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Glub, glub, glub, de nuevo al Easth Blue. Ahora me dirigía a una de las islas más reconocidas de éste mar, o más bien, de las más grandecitas en cuanto a habitantes nos refiramos, ¡incluso fue visitada por un Tenryubito! Aunque eso fue hace ya muchísimos años… Pero da lo mismo. El caso es que había escuchado que en esa isla encontraría un enorme vertedero, lleno de piezas y desechos materiales, robóticos y demás cosillas. La verdad es que pensaba comprar unas piezas que necesitaba para un proyecto… Sin embargo, y como siempre voy algo escueto en cuanto a poder monetario nos refiramos, tal vez las pueda encontrar de manera gratuita en ese lugar. Me tocó ir a dedo –¡Un momento, si aquí hay mar, no carretera!–. Perdón, digo, que fui de barco en barco haciendo… ¿Ancla?
Whatever, el caso es que conseguí llegué llegar a aquella isla. Iba ligero y libre cual soplo de viento, tan sólo acompañado de mi vara, el resto de mis cosas me las dejé en “casa”. Hacía un bonito sol, el cual dejaba caer calor sobre el puerto y una brillante luz que hacía parecer que era verano, y nos hacía recordar que no todas las islas de este mar siguen oscurecidas por lo ocurrido hace cierto tiempo. Mi cabellera pelirroja no podía esperar más para poder empezar con esta nueva aventura. –¡Muchas gracias por el viaje, buen hombre! – Gritaba mientras bajaba de un salto de aquél barco pesquero. El puerto era increíble. No, en serio, era increíble, ya que en supuestas islas habitadas, con tal fama, no tenían ninguna un puerto igual. Ajá, estaba desierto. Por qué sería... ¿Tal vez porque fuera el puerto del famoso vertedero y no el de la isla en sí? En fin, si no quería perder el tiempo más me valía ponerme en macha. –Rumbo a Grey Terminal.– Dije mientras dejaba a carcajada suelta al pescadero. Le conté que venía a buscar cosas y me deseó bastante suerte, según me comentaba eso ya no es lo que era. No entendí a lo que se refería, pero seguramente pronto lo averiguaría.
Ajá, ajé, ejí. Este lugar no se parecía al de la foto del panfleto. Bueno, sí, no había panfleto, pero no era como contaban… Supuestamente era una “ciudad de basura”. Pero viéndolo mejor… Tal vez tuviera sus tiempos mejores. Pero tampoco estaba mal del todo, eh. Había gente que se hizo sus propias casitas de metal desechable, pero parecían aguantar. Pequeños intentos de calles, de color negro extendían el lugar diferenciando así de montón en montón. El color que más predominaba era el plateado, normal, teniendo en cuenta que casi todo se trataba de metal. Nubes de algo de mal olor se disipaban por el ambiente, pero el sitio tampoco estaba mal. Había muchos que recogían cosas de entre los escombros, por llamarlos de alguna forma. Seguramente se ganaran la vida vendiendo aquello que encontrasen. La verdad es que no tendría gracia que encontrándome con alguno de ellos, surja una pelea por alguna pieza. En fin, supongo que son gajes de oficio, como ellos dirían. Manos a la obra, era hora de volverse un poco guarro, mientras me camuflaba como uno más de aquellos hombres y mujeres.
Whatever, el caso es que conseguí llegué llegar a aquella isla. Iba ligero y libre cual soplo de viento, tan sólo acompañado de mi vara, el resto de mis cosas me las dejé en “casa”. Hacía un bonito sol, el cual dejaba caer calor sobre el puerto y una brillante luz que hacía parecer que era verano, y nos hacía recordar que no todas las islas de este mar siguen oscurecidas por lo ocurrido hace cierto tiempo. Mi cabellera pelirroja no podía esperar más para poder empezar con esta nueva aventura. –¡Muchas gracias por el viaje, buen hombre! – Gritaba mientras bajaba de un salto de aquél barco pesquero. El puerto era increíble. No, en serio, era increíble, ya que en supuestas islas habitadas, con tal fama, no tenían ninguna un puerto igual. Ajá, estaba desierto. Por qué sería... ¿Tal vez porque fuera el puerto del famoso vertedero y no el de la isla en sí? En fin, si no quería perder el tiempo más me valía ponerme en macha. –Rumbo a Grey Terminal.– Dije mientras dejaba a carcajada suelta al pescadero. Le conté que venía a buscar cosas y me deseó bastante suerte, según me comentaba eso ya no es lo que era. No entendí a lo que se refería, pero seguramente pronto lo averiguaría.
Ajá, ajé, ejí. Este lugar no se parecía al de la foto del panfleto. Bueno, sí, no había panfleto, pero no era como contaban… Supuestamente era una “ciudad de basura”. Pero viéndolo mejor… Tal vez tuviera sus tiempos mejores. Pero tampoco estaba mal del todo, eh. Había gente que se hizo sus propias casitas de metal desechable, pero parecían aguantar. Pequeños intentos de calles, de color negro extendían el lugar diferenciando así de montón en montón. El color que más predominaba era el plateado, normal, teniendo en cuenta que casi todo se trataba de metal. Nubes de algo de mal olor se disipaban por el ambiente, pero el sitio tampoco estaba mal. Había muchos que recogían cosas de entre los escombros, por llamarlos de alguna forma. Seguramente se ganaran la vida vendiendo aquello que encontrasen. La verdad es que no tendría gracia que encontrándome con alguno de ellos, surja una pelea por alguna pieza. En fin, supongo que son gajes de oficio, como ellos dirían. Manos a la obra, era hora de volverse un poco guarro, mientras me camuflaba como uno más de aquellos hombres y mujeres.
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“¿Cómo demonios llegué acá?” Se decía mientras veía la isla a la que estaba llegando. ¿Cómo había llegado ahí? A una isla con un vertedero… Alguien de su calaña no podía estar ahí, pero el viento, el mar y la suerte, dijeron otra cosa. Y ahí estaba, en la famosa Isla de Dawn… Específicamente, en la asquerosa y mundana, Gray Terminal. O por lo menos, era el lugar que divisaba que iba a llegar. Su barco, en teoría, estaba bien pero uno nunca sabía cuando podían pasar percances. ”Puedes verle el lado bueno, quizás encuentres algo divertido que hacer” se dijo mientras sentía que su maldito gato lo arañaba a la altura de su muslo mientras seguía subiendo hasta finalmente llegar a su cara y rasguñarlo en forma paralela a sus ojos, en su nariz. Lo agarró del cuello y entonces mientras lo miraba enfadado le dijo.
- ¡Quédate quieto, Hayate! – vociferó a su gato. Era un desastre, Akashi lo colocó en su cabeza y su mascota rápidamente volvió a dormir. Era un gato perezoso, y aun no maduraba y lo reconocía como líder, capitán, dueño, lo que sea que piensen de las autoridades un maldito felino.
Akashi pegó un suspiro mientras de un salto llegaba a la isla. ¿Qué iba a hacer? No tenía ni la más remota idea, pero debía matar el tiempo, encontrar algo que hacer. Se le cruzó la idea de pelear contra los habitantes de aquí, pero tampoco quería llamar la atención. Aunque bueno, siempre se metía en problemas de alguna u otra forma. Suspiró mientras empezaba a caminar por la isla, y no tardó nada, en llegar la Gray Terminal. Era tal cual se lo imaginaba, un lugar apestoso y lleno de gente, extraña y recogiendo cosas para seguramente, después venderlas. O bien, inclusive para hacer sus pobres casas. De metal… ”Este lugar no se parece en nada a mi hogar” pensaba mientras iba recorriendo el lugar con la mirada. Sus dos ojos miraban todo con calma. Sus pies solo avanzaban mientras esperaba algo que hacer, algo entretenido… algo fuera de lo común. Estaba en vertedero ¿Qué podía salir para un Tenryubitto?
