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Sawaki nadaba con velocidad por el mar del East Blue. A sus oídos había llegado la valiosa información de que sus nakamas estaban aquí. Según lo que sabía estaban en un buque de la marina, Kaiser y Cánabar eran unos idiotas sin causa pero los buscaba con cierta emoción. Aumentó su velocidad alejándose así de la última isla donde escuchó aquel rumor “Ya los quiero volver a ver. Me pregunto cuánto habrán cambiado.” pensó con una sonrisa tranquila mientras nuevamente aumentaba su velocidad, en el agua eran pocos los que lograban seguir su poderoso ritmo. No le interesaba mucho haber abandonado hace poco una organización de mercenarios. Buscar a Kaiser y Cánabar eran sus verdaderos amigos y era su deber encontrarlos…y bueno también al cabeza hueca de Shark.
Ya quiero encontrarlo, maldita sea. Aparece barco de la marina.
Susurró mientras ahora salía del agua dando un gran salto y ver a su alrededor. Aún no lograba ver nada parecido a un barco o buque de la Marina, maldijo por lo bajo mientras su cuerpo regresaba al océano. Su corazón palpitaba con fuerza mientras buscaba a sus amigos, la sola idea de encontrar a sus amigos le hacía incluso derramar algunas lágrimas. Sawaki ahora empezó a nadar a su máxima velocidad, lograba verlo todo con claridad, algunos peces pasaban a su lado y uno que otro era devorado por las fauces del tiburón. El rubio ahora volvió a salir del agua para al fin ver la silueta de un buque de la marina, “Bien ese tiene que ser el barco. Si me equivoco solo tendré que escapar por donde vine” pensó algo confiado, volvió a caer al agua y hacer una última aceleración.
No tardó mucho en llegar a lo que debía ser el barco de sus amigos. Se sumergió un par de metros en el agua para luego empezar a acelerar y salir disparado del agua en una gran columna de agua. Abrió sus brazos con fuerza para dispersarla, cayó en el buque con elegancia mientras elevaba su guardia, esperaba que Kaiser y Cánabar estuvieran aquí. No le gustaría tener que huir en una lluvia de balas, no era su estilo y no se sentiría cómodo. Suspiró tranquilamente mientras se sentaba en el borde para de ese modo solo tener que dejarse llevar por la gravedad y llegar a su terreno. Ahora todo estaba en juego y ahora debía tener algo de suerte, las ganas de verlos y saber que podrían estar aquí eran geniales y enormes, inclusive más grandes que el mismo océano.
Ya quiero encontrarlo, maldita sea. Aparece barco de la marina.
Susurró mientras ahora salía del agua dando un gran salto y ver a su alrededor. Aún no lograba ver nada parecido a un barco o buque de la Marina, maldijo por lo bajo mientras su cuerpo regresaba al océano. Su corazón palpitaba con fuerza mientras buscaba a sus amigos, la sola idea de encontrar a sus amigos le hacía incluso derramar algunas lágrimas. Sawaki ahora empezó a nadar a su máxima velocidad, lograba verlo todo con claridad, algunos peces pasaban a su lado y uno que otro era devorado por las fauces del tiburón. El rubio ahora volvió a salir del agua para al fin ver la silueta de un buque de la marina, “Bien ese tiene que ser el barco. Si me equivoco solo tendré que escapar por donde vine” pensó algo confiado, volvió a caer al agua y hacer una última aceleración.
No tardó mucho en llegar a lo que debía ser el barco de sus amigos. Se sumergió un par de metros en el agua para luego empezar a acelerar y salir disparado del agua en una gran columna de agua. Abrió sus brazos con fuerza para dispersarla, cayó en el buque con elegancia mientras elevaba su guardia, esperaba que Kaiser y Cánabar estuvieran aquí. No le gustaría tener que huir en una lluvia de balas, no era su estilo y no se sentiría cómodo. Suspiró tranquilamente mientras se sentaba en el borde para de ese modo solo tener que dejarse llevar por la gravedad y llegar a su terreno. Ahora todo estaba en juego y ahora debía tener algo de suerte, las ganas de verlos y saber que podrían estar aquí eran geniales y enormes, inclusive más grandes que el mismo océano.
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Bisutomaru se hallaba en la cubierta del barco, después de tanto tiempo, por fin había encontrado a los suyos. No se iba a volver a separar de ellos, sus ojos estaban entrecerrados, hacía poco que había llegado con Shio. Por el camino había cazado algunas presas, una cabeza humana se hallaba en el suelo, de repente una tétrica sonrisa apareció en el rostro del pelirrojo, el cual se echó unos metros hacia atrás. Después de unos segundos abrió los parpados, mostrando unos orbes rosados y crueles, se relamió despacio y comenzó a correr hacia dónde estaba la cabeza humana. Tras haber llegado, la golpeó por debajo, usando el empeine de su bota, como si se tratara de un balón. El cráneo salió disparado hacia el cielo y eso provocó una sádica carcajada por parte del sádico tiburón. Soltó un suspiro y caminó hasta el mástil, dónde tenía a un hombre allí atado.
Era un tipo bajito, de pelo rubio y ojos verdosos, era bastante joven, tendría dieciséis años, un niño casi. El enorme ser lo tomó por el cuello mientras ahora abría la boca, clavó sus dientes en el cuello del chico y pegó un poderoso tirón. Arrancó la carne de cuajo, haciendo que su cabeza cayera. Acto seguido pisó la cabeza de forma tranquila y empezó a caminar al interior del barco arrastrando el cadáver, dejando un pequeño rastro de sangre por dónde pasaba con su presa. Ambos habían sido dos inocentes, pero el instinto asesino del luchador de agua era increíble, de hecho no se arrepentía de nada en absoluto. Llegó a la cocina y dejó el cuerpo sobre la mesa, no paró hasta coger algunas armas blancas y mutilarlo, después lo dejó allí hecho pedazos y salió de nuevo a cubierta mientras sonreía con maldad en su mirada. La verdad es que estaba pasándolo en grande.
Le debía lealtad a Kaiser ante todo, y estaría siempre a su lado y ayudándole en todo lo posible. Ahora se colocó en el borde de la borda, observando el horizonte con una tétrica sonrisa, el sonido de las gaviotas pasando por encima le molestaba mucho, las ganas de destriparlas eran increíbles. De repente el enorme ser, pudo escuchar como un ruido de agua, venía de su espalda, se giró y pudo ver a un Gyojin de cabellos rubios y ojos azules, no le reconocía, lo que provocó que la bestia se pusiera en pie. Un aura azulada comenzó a rodearle mientras se iba relamiendo avanzando hacia él. Lo haría pedazos si hacía falta, podía ser un maldito invasor y eso no era plato de buen gusto. Una vez estuvo cerca, el enorme monstruo soltó una carcajada sádica y se colocó en postura de combate, tratando de avisar al chico de que le atacaría de forma cruel.
- Será mejor que te identifiques pequeño. Tienes tres segundos o te arrancaré la cabeza de un mordisco y te atravesaré el puño por el cuello… Jejejeje…
Era un tipo bajito, de pelo rubio y ojos verdosos, era bastante joven, tendría dieciséis años, un niño casi. El enorme ser lo tomó por el cuello mientras ahora abría la boca, clavó sus dientes en el cuello del chico y pegó un poderoso tirón. Arrancó la carne de cuajo, haciendo que su cabeza cayera. Acto seguido pisó la cabeza de forma tranquila y empezó a caminar al interior del barco arrastrando el cadáver, dejando un pequeño rastro de sangre por dónde pasaba con su presa. Ambos habían sido dos inocentes, pero el instinto asesino del luchador de agua era increíble, de hecho no se arrepentía de nada en absoluto. Llegó a la cocina y dejó el cuerpo sobre la mesa, no paró hasta coger algunas armas blancas y mutilarlo, después lo dejó allí hecho pedazos y salió de nuevo a cubierta mientras sonreía con maldad en su mirada. La verdad es que estaba pasándolo en grande.
Le debía lealtad a Kaiser ante todo, y estaría siempre a su lado y ayudándole en todo lo posible. Ahora se colocó en el borde de la borda, observando el horizonte con una tétrica sonrisa, el sonido de las gaviotas pasando por encima le molestaba mucho, las ganas de destriparlas eran increíbles. De repente el enorme ser, pudo escuchar como un ruido de agua, venía de su espalda, se giró y pudo ver a un Gyojin de cabellos rubios y ojos azules, no le reconocía, lo que provocó que la bestia se pusiera en pie. Un aura azulada comenzó a rodearle mientras se iba relamiendo avanzando hacia él. Lo haría pedazos si hacía falta, podía ser un maldito invasor y eso no era plato de buen gusto. Una vez estuvo cerca, el enorme monstruo soltó una carcajada sádica y se colocó en postura de combate, tratando de avisar al chico de que le atacaría de forma cruel.
- Será mejor que te identifiques pequeño. Tienes tres segundos o te arrancaré la cabeza de un mordisco y te atravesaré el puño por el cuello… Jejejeje…
Cánabar
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Lo ocurrido en Logue Town había sido un caótico. Cánabar y Kaiser se adentraron solos, pero su banda los siguió y el resultado fue la destrucción casi pro completo de Atesaki. La mayoría de los gyojin que iban con ellos habían muerto, solo restaban algunos supervivientes. Lo único bueno que había salido de aquello era el inmenso barco que habían obtenido, un precioso e inmenso buque de la marina. Pero Kaiser no estaba satisfecho, estaba realmente enfadado. Al parecer el resultado no le había gustado nada. Cánabar tampoco estaba contento por lo ocurrido. Atesaki no sería una banda importante de esta forma. Pero, por alguna extraña razón, la orca se lo estaba de un malhumor incomparable, como si le hubiera dolido haber perdido a tantos. Algo sumamente raro en el capitán de la banda.
Pero ya estaban lejos de la isla, de la guerra y de los cadáveres de su compañero. Cánabar estaba sentado sobre los cañones frontales del barco. Realmente era una nave increíble y les serviría de mucho. Pero necesitaban más tripulación que la que actualmente tenían. ir ahora mismo a isla gyojin en su búsqueda sería muy arriesgado y Kaiser no aceptaría nadie que fuera humano entre los suyos. La cosa se complicaba, ¿dónde iban a encontrar más de su raza? El tiburón no conocía ningún enclave donde se reunieran los suyos o donde vivieran fuera de su isla natal. No podía recurrir a ningún lugar ni a nadie. Solo les restaba avanzar hasta donde el ciento decidiese llevarlos y tener la esperanza de toparse con algún miembro más para Atesaki. Y eso ocurrió antes de lo que el espadachín esperaba.
Alguien llegó al barco desde el mar. Esa proeza era imposible para un humano corriente así que debía tratarse de alguien poderoso o de alguna criatura afín al mar. Cánabar había estado tan preocupado en sus pensamientos que no se había dado cuenta de lo ocurrido en el barco. había cuerdas en el mástil y un rastro de sangre desde allí hasta el interior. ¿Qué había pasado? Miró hacia otro lado y vio a Bisutomaru con alguien más. El gyojin marrón estaba en una pose de combate. ¿Un enemigo? Para aquel tiburón todos eran enemigos. EN cambio el espadachín podía no considerarlo hostil así se acercó a comprobarlo. La alegría que lo invadió al reconocer a Sawaki fue inexplicable. Pero si no hacía algo Bisutomaru se lanzaría al ataque. Sacó su espada y apuntó con ella al tiburón marrón.
-No es un enemigo, ni se te ocurra tocarle un pelo. Es un hermano- Le advirtió.
Después se acercó al rubio y lo abrazó con tanta fuerza que casi podría haberle roto alguna costilla. Pero no se preocupó por eso, estaba feliz por ver de nuevo a su protegido. había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvieron juntos.
-Maldito renacuajo, te he echado de menos. La próxima vez que te vayas procura irte muy lejos porque si te encuentro te cortaré la cabeza- Le dijo con una sonrisa y de la forma más amable que pudo.
Pero ya estaban lejos de la isla, de la guerra y de los cadáveres de su compañero. Cánabar estaba sentado sobre los cañones frontales del barco. Realmente era una nave increíble y les serviría de mucho. Pero necesitaban más tripulación que la que actualmente tenían. ir ahora mismo a isla gyojin en su búsqueda sería muy arriesgado y Kaiser no aceptaría nadie que fuera humano entre los suyos. La cosa se complicaba, ¿dónde iban a encontrar más de su raza? El tiburón no conocía ningún enclave donde se reunieran los suyos o donde vivieran fuera de su isla natal. No podía recurrir a ningún lugar ni a nadie. Solo les restaba avanzar hasta donde el ciento decidiese llevarlos y tener la esperanza de toparse con algún miembro más para Atesaki. Y eso ocurrió antes de lo que el espadachín esperaba.
Alguien llegó al barco desde el mar. Esa proeza era imposible para un humano corriente así que debía tratarse de alguien poderoso o de alguna criatura afín al mar. Cánabar había estado tan preocupado en sus pensamientos que no se había dado cuenta de lo ocurrido en el barco. había cuerdas en el mástil y un rastro de sangre desde allí hasta el interior. ¿Qué había pasado? Miró hacia otro lado y vio a Bisutomaru con alguien más. El gyojin marrón estaba en una pose de combate. ¿Un enemigo? Para aquel tiburón todos eran enemigos. EN cambio el espadachín podía no considerarlo hostil así se acercó a comprobarlo. La alegría que lo invadió al reconocer a Sawaki fue inexplicable. Pero si no hacía algo Bisutomaru se lanzaría al ataque. Sacó su espada y apuntó con ella al tiburón marrón.
-No es un enemigo, ni se te ocurra tocarle un pelo. Es un hermano- Le advirtió.
Después se acercó al rubio y lo abrazó con tanta fuerza que casi podría haberle roto alguna costilla. Pero no se preocupó por eso, estaba feliz por ver de nuevo a su protegido. había pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvieron juntos.
-Maldito renacuajo, te he echado de menos. La próxima vez que te vayas procura irte muy lejos porque si te encuentro te cortaré la cabeza- Le dijo con una sonrisa y de la forma más amable que pudo.
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El mar del Easth Blue, uno de los mares más pacíficos de todo el planeta, donde pocos peligros habitan en él. Entre el fondo del océano, se podía ver como un rayo de agua, o al menos eso parecía, viajaba por aquellos lares. En realidad, en aquel rayo de agua, aquella onda expansiva, él que lo provocaba no era otro que Kamemaru. Era un gyojin tortuga marina, nadando a una gran velocidad por aquel agua salada, disfrutando de los rayos de Sol que se adentraban en el mar cristalino, calentando el agua. Era una tortuga algo mayor, con 83 años, aunque eso poco importaba realmente, ya que para una tortuga, tener esa edad significaba estar en la flor de la vida. A medida que nadaba, iba girando sobre si mismo, mientras su boca enseñaba una macabra sonrisa, a la vez que angelical.
Algo tapó los rayos del sol, haciendo que en su lugar cubriese la sombra, por lo que decidió pararse. Mientras estaba parado, disfrutando del dulce masaje que las burbujas creaban al parar, rozando cada rincón de su cuerpo, observó hacia arriba. Justo encima de él, flotando, parecía haber un gran buque donde posiblemente fuesen humanos. Reconoció enseguida de que se trataba, un buque de la marina. Había visto varios a lo largo de su vida y sin duda, aquel recubrimiento de Kairoseki era típico de la marina.
