¿Bajo peligro volcánico? [Alice Turner, León Zaid] [Privado]

Había llegado a la Aldea del Ocaso hacía unos días y al contrario de lo que pensaba, la habían recibido con los brazos abiertos. Pensaba que, como en otros sitios que había visitado, las gentes podrían ser más recelosas, como teniendo miedo de los extraños que se acercaran a sus tierras aun con un buen propósito. Le encantaba. Pensar que el propósito del viaje había sido intentar averiguar algo sobre su pasado, cualquier mínimo indicio de una familia que cada vez parecía más inexistente... y así había acabado. Maravillándose de ir por ahí conociendo otras culturas, descubriendo secretos. Secretos que no eran secretos pero que muchos se perdían por desinterés, por falta de curiosidad. Por no saber mirar. Quizás debería haberse hecho arqueóloga en un principio. Pero en fin, era un poco tarde para ponerse a pensar en esas cosas.

Trataba de ganar un dinerillo pescando en sitios un tanto peligrosos (arriesgándose demasiado a caer al agua y morir ahogada) y recogiendo fruta donde a los habitantes de la isla le daba pereza llegar. Realmente no es que le hicieran demasiada falta esos berries y rechazaba la mayor parte de lo que le daban a cambio. Para ella era un pago por lo bien que la habían acogido, incluso cediéndole una habitación allá donde hubiera sitio libre y dándole de comer sin pedir nada a cambio. Así que les hacía un favor a ellos a cambio de otro gran favor y aprovechaba para explorar a gusto.

En aquellos momentos daba una vuelta por la playa, buscando conchas. Aquel viejo collar que llevaba al cuello y que la había acompañado en tantas de sus aventuras o viajes (o puede que locuras) se desharía en el momento menos esperado y se había convertido... no en una seña de identidad pero sí en algo que le recordaba a ella misma quien era. Como su tatuaje, que aunque nadie lo viera (ni siquiera ella misma, debido a su posición estratégica) la distinguía.

Miró hacia el centro de la isla o mejor dicho hacia la punta. Le habían contado que en realidad todo era un volcán supuestamente activo. ¿Aquello no era un poco peligroso para los que allí vivían? No lo había cuestionado por el semblante tranquilo de quien se lo contaba pero... En teoría en la cima de dicho volcán se hallaba un monasterio, al que se podía acceder subiendo veinticinco mil escalones y alrededor del que corrían unas cuantas leyendas. La curiosidad era la curiosidad... la curiosidad mató al gato también. Quien sabe, quizás en algún momento subiera, a causa de la locura transitoria.

Sus tripas rugieron y junto con el sol justo encima de ella le recordaron que puede que fuera hora de comer. Con paso lento volvió a la Aldea del Ocaso, planeando ya qué haría a continuación.

Bajo la identidad pirata que poseía solía viajar a varias islas donde dudaba que el gobierno me enviase a mirar algo, con el único fin de adquirir conocimientos y ver si encontraba alguna persona interesante, o algo que fuese digno de mi atención. En el amanecer de hoy había llegado a una isla de la cual tenía muy poca información, por lo que nada más atacar el bote en el que vine a un árbol fuerte y joven comencé a adentrarme en la isla por los bosques del lugar, rumbo a lo desconocido.

Los árboles eran de un tamaño medio, y su color era verdoso, pero uno algo apagado a decir verdad, escaseaba en estos sitios un color verde vivo, sin embargo esto no era lo que me llamaba la atención precisamente, según había llegado a mis oídos en esta isla existían cuatro aldeas, y en lo más alto de esta isla se encontraba un templo con una historia digna de mitologías orientales, mi labor como arqueólogo me obligaba a revisar a fondo este lugar, tenía la necesidad interior de descubrir sus historias, y sobretodo visitar ese famoso templo, que era por donde seguramente empezaría.

Extraje de mi bolsillo derecho una caja de cigarros observando el dibujo que tenía esta, solté un leve suspiro observándolo para inmediatamente sacar de esta un cigarro que pronto coloqué en mis labios. Con la otra mano saqué un mechero rápido para encender el que iba a ser el primer cigarro del nuevo día. Aspiré fuerte el humo sintiendo como el humo recorría mi garganta hasta inflar mis pulmones para expulsarlo luego en una bocanada suave pero grande de color blanco, era por esto que fumaba estos cigarros, el humo era más blanco que el de ninguna otra marca.

