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Salí volando varios metros atrás por una patada dirigida hacia mi espalda, restregando mi cara por la hierba y chocándome contra una roca que sobresalía del suelo. Tras esbozar una mueca de dolor, miré hacia arriba e intenté recomponerme, saltando y poniéndome en pie en un solo intento, puesto que mis manos estaban esposadas. Tras una sonora cachetada me resbalé y volví a caer en el suelo, esta vez haciéndome daño en los glúteos.
-Que te devore la selva. No seremos nosotros quienes te matemos, será el ambiente y las bestias -dijo una voz sombría y grave.
El barco zarpó dejándome atrás, un pequeño navío de madera con la típica bandera negra ondeante con una calavera. No, tal vez no había sido muy buena idea intentar "cazar" a esa gente. Miré hacia el suelo cabreado, antes, era el más fuerte, pero tras el coma de doce años había pasado a ser alguien despreciable a mi vista. Me encontraba triste y cabreado conmigo mismo, si no había podido hacer ésto, ¿cómo se suponía que encontraría a mi hija, Kiseki?
Pero ese no era el mayor de los problemas. No lograba transformarme por la paliza que me habían dado y tenía que sobrevivir de alguna forma en aquel lugar, el cual, había oído a palabra de los piratas que su nombre era algo extraño. Me levanté una vez más saltando y comencé a caminar por la selva, esquivando serpientes, bichos coloridos por si aquellos eran venenosos y muchas más cosas.
Tras caminar varias horas entre toda la espesura, logré ver un pequeño asentamiento abandonado por hombres... ¿Estatuas? Me sorprendí y me acerqué hacia estas, viendo que había comida por los alrededores. Era mi hora de la suerte, porque como día, era una tremenda mierda. Logré comer como pude apoyando mi mandíbula en los platos y me acerqué hacia una hoguera, poniéndome de espaldas hacia ella, agachándome e intentando encenderla con una yesca y un pedernal que había visto al mismo lado de ésta. Tras treinta minutos de intentos fállidos, logré encender un fuego cálido y acogedor, que apaciguaba mis malos pensamientos y mis sentimientos de culpa e inferioridad en ese momento. Acabé quedándome dormido apoyándome en las piernas de una estatua, que era realmente incómoda, pero había logrado una sensación de confort poniendo montones de hojas en ellas. Una vez me despertase, ya vería cómo quitarme las esposas, necesitaba descansar y cerrar heridas, o intentarlo.
-Que te devore la selva. No seremos nosotros quienes te matemos, será el ambiente y las bestias -dijo una voz sombría y grave.
El barco zarpó dejándome atrás, un pequeño navío de madera con la típica bandera negra ondeante con una calavera. No, tal vez no había sido muy buena idea intentar "cazar" a esa gente. Miré hacia el suelo cabreado, antes, era el más fuerte, pero tras el coma de doce años había pasado a ser alguien despreciable a mi vista. Me encontraba triste y cabreado conmigo mismo, si no había podido hacer ésto, ¿cómo se suponía que encontraría a mi hija, Kiseki?
Pero ese no era el mayor de los problemas. No lograba transformarme por la paliza que me habían dado y tenía que sobrevivir de alguna forma en aquel lugar, el cual, había oído a palabra de los piratas que su nombre era algo extraño. Me levanté una vez más saltando y comencé a caminar por la selva, esquivando serpientes, bichos coloridos por si aquellos eran venenosos y muchas más cosas.
Tras caminar varias horas entre toda la espesura, logré ver un pequeño asentamiento abandonado por hombres... ¿Estatuas? Me sorprendí y me acerqué hacia estas, viendo que había comida por los alrededores. Era mi hora de la suerte, porque como día, era una tremenda mierda. Logré comer como pude apoyando mi mandíbula en los platos y me acerqué hacia una hoguera, poniéndome de espaldas hacia ella, agachándome e intentando encenderla con una yesca y un pedernal que había visto al mismo lado de ésta. Tras treinta minutos de intentos fállidos, logré encender un fuego cálido y acogedor, que apaciguaba mis malos pensamientos y mis sentimientos de culpa e inferioridad en ese momento. Acabé quedándome dormido apoyándome en las piernas de una estatua, que era realmente incómoda, pero había logrado una sensación de confort poniendo montones de hojas en ellas. Una vez me despertase, ya vería cómo quitarme las esposas, necesitaba descansar y cerrar heridas, o intentarlo.
Yumiko Mei
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-Nooooooo, no lo hagas animalito, no lo hagas, no me protejas, tu debes sobrevivir.-Gritaba desesperada cuando el animal se había puesto entre mi y un tigre para protegerme.
Unos segundos después, la cabeza de este salió volando y dejándolo desangrándose en el suelo, yo me quedé de piedra y dos segundos después grité como una posesa, no podía perder de esa manera a mi pequeñín. Con el grito me desperté y me levanté de golpe de la cama, otra vez una pesadilla, no me había pasado eso desde hacía varias semanas, era muy extraño que la misma pesadillas se volviese a repetir días seguidos. Mi ritmo cardíaco había aumentado considerablemente y mi corazón no dejaba de latir. Decidí tomar algo, así que entré en la despensa del barco en el que me encontraba. Había algunas bebidas caducadas y un par de manzanas, una de ellas parecía llena de gusanos, pero la otra seguía estando roja como si fuera recién cogida de un árbol. Cogí la que parecía estar mejor y subí a la cubierta del barco.
El sol brillaba fuertemente en el cielo y nada más subir las escaleras quedé cegada por este, esperé unos segundos para acostumbrarme y una vez podía distinguir a cinco metros de mi, miré al horizonte, pero no lo veía, porque teníamos un obstáculo en medio, un gran pedazo de tierra, era una isla y yo tenía muchas ganas de aventurarme y explorarla. Tomé el timón y le dí un bocado a la manzana mientras lo hacía girar con fuerza para alcanzar la isla. Una vez en sus proximidades, pude ver como había un río que llegaba a su interior, decidí llevar el barco por ahí. El agua parecía tranquila y el rumbo se mantenía sin tener que preocuparme, no era una buena navegante, pero sabía mantener el timón recto y eso había resultado ser suficiente en todo el tiempo que llevaba por ese mar.
Una vez entré en la isla, observé un árbol grande y acerqué el barco a la orilla, creé una plataforma de tungsteno y subí por esta, llegando por fin, a pisar la isla. Recuperé el tungsteno de la tabla y hice un gancho de este mismo material para coger la cuerda del barco que serviría para dejarlo agarrado a ese árbol tan grande que tenía a mi espalda. Cogí la cuerda y le dí varias vueltas al árbol para después hacerle unos ocho nudos y dar un suspiro de satisfacción. El trabajo estaba bien hecho y el barco se mantendría ahí ante cualquier movimiento brusco, ni siquiera un huracán lo podría desatar de ese árbol, pensaba para mi.
En mi espalda llevaba mi arco y mis flechas, en el bolsillo de la chaqueta tenía un par de diales, uno de impacto y otro de grabación, eso suponía que sería suficiente para atravesar el bosque. No sabía ni en que isla me encontraba y tampoco reconocía nada de lo que veía ante mis ojos. La isla era una completa jungla, una jungla enorme y muy extraña, pues las plantas no parecían formar parte de mi era, eran muy raras y no podía distinguir ninguna. Me acerqué a un árbol y toqué su corteza, esta era robusta y casi tan resistente como el acero, ese árbol era un árbol milenario y no entendía como podía seguir en pie en medio del Grand Line, donde el clima no se mantenía como debería.
Seguí caminando por ese extraño bosque y pude distinguir en el suelo algunas pisadas, no eran unas pisadas de humano, tenían al menos el tamaño de dos veces mi cuerpo, eran gigantescas y parecían de algún monstruo o animal grande. Saqué de mi cabeza rápidamente la idea de que un bicho me pudiera comer y seguí caminando mientras investigaba la zona. En el suelo tropecé con una piedra y miré por la trayectoria que esta empezaba a seguir. Una vez se paró pude ver una especie de hongo, me acerqué a investigarlo y pude ver que tenía varios puntos rojos y el tamaño de un melón, era un hongo gigantesco y nunca había visto uno tan grande. Tomé un trozo de su copa y lo guardé en mi bolsillo de la chaqueta, en algún momento lo investigaría, pero ahí no tenía los medios para hacerlo y tampoco el tiempo.
El bosque parecía ser virgen y no tocado por el hombre, pero poco tiempo después pude distinguir algunas siluetas extrañas, las lianas parecían cortadas y había algunos cortes en las cortezas de los árboles, como si humanos hubieran atravesado el bosque con machetes y otros utensilios, no sabia como tomarme eso y seguí caminando hacia donde parecían llevar todas esas marcas. El camino estaba limpio y se podía seguir sin problemas, al parecer habían limpiado todo de plantas y no había problemas en seguir, sin embargo, los animales seguían presentes y había serpientes y otros bichos por todos lados, los dejé morderme mientras cubría las diferentes zonas donde atacaban con tungsteno y se llevaban la basta impresión de que se quedaban sin colmillos al morder.
Al finalizar el camino pude distinguir una figura, un hombre se encontraba al lado de una estatua y parecía llevar un tiempo ahí. Había algunos animales a su alrededor, entre ellos una serpiente que parecía acercarse lentamente a este. Tomé el arco y disparé una flecha, la serpiente se encontraba saltando a su brazo mientras mi flecha volaba hacia el ojo de esta. La flecha atravesó su ojo y se quedó clavada en la piedra de la estatua. Si llegara a atacarle, probablemente le habría envenenado, tenía que ayudarlo. Me acerqué a el y pude ver como su cuerpo estaba lleno de heridas y además tenía una especie de esposas puestas sobre sus manos. Cogí varias hojas que guardaba en mi pequeña mochila y las froté sobre cada una de sus heridas. Estas hojas hacían cicatrizar más rápido sus heridas y reducían el sangrado. Sentiría un cosquilleo, pero rápidamente se le pasaría y dejaría de sentir el dolor de las heridas.
Cogí mi botella de agua y le eché un poco en la frente, esperando que eso le hiciera sentirse mejor y sin intentar despertarlo. Luego me alejé de el un poco y me quedé esperando su reacción. No parecía ser de ahí y tampoco parecía llevar muchos días en la isla, si llegara a estar más tiempo, probablemente moriría, quien sabe. Solo esperaba no haberle asustado y no haber empezado nuestra conversación con mal pie.
-Siento si te he molestado, no era mi intención.-Dije sonriendo a la espera de una respuesta del joven, que parecía seguir dormido.
Unos segundos después, la cabeza de este salió volando y dejándolo desangrándose en el suelo, yo me quedé de piedra y dos segundos después grité como una posesa, no podía perder de esa manera a mi pequeñín. Con el grito me desperté y me levanté de golpe de la cama, otra vez una pesadilla, no me había pasado eso desde hacía varias semanas, era muy extraño que la misma pesadillas se volviese a repetir días seguidos. Mi ritmo cardíaco había aumentado considerablemente y mi corazón no dejaba de latir. Decidí tomar algo, así que entré en la despensa del barco en el que me encontraba. Había algunas bebidas caducadas y un par de manzanas, una de ellas parecía llena de gusanos, pero la otra seguía estando roja como si fuera recién cogida de un árbol. Cogí la que parecía estar mejor y subí a la cubierta del barco.
El sol brillaba fuertemente en el cielo y nada más subir las escaleras quedé cegada por este, esperé unos segundos para acostumbrarme y una vez podía distinguir a cinco metros de mi, miré al horizonte, pero no lo veía, porque teníamos un obstáculo en medio, un gran pedazo de tierra, era una isla y yo tenía muchas ganas de aventurarme y explorarla. Tomé el timón y le dí un bocado a la manzana mientras lo hacía girar con fuerza para alcanzar la isla. Una vez en sus proximidades, pude ver como había un río que llegaba a su interior, decidí llevar el barco por ahí. El agua parecía tranquila y el rumbo se mantenía sin tener que preocuparme, no era una buena navegante, pero sabía mantener el timón recto y eso había resultado ser suficiente en todo el tiempo que llevaba por ese mar.
Una vez entré en la isla, observé un árbol grande y acerqué el barco a la orilla, creé una plataforma de tungsteno y subí por esta, llegando por fin, a pisar la isla. Recuperé el tungsteno de la tabla y hice un gancho de este mismo material para coger la cuerda del barco que serviría para dejarlo agarrado a ese árbol tan grande que tenía a mi espalda. Cogí la cuerda y le dí varias vueltas al árbol para después hacerle unos ocho nudos y dar un suspiro de satisfacción. El trabajo estaba bien hecho y el barco se mantendría ahí ante cualquier movimiento brusco, ni siquiera un huracán lo podría desatar de ese árbol, pensaba para mi.