- ¡Quédate quieto, Hayate! – vociferó a su gato. Era un desastre, Akashi lo colocó en su cabeza y su mascota rápidamente volvió a dormir. Era un gato perezoso, y aun no maduraba y lo reconocía como líder, capitán, dueño, lo que sea que piensen de las autoridades un maldito felino.
Akashi pegó un suspiro mientras de un salto llegaba a la isla. ¿Qué iba a hacer? No tenía ni la más remota idea, pero debía matar el tiempo, encontrar algo que hacer. Se le cruzó la idea de pelear contra los habitantes de aquí, pero tampoco quería llamar la atención. Aunque bueno, siempre se metía en problemas de alguna u otra forma. Suspiró mientras empezaba a caminar por la isla, y no tardó nada, en llegar la Gray Terminal. Era tal cual se lo imaginaba, un lugar apestoso y lleno de gente, extraña y recogiendo cosas para seguramente, después venderlas. O bien, inclusive para hacer sus pobres casas. De metal… ”Este lugar no se parece en nada a mi hogar” pensaba mientras iba recorriendo el lugar con la mirada. Sus dos ojos miraban todo con calma. Sus pies solo avanzaban mientras esperaba algo que hacer, algo entretenido… algo fuera de lo común. Estaba en vertedero ¿Qué podía salir para un Tenryubitto?
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–Nada aquí, nada allá, veamos qué más el pelirrojo se encontrará… –Gau, habéis visto qué voz tan bonita tengo, porque sí, estaba canturreando esa canción. Y sí, os he hecho tener que volver a leer mi frase, con un tono de cancioncilla. Mola, eh. Bueno, vayamos a lo interesante. Mientras cantaba iba tirando piezas y chatarra por el aire. A diestro y siniestro grandes trozos de metal inservible para algunas gentes volaba cual héroe de hierro que vigila su metrópolis –nunca mejor dicho–. Noté que empezaba a captar las miradas de algunas de aquellas personas. A fin de cuentas, podrían estar pensando que estaba tirando dinero, pues algunas de esas piezas lanzadas eran disputadas hasta el punto de llegar a las manos. Pero a mi ni fu ni fa. Tenía que buscar un maldito… Oh, cómo era… Bueno, el coso ese. K me mandó buscar esa pieza, pues se había averiado la que teníamos en “casa”. En fin, yo no entendía de esas cosas, y sin nuestra casita voladora, no podría ir a ninguna parte. ¿Qué ocurre? ¿No sabes a qué cosas me refiero? Bueno, con el tiempo tal vez lo sepas. Agg, odio dedicarle al lector tanto tiempo, debería rolear más y hablar menos, aunque a fin de cuentas, todo el rol es para el lector. Whatever, que me pierdo. No encontraba esa maldita cosa cilíndrica, y después de haber desecho un montón de caca, para crear otro a mi espalda, decidí cambiar de sitio.
Mientras caminaba con mi vara al hombro en busca de nuevos montones donde rebuscar, me encuentro con la mirada a un muchacho que me llamó la atención. ¿Por qué me llamó la atención? Porque caminaba con ciertos aires de superioridad. Puede que no se diera cuenta, o que directamente no lo hiciera, pero era aquella la impresión que me daba. Y qué mierdas, no había muchos pelirrojos por aquí, aunque con mi tono natural, ninguno como yo, ché. Pero en fin, no sería más que otro muchacho más que buscaría algo, sino, ¿para qué estaría aquí?
Volviendo a lo mío, ahora sucio y algo cansado. Me puse de nuevo a tirar cosas voladoras de entre montones. Empezaba a ser aburrido y empezaba a desenfocarme del trabajo. Tanto, que sin darme cuenta una de las cosas que tiré fue mi vara. Y como un deja vi, le cayó a un hombre encima. Y yo no me di cuenta hasta que escuché a un montón de gente gritando despavoridos porque ni todos ellos juntos conseguían levantarla… Ay madre, las que lío. Cuando me enteré empecé a quedarme embobado delante del pobre hombre que se quedaba entre la vara y el suelo con imposibilidad de moverse. Me quedé con cara de idiota disculpándome con él. –Es que ha comido patatas fritas hace poco y tenía un poco de grasa en las manos, y bueno…
–QUÉ MIERDAS ME CUENTAS, QUÍTADME ESTO. –Me interrumpió aquél maleducado hombre. Pues por listo, le dejaría un ratito más así. -¿Qué pasa, no puedes levantar una mísera vara? –Le decía para picarle. La verdad es que me había estado aburriendo. No era por ser malo, pero de todas formas esa vara no iba a matarlo, así que no pasaba nada por que quedara así un ratito más, así que se me ocurrió… –¡Escuchad! ¡Daré mil berris a quien consiga levantar esta vara de este hombre! ¡Vamos! No creo que perdáis nada por intentarlo. –Gritaba mientras reía en mi interior. Sería divertido ver como gente hace cosas imposibles. Y después debería de buscar la pieza rápido, pues seguramente cuando me lleve mi vara se empiecen a hacer preguntitas. Pero de momento, ¡a disfrutar!
Mientras caminaba con mi vara al hombro en busca de nuevos montones donde rebuscar, me encuentro con la mirada a un muchacho que me llamó la atención. ¿Por qué me llamó la atención? Porque caminaba con ciertos aires de superioridad. Puede que no se diera cuenta, o que directamente no lo hiciera, pero era aquella la impresión que me daba. Y qué mierdas, no había muchos pelirrojos por aquí, aunque con mi tono natural, ninguno como yo, ché. Pero en fin, no sería más que otro muchacho más que buscaría algo, sino, ¿para qué estaría aquí?
Volviendo a lo mío, ahora sucio y algo cansado. Me puse de nuevo a tirar cosas voladoras de entre montones. Empezaba a ser aburrido y empezaba a desenfocarme del trabajo. Tanto, que sin darme cuenta una de las cosas que tiré fue mi vara. Y como un deja vi, le cayó a un hombre encima. Y yo no me di cuenta hasta que escuché a un montón de gente gritando despavoridos porque ni todos ellos juntos conseguían levantarla… Ay madre, las que lío. Cuando me enteré empecé a quedarme embobado delante del pobre hombre que se quedaba entre la vara y el suelo con imposibilidad de moverse. Me quedé con cara de idiota disculpándome con él. –Es que ha comido patatas fritas hace poco y tenía un poco de grasa en las manos, y bueno…
–QUÉ MIERDAS ME CUENTAS, QUÍTADME ESTO. –Me interrumpió aquél maleducado hombre. Pues por listo, le dejaría un ratito más así. -¿Qué pasa, no puedes levantar una mísera vara? –Le decía para picarle. La verdad es que me había estado aburriendo. No era por ser malo, pero de todas formas esa vara no iba a matarlo, así que no pasaba nada por que quedara así un ratito más, así que se me ocurrió… –¡Escuchad! ¡Daré mil berris a quien consiga levantar esta vara de este hombre! ¡Vamos! No creo que perdáis nada por intentarlo. –Gritaba mientras reía en mi interior. Sería divertido ver como gente hace cosas imposibles. Y después debería de buscar la pieza rápido, pues seguramente cuando me lleve mi vara se empiecen a hacer preguntitas. Pero de momento, ¡a disfrutar!
