma e intenté pincharlos, como el que pincha una salchicha con un tenedor. Interpusieron las espadas en medio, como yo suponía, así que haciendo palanca con el tridente también los arrojé al océano.
Ahora solo quedaba el capitán, un hombre fuerte y con un parche en el ojo.
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De forma lógica, el hombre pez aceptó la colaboración y es normal. Puede que sus capacidades como raza fueran mejor que las de un humano estándar, pero éramos más y lógicamente eso hablaría en su contra.
Por ende, decidió que utilizaría el mar como aliado, y tras lanzarse al agua, rápidamente nadó hacia una de las barcazas y comenzaría su invasión.
Pero por nuestra parte, simple y llanamente aguardamos el choque del otro barco contra el mascarón del nuestro, e iniciamos nosotros el abordaje. La táctica de contraataque ya estaba en marcha.
Corríamos yo y el resto de marines a emboscar a los piratas, y aunque no eran una tripulación muy emblemática, lo cierto es que seguramente me proporcionara cierto renombre.
Así pues, con mi rapier todavía desenvainada, crucé hojas contra varios piratas sesgando alguno y rechazando a otros, y acercándome poco a poco al que parecía ser el líder, un hombre robusto y tosco, armado con lo que parecía ser un hacha de mango largo.
En ese momento me acerqué y procedí a sin dirigir una palabra, a realizar varias estocadas simultáneas que el vigoréxico hombre rechazó y lanzó un golpe que a duras penas pude esquivar pero que no llegó a hendir en mi carne.
¿Qué haría ahora?
Por ende, decidió que utilizaría el mar como aliado, y tras lanzarse al agua, rápidamente nadó hacia una de las barcazas y comenzaría su invasión.
Pero por nuestra parte, simple y llanamente aguardamos el choque del otro barco contra el mascarón del nuestro, e iniciamos nosotros el abordaje. La táctica de contraataque ya estaba en marcha.
Corríamos yo y el resto de marines a emboscar a los piratas, y aunque no eran una tripulación muy emblemática, lo cierto es que seguramente me proporcionara cierto renombre.
Así pues, con mi rapier todavía desenvainada, crucé hojas contra varios piratas sesgando alguno y rechazando a otros, y acercándome poco a poco al que parecía ser el líder, un hombre robusto y tosco, armado con lo que parecía ser un hacha de mango largo.
En ese momento me acerqué y procedí a sin dirigir una palabra, a realizar varias estocadas simultáneas que el vigoréxico hombre rechazó y lanzó un golpe que a duras penas pude esquivar pero que no llegó a hendir en mi carne.
¿Qué haría ahora?
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Justo cuando terminó de decir que era superior a mi se lanzó corriendo hacia mi perdona. Era un hombre grande y gordo, con un parche en el ojo y barba de varios días, de un intenso color rojo, como su cabello. Manejaba una alabarda como arma. Medía casi dos metros y consistía en una pica de metal con una cosa similar a la cabeza de un hacha en medio de la punta.
La llevó hacia atrás, a si lado izquierdo y luego hizo un barrido con el arma, con la intención de golpearme fuertemente. Pero eso no pasó, interpuse el tridente en medio lo que provocó que varias chispas saltasen al chocar metal contra metal.
Aquel hombre era fuerte, al menos para lo que un humano era en un principio, ahora me tocaba atacar a mi. Me eché un poco para atrás, hice girar el tridente por encima de mi cabeza y descargué un golpe con la parte de las tres puntas, directo a su cabeza. Para mi sorpresa, lo esquivo con una ágil voltereta hacia atrás, no pensaba que un hombre con ese cuerpo pudiese moverse de aquel modo, por ello me había sorprendido y no había parado el golpe, Por lo que el tridente dio de lleno contra la madera del barco, momento que el capitán pirata aprovechó para intentar clavarme su arma.
No consiguió hundirla en mi carne, pero sin embargo, produjo un corte largo y no muy profundo a lo largo de mi torso, que a pesar de apenas doler si escocía lo suyo.
-Lo has esquivado por poco -dijo el capitán riendo con locura -¡el siguiente te matara!
-Permiteme que lo dude -musité mientras saltaba y golpeaba de nuevo con mi arma.
el pirata volvió a sonreír al ver que fallaba de nuevo mi ataque, pero ésa vez no lo había hecho contra él, sino contra la propia nave, lo que causó un agujero en el suelo de ésta, que dejó al descubierto la bodega inundada. Aproveché aquello para recoger parte de la sangre que empezaba a manar de la herida de mi torso y luego sacudí la mano en dirección al agua, lo que hizo que algunas gotas cayesen en ella. Los tiburones podían oler la sangre desde metros de distancia, claro que esas gotas apenas atraerían a alguno a no ser que estuviese relativamente cerca.
