Aparecen los Dioses. Sekai No Kamigami se forma.

La figura caminaba por aquel lugar de una forma lenta y tranquila, sus dorados ojos analizaban el camino de forma calmada y su olfato estaba atento a cualquier cosa que fuera sobrenatural o extraña. Su pelo estaba oculto por una capucha blanca, su sudadera le permitía pasar desapercibido por las miradas ajenas, un criminal como él no podía arriesgarse a ser visto, ya venía de una pelea en el Reino de Sakura, dónde había dejado fuera de juego a un agente del Cipher Pol. Llevaba además un pantalón blanco y largo, al final de este un par de botas metálicas del mismo color, lo más extraño en este ser era el fondo de sus ojos, en lugar de blanco era negro como la noche. Unos cabellos castaños salían de la capucha y caían por sus mejillas, el Cadejo negro estaba en la isla.

Se trataba de Kedra, una persona con una recompensa superior a ciento veinte millones. Un pequeño humo negro salía de su silueta con forme iba paseando por aquel lugar, se estaba pasando para poder comer algo pues estaba realmente hambriento, llevaba una temporada a base de pan y agua. Se notaba que era bastante musculoso, sus brazos tenían un buen grosor, al igual que el resto de su cuerpo, el tiempo al parecer estaba soleado y había pocas nubes, lo que le molestaba bastante. Él prefería la noche o el tiempo revuelto, de todas formas no podía quejarse pues no controlaba el tiempo, aunque quizás en un futuro hallara la forma de hacerlo. Por el momento pegó un suspiro y se dedicó a seguir caminando de forma calmada por aquel lugar del Mar del Este. Dejó su lengua pasear unos segundos por sus comisuras mientras ahora observaba una taberna.

No tardó mucho en abrir la puerta con la mano derecha y entrar al interior de ese sitio. Su altura de un metro noventa no pasó desapercibida y mucho menos aquel humo. Las personas empezaron a temblar cuando aquella especie de niebla entraba en contactos con su cuerpo, pero aún así el castaño no hizo nada, salvo anular su oscuridad. Todos volvieron a la normalidad mirándolo, salvo los más lejanos que no se habrían visto afectados por esto. Sin pensarlo un poco más se sentó en el extremo derecho de la barra, haciendo que a su lado estuviese la pared y al otro el resto de personas, aunque había dos sitios libre, así se sentía alejado y mejor. El camarero se le quedó mirando algo nervioso por lo visto anteriormente y se acercó preguntándole que deseaba, este simplemente alzó la mirada quitándose la capucha, la cara de aquel hombre fue de puro pánico al ver quién era. Sin embargo el lobo negro le respondió con toda la calma del mundo.

- Algo de carne estaría bien, procure añadirle la suficiente sal pero tampoco sin pasarse mucho señor.

El criminal estaba muy tranquilo y su comida no tardó mucho en llegar, a decir verdad fue demasiado rápido, tal vez por quién era. Sin pensárselo empezó a comerse su filete asado de forma tranquila, haciendo bastante ruido y despedazando la carne con sus afilados dientes. El sabor era bastante bueno a decir verdad y no se arrepentía de haberlo pedido. La gente le miraba confusa, era increíble que una persona con tanto precio por su cabeza estuviera tan feliz y tan tranquila allí, aunque por otro lado era el mar más débil. Aún así el lobo negro mantuvo su haki de observación y su olfato atentos a todo lo de aquella estancia, por lo que estaba muy tranquilo. No tardó mucho en levantar la mano y pedir una botella de agua que le trajeron, la cual abrió con la boca y empezó a beberse haciendo ruido al tragar con toda la confianza del mundo.

Mi trabajo me había llevado hasta villa Syrup. Un ladrón de poca monta estaba haciendo de las suyas y tuve que detenerlo la noche pasada. Por desgracia, el barco de la marina no llegaría hasta el día siguiente, por lo que oficialmente tenía un día de vacaciones. Estaba en una taberna, bebiendo un poco con los lugareños, haciéndome pasar fácilmente por una chica y obteniendo algo de información que quizá al gobierno se le había pasado por alto. Llevaba un Yukata rosa con motivos florales, unas getas sin calcetines. Las uñas pintadas de un tono anaranjado, los labios rosáceos y una ligera sombra de ojos que acentuaba mis ojos lilas.