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Al menos, de una forma u otra, se había acostumbrado al olor de mierda de ese lugar. Pero, seguía sin ser divertido. A parte de montañas de basura inservible, nada le llamaba la atención. Inclusive navegar solo en el barco era mucho más divertido, pero ¿Qué podía hacer? Las opciones eran dos y muy diferentes. La primera, largarse por donde vino y buscar otra isla mucho mejor. La segunda, seguir en esa isla, en busca de algo interesante (que dudaba encontrar en ese momento o en ese lugar) Contrario a sus ideas, de largarse, se decidió por la segunda. Quedarse.
– A veces eres un idiota. – susurró con pesadez. Fue entonces que escuchó un gran alboroto. Al parecer, todos estaban gritando de sacar algo. Se acercó con curiosidad, y entonces, los vio a todos tratando de quitar lo que parecía una vara, aun cuando trataban entre diez no podían ni siquiera moverla. ”¿Qué mierda es eso?” pensó a la par que su gato se levantaba de forma rápida, se bajaba de su cabeza y empezaba a correr en dirección de un joven de cabellos de fuego como él. Alcanzó a llegar a él cuando gritaba diversas cosas. Entre ellas, que quien lograra quitar esa cosa le daría mil berris ¿Tanto por levantar una vara de mierda? Era una trampa. Se notaba, nadie apostaba “tanto” dinero por algo tan sencillo a menos que el juego estuviera trucado. Agarró a Hayate y con una sonrisa le dijo al tipo que apostaba.
– Tengo una duda… Por mucho que intenten levantarla no lo conseguirán ¿verdad? – no esperó una respuesta. La gente lo tacharía de loco, pero con su estatus social había visto miles de cosas fantásticas y fuera de lo normal, una más no sería la excepción. – Aunque, si tu logras levantarla, te daré diez mil berries. – finalizó confiado. Si la levantaba con facilidad, aparte de pagar, entendería que la vara si estaba hechizada o algo y ese pelirrojo tenía algo que ver. O solo, se había equivocado de forma rotunda ¿Qué podría pasar? No tenía idea. – Adelante, te prometo que te pagaré si logras levantarla. – el desafió estaba lanzado ¿Lo tomaría? ¿Se quedaría atrás y solo lo ignoraría? Al fin había encontrado algo interesante, o por lo menos, algo por lo que matar el tiempo.
– A veces eres un idiota. – susurró con pesadez. Fue entonces que escuchó un gran alboroto. Al parecer, todos estaban gritando de sacar algo. Se acercó con curiosidad, y entonces, los vio a todos tratando de quitar lo que parecía una vara, aun cuando trataban entre diez no podían ni siquiera moverla. ”¿Qué mierda es eso?” pensó a la par que su gato se levantaba de forma rápida, se bajaba de su cabeza y empezaba a correr en dirección de un joven de cabellos de fuego como él. Alcanzó a llegar a él cuando gritaba diversas cosas. Entre ellas, que quien lograra quitar esa cosa le daría mil berris ¿Tanto por levantar una vara de mierda? Era una trampa. Se notaba, nadie apostaba “tanto” dinero por algo tan sencillo a menos que el juego estuviera trucado. Agarró a Hayate y con una sonrisa le dijo al tipo que apostaba.
– Tengo una duda… Por mucho que intenten levantarla no lo conseguirán ¿verdad? – no esperó una respuesta. La gente lo tacharía de loco, pero con su estatus social había visto miles de cosas fantásticas y fuera de lo normal, una más no sería la excepción. – Aunque, si tu logras levantarla, te daré diez mil berries. – finalizó confiado. Si la levantaba con facilidad, aparte de pagar, entendería que la vara si estaba hechizada o algo y ese pelirrojo tenía algo que ver. O solo, se había equivocado de forma rotunda ¿Qué podría pasar? No tenía idea. – Adelante, te prometo que te pagaré si logras levantarla. – el desafió estaba lanzado ¿Lo tomaría? ¿Se quedaría atrás y solo lo ignoraría? Al fin había encontrado algo interesante, o por lo menos, algo por lo que matar el tiempo.
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Meh. La próxima vez mejor sería que me pusiese a cobrar una entrada, de esa forma la pequeña broma saldría más provechosa. Muchos lo intentaban y ninguno lo lograba. El hombre que se encontraba atrapado comenzaba a desquiciarse, ni siquiera gente en grupos de una decena de personas conseguían siquiera moverla. Me disponía a levantar la vara de una vez cuando algo me llamó la atención. Se trataba de un pequeño felino que se acercó a mi. Era una cosa bastante linda y me daban ganas de acariciar su suave y tersa melena joven. Sin embargo no fue únicamente el felino lo que hizo que mi movimiento se retractara -uy, que vocabulario más raro estoy usando, ¿dónde he dejado las vulgaridades y el pasotismo? Meh-. Junto al animal se encontraba un joven muchacho, de cabellos espejos a los que un servidor lleva. No vestía precisamente con harapos, y algo me decía que al igual que yo, no era de por aquí.
Captó mi atención cuando mencionó algo para sí, haciéndome saber que se estaba oliendo algo con respecto de mi vara. ¿Intentaría levantarla? La verdad es que me picaba la curiosidad. Sin embargo parece que no iba a ser así, puesto que me hizo un ofrecimiento. Si yo conseguía levantar mi vara me daría una cantidad total de diez veces mi recompensa. Eso sonaba bien. Con ese dinero tendría para comprar la pieza que me hacía falta, en vez de tirarme buscando algo que no encontraba... Sin embargo aquello no estaba bien, sabía que la iba a levantar. Miré con el rabillo del ojo al pobre desgraciado que bajo de mi arma, pasaba un mal rato. Me agaché y levanté la vara con mi mano derecha. No había por qué hacerle sufrir más. La apoyé en mi hombre y empecé a caminar, hacia un montón de basura que se encontraba alejado de la gente. -Bueno ya quedas libre, para la próxima vez aprende modales. -Le decía a aquél hombre. -Y tu, no hace falta que me des nada, quédate tu dinero, era una apuesta perdida. -Le decía al otro pelirrojo mientras caminaba. No miré para atrás. Creo que eso es lo que se da a entender como hacerse el interesante, ¿no crees?
No buscaba fama, tan sólo una pieza. Por suerte no notaba que nadie me siguiera, la gente volvía a sus respectivos montones o a montones ajenos, en busca de material que vender para subsistir. Sin embargo tenía un presentimiento. Sentía que iba a volver a ver las zarpas de cierto felino muy pronto... ¡Pues qué se le a a hacer! ¡Lo tendré que acariciar cuando lo vea!
Captó mi atención cuando mencionó algo para sí, haciéndome saber que se estaba oliendo algo con respecto de mi vara. ¿Intentaría levantarla? La verdad es que me picaba la curiosidad. Sin embargo parece que no iba a ser así, puesto que me hizo un ofrecimiento. Si yo conseguía levantar mi vara me daría una cantidad total de diez veces mi recompensa. Eso sonaba bien. Con ese dinero tendría para comprar la pieza que me hacía falta, en vez de tirarme buscando algo que no encontraba... Sin embargo aquello no estaba bien, sabía que la iba a levantar. Miré con el rabillo del ojo al pobre desgraciado que bajo de mi arma, pasaba un mal rato. Me agaché y levanté la vara con mi mano derecha. No había por qué hacerle sufrir más. La apoyé en mi hombre y empecé a caminar, hacia un montón de basura que se encontraba alejado de la gente. -Bueno ya quedas libre, para la próxima vez aprende modales. -Le decía a aquél hombre. -Y tu, no hace falta que me des nada, quédate tu dinero, era una apuesta perdida. -Le decía al otro pelirrojo mientras caminaba. No miré para atrás. Creo que eso es lo que se da a entender como hacerse el interesante, ¿no crees?