En mi espalda llevaba mi arco y mis flechas, en el bolsillo de la chaqueta tenía un par de diales, uno de impacto y otro de grabación, eso suponía que sería suficiente para atravesar el bosque. No sabía ni en que isla me encontraba y tampoco reconocía nada de lo que veía ante mis ojos. La isla era una completa jungla, una jungla enorme y muy extraña, pues las plantas no parecían formar parte de mi era, eran muy raras y no podía distinguir ninguna. Me acerqué a un árbol y toqué su corteza, esta era robusta y casi tan resistente como el acero, ese árbol era un árbol milenario y no entendía como podía seguir en pie en medio del Grand Line, donde el clima no se mantenía como debería.
Seguí caminando por ese extraño bosque y pude distinguir en el suelo algunas pisadas, no eran unas pisadas de humano, tenían al menos el tamaño de dos veces mi cuerpo, eran gigantescas y parecían de algún monstruo o animal grande. Saqué de mi cabeza rápidamente la idea de que un bicho me pudiera comer y seguí caminando mientras investigaba la zona. En el suelo tropecé con una piedra y miré por la trayectoria que esta empezaba a seguir. Una vez se paró pude ver una especie de hongo, me acerqué a investigarlo y pude ver que tenía varios puntos rojos y el tamaño de un melón, era un hongo gigantesco y nunca había visto uno tan grande. Tomé un trozo de su copa y lo guardé en mi bolsillo de la chaqueta, en algún momento lo investigaría, pero ahí no tenía los medios para hacerlo y tampoco el tiempo.
El bosque parecía ser virgen y no tocado por el hombre, pero poco tiempo después pude distinguir algunas siluetas extrañas, las lianas parecían cortadas y había algunos cortes en las cortezas de los árboles, como si humanos hubieran atravesado el bosque con machetes y otros utensilios, no sabia como tomarme eso y seguí caminando hacia donde parecían llevar todas esas marcas. El camino estaba limpio y se podía seguir sin problemas, al parecer habían limpiado todo de plantas y no había problemas en seguir, sin embargo, los animales seguían presentes y había serpientes y otros bichos por todos lados, los dejé morderme mientras cubría las diferentes zonas donde atacaban con tungsteno y se llevaban la basta impresión de que se quedaban sin colmillos al morder.
Al finalizar el camino pude distinguir una figura, un hombre se encontraba al lado de una estatua y parecía llevar un tiempo ahí. Había algunos animales a su alrededor, entre ellos una serpiente que parecía acercarse lentamente a este. Tomé el arco y disparé una flecha, la serpiente se encontraba saltando a su brazo mientras mi flecha volaba hacia el ojo de esta. La flecha atravesó su ojo y se quedó clavada en la piedra de la estatua. Si llegara a atacarle, probablemente le habría envenenado, tenía que ayudarlo. Me acerqué a el y pude ver como su cuerpo estaba lleno de heridas y además tenía una especie de esposas puestas sobre sus manos. Cogí varias hojas que guardaba en mi pequeña mochila y las froté sobre cada una de sus heridas. Estas hojas hacían cicatrizar más rápido sus heridas y reducían el sangrado. Sentiría un cosquilleo, pero rápidamente se le pasaría y dejaría de sentir el dolor de las heridas.
Cogí mi botella de agua y le eché un poco en la frente, esperando que eso le hiciera sentirse mejor y sin intentar despertarlo. Luego me alejé de el un poco y me quedé esperando su reacción. No parecía ser de ahí y tampoco parecía llevar muchos días en la isla, si llegara a estar más tiempo, probablemente moriría, quien sabe. Solo esperaba no haberle asustado y no haber empezado nuestra conversación con mal pie.
-Siento si te he molestado, no era mi intención.-Dije sonriendo a la espera de una respuesta del joven, que parecía seguir dormido.
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Una hora hizo falta para que pudiera llegar a caer en letargo encima de la estatua, la cual, cada vez se tornaba más fría, como si hubiese perdido un calor que en algún tiempo había existido. "Tonterías, una estatua es una estatua" pensé mientras lograba de una vez por todas conciliar el sueño. Pero por muy a mi pesar, el sonido de una flecha chocando me despertó, comenzando a abrir los ojos lentamente para identificar la persona que había intentado agredirme, pero lo primero que pude observar era una chica acercándose a mí, y no precisamente con malas intenciones. Pretendí hacerle creer que estaba dormido y abrí los ojos lo más mínimo, de tal forma que ella no pudiera darse cuenta de que yo estaba despierto.
Pero, muy a mi pesar y contradiciendo mis predicciones, unas hojas rozaron mi piel, provocando un ligero escozor alrededor de las heridas. Logré cerrar lo poco que tenía abiertos los ojos pero una bocanada de agua fría hacia mi frente provocó que soltase una ligera mueca molesta por lo fría que estaba. Tras aguantarme un rato más, noté que la chica se dirigió hacia mí.
-Siento si te he molestado, no era mi intención. -dijo con una sonrisa, sonrisa que ya veía puesto que había abierto los ojos.
Me reincorporé ligeramente evitando que las hojas cayeran al suelo y vi a la chica; rubia, de ojos azules. Ligeramente alta para ser una mujer y con unas orejas de punta muy características que no parecían humanas. Tras analizarla y ver una cara inocente y una expresión pura y feliz, deducí por mí mismo que no se trataba de una enemiga. Después bajé la vista ligeramente y miré hacia mi derecha, una serpiente estaba clavada en la estatua en la que había dormido, ¿la flecha había ido dirigida ahí? Un escalofrío recorrió mi cuerpo, si hubiera apuntado mal, tal vez ni habría despertado, o tal vez aquella serpiente me hubiese despertado para dormirme después para siempre con su veneno. Suspiré y volví a echarle una ojeada a la chica.
-Gracias por curarme. No creo que hiciese falta del todo, y seguramente te habrás gastado estas hierbas y esa agua, así que realmente me sabe mal. ¿Quieres dinero a cambio? Esos inútiles tras patearme aquí no se fijaron si tenía o no tenía dinero, así que me agradaría poder darte un poco. Si me lo aceptas, claro, pero antes de darte el dinero... -me giré con cuidado para que no se cayeran las hojas y enseñarle las esposas- deberías ayudarme con esto. Una broma pesada de mis compañeros -mentí, no iba a cometer el error de desvelar que era cazador- así que realmente te lo agradecería. Más que curar mis heridas, claro está.
Pero antes de que pudiésemos o pudiera reaccionar algo comenzó a hacer temblar el suelo, ¿qué mierda pasaba? Me levanté dejando caer las hojas mientras soltaba una mueca de dolor y me puse entre lo que parecía ser un oso gigante y la arquera rubia de orejas raras. Si no lograba quitarme las esposas no podría luchar, y mucho menos contra una bestia gigante... ¿dónde me habían traído, y por qué estaba esta chica aquí? Un sin fin de dudas pasaban por la cabeza pero se despejaron cuando me eché al suelo contra la chica para evitar un zarpazo del oso.
-Corre, ¡ayúdame con las esposas! -grité mientras el oso se volvía a poner en posición de ataque y hacía un gruñido ensordecedor.
Pero, muy a mi pesar y contradiciendo mis predicciones, unas hojas rozaron mi piel, provocando un ligero escozor alrededor de las heridas. Logré cerrar lo poco que tenía abiertos los ojos pero una bocanada de agua fría hacia mi frente provocó que soltase una ligera mueca molesta por lo fría que estaba. Tras aguantarme un rato más, noté que la chica se dirigió hacia mí.
-Siento si te he molestado, no era mi intención. -dijo con una sonrisa, sonrisa que ya veía puesto que había abierto los ojos.
Me reincorporé ligeramente evitando que las hojas cayeran al suelo y vi a la chica; rubia, de ojos azules. Ligeramente alta para ser una mujer y con unas orejas de punta muy características que no parecían humanas. Tras analizarla y ver una cara inocente y una expresión pura y feliz, deducí por mí mismo que no se trataba de una enemiga. Después bajé la vista ligeramente y miré hacia mi derecha, una serpiente estaba clavada en la estatua en la que había dormido, ¿la flecha había ido dirigida ahí? Un escalofrío recorrió mi cuerpo, si hubiera apuntado mal, tal vez ni habría despertado, o tal vez aquella serpiente me hubiese despertado para dormirme después para siempre con su veneno. Suspiré y volví a echarle una ojeada a la chica.
-Gracias por curarme. No creo que hiciese falta del todo, y seguramente te habrás gastado estas hierbas y esa agua, así que realmente me sabe mal. ¿Quieres dinero a cambio? Esos inútiles tras patearme aquí no se fijaron si tenía o no tenía dinero, así que me agradaría poder darte un poco. Si me lo aceptas, claro, pero antes de darte el dinero... -me giré con cuidado para que no se cayeran las hojas y enseñarle las esposas- deberías ayudarme con esto. Una broma pesada de mis compañeros -mentí, no iba a cometer el error de desvelar que era cazador- así que realmente te lo agradecería. Más que curar mis heridas, claro está.
Pero antes de que pudiésemos o pudiera reaccionar algo comenzó a hacer temblar el suelo, ¿qué mierda pasaba? Me levanté dejando caer las hojas mientras soltaba una mueca de dolor y me puse entre lo que parecía ser un oso gigante y la arquera rubia de orejas raras. Si no lograba quitarme las esposas no podría luchar, y mucho menos contra una bestia gigante... ¿dónde me habían traído, y por qué estaba esta chica aquí? Un sin fin de dudas pasaban por la cabeza pero se despejaron cuando me eché al suelo contra la chica para evitar un zarpazo del oso.
-Corre, ¡ayúdame con las esposas! -grité mientras el oso se volvía a poner en posición de ataque y hacía un gruñido ensordecedor.
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El joven pelimoreno se despertó tras echarle el agua en la cara y se mostró mucho más amable de lo que creía que reaccionaría. Me dio las gracias por haberle curado y se mostró muy amable, hasta ofreciéndome dinero, lo que seguidamente rechacé haciéndole una señal de que no lo necesitaba. El dinero era algo imprescindible, pero no se lo iba a pedir a una persona que acababa de salvar y a saber de que manera había llegado a ese estado. Poco después, me enseñó algo extraño, sus manos estaban atadas por unas esposas y parecían de algún material extraño, a simple vista, me sonaban de algo, pero no estaba segura de donde las había visto antes, así que me acerqué a quitárselas.
En cuanto estaba ya cerca de el para quitarlas, algo grande apareció, un oso, un gran oso que se encontraba a punto de atacarnos, intentó darnos un zarpazo y cuando estaba a punto de tomar mi arco y una de mis flechas, el joven pelimoreno saltó sobre mi intentando protegerme. Probablemente el oso le haya rozado la espalda, no estaba segura de ello porque no pude verlo, solo pensaba en como le quitaría las esposas. Mire con atención el sistema de cierre de estas y con mis dedos creé dos ganzuas de tungsteno, las cogí una en cada mano y empecé a abrir las esposas, esquivando los golpes del temible oso. Tardé menos de treinta segundos en abrirlas y las tiré posteriormente con fuerza, cuando las había tocado, sentí como mi fuerza se debilitaba rápidamente, y entonces recordé donde las había visto antes, eran igualitas a las esposas de los marines, de un material llamado kairouseki y capaz de anular los poderes de los usuarios. No entendía como demonios había acabado eso en sus manos y menos, el hecho de que estuviera un joven como el en esa isla.
Una vez sin esposas sentí algo, mi oso de peluche estaba brillando con fuerza de repente, eso quería decir que ese chico era usuario de alguna akuma no mi, pero al no saber cual era esta, solo pude pensar en ayudarlo y descubrirlo después. Le cogí de la mano y corrí hacia el centro del bosque, por ahí debería haber menos peligro, el oso al parecer nos siguió durante unos minutos y luego se cansó. Una vez alejados bastante, decidí sentarme y sacar de mi bolsillo algo de comida, eran dos bollos con relleno de chocolate que llevaba conmigo, los había comprado hace poco en una pequeña isla mercantil y no los había probado aún, era el momento perfecto para ver a que sabían. Le ofrecí uno al joven pelimoreno que aún no se me había presentado y empecé a hacerle algunas preguntas, las cuales esperaba que no le alejaran de mi.
-Aquí tienes, es un bollo relleno de chocolate, lo compré hace poco en una isla, no estoy segura de si está bueno, pero es lo único que llevo de comida conmigo.-Dije sonriendo mientras le ofrecía el bollo.