- ¿Por dónde se irá al templo? - Me pregunté en voz baja tratando de ver entre las ramas algo que fuese una buena pista para llegar a mi lugar de destino.

Lamentablemente solo vi el cielo y multitud de pájaros sobrevolando dicho lugar, ni una señal del templo. Encogiéndome de hombros di una nueva calada y continué caminando por lo que parecía un camino, aunque no era propiamente un camino en realidad, solo un terreno donde las plantas no crecen, producto del continuo paso por encima del lugar, en otras palabras, era un camino natural, lejos de cualquier mano industrial del hombre, pero que sin ninguna duda me llevaría a una de las aldeas. De aquí podría preguntar como llegar al templo supongo, ojala las personas sean lo suficientemente amables para indicarme el camino sin mayores problemas, no quería peleas en un día tranquilo como el de hoy.

Ya había comido y se sentía saciada. Parecía mentira lo mucho que sabía aquella extraña sopa de pescado... de la que no querían decirle la receta. Al parecer llevaba en aquella familia varias generaciones y probablemente todo el pueblo la conociera pero claro, no se la dirían a una extranjera. Una pena, trataría de averigüarla para mejorar como cocinera. Dejó la cuchara en el plato, dio las gracias de nuevo por la comida, deslizó un poco la silla hacia atrás y se levantó. Cuando salió por aquella puerta de madera, algo desvencijada, el sol la cegó por un momento.

Se sentó en un banco de piedra que estaba conectado a la casa. Sacó del cinturón el cuchillo un tanto oxidado que siempre llevaba y un cacho de madera del bolsillo y lo volvió a intentar. A los ancianos con pocos quehaceres les gustaba demasiado eso de tallar figuritas pero ella, por más que lo intentaba no le salían con muy buena forma... No tenía muy desarrollada ese tipo de visión espacial pero bueno, menos mal que tenía mucha paciencia. Mientras las astillas saltaban iba pensando en qué podía hacer aquella tarde. Por el momento hacía demasiado calor como para ponerse al sol a pescar o algo así. Se inclinó hacia delante y un mechón de pelo que le molestaba cayó delante de su cara. Paró para pasarlo por detrás de su oreja antes de seguir tallando.

Finas gotas de sudor empezaban a caerle por la frente. La aldea tenía una peculiar forma circular, y las casas de agrupaban en torno a un patio central, donde yacían los restos de una hoguera. Fuego de campamento. Se incorporó y cruzó el pueblo en dirección al bosque. Allí haría fresquito y podría pasear tranquila.
Realmente aquello no era un camino, al menos no a propósito. Sólo era uno de esos lugares donde la vegetación no impedía tanto el paso y se abría un camino por desgaste. A los lados sólo se veían árboles y más árboles... Que según le habían dicho no perdían las hojas en ningún momento del año. Debía ser bonito.

"Al menos por aquí dudo que me cruce con nadie a esta hora..."

Las gentes eran maravillosas pero su gusto por la soledad no se lo quitaría nadie.

El viento comenzaba a soplar en aquella isla produciendo un sonido peculiar al mover las hojas de los árboles o pasar entre los troncos, recordé entonces una pequeña anécdota sucedida hace ya muchos años, aunque para los más mayores pudiese ser hace nada. Yo era pequeño, y viajaba con mi abuelo a una isla vecina donde el clima era totalmente diferente al que estaba acostumbrado, el viento soplaba fuerte allí y al pasar entre los árboles y producía un sonido extraño para mis oídos, como si alguien estuviese susurrándome cosas, y una vez llegados a este punto mi propia imaginación hizo el resto jugándome más de una mala pasada. Sin embargo, mi abuelo una vez se percató me enseñó a silbar una canción que jamás había oído nunca, y al parecer él tampoco conocía la proveniencia de ese silbido, pero que se lo escuchó en más de una ocasión a un hombre realmente fuerte, y que cada vez que la silbaba sus miedos desaparecían.