No buscaba fama, tan sólo una pieza. Por suerte no notaba que nadie me siguiera, la gente volvía a sus respectivos montones o a montones ajenos, en busca de material que vender para subsistir. Sin embargo tenía un presentimiento. Sentía que iba a volver a ver las zarpas de cierto felino muy pronto... ¡Pues qué se le a a hacer! ¡Lo tendré que acariciar cuando lo vea!
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Akashi sonrió con cierta felicidad, al fin, había encontrado a alguien especial, o por lo menos, que resaltaba del resto. Escuchó sus palabras y entendió que no buscaba dinero, seguramente, solo estaba ahí de pasada, perdido o buscando algo en las montañas de basura, de las tres opciones la segunda parecía ser más acertada aunque aún era pronto para sacar conclusiones. Lo vio alejándose entre los escombros y lo siguió por dos cosas. La primera, su estúpido gato al parecer le había cogido cariño o algo que este salió corriendo de él y la segunda era mera curiosidad de saber que haría, algo le decía que ese tipo podía ser alguien especial para su banda y quien sabía en un futuro no lejano ser un gran amigo – “ ¿En serio piensas en eso? Idiota” – en un segundo ese pensamiento le recorrió su cabeza y luego se esfumó con total tranquilidad.
La sola idea de tener un amigo era escasa, extraña y rara. Había estado tanto tiempo solo que lograr tener certezas que alguien lo aceptaría sería algo… Especial, la sola idea de tener un compañero en sus aventuras, de lograr formar su banda y que de una u otra forma todos confiaran en él era cuanto menos extraño. Suspiró para no pensar en eso y dejar de lado aquellos extraños pensamientos y dejar de confundirse. No le perdió la pista ni al chico cabellos de fuego ni a su gato, mientras los miraba también observaba las cosas a su alrededor, la gente lo estaba observando con extrañeza ¿Sabrían que era un extranjero? Sí, era obvio… Solo con sus ropas ya resaltaba del resto, o por lo menos, de los mal vestidos de estos habitantes de la Gray Terminal. ¿Lo atacarían para quedarse con sus cosas? También era una opción, al decir que le iba a dar diez mil berries al otro chico de la vara mágica, seguramente, se llevó la atención de los interesados y ladrones. No le dio importancia, dudaba que alguien de aquí pudiera con él y si sus deducciones no le fallaba o mejor dicho su instinto el tío de la vara tampoco era débil.
– Ey, ¡mocoso! – escuchó desde sus espaldas. Se detuvo y se giró con calma. Se hubiera sorprendido de ver a unas 10 o 20 personas armadas con diferentes cosas de no haber sabido que era posible que lo atacaran. – Fuiste un idiota al decir que tenías tanto dinero. Si me lo das no te haremos daño, se nota que eres listo… Entonces aprovecha esa inteligencia. – le advertía. Akashi miró sobre su hombre y notó que el chico pelirrojo no estaba lejos y seguramente se daría cuenta de lo que estaba pasando. - ¿Qué dices? Es un gran trato mires por donde lo mires. Somos más que tú y también más fuertes. No seas estúpido, mocoso. – finalizó entre una gran carcajada.
– Les daré la oportunidad de salir de aquí, escorias. – dijo Akashi mientras los iba contando con su dedo. Eran 20 personas. Interesante. – Aunque sean 20 o un ejército, no podrían conmigo. Así que largo, malditas basuras. – su tono era arrogante y engreído, pero al parecer no fue una buena idea hablarle así a un grupo de ladrones… Todos estaban enfadados y por supuesto, el líder todavía más.
– Morirás. – dijo mientras avanzaba con fuerza, el resto lo seguía… No quería armar una pelea y no venía con esa intención, pero al parecer fue inevitable.
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El montón al cual llegué parecía intacto, como si nadie lo hubiese rebuscado aún. Perfecto, tal vez ahí es donde se encontrase la pieza que me faltaba. “Manos a la basura” pensé mientras metía ambos brazos en dirección al fondo del montón, dejando mi vara a mis pies. Empecé a jugar al ciego, buscando una aguja en un pajar y guiándome tan solo por el tacto. ¿Cómo era la pieza? Una especie de tubo cilíndrico en forma de caracol pegado a una “caja negra”. Me encantan las descripciones de K, siempre tan precisas y tan sencillas de imaginar, con el máximo detalle posible. Siendo ingeniero me parecía increíble que no se diera cuenta de que piezas como esas no eran tan extrañas en cuerpos de motor, y eso que yo aborrecía a la tecnología, pero bueno, algo sabía. También era cierto que yo lo veía todo igual… En fin, el caso es que tocaba y tocaba, pero no encontraba nada parecido.
Y mientras mis manos se encontrabas en busca y captura del fugitivo inmóvil, apareció. Lo sabía, mi instinto me lo decía. ¡El minino hizo presencia! Rápidamente dejé lo que estaba haciendo y saqué mis brazos, haciendo que el montón se desestabilizase y se cayese para atrás. Frente a aquella cara de tigrecito bueno, con sus enormes ojos brillando y su dulzura, me enamoraba. Soy un amante de los animales y no podía contenerme, su sola presencia hacía que ya hubiese valido la pena llegar hasta aquí y rebuscar entre la basura. Lo cogí y le di un abrazo. –¡Ay que minino tan riquito! –Decía con una voz extraña cuanto menos, exaltada, como cuando la gente le hablaba a un bebé. Lo acariciaba y le daba mimitos. –Quién es un gatito bueno, eh, quién. –Decía frente a un mayor número de mimitos. Al tener ya experiencia con felinos, tenía cuidado de que no me diese un zarpazo, a fin de cuentas yo no era su dueño.
Sin embargo la alegría me duró poco. El felino también lo sintió. Siempre había alguien que tenía que caer mal en la fiesta, y en esta ocasión eran algunos de los que la Gray Terminal habitaba. Según sé, los habitantes de este lugar eran pacíficos y no buscaban problemas, no robaban, tan sólo buscaban por lo que vivir. Sin embargo, aquello se reservaba a las personas que ya habían asumido su pobreza, la gente que llegaba nueva a este lugar tendería a volverse agresiva y a hacer cualquier cosa para sobrevivir. Y al parecer, eso lo que le sucedió a un grupo de veinte personas.
Me giré y vi como una panda de desarrapados amenazaban al otro pelirrojo que me encontré. Era muy posible que se le hubiera llenado demasiado la boca al soltar que poseía algo de riqueza. Siendo sinceros, por respeto al resto, eso se debería de haber omitido al público. Aunque en parte también fue culpa mía, no me di cuenta, y por lo general había sido culpa de mi jueguecito. Mas, aquellos muchachos se iban a pasar de la raya. Con el arma desenfundada pensaban atacarlo hasta la muerte.
Dieron el primer paso hacia el muchacho con intenciones hostiles. Rápidamente dejé al minino sobre el suelo y agarré mi vara. Ellos corrían hacia el pelirrojo, y yo me encontraba más lejos, sin embargo… Fui más rápido. Gracias a mis entrenamientos de velocidad, en un abrir y cerrar de ojos llegué para poner a dos metros frente al muchacho, y parar a los furioso. ¿Cómo? Con un golpe desde abajo con mi vara, que fue subiendo hasta la barbilla del tipo que abrió la boca y parecía ser el líder de este grupo. El movimiento fue hacia mi izquierda, usando la fuerza de mis dos brazos. El golpe hizo que el oponente saliese disparado hacia un montón de basura. Esto provocó que todos se frenasen y girasen lentamente sus cabezas para ver dónde había terminado su amigo. –Si no queréis terminar cómo él, más os vale que os deis la vuelta y hagáis lo que tengáis que hacer. Y que no os vuelva a ver molestando a alguien. –Les avisaba con la mirada seria. A todos se les veían hambrientos, débiles y sin fuerzas para luchar, ninguno se me opondría… La verdad es que me daba lástima, actué demasiado rápido y me había pasado. Todo por tu culpa, no tenías que haberles provocado. Sí, te estoy hablando a ti.