-Mi nombre es Yumiko Mei y vengo a esta isla por pura casualidad, la verdad es que no estaba buscando nada, solo que al ver la isla decidí tomar un descanso y una vez me adentré en el bosque encontré muchísimas plantas desconocidas para mi, por no decir, que los animales aquí parecen haber vuelto en el tiempo, son animales que vivieron hace cientos de miles, incluso millones de años y que deberían estar extinguidos.-Seguí diciendo mientras le daba un bocado al dulce bollo, el sabor era increíble.
-¡Wiiiiiiiii, esto sabe deliciosooo, no creía que existiera un relleno de chocolate tan dulce como este!-Dije con ojos de sorprendida nada más saborear ese dulce bollo, el sabor era infinitamente mejor que la gran variedad de chocolates que había probado durante mi vida.
-¿Y bien, que es lo que te trae por esta isla a ti? No parece que fuera algo bueno.-Dije algo más seria, pero sin dejar de mantener mis intenciones puras, nunca mostraba algo que no fuera totalmente segura de que no hiriese a nadie, así que en esa ocasión me había arriesgado a que el joven pensara que tengo intenciones ocultas, pero ya me encontraba confiando en el, algo muy malo por parte mía, confiar en las personas nada más conocerlas era un grave error en muchas ocasiones.
Me quedé esperando su respuesta mientras mordisco a mordisco iba terminando el dulce bollo de chocolate. Su sabor y su textura recorrían mi boca y mi estómago, dejando una agradable sensación. Mi hambre había desaparecido en ese instante y solo quedaba beber algo, puesto que ese chocolate había hecho aumentar mi sed en cantidades inmensas y no veía de momento ningún lugar donde beber algo, aunque fuese agua. Pensé en encontrar algún cocotero, que podría haber por esa isla, pero no sabía como encontrarlo, los árboles eran demasiado viejos y extraños. La única manera que pude pensar, era subirse a los árboles, pero lo haría una vez conociese las intenciones del joven pelimoreno, el cual se mostraba mucho más amable que los animales de ese antiguo bosque.
En cuanto estaba ya cerca de el para quitarlas, algo grande apareció, un oso, un gran oso que se encontraba a punto de atacarnos, intentó darnos un zarpazo y cuando estaba a punto de tomar mi arco y una de mis flechas, el joven pelimoreno saltó sobre mi intentando protegerme. Probablemente el oso le haya rozado la espalda, no estaba segura de ello porque no pude verlo, solo pensaba en como le quitaría las esposas. Mire con atención el sistema de cierre de estas y con mis dedos creé dos ganzuas de tungsteno, las cogí una en cada mano y empecé a abrir las esposas, esquivando los golpes del temible oso. Tardé menos de treinta segundos en abrirlas y las tiré posteriormente con fuerza, cuando las había tocado, sentí como mi fuerza se debilitaba rápidamente, y entonces recordé donde las había visto antes, eran igualitas a las esposas de los marines, de un material llamado kairouseki y capaz de anular los poderes de los usuarios. No entendía como demonios había acabado eso en sus manos y menos, el hecho de que estuviera un joven como el en esa isla.
Una vez sin esposas sentí algo, mi oso de peluche estaba brillando con fuerza de repente, eso quería decir que ese chico era usuario de alguna akuma no mi, pero al no saber cual era esta, solo pude pensar en ayudarlo y descubrirlo después. Le cogí de la mano y corrí hacia el centro del bosque, por ahí debería haber menos peligro, el oso al parecer nos siguió durante unos minutos y luego se cansó. Una vez alejados bastante, decidí sentarme y sacar de mi bolsillo algo de comida, eran dos bollos con relleno de chocolate que llevaba conmigo, los había comprado hace poco en una pequeña isla mercantil y no los había probado aún, era el momento perfecto para ver a que sabían. Le ofrecí uno al joven pelimoreno que aún no se me había presentado y empecé a hacerle algunas preguntas, las cuales esperaba que no le alejaran de mi.
-Aquí tienes, es un bollo relleno de chocolate, lo compré hace poco en una isla, no estoy segura de si está bueno, pero es lo único que llevo de comida conmigo.-Dije sonriendo mientras le ofrecía el bollo.
-Mi nombre es Yumiko Mei y vengo a esta isla por pura casualidad, la verdad es que no estaba buscando nada, solo que al ver la isla decidí tomar un descanso y una vez me adentré en el bosque encontré muchísimas plantas desconocidas para mi, por no decir, que los animales aquí parecen haber vuelto en el tiempo, son animales que vivieron hace cientos de miles, incluso millones de años y que deberían estar extinguidos.-Seguí diciendo mientras le daba un bocado al dulce bollo, el sabor era increíble.
-¡Wiiiiiiiii, esto sabe deliciosooo, no creía que existiera un relleno de chocolate tan dulce como este!-Dije con ojos de sorprendida nada más saborear ese dulce bollo, el sabor era infinitamente mejor que la gran variedad de chocolates que había probado durante mi vida.
-¿Y bien, que es lo que te trae por esta isla a ti? No parece que fuera algo bueno.-Dije algo más seria, pero sin dejar de mantener mis intenciones puras, nunca mostraba algo que no fuera totalmente segura de que no hiriese a nadie, así que en esa ocasión me había arriesgado a que el joven pensara que tengo intenciones ocultas, pero ya me encontraba confiando en el, algo muy malo por parte mía, confiar en las personas nada más conocerlas era un grave error en muchas ocasiones.
Me quedé esperando su respuesta mientras mordisco a mordisco iba terminando el dulce bollo de chocolate. Su sabor y su textura recorrían mi boca y mi estómago, dejando una agradable sensación. Mi hambre había desaparecido en ese instante y solo quedaba beber algo, puesto que ese chocolate había hecho aumentar mi sed en cantidades inmensas y no veía de momento ningún lugar donde beber algo, aunque fuese agua. Pensé en encontrar algún cocotero, que podría haber por esa isla, pero no sabía como encontrarlo, los árboles eran demasiado viejos y extraños. La única manera que pude pensar, era subirse a los árboles, pero lo haría una vez conociese las intenciones del joven pelimoreno, el cual se mostraba mucho más amable que los animales de ese antiguo bosque.
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El oso paró por unos instantes, en los cuales, la rubia aprovechó para con alguna clase de poder de fruta del diablo crear una llave para mis esposas, que cedieron rápidamente, aproveché para ponerme en pose de combate, pero antes de que pudiese reaccionar la chica me agarró de la mano y me obligó a huir con ella hacia dentro del bosque a pesar de que podríamos haberlo matado ahí mismo sin demasiada dificultad si tenía las manos libres y el kairoseki no me impedía utilizar mi fruta.
Una vez tras varios minutos de persecución en el bosque, el oso se cansó de perseguirnos y nos sentamos en una zona tranquila donde no parecía haber peligro. Una vez dejé de jadear miré a la chica, la cual, me ofrecía un bollo de no sé qué con una sonrisa en su boca. Una vez tras aceptar el bollo de la rubia, comenzó a explicarme quién era y qué hacía aquí, hasta que acabó preguntándome por mí mientras degustaba el bollo como si fuese el primero que comiese. Antes de contestar, mordí la punta del bollo y esbocé una pequeña sonrisa, llevaba muchos años sin comer chocolate y era algo que realmente siempre me había encantado desde bien pequeño. Me relamí los labios limpiando el chocolate que había en estos, y, tras degustarlo de la mejor forma, proseguí a hablar con mi recién compañera de bosque.
-No veo malas intenciones, así que seré claro. Intenté cazar a esos piratas y eran demasiado para mí, así que en vez de cazarme decidieron dejarme tirado en esta isla para que me muriese de cualquier forma, como ya has podido presenciar gracias a las esposas de ese material que impedía que utilizara mi fruta del diablo.
Hice una ligera pausa para hablar pero vi que la expresión de su cara cambiaba de una de gusto por la comida a una de alerta, así que lo primero que deducí era que detrás mío estaba nuestro querido oso que nos había encontrado al fin. Di varios pasos rápidos hacia delante, agarré una flecha de las que usaba la rubia y me giré haciendo fuerza con esta, iluminándola con un aura de luz y tirándosela con puntería a la cabeza del oso, el cual se derrumbó con la cabeza atravesada gracias a la flecha, una muerte totalmente rápida e indolora, como si una herida de bala se tratase. La flecha avanzó varios metros más y cayó debido a que perdió mucha potencia al atravesar todo el cráneo del oso. Comencé a agitar la mano con la que agarré la flecha por el daño que me había causado agarrarla y tirarla así, me había raspado la mano entera. Me adelanté hacia la flecha y la cogí para intentar arrancar carne del oso, el sol comenzaba a bajarse y debíamos cenar algo, porque yo, por lo menos, no llevaba nada encima.
-No te preocupes, sé bastante de cocina y podré arreglármelas con esta carne, seguro que hago un buen manjar esta noche -dije con una sonrisa dirigida hacia la rubia con la cual comenzaba a hacer buenas migas.
Después de limpiar la carne en un pequeño manantial que teníamos al lado y comenzar a hacer una hoguera esperé para la reacción de esta, tal vez hasta era vegetariana o algo así, tenía un aspecto muy frágil, pero no debía prejuzgar de una persona que conocía de hacía unas horas.
Una vez tras varios minutos de persecución en el bosque, el oso se cansó de perseguirnos y nos sentamos en una zona tranquila donde no parecía haber peligro. Una vez dejé de jadear miré a la chica, la cual, me ofrecía un bollo de no sé qué con una sonrisa en su boca. Una vez tras aceptar el bollo de la rubia, comenzó a explicarme quién era y qué hacía aquí, hasta que acabó preguntándome por mí mientras degustaba el bollo como si fuese el primero que comiese. Antes de contestar, mordí la punta del bollo y esbocé una pequeña sonrisa, llevaba muchos años sin comer chocolate y era algo que realmente siempre me había encantado desde bien pequeño. Me relamí los labios limpiando el chocolate que había en estos, y, tras degustarlo de la mejor forma, proseguí a hablar con mi recién compañera de bosque.
-No veo malas intenciones, así que seré claro. Intenté cazar a esos piratas y eran demasiado para mí, así que en vez de cazarme decidieron dejarme tirado en esta isla para que me muriese de cualquier forma, como ya has podido presenciar gracias a las esposas de ese material que impedía que utilizara mi fruta del diablo.
Hice una ligera pausa para hablar pero vi que la expresión de su cara cambiaba de una de gusto por la comida a una de alerta, así que lo primero que deducí era que detrás mío estaba nuestro querido oso que nos había encontrado al fin. Di varios pasos rápidos hacia delante, agarré una flecha de las que usaba la rubia y me giré haciendo fuerza con esta, iluminándola con un aura de luz y tirándosela con puntería a la cabeza del oso, el cual se derrumbó con la cabeza atravesada gracias a la flecha, una muerte totalmente rápida e indolora, como si una herida de bala se tratase. La flecha avanzó varios metros más y cayó debido a que perdió mucha potencia al atravesar todo el cráneo del oso. Comencé a agitar la mano con la que agarré la flecha por el daño que me había causado agarrarla y tirarla así, me había raspado la mano entera. Me adelanté hacia la flecha y la cogí para intentar arrancar carne del oso, el sol comenzaba a bajarse y debíamos cenar algo, porque yo, por lo menos, no llevaba nada encima.
-No te preocupes, sé bastante de cocina y podré arreglármelas con esta carne, seguro que hago un buen manjar esta noche -dije con una sonrisa dirigida hacia la rubia con la cual comenzaba a hacer buenas migas.
Después de limpiar la carne en un pequeño manantial que teníamos al lado y comenzar a hacer una hoguera esperé para la reacción de esta, tal vez hasta era vegetariana o algo así, tenía un aspecto muy frágil, pero no debía prejuzgar de una persona que conocía de hacía unas horas.
Yumiko Mei
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El joven pelimoreno una vez libre de sus esposas y cuando ya nos encontrábamos alejados, el oso apareció a nuestra espalda. En ese momento el joven tomó una de mis flechas sin que tuviera tiempo a detenerlo, aunque tampoco pensaba hacerlo y la disparó como si fuera una lanza. Le iba a avisar en ese mismo instante que si lo hacía le dolerían bastante las manos, pues las plumas llevaban un pequeño recubierto de tungsteno, pero no tuve tiempo de hacerlo. La flecha una vez en su mano se tornó amarilla y salió disparada como si fuera un haz de luz, me sorprendió tanto que me caí de espaldas a ver eso, que demonios había pasado. Entonces recordé que mi osito de peluche estaba brillando fuertemente, ese chico era un usuario y probablemente tuviera alguna akuma muy poderosa para poder hacer eso último.