Decidió subir hacia arriba, guiado por su imaginación, un buque lleno de humanos era el lugar ideal para divertirse. Decidió agarrar su bastón bö que tenía a la espalda y salió a la superficie, listo para machacar carne humana. Al salir cogió impulso para lanzarse con una gran potencia por el aire. Mientras como un cañón salía del agua, lucía su mayor esplendor, girando sobre si mismo para que el agua de su cuerpo empapara la cubierta de aquel buque.
Aterrizó en cubierta, para una vez después, golpear la madera con su bastón, con una gran fuerza. Aquel sonido de la madera crujiendo, chocando entre si, le hacía feliz. Se fijó que el suelo estaba lleno de sangre, por lo que pudo intuir que habría algún humano herido, seguramente aquel humano se acabaría arrodillando ante sus pies, al igual que todos los demás. Levantó la cabeza para mirar hacia toda la cubierta, mientras su voz salía de su boca, viajando justo, para asustar a humanos problemáticos.
- Humanos, es hora de que os arrodilléis ante vuestro Dios. Si no, os cortaré las pie...
Algo hizo detener sus palabras y no fue otra cosa que no encontrarse ni un humano. Al alzar su mirada, en cubierta pudo ver aún más sangre y, acompañada de ella, algo que le dejó sin palabras. No habían humanos, sino que tres gyojines y uno de ellos portaba un espadón. Su felicidad parecía haberse acabado, no tendría ni un mísero humano al cual tratar como un esclavo, por lo que su cara se volvió seria y guardó su bastón a la espalda, sin decir palabra.
Algo tapó los rayos del sol, haciendo que en su lugar cubriese la sombra, por lo que decidió pararse. Mientras estaba parado, disfrutando del dulce masaje que las burbujas creaban al parar, rozando cada rincón de su cuerpo, observó hacia arriba. Justo encima de él, flotando, parecía haber un gran buque donde posiblemente fuesen humanos. Reconoció enseguida de que se trataba, un buque de la marina. Había visto varios a lo largo de su vida y sin duda, aquel recubrimiento de Kairoseki era típico de la marina.
Decidió subir hacia arriba, guiado por su imaginación, un buque lleno de humanos era el lugar ideal para divertirse. Decidió agarrar su bastón bö que tenía a la espalda y salió a la superficie, listo para machacar carne humana. Al salir cogió impulso para lanzarse con una gran potencia por el aire. Mientras como un cañón salía del agua, lucía su mayor esplendor, girando sobre si mismo para que el agua de su cuerpo empapara la cubierta de aquel buque.
Aterrizó en cubierta, para una vez después, golpear la madera con su bastón, con una gran fuerza. Aquel sonido de la madera crujiendo, chocando entre si, le hacía feliz. Se fijó que el suelo estaba lleno de sangre, por lo que pudo intuir que habría algún humano herido, seguramente aquel humano se acabaría arrodillando ante sus pies, al igual que todos los demás. Levantó la cabeza para mirar hacia toda la cubierta, mientras su voz salía de su boca, viajando justo, para asustar a humanos problemáticos.
- Humanos, es hora de que os arrodilléis ante vuestro Dios. Si no, os cortaré las pie...
Algo hizo detener sus palabras y no fue otra cosa que no encontrarse ni un humano. Al alzar su mirada, en cubierta pudo ver aún más sangre y, acompañada de ella, algo que le dejó sin palabras. No habían humanos, sino que tres gyojines y uno de ellos portaba un espadón. Su felicidad parecía haberse acabado, no tendría ni un mísero humano al cual tratar como un esclavo, por lo que su cara se volvió seria y guardó su bastón a la espalda, sin decir palabra.
Shio
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Tras una larga búsqueda de Atesaki junto a Bisutomaru, los encontramos en el East Blue, en un barco de la marina. Subimos a él con total confianza, primero en una de los arrebatos de aquel hombre tiburón por matar humanos y luego para darnos cuenta que nos encontrábamos entre los nuestros, conocí a Cánabar uno de los compañeros de antaño de Bisutomaro, un tipo interesante, como casi todos los gyojnes que podías encontrar en la superficie.
El tiempo pasó y yo me dediqué a explorar si había algo interesante en el barco, a parte de la carta de navegación había un libro sobre el clima, el cual era muy interesante. En él se decía que el clima en el Grand Line es caprichoso, pues cambia arbitrariamente, sin seguir pauta alguna. Estaba deseando ver si era cierto, a parte de eso en ese mar también se daban los fenómenos más raros. Estaba sentado en una silla en el interior cuando escuché la voz de Bisutomaru amenazar a alguien más, ¿era posible que un humano hubiese quedado por allí?
No lo sabía, así que me moví rápidamente a ver qué era lo que estaba pasando, estaba empezando a cansarme de esa actitud contra los humanos, pero su él había sufrido, tampoco era nadie yo como para hacer algo.
Fuera, en cubierta, Bisutomaru amenazaba a un joven gyojin rubio, pero todo cesó cuando Cánabar se acercó al recién llegado, le dijo a Bisutomaru que era un conocido, un hermano y lo abrazó con fuerza. Empecé a caminar hacia ellos, por el pequeño pasillo, y cuando iba a salir otro gyojin llegó a cubierta, se trataba de uno que ya conocía, Kamemaru, el gyojin tortuga. Salí sin más miramientos, pasando un poco de los demás y acercándome a él.
-Vaya, me alegro de verte -comenté sonriendo -parece que encontramos a más de los nuestros cada día.
Me volví hacia los otros tres, y caminé en dirección a ellos, haciéndole un gesto a Kamemaru para que viniese. Esperaba que no se pusiesen violentos con él, sobre todo Bisutomaru, el cual era bastante asiduo a hacerlo.
-Hola, soy Shio, creo que no nos han presentado -dije tendiéndole la mano al gyojin rubio, luego señalé con la otra al gyojin tortuga -Os presento a Kamemaru, un amigo.
Todo estaba hecho, ya era decisión suya si quería o no quedarse. Lo importante era que no le atacasen de la nada, como había hecho hace nada Bisutomaru con el nuevo.
El tiempo pasó y yo me dediqué a explorar si había algo interesante en el barco, a parte de la carta de navegación había un libro sobre el clima, el cual era muy interesante. En él se decía que el clima en el Grand Line es caprichoso, pues cambia arbitrariamente, sin seguir pauta alguna. Estaba deseando ver si era cierto, a parte de eso en ese mar también se daban los fenómenos más raros. Estaba sentado en una silla en el interior cuando escuché la voz de Bisutomaru amenazar a alguien más, ¿era posible que un humano hubiese quedado por allí?
No lo sabía, así que me moví rápidamente a ver qué era lo que estaba pasando, estaba empezando a cansarme de esa actitud contra los humanos, pero su él había sufrido, tampoco era nadie yo como para hacer algo.
Fuera, en cubierta, Bisutomaru amenazaba a un joven gyojin rubio, pero todo cesó cuando Cánabar se acercó al recién llegado, le dijo a Bisutomaru que era un conocido, un hermano y lo abrazó con fuerza. Empecé a caminar hacia ellos, por el pequeño pasillo, y cuando iba a salir otro gyojin llegó a cubierta, se trataba de uno que ya conocía, Kamemaru, el gyojin tortuga. Salí sin más miramientos, pasando un poco de los demás y acercándome a él.
-Vaya, me alegro de verte -comenté sonriendo -parece que encontramos a más de los nuestros cada día.
Me volví hacia los otros tres, y caminé en dirección a ellos, haciéndole un gesto a Kamemaru para que viniese. Esperaba que no se pusiesen violentos con él, sobre todo Bisutomaru, el cual era bastante asiduo a hacerlo.
-Hola, soy Shio, creo que no nos han presentado -dije tendiéndole la mano al gyojin rubio, luego señalé con la otra al gyojin tortuga -Os presento a Kamemaru, un amigo.
Todo estaba hecho, ya era decisión suya si quería o no quedarse. Lo importante era que no le atacasen de la nada, como había hecho hace nada Bisutomaru con el nuevo.
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El gyojin nada con una pequeña gyojin asida en su espalda, la muchacha se agarra con fuerza por la velocidad de nado del joven Abraham. Su velocidad se debe a una causa muy concreta, lo qre había escuchado momentos antes le había puesto en rumbo, rumores sobra la antigua banda de aquél que fue benefactor del joven Sapien, un gyojin que lo apartó del mal camino y le inculcó el amor por los niños, y que le llevó a querer evitar que otros sufrieran lo que él. Ése es el motivo por el cual viaja junto a Celeste, la niña que siempre le acompaña, después de la marcha de su benefactor Abraham tomó su labor, y la niña no quiso separarse de él cuando este quiso salir al mar en busca de este. La verdad es que ha vivido verdaderas aventuras desde entonces, pero ninguna le había llevado a un punto cercano a la meta que busca. Sigue simples rumores que escucha por los mares y puertos sobre un extraño gyojin que se dedica a cuidar de los niños y llevarlos por el camino adecuado, la verdad es que eso solo puede indicar el paso de su viejo amigo Krain, quien ayuda a todo niño sea de la raza que sea y sea varón o hembra. El joven se encuentra nadando raudo mientras la joven se sostiene agarrando los tentáculos que se sobresalen de la espalda del joven.
Su velocidad es asombrosa, no tarda en notar como la iluminación del mar cambia, se oscurece a causa de la sombra de algo, no sabe identificarlo desde el punto en el que se encuentra pero esa sombra pronto desaparece, de modo que no es lo que busca, un barco raramente sobrepasaría al gyojin nadando. Su cuerpo es tal que se camufla bastante bien en el mar, tanto visto desde el exterior del agua como de la profundida, pues su panza y espalda tienen los colores adecuados para tal fin. |~Ab, ¿cuánto rato más estaremos nadando así? Empiezo a cansarme de esto...~| Dice la voz dulce de la joven Celeste. |~Pronto dejaremos de nadar a esta velocidad, no tenemos donde parar por ahora, y creo que ya estamos cerca de nuestro objetivo, lo presiento... Sujétate, que voy a aumentar la velocidad de nado para llegar cuanto antes.~| Dice el joven Sapien mientras aumenta la velocidad de su nado para cruzar como un torpedo las cálidas y cristalinas aguas del East Blue.
Resulta ser que el joven tiene razón, no tarda en llegar a una zona oscurecida por una sombra, y al mirar arriba el pelirrojo se percata de que se trata de un barco, los rumores dicen que la banda Gyojin Atesaki se encuentra en un buque marine, y que con ellos viaja un gyojin que cuida de los niños. El joven se aparta a un lateral y de un potente impulso sale del agua cayendo sobre la cubierta del barco. Celeste encaramada a su espalda se esconde por miedo a sufrir daños, no confía en nadie que no sea su compañero Ab. El joven mira alrededor, su vista alcanza a ver a un gyojin conocido, Shio, un gyojin delfín. Pero no es el hombre al que él busca. |~Perdonad, ¿estoy viendo a los miembros de Atesaki o me equivoqué de embarcación?~| Pregunta el joven mientras se acerca un poco para no estar tan alejado, pero no demasiado como para causar la impresión de ser una amenaza.
Su velocidad es asombrosa, no tarda en notar como la iluminación del mar cambia, se oscurece a causa de la sombra de algo, no sabe identificarlo desde el punto en el que se encuentra pero esa sombra pronto desaparece, de modo que no es lo que busca, un barco raramente sobrepasaría al gyojin nadando. Su cuerpo es tal que se camufla bastante bien en el mar, tanto visto desde el exterior del agua como de la profundida, pues su panza y espalda tienen los colores adecuados para tal fin. |~Ab, ¿cuánto rato más estaremos nadando así? Empiezo a cansarme de esto...~| Dice la voz dulce de la joven Celeste. |~Pronto dejaremos de nadar a esta velocidad, no tenemos donde parar por ahora, y creo que ya estamos cerca de nuestro objetivo, lo presiento... Sujétate, que voy a aumentar la velocidad de nado para llegar cuanto antes.~| Dice el joven Sapien mientras aumenta la velocidad de su nado para cruzar como un torpedo las cálidas y cristalinas aguas del East Blue.
Resulta ser que el joven tiene razón, no tarda en llegar a una zona oscurecida por una sombra, y al mirar arriba el pelirrojo se percata de que se trata de un barco, los rumores dicen que la banda Gyojin Atesaki se encuentra en un buque marine, y que con ellos viaja un gyojin que cuida de los niños. El joven se aparta a un lateral y de un potente impulso sale del agua cayendo sobre la cubierta del barco. Celeste encaramada a su espalda se esconde por miedo a sufrir daños, no confía en nadie que no sea su compañero Ab. El joven mira alrededor, su vista alcanza a ver a un gyojin conocido, Shio, un gyojin delfín. Pero no es el hombre al que él busca. |~Perdonad, ¿estoy viendo a los miembros de Atesaki o me equivoqué de embarcación?~| Pregunta el joven mientras se acerca un poco para no estar tan alejado, pero no demasiado como para causar la impresión de ser una amenaza.
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Un joven y solitario gyojin viaja tranquilamente por el fondo del East Blue sin ningún rumbo en concreto ni nada que hacer salvo buscar civilizaciones que estudiar. Sus ojos abiertos mirando por donde va perciben la iluminación de un mar tranquilo bajo un cielo despejado por lo que los rayos de sol llegaban a aguas más profundas. Al lado del gyojin viajaban diversos peces y seres marinos que no eran muy peligrosos. El joven gyojin destaca debido a sus llamativas ropas pero los tonos de su piel y de su pelo eran idóneos para pasar desapercibido en el entorno acuático. El joven Lugh nada despacio, sin prisa esperando que algún acontecimiento le llame la atención o alguien se acerque a hablarle, aunque eso era un tanto improbable por la incapacidad de los humanos de respirar bajo el agua y la escaza probabilidad de encontrarse con un gyojin en ese mar. A ratos una sombra cubría al gyojin pero ninguna le llama la atención ya que son demasiado pequeñas como para tratarse de un barco que pueda servir para sus estudios.
El joven empieza a cansarse de nadar de forma tan sencilla por lo que se impulsa un poco para aumentar la velocidad de nado mientras se mueve libremente hacia todos los lados, girando, pero todo sin cambiar de rumbo. En un momento se impulsa con tanta fuerza que sale del mar y, cuando llega a lo más alto ve a lo lejos un barco que lleva el símbolo de la marina, algo que le alegra ya que es una oportunidad perfecta para saber porque los humanos usan las armas para subyugar a los que se les oponen aunque no representen una amenaza. Lugh vuelve a caer al agua y nada más hundirse unos dos metros se impulsa con fuerza para llegar cuanto antes al barco.
Cuando ya ve el barco lo suficientemente cerca, Lugh se impulsa nuevamente con fuerza, pero esta vez para alcanzar la cubierta del navío en el cual cae con comodidad y sin ningún problema. Nada más pisar la cubierta mira para ver una escena que provoca que su mirada se vuelva dría y su carácter desconfiado, la cubierta está repleta de sangre y al parecer no ha llegado en buen momento. Lugh empieza a mirar lo que hay en cubierta y no ve a ningún humano, lo único que ve son otros gyojins, entre ellos el gyojin delfín que se encontró en el West Blue. Junto al mismo hay una enorme tortuga, más allá parecen haber 3 gyojins tiburón, ninguno conocido por Lugh y en otro lado estaba un gyojin un tanto peculiar con una niña que se le aferra asustada. Sin pensar en las posibles consecuencias el joven gyojin pez tigre se acerca al mástil donde se apoya y saca sus martillos de herrero antes de decir ¿Qué demonios ha pasado aquí para que haya tanta sangre? Y vosotros los tiburones, ¿es que no veis que esa no es forma de hablar las cosas? Los ojos de Lugh tienen una mirada fría ya que si tiene que pelear no suele hacerlo con un carácter alegre.