Y en referencia a este recuerdo, ya no por protegerme del miedo, sino por la similitud con aquel momento, comencé a silbar dicha canción cerrando los ojos por unos segundos oyendo el viento pasar entre las ramas al son de la canción.

Ahora caminaba incluso más animado que antes, y hasta despreocupado, e incluso por un momento casi paso por desapercibida a una joven que pasaba justo por mi lado en aquél entonces, pero no solo eso, ella tenía en su interior un demonio, una akuma no mi, ¿Qué hacía alguien así en un lugar como este?
- Buenos días señorita. - Dije siendo amable al tiempo que analizaba toda la información en mi cabeza.

Ella era ciertamente pequeña, pero sin llegar a serlo excesivamente, sus cabellos eran negros y la piel blanca casi como la leche, pero sin duda la cicatriz de su rostro era lo que me resultaba más llamativo, no parecía una cicatriz normal y corriente, ¿Qué le habría pasado? En ese mismo instante el pensamiento pasó a otro, no vestía como solían vestir los que vivían por estas zonas, así que definitivamente era turista, solo rezaba porque fuese buena y no venga de atacar la aldea, pero a decir verdad la imagen de ella tallando madera no era realmente la imagen de un villano al que temer, aunque claro, si había aprendido algo en esta vida es que nunca tenía que fijarme de las apariencias al completo.
- Verá, ando algo perdido, y por lo que puedo ver usted no es de las aldeas cercana tampoco si no me confundo, así que... ¿Puede ayudarme? ¿O está usted también perdida? - Pregunté bajando la mirada hasta sus manos viendo nuevamente la madera tallada. - Aunque si anda ocupada lo lamento, no quisiera molestarla, supongo que sabré llegar sin ayuda también, al fin y al cabo soy bueno para orientarme jajaja.


Analizándolo correctamente había hablado más de la cuenta, quizás demasiado, y ella aún ni siquiera había abierto la boca, ¿Y si era realmente habitante de la aldea? La habría ofendido quizás al decirle que no lo parecía, pero eso no sería lo peor, ¿Y si fuese alguien peligroso? Al fin y al cabo tiene un objeto capaz de quitar la vida a alguien entre las manos que usa para tallar la madera y posee una akuma no mi. Si, definitivamente había hablado demasiado, pero ya era tarde para dar marcha atrás, solo quedaba escuchar su respuesta, aunque existía otra probabilidad, y era que me estaba comiendo demasiado la cabeza por una tontería.

En ese instante di una larga calada al cigarro y lo apagué por miedo a que le molestase a ella o a los aldeanos, expulsando el humo hacia un lado que evitaría siquiera rozarle el humo en su rostro, en caso de que odiase el tabaco o a los fumadores eso sería lo peor que podía hacer.

No tuvo demasiada suerte. Apenas había salido de la aldea cuando vio que un hombre caminaba hacia ella. Alto, con traje negro y corbata bajo el que se notaban un buen conjunto de músculos. Unos bonitos zapatos que tenían pinta de caros pero que no eran como para andar de paseo, a riesgo de quedar llenos de tierra. Pelo lacio y negro como el carbón, más o menos igual de oscuro como el de ella.

Parecía despistado, como en su propio mundo o recordando, y al principio, viéndolo a lo lejos, parecía caminar con parsimonia. Luego paró un momento y miró entre los árboles, como si intentara ver el viento que pasaba entre sus hojas. Hizo algún movimiento con la boca, quizás un silbido o algo por el estilo y retomó la marcha, ya con un ritmo más animado. En cierto modo, era entretenido verlo. Sólo esperaba que no entrañara ningún peligro para ella o los habitantes de la aldea que ella acababa de dejar atrás.

Se fueron acercando el uno al otro pero él no la notó hasta estar prácticamente al lado. La saludó con cortesía. Parecía bastante serio y formal.

-Buenos días -contestó de forma amable como él.

Escuchó las preguntas que le formuló con atención y su tono parecía indicar cierto reparo, como si no quisiera molestarla.
Después, antes de responder sus preguntas dijo de forma bastante inocente señalando su cigarrillo: -¿Por qué lo apagas? Apenas lo has tocado.