La puerta se abrió de repente y entró alguien, acompañado de una oscura presencia, que cuando se acercó a mi sentí el más profundo terror. Haoshoku supuse en un principio, pero no, si hubiese sido eso estaría tirado en el suelo, inconsciente. Mientras pensaba que era eso, la sensación desapareció, como si nunca hubiese existido. El hombre siguió caminando y el camarero se acercó a él con nerviosismo. Me caía mal ese camarero, en el poco tiempo que llevaba allí había descubierto que era un ser sin escrúpulos, además de un lameculos.

Me quedé mirando al hombre que había entrado, Kedra, era él. Un hombre peligroso, con una habilidad también peligrosa. Su recompensa era alta para el East Blue, ¿qué hacía allí?
Me levanté con cuidado, apartando a los demás hombres y me dirigía a la barra para ver cómo empezaba a devorar un filete sin muchos miramientos. Era un hombree que daba miedo, sus ojos eran extraños, como los míos, pero con un deje de maldad en ellos. O al menos eso trasmitían.

-Un caballero come educadamente -dije acercándome a él e inclinando ligeramente la cabeza a la vez que lo sonreía -me pareces familiar, ¿nos hemos visto antes?

Me había acercado, había entablado una conversación y esperaba poder descubrir qué era lo que hacía allí. Yo no podía detenerlo, pero quizá, si conseguía entretenerlo, cuando viniesen a buscarme si que podrían atraparlo. Pedí al camarero un vaso de licor de mora y esperé allí, junto a Kedra a que me lo trajesen.

-Soy Etsuko, encantada -dije con una voz dulce, haciéndome pasar por una chica -¿vienes mucho por aquí?

El lobo negro continuaba comiendo tranquilamente sin montar jaleo, sin apenas masticar y tragando todo lo posible mientras a veces daba tragos a su botella de forma calmada y tranquila. La verdad es que estaba muy a gusto en aquel lugar y lo único que le apetecía tras aquello era echarse una siesta monumental en un lugar cómodo dónde nadie pudiera molestarle. Mientras se encontraba tranquilamente comiendo, escuchó unas palabras procedentes de su lado, su mirada seguía seria y lo siguiente que hizo fue mirar de reojo quién se estaba dirigiendo a él. Al parecer una chica de pelos naranjas y ojos púrpuras le estaba hablando y de hecho le hizo algunas preguntas, el castaño terminó de tragarse el pedazo de carne para después observarla tranquilamente y dirigirle la palabra en un tono que expresaba mucha calma y algo de seriedad.

- Nunca me he considerado un caballero, de modo que comeré como un salvaje mientras disfrute. No me suenas para nada si te digo la verdad, es la primera vez que vengo. Mi nombre es Kedra, un placer.

Dijo ahora mientras continuaba masticando su comida de forma salvaje y tranquila, no tardó mucho en beberse el agua para después estirarse un poco y extender unas monedas al camarero, pagándole correctamente para después escuchar un ruido atronador. Alguien había disparado a sus espaldas, sus dorados ojos brillaron un poco y acto seguido soltó un gruñido, sus oídos eran muy sensibles. Se dio la vuelta y vio a un tipo armado sentado junto a un pelirrojo, apretó el puño algo molesto y se levantó de su sitio mientras caminaba hacia él, no iba a permitir que disparase ese capullo en un sitio público. Le podía dar a alguna persona y eso podía ser un problema bastante gordo pues el castaño odiaba que dañasen a gente que no había hecho nada malo a nadie. De repente pudo ver un crío de unos nueve años llorando en su mesa, el disparo le había asustado y su madre trataba de calmarlo, el ceño de Kedra se frunció de forma exagerada. De repente notó como una mano le agarraba el hombro, se trataba del dueño del bar.

- Chico no nos metas en líos, te lo pido por favor…

Kedra asintió chasqueando la lengua y acto seguido se dirigió hacia el hombre del disparo, clavó su mirada en sus ojos unos segundos para después pasar de él. Se dirigió a la mesa dónde estaba el crió llorando y sin pensárselo ni un segundo estiró su mano acariciándole la cabeza y sonriéndole. El niño al verle le soltó una sonrisa y trató de jugar con la propia mano del lobo negro, este miró a los padres los cuales parecían agradecidos, después el luchador de las pesadillas aguantó las ganas de ir con el hombre del disparo. Usar su aura del terror y verle acojonarse vivo como un niño pequeño podía ser divertido, pero hizo caso al dueño del bar y se sentó dónde estaba tras calmar al crío. Se quedó mirando a la chica de pelo naranja unos segundos para después suspirar y dirigirle la palabra de forma tranquila.