El joven empieza a cansarse de nadar de forma tan sencilla por lo que se impulsa un poco para aumentar la velocidad de nado mientras se mueve libremente hacia todos los lados, girando, pero todo sin cambiar de rumbo. En un momento se impulsa con tanta fuerza que sale del mar y, cuando llega a lo más alto ve a lo lejos un barco que lleva el símbolo de la marina, algo que le alegra ya que es una oportunidad perfecta para saber porque los humanos usan las armas para subyugar a los que se les oponen aunque no representen una amenaza. Lugh vuelve a caer al agua y nada más hundirse unos dos metros se impulsa con fuerza para llegar cuanto antes al barco.
Cuando ya ve el barco lo suficientemente cerca, Lugh se impulsa nuevamente con fuerza, pero esta vez para alcanzar la cubierta del navío en el cual cae con comodidad y sin ningún problema. Nada más pisar la cubierta mira para ver una escena que provoca que su mirada se vuelva dría y su carácter desconfiado, la cubierta está repleta de sangre y al parecer no ha llegado en buen momento. Lugh empieza a mirar lo que hay en cubierta y no ve a ningún humano, lo único que ve son otros gyojins, entre ellos el gyojin delfín que se encontró en el West Blue. Junto al mismo hay una enorme tortuga, más allá parecen haber 3 gyojins tiburón, ninguno conocido por Lugh y en otro lado estaba un gyojin un tanto peculiar con una niña que se le aferra asustada. Sin pensar en las posibles consecuencias el joven gyojin pez tigre se acerca al mástil donde se apoya y saca sus martillos de herrero antes de decir ¿Qué demonios ha pasado aquí para que haya tanta sangre? Y vosotros los tiburones, ¿es que no veis que esa no es forma de hablar las cosas? Los ojos de Lugh tienen una mirada fría ya que si tiene que pelear no suele hacerlo con un carácter alegre.
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Nota: Junto a Bisutomaru y Shio llegaron varios gyojin y tritones. Son npc's irrelevantes.
Estaba en mi camarote, sentado en mi escritorio intentando dibujar algún que otro mapa para despejar la mente pero era imposible. No podía sacar de mis pensamientos aquella perturbadora visión. Decenas de gyojin y tritones desplomándose sobre el suelo frente a simples humanos que ni yo era capaz de combatir. Y a su vez, me venía el recuerdo de la masacre en el Archipélago Sabaody. Jamás podría olvidar aquellos sucesos y empezaba a sentir una gran impotencia, pues en ambos casos mis fútiles intentos para cambiar el destino de mis homólogos habían sido en vano. Continué plasmando mis ideas sobre el lienzo hasta que la punta de mi pluma se rompió. Las venas empezaron a hincharse sobre mi frente y la ira me envolvía cada vez más. Imbuí en haki la pluma de forma instintiva y rompí el escritorio con ella. La lancé hacia el mueble destrozado y salí de mi camarote dando un portazo. Tenía que hacer algo, no podía seguir así. Debía hacerme más fuerte si quería cumplir mi objetivo y demostrar que mi raza era la más poderosa. Pensando un plan, me dirigí a una sala de máquinas donde podían encontrarse tanto pantallas para ver las cámaras que había por todo el navío como un den den mushi que comunicaba con cualquier parte de este.
-Os quiero a todos en cubierta en menos de cinco minutos. ¡Ya!- Dije por aquel aparato para que todos me escucharan. A pesar de las pérdidas varios habían vuelto, entres ellos Bisutomaru, pieza clave de la banda. Hacer de señuelo para que pudiesen escapar fue un éxito después de todo.
Empecé a caminar despacio hacia el exterior para que todos tuvieran tiempo de salir. Tenía un humor de perros y no quería pagarlo con ellos, y cualquier falta que cometiesen, podría sacarme de quicio con suma facilidad. Pasé por la cocina para comer algo antes, pero se me pasó el hambre al ver un cadáver troceado... así que me fui y tras el lapso exacto de cinco minutos abrí la puerta que daba a cubierta y observé el panorama. Aquel buque era inmenso. Sin duda, algo bueno habíamos sacado de tanta tragedia y por si fuera poco, pude ver más gyojin que no vinieron con el tiburón cobrizo. Estaban todos bastante cerca entre sí, así que me dirigí a ellos y me quedé a un par de metros de distancia. Mantuve la compostura y respiré hondo. -(Tranquilo Kaiser. Esto les afecta a todos, no pasa nada).- Intentaba calmarme a mí mismo para no arrancarle la cabeza al primero que se me cruzase.
-Bien... Me alegra veros a todos aquí, incluso a los nuevos, porque hay caras que no reconozco.- Dije yo, en un tono tranquilo y agradable. -Quería deciros que... ¡Sois una panda de inútiles! ¡Malditos descerebrados de mierda! ¿¡Cuando se os ocurrió la maravillosa idea de meteros en el campo de batalla cuando ordené firmemente que no lo hicieseis!?- Empecé a gritar a los cuatro vientos. La expresión me había cambiado por completo y de no ser porque me había apartado, mi bronca podría haber acabado muy mal. -¡Por vuestra carencia de inteligencia han muerto muchos hermanos y ahora no somos ni un tercio de lo que éramos!- Tras estas últimas palabras grité y golpeé el mástil de la parte delantera que estaba a mi lado. Hice un enorme agujero en este y cayó hacia mí, pero me aparté hacia adelante y dejé que impactara en el suelo, rompiendo parte de la cubierta y dejando el mástil inútil. Por suerte había varios más y junto a las hélices del os costados, podríamos avanzar sin problemas.
-Espero que alguien sepa arreglar este desastre para variar.- Añadí, observando los destrozos. Miré a dos tritones del montón y les hice un gesto para que entraran al barco. - Y no sé quién coño ha puesto eso en al cocina ni me importa, pero vosotros dos, id a limpiarlo ¡Cagando leches!- Ordené. Ambos salieron corriendo despavoridos para acatar las órdenes de su capitán. -Y a los nuevos, seréis bienvenidos a Atesaki si es lo que buscáis. Y no os molestéis en presentaros. Olvidaré vuestros nombres a no ser que me impresionéis.- Finalicé, dirigiéndome hacia los cañones del mascarón para subirme en ellos y sentarme a observar el mar que se mantenía en calma. -Me alegra que hayas vuelto, Sawaki.- No solía mostrar mis sentimientos hacia los demás y mucho menos cuando me hacían parecer sensible, pero después de tanta muerte no pude evitarlo.
Estaba en mi camarote, sentado en mi escritorio intentando dibujar algún que otro mapa para despejar la mente pero era imposible. No podía sacar de mis pensamientos aquella perturbadora visión. Decenas de gyojin y tritones desplomándose sobre el suelo frente a simples humanos que ni yo era capaz de combatir. Y a su vez, me venía el recuerdo de la masacre en el Archipélago Sabaody. Jamás podría olvidar aquellos sucesos y empezaba a sentir una gran impotencia, pues en ambos casos mis fútiles intentos para cambiar el destino de mis homólogos habían sido en vano. Continué plasmando mis ideas sobre el lienzo hasta que la punta de mi pluma se rompió. Las venas empezaron a hincharse sobre mi frente y la ira me envolvía cada vez más. Imbuí en haki la pluma de forma instintiva y rompí el escritorio con ella. La lancé hacia el mueble destrozado y salí de mi camarote dando un portazo. Tenía que hacer algo, no podía seguir así. Debía hacerme más fuerte si quería cumplir mi objetivo y demostrar que mi raza era la más poderosa. Pensando un plan, me dirigí a una sala de máquinas donde podían encontrarse tanto pantallas para ver las cámaras que había por todo el navío como un den den mushi que comunicaba con cualquier parte de este.
-Os quiero a todos en cubierta en menos de cinco minutos. ¡Ya!- Dije por aquel aparato para que todos me escucharan. A pesar de las pérdidas varios habían vuelto, entres ellos Bisutomaru, pieza clave de la banda. Hacer de señuelo para que pudiesen escapar fue un éxito después de todo.
Empecé a caminar despacio hacia el exterior para que todos tuvieran tiempo de salir. Tenía un humor de perros y no quería pagarlo con ellos, y cualquier falta que cometiesen, podría sacarme de quicio con suma facilidad. Pasé por la cocina para comer algo antes, pero se me pasó el hambre al ver un cadáver troceado... así que me fui y tras el lapso exacto de cinco minutos abrí la puerta que daba a cubierta y observé el panorama. Aquel buque era inmenso. Sin duda, algo bueno habíamos sacado de tanta tragedia y por si fuera poco, pude ver más gyojin que no vinieron con el tiburón cobrizo. Estaban todos bastante cerca entre sí, así que me dirigí a ellos y me quedé a un par de metros de distancia. Mantuve la compostura y respiré hondo. -(Tranquilo Kaiser. Esto les afecta a todos, no pasa nada).- Intentaba calmarme a mí mismo para no arrancarle la cabeza al primero que se me cruzase.
-Bien... Me alegra veros a todos aquí, incluso a los nuevos, porque hay caras que no reconozco.- Dije yo, en un tono tranquilo y agradable. -Quería deciros que... ¡Sois una panda de inútiles! ¡Malditos descerebrados de mierda! ¿¡Cuando se os ocurrió la maravillosa idea de meteros en el campo de batalla cuando ordené firmemente que no lo hicieseis!?- Empecé a gritar a los cuatro vientos. La expresión me había cambiado por completo y de no ser porque me había apartado, mi bronca podría haber acabado muy mal. -¡Por vuestra carencia de inteligencia han muerto muchos hermanos y ahora no somos ni un tercio de lo que éramos!- Tras estas últimas palabras grité y golpeé el mástil de la parte delantera que estaba a mi lado. Hice un enorme agujero en este y cayó hacia mí, pero me aparté hacia adelante y dejé que impactara en el suelo, rompiendo parte de la cubierta y dejando el mástil inútil. Por suerte había varios más y junto a las hélices del os costados, podríamos avanzar sin problemas.
-Espero que alguien sepa arreglar este desastre para variar.- Añadí, observando los destrozos. Miré a dos tritones del montón y les hice un gesto para que entraran al barco. - Y no sé quién coño ha puesto eso en al cocina ni me importa, pero vosotros dos, id a limpiarlo ¡Cagando leches!- Ordené. Ambos salieron corriendo despavoridos para acatar las órdenes de su capitán. -Y a los nuevos, seréis bienvenidos a Atesaki si es lo que buscáis. Y no os molestéis en presentaros. Olvidaré vuestros nombres a no ser que me impresionéis.- Finalicé, dirigiéndome hacia los cañones del mascarón para subirme en ellos y sentarme a observar el mar que se mantenía en calma. -Me alegra que hayas vuelto, Sawaki.- No solía mostrar mis sentimientos hacia los demás y mucho menos cuando me hacían parecer sensible, pero después de tanta muerte no pude evitarlo.
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Sawaki no pudo contener su alegría al ver la figura de Cánabar. Su hermano mayor estaba ahí mismo, ignoró por completo al idiota que planeaba atacarlo. Sintió el abrazo del tiburón blanco, era fuerte y casi le rompe una costilla pero era entendible hace mucho que no se veían. Sonrió de forma agradable y le devolvió el abrazo a su hermano. Luego lo soltó y le dio un ligero golpe en su pectoral izquierdo, se limpió una lágrima traviesa que escapaba de emoción. Sonrió de forma más tranquila, al fin estaba con sus verdaderos nakamas.
Más te vale no volver a desaparecer, idiota. Te extrañé mucho.
Dijo como respuesta, notó que llegaban muchos más personas al buque. Todos eran gyojins de diferentes razas, le llamó la atención una extraña tortuga de aspecto anciano. Y entonces llegó el capitán. Kaiser hacía su aparición y estaba molesto, de un solo golpe destruyó el mástil. Dijo una que otra cosa de poca relevancia, y luego se alegró porque había vuelto. Sawaki era el más feliz de todos, sus ojos y su sonrisa demostraban aquella felicidad. Había llegado con sus nakamas y ahora podía estar más tranquilo. Atesaki iba a rugir de nuevo, el capitán había aceptado a los nuevos y a menos que los impresionaran no iba a recordar sus nombres “Sigues siendo el mismo idiota, Kaiser-kun” pensó mientras ahora pisaba la cubierta y bajaba su guardia. Estaba en un ambiente seguro, aunque no le traían muchas confianzas los nuevos y sobre todo ese idiota que había amenazado con atacarlo. Tenía un aire parecido a Shark pero mucho más maligno, suspiró tranquilo mientras miraba al resto. Esa tortuga anciana le traía mucha curiosidad, pero por ahora no iba a hablar con ella.
Se acercó a Kaiser, su figura era imponente como siempre e inclusive ahora daba un poco más de miedo. En cierta parte le agradaba que su capitán fuera así, le daba un sentimiento de más seguridad. Suspiró tranquilo, tenía que decirle algo pero no encontraba las palabras necesarias, era algo malo en expresar sus sentimientos pero tenía que hacerlo.
Si, han pasado muchas cosas Kaiser. Normalmente puedes ser un idiota, pero eres un gran amigo. Te extrañé mucho y pensé que habías muerto. Me preocupaste mucho, capitán
Dijo mientras le daba un ligero golpe en su abdomen. Sonrió de forma amable y se quedó mirando la cubierta, era increíble la cantidad de personas que había ahí. No sabía que habían tantos de su especie, contando a los dos que entraron en el barco habían 10 Gyojins en total. Algo impresionante y ahora Atesaki finalmente iba a volver a rugir. La leyenda ahora se haría realidad. Sawaki no podía contener su felicidad de encontrar a sus amigos y más feliz estaba de tener más de su raza. Al fin había llegado a un ambiente de confianza.
Más te vale no volver a desaparecer, idiota. Te extrañé mucho.
Dijo como respuesta, notó que llegaban muchos más personas al buque. Todos eran gyojins de diferentes razas, le llamó la atención una extraña tortuga de aspecto anciano. Y entonces llegó el capitán. Kaiser hacía su aparición y estaba molesto, de un solo golpe destruyó el mástil. Dijo una que otra cosa de poca relevancia, y luego se alegró porque había vuelto. Sawaki era el más feliz de todos, sus ojos y su sonrisa demostraban aquella felicidad. Había llegado con sus nakamas y ahora podía estar más tranquilo. Atesaki iba a rugir de nuevo, el capitán había aceptado a los nuevos y a menos que los impresionaran no iba a recordar sus nombres “Sigues siendo el mismo idiota, Kaiser-kun” pensó mientras ahora pisaba la cubierta y bajaba su guardia. Estaba en un ambiente seguro, aunque no le traían muchas confianzas los nuevos y sobre todo ese idiota que había amenazado con atacarlo. Tenía un aire parecido a Shark pero mucho más maligno, suspiró tranquilo mientras miraba al resto. Esa tortuga anciana le traía mucha curiosidad, pero por ahora no iba a hablar con ella.
Se acercó a Kaiser, su figura era imponente como siempre e inclusive ahora daba un poco más de miedo. En cierta parte le agradaba que su capitán fuera así, le daba un sentimiento de más seguridad. Suspiró tranquilo, tenía que decirle algo pero no encontraba las palabras necesarias, era algo malo en expresar sus sentimientos pero tenía que hacerlo.