Lo miró atentamente por un instante, como evaluándolo todavía un poco más a pesar de haberlo observado desde la distancia por un buen rato. Ahora que se hallaba más cerca podía distinguir algunas joyas, como que llevaba pendientes y también anillos dorados en sus manos. Él parecía observarla de forma atenta igualmente, analizándola al detalle. Alice prendió el cuchillo de nuevo en su cinturón, ya que a él parecía preocuparle y metió el pedazo de madera en su bolsillo. Aquello ni siquiera tenía una forma determinada.
Por fin, decidió contestarle sus dudas.

-Tiene razón, no soy de la isla al igual que usted o eso parece. Sólo estoy de paso en la Aldea del Ocaso. ¿Era ese lugar el que estaba buscando? Porque si quiere puedo guiarlo... aunque realmente sólo tiene que seguir este camino en la dirección en que ya iba -rió flojito después decir eso, como si le hiciera gracia.

Las nubes fueron oscureciendo un poco el cielo. El viento, por su parte, arreciaba y movía su pelo, como si este tuviera vida propia. Intentó dominarlo con las manos pero no fue capaz.

-Aish... Maldito pelo -susurró. -Por cierto, me llamo Alice Turner y no es necesario que me trate de usted. Casi se me había olvidado decirlo.

Se subió la capucha de la sudadera para mantener el cabello a raya y miró al hombre, esperando algún tipo de respuesta.

- Por una sencilla razón, desconozco su personalidad, y la de los habitantes que viven cerca, por lo que con la idea de evitar molestias apago el cigarro. - Dije con una sonrisa respondiendo a su primera pregunta.

La joven tenía una voz bonita, no era algo extraordinario, pero me gustaba como sonaba, y estando de cerca hablando pude contemplar su forma de actuar y moverse con mayor precisión, el cabello negro ondeaba con el viento cubriendo su rostro, a decir verdad era bonito, similar a mi cabello auténtico, pero no siempre quedaba igual a un hombre y a una mujer a pesar de tener mismo color y cuidado.

Al parecer la joven era extranjera, tal y como había deducido, pero para mi sorpresa era realmente amable y simpática, ofreciéndome guía hasta la aldea del ocaso, pero indicándome como llegar en caso de que no quisiera su compañía, un detalle bastante agradable acompañado de una suave risa.

El viento entonces sopló con más fuerza y el cielo comenzaba a oscurecer, no sabía de temas climáticos, pero por mi propia experiencia eso significaba un gran porcentaje de lluvia en los próximos minutos, con lo que sabía que tenía que darme prisa en llegar a un refugio donde resguardarme, pero entonces la joven se quejó del pelo por el viento, sufriendo lo mismo que yo sufría en numerosas ocasiones mientras se cubría con una capucha y se presentaba
- Jajaja, lo lamento, es la costumbre señorita Turner, intentare hablar de tu a tu en adelante, mi nombre es Leonardo Depp, y estaría encantado de que me acompañases en el camino, claro, que si tienes prisa o estás ocupada no quisiera molestarte demasiado, tus indicaciones me servirán para llegar solo, pero claro, mejor acompañado que solo ¿No dicen eso? - Dije amablemente con una sonrisa en el rostro.

En ese preciso instante una rayo sonó por todo el cielo y a este le acompañó un fuerte torrente de viento, provocando que mi ropa entera se removiese como si estuviese dentro de un huracán.


- Bueno, no voy a tomar la decisión por ti, pero creo que ambos necesitamos refugiarnos rápido o acabaremos empapados, si no es que salimos volando antes jajaja, así que adelante, enséñame como ir a esa aldea.

Sonriente seguí a la joven por el mismo camino que ella había venido teniendo durante el camino cada vez más dificultad en andar, esperaba que no fuese demasiado viento para mi acompañante o podría sufrir un accidente, Dios no lo quiera.
- ¡Ah! ¡Se me olvidó responder a tu pregunta antes, me dirijo a un templo que hay por aquí cerca, quisiera verlo, resulta que soy un historiador ¿Sabes? ! - Comenté gritando para que se pudiese enterar bien, ya que el viento realmente dificultaba la comunicación.

Leonardo Depp... Ese nombre sonaba bien. Aunque quizás por su mirada o por su voz no estaba segura de si le estaba siendo sincero. A decir verdad, tampoco es que le importara demasiado.