Tras ser atravesado por ese haz de luz, el cuerpo del oso cayó al suelo, me dio algo de pena pero el fue el culpable de atacarnos de esa manera y además, sería una bonita y dulce cena. La carne de oso se suponía que tenía propiedades que mejoraban enormemente la secreción de hormonas capaces de mejorar la musculatura y la dureza de la piel, eso es lo que estaba pensando mientras el joven me hablaba sobre sus habilidades de cocina, lo que me hizo esbozar una leve sonrisa. Minutos antes de haber luchado contra el oso, este me había comentado el porqué había venido a esta isla, al parecer era un cazador como yo y buscaba conseguir algo de dinero, aunque de momento no me había confesado su nombre, igual es porque se le había olvidad, quién sabe.
El joven se fue a limpiar al oso en un manantial cercano y yo creé con mis manos dos platos de tungsteno y un cuchillo del mismo material, empecé a afilarlo con una piedra cercana y una vez terminé de dejarle un bonito filo se lo ofrecí al joven pelimoreno para que lo usara para cortar la jugosa carne de ese oso. La hoguera iluminaba cada vez más, mientras el sol se escondía entre el frondoso bosque y caía muerto en el lejano horizonte, se había hecho de noche. Me acerqué a la hoguera y puse mis manos sobre esta, pues empezaba a sentir algo de frío, aunque el clima no era frío del todo, tenía una sensación extraña, quizás por la humedad, o quizás por el viento proveniente del mar, no estaba segura de ello.
-Aunque parezca raro, yo también soy una cazadora, pero llevo sin cazar criminales algunos días, pues no se me han cruzado últimamente y tampoco tengo muchas noticias desde que salí en dirección a esta desierta isla. Cabe destacar que soy vegetariana, pero no del todo, de vez en cuando me salto mis propias reglas, así que comeré de esta deliciosa carne, confío en que hagas un buen plato. Ah, y aún no me dijiste tu nombre.-Dije sonriendo mientras jugueteaba con mi osito de peluche, este estaba brillando, pero su brillo se reducía cada vez más, al parecer, cuando ya se estaba acostumbrando a las personas con akuma cercanas, dejaba de brillar con tanta fuerza, hasta encontrar una persona que no ha descubierto.
Tras decirle esas palabras esperé sentada, con las manos a pocos metros del fuego y escuchando a los alrededores en busca de cualquier signo de vida animal o humano, ese lugar no era por decirlo así, el más seguro en ese peligroso bosque y menos si lo anunciábamos con una gran fogata, por ello me mantendría alerta en todo momento.
Tras ser atravesado por ese haz de luz, el cuerpo del oso cayó al suelo, me dio algo de pena pero el fue el culpable de atacarnos de esa manera y además, sería una bonita y dulce cena. La carne de oso se suponía que tenía propiedades que mejoraban enormemente la secreción de hormonas capaces de mejorar la musculatura y la dureza de la piel, eso es lo que estaba pensando mientras el joven me hablaba sobre sus habilidades de cocina, lo que me hizo esbozar una leve sonrisa. Minutos antes de haber luchado contra el oso, este me había comentado el porqué había venido a esta isla, al parecer era un cazador como yo y buscaba conseguir algo de dinero, aunque de momento no me había confesado su nombre, igual es porque se le había olvidad, quién sabe.
El joven se fue a limpiar al oso en un manantial cercano y yo creé con mis manos dos platos de tungsteno y un cuchillo del mismo material, empecé a afilarlo con una piedra cercana y una vez terminé de dejarle un bonito filo se lo ofrecí al joven pelimoreno para que lo usara para cortar la jugosa carne de ese oso. La hoguera iluminaba cada vez más, mientras el sol se escondía entre el frondoso bosque y caía muerto en el lejano horizonte, se había hecho de noche. Me acerqué a la hoguera y puse mis manos sobre esta, pues empezaba a sentir algo de frío, aunque el clima no era frío del todo, tenía una sensación extraña, quizás por la humedad, o quizás por el viento proveniente del mar, no estaba segura de ello.
-Aunque parezca raro, yo también soy una cazadora, pero llevo sin cazar criminales algunos días, pues no se me han cruzado últimamente y tampoco tengo muchas noticias desde que salí en dirección a esta desierta isla. Cabe destacar que soy vegetariana, pero no del todo, de vez en cuando me salto mis propias reglas, así que comeré de esta deliciosa carne, confío en que hagas un buen plato. Ah, y aún no me dijiste tu nombre.-Dije sonriendo mientras jugueteaba con mi osito de peluche, este estaba brillando, pero su brillo se reducía cada vez más, al parecer, cuando ya se estaba acostumbrando a las personas con akuma cercanas, dejaba de brillar con tanta fuerza, hasta encontrar una persona que no ha descubierto.
Tras decirle esas palabras esperé sentada, con las manos a pocos metros del fuego y escuchando a los alrededores en busca de cualquier signo de vida animal o humano, ese lugar no era por decirlo así, el más seguro en ese peligroso bosque y menos si lo anunciábamos con una gran fogata, por ello me mantendría alerta en todo momento.
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Tras volver con la carne del oso limpia, ofreció unos platos y cubiertos que nos vinieron que ni pintado, gracias a ello pudimos colocar bien la cena y cenar de lo más agradable. Me fijé en que abrazaba un oso de peluche extraño que brillaba, o eso parecía, porque el brillo comenzaba a desvanecerse, pero estábamos en un mundo tan extraño que debía ignorar cosas así y evitar preguntas innecesarias. Tras acercarse a al hoguera, y colocar las manos por lo que parecía para calentarse, comenzó a explicarme un poco más de ella y preguntar por mi nombre. La miré fijamente y tras sonreír, dirigí la cabeza hacia la hoguera. Me levanté y me saqué la sudadera, colocándosela por encima y cubriéndome con una fina capa de luz que mantenía mi torso caliente. La noche ya reinaba el ambiente, y mantuve un silencio más largo de lo que creía esperar yo, e incluso ella. Las palabras no me salían en aquel momento; tras volver a elevar la vista del fuego y mirarla una vez más, el pelo dorado, los ojos azules...
No sabía que todavía me dolía de esa forma su muerte, ya hacían muchos años, ya hacían 21 años de su muerte. 21 años, tres meses y catorce días. Jugué con una bola de luz en mi mano, y una vez pude deshacer el nudo de mi garganta, levanté la mirada y me la quedé mirando fijamente.
-Dark Evans Satou, mi primer apellido no merece la pena ni nombrarlo, así que, te agradezco que ni se te pase la idea de llamarme Evans. No quiero... parecer agresivo y tal, pero es un linaje del que no me enorgullezco demasiado, ni tampoco sé mucho. Perdona por el silencio y no haberte dicho mi nombre antes, es que... me recuerdas a alguien que fue, es y será muy especial para mí. No nos conocemos mucho y tal, y no lo hago por ningún intento de flirtear, tengo voto... te pareces bastante a mi difunta mujer, en el pelo y los ojos. Ya hace 21 años que murió y... bueno. Sí, puedes estarte preguntando por qué parezco tan joven si fue hace tanto tiempo. Tengo ya 43 años, y no puedo envejecer -dije con una sonrisa melancólica en la boca- si eres cazadora, ¿has oído hablar de una pirata llamada Kiseki? Kiseki Satou Makinami, es mi hija. Llevo casi tres años buscándola, pero oye, no quiero dar pena ni nada de eso, de verdad. Lamento... torrártela, no soy una persona de muy abrirse, y cuando lo hago, me paso.
Me giré suspirando e indiqué que podía quedarse con la sudadera esa noche. Aunque fuese maleducado por mi parte, no quería escuchar una respuesta en ese mismo momento, no hasta que nos hiciera una buena cama de hojas y ramas, que no tardé demasiado ayudándome con zonas de luz iluminadas. Indiqué con mi mano derecha que durmiera y me acerqué a la hoguera, sentándome delante de ella y apagando el aura de luz, aunque pasara frío no podía permitir que alguien lo pasara, ella me había salvado de las esposas, y le debía el favor... no me gustaba deberlos, o es que me recordaba mucho a Ashley...
-Ey, yo hago guardia. Duerme si quieres -le dije, esperando que aceptase para no tener que hablar del tema el cual dejé cortado antes- estoy entrenado para pasar noches en vela. -exclamé sonriendo.
Me acerqué un poco más a la hoguera para no pasar frío y comencé a conjurar luz en mis manos para seguir entrenando con la fruta, no debía perder ni un momento en el cual no entrenase para recuperar la fuerza que había perdido con el coma, y si no era fuerte, no podría salvar a Kiseki ni encontrarla, ni proteger a esta desconocida, Yumiko, en una noche, en un bosque rodeado de bestias... debía ser fuerte y no derrumbarme, me había mostrado alegre y extrovertido, y así debía continuar mi máscara.
No sabía que todavía me dolía de esa forma su muerte, ya hacían muchos años, ya hacían 21 años de su muerte. 21 años, tres meses y catorce días. Jugué con una bola de luz en mi mano, y una vez pude deshacer el nudo de mi garganta, levanté la mirada y me la quedé mirando fijamente.
-Dark Evans Satou, mi primer apellido no merece la pena ni nombrarlo, así que, te agradezco que ni se te pase la idea de llamarme Evans. No quiero... parecer agresivo y tal, pero es un linaje del que no me enorgullezco demasiado, ni tampoco sé mucho. Perdona por el silencio y no haberte dicho mi nombre antes, es que... me recuerdas a alguien que fue, es y será muy especial para mí. No nos conocemos mucho y tal, y no lo hago por ningún intento de flirtear, tengo voto... te pareces bastante a mi difunta mujer, en el pelo y los ojos. Ya hace 21 años que murió y... bueno. Sí, puedes estarte preguntando por qué parezco tan joven si fue hace tanto tiempo. Tengo ya 43 años, y no puedo envejecer -dije con una sonrisa melancólica en la boca- si eres cazadora, ¿has oído hablar de una pirata llamada Kiseki? Kiseki Satou Makinami, es mi hija. Llevo casi tres años buscándola, pero oye, no quiero dar pena ni nada de eso, de verdad. Lamento... torrártela, no soy una persona de muy abrirse, y cuando lo hago, me paso.
Me giré suspirando e indiqué que podía quedarse con la sudadera esa noche. Aunque fuese maleducado por mi parte, no quería escuchar una respuesta en ese mismo momento, no hasta que nos hiciera una buena cama de hojas y ramas, que no tardé demasiado ayudándome con zonas de luz iluminadas. Indiqué con mi mano derecha que durmiera y me acerqué a la hoguera, sentándome delante de ella y apagando el aura de luz, aunque pasara frío no podía permitir que alguien lo pasara, ella me había salvado de las esposas, y le debía el favor... no me gustaba deberlos, o es que me recordaba mucho a Ashley...
-Ey, yo hago guardia. Duerme si quieres -le dije, esperando que aceptase para no tener que hablar del tema el cual dejé cortado antes- estoy entrenado para pasar noches en vela. -exclamé sonriendo.
Me acerqué un poco más a la hoguera para no pasar frío y comencé a conjurar luz en mis manos para seguir entrenando con la fruta, no debía perder ni un momento en el cual no entrenase para recuperar la fuerza que había perdido con el coma, y si no era fuerte, no podría salvar a Kiseki ni encontrarla, ni proteger a esta desconocida, Yumiko, en una noche, en un bosque rodeado de bestias... debía ser fuerte y no derrumbarme, me había mostrado alegre y extrovertido, y así debía continuar mi máscara.
Yumiko Mei
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Precisión
Intelecto
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Mientras esperaba en la hoguera el joven pelimoreno preparó la cena y la sirvió en los platos de tungsteno que había creado poco tiempo antes. No pareció percatarse del peso de estos, pues parecía que los levantaba como si nada, supuse que era más fuerte de lo que parecía. Cogí mi plato y empecé a comer a su lado, este me miró varias veces mientras le comentaba sobre mi intención en la isla y preguntaba por su nombre. Se quedó callado unos momentos y miró hacia la hoguera, sin fijarse en mi. Después de unos minutos me sonrió y me empezó a hablar. Su nombre era Dark Evans Satou, un nombre bastante bonito, pero al parecer no le gustaba nada que le llamaran Evans, así que descarté ese nombre de mi mente al instante. Desde entonces le llamaría Satou desde ese momento, pues me estaba gustando bastante como me había tratado, aunque no era un caballero como tal, la cena estuvo deliciosa y se notaba que sabía como prepararla.