Aquellos hombres se dieron la vuelta asustados y empezaron a caminar hacia montones de basura, a buscar… De nuevo…
Me giré y le eché al muchacho una mirada extraña. No era de enfado, ni era amistosa, era extraña. Era como si le estuviera diciendo “¿por qué ha sucedido esto?”. Tras ello me acerqué al hombre que acababa de derribar. No había usado la suficientemente fuerza como para noquearlo, pero se encontraba muy dolorido. Sentado junto a unos escombros, se tocaba la cara, pues aunque el golpe hubiera sido en la barbilla, le dolía todo. Miraba al suelo con una mirada perdida. –Yo no busqué esto, sabes. –Me dijo cuando notó que me encontraba frente a él. –Lo sé. No creo que nadie haya terminado aquí por gusto. –Le contestaba. Me agaché para poder verle la cara bien. –Escucha, te pido disculpas por el golpe, me he pasado. Fue el momento. –Decía mientras le tocaba el hombro con la mano. El seguía con su mirada perdida, era como si estuviera pensando. –No, yo debo darte las gracias. Estaba muy decidido de actuar, y tal vez, me hubiera arrepentido de lo que podría haber llegado a hacer. –Me decía, entre algunas lágrimas. Era un hombre, gran y fuerte, sin embargo emergían de él lágrimas. La situación humana en ocasiones era lo suficientemente cruel como para hacer llorar a un hombre que seguramente no se lo mereciese. –Eso es muy noble. –Le dije. –No te rindas, siempre habrá una salida. Toma. –Dije mientras le tendía la mano, con una bolsa. –Creo que hay unos novecientos, o casi mil berris. Sé que no es mucho, pero espero que con esto podáis comer algo decente tu y aquellos muchachos.
Se alarmó. Alzó la vista y me miró. Sus ojos mojados con el nacimiento de lágrimas era todo un poema. No había roto a llorar, por suerte se contuvo haciendo ver que aún era fuerte. –No… No puedo aceptarlo. –Me decía. Yo le puse la bolsa en sus propias manos y le sonreí. –Vosotros necesitáis esto más que yo. Espero que os ayude algo, y también espero que consigáis salir de esta situación. Ya nos veremos amigo. –Le decía con una sonrisa en mi cara. Y sin esperar una respuesta me levanté y comencé a caminar en dirección al muchacho pelirrojo. Sin darme cuenta me había convertido en el centro de atención, todos clavaron sus ojos en mi. Tanto los compañeros bandidos, como los demás habitantes. Era como si todos hubiesen logrado escuchar lo que comentaba. Me miraron con caras neutrales, y alguno hasta me asentía con la cabeza como diciendo “Bien hecho”. En fin, hay veces que uno debe ser un poco más humano.
Llegué hasta el pelirrojo, y parecía que el felino se encontraba a su lado. –¿Estás bien? –Le pregunté. –No creo que vuelvan a atacarte, pero por si las moscas no sigas alardeando de llevar dinero. –Le aconsejaba. Apoyé la vara en mis hombros mientras continuaba la conversación. –A todo esto, ¿qué se encuentra haciendo alguien con dinero, en un sitio como este? –Le preguntaba indiscretamente. –Ah, por cierto, me llamo Xiba. Xiba Jundo.
Y mientras mis manos se encontrabas en busca y captura del fugitivo inmóvil, apareció. Lo sabía, mi instinto me lo decía. ¡El minino hizo presencia! Rápidamente dejé lo que estaba haciendo y saqué mis brazos, haciendo que el montón se desestabilizase y se cayese para atrás. Frente a aquella cara de tigrecito bueno, con sus enormes ojos brillando y su dulzura, me enamoraba. Soy un amante de los animales y no podía contenerme, su sola presencia hacía que ya hubiese valido la pena llegar hasta aquí y rebuscar entre la basura. Lo cogí y le di un abrazo. –¡Ay que minino tan riquito! –Decía con una voz extraña cuanto menos, exaltada, como cuando la gente le hablaba a un bebé. Lo acariciaba y le daba mimitos. –Quién es un gatito bueno, eh, quién. –Decía frente a un mayor número de mimitos. Al tener ya experiencia con felinos, tenía cuidado de que no me diese un zarpazo, a fin de cuentas yo no era su dueño.
Sin embargo la alegría me duró poco. El felino también lo sintió. Siempre había alguien que tenía que caer mal en la fiesta, y en esta ocasión eran algunos de los que la Gray Terminal habitaba. Según sé, los habitantes de este lugar eran pacíficos y no buscaban problemas, no robaban, tan sólo buscaban por lo que vivir. Sin embargo, aquello se reservaba a las personas que ya habían asumido su pobreza, la gente que llegaba nueva a este lugar tendería a volverse agresiva y a hacer cualquier cosa para sobrevivir. Y al parecer, eso lo que le sucedió a un grupo de veinte personas.
Me giré y vi como una panda de desarrapados amenazaban al otro pelirrojo que me encontré. Era muy posible que se le hubiera llenado demasiado la boca al soltar que poseía algo de riqueza. Siendo sinceros, por respeto al resto, eso se debería de haber omitido al público. Aunque en parte también fue culpa mía, no me di cuenta, y por lo general había sido culpa de mi jueguecito. Mas, aquellos muchachos se iban a pasar de la raya. Con el arma desenfundada pensaban atacarlo hasta la muerte.
Dieron el primer paso hacia el muchacho con intenciones hostiles. Rápidamente dejé al minino sobre el suelo y agarré mi vara. Ellos corrían hacia el pelirrojo, y yo me encontraba más lejos, sin embargo… Fui más rápido. Gracias a mis entrenamientos de velocidad, en un abrir y cerrar de ojos llegué para poner a dos metros frente al muchacho, y parar a los furioso. ¿Cómo? Con un golpe desde abajo con mi vara, que fue subiendo hasta la barbilla del tipo que abrió la boca y parecía ser el líder de este grupo. El movimiento fue hacia mi izquierda, usando la fuerza de mis dos brazos. El golpe hizo que el oponente saliese disparado hacia un montón de basura. Esto provocó que todos se frenasen y girasen lentamente sus cabezas para ver dónde había terminado su amigo. –Si no queréis terminar cómo él, más os vale que os deis la vuelta y hagáis lo que tengáis que hacer. Y que no os vuelva a ver molestando a alguien. –Les avisaba con la mirada seria. A todos se les veían hambrientos, débiles y sin fuerzas para luchar, ninguno se me opondría… La verdad es que me daba lástima, actué demasiado rápido y me había pasado. Todo por tu culpa, no tenías que haberles provocado. Sí, te estoy hablando a ti.
