Combate en la ciudad decadente

Relajado, tranquilo y entusiasmado por lo que acababa de presenciar. Yo me encontraba en una taberna, lamentablemente una que estaba increíblemente sucia y echa una guarrada, pero así es el mundo de los fugitivos –Tranquilidad, ahora pasaré a explicar por qué me autodenomino fugitivo–. Madera, no estaba hecha de otro material, al menos se la veía vieja y si perduraba, por algo sería. Había gente de muchas clases: aquellos que buscan el anonimato, fulanas, los tipos duros, imbéciles, borrachos, los arma líos y el barman.
Yo había pedido un vaso de leche, para refrescarme y que se me subiera un poco la droga a la cabeza, porque como ya sabréis, me encanta la leche, mas si me tomo un montón, la cosa podría acabar mal. Me encontraba sentado en un taburete, en la barra. Sujetaba mi vara con mis pies desnudos para que no se alejara de mi. Iba vestido con mis harapos normales, cosa que causaba algo de furor y al entrar haría unos dos minutos hizo que la gente se fijase en mi. Cosas que pasan.

Tranquilamente removiendo mi querida bebida cuando un pelantrusco acosaba a una mujer. Tenía planeado levantarme y hacer algo, pero cierto muchachito s eme adelantó. Intimidó al guarrete, le mandó callar, le apartó de la chica y le dio una buena lección. No estaba mal, al parecer este chico sabía cómo moverse. Además parecía todo muy peliculero, chica en apuros, chico salva a chica, chica quiere hablar con chico, pero chico se pira haciéndose el guay. Ja, era bastante divertido.
Sin embargo y pensándolo bien, hacia un tiempo que no entrenaba mi forma física en un combate. Y quien dice hace un tiempo dice hace dos días. Pero no podía relajarme, pues en el templo me enseñaron que la constancia es vital. Y así pues, decidí proceder a realizar una petición. –Oye muchacho. –Le grité desde la barra, haciendo que aquellos que se encontraban entre nosotros se apartaran para que nos pudiésemos ver. Si es que es como estaba diciendo, de película o ya organizado. –No te mueves mal. Verás, hace un par de días que no practico en una lucha, y no me gustaría oxidarme. ¿Te gustaría tener una batalla amistosa conmigo? –Le dije con una sonrisa en el rostro, y provocando un silencio intranquilo en la sala, aunque roto inmediatamente por los murmullos de la gente de alrededor. –Te prometo que será de forma amistosa. –Recalqué.

Me mantuve esperando una respuesta, sonriente. También intenté hacerme el guay para beber mi leche sin mirar el vaso, pero eso me salió mal, puesto que me manché y salpiqué… Pero eso era lo de menos. La verdad es que me sorprendió una cosa… Y es que interrumpieron nuestra bonita relación con los ojos. Un hombre entró por la puerta de una patada…. Y yo sabía quién era. –¡Pelirrojo hijo de puta! ¡Voy a matarte! –Mierda…

*Cinco minutos antes*
-¡Ven aquí cabronazo, voy a partirte las piernas! –Me gritaba el hombre del que hablé antes mientras me perseguía corriendo. Menos mal que tenía buenas piernas… Vale, no lo dije todo, me encontraba en esta isla porque me mandaron robarle algo a cierta persona… Pero me acabó pillando y bueno, quería recuperar lo suyo y cobrarme intereses.
Corría despavorido por toda la ciudad hasta que vi a un muchacho salir de un callejón oscuro. Bien, decidí entrar ahí para despistarle. Y así fue la escena, paso yo por el callejón y el detrás de mi. Como se encontraba oscuro, aproveché para escapar por donde había venido, dejándolo ahí solito. Y así, meterme en el primer bar que vi. Aunque mientras me buscaba en el callejón, creo que se encontró con algo. –¡JODEEEEEEEEER! ¡ACABO DE PISAR UNA MIERDA! –No pude evitar reírme en ese momento…
*Volviendo a la realidad*

Pero es caso es que ahora me había encontrado… ¿Qué pasaría? En fin, creo que mi tarde será fantástica y entretenida.