Sus palabras llegaban a mi corazón, aunque a veces no las vocalizaba correctamente y su voz se quedaba entrecortada, pensé que estaba sintiéndose mal por aquella conversación y al no poder hacer nada para pararlo, pues estaba siguiendo sin parar, esperé a que terminara de hablar para darle el pésame de su difunta esposa, la cual murió hace veintiún años. Lo que más me sorprendió fue el hecho de que le recordara a ella, nunca me habían dicho que recordaba a alguien, más que los amigos del circo que me decían que les recordaba a mis padres, pero no sabía nada de la esposa de este Satou y menos de su relación con este. Al finalizar me habló sobre su hija, Kiseki Satou Makinami que llevaba tres años desaparecida y había sido pirata, pero no me sonaba de nada ese nombre, nunca lo había visto en algún cartel de wanted o en los periódicos, al menos no que lo recuerde y era bastante raro que se me olvidara el nombre de un criminal.
Poco tiempo después de terminar de hablar, el joven se había quitado la sudadera y me la había dejado antes de comenzar a hablar, eso me hizo esbozarle una sonrisa, y me permitió quedarme con la sudadera esa noche. Pero a pesar de su amabilidad, Satou se había alejado de mi para no oír lo que le fuera a decir, no parecía estar en disposición de escuchar mis palabras, al parecer le recordaba demasiado a su esposa y probablemente eso le hiciera pensar en todas las cosas buenas que habían pasado, pero también todas las cosas malas. Hizo un par de camas con algunas hojas y ramas y luego se quedó sentado delante de la hoguera. Encima de su cuerpo tenía una especie de aura de luz y la fue deshaciendo, quedándose con solo su camisa de color lila y la cual se encontraba remangada. Se podía ver un brazalete extraño en su mano, además de un collar de color verde en su cuello. Era bastante más carismático de lo que había aparentado anteriormente y parecía una verdadera buena persona. Sus ojos de color lila dejaban ver una persona misteriosa en su interior, pero a la vez una persona calmada, débil y a la vez fuerte, era una mezcla de personalidades juntas, no sabía como describir exactamente a ese joven pelimoreno, me faltaban palabras para encontrar una descripción.
Poco tiempo después Satou me dijo que el haría guardia esa noche y que yo durmiera, no iba a hacerlo, pensaba quedarme un rato más con el y charlar, luego ya si eso me dormiría, tenía sueño, pero no tanto como para caerme dormida en ese momento. Me acerqué a el y le toqué el hombro con una de mis manos en señal de que le acompañaría en durante esa noche, al menos hasta que mis ojos no me permitieran seguir despierta. Miré a los alrededores y no sentí ninguna presencia y la hoguera seguía calentando e iluminando la zona, seríamos objetivo de los humanos y el punto menos indicado para los animales, estos no se acercarían, pero quien sabe, en ese inmenso bosque podía haber algún animal que amara el fuego y nos sorprendiera acercándose a nosotros. Me quedé al lado del joven y empecé a hablarle.
-Siento no dormirme, no tengo sueño de momento. En cuanto a mi parecer con tu difunta esposa, lo siento mucho, no era mi intención hacerle recordar los tristes momentos de su muerte, en cuanto a su hija, no he oído ese nombre por desgracia, espero que seas capaz de encontrarla. Por otro lado, yo también perdí varias cosas, entre ellas, perdí a mi pequeño tigre y mis padres siguen en un estado de esclavitud, mi sueño es encontrarles un lugar digno para vivir y mostrarles el amplio mundo que hay fuera de esas improvisadas cárceles. Cabe destacar que en esta isla hay grandes animales y plantas, me gustaría encontrar a la mañana algunas y poder investigarlas, si quieres puedes ayudarme.-Decía sonriendo y con voz suave, dulce y no demasiado fuerte para no llamar la atención de los animales o humanos que podrían estar alrededor escuchando.
Tras decir esas palabras esperé la respuesta del joven con mis manos al lado de la hoguera y a la espera de cualquier señal de peligro proveniente de los alrededores. Satou ya me había demostrado no tener malas intenciones y confié plenamente en el, por ello, ya me daba igual estar muy cerca de él o en un lugar donde pudiera atacarme, ya no me importaba eso, empezaba a confiar en esa persona más que en muchas otras. Un nuevo lazo de amistad se había formado entre nosotros dos, al menos desde mi parte y confiaba que duraría para mucho tiempo o incluso para siempre.
Sus palabras llegaban a mi corazón, aunque a veces no las vocalizaba correctamente y su voz se quedaba entrecortada, pensé que estaba sintiéndose mal por aquella conversación y al no poder hacer nada para pararlo, pues estaba siguiendo sin parar, esperé a que terminara de hablar para darle el pésame de su difunta esposa, la cual murió hace veintiún años. Lo que más me sorprendió fue el hecho de que le recordara a ella, nunca me habían dicho que recordaba a alguien, más que los amigos del circo que me decían que les recordaba a mis padres, pero no sabía nada de la esposa de este Satou y menos de su relación con este. Al finalizar me habló sobre su hija, Kiseki Satou Makinami que llevaba tres años desaparecida y había sido pirata, pero no me sonaba de nada ese nombre, nunca lo había visto en algún cartel de wanted o en los periódicos, al menos no que lo recuerde y era bastante raro que se me olvidara el nombre de un criminal.
Poco tiempo después de terminar de hablar, el joven se había quitado la sudadera y me la había dejado antes de comenzar a hablar, eso me hizo esbozarle una sonrisa, y me permitió quedarme con la sudadera esa noche. Pero a pesar de su amabilidad, Satou se había alejado de mi para no oír lo que le fuera a decir, no parecía estar en disposición de escuchar mis palabras, al parecer le recordaba demasiado a su esposa y probablemente eso le hiciera pensar en todas las cosas buenas que habían pasado, pero también todas las cosas malas. Hizo un par de camas con algunas hojas y ramas y luego se quedó sentado delante de la hoguera. Encima de su cuerpo tenía una especie de aura de luz y la fue deshaciendo, quedándose con solo su camisa de color lila y la cual se encontraba remangada. Se podía ver un brazalete extraño en su mano, además de un collar de color verde en su cuello. Era bastante más carismático de lo que había aparentado anteriormente y parecía una verdadera buena persona. Sus ojos de color lila dejaban ver una persona misteriosa en su interior, pero a la vez una persona calmada, débil y a la vez fuerte, era una mezcla de personalidades juntas, no sabía como describir exactamente a ese joven pelimoreno, me faltaban palabras para encontrar una descripción.
Poco tiempo después Satou me dijo que el haría guardia esa noche y que yo durmiera, no iba a hacerlo, pensaba quedarme un rato más con el y charlar, luego ya si eso me dormiría, tenía sueño, pero no tanto como para caerme dormida en ese momento. Me acerqué a el y le toqué el hombro con una de mis manos en señal de que le acompañaría en durante esa noche, al menos hasta que mis ojos no me permitieran seguir despierta. Miré a los alrededores y no sentí ninguna presencia y la hoguera seguía calentando e iluminando la zona, seríamos objetivo de los humanos y el punto menos indicado para los animales, estos no se acercarían, pero quien sabe, en ese inmenso bosque podía haber algún animal que amara el fuego y nos sorprendiera acercándose a nosotros. Me quedé al lado del joven y empecé a hablarle.
-Siento no dormirme, no tengo sueño de momento. En cuanto a mi parecer con tu difunta esposa, lo siento mucho, no era mi intención hacerle recordar los tristes momentos de su muerte, en cuanto a su hija, no he oído ese nombre por desgracia, espero que seas capaz de encontrarla. Por otro lado, yo también perdí varias cosas, entre ellas, perdí a mi pequeño tigre y mis padres siguen en un estado de esclavitud, mi sueño es encontrarles un lugar digno para vivir y mostrarles el amplio mundo que hay fuera de esas improvisadas cárceles. Cabe destacar que en esta isla hay grandes animales y plantas, me gustaría encontrar a la mañana algunas y poder investigarlas, si quieres puedes ayudarme.-Decía sonriendo y con voz suave, dulce y no demasiado fuerte para no llamar la atención de los animales o humanos que podrían estar alrededor escuchando.
Tras decir esas palabras esperé la respuesta del joven con mis manos al lado de la hoguera y a la espera de cualquier señal de peligro proveniente de los alrededores. Satou ya me había demostrado no tener malas intenciones y confié plenamente en el, por ello, ya me daba igual estar muy cerca de él o en un lugar donde pudiera atacarme, ya no me importaba eso, empezaba a confiar en esa persona más que en muchas otras. Un nuevo lazo de amistad se había formado entre nosotros dos, al menos desde mi parte y confiaba que duraría para mucho tiempo o incluso para siempre.
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Pero no, parecía que no iba a hacer la guardia solo de momento. Se acercó a mí confiada y apoyó la mano encima de mi hombro, y, después, tras comprobar que no había peligro, procedió a hablar de una forma dulce, suave y calmada. Se disculpó y aclaró de que no iba a dormir, no en ese momento, y volvió a disculparse por el tema de Ashley. Aclaró de que no conocía a Kiseki y después me comentó sobre que ella también había perdido cosas, como su tigre; y que su sueño era liberar a sus padres enseñándole qué era el mundo realmente. Después, me invitó a recoger con ella plantas al día siguiente, cosa cual acepté sin dudar afirmando con la cabeza tras su petición. Miré una vez más y pude ver una mirada fuerte y una sonrisa y una actitud dulce y tranquila, a pesar de haber pasado por duros momentos, y era digno de admirar, admiraba las personas que tenían esa mirada y podían llegar a mantener la paz consigo mismos, o por lo menos eso podía preveer él; una chica amable, experta con el arco y medicinas, y que cogía confianza con facilidad, tal vez demasiada. Parecía que había aceptado mi sudadera, así que la portaba puesta por encima del vestido frágil y bonito, de un verde que infundaba paz.
Pero eso no importaba en aquel momento, porque me había dado cuenta de que confiaba en mí. Había pasado de una actitud manteniendo a pesar de todo sus distancias, como había demostrado cuando me desperté o tras el ataque del oso, era precavida, y eso le daba valor y carácter a su personalidad. Yo también, y si estaba en lo cierto, pensaba lo mismo, éramos dos personas que podíamos confiar el uno del otro en aquel momento en una isla llena de animales gigantes en medio de la nada, así que, sin reparo, me levanté de su lado e hice levantarla ofreciéndole mi mano. Una vez estuvimos frente a frente, agarré sus manos puesto que había podido observar que las intentaba calentar cada vez que podía, para rodearlas con un aura de luz no dañina y calentárselas inmediatamente. Me la quedé mirando fijamente pintando una sonrisa de determinación en mi cara y procedí a hablar, esta vez, sin miedo a mostrar cómo era.
-Gracias por abrirte conmigo, o por lo menos, contarme cosas personales tuyas. Realmente lo aprecio, así que, a partir de ahora, a pesar de conocernos de horas, tienes todo mi apoyo. Eres una persona admirable, y te lo dice una persona que ha conocido a millones a lo largo de su vida. Tengo que devolverte el favor aún de la serpiente, así que si me lo permites, mañana te acompañaré a recoger las plantas que necesites, o si quieres hacer otra cosa, también estoy encantado de acompañarte. -realmente, me dejaba llevar por el momento- yo tengo grandes mansiones en las islas de arriba, así que, si a tus padres les gusta el cielo, estaré gustosos de ofreceros una de esas. Persigue y logra tus sueños, Yumiko, sin importar qué. -acabé diciendo.
Volví a sentarme y me la quedé mirando, ofreciendo un sitio a mi lado para que ninguno de los dos pasáramos más frío. Era agradable tener una amistad femenina; eran mucho más comprensibles y sensibles que los hombres, y se podía confiar incluso en un nivel mayor en estas. Una vez esta se sentó a mi lado, le apoyé su cabeza en mi hombro y continué guardando vela para hacer guardia. La había notado ligeramente somnolienta, y no le iba a ir bien descansar poco. Lo mío ya era un caso aparte; de verdad, me hubiese gustado por mi parte de que durmiera. Si realmente el peligro no era demasiado, ya dormiría yo en un par de horas más adelante. Mi prioridad ahora mismo, era de que ella estuviera bien, ya que era una persona que se sacrificaba para la gente que le importaba, convirtiendo la felicidad de otros en la mía propia. Entonces, una vez pasado todo, esperé la respuesta de la pelirrubia impaciente, ya me había abierto totalmente a ella, y suponía que íbamos a ser grandes amigos en la corta estancia de esta isla. Ahora no podía pensar en una despedida; realmente estaba curioso sobre cómo conocerla más y las curiosidades que encerraba aquella chica que se encontraba (si ella quería) apoyada en mi hombro.