Aquellos hombres se dieron la vuelta asustados y empezaron a caminar hacia montones de basura, a buscar… De nuevo…
Me giré y le eché al muchacho una mirada extraña. No era de enfado, ni era amistosa, era extraña. Era como si le estuviera diciendo “¿por qué ha sucedido esto?”. Tras ello me acerqué al hombre que acababa de derribar. No había usado la suficientemente fuerza como para noquearlo, pero se encontraba muy dolorido. Sentado junto a unos escombros, se tocaba la cara, pues aunque el golpe hubiera sido en la barbilla, le dolía todo. Miraba al suelo con una mirada perdida. –Yo no busqué esto, sabes. –Me dijo cuando notó que me encontraba frente a él. –Lo sé. No creo que nadie haya terminado aquí por gusto. –Le contestaba. Me agaché para poder verle la cara bien. –Escucha, te pido disculpas por el golpe, me he pasado. Fue el momento. –Decía mientras le tocaba el hombro con la mano. El seguía con su mirada perdida, era como si estuviera pensando. –No, yo debo darte las gracias. Estaba muy decidido de actuar, y tal vez, me hubiera arrepentido de lo que podría haber llegado a hacer. –Me decía, entre algunas lágrimas. Era un hombre, gran y fuerte, sin embargo emergían de él lágrimas. La situación humana en ocasiones era lo suficientemente cruel como para hacer llorar a un hombre que seguramente no se lo mereciese. –Eso es muy noble. –Le dije. –No te rindas, siempre habrá una salida. Toma. –Dije mientras le tendía la mano, con una bolsa. –Creo que hay unos novecientos, o casi mil berris. Sé que no es mucho, pero espero que con esto podáis comer algo decente tu y aquellos muchachos.
Se alarmó. Alzó la vista y me miró. Sus ojos mojados con el nacimiento de lágrimas era todo un poema. No había roto a llorar, por suerte se contuvo haciendo ver que aún era fuerte. –No… No puedo aceptarlo. –Me decía. Yo le puse la bolsa en sus propias manos y le sonreí. –Vosotros necesitáis esto más que yo. Espero que os ayude algo, y también espero que consigáis salir de esta situación. Ya nos veremos amigo. –Le decía con una sonrisa en mi cara. Y sin esperar una respuesta me levanté y comencé a caminar en dirección al muchacho pelirrojo. Sin darme cuenta me había convertido en el centro de atención, todos clavaron sus ojos en mi. Tanto los compañeros bandidos, como los demás habitantes. Era como si todos hubiesen logrado escuchar lo que comentaba. Me miraron con caras neutrales, y alguno hasta me asentía con la cabeza como diciendo “Bien hecho”. En fin, hay veces que uno debe ser un poco más humano.
Llegué hasta el pelirrojo, y parecía que el felino se encontraba a su lado. –¿Estás bien? –Le pregunté. –No creo que vuelvan a atacarte, pero por si las moscas no sigas alardeando de llevar dinero. –Le aconsejaba. Apoyé la vara en mis hombros mientras continuaba la conversación. –A todo esto, ¿qué se encuentra haciendo alguien con dinero, en un sitio como este? –Le preguntaba indiscretamente. –Ah, por cierto, me llamo Xiba. Xiba Jundo.
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Estaba preparado para luchar contra esos tipos. Mataría el aburrimiento y calentaría un poco su cuerpo, aunque, de todas formas, dudaba mucho que un conjunto de ladrones fueran suficientes para siquiera un calentamiento pasivo. Suspiró mientras esperaba el momento justo para entrar en acción, un contraataque era la mejor opción. Luego de eso iría con todo ante todos los del grupo y, finalmente, se iría en busca del otro chico de cabellos de fuego. Y también, por supuesto, recuperaría a su mascota. Que desde que habían llegado había estado actuando raro, aunque bueno, viniendo de Hayate poco y nada le sorprendía. Siempre estaba a su ritmo y aun no le hacía nada de caso y muchas veces se convertía en un estorbo, pero aun así, era su fiel amigo que estuvo con él en los momentos más difíciles.
No era el momento de pensar en eso, tenía otros asuntos más que resolver. Pero al parecer, ni siquiera tendría que luchar, puesto que el chico de la vara con un solo movimiento hizo que el líder de ese grupo de ladrones saliera disparado hacia atrás ”Maldito entrometido” – pensó mientras veía con atención lo que hacía. Notó que le daba una bolsa con un poco de dinero y el líder aguantándose las lágrimas se fue del lugar. Otra escoria que no sabía lo que quería hacer con su vida. Suspiró mientras notaba que Hayate se subía a su cabeza y se quedaba ahí con tranquilidad. Al fin volvía al lugar donde siempre debía estar aunque ¿Cuánto más podría tenerlo sobre su cabeza? No lo sabía, pero mientras pudiera, era un gesto bonito y que le daba relajo en momentos turbios y oscuros como la misma noche. Escuchó la voz del pelirrojo, su nombre era Xiba Jundo. Un nombre peculiar para alguien peculiar. Lo miró más de cerca y se notaba que, como lo había pensado, no era como la media de humanos y que tenía poder y fuerza. Aparte, desprendía un aura tranquilizante y relajadora ¿Quién era ese chico?
– Yo soy Akashi D… – frenó antes de decir su nombre completo. Aunque no creía que alguien supiera quién diablos era Akashi Kronos, su estúpido padre Tenryubitto bueno para nada, era mejor tener ciertas precauciones. – Me llamo, Akashi. Y si estoy bien, aunque no tenías porque intervenir, podía con ellos sin esfuerzo. – dijo de forma seca y cortante. Tratando quizás de no hacer notar el hecho que había cortado su “presentación”. Ante su pregunta no pudo evitar sonreír con cierta alegría ¿Qué hacía aquí un chico con dinero? Era cierto, no encajaba ni siquiera a la fuerza, era esa pieza que nunca encontraría su lugar o, por lo menos, aquí. – Bueno, digamos que solo quería estirar las piernas, aparte, según sé la ciudad que está detrás de esas murallas es donde están los nobles de esta isla. – tomó una leve pausa mientras apuntaba a la gran muralla que se levantaba de forma imponente a sus espaldas. La ciudad de Goa, donde estaban todos y cada uno de los poderosos controlando esta ciudad. – Me dirigía hacia allá pero mi mascota, Hayate, al parecer te cogió cariño. Al parecer eres alguien especial. – le decía mientras acariciaba a su mascota con suavidad. Y entonces, era el momento de la verdad… Saber si ese chiquillo querría viajar a su lado. Si su corazonada no le fallaba, aquel chico podía ser de utilidad para su banda y su camino. – Yo tengo planes de ir al Grand Line a buscar algunas respuestas, por supuesto, no soy idiota y sé que necesito de una banda. Por eso ¿Quieres ser mi nakama? – le preguntó mirándolo directo a sus ojos. Era hora de la verdad.
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Poco a poco el sol se iba poniendo en este caótico lugar. Era hora de que el planeta viese caer la luz lentamente sobre un horizonte plagado de misterios, para dejar paso a una oleada de horas bajo la oscuridad, una oscuridad protegida por otra luz, más pequeña pero igual de brillante. En resumen y dejando de hacer el paria un poco, se estaba poniendo el sol. Comenzaba sentirme más en casa, puesto que ahora casi todo relucía con un tono anaranjado, casi llegando al color de nuestros cabellos que cambiaban ligeramente con la nueva luz que nos alumbraba.
Mientras intercambiaba palabras con el muchacho, pude observar como el felino ahora se encontraba sobre su cabeza como si nada, seguramente se tratase de su mascota. Tan sólo había que mirarla, era una preciosidad, y me daban ganas de volver a cogerlo para acariciarlo. Sí, al parecer tenía un problema con ese “lindo gatito”, al parecer ya llevaba suficiente tiempo lejos de mi mascota como para echarla de menos.
El muchacho finalmente se dio a conocer como Akashi. Un nombre peculiar, pero me gustaba. Daba la sensación de tener confianza en sí mismo, tal fue que no se molestó en agradecerme mi gesto, sino que me echó una regañina por haberme metido en medio de algo que no me llamaba. Tsk, había de todo por el mundo.