Si, han pasado muchas cosas Kaiser. Normalmente puedes ser un idiota, pero eres un gran amigo. Te extrañé mucho y pensé que habías muerto. Me preocupaste mucho, capitán
Dijo mientras le daba un ligero golpe en su abdomen. Sonrió de forma amable y se quedó mirando la cubierta, era increíble la cantidad de personas que había ahí. No sabía que habían tantos de su especie, contando a los dos que entraron en el barco habían 10 Gyojins en total. Algo impresionante y ahora Atesaki finalmente iba a volver a rugir. La leyenda ahora se haría realidad. Sawaki no podía contener su felicidad de encontrar a sus amigos y más feliz estaba de tener más de su raza. Al fin había llegado a un ambiente de confianza.
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El tiburón se lanzó a por el invasor cuando de repente escuchó el acero de una espada, giró la mirada y pudo ver al segundo al mando, el cual le estaba amenazando y diciéndole que no hiciera nada. Eso provocó una sonrisa macabra en el enorme ser, el cual se atrevió a soltar una carcajada ignorando por unos momentos al enano rubio. Se plantó frente al espadachín y se quedó mirándole a los ojos mientras se cruzaba de brazos. Se la estaba jugando mucho, pero aún así su personalidad era de esa forma, no tenía miedo a la muerte y por ello amplió mucho más la sonrisa, su mirada enfermiza era realmente acojonante. No decía nada, el silencio reinaba cuando de repente una nueva voz hizo acto de presencia, se dio la vuelta y pudo ver que el autor era una tortuga, que hablaba de humanos y de caer a sus pies. Bisutomaru se quedó mirándole mientras ahora daba dos pasos hacia él.
- No me habían informado de que hoy nos invadían. Primero el rubito de oro y ahora el Dios tortuga.
Acto seguido apareció Shio, uno de los colegas del pelirrojo, el cual dijo que la tortuga era amigo suyo, por lo que el enorme mastodonte frenó su posible ataque y volvió a dar dos pasos hacia atrás. La verdad es que parecía una maldita maquina de destrucción, atacaba a todo lo que se movía, pero el mero hecho de haber sido amenazado por el tiburón blanco ya le había picado un poco, por ello el pescado mako ya tenía peligro. Cuando parecía que todo estaba en una posible calma, apareció un bicho azul que preguntaba por los atesaki, eso hizo que el megalodón volviera a soltar una nueva carcajada mientras le daba la espalda a todos.
- ¿Alguno más se mete?
Por obra de la divinidad apareció otro más, algo parecido a un mono azul que decía que los tiburones podían hablar las cosas. Una nueva carcajada salió de la boca del monstruo, el cual ahora se sentó en la borda y se llevó una mano a la barbilla, mirando al recién llegado sonriéndole de forma sádica.
- Come plátanos monito.
Oh sí señor, ahora llegaba lo bueno, el capitán hacía acto de presencia cargándose el mástil con su fuerza descomunal. Lo que provocó un aplauso del pelirrojo que observaba atento a Kaiser-sama, pero después de unos momentos lo escuchó hablar sobre la cocina, su preciosa obra de arte iba a ser fregada, luego haría otra. Era un artista de los pies a la cabeza según él, y nadie cambiaría eso. Además echó la bronca por lo pasado en Loguetown, cosa que hizo empezar a reírse a Bisutomaru, ese tiburón podía poner nervioso a un muerto, era increíble lo capullo que podía ser. Después de las palabras del Dios orca, se fijó en que el rubio dio un ligero golpe en el estómago de su líder, grave error. Sin pensárselo pegó una patada hacia atrás destrozando un trozo de la borda y saliendo disparado hacia dónde estaban. Saltó con agilidad colocando su mano en la barandilla y saltando hacia el rubio. Estiró su brazo hacia atrás y de repente lanzó un puñetazo con toda su maldad y mala leche, buscando partirle el pecho en dos.
- ¡Hyahahahahahaha!
Karáte Bisuto: Dead Strong [AF]
- No me habían informado de que hoy nos invadían. Primero el rubito de oro y ahora el Dios tortuga.
Acto seguido apareció Shio, uno de los colegas del pelirrojo, el cual dijo que la tortuga era amigo suyo, por lo que el enorme mastodonte frenó su posible ataque y volvió a dar dos pasos hacia atrás. La verdad es que parecía una maldita maquina de destrucción, atacaba a todo lo que se movía, pero el mero hecho de haber sido amenazado por el tiburón blanco ya le había picado un poco, por ello el pescado mako ya tenía peligro. Cuando parecía que todo estaba en una posible calma, apareció un bicho azul que preguntaba por los atesaki, eso hizo que el megalodón volviera a soltar una nueva carcajada mientras le daba la espalda a todos.
- ¿Alguno más se mete?
Por obra de la divinidad apareció otro más, algo parecido a un mono azul que decía que los tiburones podían hablar las cosas. Una nueva carcajada salió de la boca del monstruo, el cual ahora se sentó en la borda y se llevó una mano a la barbilla, mirando al recién llegado sonriéndole de forma sádica.
- Come plátanos monito.
Oh sí señor, ahora llegaba lo bueno, el capitán hacía acto de presencia cargándose el mástil con su fuerza descomunal. Lo que provocó un aplauso del pelirrojo que observaba atento a Kaiser-sama, pero después de unos momentos lo escuchó hablar sobre la cocina, su preciosa obra de arte iba a ser fregada, luego haría otra. Era un artista de los pies a la cabeza según él, y nadie cambiaría eso. Además echó la bronca por lo pasado en Loguetown, cosa que hizo empezar a reírse a Bisutomaru, ese tiburón podía poner nervioso a un muerto, era increíble lo capullo que podía ser. Después de las palabras del Dios orca, se fijó en que el rubio dio un ligero golpe en el estómago de su líder, grave error. Sin pensárselo pegó una patada hacia atrás destrozando un trozo de la borda y saliendo disparado hacia dónde estaban. Saltó con agilidad colocando su mano en la barandilla y saltando hacia el rubio. Estiró su brazo hacia atrás y de repente lanzó un puñetazo con toda su maldad y mala leche, buscando partirle el pecho en dos.
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Cánabar
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Cánabar observó como todos y cada uno de los presentes iban apareciendo poco a poco. Algunos ya pertenecían a Atesaki y otros, simplemente, eran recién llegados. No podía ser, aquella suerte no era normal. ¿El azar se había encaprichado con ellos? Buenas noticias después de todo lo que habían pasado. Aunque no le hacía gracia que los desconocidos entraran a su barco con tanta facilidad. Podrían ser enemigos y la actitud de alguno de ellos así lo mostraba. Una tortuga que era amiga de un miembro de Atesaki, otro de aspecto extraño junto a una niña. ¿A quién se le ocurría traer a una cría? ¿Acaso no conocían a la banda? O peor, la traía pensando que era un barco de la Marina. Podría haber sido peligroso para la muchacha. Aquello enfadó al tiburón.
Pero antes de que pudiera decir nada llegó un nuevo visitante. ¿Otro más? Sí. Este tenía un aspecto aún más extraño que el anterior. De haber llevado un cartel luminoso en el barco no habrían llamado más la atención. El último sacó unos martillos y se acercó a ellos con aspecto amenazante. Otro idiota, si quería pelea Cánabar iba a empapar la cubierta de rojo. ya se estaba cansando de idioteces. Y Kaiser interrumpió. habló pro el sistema de megafonía y apareció minutos después de convocarlos a todos en cubierta. Su gran aparición fue digna de un estúpido. Rompió el mástil principal del barco. Genial, gran idea si los perseguía la Marina. Estaba claro que ahora escaparían con más facilidad, ¿no? Maldito capitán que nunca pensaba en las consecuencias de sus actos... Aunque el tiburón era similar.
Gritó a todos los integrantes de la banda y se desahogó con ellos. Después dio la "bienvenida" a los nuevos miembros. Así que ahora pertenecían a Atesaki, sin consultarlo con él o con ellos ni nada... esta banda era de risa. Sawaki se acercó a Kaiser para hablar con él. Al parecer Cánabar era el único de los presentes que sabía cómo se sentía Kaiser, no estaba normal y era más peligroso que de costumbre. Se acercó a ellos para evitar cualquier posible altercado. El rubio golpeó el vientre del capitán. No, idiota, no está para tonterías. Aunque era cierto que parecía haberse alegrado de ver a su compañero de nuevo, no estaba en condiciones de bromas o sentimentalismos. Hasta Cánabar desconocía cómo actuaría ahora Kaiser. Y eso que era el que más lo conocía de todos.
Por si fuera poco no era el único problema. Se escuchó el crujir de la madera como si algo la hubiese golpeado. Cuando el tiburón blanco se giró pudo ver a Bisutomaru lanzándose a por ellos. ¿Por qué lo hacía? ¡Sawaki había "golpeado" a Kaiser. La devoción de ese loco por el capitán era digna de elogio y de temor. Pero sobre todo peligrosa para todos. Cánabar clavó su espada en el suelo entre Sawaki y su atacante y la imbuyó en haki. El golpe del marronáceo gyojin impactó en esta sin cumplir su objetivo. Ya lo había avisado una vez. De no haber estado en una situación tan mala después de lo de Logue Town quizás le hubiera cortado la cabeza ahí mismo. Pero, por suerte para Bisutomaru, ahora mismo necesitaban a tantos gyojin como pudieran.
-Te he dicho que no lo tocaras. No me gusta repetir las cosas. Ahora eres un miembro de Atesaki y deberás comportarte como tal. Si tanto admiras a Kaiser no destroces su banda. Y si vuelves a atacar a un hermano te juro que yo mismo me encargaré de que no suceda nunca más- Le advirtió.
Pero antes de que pudiera decir nada llegó un nuevo visitante. ¿Otro más? Sí. Este tenía un aspecto aún más extraño que el anterior. De haber llevado un cartel luminoso en el barco no habrían llamado más la atención. El último sacó unos martillos y se acercó a ellos con aspecto amenazante. Otro idiota, si quería pelea Cánabar iba a empapar la cubierta de rojo. ya se estaba cansando de idioteces. Y Kaiser interrumpió. habló pro el sistema de megafonía y apareció minutos después de convocarlos a todos en cubierta. Su gran aparición fue digna de un estúpido. Rompió el mástil principal del barco. Genial, gran idea si los perseguía la Marina. Estaba claro que ahora escaparían con más facilidad, ¿no? Maldito capitán que nunca pensaba en las consecuencias de sus actos... Aunque el tiburón era similar.
Gritó a todos los integrantes de la banda y se desahogó con ellos. Después dio la "bienvenida" a los nuevos miembros. Así que ahora pertenecían a Atesaki, sin consultarlo con él o con ellos ni nada... esta banda era de risa. Sawaki se acercó a Kaiser para hablar con él. Al parecer Cánabar era el único de los presentes que sabía cómo se sentía Kaiser, no estaba normal y era más peligroso que de costumbre. Se acercó a ellos para evitar cualquier posible altercado. El rubio golpeó el vientre del capitán. No, idiota, no está para tonterías. Aunque era cierto que parecía haberse alegrado de ver a su compañero de nuevo, no estaba en condiciones de bromas o sentimentalismos. Hasta Cánabar desconocía cómo actuaría ahora Kaiser. Y eso que era el que más lo conocía de todos.
Por si fuera poco no era el único problema. Se escuchó el crujir de la madera como si algo la hubiese golpeado. Cuando el tiburón blanco se giró pudo ver a Bisutomaru lanzándose a por ellos. ¿Por qué lo hacía? ¡Sawaki había "golpeado" a Kaiser. La devoción de ese loco por el capitán era digna de elogio y de temor. Pero sobre todo peligrosa para todos. Cánabar clavó su espada en el suelo entre Sawaki y su atacante y la imbuyó en haki. El golpe del marronáceo gyojin impactó en esta sin cumplir su objetivo. Ya lo había avisado una vez. De no haber estado en una situación tan mala después de lo de Logue Town quizás le hubiera cortado la cabeza ahí mismo. Pero, por suerte para Bisutomaru, ahora mismo necesitaban a tantos gyojin como pudieran.
-Te he dicho que no lo tocaras. No me gusta repetir las cosas. Ahora eres un miembro de Atesaki y deberás comportarte como tal. Si tanto admiras a Kaiser no destroces su banda. Y si vuelves a atacar a un hermano te juro que yo mismo me encargaré de que no suceda nunca más- Le advirtió.
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Siguieron llegando más gyojins, Lugh y Abrahan, que iba junto a una niña. Ambos eran conocidos, al igual que Kamemaru, por lo que me alegré al verlos. No había terminado de alegrarme cuando la voz del capitán sonó por todo el navío. Nos quería a todos reunidos allí y yo me preguntaba por qué. El tiempo pareció pasar rápidamente, nos hecho la bronca por lo sucedido en Loguetown, luego saludó los nuevo, sin molestarse en escuchar sus nombre. Fue golpeado, quizá cariñosamente, quizá no por el gyojin rubio y Bisutomaru saltó hacia el pobre. Si no hubiese sido por Cánabar y su espada posiblemente le habría arrancado la cabeza, como acostumbraba a hacer con los humanos.
-Pensaba que solo odiabas a los humanos -comenté al verlo saltar -creo que lo mejor será limpiar la cubierta y acelerar la marcha para salir lo antes posible de aquí.
Esperaba que mi comentario no pasase inadvertido, por lo que me dirigí hacia la manguera que había en el barco. Conectaba con una bomba sumergida que extraía el agua del océano, pero no la purificaba, por lo que simplemente era usada por los humanos para limpiar. Abrí la llave y empecé a regar la cubierta mientras pasaba un poco de todo el barullo que se había montado.
-Si os queréis unir, como ya ha dicho Kaiser, no hay problema -dije mirando a los que acababan de llegar y luego a Bisutomaru-no es necesario matar humanos indiscriminadamente par estar aquí, ¿no crees Bisutomaru?
Se que era muy difícil hacer cambiar a alguien, solo quería que por un momento se parase a pensar en lo que hacía. Tampoco me importaba mucho que matara humanos, pero en general no me gustaba, y mas si dejaba todo manchado de sangre, con lo difícil que era sacarla de ciertas superficies.
-Pensaba que solo odiabas a los humanos -comenté al verlo saltar -creo que lo mejor será limpiar la cubierta y acelerar la marcha para salir lo antes posible de aquí.
Esperaba que mi comentario no pasase inadvertido, por lo que me dirigí hacia la manguera que había en el barco. Conectaba con una bomba sumergida que extraía el agua del océano, pero no la purificaba, por lo que simplemente era usada por los humanos para limpiar. Abrí la llave y empecé a regar la cubierta mientras pasaba un poco de todo el barullo que se había montado.
-Si os queréis unir, como ya ha dicho Kaiser, no hay problema -dije mirando a los que acababan de llegar y luego a Bisutomaru-no es necesario matar humanos indiscriminadamente par estar aquí, ¿no crees Bisutomaru?
Se que era muy difícil hacer cambiar a alguien, solo quería que por un momento se parase a pensar en lo que hacía. Tampoco me importaba mucho que matara humanos, pero en general no me gustaba, y mas si dejaba todo manchado de sangre, con lo difícil que era sacarla de ciertas superficies.
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El joven gyojin sigue sentado tranquilamente en el mástil observando las cosas que ocurren, primero una orca sale de dentro del barco y tras gritar como si estuviese poseído destroza uno de los mástiles secundarios de un puñetazo para luego irse al mascarón y sentarse encima del mismo. El gyojin de color azul permanece sentado mientras a continuación el gyojin tiburón de piel marrón lo llama mono come plátanos por lo que aprieta con fuerza los martillos y golpea con fuerza el suelo haciendo una mueca en el mismo ya que sabe que si ataca puede ser lo último que haga. Justo a continuación el rubio golpea a la orca tras un pequeño discurso, algo que según Lugh fue un error ya que el tiburón color defecación se lanza a por el rubio con claras intenciones de matarlo, pero el otro tiburón lo detiene y vuelve a decirle que no le ataque porque es un hermano.