Una fuerte ráfaga de viento los empujó con fuerza de pronto, casi arrancándole la capucha y despeinando su pelo de nuevo sin remedio. Trató de sujetarla como pudo con sus manos. Aquel día se estaba volviendo oscuro por momentos. ¿Cómo era posible que hace menos de una hora hiciera un tiempo perfecto y ahora pareciera que iba a empezar a llover en cualquier momento?

Aunque por un momento se había metido demasiado en sus propios pensamientos, la caída de un rayo cerca de ellos junto con su trueno correspondiente y la voz de Leonardo la devolvió a la realidad de golpe, con un sobresalto. Levantó la mirada hacia él y vio que sonreía ligeramente.

-Sí, será mejor que nos pongamos a cubierto en alguna parte -dijo, aunque al parecer él ya había tomado la decisión por los dos y se movía de camino a la aldea. -Por cierto, Leonardo suena bien, pero ¿qué tal si lo dejamos en Leo?

Bromeaba un poco mientras se ponía a su lado, incluso un poco por delante para guiarlo. Trataban de llegar al pueblo empujando el aire con sus cuerpos, más de lo que el aire los empujaba a ellos. Escuchó de nuevo la voz de Leo a duras penas entre el viento.

-El templo... se supone que está en la cima del volcán de la isla... Yo también quería visitarlo, pero no sé si has oído algo de veinticinco mil escalones... -sonrió divertida pero sin mirarlo. La idea, aún sin saber si era cierta o no, echaría atrás a casi cualquiera. -¿Así que historiador? Debe ser realmente interesante, no me importaría dedicarme a algo así aunque creo que se necesita paciencia y eso no iba a ser lo mío.

Ya estaban llegando. No se veía a nadie entre las casas, sólo un montón de hojas que las ráfagas arrancaban de los árboles y quedaban atrapadas entre remolinos.

-Hmmm no te lo tomes a mal pero probablemente nadie te quiera dejar entrar en su casa sin conocerte. Deberíamos buscar un cobertizo, una cabaña o algo así hasta que pase el temporal, no sé.

El trueno precedió a lo que temía, una fina lluvia y suave pero intensa que caía sobre nosotros y toda la isla, realmente era un tiempo nefasto para mis intenciones, pero no todo era malo, la señorita Alice resultaba una buena compañía, cuanto más tiempo pasaba cerca de la chica más confiado estaba, realmente parecía simpática y amable, sorprendentemente agradable a decir verdad, pronto la relación entre ambos fue a mejor llegando la joven a preguntarme si podía llamarme Leo, un diminutivo que se asemejaba demasiado a León, su nombre real, pero que acepté de buena gana.
- Por supuesto que puedes llamarme Leo querida Alice, si así es más cómodo para ti es lo mejor - Le contesté sonriente

Me costaba entender sus palabras con tanto viento, pero por fortuna pude entender varias de estas, tales como que los del lugar no iban a acogerme seguramente y era mejor buscar un refugio, este era un imprevisto que no predije, pensaba convencerlos antes de que cayese la noche, jamás imaginé que se levantaría un temporal como este impidiéndome contactar con los nativos, y por suerte divisé una no muy lejos de aquí, a unos minutos largos, ir juntos hasta allí andando nos iba a poner empapados, por lo que me acerqué al oído de Alice con idea de que se enterase bien de mis palabras.
- ¡Siento hacer esto, pero si no lo hago acabaremos empapados!

Acto seguido la cogí en brazos y corrí hasta una cabaña que divisé previamente, evitando en el camino las raíces que sobresalían de los árboles y lugares donde poder resbalar, no aplicaba el soru pues eso me delataría como miembro del Cipher Pol, pero si utilizaba toda mi velocidad humana posible cargando su peso, el cual no parecía demasiado a decir verdad. Una vez dentro de la cabaña la dejé en el suelo con delicadeza y junté mis manos frente a ella.
- Perdón, perdón, perdón, pero si no hacía eso acabaríamos mucho peor y quizás acabarías cogiendo un resfriado por mi culpa, preferí hacer esto para evitarlo. - Dije rápido implorando su perdón, a algunas mujeres no les hubiese importando nada que hiciese eso, incluso a algunas les hubiese gustado, pero también las había que las hubiese molestado, y al no conocer a Alice podría estar cometiendo el error de mi vida haciéndolo, con lo que unas disculpas no vendrían mal. - Juro que no se repetirá ¿Si?