El chico al parecer acabó aquí por un desliz que causé en su mascota. Él se dirigía a la frontera del Gray Terminal, hacia la parte noble de la isla. Se había equivocado bastante, no dejaban pasar nada la Gray Terminal hacia la parte noble hasta unas horas determinadas, hubiera tardado menos yendo por otro lado. En cualquier caso esta casualidad dio pie a que nos cruzáramos, y parece que iba a ser una unión inesperada, pero que pudiese resultar interesante de cara al futuro. Al parecer quería embarcarse rumbo al Grand Line para encontrar respuestas. ¿Respuestas? Bien podían ser del mundo, del pasado, de su familia, o de su propio ser. Aquello era muy relativo, aunque, como de alguna manera yo estaba haciendo lo mismo, no quise más importancia de la que tenía. Inmediatamente después el muchacho decidió soltarme un pequeño perdigón, dándome la oportunidad de unirme a su viaje. ¿Cómo contestar a eso? Era ya líder de una banda, o al menos de parte de ella, y no podía dejarla para seguir a alguien del cual desconozco la historia, sin embargo…
-Siento decir que deberé de rechazar tu oferta, compañero. Soy el líder de Fukashi Kõsen, una banda de habilidades múltiples aplicable al ciudadano… No podría dejar a los muchachos para ayudarte de forma exclusiva en tu viaje, sin embargo se me ocurre otra cosa. –Dije mientras pausaba con una sonrisa. –Nosotros viajamos por toda la primera mitad del Grand Line y parte del Nuevo Mundo, recibiendo encargos, trabajos y cumpliendo. Si te unieses a nosotros podrías viajar con facilidad por el Grand Line, y tal vez te sea más fácil encontrar aquello que buscas. Además de que en nuestra nave el lindo Hayate tendrá un amplio lugar de juego, a parte de un amigo, ¿qué me dices? –Le pregunté.
La verdad es que no conocía nada de aquél muchacho, sin embargo emanaba algo que me hacía raramente confiar en él. Vale, eso es trampa, yo confío en todo el mundo, me enseñaron a hacer eso, sin embargo su aura le envolvía en curiosidad. A parte de esto, si podía ayudarle en sus objetivos, y él ayudase en la banda la cosa no estaría nada mal. Además así podría pasar más tiempo con esa ricura, y, ya era hora de tomarse estas cosas en serio.
Mientras intercambiaba palabras con el muchacho, pude observar como el felino ahora se encontraba sobre su cabeza como si nada, seguramente se tratase de su mascota. Tan sólo había que mirarla, era una preciosidad, y me daban ganas de volver a cogerlo para acariciarlo. Sí, al parecer tenía un problema con ese “lindo gatito”, al parecer ya llevaba suficiente tiempo lejos de mi mascota como para echarla de menos.
El muchacho finalmente se dio a conocer como Akashi. Un nombre peculiar, pero me gustaba. Daba la sensación de tener confianza en sí mismo, tal fue que no se molestó en agradecerme mi gesto, sino que me echó una regañina por haberme metido en medio de algo que no me llamaba. Tsk, había de todo por el mundo.
El chico al parecer acabó aquí por un desliz que causé en su mascota. Él se dirigía a la frontera del Gray Terminal, hacia la parte noble de la isla. Se había equivocado bastante, no dejaban pasar nada la Gray Terminal hacia la parte noble hasta unas horas determinadas, hubiera tardado menos yendo por otro lado. En cualquier caso esta casualidad dio pie a que nos cruzáramos, y parece que iba a ser una unión inesperada, pero que pudiese resultar interesante de cara al futuro. Al parecer quería embarcarse rumbo al Grand Line para encontrar respuestas. ¿Respuestas? Bien podían ser del mundo, del pasado, de su familia, o de su propio ser. Aquello era muy relativo, aunque, como de alguna manera yo estaba haciendo lo mismo, no quise más importancia de la que tenía. Inmediatamente después el muchacho decidió soltarme un pequeño perdigón, dándome la oportunidad de unirme a su viaje. ¿Cómo contestar a eso? Era ya líder de una banda, o al menos de parte de ella, y no podía dejarla para seguir a alguien del cual desconozco la historia, sin embargo…
-Siento decir que deberé de rechazar tu oferta, compañero. Soy el líder de Fukashi Kõsen, una banda de habilidades múltiples aplicable al ciudadano… No podría dejar a los muchachos para ayudarte de forma exclusiva en tu viaje, sin embargo se me ocurre otra cosa. –Dije mientras pausaba con una sonrisa. –Nosotros viajamos por toda la primera mitad del Grand Line y parte del Nuevo Mundo, recibiendo encargos, trabajos y cumpliendo. Si te unieses a nosotros podrías viajar con facilidad por el Grand Line, y tal vez te sea más fácil encontrar aquello que buscas. Además de que en nuestra nave el lindo Hayate tendrá un amplio lugar de juego, a parte de un amigo, ¿qué me dices? –Le pregunté.
La verdad es que no conocía nada de aquél muchacho, sin embargo emanaba algo que me hacía raramente confiar en él. Vale, eso es trampa, yo confío en todo el mundo, me enseñaron a hacer eso, sin embargo su aura le envolvía en curiosidad. A parte de esto, si podía ayudarle en sus objetivos, y él ayudase en la banda la cosa no estaría nada mal. Además así podría pasar más tiempo con esa ricura, y, ya era hora de tomarse estas cosas en serio.
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Por un minuto se puso al nervioso. La pregunta a esa respuesta era cerrada, un sí o un no, no le interesaban los puntos medios como un tal vez o quizás, esas dejaban muchas incertidumbres de cara al futuro y solo lo dejarían aún más tenso. Y entonces la escuchó, la respuesta de Xiba, de ese pelirrojo, fue una negativa ¿razón? Él también era un capitán, es decir, por mucho que intentara convencerlo de unirse iba a ser imposible. Las personas que eran capitanes nacían como uno, no se creaban, no se formaban, en su sangre estaba el ser el que este al mando de todas las decisiones importantes. Suspiró de forma pesada mientras analizaba la situación, en cierto modo, al no tener tanta fuerza aun, quizás dependería un poco de la banda del pelirrojo. En cierta manera… Una alianza donde ambos ganaran algo. Era la mejor opción y así ambos tendrían una amistad algo estable y se ayudarían en momentos difíciles.
– Creo que tengo la solución. Lamentablemente, yo no nací para estar al mando de otra persona… Así que lo siento, pero no. – dijo mientras sentía que Hayate estaba dormido como un tronco. Era un gato flojo y que tenía una vida demasiado cómoda como para ser verdad. – Aun así, creo que te puedo proponer un trato sin que tengamos que tratar de convencernos que eso sería… Imposible. – sintió un poco de viento cálido. El clima estaba bueno y la sola idea de tener su primera alianza era divertida e interesante. – Para que ambos ganemos, creo que lo ideal sería formar una alianza. Así los dos ganamos y sobreviviríamos más en este caos. Nos protegeríamos, ayudaríamos a conseguir los objetivos del otro y, por sobre todo, nos mantendríamos en contacto. – tomó una leve pausa para terminar de ordenar sus ideas. En el fondo, muy en el fondo, no sabía cómo es que él iba a reaccionar. No lo podía interpretar, adelantarse de cierta forma a las respuestas de Xiba. – Sé que suena algo muy loco, pero en la unión esta la fuerza. Por eso, ¿Qué dices? ¿Aceptas? – al finalizar estiró su mano derecha para sellar el supuesto trato. Era la primera vez en su vida que proponía algo así… Sintió como es que la tensión subía a cada momento y a cada segundo… Era hora de la verdad. ¿Qué pasaría?