-¡Suijin kempo: Sorutan! exclamé a la vez que hacía un movimiento circular ara descarga un golpe contundente con la parte roma del tridente, directo al estómago del pirata.
El pobre hombre se dobló de dolor al recibir el impacto, bajando con ello la cabeza y dejando el cuello al descubierto, momento que aproveché para golpearlo y dejarlo inconsciente.
La llevó hacia atrás, a si lado izquierdo y luego hizo un barrido con el arma, con la intención de golpearme fuertemente. Pero eso no pasó, interpuse el tridente en medio lo que provocó que varias chispas saltasen al chocar metal contra metal.
Aquel hombre era fuerte, al menos para lo que un humano era en un principio, ahora me tocaba atacar a mi. Me eché un poco para atrás, hice girar el tridente por encima de mi cabeza y descargué un golpe con la parte de las tres puntas, directo a su cabeza. Para mi sorpresa, lo esquivo con una ágil voltereta hacia atrás, no pensaba que un hombre con ese cuerpo pudiese moverse de aquel modo, por ello me había sorprendido y no había parado el golpe, Por lo que el tridente dio de lleno contra la madera del barco, momento que el capitán pirata aprovechó para intentar clavarme su arma.
No consiguió hundirla en mi carne, pero sin embargo, produjo un corte largo y no muy profundo a lo largo de mi torso, que a pesar de apenas doler si escocía lo suyo.
-Lo has esquivado por poco -dijo el capitán riendo con locura -¡el siguiente te matara!
-Permiteme que lo dude -musité mientras saltaba y golpeaba de nuevo con mi arma.
el pirata volvió a sonreír al ver que fallaba de nuevo mi ataque, pero ésa vez no lo había hecho contra él, sino contra la propia nave, lo que causó un agujero en el suelo de ésta, que dejó al descubierto la bodega inundada. Aproveché aquello para recoger parte de la sangre que empezaba a manar de la herida de mi torso y luego sacudí la mano en dirección al agua, lo que hizo que algunas gotas cayesen en ella. Los tiburones podían oler la sangre desde metros de distancia, claro que esas gotas apenas atraerían a alguno a no ser que estuviese relativamente cerca.
-¡Suijin kempo: Sorutan! exclamé a la vez que hacía un movimiento circular ara descarga un golpe contundente con la parte roma del tridente, directo al estómago del pirata.
El pobre hombre se dobló de dolor al recibir el impacto, bajando con ello la cabeza y dejando el cuello al descubierto, momento que aproveché para golpearlo y dejarlo inconsciente.
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El forzudo hombre agarró el hacha y la bañó en lo que parecía ser un compuesto relacionado con una labor venenosa, algún tipo de insidiosa ponzoña que silbaba al contacto con su arma.
Entonces, apenas dándome tregua, se lanzó de nuevo en mi búsqueda, con el filo de su enorme arma a dos manos por delante, pero de un rápido movimiento del revés del rapier, desequilibré su movimiento, y aproveché para agarrarle el hombro, momento que estaba cercano a realizar lo que mejor se me daba. El modelado.
Como en toda situación de combate, naturalmente llevaba guantes, así que refulgiendo un extraño aura violácea, casi malva, la mano que yacía en su hombro ahora no era una mano, sino que más bien era algo más parecido a un gran tentáculo que ahora se arremolinaba en torno a su cuello y acababa en algo parecido a dedos, al tiempo que dedicaba esto para lanzarlo por el aire valiéndome de la gran facilidad que el miembro me otorgaba, por tamaño y punto de apoyo.
No tardó mi mano en recobrar su forma normal, y a parecer que todo eso no era más que un simple sueño, pero lo cierto es que había sido real. Ahora era hora de mi contraataque, por lo cual, con la rapier en la mano, me moví a cierta velocidad, mientras eran ahora unos cuernos los que comenzaban a crecer sobre mi cabeza, haciendo que el sombrero que usualmente llevaba se cayera y los cuales solo se detuvieron cuando alcanzaron el cuerpo del infortunado pirata líder, y mientras realizaba la carga, acuchillaba a un par de rufianes de la misma calaña de su banda.