Lo más impactante es que Shio, el cual conozco de antes dice que no hay problema con que nos unamos y que no hace falta matar humanos indiscriminadamente mientras limpia el estropicio del asesino. Lugh se queda quieto y en silencio un momento hasta que dice Vaya, parece ser que aquí las cosas van a ser cuanto menos interesantes ya que el tiburón defecado parece tener muy poco control sobre su instinto asesino. Por mí me quedo pero por el momento lo máximo que puedo hacer para ayudar a los demás son pequeños servicios herrería. Shio, parece ser que eres el más calmado de todos así que luego diles que si necesitan una reparación o que arregle algo de metal del barco solo me avisen. Por ahora si quieres te ayudo a limpiar la cubierta.
Tras decir eso Lugh se levanta y coge una pequeña escoba con la que restriega la sangre para tratar de que no se pegue a la madera de cubierta.
Lo más impactante es que Shio, el cual conozco de antes dice que no hay problema con que nos unamos y que no hace falta matar humanos indiscriminadamente mientras limpia el estropicio del asesino. Lugh se queda quieto y en silencio un momento hasta que dice Vaya, parece ser que aquí las cosas van a ser cuanto menos interesantes ya que el tiburón defecado parece tener muy poco control sobre su instinto asesino. Por mí me quedo pero por el momento lo máximo que puedo hacer para ayudar a los demás son pequeños servicios herrería. Shio, parece ser que eres el más calmado de todos así que luego diles que si necesitan una reparación o que arregle algo de metal del barco solo me avisen. Por ahora si quieres te ayudo a limpiar la cubierta.
Tras decir eso Lugh se levanta y coge una pequeña escoba con la que restriega la sangre para tratar de que no se pegue a la madera de cubierta.
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Después de guardar luto a mi padre durante un tiempo, averigüe que Atesaki volvía a renacer, por lo que busqué a Kaiser y Canabar, que al parecer, estaban formando una nueva tripulación para resurgir de las sombras. Estuvieron un tiempo reuniendo a varios nakamas y por fin consiguieron un barco para salir a navegar, ese era el sueño de mi padre y yo iba a cumplirlo.
Tras estar unos días navegando haciendo guardia, dije que iba un momento, a coger algo a la despensa para comer. Pero en vez de eso, me quede dormido agarrado a una barra de pan. - Oh que bonita eres..... ¿pero estabas casada?....mmm, 5 min mas - decía mientras soñaba, despues de varios días despierto, no había podido aguantarme despierto.
De repente la pompa de la nariz explotó, - mmmm, vaya parece que me he dormido - dije quitándome la baba de la boca. Me coloqué de pie y comí algo, ya que cuando había ido la otra vez, al final no había comido nada. Salí de la despensa y subí por las escaleras hacía la cubierta, al subir, me quede apoyado en el marco de la puerta y vi, que allí estaba la mayor parte de la tripulación. Me quede observando , como el capitán hablaba con Cánabar y los demás nakamas estaban a lo suyo.
Cuando terminé de comerme el pan y salí al exterior, - vaya parece que me quedé dormido - le dije al capitan, no sabía si se había dado cuenta, pero ya lo había dicho. Esperaba que el capitán se mosquease y seguro que me caería un buena regañina, pero no podía evitarlo, tenía que decir las cosa como me salían.
Me acerque a la barandilla de babor y me apoye esperando la reprimenda, aunque seguramente no la escucharía, ya que estaba pensando en el sueño que había tenido antes, - como estaba aquella gyojin pulpo - pensaba sonrojandome. Ya poniéndome serio, le dije a Kaiser que ya estaba preparado y que no volvería a ocurrir lo de quedarme dormido, así que esperaría a que me necesitara, para ejecutar la orden sin rechistar.
Tras estar unos días navegando haciendo guardia, dije que iba un momento, a coger algo a la despensa para comer. Pero en vez de eso, me quede dormido agarrado a una barra de pan. - Oh que bonita eres..... ¿pero estabas casada?....mmm, 5 min mas - decía mientras soñaba, despues de varios días despierto, no había podido aguantarme despierto.
De repente la pompa de la nariz explotó, - mmmm, vaya parece que me he dormido - dije quitándome la baba de la boca. Me coloqué de pie y comí algo, ya que cuando había ido la otra vez, al final no había comido nada. Salí de la despensa y subí por las escaleras hacía la cubierta, al subir, me quede apoyado en el marco de la puerta y vi, que allí estaba la mayor parte de la tripulación. Me quede observando , como el capitán hablaba con Cánabar y los demás nakamas estaban a lo suyo.
Cuando terminé de comerme el pan y salí al exterior, - vaya parece que me quedé dormido - le dije al capitan, no sabía si se había dado cuenta, pero ya lo había dicho. Esperaba que el capitán se mosquease y seguro que me caería un buena regañina, pero no podía evitarlo, tenía que decir las cosa como me salían.
Me acerque a la barandilla de babor y me apoye esperando la reprimenda, aunque seguramente no la escucharía, ya que estaba pensando en el sueño que había tenido antes, - como estaba aquella gyojin pulpo - pensaba sonrojandome. Ya poniéndome serio, le dije a Kaiser que ya estaba preparado y que no volvería a ocurrir lo de quedarme dormido, así que esperaría a que me necesitara, para ejecutar la orden sin rechistar.
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No paraban de aparecer gyojin en aquel buque lleno de locos, unos más que otros. Uno de ellos se lanzó contra el otro, parecía que empezaría una guerra, pero el golpe fue parado. Era algo extraño para Kamemaru, seguro que eran unos piratas novatos, robar un buque de la marina... La tortuga estaba algo perdida, a pesar de conocer a uno de ellos, no se esperaba una locura como aquella. Se hizo notar dando un fuerte golpe al suelo, mientras miraba el trozo de barco roto por el gyojin cobrizo.
- Vaya... ¿Qué tenemos aquí? Unos jóvenes novatos... Un idiota que rompe su propio barco y los otros, unos novatos... Increíble... Los jóvenes de hoy en día no hacéis nada de provecho.
Su voz era suave pero seria, desprendía sabiduría con su forma de hablar, aunque le interesaba bastante una banda de puros gyojin y sin humanos incordiando. Tal vez sería la hora de demostrar que la raza gyojin era la más superior en inteligencia y fuerza, así que las intenciones de unirse a esa banda aumentaban. Hizo girar con velocidad su bastón alrededor de su cuerpo para volver a dar un golpe con él en el suelo, aún más fuerte.
- Con un idiota como ese, poco durará este barco. Necesitáis alguien que sepa sobre la madera. Este barco suena extraño, si no le dais un buen mantenimiento, se hundirá...
- Vaya... ¿Qué tenemos aquí? Unos jóvenes novatos... Un idiota que rompe su propio barco y los otros, unos novatos... Increíble... Los jóvenes de hoy en día no hacéis nada de provecho.
Su voz era suave pero seria, desprendía sabiduría con su forma de hablar, aunque le interesaba bastante una banda de puros gyojin y sin humanos incordiando. Tal vez sería la hora de demostrar que la raza gyojin era la más superior en inteligencia y fuerza, así que las intenciones de unirse a esa banda aumentaban. Hizo girar con velocidad su bastón alrededor de su cuerpo para volver a dar un golpe con él en el suelo, aún más fuerte.
- Con un idiota como ese, poco durará este barco. Necesitáis alguien que sepa sobre la madera. Este barco suena extraño, si no le dais un buen mantenimiento, se hundirá...
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El joven gyojin pelirrojo se encuentra algo alejado de los demás, y eso le viene bien, el capitán sale a cubierta rompiendo uno de os mástiles del barco, justo después de la aparición de un extraño gyojin de piel azulada que se apoya sobre otro de los mástiles con dos martillos enormes en las manos, lo que hace al joven Sapien pensar en que clase de oficio ostenta aquél joven. Celeste asida a su espalda con temor a la banda de locos en la que se encuentran ahora, el tiburón rubio se acerca al capitán, una orca, y le golpea, parece ser que amistosamente en el estómago, lo que desata la cólera de un admirador que alcanza niveles de fanatismo insospechados y realmente absurdos, al menos apra la opinión del joven gyojin plateado. |~Tranquila Celeste, antes muero que dejar que te dañen.~| Dice Abraham en un susurro a la pequeña que se encuentra en su espalda y observa la situación. El barco está realmente sucio, lleno de sangre, seguramente obra del gyojin cobrizo, que se lanza a por el rubio tras lo que le hizo a su ídolo, una actuación deplorable en opinión del Glauco. Pero bueno, cada cual es como es y hay que respetarlos, por él mientras no ataquen a los niños no hay problema.
Entre tanto un tercer tiburón interfiere en el envite del cobrizo, mientras Shio, un gyojin delfín ya conocido del joven Abraham dice unas palabras que encajan en lo que busca el joven pero bueno, luego se pone a limpiar. Lo demás son puros enfrentamientos, una tortuga que parece bastante vieja con sabias palabras y poco más. El joven toma una escoba y se pone a fregar mientras el delfín empapa la cubierta a manguerazos para limpiar la escabechina que había.
Entre tanto un tercer tiburón interfiere en el envite del cobrizo, mientras Shio, un gyojin delfín ya conocido del joven Abraham dice unas palabras que encajan en lo que busca el joven pero bueno, luego se pone a limpiar. Lo demás son puros enfrentamientos, una tortuga que parece bastante vieja con sabias palabras y poco más. El joven toma una escoba y se pone a fregar mientras el delfín empapa la cubierta a manguerazos para limpiar la escabechina que había.
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Tan solo quería relajarme un rato. Sentir la brisa marina sobre su piel. Escuchar el sonido de las olas golpeando suavemente la madera del navío. El cantar de las aves y un... ¡Un montón de inútiles peleándose! Eso era lo único que era capaz de escuchar en mi cabeza. Y para colmo, Sawaki cogió la suficiente confianza para llamarme idiota y darme un golpe en señal de compañerismo. Quizás en otro momento no me habrían entrado unas ganas horribles de arrancarle el pescuezo, pero tenía que hacerme respetar y debía evitar esta clase de amiguismos en mi barco hacia mi persona. No obstante, antes de que pudiera actuar, Bisutomaru se tomó la libertad de arrancar parte del barco y lanzarlo contra el tiburón mako que de no ser por Cánabar, ahora mismo estaría muerto a manos de aquel coloso desquiciado.
Por lo menos quedaba alguien con conciencia que utilizó una manguera para mojar la cubierta y poder sacar las manchas carmesí que había en el barco, seguramente de arrastrar el cadáver troceado que había en la cocina. -(Así que ha sido Bisu...)- Pensé sabiendo que era el único que se dedicaba a hacer cosas de tal calibre y sin escrúpulos. Era incluso peor que yo. Pero dejando a un lado ese pensamiento, y aún si aquel gyojin delfín y el tipo extraño que iba junto a una pequeña de nuestra raza se pusieron a limpiar, había más malas noticias. Otro de los supervivientes me confesó tranquilamente que se había quedado dormido y por tanto se había perdido mi bronca, otro con aspecto de tortuga se puso a insultar a todo el mundo y Bisu estaba a punto de cometer una locura si no lo paraba. Volví a inspirar y expirar fuerte para tranquilizarme.
-¡Basta de gilipolleces!- Grité. -¡Dejad de insultaros a vosotros mismos y pelearos como si fuerais críos! ¡Han muerto un montón de hermanos en Logutown, siguen muriendo muchos a diario y otros tantos duermen cada noche a la sombra encerrados en prisión!- continuaba yo, dando una razón para mi discurso. -¿¡Acaso creéis que esta es la forma de solucionarlo!? ¿¡Creéis que los demás gyojin o tritones van a salvarse solos!? ¿¡Acaso creéis que otra raza nos extenderá el brazo para ayudarnos!?- Hice un cúmulo de preguntas para las que no esperaba respuesta. Yo mismo la tenía. -¡No! ¡Escuchadme bien! Nadie nos va a dar nada. Nadie confía en nosotros y nunca lo harán. Solo podemos abrirnos paso infundiendo temor ¡Pero no lo conseguiremos si os matáis entre vosotros, idiotas!- Finalicé acercándome a Bisutomaru para pararlo. -Detente Bisu. Por ahora todo está bien, pero no vuelvas a atacar a nadie de la banda sin mi permiso.- Hice una breve pausa y miré a los demás. -Lo detengo ahora para evitar una masacre, pero no lo haré la próxima vez si vosotros buscáis razones para desatar su ira. No siempre estaré ahí y por muy valientes que seáis ahora, este capullo podría mataros a todos juntos. No juguéis con fuego y no os quemaréis.- Ni yo mismo me creía que estuviera poniendo orden en vez de matarlos a todos. Pero no era momento de perder más subordinados y había una chiquilla a bordo. Quizás me hubiese dado igual si no fuera de otra raza, pero era una pequeña gyojin y no merecía sufrir lo que la mayoría habíamos sufrido en nuestra niñez.
-Puedes buscar un camarote doble para instalarte con ella. Y aunque no sea ni mucho menos la mejor idea traer a una niña tan pequeña a bordo de esta banda, nadie la tocará mientras sea miembro de Atesaki.- Dije yo, dirigiendo mi mirada a Abraham, aunque entonces no sabía su nombre. -No te preocupes, pequeña, tendrás todo lo que quieras, tu tan solo pídeselo a tu acompañante y yo le proporcionaré lo que necesites.- No sabía si era su padre, un tío, un amigo o un secuestrador, pero era el que iba con ella y prefería evitar momentos incómodos. Aunque mis palabras cada vez se distaban más de lo que yo era en realidad. Incluso algunos pensarían que me había golpeado la cabeza o que estaba enfermo. Quien sabe... Quizás tan solo anhelaba recordar aquella sonrisa de Leliana, que por unos segundos hizo que olvidara todo mi pesar y que aún me atormentaba en sueños haciéndome creer que seguía un rumbo equivocado.
Por lo menos quedaba alguien con conciencia que utilizó una manguera para mojar la cubierta y poder sacar las manchas carmesí que había en el barco, seguramente de arrastrar el cadáver troceado que había en la cocina. -(Así que ha sido Bisu...)- Pensé sabiendo que era el único que se dedicaba a hacer cosas de tal calibre y sin escrúpulos. Era incluso peor que yo. Pero dejando a un lado ese pensamiento, y aún si aquel gyojin delfín y el tipo extraño que iba junto a una pequeña de nuestra raza se pusieron a limpiar, había más malas noticias. Otro de los supervivientes me confesó tranquilamente que se había quedado dormido y por tanto se había perdido mi bronca, otro con aspecto de tortuga se puso a insultar a todo el mundo y Bisu estaba a punto de cometer una locura si no lo paraba. Volví a inspirar y expirar fuerte para tranquilizarme.