- Maldito idiota, disparar en un sitio lleno de personas puede ser muy peligroso. Espero que se tropiece y se parta el cuello, camarero póngame otro filete si no le importa.

Estaba tranquilamente hablando con el el famoso Kedra, el cual dijo o conocerme de nada. Algo lógico pues nunca nos habíamos visto. Se presentó a si mismo tras decir que no era un caballero y por tanto comería como un salvaje mientras disfrute. Tras eso sonó un disparo, un tipo raro había descargado un arma de fuego en el interior del bar. Ya tenía una aguja preparada cuando Kedra se levantó y se dirigió hacia él. el camarero lo detuvo y finalmente volvió a su sitio. Pero antes de eso calmó a un niño que debía de haberse asustado por el disparo.

Volví a hablar de nuevo con él, como si el simple hecho de decir que lo conocía hubiese sido un error.

-¡Oh!, lamento la confusión, soy muy olvidadiza -dije antes de que soltara lo del idiota del disparo -hay gente que simplemente no tiene escrúpulos.

Estaba empezando a fijarme en varias cosas, lo primero, Kedra no parecía haberse molestado por la confusión, por lo que era probable que no sospechase nada de quién era. El hombre al que se dirigió el disparo, un hombre pelirrojo, nos había mirado tanto a Kedra como a mi, con algo que si no me confundía parecía interés. El que había disparado había recibido lo que había pedido al camarero y ahora se encontraba en la calle tras la puerta. El niño seguí sollozando, terminando su yanto y el camarero acababa de dar la orden del filete.

-A mi póngame una ensalada -le dije al camarero mientras que señalé una silla al lado de Kedra -bueno, lamento la confusión de antes. ¿puedo sentarme y así nos conocemos un poco?

Lo dije sin ninguna intención, por el simple hecho de saber algo más de él, quizá lo que lo llevaba a allí. Aunque a lo mejor lo malinterpretaba, muchos solían llevarse por sus instintos sexuales cuando me vestía de aquella forma.

El lobo negro suspiró mientras continuaba a lo suyo, de todas formas pudo ver como aquel hombre que había disparado, había salido de la taberna y ahora posiblemente estaría fuera o quizás se habría ido. A continuación entró otro hombre más grande y seguidamente otro sin cabello, esperaba que todos aquellos tipos no estuviesen montando un maldito teatro para capturarle, pues notaba la mirada del pelirrojo muy encima de él. Incluso por unos momentos llegó a dudar de la mujer que estaba a su lado, la verdad es que todo era demasiado sospechoso, activó su haki de observación y se mantuvo alerta mientras ahora suspiraba. Notaba cada vez más las ganas de echarse a dormir de una vez, pero por el momento se mantenía despierto debido a sus sospechas, no se fiaba de nadie últimamente y siempre estaba atento a todo lo que ocurría a su alrededor. Al fin y al cabo un precio tan alto como el suyo en ese mar era algo que podía atraer a cualquiera que quisiera ganar pasta, aunque no lo iba a tener nada fácil. Ya se había enfrentado a más de un agente del gobierno que había tratado de eliminarle y a varios marines también.

- Cada uno es libre de sentarse dónde quiera, de modo que proceda si lo ve adecuado, a mi me da lo mismo.

Dijo ahora en respuesta a la chica de cabellos naranjas que había pedido una ensalada y ahora parecía tener interés en él, eso no hacía más que aumentar las sospechas del lobo negro por aquellas personas, sin embargo en el fondo se sentía tranquilo. Sin embargo si esa chica tan solo quería noche de pasión, se iría con ganas pues el luchador no le había llamado la atención ninguna mujer por el momento. Levantó las manos soltando un enorme bostezo mientras unas lagrimitas le salían de los ojos a causa del sueño, era hora de irse de aquel lugar, pero de repente sintió algo muy extraño. Una gran cantidad de presencias acercándose a aquel lugar, eran demasiadas a decir verdad y eso no era nada bueno, quizás venían por él o era un grupo marine dando una vuelta. Su siesta iba a tener que esperar y eso no le gustaba nada, de modo que ahora permaneció callado hasta que se abrió la puerta y empezaron a entrar hombres armados, cazadores seguramente. La gente al ver esto empezó a abandonar el lugar, el dueño se hizo a un lado sin decir nada de nada, el cadejo siguió a lo suyo sin que le importara nada de aquello, mientras no le molestaran todo iría bien.