Tras unos minutos de conversación sobre lo sucedido rebusqué entre los muebles del lugar, era una casa realmente, solo que abandonada, pero que tenía todo completamente como la dejaron antes de irse, comida en la cocina, ropa en los armarios, y toallas en los cajones, perfecto. Cogí tres toallas grandes y le tendí una a Alice dejando otra sobre la mesa y secándome con la restante el pelo y el cuerpo en general, estaba empapado realmente y Alice igual.
- Hey, la casa está completamente amueblada y con ropa... voy a cambiarme, quizás debas de hacer lo mismo ¿No? Esa ropa no se va a secar rápido, y como la tengas mucho tiempo puesta te acabarás pillando un buen resfriado... ve al cuarto del fondo, allí hay ropa de mujer, yo iré a la habitación contigua a la derecha, no se preocupe.

Dicho esto me giré y entré a ese cuarto que mencioné, buscando entre los cajones ropa de mi talla y que abrigase mientras ponía a tender mi ropa. Ciertamente no tardé mucho y salí antes que mi compañera, colocándome en el salón apoyado en la pared con la toalla negra aún en mi cuello, por suerte los cigarros seguían secos, con lo que prendí uno en mi boca a modo de celebración mientras miraba de reojo la habitación de la chica con la puerta cerrada.


No miraba por tener intenciones pervertidas, sino porque era consciente aún de que no la conocía, y por adorable que pareciese en cualquier momento podría sorprenderme, con lo que era sabio no bajar la guardia, y menos aún sabiendo que tenía el poder de una akuma no mi en ella, mi única pregunta era sencilla ¿Qué akuma no mi era? Dependiendo de esto estaría en mayor o menor medida de peligro, jamás podía saber cuando iban a tratar de atacarme, este mundo no estaba hecho para los débiles o los despistados, más que nada porque suelen morir más rápido que ningún otro inteligente o poderoso.

"¿Que sientes qué?" No le dio tiempo a decirlo, sólo a pensarlo porque en un segundo sus pies ya no tocaban el suelo. La cogió en brazos y echó a correr con gran velocidad para una persona normal y corriente. Ally abrió mucho los ojos, sorprendida.

-Leo, ¿pero qué haces? -dijo a pesar de que sabía que seguramente no la iba a oír.

Viendo que no le quedaba otro remedio, volvió la cara contra su pecho, con la intención de que el viento y la lluvia, fina pero fuerte a pesar de todo, no le diera en los ojos. Tan sólo esperaba que no tuviera malas intenciones y que no se tropezara con nada, porque como cayeran, los dos acabarían con moratones y llenos de barro.

Al parecer no corría sin ton ni son, sino que se dirigía a un lugar concreto. Adentrándose un poco en el bosque se hallaba una cabaña abandonada que ella no había recordado en aquel momento. Desde fuera ya se notaba que era muy vieja y que la madera estaba algo podrida, probablemente debido a la humedad, pero aguantaría un poco más.

Leo abrió la puerta y la dejó con mucha suavidad en el suelo.

-Perdón, perdón, perdón, pero si no hacía eso acabaríamos mucho peor y quizás acabarías cogiendo un resfriado por mi culpa, preferí hacer esto para evitarlo. Juro que no se repetirá ¿Si? -dijo él, con semblante preocupado.

Alice se rió bajito con la mano delante de la boca mientras él rebuscaba entre lo cajones de todos los muebles de la casa hasta encontrar toallas. Le tendió una mientras hablaba de que deberían cambiarse y había visto ropa en las habitaciones de la casa.

-Sí, será lo mejor -expresó para luego dirigirse al cuarto que él le había indicado. Intentó cerrar la puerta despacio, oyendo el chirrido desagradable de la madera que ya no encajaba en su lugar. "Bleh." La dejó todo lo arrimada que pudo y observó la habitación. -Así que me llevas en brazos pero luego te da vergüenza cambiarte a mi lado, leoncito... ¿o leopardito? -dijo en voz baja para sí misma, creyendo que no la escucharía.