-¡Basta de gilipolleces!- Grité. -¡Dejad de insultaros a vosotros mismos y pelearos como si fuerais críos! ¡Han muerto un montón de hermanos en Logutown, siguen muriendo muchos a diario y otros tantos duermen cada noche a la sombra encerrados en prisión!- continuaba yo, dando una razón para mi discurso. -¿¡Acaso creéis que esta es la forma de solucionarlo!? ¿¡Creéis que los demás gyojin o tritones van a salvarse solos!? ¿¡Acaso creéis que otra raza nos extenderá el brazo para ayudarnos!?- Hice un cúmulo de preguntas para las que no esperaba respuesta. Yo mismo la tenía. -¡No! ¡Escuchadme bien! Nadie nos va a dar nada. Nadie confía en nosotros y nunca lo harán. Solo podemos abrirnos paso infundiendo temor ¡Pero no lo conseguiremos si os matáis entre vosotros, idiotas!- Finalicé acercándome a Bisutomaru para pararlo. -Detente Bisu. Por ahora todo está bien, pero no vuelvas a atacar a nadie de la banda sin mi permiso.- Hice una breve pausa y miré a los demás. -Lo detengo ahora para evitar una masacre, pero no lo haré la próxima vez si vosotros buscáis razones para desatar su ira. No siempre estaré ahí y por muy valientes que seáis ahora, este capullo podría mataros a todos juntos. No juguéis con fuego y no os quemaréis.- Ni yo mismo me creía que estuviera poniendo orden en vez de matarlos a todos. Pero no era momento de perder más subordinados y había una chiquilla a bordo. Quizás me hubiese dado igual si no fuera de otra raza, pero era una pequeña gyojin y no merecía sufrir lo que la mayoría habíamos sufrido en nuestra niñez.
-Puedes buscar un camarote doble para instalarte con ella. Y aunque no sea ni mucho menos la mejor idea traer a una niña tan pequeña a bordo de esta banda, nadie la tocará mientras sea miembro de Atesaki.- Dije yo, dirigiendo mi mirada a Abraham, aunque entonces no sabía su nombre. -No te preocupes, pequeña, tendrás todo lo que quieras, tu tan solo pídeselo a tu acompañante y yo le proporcionaré lo que necesites.- No sabía si era su padre, un tío, un amigo o un secuestrador, pero era el que iba con ella y prefería evitar momentos incómodos. Aunque mis palabras cada vez se distaban más de lo que yo era en realidad. Incluso algunos pensarían que me había golpeado la cabeza o que estaba enfermo. Quien sabe... Quizás tan solo anhelaba recordar aquella sonrisa de Leliana, que por unos segundos hizo que olvidara todo mi pesar y que aún me atormentaba en sueños haciéndome creer que seguía un rumbo equivocado.
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El puño del enorme ser monstruoso se chocó contra aquella enorme arma del tiburón blanco, ni siquiera le hizo un rasguño. Su sádica mirada se clavó ahora en el segundo al mando relamiéndose y soltando una pequeña carcajada. Tras la advertencia de este, el pelirrojo no hizo otra cosa que alzar el puño como si estuviera desafiándole, el miedo no era algo que conociera. Nadie podía hablarle así y salir de buenas, en ese momento escuchó unas palabras que iban con segundas. Se trataba de Shio al parecer, volvió a mirar hacia dónde estaba el rubio y simplemente metió sus manos en los bolsillos mientras realizaba un pequeño comentario con ánimo de ofender.
- Llegara el momento en que el hermanito mayor no esté para protegerte sardinilla. En ese momento voy a pasármelo en grande escuchando tus gritos de dolor.
Se giró ahora y saltó a la cubierta observando al peliblanco, se acercó hasta colocarse frente a él, pero no le hizo nada de nada. Simplemente asintió sin quitar aquella sonrisa de su rostro y le dio un toque en el hombro calmándose un poco, ese chico era un amigo del pelirrojo y sabía tratarlo. Las amenazas no funcionaban, pero si las maneras pacificas y buenas. Cuando por fin estaba tranquilo gracias a Shio, el mono azul abrió la boca llamándole “Tiburón defecado”. Los ojos del Gyojin se abrieron como platos girándose ahora y observando a su presa, sus puños se rodearon de una energía azulada, iba a matarlo. Ese primate azul iba a sentir el terror en sus carnes antes de morir, las amenazas del tiburón blanco le daban igual ya que parecía no conocer a ese y tal vez no se enfadaba.
- Parece que el simio quiere que le parta las piernas, cumpliré tu deseo basura enana.
Lo que faltaba, el bicho del caparazón empezó a meterse con él de forma algo más seria que el otro, cambio de presa por el momento. El cobrizo soltó una carcajada imbuyendo su brazo derecho en haki listo ahora para matar al otro. Fin del juego para él, ahora el pelirrojo rugió uniendo sus puños de los cuales empezó a salir una luz azulada pero en ese momento sintió a su lado al capitán. Se frenó en seco y clavó en el suelo una rodilla ante él, mostrándole ante todo respeto y sumisión. Este dio un discurso que no motivaba nada al cobrizo, le daban igual los Gyojin, pensaba que todos eran como Shio y Kaiser pero estaba equivocado. Por ello le daban igual el resto, cuando terminó sus palabras, el Megalodón asintió a sus palabras y se levantó. El luchador no se había fijado en la llegada del Gyojin de varios brazos y tampoco en las palabras del Dios Kaiser hacia la niña y el otro tipo. Los rosados orbes del terrible ser se clavaron en la tortuga y en el monito, esos dos estaban condenados, los mataría a la menor posibilidad de forma discreta. Les iba a arrancar la cabeza de cuajo, al igual que al rubio. Pero por el momento debía estar tranquilo, cosa que le estaba costando a horrores realizar. Ahora caminó hacia dónde estaba el tiburón blanco, el cual era el segundo al mando. Se acercó todo lo posible y tras una carcajada le dirigió la palabra.
- Lo siento Canabar-san, el tiburón cagado e idiota no molestará más.
Acto seguido le guiñó un ojo para darle a entender el sarcasmo y que se diera cuenta que al igual que había defendido al pelo maíz de él, no había hecho nada contra los insultos del pelirrojo. Pero no pasaba nada, a esos payasos les quedaban pocas horas de vida. Ahora volvió a mirar a la tortuga y tras una mirada provocativa atravesó otro pedazo de la borda de forma descarada y se tiró al agua de cabeza, ya lo repararía otro. Una vez en las profundidades se alejó un poco del barco y se dirigió a unas rocas que vio, para después relamerse y empezar a perseguir atunes como diversión. Como pillara alguno lo iba a hacer pedazos sin duda alguna, pobres animalitos, que les jodan.
- Hnhnhn… a esa tortuga fea y al simio azul les queda poco… hnhnhnhn…!Hyahahahahaha!
- Llegara el momento en que el hermanito mayor no esté para protegerte sardinilla. En ese momento voy a pasármelo en grande escuchando tus gritos de dolor.
Se giró ahora y saltó a la cubierta observando al peliblanco, se acercó hasta colocarse frente a él, pero no le hizo nada de nada. Simplemente asintió sin quitar aquella sonrisa de su rostro y le dio un toque en el hombro calmándose un poco, ese chico era un amigo del pelirrojo y sabía tratarlo. Las amenazas no funcionaban, pero si las maneras pacificas y buenas. Cuando por fin estaba tranquilo gracias a Shio, el mono azul abrió la boca llamándole “Tiburón defecado”. Los ojos del Gyojin se abrieron como platos girándose ahora y observando a su presa, sus puños se rodearon de una energía azulada, iba a matarlo. Ese primate azul iba a sentir el terror en sus carnes antes de morir, las amenazas del tiburón blanco le daban igual ya que parecía no conocer a ese y tal vez no se enfadaba.
- Parece que el simio quiere que le parta las piernas, cumpliré tu deseo basura enana.
Lo que faltaba, el bicho del caparazón empezó a meterse con él de forma algo más seria que el otro, cambio de presa por el momento. El cobrizo soltó una carcajada imbuyendo su brazo derecho en haki listo ahora para matar al otro. Fin del juego para él, ahora el pelirrojo rugió uniendo sus puños de los cuales empezó a salir una luz azulada pero en ese momento sintió a su lado al capitán. Se frenó en seco y clavó en el suelo una rodilla ante él, mostrándole ante todo respeto y sumisión. Este dio un discurso que no motivaba nada al cobrizo, le daban igual los Gyojin, pensaba que todos eran como Shio y Kaiser pero estaba equivocado. Por ello le daban igual el resto, cuando terminó sus palabras, el Megalodón asintió a sus palabras y se levantó. El luchador no se había fijado en la llegada del Gyojin de varios brazos y tampoco en las palabras del Dios Kaiser hacia la niña y el otro tipo. Los rosados orbes del terrible ser se clavaron en la tortuga y en el monito, esos dos estaban condenados, los mataría a la menor posibilidad de forma discreta. Les iba a arrancar la cabeza de cuajo, al igual que al rubio. Pero por el momento debía estar tranquilo, cosa que le estaba costando a horrores realizar. Ahora caminó hacia dónde estaba el tiburón blanco, el cual era el segundo al mando. Se acercó todo lo posible y tras una carcajada le dirigió la palabra.
- Lo siento Canabar-san, el tiburón cagado e idiota no molestará más.
Acto seguido le guiñó un ojo para darle a entender el sarcasmo y que se diera cuenta que al igual que había defendido al pelo maíz de él, no había hecho nada contra los insultos del pelirrojo. Pero no pasaba nada, a esos payasos les quedaban pocas horas de vida. Ahora volvió a mirar a la tortuga y tras una mirada provocativa atravesó otro pedazo de la borda de forma descarada y se tiró al agua de cabeza, ya lo repararía otro. Una vez en las profundidades se alejó un poco del barco y se dirigió a unas rocas que vio, para después relamerse y empezar a perseguir atunes como diversión. Como pillara alguno lo iba a hacer pedazos sin duda alguna, pobres animalitos, que les jodan.
- Hnhnhn… a esa tortuga fea y al simio azul les queda poco… hnhnhnhn…!Hyahahahahaha!
Cánabar
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Cánabar se había cansado del comportamiento infantil de todos. Era una banda pirata, maldita sea, y no una guardería. Si aquellos críos querían seguir siendo niños él mimos se encargaría de enseñarles la verdadera vida de un adulto. Pero no ahora, después de lo ocurrido estaba como Kaiser y no tenía ningún deseo de aguantar comportamientos pueriles como aquellos. Miró a la orca, el capitán era el que peor lo estaba llevando de todos y aquellos "engendros" no ayudaban nada a que se calmara. Pero el tiburón blanco desconectó de todo, se iba a olvidar de aquellas tonterías y no discutiría con nadie. Si acababan todos muertos ya encontrarían a alguien más. Había gyojins y tritones suficientes para reemplazar a los caídos un millón de veces.
-Bienvenidos todos, haced lo que queráis pero no me importaría volver a perder unos miembros si no os comportáis como tal- Avisó a todos.
Dicho eso dio media vuelta y se dirigió a la bodega. Podría haber ido hacia la zona de los camarotes, pero no quería descansar. Necesitaba liberar testosterona y entrenar era la mejor forma de hacerlo. Anduvo hasta llegar a la sala y, una vez allí, repartió espadazos al aire a diestro y siniestro. No tenía objetivo ni era un entrenamiento propiamente dicho, pero le servía para ejercitar los brazos y cansarse un poco. Cuando estaba agotado pensaba de forma más clara y se preocupaba menos por todo. Además, cuando estaba cansado le costaba más enfardarse y eso era lo que necesitaba en ese momento o, de lo contrario, su ira le obligaría a matar a todos aquellos individuos que estaban resultando ser más una molestia que compañeros.
Con lo bien que estaba él solo sin meterse en bandas ni idioteces. A veces se planteaba dejar Atesaki y volver a ser un guerrero solitario como siempre lo había sido. No le costaría nada y no necesitaba a toda esa gente pero, en cierto modo, había cogido cariño a la banda. Nunca tuvo un hogar después de todo lo que le ocurrió, pero se podría decir que la banda era su casa. Allí donde estuviera su bandera se sentiría acogido. Y... ¿qué había mejor que eso? Nada que pudiera recordar.
-Bienvenidos todos, haced lo que queráis pero no me importaría volver a perder unos miembros si no os comportáis como tal- Avisó a todos.
Dicho eso dio media vuelta y se dirigió a la bodega. Podría haber ido hacia la zona de los camarotes, pero no quería descansar. Necesitaba liberar testosterona y entrenar era la mejor forma de hacerlo. Anduvo hasta llegar a la sala y, una vez allí, repartió espadazos al aire a diestro y siniestro. No tenía objetivo ni era un entrenamiento propiamente dicho, pero le servía para ejercitar los brazos y cansarse un poco. Cuando estaba agotado pensaba de forma más clara y se preocupaba menos por todo. Además, cuando estaba cansado le costaba más enfardarse y eso era lo que necesitaba en ese momento o, de lo contrario, su ira le obligaría a matar a todos aquellos individuos que estaban resultando ser más una molestia que compañeros.
Con lo bien que estaba él solo sin meterse en bandas ni idioteces. A veces se planteaba dejar Atesaki y volver a ser un guerrero solitario como siempre lo había sido. No le costaría nada y no necesitaba a toda esa gente pero, en cierto modo, había cogido cariño a la banda. Nunca tuvo un hogar después de todo lo que le ocurrió, pero se podría decir que la banda era su casa. Allí donde estuviera su bandera se sentiría acogido. Y... ¿qué había mejor que eso? Nada que pudiera recordar.
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Al final el barullo se detuvo. Bisutomaru se fue al agua, pero la orca no se preocupó. Lo era la primera vez que lo hacía. De ese modo evadía sus instintos asesinos y causaba menos problemas internos. Volvería en cuanto se calmase, como siempre. Kaiser tendría que tener cuidado con él para que no matara a toda su tripulación en un ataque de ira. Pero tampoco permitiría que le faltaran el respeto. No podía defender a los demás si ellos mismos ansiaban la muerte. -Ahora haced lo que queráis, pero no rompáis nada más y no incordiéis.- Dijo el capitán, volviendo a su posición, cerca del mascarón y observando el horizonte. Parecía una día tranquilo, pero nadie podía librarse de los problemas en alta mar. La vida pirata estaba plagada de ellos y esa vez no sería diferente... Kaiser esbozó una sonrisa y miró hacia el frente con sus ojos inyectados en sangre.
-¡Olvidad lo que os he dicho! ¡Preparaos para luchar, tenemos visita!- Gritó el gyojin orca, levantándose rápidamente y crujiendo sus puños. Tenía un humor de perros y sus nuevos enemigos serían un buen método para desahogarse. A lo lejos podían divisarse un par de buques de la marina. Seguramente venían para recuperar el navío robado y capturar a los ladrones. -(Que mala elección.)- Pensó Kaiser, esperando paciente su llegada. -No dispararán, quieren recuperar su barco, no buscarán hundirlo, así que no os preocupéis, vendran a abordarlo.- Comentó este, alertando a todos sus compañeros. Seguramente el megalodón ya se habría dado cuenta, pero no estaba de más avisarle. -¡¡Bisutomaru, es la hora de la caza!!- Gritó eufórico. -Vamos a divertirnos.- Continuó.
-¡Hemos venido a recuperar el barco! ¡Entregadnos el navío sin oponer resistencia y nadie saldrá herido!- Gritó una voz desde las embarcaciones enemigas. -¡Venid a por lo que es vuestro en vez de pedir cosas estúpidas!- Le respondió el capitán de Atesaki. Y así fue como empezó aquella batalla. Los barcos de la marina llegaron con apenas unos rasguños por las balas de cañón. Eran increíblemente poderosos y ni si quiera su propia munición los hundiría con facilidad. Dejaron caer un par de puentes y los marines avanzaron en pos de abordar. -No tenéis escapatoria. Acabaréis como un coladero sucios piratas.- Dijo la misma voz. -¡Fuego!- Con estas palabras, un batallón por cada bando apuntó con sus fusiles y empezaron a disparar. Serían veinte en cada bando. -Las balas no servirán.- Una pequeña ola se elevó desde el mar y detuvo las balas que resonaron como si chocaran contra el metal. Seguramente alguien detendría las del otro lado.