Al parecer aquello no iba a ser posible, ya que de repente predijo las intenciones de uno de ellos. El castaño ladeó la cabeza lentamente mientras cerraba los ojos, una flecha rozó su pelo pasando por su lado y clavándose en una pared. Una sonrisa sádica apareció en su rostro al mismo tiempo que se levantaba y se daba la vuelta observando a aquellos tipos que tenía frente a sus ojos. El arquero que osó atacarle no tardó en cargar una segunda flecha, pero en ese momento el humo negro del cadejo comenzó a surgir a unos tres metros alrededor de la bestia, el cazador empezó a temblar mientras le apuntaba con dificultad, una onda de choque provocada por un puñetazo al aire del lobo, hizo que ese hombre saliera disparado hacia atrás. Se llevó a unos cuantos consigo, el resto tomaron sus armas empezando a atacar a Kedra, este sin embargo se movía de un lado a otro esquivando con suma facilidad al predecir sus ataques. Desactivó el humo para estar más cómodo y ver mejor, al mismo tiempo que evadía golpes, iba lanzando patadas altas que dejaban fuera de combate a aquellos tipos con suma facilidad. En su rostro se notaba el disfrute de la batalla.

- ¡Inu Yami!

Mencionó mientras colocaba sus manos en el suelo, de repente dos perros negros hechos de sombra salieron del suelo rugiendo con fuerza. Sus dientes estaban afilados y sus ojos eran rojizos, se lanzaron contra algunos cazadores para desgarrar sus cuellos. Mientras tanto el cadejo continuaba con su festival de golpes usando ambos hakis para evadir, bloquear y golpear con fuerza. Muchos de aquellos tipos ya estaban pensando incluso en la retirada, luchar con aquellos hombres era muy fácil, al ser el mas del Este debían ser el típico gremio de principiantes, numeroso y sin idea de batalla. Durante los siguientes segundos unos cuantos más cayeron inconscientes y el lobo negro saltó a la barra, quedando sobre esta mientras sus perros oscuros saltaban y se quedaban cada uno a un lado del luchador. Mostraban sus dientes a sus agresores y el castaño mostraba su humo de nuevo, el cual le rodeaba y afectaría a todo aquel que se le acercase, pues solo lo hizo a dos metros a su alrededor, una cantidad no muy grande.

Kedra dijo que era libre de sentarme donde quisiese, todo el mundo era libre de hacerlo. Así que sin mas miramientos me senté en la misma mesa, con mi ensalada y mi licor para que pasase mejor. Aquel hombre me intrigaba, pero él no parecía estar por la labor. Sus ojos parecían somnolientos, quizá necesitara descansar, por muchos millones que tengas, sigue siendo solo una persona, pensé mirándolo distraído.

Algo estaba pasando, demasiado sonido de golpe, mis oídos me alertaron de que algo venía, me levanté rápidamente, o al menos tan rápido como mi cuerpo me permitió. Varios hombres empezaron a entrar al local, pero Kedra ya estaba preparado cuando uno lo atacó. Volvió a usar aquella oscura niebla para intimidarlo y luego creó lo que parecían dos perros de aquella misma sustancia. Yo no comprendía de qué se trataba, pero no tenía tiempo para averiguarlo. Me moví rápidamente, sacando varias agujas y apuntando al cuello de los atacantes, las disparé con precisión perfecta y casi podía sentir como se abrían paso entre la carne para dejar inconsciente al pobre que las recibía.

-¿Qué está pasando, por qué este repentino ataque? -pregunté sin muchas esperanzas de obtener respuesta.

Fuera la situación no era muy distinta, escuché el sonido de un arco tensándose y de algo con un diámetro mayor que una aguja introduciéndose en la carne. Además el olor a sangre empezaba a hacerse bastante evidente. Corrí hacia la puerta, no sin antes golpear el mentón de un hombre bastante corpulento, que cayó como si de un peso muerto se tratase, intentó levantarse, pero antes de que se diese cuenta ya tenía otra aguja clavada en el cuello.

Me coloqué cerca de la puerta, con cinco agujas en cada mano y otra mas levitando sobre mi cabeza. Preparado para cualquier posible nuevo ataque. No quería desvelar mi pertenencia al CP, no lo veía necesario además que arruinaría una gran tapadera.