En el centro había una cama en la que ya no había ni mantas, tan sólo somier y colchón. Una mesilla con una lámpara a la izquierda de esta, del lado donde también había una ventana con cortinas amarillentas. Había una silla por ahí perdida donde le daba miedo sentarse por si se rompía y un armario a la derecha. Lo abrió y vio lo que Leo le había dicho, ropa de mujer. Se cambió rápidamente con ropa que se parecía mucho a la suya, pero que era de colores mucho más brillantes que su negro habitual, una camiseta roja que le quedaba holgada y unos vaqueros azules normales. No encontró nada de abrigo pero ya intentaría encender la cocina para entrar en calor.

Salió para encontrarse a Leonardo fumando, apoyado contra la pared del salón y todavía con la toalla alrededor del cuello. Éste la observaba o al menos había estado observando su puerta. O quien sabe, quizás simplemente estaba sumido en sus propios pensamientos mirando al infinito.

Dio una vuelta en torno al salón, fijándose en un par de cuadros, en el aspecto de los muebles, incluso en alguna de las fotos de los que parecía que había vivido allí. Pero tenía cosas que urgían más, ya volvería luego. Lo único que sacaba en claro por ahora es que por mucho que estuviera destartalada, aquella cabaña no destacaba precisamente por la pobreza. Quién había querido un retiro en medio del bosque...

Miró a Leo.

-No me importa que fumes pero... ¿no crees que se te van a quedar los pulmones negros? -se burló un poco mientras se dirigía a la cocina, algo antigua y de leña. Calentaría bien la casa si lograban encenderla. Afortunadamente todavía quedaba leña seca en un cesta al lado de ella. -¿Me dejas el mechero? O lo que sea que hayas usado para encender eso -señaló con la cabeza el cigarrillo que descansaba en su boca.

A pesar de habérselo secado bastante con una de las toallas, el ahora despeinado pelo de Alice todavía goteaba. Trató de ordenarlo con las manos mientras esperaba a que Leo le contestara.

Todo estaba trascurriendo bastante bien a pesar de esperarse una pequeña bronca por parte de Alice, al contrario, la chica había mostrado ser una persona bastante dulce y simpática, incluso pude percibir un humor algo atrevido sin que ella lo supiese por un comentario que hizo en voz baja, suerte que no me lo dijese a la cara, hubiese sido una situación bastante comprometida.

Aprovechando que estaba ya a punto de salir tomé como una buena idea encender un par de velas en el salón para iluminar vagamente la estancia, lo suficiente como para poder ver en el lugar los detalles de la casa y nuestros rostros, pero sobretodo era lo suficientemente escasa para que nadie nos viese a la lejanía con esta lluvia.

Alice salió con su nueva ropa mirando todo en la habitación, desde como fumaba y a donde miraba hasta que poco a poco se dedicaba a ir observando los detalles de la casa, a decir verdad esa escena junto al sonido de la lluvia y la iluminación provocaba que tuviese la sensación de estar observando un cuadro de arte que estaba vivo, su mirada reposada sobre los cuadros, las fotos, como su mano se deslizaba por los muebles tocandolos, cada detalle era digno de ser congelado y dibujado en un cuadro, lamentablemente esa no era mi habilidad, por lo que solo iba a quedarse en mi memoria sin llegar nunca a ser plasmado.

La propia Alice fue la que me sacó de mis pensamientos dirigiendo su mirada hacia mi rostro hablándome de inmediato con un tono dulce pero burlesco para que entendiese que su frase era en tono de humor, más esperaría a que regresase para contestar, pudiendo ver pronto porqué se había marchado, pretendía encender la chimenea del hogar.