Pero eso no importaba en aquel momento, porque me había dado cuenta de que confiaba en mí. Había pasado de una actitud manteniendo a pesar de todo sus distancias, como había demostrado cuando me desperté o tras el ataque del oso, era precavida, y eso le daba valor y carácter a su personalidad. Yo también, y si estaba en lo cierto, pensaba lo mismo, éramos dos personas que podíamos confiar el uno del otro en aquel momento en una isla llena de animales gigantes en medio de la nada, así que, sin reparo, me levanté de su lado e hice levantarla ofreciéndole mi mano. Una vez estuvimos frente a frente, agarré sus manos puesto que había podido observar que las intentaba calentar cada vez que podía, para rodearlas con un aura de luz no dañina y calentárselas inmediatamente. Me la quedé mirando fijamente pintando una sonrisa de determinación en mi cara y procedí a hablar, esta vez, sin miedo a mostrar cómo era.
-Gracias por abrirte conmigo, o por lo menos, contarme cosas personales tuyas. Realmente lo aprecio, así que, a partir de ahora, a pesar de conocernos de horas, tienes todo mi apoyo. Eres una persona admirable, y te lo dice una persona que ha conocido a millones a lo largo de su vida. Tengo que devolverte el favor aún de la serpiente, así que si me lo permites, mañana te acompañaré a recoger las plantas que necesites, o si quieres hacer otra cosa, también estoy encantado de acompañarte. -realmente, me dejaba llevar por el momento- yo tengo grandes mansiones en las islas de arriba, así que, si a tus padres les gusta el cielo, estaré gustosos de ofreceros una de esas. Persigue y logra tus sueños, Yumiko, sin importar qué. -acabé diciendo.
- Escena (es un sketch vale? fallos a parte (?):
Volví a sentarme y me la quedé mirando, ofreciendo un sitio a mi lado para que ninguno de los dos pasáramos más frío. Era agradable tener una amistad femenina; eran mucho más comprensibles y sensibles que los hombres, y se podía confiar incluso en un nivel mayor en estas. Una vez esta se sentó a mi lado, le apoyé su cabeza en mi hombro y continué guardando vela para hacer guardia. La había notado ligeramente somnolienta, y no le iba a ir bien descansar poco. Lo mío ya era un caso aparte; de verdad, me hubiese gustado por mi parte de que durmiera. Si realmente el peligro no era demasiado, ya dormiría yo en un par de horas más adelante. Mi prioridad ahora mismo, era de que ella estuviera bien, ya que era una persona que se sacrificaba para la gente que le importaba, convirtiendo la felicidad de otros en la mía propia. Entonces, una vez pasado todo, esperé la respuesta de la pelirrubia impaciente, ya me había abierto totalmente a ella, y suponía que íbamos a ser grandes amigos en la corta estancia de esta isla. Ahora no podía pensar en una despedida; realmente estaba curioso sobre cómo conocerla más y las curiosidades que encerraba aquella chica que se encontraba (si ella quería) apoyada en mi hombro.
Yumiko Mei
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El joven pelimoreno aceptó mi idea de ir a recoger plantas al día siguiente con un leve movimiento de cabeza y al parecer ya podía confiar en el, o al menos eso creía, al ver que ninguna intención suya era maligna. Sus ojos lilas inspiraban cierto enigma, pero después de todo lo que me había contado sobre su vida, solo podía ver los ojos de una persona que había pasado por muchos problemas y había caído en muchos errores irremediables, solo esperaba que consiguiera ser feliz, al menos esa noche y el tiempo que pudiera estar con el. Mi intención era hacerle pasar un buen tiempo y quitarle esos espantosos recuerdos de la mente por un tiempo a fin de que se divierta y deje la nostalgia, la cual solo producía más dolor, pensar y repensar en el pasado hacía que la persona se volviera más propensa a sentir dolor y que decir, odio y venganza hacia los culpables de su pasado. Eso lo entendía en parte debido a que yo sentía cierto odio por mis abuelos, los cuales a diferencia de mis padres, me cuidaban espantosamente, de tal manera que me dejaban perdida en el bosque o me quitaban mis juguetes favoritos y que decir de mis amigos, los cuales nunca pude tener con unos abuelos así.
Quizás era una buena persona, quizás no, no estaba segura de conocerle totalmente, pero sus palabras eran sinceras y mostraban una persona dolorida por dentro y con una apariencia destrozadora por fuera. Podía sentir como su alma se encontraba destrozada por la tragedia de su esposa y en constante estrés por la búsqueda de su hija, no sabía como era capaz de sentirlo, pero lo sentía, quizás un sexto sentido femenino o simplemente una habilidad desconocida por mi. Esa isla era el lugar donde deberíamos confiar uno en el otro, un combate o una discusión en ese lugar no tenía sentido alguno, debíamos protegernos mutuamente de los monstruos que ahí habitaban, que a pesar de tener partes buenas, se caracterizaban por disfrutar de la carne humana, aunque no lo creía del todo, pues yo amaba los animales pero no por ello me dejaría comer por uno. Seguidamente el chico se levantó y me ofreció la mano, gustosamente acepté su caballerosidad y me levanté haciendo fuerza en su mano, una vez arriba este cogió mis dos manos y una especie de luz apareció entre sus manos y las mías. La sensación que esa luz emanaba era calurosa, calmada e inocente, no se notaba ninguna especie de intención negativa, era totalmente pura. Pureza era un concepto que se quedaba corto con respecto a esa luz, no sabía como describirla, pero era perfecta. Me sentía mucho mejor al ver como el joven me miraba, aunque algunos podrían creer que intentaba ligar conmigo, yo sabía que no lo hacía, pues sus votos con su difunta esposa eran totales y lo más seguro es que esa mirada fuera de una amistad casi total, por no decir que parecía más bien confiar en mi de manera excepcional, como yo haría posteriormente.
Poco después me sonrió y empezó a hablar, esta vez de una manera calmada y sin tartamudear, no parecía entrecortarse su voz como antes y parecía más seguro de lo que estaba diciendo, más seguro de si mismo y más seguro de sus palabras. Al parecer me agradecía por contarle algunas cosas personales mías y que me acompañaría al día siguiente a buscar plantas. Seguidamente dijo que en el cielo, tenía varias mansiones, a lo que me quedé sorprendida y le miré con cierto entusiasmo, mi cara se volvió completamente curiosa y mis ojos brillaban como los de un gato cuando encontraba algo nuevo con que jugar o una golondrina cuando veía algo brillante. Esperé a que terminara y seguidamente apreté las manos con poca fuerza y le sonreí para luego empezar a hacerle varias preguntas sobre esa curiosa confesión.
-Las gracias son a ti, me habría sentido muy mal y además muy aburrida de haber tenido que estar sola en esta isla desierta y alejada de la mano de Dios. Tu sin embargo, eres algo más que una persona para entretenerme o una persona que me sirviese como conocido, aunque parezca raro, confío en ti más que otras personas y no conocí pocas durante mi vida. Confío en ti como si fueras mi hermano, aunque nunca tuve uno, por lo tanto, me gustaría que desde hoy seamos amigos. Espero que nuestra amistad dure para siempre o al menos hasta que algo importante la separe, algo de lo que pueda estar orgullosa. Te doy las gracias por acompañarme y mostrarte amable con alguien como yo, yo simplemente te ayudé porque te vi en apuros, a decir verdad, soy demasiado benevolente en ese sentido, muchas veces he curado a un enemigo al verlo sufriendo y eso me ha llevado a problemas varios, pero en este caso he acertado y he curado a la persona correcta y adecuada. Respecto a tus mansiones en el cielo, no tendría inconveniente en aceptar una de estas, pero de momento no es mi intención viajar a esas llamadas islas del cielo, aunque no dudo en que sean hermosas, pues todo lo que haya arriba debe ser hermoso, tanto como las nubes mismas.-Dije con voz suave y vocalizando correctamente, algo sonrojada por tener sus manos entrelazadas con las mías, pero sin llegar al punto de enamorarme, pues aún tenía a mi querido Byakuro, el cual quería sobre todas las cosas en ese momento, aunque a veces hacía cosas que el no aceptaría, como por ejemplo ayudar a desconocidos y curar sus heridas.
Tras terminar de charlar, el joven se volvió a sentar y me permitió apoyar mi cabeza en su hombro, lo cual hice gustosamente, mi cabeza estaba que se caía por el sueño que tenía y tras breves minutos sintiendo el calor de las llamas de la hoguera y la calmada respiración del joven, caí dormida en su hombro, esperaba no haberme pasado con su caballerosidad y mientras mis pensamientos decaían lentamente y se fundían en la oscura noche, yo caía dormida y sumida en historias de fantasía y sueños increíbles, durmiéndome de la manera más hermosa posible.
- Canción que sonaba en mi mente cuando Satou me había cogido de la mano, espero que sea de tu agrado ^-^:
Quizás era una buena persona, quizás no, no estaba segura de conocerle totalmente, pero sus palabras eran sinceras y mostraban una persona dolorida por dentro y con una apariencia destrozadora por fuera. Podía sentir como su alma se encontraba destrozada por la tragedia de su esposa y en constante estrés por la búsqueda de su hija, no sabía como era capaz de sentirlo, pero lo sentía, quizás un sexto sentido femenino o simplemente una habilidad desconocida por mi. Esa isla era el lugar donde deberíamos confiar uno en el otro, un combate o una discusión en ese lugar no tenía sentido alguno, debíamos protegernos mutuamente de los monstruos que ahí habitaban, que a pesar de tener partes buenas, se caracterizaban por disfrutar de la carne humana, aunque no lo creía del todo, pues yo amaba los animales pero no por ello me dejaría comer por uno. Seguidamente el chico se levantó y me ofreció la mano, gustosamente acepté su caballerosidad y me levanté haciendo fuerza en su mano, una vez arriba este cogió mis dos manos y una especie de luz apareció entre sus manos y las mías. La sensación que esa luz emanaba era calurosa, calmada e inocente, no se notaba ninguna especie de intención negativa, era totalmente pura. Pureza era un concepto que se quedaba corto con respecto a esa luz, no sabía como describirla, pero era perfecta. Me sentía mucho mejor al ver como el joven me miraba, aunque algunos podrían creer que intentaba ligar conmigo, yo sabía que no lo hacía, pues sus votos con su difunta esposa eran totales y lo más seguro es que esa mirada fuera de una amistad casi total, por no decir que parecía más bien confiar en mi de manera excepcional, como yo haría posteriormente.
Poco después me sonrió y empezó a hablar, esta vez de una manera calmada y sin tartamudear, no parecía entrecortarse su voz como antes y parecía más seguro de lo que estaba diciendo, más seguro de si mismo y más seguro de sus palabras. Al parecer me agradecía por contarle algunas cosas personales mías y que me acompañaría al día siguiente a buscar plantas. Seguidamente dijo que en el cielo, tenía varias mansiones, a lo que me quedé sorprendida y le miré con cierto entusiasmo, mi cara se volvió completamente curiosa y mis ojos brillaban como los de un gato cuando encontraba algo nuevo con que jugar o una golondrina cuando veía algo brillante. Esperé a que terminara y seguidamente apreté las manos con poca fuerza y le sonreí para luego empezar a hacerle varias preguntas sobre esa curiosa confesión.
-Las gracias son a ti, me habría sentido muy mal y además muy aburrida de haber tenido que estar sola en esta isla desierta y alejada de la mano de Dios. Tu sin embargo, eres algo más que una persona para entretenerme o una persona que me sirviese como conocido, aunque parezca raro, confío en ti más que otras personas y no conocí pocas durante mi vida. Confío en ti como si fueras mi hermano, aunque nunca tuve uno, por lo tanto, me gustaría que desde hoy seamos amigos. Espero que nuestra amistad dure para siempre o al menos hasta que algo importante la separe, algo de lo que pueda estar orgullosa. Te doy las gracias por acompañarme y mostrarte amable con alguien como yo, yo simplemente te ayudé porque te vi en apuros, a decir verdad, soy demasiado benevolente en ese sentido, muchas veces he curado a un enemigo al verlo sufriendo y eso me ha llevado a problemas varios, pero en este caso he acertado y he curado a la persona correcta y adecuada. Respecto a tus mansiones en el cielo, no tendría inconveniente en aceptar una de estas, pero de momento no es mi intención viajar a esas llamadas islas del cielo, aunque no dudo en que sean hermosas, pues todo lo que haya arriba debe ser hermoso, tanto como las nubes mismas.-Dije con voz suave y vocalizando correctamente, algo sonrojada por tener sus manos entrelazadas con las mías, pero sin llegar al punto de enamorarme, pues aún tenía a mi querido Byakuro, el cual quería sobre todas las cosas en ese momento, aunque a veces hacía cosas que el no aceptaría, como por ejemplo ayudar a desconocidos y curar sus heridas.