-"¿Ahora cómo se las apañará para salir de aquí con vida? ¿Se entregará de forma pacífica o más bien querrá salir muerto?" musité mientras las formas óseas sobre mi cabeza desaparecían al pasar mi mano por la frente y sonreir de forma ligera.
Entonces, apenas dándome tregua, se lanzó de nuevo en mi búsqueda, con el filo de su enorme arma a dos manos por delante, pero de un rápido movimiento del revés del rapier, desequilibré su movimiento, y aproveché para agarrarle el hombro, momento que estaba cercano a realizar lo que mejor se me daba. El modelado.
Como en toda situación de combate, naturalmente llevaba guantes, así que refulgiendo un extraño aura violácea, casi malva, la mano que yacía en su hombro ahora no era una mano, sino que más bien era algo más parecido a un gran tentáculo que ahora se arremolinaba en torno a su cuello y acababa en algo parecido a dedos, al tiempo que dedicaba esto para lanzarlo por el aire valiéndome de la gran facilidad que el miembro me otorgaba, por tamaño y punto de apoyo.
No tardó mi mano en recobrar su forma normal, y a parecer que todo eso no era más que un simple sueño, pero lo cierto es que había sido real. Ahora era hora de mi contraataque, por lo cual, con la rapier en la mano, me moví a cierta velocidad, mientras eran ahora unos cuernos los que comenzaban a crecer sobre mi cabeza, haciendo que el sombrero que usualmente llevaba se cayera y los cuales solo se detuvieron cuando alcanzaron el cuerpo del infortunado pirata líder, y mientras realizaba la carga, acuchillaba a un par de rufianes de la misma calaña de su banda.
-"¿Ahora cómo se las apañará para salir de aquí con vida? ¿Se entregará de forma pacífica o más bien querrá salir muerto?" musité mientras las formas óseas sobre mi cabeza desaparecían al pasar mi mano por la frente y sonreir de forma ligera.
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Algunos de sus hombres intentaban subir de nuevo al barco, el cual poco a poco se iba hundiendo en el mar, recogí mi tridente y lo colgué a mi espalda, ya que había terminado Dudaba que algunos de aquellos hombres tras haber derrotado a su capitán, se atreviese a enfrentarse a mi.
-¿Quién quiere repetir? -pregunté al ver como uno había terminado de subir.
El hombre me miró con cierto temor en la mirada, momento que aproveché para enseñarle mis dientes de manera amenazadora. No era ni mucho menos tan espectacular como la de un gyojin tiburón, pero podría arrancarle un buen pedazo si así me lo proponía. El hombre al verlo se vio invadido por el pánico y se soltó para caer de nuevo al mar. Yo me giré y salté a la bodega del barco, la cual estaba inundada casi hasta la mitad.
Cogí impulso mientras caía, sacando el tridente de su funda, y elevándolo sobre mi cabeza, cuando mis pies tocaron la madera del barco solté un potente golpe, haciendo que se clavase en la madera y poco a poco la atravesara de lado a lado.
El agua empezó a entrar con mucha más fuerza, inundando más rápidamente la embarcación. Aproveché el agujero que había hecho y dándole algunos golpes con la cola lo hice algo mayor, lo justo para salir.
Buceé hasta llegar al barco de la marina, donde salí del agua y subí de la misma forma que lo había hecho antes.
-He terminado con aquel barco -dije mientras señalaba a la nave que poco a poco se hundía -ahora, ¿puedo quedarme con la isla o no?
-¿Quién quiere repetir? -pregunté al ver como uno había terminado de subir.
El hombre me miró con cierto temor en la mirada, momento que aproveché para enseñarle mis dientes de manera amenazadora. No era ni mucho menos tan espectacular como la de un gyojin tiburón, pero podría arrancarle un buen pedazo si así me lo proponía. El hombre al verlo se vio invadido por el pánico y se soltó para caer de nuevo al mar. Yo me giré y salté a la bodega del barco, la cual estaba inundada casi hasta la mitad.
Cogí impulso mientras caía, sacando el tridente de su funda, y elevándolo sobre mi cabeza, cuando mis pies tocaron la madera del barco solté un potente golpe, haciendo que se clavase en la madera y poco a poco la atravesara de lado a lado.
El agua empezó a entrar con mucha más fuerza, inundando más rápidamente la embarcación. Aproveché el agujero que había hecho y dándole algunos golpes con la cola lo hice algo mayor, lo justo para salir.
Buceé hasta llegar al barco de la marina, donde salí del agua y subí de la misma forma que lo había hecho antes.
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