– Creo que tengo la solución. Lamentablemente, yo no nací para estar al mando de otra persona… Así que lo siento, pero no. – dijo mientras sentía que Hayate estaba dormido como un tronco. Era un gato flojo y que tenía una vida demasiado cómoda como para ser verdad. – Aun así, creo que te puedo proponer un trato sin que tengamos que tratar de convencernos que eso sería… Imposible. – sintió un poco de viento cálido. El clima estaba bueno y la sola idea de tener su primera alianza era divertida e interesante. – Para que ambos ganemos, creo que lo ideal sería formar una alianza. Así los dos ganamos y sobreviviríamos más en este caos. Nos protegeríamos, ayudaríamos a conseguir los objetivos del otro y, por sobre todo, nos mantendríamos en contacto. – tomó una leve pausa para terminar de ordenar sus ideas. En el fondo, muy en el fondo, no sabía cómo es que él iba a reaccionar. No lo podía interpretar, adelantarse de cierta forma a las respuestas de Xiba. – Sé que suena algo muy loco, pero en la unión esta la fuerza. Por eso, ¿Qué dices? ¿Aceptas? – al finalizar estiró su mano derecha para sellar el supuesto trato. Era la primera vez en su vida que proponía algo así… Sintió como es que la tensión subía a cada momento y a cada segundo… Era hora de la verdad. ¿Qué pasaría?
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Esperé que no me diera una respuesta negativa, pero tras su pregunta y fijarme en su mirada, me esperaba algo como eso. Se trataba de alguien a quien no le agrada recibir órdenes, y por tanto no podría estar bajo el mando de otro individuo. Curioso, sentía como si alguna especie de pensamiento hubiera sido compartido en ese mismo instante.
Sin embargo me respondió algo interesante. Una alianza, ¿dónde había escuchado eso antes? En fin, el caso es que no me parecía una idea mala del todo, a fin de cuentas sería algo parecido a lo que buscaba, aunque sin la capacidad de hacerle cumplir encargos. No tenía qué perder, es más, así tendría por seguro de poder ver con más frecuencia al animalito, el cual parecía ya un poco cansado. –Bien muchachito, no me negaré a esta segunda oferta. Por mi parte a partir del día de hoy puedes contar conmigo como un amigo más, para lo bueno y para lo malo. –Soltaba como si fuesen palabras menores. Así de despreocupado soy, ¿sabéis?
De pronto un reconocido sonido proveniente de mi estómago comenzó a hacerse sonar. Se trataba de mi caracolófono. Lo saqué del interior de mi vestimenta, se encontraba en mi cintura agarrado por una pequeña cinta, haciendo que no se vea por fuera y que no me molestara por dentro. –Discúlpame, pero debo de cogerlo. –Le dije al joven de cabellos de tono fresa, mientras descolgaba el aparato. -¿Diga? –Pregunté con una cara que claramente demostraba las pocas ganas que tenía de nada. Porque sí, en ese momento y tras bastante rato de búsqueda, me cansé, y no tenía ganas de nada. Me hubiera gustado dormir un rato más la siesta…
-¡Dónde leñes te has metido! ¡Y dónde está mí pieza! –Se gritó con gran fuerza desde la boca del pequeño invento. Se trataba de K. Al parecer de un encuentro seguro de la famosa pieza, había pasado realmente un largo periodo. –Mmmm, sí bueno, verás, ¿recuerdas que te dije que lo encontraría fácil? Pues al parecer he mentido. No he podido ni olfatearla. Te veo alterado, ¿qué hora es? –Hablaba con total tranquilidad. El sol ya se había puesto, ya sería algo tarde, y era posible que tuviera alguna cita, cosa por la cual entendería el enfado de K. A mi compañero le agradan los buenos tiempos. –Es hora de que encuentres esa pieza y vengas, tenemos trabajo, y no mucho tiempo para movernos. –Contestó ahora un poco más relajado. ¡Leñes era verdad! Esa misma mañana había llegado un encargo, y debíamos movernos del East Blue. –En fin, mira, he escaneado la zona y parece que hay un hombre ahí, que vive en la zona más cercana a la costa de la Gray Terminal, con una casa echa de chatarra. Según veo, es un viejo hombre que encuentra cosas y las intercambia por otras en su hogar, tal vez tenga lo que necesitamos, ve y pregunta.
-No soy un perro, vale. Iré. –Respondí un tanto desanimado. Colgué y volví a guardarme el comunicador. Miré al muchacho a los ojos, la verdad es que no me extrañaría que se encuentre un tanto curioso, “¿Qué buscarán?”. –El que se encontraba al otro lado es mi compañero K. Es de la banda. Escucha, tengo que ir a por una cosa que buscamos, ¿te importaría acompañarme al lugar que me han indicado? –Le pregunté mientras yo ya empezaba a emprender camino.
La verdad es, que me gustaba su compañía.
Sin embargo me respondió algo interesante. Una alianza, ¿dónde había escuchado eso antes? En fin, el caso es que no me parecía una idea mala del todo, a fin de cuentas sería algo parecido a lo que buscaba, aunque sin la capacidad de hacerle cumplir encargos. No tenía qué perder, es más, así tendría por seguro de poder ver con más frecuencia al animalito, el cual parecía ya un poco cansado. –Bien muchachito, no me negaré a esta segunda oferta. Por mi parte a partir del día de hoy puedes contar conmigo como un amigo más, para lo bueno y para lo malo. –Soltaba como si fuesen palabras menores. Así de despreocupado soy, ¿sabéis?
De pronto un reconocido sonido proveniente de mi estómago comenzó a hacerse sonar. Se trataba de mi caracolófono. Lo saqué del interior de mi vestimenta, se encontraba en mi cintura agarrado por una pequeña cinta, haciendo que no se vea por fuera y que no me molestara por dentro. –Discúlpame, pero debo de cogerlo. –Le dije al joven de cabellos de tono fresa, mientras descolgaba el aparato. -¿Diga? –Pregunté con una cara que claramente demostraba las pocas ganas que tenía de nada. Porque sí, en ese momento y tras bastante rato de búsqueda, me cansé, y no tenía ganas de nada. Me hubiera gustado dormir un rato más la siesta…
-¡Dónde leñes te has metido! ¡Y dónde está mí pieza! –Se gritó con gran fuerza desde la boca del pequeño invento. Se trataba de K. Al parecer de un encuentro seguro de la famosa pieza, había pasado realmente un largo periodo. –Mmmm, sí bueno, verás, ¿recuerdas que te dije que lo encontraría fácil? Pues al parecer he mentido. No he podido ni olfatearla. Te veo alterado, ¿qué hora es? –Hablaba con total tranquilidad. El sol ya se había puesto, ya sería algo tarde, y era posible que tuviera alguna cita, cosa por la cual entendería el enfado de K. A mi compañero le agradan los buenos tiempos. –Es hora de que encuentres esa pieza y vengas, tenemos trabajo, y no mucho tiempo para movernos. –Contestó ahora un poco más relajado. ¡Leñes era verdad! Esa misma mañana había llegado un encargo, y debíamos movernos del East Blue. –En fin, mira, he escaneado la zona y parece que hay un hombre ahí, que vive en la zona más cercana a la costa de la Gray Terminal, con una casa echa de chatarra. Según veo, es un viejo hombre que encuentra cosas y las intercambia por otras en su hogar, tal vez tenga lo que necesitamos, ve y pregunta.
-No soy un perro, vale. Iré. –Respondí un tanto desanimado. Colgué y volví a guardarme el comunicador. Miré al muchacho a los ojos, la verdad es que no me extrañaría que se encuentre un tanto curioso, “¿Qué buscarán?”. –El que se encontraba al otro lado es mi compañero K. Es de la banda. Escucha, tengo que ir a por una cosa que buscamos, ¿te importaría acompañarme al lugar que me han indicado? –Le pregunté mientras yo ya empezaba a emprender camino.
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