Tras terminar de charlar, el joven se volvió a sentar y me permitió apoyar mi cabeza en su hombro, lo cual hice gustosamente, mi cabeza estaba que se caía por el sueño que tenía y tras breves minutos sintiendo el calor de las llamas de la hoguera y la calmada respiración del joven, caí dormida en su hombro, esperaba no haberme pasado con su caballerosidad y mientras mis pensamientos decaían lentamente y se fundían en la oscura noche, yo caía dormida y sumida en historias de fantasía y sueños increíbles, durmiéndome de la manera más hermosa posible.
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-Ya te has dormido, ¿eh? -dije de forma suave y leve, para comprobar si realmente ya había caído en profundo sueño.
Me levanté cuidadosamente agarrando su nuca con una mano y la parte trasera de la cabeza con cuidado con la otra mano, dejándola suavemente sobre el tronco para después ponerle un montón de hojas como almohada. Miré hacia los lados y coloqué varios troncos para que pareciese una "cuna", de tal forma que no podría caerse si se movía. Moví la mano por encima suya y creé una capa de luz como protección contra el frío que hacía por la noche, entre eso y la sudadera tendría suficiente. Me llevé las manos hacia las mangas remangadas y me las bajé mientras dejaba soltar baho que podía ver debido a la temperatura, había caído en picado en las últimas horas a pesar de ser un clima tropical. Comencé a dar vueltas alrededor de la hoguera para calentarme y miré hacia Yumiko con una sonrisa tras comprobar que seguía durmiendo bien y sin peligro. Rodeé los alrededores con pequeños puntos de luz estáticos para que las bestias no se acercaran y me acerqué hacia la hoguera poniendo las manos encima de ésta. El frío ya había culminado su punto más bajo en grados; estaríamos a unos nueve o diez grados a medianoche, en el punto más frío. No se veía nada por el bosque; la única visión que tenía de este eran los puntos de luz que había colocado para hacer un círculo algo amplio de visión interior, donde ahí, podía verse con facilidad sin ser molesto para la vista, y mucho menos para poder dormir ya que no quería perjudicar a la rubia. Levanté mi mano hacia el cielo y miré mi alianza sonriente mientras pensaba en si Kiseki se encontraría en esta isla. Antes de poder sumergirme en mis pensamientos, noté unos pasos y cómo se apagaba uno de los focos de luz, así que me levanté y corrí hacia el punto para que no entrara hacia la zona. Miré a un encapuchado que entraba lentamente, a lo que lo paré con la mano pero me la apartó sin ni siquiera un movimiento. Comenzó a dirigirse hacia la hoguera y lo empujé hacia fuera del círculo de luz para interrogarle. Antes de que pudiera decir una palabra, sacó una daga e intentó asestarme un corte, pero pegué un paso lateral que me hizo esquivarla con algo de dificultad.
[-color=indigo]-Quién eres y qué haces aquí[/color] -le pregunté seriamente- será mejor que no despiertes a mi compañera o me encargaré de patearte bien lejos de esta isla. -acabé amenazando
-Como tu hija, ¿no?
Un nudo apareció en mi garganta, saqué la espada y fui a cortarle para reducirlo e interrogarlo pero con un ligero movimiento de manos atacó hacia mi ojo derecho, cortándome la cara totalmente y, tras un ligero movimiento de mano, agarró éste y lo tiró al suelo. Me llevé la mano hacia la cuenca del ojo vacía y el sujeto desapareció entre las sombras. Comencé a andar intentando no llorar del dolor y agarré varias hojas de las que me puso la rubia antes, colocándomelas en el ojo vacío y vendándolas con un cacho de camiseta que me arranqué con la espada. Me senté en el pie del árbol lleno de preguntas y comencé a cerrar el ojo izquierdo, el único que tenía ahora, quedándome dormido por la falta de sangre y el mareo que llevaba encima. Por lo menos, a la chica no le había pasado nada y comenzaba a hacerse de día, ya le tocaría a ella despertarme esta vez, pensé mientras acababa durmiéndome totalmente.
Me levanté cuidadosamente agarrando su nuca con una mano y la parte trasera de la cabeza con cuidado con la otra mano, dejándola suavemente sobre el tronco para después ponerle un montón de hojas como almohada. Miré hacia los lados y coloqué varios troncos para que pareciese una "cuna", de tal forma que no podría caerse si se movía. Moví la mano por encima suya y creé una capa de luz como protección contra el frío que hacía por la noche, entre eso y la sudadera tendría suficiente. Me llevé las manos hacia las mangas remangadas y me las bajé mientras dejaba soltar baho que podía ver debido a la temperatura, había caído en picado en las últimas horas a pesar de ser un clima tropical. Comencé a dar vueltas alrededor de la hoguera para calentarme y miré hacia Yumiko con una sonrisa tras comprobar que seguía durmiendo bien y sin peligro. Rodeé los alrededores con pequeños puntos de luz estáticos para que las bestias no se acercaran y me acerqué hacia la hoguera poniendo las manos encima de ésta. El frío ya había culminado su punto más bajo en grados; estaríamos a unos nueve o diez grados a medianoche, en el punto más frío. No se veía nada por el bosque; la única visión que tenía de este eran los puntos de luz que había colocado para hacer un círculo algo amplio de visión interior, donde ahí, podía verse con facilidad sin ser molesto para la vista, y mucho menos para poder dormir ya que no quería perjudicar a la rubia. Levanté mi mano hacia el cielo y miré mi alianza sonriente mientras pensaba en si Kiseki se encontraría en esta isla. Antes de poder sumergirme en mis pensamientos, noté unos pasos y cómo se apagaba uno de los focos de luz, así que me levanté y corrí hacia el punto para que no entrara hacia la zona. Miré a un encapuchado que entraba lentamente, a lo que lo paré con la mano pero me la apartó sin ni siquiera un movimiento. Comenzó a dirigirse hacia la hoguera y lo empujé hacia fuera del círculo de luz para interrogarle. Antes de que pudiera decir una palabra, sacó una daga e intentó asestarme un corte, pero pegué un paso lateral que me hizo esquivarla con algo de dificultad.
[-color=indigo]-Quién eres y qué haces aquí[/color] -le pregunté seriamente- será mejor que no despiertes a mi compañera o me encargaré de patearte bien lejos de esta isla. -acabé amenazando
-Como tu hija, ¿no?
Un nudo apareció en mi garganta, saqué la espada y fui a cortarle para reducirlo e interrogarlo pero con un ligero movimiento de manos atacó hacia mi ojo derecho, cortándome la cara totalmente y, tras un ligero movimiento de mano, agarró éste y lo tiró al suelo. Me llevé la mano hacia la cuenca del ojo vacía y el sujeto desapareció entre las sombras. Comencé a andar intentando no llorar del dolor y agarré varias hojas de las que me puso la rubia antes, colocándomelas en el ojo vacío y vendándolas con un cacho de camiseta que me arranqué con la espada. Me senté en el pie del árbol lleno de preguntas y comencé a cerrar el ojo izquierdo, el único que tenía ahora, quedándome dormido por la falta de sangre y el mareo que llevaba encima. Por lo menos, a la chica no le había pasado nada y comenzaba a hacerse de día, ya le tocaría a ella despertarme esta vez, pensé mientras acababa durmiéndome totalmente.
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Me dormí por completo unos minutos después y noté como cada vez me sentía más cómoda y hacía más calor. En mi sueño hubo dragones y otros seres mitológicos ayudándome a conseguir mis mayores hazañas, lo mejor de la imaginación era que no te hacía pensar en cosas malas, a menos que tu mente fuera impura, lo cual no era mi caso. Sentía una sensación agradable y varias horas después me desperté debido a los rayos de sol que atravesaban las hojas de los árboles y llegaban a mis ojos con algo menos de intensidad. Me levanté y me estiré mirando donde me encontraba, seguía en ese bosque pero estaba en una especie de cama, con una manta de luz sobre mi, o de un material desconocido que brillaba, pero que mantenía el calor de manera muy extraña. Salí de la cama y miré a los alrededores, todo seguía igual, estábamos en medio de la jungla y los mosquitos ya estaban llegando a su auge, empezando a picarme por todos lados, mientras estas lo intentaban yo transformaba las partes donde intentaban picar en tungsteno y en ese momento se llevaban un disgusto y se quedaban sin boca, para poco tiempo después irse volando.
Seguía mirando alrededor cuando de repente vi algo, el joven pelimoreno estaba tumbado y con un gran charco de sangre a su alrededor, tenía una de sus manos sobre su ojo derecho y parecía totalmente dormido. Lo primero que hice fue asustarme y acercarme lo más rápido que pude a el, le quité la mano y vi un gran corte sobre su ojo, la sangre ya había cesado de salir, pero el charco que había debajo era enorme, pudo haber estado sangrando durante toda la noche, eso era de todo menos bueno. Me lo llevé en brazos y fui corriendo al pequeño lago que teníamos al lado y cogiéndolo de los pies, introduje toda cabeza en el agua, para pocos segundos después sacarlo, eso sería un buenos días bastante doloroso, pero era necesario, tras eso lo puse sobre una plataforma de tungsteno que tenía la forma de su cuerpo y permitía que su columna vertebral se mantuviera recta.
Su ojo estaba algo infectado por esa herida, la cual no tenía ni idea de como se la hizo, aunque parecía más bien un corte. Busqué por los alrededores y encontré un tronco de árbol que reconocí, se trataba de un árbol cuya resina era capaz de cicatrizar más rápido las heridas, recogí un poco de esta haciendo un vaso y un grifo de tungsteno, este último lo introduje dentro del árbol y esperé a que la savia cayese como si fuera leche, y así fue, rápidamente el vaso se llenó y volví donde el joven. Se lo puse al lado y le señale que no lo tomara, tenía que primero abrirle la herida de nuevo, pero para eso tenía que hacer que su cuerpo produjera más glóbulos rojos y no se quedara sin sangre. Miré a los alrededores y no di con nada, así que lo único que me quedaba era usar uno de esos tantos hongos que llevaba conmigo en mi bolso. Lo abrí y tomé uno de color verde, se trataba de una especie que crecía en Amazon Lily y que hacía que el cuerpo humano dejara de tener límite de glóbulos rojos, es decir, producía el máximo durante un tiempo, concretamente, durante 15 minutos no dejaría de producir glóbulos rojos, casi en exceso.
-No se lo que te ha pasado, pero te curaré como sea, eso si, será más duro de lo que esperas, lo siento. Primero deberás tomar esta seta que hará que produzcas más sangre durante un tiempo, su sabor no es el mejor y probablemente te den arcadas, pero intenta no vomitarlo, no tuve tiempo para cambiar su sabor. Tras esto, haré algo todavía más doloroso, abriré tu herida del ojo que está infectada y la cicatrizaré con esa resina que ves en el vaso, eso escocerá mucho, demasiado casi, pero es la única manera de que sobrevivas sin acabar con todo el cuerpo infectado, pues al parecer, lo que te cortó no parecía muy benefactor y estaba oxidado, el óxido en contacto con la carne produce una fuerte inflamación en la zona y hace que esta se infecte. Espero que lo entiendas.-Dije algo asustada y preocupada para después sonreirle, pensaba curarlo como fuera posible, era mi deber después de que haya sido tan gentil conmigo.
Cogí esa seta y la abrí por la mitad, seguidamente saqué unas fibras de esta y se las di a Satou, con la intención de hacer que se las comiera, era necesario si quería seguir con vida. Tras eso, esperé unos segundos, que es lo que probablemente tardaría en intentar vomitarlas y con mi mano hice una aguja, poco después la acerqué a su ojo y abrí la herida por donde había estado abierta antes, eso dolería muchísimo, pero se sentiría mejor tras todo eso. La sangre empezaba a salir rápidamente por la herida abierta y me apresuré a tomar el vaso con la resina, cogí con mis dedos y la unté por la herida abierta, y esta en unos segundos dejó de sangrar por completo, tardaría unos minutos más en cicatrizar y formarse piel, pero probablemente el ojo no volviera a permitirle ver, una lástima la verdad. Tras todo ese doloroso proceso le abracé en señal de que estaría bien y esperé que el hiciera lo mismo.
-Tranquilo, estarás mucho mejor que antes, espero que esto te ayude y si en algún momento piensas contarme qué te ha pasado, hazlo, aunque si no quieres hacerlo, no me enfadaré. Se me olvidó darte las gracias por haberme dado tu abrigo, pero ahora que ya hace calor no lo necesito, gracias.-Dije sonriendo mientras le ofrecía su abrigo de vuelta. Seguidamente miré hacia su herida que ya estaba casi totalmente cicatrizada y suspiré felizmente al ver que esa resina había funcionado como yo había esperado. La efectos de las plantas eran sorprendentes, la naturaleza no dejaba de asombrarme cada día más.