Asintiendo con una sonrisa metí la mano en mi bolsillo derecho sacando un mechero que deposité en las suaves manos de Alice cuando esta terminó de secarse el pelo.
- Los pulmones negros solo deben preocuparles a los que llegan a los 50 años y hasta lo superan ¿No crees?... No conozco mi parte en el libro del destino, pero algo me dice que moriré joven señorita, quizás no hoy ni mañana, quizás tampoco en 10 años, pero no creo que llegue a los 40, este mundo es demasiado peligroso, y aunque esto no es problema si eres fuerte y tratas de pasar desapercibido, soy un poco terco y acostumbro a arriesgar mi vida en cada ocasión que tengo... dejar que en mi interior unas llamas abrasadoras vivan haciéndose cada vez más y más poderosas, haciéndome sentir realmente vivo en cada segundo de mi existencia, y finalmente llegará el día en el que esas llamas se extingas... - Dije dando el último calo al cigarro dejándolo morir en un cenicero que había allí. - y dejen paso a las cenizas... hermosas cenizas blancas que hayan sido consecuencias de un fuego muy poderoso...

Respiré hondo limpiando mi toalla con la cara y me encogí de hombros riendo un poco.
- Al fin y al cabo, no tengo nada ni a nadie en este mundo... ¿Qué más da entonces?- Dije conservando la sonrisa al tiempo que dejaba la toalla en un mueble y comenzaba a andar hacia la chimenea para tratar de ayudar como pudiese a encenderla a pesar de nunca haber encendido una.
-¿Cómo diantres funcionaría? Supongo que solo será echar leña y encender el fuego, pero de seguro que habrá algo más, una técnica o algo así... o quizás una posición... - Pensé mientras miraba fijamente la leña y acariciaba mi mentón.

El chico se acercó a ella y le dejó un mechero en las manos.

-Gracias -dijo Ally con un ligera sonrisa.

Empezó a coger pedazos de madera de la cesta que había al lado de aquella antigua cocina y meterlos. Cuando creyó que eran suficientes estiró el brazo para atrapar un periódico de una pila que también habían dejado por allí. Miró la fecha y soltó un leve suspiro, que podía ser de asombro. Era de diez años atrás y a ella, siendo bastante joven le parecía un montón. No lo miró más ni se paró a leer algunas de las noticias porque no le importaban. Mientras escuchaba a Leo hablar de fumar y de que creía que moriría joven y... bueno, prendió fuego al papel con el mechero y lo introdujo con la leña, esperando que se propagara a esta. Lástima que no tuvieran piñas, con ellas tardaría menos en avivarse.

Pensó que sería mejor esperar y asegurarse de que no se apagara. Alice miró hacia arriba, al chico, al tiempo que este seguía hablando.

-No creo que no tener a nadie sea algo por lo que conservar la sonrisa... Y tampoco creo que haya que ponerse en peligro innecesario si no hay una causa lo suficientemente buena que lo justifique pero en fin, es mi opinión -dijo ella mientras bajaba la cabeza y miraba al suelo; después volvió a mirar las llamas. No parecía que fuera a apagarse en breves y ella no se movería de allí hasta que entrara de verdad en calor.

Se dedicó a mirar a su alrededor de nuevo, explorando, pero con más calma. La cocina y el salón eran un sólo espacio abierto, sin demasiados tabiques ni paredes por el medio, por lo que podía observar la otra habitación sin problemas. Muebles bastante lujosos, que contrastaban con la cocina de hierro y los armarios viejos que había a su alrededor. Una chimenea y un sofá que parecía muy mullido pero quizás estuviera lleno de termitas. "¿Será bueno encenderla o mejor no? La leña de la cocina ya tiene pinta de ser muy vieja y las ganas de intoxicarnos no son muchas..." Su vista pasó a la repisa de encima de aquel negro agujero. Había un cuadro de un señor bastante mayor y el que parecía ser su hijo, sostenido unas cañas de pescar. Así que eso era, un retiro en el bosque. Señaló la imagen.

-¿Qué crees que les habrá pasado? A juzgar por el polvo acumulado y por su estado en general, esto lleva abandonado mucho tiempo.

Después, sin esperar por su respuesta de nuevo, formuló otra pregunta:

-¿Por qué te interesa el templo? Tiene pinta de esconder algún misterio pero nadie de la aldea en la que estoy suelta prenda. Y... -señaló por la ventana, atrayendo la atención sobre la lluvia torrencial que aún caía- me parece que si quieres ir tendrás que esperar.

Empezaba a notar el calor que ansiaba y sus ojos parecían querer cerrarse, dejándola adormilada.