-Traednos un reto, no un par de ratas que se quedan detrás disparando.- Kaiser aprovechó la ola con la que detuvo la munición y la disparó a modo de balas. El impacto era letal. Los veinte tiradores cayeron inertes. Los marines miraron confusos e impresionados al asesino, incluso con temor. Pero ya no había marcha atrás. Avanzaron entre gritos de guerra, cargando sus armas para acabar con los hombres del mar.
-¡¡¡Cargad!!!- Esperaba que sus compañeros le apoyaran en este combate, y no por que necesitara ayuda, si no porque de este modo podría comprobar el potencial de sus nuevos integrantes.
-¡Olvidad lo que os he dicho! ¡Preparaos para luchar, tenemos visita!- Gritó el gyojin orca, levantándose rápidamente y crujiendo sus puños. Tenía un humor de perros y sus nuevos enemigos serían un buen método para desahogarse. A lo lejos podían divisarse un par de buques de la marina. Seguramente venían para recuperar el navío robado y capturar a los ladrones. -(Que mala elección.)- Pensó Kaiser, esperando paciente su llegada. -No dispararán, quieren recuperar su barco, no buscarán hundirlo, así que no os preocupéis, vendran a abordarlo.- Comentó este, alertando a todos sus compañeros. Seguramente el megalodón ya se habría dado cuenta, pero no estaba de más avisarle. -¡¡Bisutomaru, es la hora de la caza!!- Gritó eufórico. -Vamos a divertirnos.- Continuó.
-¡Hemos venido a recuperar el barco! ¡Entregadnos el navío sin oponer resistencia y nadie saldrá herido!- Gritó una voz desde las embarcaciones enemigas. -¡Venid a por lo que es vuestro en vez de pedir cosas estúpidas!- Le respondió el capitán de Atesaki. Y así fue como empezó aquella batalla. Los barcos de la marina llegaron con apenas unos rasguños por las balas de cañón. Eran increíblemente poderosos y ni si quiera su propia munición los hundiría con facilidad. Dejaron caer un par de puentes y los marines avanzaron en pos de abordar. -No tenéis escapatoria. Acabaréis como un coladero sucios piratas.- Dijo la misma voz. -¡Fuego!- Con estas palabras, un batallón por cada bando apuntó con sus fusiles y empezaron a disparar. Serían veinte en cada bando. -Las balas no servirán.- Una pequeña ola se elevó desde el mar y detuvo las balas que resonaron como si chocaran contra el metal. Seguramente alguien detendría las del otro lado.
-Traednos un reto, no un par de ratas que se quedan detrás disparando.- Kaiser aprovechó la ola con la que detuvo la munición y la disparó a modo de balas. El impacto era letal. Los veinte tiradores cayeron inertes. Los marines miraron confusos e impresionados al asesino, incluso con temor. Pero ya no había marcha atrás. Avanzaron entre gritos de guerra, cargando sus armas para acabar con los hombres del mar.
-¡¡¡Cargad!!!- Esperaba que sus compañeros le apoyaran en este combate, y no por que necesitara ayuda, si no porque de este modo podría comprobar el potencial de sus nuevos integrantes.
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Los dientes del terrible monstruo partieron en dos a uno de aquellos peces, empezando ahora a destrozarlo con violencia al agitar la cabeza con brusquedad. No tenía hambre pero lo hacía por simple diversión. La sangre fluía por el mar de forma lenta, ascendiendo a la superficie y atrayendo a otros peces hambrientos que se alejaban del enorme Gyojin con bastante razón. El pelirrojo se había desahogado de una forma bastante buena, pero todavía tenía ganas de comerse a todos esos pringaos, imaginaba a todas esas presas bajo sus puños. No pudo evitar soltar una carcajada sádica y enfermiza para después darse cuenta de que unas embarcaciones se acercaban, subió un poco y pudo ver que se trataban de marines. Dos enormes buques, podres infelices, iban a ser masacrados, llegaba el momento de la fiesta. El tiburón escuchó ahora la voz de Kaiser llamándole, lo que provocó que se relamiera para después sumergirse y empezar a nadar hacia lo más profundo.
Una vez estuvo allí abajo, abrió los ojos de una forma exagerada para después pegar un rugido sádico y temible, la bestia empezó a ascender a toda velocidad hacia el barco de Atesaki. No tardó más de unos segundos en llegar, una vez estuvo cerca de la superficie, se impulsó hacia arriba a toda velocidad. Estiró su mano agarrándose de la borda y se impulsó pasando por encima de su capitán, observando que este estaba parando unas balas con una ola. La enorme figura quedó de espaldas a la orca juntando su aleta con la de él. En ese momento las balas del otro lado golpearon el cuerpo del Megalodón de forma violenta. Este no movió ni un dedo, simplemente usó su haki armadura para detener los impactos que llegaban a su pecho, a cada toque recibido soltaba una carcajada a cada cual más sádica y enfermiza que la anterior. Protegió tan solo a su Dios, a los demás que les jodieran. Una vez cesaron los disparos, una nueva oleada de muertes iba a suceder, los ojos del pelirrojo se ensangrentaron y sus puños se cerraron con fuerza mientras ahora pasaba su lengua por los labios relamiéndose. Era algo macabro a decir verdad.
- Disparar al gran Kaiser-sama se paga con la vida. ¡Hnhnhnhnhnhn! ¡Hnhnhnhnhn! ¡Hyahahahaahaha!
El monstruo salió disparado hacia la oleada de marines tiradores sin pensárselo, a cada paso que daba provocaba un leve sonido de temblor, pisaba con mucha bestialidad y su tamaño y musculatura ayudaban. Cuando estuvo cerca de ellos, abrió su boca atrapando el cuello de una de sus presas, alzándolo con la boca y arrancándole la cabeza del torso. Nada más hacer eso cogió a otro del cráneo y lo estampó contra el suelo, los dientes, lengua y ojos saltaron como palomitas del estallido provocado. A continuación empezó a soltar puñetazos que iban acabando con sus presas, la sangre era lo más llamativo de la pelea, era muy abundante y los órganos salidos de los cuerpos despedazados recorrían el barco, aquello parecía una maldita película sangrienta. Sus métodos no solo eran brutos, temibles y enfermizos, el haber atacado el navío de Kaiser hacia que sus instintos depredadores salieran de forma exagerada. No tardó mucho en acabar con los de su lado, salvo con uno, el cual elevó con su mano derecha agarrándole del cuello de forma violenta. La piel de aquel tipo cambió a morada en poco tiempo, pero el monstruo enseguida vio dos picas de madera que sobresalían después de haber roto él parte de la borda antes. Como si fuera una bola de bolos, cogió carrerilla y lanzó al marine por la cubierta llena de sangre, el cuerpo se deslizó a toda velocidad hasta que esas dos astillas gruesas y salidas atravesaron la garganta y la boca del tirador.
- ¡Hnhnhnhnhnhnhn! ¡Hahahahahaha!
Una vez estuvo allí abajo, abrió los ojos de una forma exagerada para después pegar un rugido sádico y temible, la bestia empezó a ascender a toda velocidad hacia el barco de Atesaki. No tardó más de unos segundos en llegar, una vez estuvo cerca de la superficie, se impulsó hacia arriba a toda velocidad. Estiró su mano agarrándose de la borda y se impulsó pasando por encima de su capitán, observando que este estaba parando unas balas con una ola. La enorme figura quedó de espaldas a la orca juntando su aleta con la de él. En ese momento las balas del otro lado golpearon el cuerpo del Megalodón de forma violenta. Este no movió ni un dedo, simplemente usó su haki armadura para detener los impactos que llegaban a su pecho, a cada toque recibido soltaba una carcajada a cada cual más sádica y enfermiza que la anterior. Protegió tan solo a su Dios, a los demás que les jodieran. Una vez cesaron los disparos, una nueva oleada de muertes iba a suceder, los ojos del pelirrojo se ensangrentaron y sus puños se cerraron con fuerza mientras ahora pasaba su lengua por los labios relamiéndose. Era algo macabro a decir verdad.
- Disparar al gran Kaiser-sama se paga con la vida. ¡Hnhnhnhnhnhn! ¡Hnhnhnhnhn! ¡Hyahahahaahaha!
El monstruo salió disparado hacia la oleada de marines tiradores sin pensárselo, a cada paso que daba provocaba un leve sonido de temblor, pisaba con mucha bestialidad y su tamaño y musculatura ayudaban. Cuando estuvo cerca de ellos, abrió su boca atrapando el cuello de una de sus presas, alzándolo con la boca y arrancándole la cabeza del torso. Nada más hacer eso cogió a otro del cráneo y lo estampó contra el suelo, los dientes, lengua y ojos saltaron como palomitas del estallido provocado. A continuación empezó a soltar puñetazos que iban acabando con sus presas, la sangre era lo más llamativo de la pelea, era muy abundante y los órganos salidos de los cuerpos despedazados recorrían el barco, aquello parecía una maldita película sangrienta. Sus métodos no solo eran brutos, temibles y enfermizos, el haber atacado el navío de Kaiser hacia que sus instintos depredadores salieran de forma exagerada. No tardó mucho en acabar con los de su lado, salvo con uno, el cual elevó con su mano derecha agarrándole del cuello de forma violenta. La piel de aquel tipo cambió a morada en poco tiempo, pero el monstruo enseguida vio dos picas de madera que sobresalían después de haber roto él parte de la borda antes. Como si fuera una bola de bolos, cogió carrerilla y lanzó al marine por la cubierta llena de sangre, el cuerpo se deslizó a toda velocidad hasta que esas dos astillas gruesas y salidas atravesaron la garganta y la boca del tirador.
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Cánabar
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El descanso no llegó tan pronto como Cánabar esperaba. Ni si quiera pensaba que la guerra continuara y, por lo visto, no había terminado. Escuchó gritos, alguien atacaba el barco. ¿Serían piratas? Después de todo el barco era un buque de guerra de la Marina y podía ser una presa jugosa para otros marineros. Aunque no se trataba de eso, eran marines los que venían buscando la nave. Al parecer querían recuperarla. Pobres idiotas, el barco pertenecía ahora a Atesaki y se hundiría antes de perder a sus nuevos dueños. El gyojin lo tenía totalmente claro, no dejaría que se lo arrebataran a la banda. Aunque no quería luchar, no después de todo lo ocurrido en Logue Town. Aquel hombre robot había sido brutal, ¿y si habían enviado algunos más a por ellos?
Algo tenía claro, no podía dejar solos a los miembros de Atesaki. Si a Kaiser y a él les había costado tanto encargarse de una de aquellas máquinas no quería ni imaginar lo que ocurriría con sus compañeros si había más de una. Desenvainó la espada y corrió hacia cubierta. La carrera fue corta pues, aunque el navío era inmenso, Cánabar era rápido y no detuvo la marcha en ningún momento. Abrió la puerta que lo separaba del exterior y la luz lo cegó momentáneamente, pero duró solo unos segundos. En cuanto recuperó la vista se dirigió hacia Kaiser. Pudo ver que se acercaban marines, pretendían abordarlos. Era lo normal ya que si querían recuperar su buque de guerra sería estúpido que lo bombardearan y destrozaran.
-Habéis venido en un momento muy malo- Advirtió a los nuevos enemigos.
Y n ose equivocaba. Atesaki era una banda de asesinos sanguinarios por naturaleza, sin embargo perdonaban vidas de vez en cuando ya fuera por piedad, pereza o por dejar un testigo de sus crímenes. Pero esta vez no habría salvación para los rivales de la banda pirata, la furia acumulada tras la guerra, la impotencia, la derrota... se habían condenado y ahora pagarían por los pecados de otros. Cánabar no esperó a que llegaran, en cuanto el barco contrario estuvo lo suficientemente cerca corrió y saltó hacia él. Una vez en la cubierta desplegó un amasijo de acero al que solía llamar espada y partió en dos a todo el que estaba cerca. Los pobres reclutas con los que el arma se encontró ni si quiera vieron venir el desastre.
El segados había sido desatado y ahora haría falta mucha sangre para calmarlo. Demasiada, quizás no hubiera suficiente en un solo barco. Pero ahora no le preocupaba nada más que matar. Dio sablazos a diestro y siniestro hendiendo el aire, la carne y los huesos. La escena pronto se tiñó de carmesí y olor a hierro. Cuan dulce era la sangre de aquellas pobres víctimas. Tal dulce que era insuficiente, tanto el guerrero como su espada necesitaban mucha más. Pero estos eran rivales inútiles, ¿quién les brindaría algo de acción? Quizás otro de esos robots, sí, quería destrozar más de esas máquinas. O algún alto cargo de la Marina. Cualquier cosa que le supusiera un mínimo reto y que no cayera de un solo golpe como aquellos reclutas.
Algo tenía claro, no podía dejar solos a los miembros de Atesaki. Si a Kaiser y a él les había costado tanto encargarse de una de aquellas máquinas no quería ni imaginar lo que ocurriría con sus compañeros si había más de una. Desenvainó la espada y corrió hacia cubierta. La carrera fue corta pues, aunque el navío era inmenso, Cánabar era rápido y no detuvo la marcha en ningún momento. Abrió la puerta que lo separaba del exterior y la luz lo cegó momentáneamente, pero duró solo unos segundos. En cuanto recuperó la vista se dirigió hacia Kaiser. Pudo ver que se acercaban marines, pretendían abordarlos. Era lo normal ya que si querían recuperar su buque de guerra sería estúpido que lo bombardearan y destrozaran.
-Habéis venido en un momento muy malo- Advirtió a los nuevos enemigos.
Y n ose equivocaba. Atesaki era una banda de asesinos sanguinarios por naturaleza, sin embargo perdonaban vidas de vez en cuando ya fuera por piedad, pereza o por dejar un testigo de sus crímenes. Pero esta vez no habría salvación para los rivales de la banda pirata, la furia acumulada tras la guerra, la impotencia, la derrota... se habían condenado y ahora pagarían por los pecados de otros. Cánabar no esperó a que llegaran, en cuanto el barco contrario estuvo lo suficientemente cerca corrió y saltó hacia él. Una vez en la cubierta desplegó un amasijo de acero al que solía llamar espada y partió en dos a todo el que estaba cerca. Los pobres reclutas con los que el arma se encontró ni si quiera vieron venir el desastre.
El segados había sido desatado y ahora haría falta mucha sangre para calmarlo. Demasiada, quizás no hubiera suficiente en un solo barco. Pero ahora no le preocupaba nada más que matar. Dio sablazos a diestro y siniestro hendiendo el aire, la carne y los huesos. La escena pronto se tiñó de carmesí y olor a hierro. Cuan dulce era la sangre de aquellas pobres víctimas. Tal dulce que era insuficiente, tanto el guerrero como su espada necesitaban mucha más. Pero estos eran rivales inútiles, ¿quién les brindaría algo de acción? Quizás otro de esos robots, sí, quería destrozar más de esas máquinas. O algún alto cargo de la Marina. Cualquier cosa que le supusiera un mínimo reto y que no cayera de un solo golpe como aquellos reclutas.
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El barullo estaba terminando y Bisu salió de aquel lugar, por el agua. Kaiser, el ahora capitán de Kamemaru se fijó en algo. Al parecer marines venían a recuperar su buque y él se dio cuenta. Tras las palabras del capitán, la tortuga agarró su bastón y crujió su cuello, mientras se preparaba para destrozar humanos insolentes. Los marines amenazaban pero los gyojin no tenían actitudes pacíficas.