Tras eso esperé que el joven se dispusiera a ponerse en pie y me puse a mirar por las plantas que había alrededor, quizás encontrara alguna planta con efectos extraños que pudiera investigar, tenía ganas de ver que es lo que esa jungla me iría a ofrecer, aunque si el joven necesitase de mi estancia ahí, estaría encantada de pasar más tiempo con él con tal de que esté bien, al final me había caído bien y empezaba a confiar en el no como un amigo, si no como un hermano o un padre.
Seguía mirando alrededor cuando de repente vi algo, el joven pelimoreno estaba tumbado y con un gran charco de sangre a su alrededor, tenía una de sus manos sobre su ojo derecho y parecía totalmente dormido. Lo primero que hice fue asustarme y acercarme lo más rápido que pude a el, le quité la mano y vi un gran corte sobre su ojo, la sangre ya había cesado de salir, pero el charco que había debajo era enorme, pudo haber estado sangrando durante toda la noche, eso era de todo menos bueno. Me lo llevé en brazos y fui corriendo al pequeño lago que teníamos al lado y cogiéndolo de los pies, introduje toda cabeza en el agua, para pocos segundos después sacarlo, eso sería un buenos días bastante doloroso, pero era necesario, tras eso lo puse sobre una plataforma de tungsteno que tenía la forma de su cuerpo y permitía que su columna vertebral se mantuviera recta.
Su ojo estaba algo infectado por esa herida, la cual no tenía ni idea de como se la hizo, aunque parecía más bien un corte. Busqué por los alrededores y encontré un tronco de árbol que reconocí, se trataba de un árbol cuya resina era capaz de cicatrizar más rápido las heridas, recogí un poco de esta haciendo un vaso y un grifo de tungsteno, este último lo introduje dentro del árbol y esperé a que la savia cayese como si fuera leche, y así fue, rápidamente el vaso se llenó y volví donde el joven. Se lo puse al lado y le señale que no lo tomara, tenía que primero abrirle la herida de nuevo, pero para eso tenía que hacer que su cuerpo produjera más glóbulos rojos y no se quedara sin sangre. Miré a los alrededores y no di con nada, así que lo único que me quedaba era usar uno de esos tantos hongos que llevaba conmigo en mi bolso. Lo abrí y tomé uno de color verde, se trataba de una especie que crecía en Amazon Lily y que hacía que el cuerpo humano dejara de tener límite de glóbulos rojos, es decir, producía el máximo durante un tiempo, concretamente, durante 15 minutos no dejaría de producir glóbulos rojos, casi en exceso.
-No se lo que te ha pasado, pero te curaré como sea, eso si, será más duro de lo que esperas, lo siento. Primero deberás tomar esta seta que hará que produzcas más sangre durante un tiempo, su sabor no es el mejor y probablemente te den arcadas, pero intenta no vomitarlo, no tuve tiempo para cambiar su sabor. Tras esto, haré algo todavía más doloroso, abriré tu herida del ojo que está infectada y la cicatrizaré con esa resina que ves en el vaso, eso escocerá mucho, demasiado casi, pero es la única manera de que sobrevivas sin acabar con todo el cuerpo infectado, pues al parecer, lo que te cortó no parecía muy benefactor y estaba oxidado, el óxido en contacto con la carne produce una fuerte inflamación en la zona y hace que esta se infecte. Espero que lo entiendas.-Dije algo asustada y preocupada para después sonreirle, pensaba curarlo como fuera posible, era mi deber después de que haya sido tan gentil conmigo.
Cogí esa seta y la abrí por la mitad, seguidamente saqué unas fibras de esta y se las di a Satou, con la intención de hacer que se las comiera, era necesario si quería seguir con vida. Tras eso, esperé unos segundos, que es lo que probablemente tardaría en intentar vomitarlas y con mi mano hice una aguja, poco después la acerqué a su ojo y abrí la herida por donde había estado abierta antes, eso dolería muchísimo, pero se sentiría mejor tras todo eso. La sangre empezaba a salir rápidamente por la herida abierta y me apresuré a tomar el vaso con la resina, cogí con mis dedos y la unté por la herida abierta, y esta en unos segundos dejó de sangrar por completo, tardaría unos minutos más en cicatrizar y formarse piel, pero probablemente el ojo no volviera a permitirle ver, una lástima la verdad. Tras todo ese doloroso proceso le abracé en señal de que estaría bien y esperé que el hiciera lo mismo.
-Tranquilo, estarás mucho mejor que antes, espero que esto te ayude y si en algún momento piensas contarme qué te ha pasado, hazlo, aunque si no quieres hacerlo, no me enfadaré. Se me olvidó darte las gracias por haberme dado tu abrigo, pero ahora que ya hace calor no lo necesito, gracias.-Dije sonriendo mientras le ofrecía su abrigo de vuelta. Seguidamente miré hacia su herida que ya estaba casi totalmente cicatrizada y suspiré felizmente al ver que esa resina había funcionado como yo había esperado. La efectos de las plantas eran sorprendentes, la naturaleza no dejaba de asombrarme cada día más.
Tras eso esperé que el joven se dispusiera a ponerse en pie y me puse a mirar por las plantas que había alrededor, quizás encontrara alguna planta con efectos extraños que pudiera investigar, tenía ganas de ver que es lo que esa jungla me iría a ofrecer, aunque si el joven necesitase de mi estancia ahí, estaría encantada de pasar más tiempo con él con tal de que esté bien, al final me había caído bien y empezaba a confiar en el no como un amigo, si no como un hermano o un padre.
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La chica de hebras doradas accedió a calmar mi herida, con grandes conocimientos sobre las plantas y demás del bosque. Algo que era bastante impresionante, aunque por su aspecto y su arma, suponía que era una cazadora y eso la convertía genéricamente buena con ese tipo de aspectos. Nadie sabía qué podría pasar en el bosque, podrías envenenarte... O perder un ojo. La zona, ligeramente infectada, escocía como si el mismísimo demonio me la estuviera acariciando con fuego entre sus manos. El dolor nublaba mis sentidos, pero era algo a lo que estaba realmente acostumbrado. No podía quejarme o dirigir la palabra hacia la joven mientras aplicaba su tratamiento sobre mí. Simplemente mantenía un silencio incómodo mientras tenía la cabeza bajada, algo ruborizado por encontrarme en una situación como esta. Pero era normal, y estaba en el fondo agradecido por las acciones de la rubia. Si no hubiera sido por ella, tal vez la pérdida de sangre me habría matado. Pero aun sin haberme matado, me encontraba de cierta forma mareado... Había perdido demasiada al haber elegido mal las plantas del ojo. Tenía la vista del ojo izquierdo nublada, y una pequeña cicatriz en la mejilla. Me agarré la camiseta con delicadeza y comencé a retirármela, dejando mi torso al descubierto. Era una persona liberal en aquel sentido y me importaba bien poco que la joven me viera o no.
La muchacha se dirigió hacia mí, rompiendo el silencio. Me ofreció una seta y la partió por la mitad, accediendo a morderla e intentar tragarla por unos momentos. Sería bueno para generar más sangre, de la cual carecía en exceso en aquellos momentos. Mientras bajaba tuve varias arcadas que logré reprimir llevando la mano a la boca y con voluntad, ya que el sabor era horrible. Demasiado amarga y con una textura esponjosa, es decir... Asquerosa. Logré ingerirla con dificultad y pasamos al próximo paso. Con una aguja de tunsgteno, su fruta y poder, logró abrir la herida y colocar un tipo de resina pringosa en esta. El dolor aun aumentó más en aquellos instantes, provocando que para que no gritase, desgarrase todo mi labio hincando los dientes en este. El labio comenzó a sangrar pero me importaba bien poco en comparación al dolor que sentía en el ojo, o lo que quedaba de este. Tras acabar su intento de curación, tendió las manos por encima mío e hice lo mismo, rodeándola por completo y apoyando el lateral de la cabeza contra la suya. Un abrazo cálido ayudaba mucho en aquel momento, y era totalmente reconfortante por su parte. Entre muecas de dolor y tristeza, había logrado sacar mi primera sonrisa del día.
La herida cicatrizó y nos separamos. Me devolvió la sudadera una vez más y la agarré con la mano izquierda mientras me levantaba con algo de dificultad con la derecha. Mi cuerpo estaba apoyado en el árbol en el que había quedado inconsciente debido al mareo que me había provocado todo el proceso. Pero el dolor y la escozor comenzaba a desaparecer gracias a que mis nanomáquinas junto a las plantas de Yumiko habían su efecto, curando la zona de la mejor forma. El hongo que me había ofrecido hacía su efecto, recuperando la sangre que había perdido en aquella noche tan larga. Mi estado en general era mejor, y podía observar a la chiquilla mirar entre las plantas de forma curiosa tras pedir que le contara qué me había pasado. Pero mi voz, quebrada, aun no quería sonar. Algo me impedía hablar, y no era la rabia ni la ira que tenía hacia ese hombre. No me agradaba que me hubiera visto en un estado tan débil y deplorable, y me entristecía en cierta forma. Quería mostrarme fuerte e inquebrantable entre ella, pero ya me había visto sensible y al borde de la muerte y podía confiar en ella plenamente. Me había salvado, y estaba totalmente agradecido. Elevé mi mano de forma lenta hacia la altura de mi pecho y noté calidez en este, muy característica. Esa calidez la generaba la chica, habíamos conectado de muy buena forma con estos eventos tan fatídicos y estaba agradecido. Agradecido de haberla conocido. Elevé aun más la mano, pasándola con lentitud por mi cara y palpando la sangre del labio, que brotaba sin cesar. Tampoco iba a molestarla una vez más, la sangre ya dejaría de caer. Miré hacia los alrededores a su son y llevé la mano hacia la barbilla. ¿Qué estaría buscando?
Entonces, recordé lo que me dijo el anterior día, antes de quedarse dormida encima de mí. Me había comentado de salir a buscar plantas y debía devolverle los anteriores favores. Asentí con la cabeza y me acerqué a ella, rodeando el brazo por su cintura con confianza y sonriéndole. "He ganado".
- Spoiler:
Me desprendí de ella y volví a pasar la mano por la herida, que ya dejaba de sangrar definitivamente. Elevé la mano haciendo evaporar la sangre con luz y me coloqué la sudadera para no ir más con el torso desnudo. Me acerqué una vez más hacia el árbol y agarré la camiseta, extendiéndola contra el árbol para mirar el estado en el que se encontraba... Totalmente ensangrentada. Suspiré decepcionado y la doblé contra el mismo árbol para después colocarla en el bolsillo de la sudadera. Ya me las apañaría para quitarle la sangre, ya que la camiseta tenía valor sentimental para mí y no podía tirarla ahí mismo. Proseguí mi marcha colocándome al lado de la pelirrubia y suspiré hondo para hablar con ella. El frío del torso ya se encontraba sumergido en la calidez que otorgaba la sudadera y olía bien, el olor y las feromonas del pelo de ella se habían impregnado, dándole un olor dulce y característico que otorgaba paz. Debía encontrar las palabras suficientes como para no asustarla, disimulando la verdad de tal forma que ni siquiera mintiese. No podía obligarla a sentirse mal o dar pena con los acontecimientos que habían pasado, y debía medir mi próxima frase de tal forma que no quebrantara todo lo anterior. Apoyé mi mano en su hombro y con una sonrisa cálida que intentaba retransmitirle me propuse contestarle de la forma más tranquila y dulce posible.
-Esta isla está llena de entidades peligrosas. -Exclamé mientras improvisaba sobre la marcha.- Así que podría decirse que he tenido mala suerte por pasar la guardia aquí. Lo importante, es que tú estás bien, y eso me otorga un gran sentimiento de bienestar. He logrado defendernos, de alguna forma, dios sabe cómo. -Dije en forma de expresión, no creía en una entidad superior, pero entendería la magnitud de la metáfora.- Así que estamos tranquilos ahora. No volverá a pasar esto, tenlo por seguro. Vayamos a agarrar las plantas que necesites y olvidemos esta mala pasada. -Finalicé mientras dejaba caer la mano y lideraba la marcha hacia delante.
Y en efecto, no le había mentido, solo había camuflado hechos que no merecían la pena saberse. Se quedarían en mi memoria y solo yo recordaría eso; no debía de preocupar a nadie con mis acciones y hechos. Conociéndola, por lo menos lo que lograba entenderla hasta ahora... La preocuparía. Y eso era lo último que quería hacer. Quería pasar un buen rato con ella y mantener agradables conversaciones en la isla de magnitudes prehistóricas. Eso era lo único que necesitaba en aquel momento, olvidar los hechos y disfrutar de la corta estancia en la isla. La volví a mirar y coloqué mi codo en alto, para que pasara su mano por ahí e ir juntos por la selva. Si la tenía cerca podría protegerla, y esa era mi prioridad en aquellos momentos. Que no le pasara nada a Yumiko.
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