Empezaron a disparar y una gran ola se levantó desde el mar, parando todas las balas. Era la hora de lanzarse al ataque y acabar con aquella escoria. Todos se lanzaron contra ellos y Kamemaru no sería menos. Saltó desde la cubierta y atravesando la ola de agua, cogiendo con su mano izquierda un poco de agua para así lanzarla a modo de proyectiles contra los marines.
Varios cayeron y era la hora del abordaje. La tortuga chocó contra el mástil del barco y así caer al suelo. Se levantó sin un rasguño ya que justo antes del impacto se resguardó en su caparazón, era la hora de la acción.
Agarró su bastón y cargó contra uno de los marines, el cual llevaba un sable a modo de arma. El filo se acercó a la cara de Kamemaru, rozándole la mejilla y causándole una leve herida que no parecía sangrar mucho y eso, no le paró. Con su bo lanzó una estocada al estómago de aquel marine con su fuerza de gyojin, haciendo que este escupiera sangre.
- Es hora de que os arrodilléis, sucia escoria.
El humano estaba de rodillas y sujetándose el estómago por el dolor, mientras seguía sangrando por la boca. Kamemaru esbozó una sonrisa y lanzó un golpe con la dura madera de su bastón, descendente y sobre la cabeza, partiéndole el cráneo.
Empezaron a disparar y una gran ola se levantó desde el mar, parando todas las balas. Era la hora de lanzarse al ataque y acabar con aquella escoria. Todos se lanzaron contra ellos y Kamemaru no sería menos. Saltó desde la cubierta y atravesando la ola de agua, cogiendo con su mano izquierda un poco de agua para así lanzarla a modo de proyectiles contra los marines.
Varios cayeron y era la hora del abordaje. La tortuga chocó contra el mástil del barco y así caer al suelo. Se levantó sin un rasguño ya que justo antes del impacto se resguardó en su caparazón, era la hora de la acción.
Agarró su bastón y cargó contra uno de los marines, el cual llevaba un sable a modo de arma. El filo se acercó a la cara de Kamemaru, rozándole la mejilla y causándole una leve herida que no parecía sangrar mucho y eso, no le paró. Con su bo lanzó una estocada al estómago de aquel marine con su fuerza de gyojin, haciendo que este escupiera sangre.
- Es hora de que os arrodilléis, sucia escoria.
El humano estaba de rodillas y sujetándose el estómago por el dolor, mientras seguía sangrando por la boca. Kamemaru esbozó una sonrisa y lanzó un golpe con la dura madera de su bastón, descendente y sobre la cabeza, partiéndole el cráneo.
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Oscuridad, dolor y un breve escozor en la nuca. Tenía los ojos cerrados y había estado inconsciente desde hacía horas. Recordé estar en Logue Town junto a un grupo de gyojins, con los cuales decidí formar una banda, pero algo no salió bien y acabé allí. Me hallaba en una celda fría y húmeda, donde el aire solo olía a sudor y a agua corrompida. Poco a poco abrí los ojos y observé la celda con detenimiento, era cuadrada, de unos cuatro metros de lado. Intenté moverme pero entonces noté que no podía. Sentí que algo se aferraba con fuerza a mí y no parecía que me fuese a soltar. Cuando conseguí enfocar mejor la vista, vi que aquello que me impedía moverme eran unas cadenas. No tenían nada de especial, por lo que cederían fácilmente si ejercía un poco de fuerza. Pero me encontraba un poco ausente.
Oí unos pasos acercándose a la celda, cuando el cuerpo que emitía el sonido al andar se dejó ver la rabia empezó a ejercer fuerza en mi. Era un asqueroso humano. Me miraba con gesto de superioridad, sonreía mientras me miraba. Llevaba el típico uniforme de marine y un rifle colgaba de su hombro. –Vaya, parece que el pececito se ha despertado. Seguro que te duele la cabeza. Que lástima que estés aquí atrapado, atado con cadenas para que no te escapes.- Su voz me molestaba, era muy vibrante y parcialmente aguda. Era cierto que me dolía la cabeza, pero era por un golpe que me había dejado inconsciente. El dolor comenzaba a remitir, pero mi sangre fluía ardiente de rabia. Miraba al marine con el entrecejo fruncido, los dientes a la vista e inspirando fuertemente.
Casi como un resorte, hice que los eslabones de las cadenas se abrieran y rompieran dejándome libre. El marine quedó perplejo y a la vez el miedo lo inmovilizó. Me acerqué a él velozmente en dos pasos, lo agarré de la pechera de la camisa y lo estampé contra los barrotes. Puse una mano en su cabeza e hice que se golpeara contra los barrotes con ella, de esa manera algunos de los barrotes se doblaron. La cara del marine estaba sangrando en las partes en las que los barrotes le golpearon. Lo tiré al suelo y acto seguido me agaché sobre él. El marine estaba al otro lado de los barrotes de la celda, pero poniéndome en cuclillas me acerqué a su cabeza que estaba cerca de mi celda. Aunque sabía que no podría oírme por el simple impedimento de que estaba muerto, le dije. –Vaya parece que ya no vas a despertar. Seguro que ya no te va a doler nada. Que lástima que no puedas oírme porque ya estés muerto. Gilipollas...- Le escupí a la cara y rebusqué a través de los barrotes cualquier objeto que pudiera servirme que estuviera en posesión del marine. Por suerte para mi llevaba las llaves de las celdas. Abrí la mía y salí de esta. Solo había una puerta por la que salir, al parecer donde me habían encerrado solo había un par de celdas, la mía y otra vacía.
Salí de la estancia y me encontré en un pasillo en el que no había nadie. Me dirigí rápidamente hacia la cubierta del barco, desde allí saltaría al agua y podría alejarme del barco fácilmente. Había mapas que permitían saber la ubicación de todo, por lo que no me costaría llegar a fuera. Por el camino un par de marines salían a prisa de una habitación. Cuando me vieron me apuntaron con sus armas y uno de ellos dijo. –Cuidado, uno de ellos ha conseguido infiltrarse.- Me extraño aquello, pero no me quedaría parado esperando explicaciones. Me agaché cuando me dispararon y después me impulsé directo hacia ellos. Golpeé con mi puño la cara de uno de ellos fracturando su nariz y haciendo que comenzara a sangrar por ella. Al otro le propiné un rodillazo en el estómago y le cogí una de sus piernas y le hice una llave. El marine gritaba mientras retorcía su pierna. Finalmente acabé fracturándosela, el marine comenzó a gritar. Me agradaba oírlos, pero no podía dejar que me descubrieran. Aplasté de un pisotón la cabeza del marine al que le había roto la nariz y se hallaba en el suelo sujetándosela y quejándose. La sangre corría por el suelo y la cara del marine al que le rompí la pierna estaba se debatía entre un rostro de miedo o dolor. Mordí su cuello y ejercí presión con mi potente mandíbula de tiburón nodriza e hice que los huesos de su cuello se quebraran. Continué mi camino hasta la cubierta. Llevaba la boca y el pecho manchados por la sangre, también uno de mis pies, el otro solo tenía salpicaduras. Al final logré llegar a un pasillo, pero este parecía estar atestado de marines, trataban de llegar a cubierta. Desde mi posición oí que algunos gritaban de dolor. Aquello atrajo mi atención. Esperaría al momento justo para salir y así llegar a cubierta desde la cual marcharme. Por mucho que odiara a los humanos no conseguiría nada si me lanzaba solo contra tal cantidad de marines, así que tendría que esperar.
Oí unos pasos acercándose a la celda, cuando el cuerpo que emitía el sonido al andar se dejó ver la rabia empezó a ejercer fuerza en mi. Era un asqueroso humano. Me miraba con gesto de superioridad, sonreía mientras me miraba. Llevaba el típico uniforme de marine y un rifle colgaba de su hombro. –Vaya, parece que el pececito se ha despertado. Seguro que te duele la cabeza. Que lástima que estés aquí atrapado, atado con cadenas para que no te escapes.- Su voz me molestaba, era muy vibrante y parcialmente aguda. Era cierto que me dolía la cabeza, pero era por un golpe que me había dejado inconsciente. El dolor comenzaba a remitir, pero mi sangre fluía ardiente de rabia. Miraba al marine con el entrecejo fruncido, los dientes a la vista e inspirando fuertemente.
Casi como un resorte, hice que los eslabones de las cadenas se abrieran y rompieran dejándome libre. El marine quedó perplejo y a la vez el miedo lo inmovilizó. Me acerqué a él velozmente en dos pasos, lo agarré de la pechera de la camisa y lo estampé contra los barrotes. Puse una mano en su cabeza e hice que se golpeara contra los barrotes con ella, de esa manera algunos de los barrotes se doblaron. La cara del marine estaba sangrando en las partes en las que los barrotes le golpearon. Lo tiré al suelo y acto seguido me agaché sobre él. El marine estaba al otro lado de los barrotes de la celda, pero poniéndome en cuclillas me acerqué a su cabeza que estaba cerca de mi celda. Aunque sabía que no podría oírme por el simple impedimento de que estaba muerto, le dije. –Vaya parece que ya no vas a despertar. Seguro que ya no te va a doler nada. Que lástima que no puedas oírme porque ya estés muerto. Gilipollas...- Le escupí a la cara y rebusqué a través de los barrotes cualquier objeto que pudiera servirme que estuviera en posesión del marine. Por suerte para mi llevaba las llaves de las celdas. Abrí la mía y salí de esta. Solo había una puerta por la que salir, al parecer donde me habían encerrado solo había un par de celdas, la mía y otra vacía.
Salí de la estancia y me encontré en un pasillo en el que no había nadie. Me dirigí rápidamente hacia la cubierta del barco, desde allí saltaría al agua y podría alejarme del barco fácilmente. Había mapas que permitían saber la ubicación de todo, por lo que no me costaría llegar a fuera. Por el camino un par de marines salían a prisa de una habitación. Cuando me vieron me apuntaron con sus armas y uno de ellos dijo. –Cuidado, uno de ellos ha conseguido infiltrarse.- Me extraño aquello, pero no me quedaría parado esperando explicaciones. Me agaché cuando me dispararon y después me impulsé directo hacia ellos. Golpeé con mi puño la cara de uno de ellos fracturando su nariz y haciendo que comenzara a sangrar por ella. Al otro le propiné un rodillazo en el estómago y le cogí una de sus piernas y le hice una llave. El marine gritaba mientras retorcía su pierna. Finalmente acabé fracturándosela, el marine comenzó a gritar. Me agradaba oírlos, pero no podía dejar que me descubrieran. Aplasté de un pisotón la cabeza del marine al que le había roto la nariz y se hallaba en el suelo sujetándosela y quejándose. La sangre corría por el suelo y la cara del marine al que le rompí la pierna estaba se debatía entre un rostro de miedo o dolor. Mordí su cuello y ejercí presión con mi potente mandíbula de tiburón nodriza e hice que los huesos de su cuello se quebraran. Continué mi camino hasta la cubierta. Llevaba la boca y el pecho manchados por la sangre, también uno de mis pies, el otro solo tenía salpicaduras. Al final logré llegar a un pasillo, pero este parecía estar atestado de marines, trataban de llegar a cubierta. Desde mi posición oí que algunos gritaban de dolor. Aquello atrajo mi atención. Esperaría al momento justo para salir y así llegar a cubierta desde la cual marcharme. Por mucho que odiara a los humanos no conseguiría nada si me lanzaba solo contra tal cantidad de marines, así que tendría que esperar.
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Las cosas estaban pasando demasiado rápido. A una velocidad de vértigo. Escuchó el tremendo sermón de su capitán, en cierta parte, tenía mucha razón. Muchos de los suyos murieron en Loguetown, eso definitivamente, fue un duro golpe para ellos. Ya no debería haber víctimas. Perder más vidas de forma estúpida sería una idiotez del porte del mundo entero. Pegó un suspiro mientras trataba de pensar en otras cosas. Se sentía feliz de que al fin, se reencontrara con sus amigos, sus hermanos, su familia. Kaiser y Cánabar siempre lo habían apoyado. Y ahora nuevamente estaba junto a ellos.
Todo estaba en una relativa calma. Aunque, eso no iba a ser para siempre, Sawaki lo sabía mejor que nadie. Y de hecho, los problemas no tardaron en venir. De la nada, los marines habían llegado, buscando recuperar lo suyo. ”Idiotas, de nada sirve” pensó al ver que ya todos sus compañeros se preparaban para la pelea. Era interesante ver las nuevas habilidades de sus nakama, aunque, él había perdido mucho tiempo y mucha fuerza. Pegó un suspiro, sabía que con su nivel podía ser de ayuda. Vio que Kaiser frenaba unas balas con su Karate Gyojin, el resto, estaba luchando en el barco. Era hora de la fiesta.
– He tu rubiales, estás arrestado. – escuchó. No pudo evitar sonreír con arrogancia. Estaba rodeando por unos cinco marines, todos parecían ser reclutas, pero en sus caras se demostraba cierta experiencia ¿Habrían participado en la guerra de Loguetown? Quien sabía.
– ¿Arrestado? Lo siento, marines-chan… Pero no me siento arrestado. – dijo mostrando sus manos y haciendo gestos para aludir el hecho de que no estaba esposado.
Los marines no tardaron en atacarlo. Todos a la vez. Se puso en posición defensiva, esquivó moviéndose a un lado un gancho, luego, con una voltereta esquivó un espadazo que pretendía cortarlo por la mitad. Movió su cabeza para esquivar una bala, y finalmente, con los brazos en cruz bloqueó una patada. Para el quinto marine que lo atacaba, lo golpeó con su cabeza haciendo que este retrocediera y chocara contra sus compañeros. El rubio no perdió el tiempo para empezar su ofensiva, con un combo de golpes, entre patadas, cabezazos y muchos puñetazos, fue que lanzó a sus rivales al agua.
– Si quieren recuperar el barco ¡Vengan! – gritó con fuerza.
Todo estaba en una relativa calma. Aunque, eso no iba a ser para siempre, Sawaki lo sabía mejor que nadie. Y de hecho, los problemas no tardaron en venir. De la nada, los marines habían llegado, buscando recuperar lo suyo. ”Idiotas, de nada sirve” pensó al ver que ya todos sus compañeros se preparaban para la pelea. Era interesante ver las nuevas habilidades de sus nakama, aunque, él había perdido mucho tiempo y mucha fuerza. Pegó un suspiro, sabía que con su nivel podía ser de ayuda. Vio que Kaiser frenaba unas balas con su Karate Gyojin, el resto, estaba luchando en el barco. Era hora de la fiesta.
– He tu rubiales, estás arrestado. – escuchó. No pudo evitar sonreír con arrogancia. Estaba rodeando por unos cinco marines, todos parecían ser reclutas, pero en sus caras se demostraba cierta experiencia ¿Habrían participado en la guerra de Loguetown? Quien sabía.
– ¿Arrestado? Lo siento, marines-chan… Pero no me siento arrestado. – dijo mostrando sus manos y haciendo gestos para aludir el hecho de que no estaba esposado.
Los marines no tardaron en atacarlo. Todos a la vez. Se puso en posición defensiva, esquivó moviéndose a un lado un gancho, luego, con una voltereta esquivó un espadazo que pretendía cortarlo por la mitad. Movió su cabeza para esquivar una bala, y finalmente, con los brazos en cruz bloqueó una patada. Para el quinto marine que lo atacaba, lo golpeó con su cabeza haciendo que este retrocediera y chocara contra sus compañeros. El rubio no perdió el tiempo para empezar su ofensiva, con un combo de golpes, entre patadas, cabezazos y muchos puñetazos, fue que lanzó a sus rivales al agua.
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