Aún no sabía bien cómo pudo encontrarme este hombre, parece que tuvo suerte… Aunque entró de una manera algo brusca y gritando a los cuatro vientos de que me apalearía sin haberse parado siquiera a mirar si me encontraba ahí dentro. En fin, tal vez sea un super espía y haya visto inexistentes huellas mías que delataron mi posición. O tal vez, y creo que esta era la opción más probable, al ser un comilón –por toda la comida que disipé en su casa y la cantidad de platos sucios en el fregadero, viviendo él solo– me haya olfateado hasta aquí, y eso sonaba interesante.
Me bebí mi leche de un solo trago. –Si no queda más remedio…– Me decía para mi. La verdad es que quería ahorrarme el luchar con gente débil, pues aunque fuera grande y demás cositas, mi sexto –o séptimo, ya no me acuerdo bien– sentido me decían que no sería una gran carga a la hora de luchar. Sin embargo tal vez debería haberle noqueado desde un principio cuando me encontró en su casa, y llevarle a la cama para hacerle pensar que todo fue un sueño… ¡Mierda! ¡Por qué se me ocurría esa grandísima idea justo ahora! ¡Jo! ¡No es justo! *Gritos y más gritos. Porque sí, un narrador puede gritar.*
En fin, lo hecho, hecho está. Y así pues no tenía más alternativa que acabar lo que tendría que haber terminado en cierto hogar. Pero justo en el momento en el que me levanté de un brinco del taburete, el joven al que antes yo miraba y hablaba, le tuvo que buscar las cosquillas a este tontorrón. Y la cosa olía a que terminaría en pelea. Bueno, aunque me daba cosa no ser yo quien diera el punto y final a ese hombre, pero… ¡Un momento! Aunque no me apeteciera hacerlo, ese se seguía tratando de mi enemigo, ¡mío! ¡No podía dejar que otra persona se ocupara de mi problema!

Vamos a ver, no es que me pusiera celoso –bueno, tal vez sí– pero era como si ese hombre del cual no conocía de nada y quería matarme me estuviera poniendo los cuernos… Dicho así era consciente de que sonaba a loco, pero era el sentimiento que tenía –Sí, creo que necesito más amigos, me empiezo a sentir bastante solo, por las locuras que digo–. Ja. Mientras pensaba en todas aquellas paranoias mentales, ese muchachito le había pegado una buena patada en la boca –Lo que en realidad quiero decir es… ¡ZAS! ¡En toda la boca!–. Empezaba a resultar algo más interesante este hombre. Tenía agallas, de eso me encontraba completamente seguro. Y aparte de eso, había que añadirle la sangre fría con la cual actuaba.
Sin embargo… Me daba la sensación de que aquello no sería suficiente… El hombre se levantó hecho una completa furia. Al parecer no se trataba de un Ex-Cazarrecompensas por nada. ¿Siempre me tocaban los trabajos difíciles, eh? E inmediatamente iba a pegarle un demoledor golpe al muchacho. Tuve que intervenir interponiendo mi vara en un golpe seco, frenándolo de golpe. –Oye, que yo creía que me querías patear el trasero a mi. –Dije con una sonrisa en la jeta. –Y tú. –Exclamé mirando al muchacho. –No toques las cosas de otros o me veré obligado a patearte el trasero. –Terminé con una mirada de desdén.

¿Se puede saber qué se le pasaba a la cabeza de este tipejo para pegar golpes a diestro y siniestro? Bueno, había motivos, pero igualmente… A este tío se le veía muy seguro de sí mismo y parece que ninguno de los pobres hombres medianamente normales podrían con él. ¿Qué clase de entrenamiento habría ejercido? Ni idea, ni me interesaba, pues al parecer no había sido muy efectivo. Aún era joven, había desarrollado bien su musculatura, puede que pegara golpes fuertes, ¿músculo rosa? No, yo diría que se trata más de unas carnes fibrosas que pegan ligeramente más fuerte que la media. Tendría músculos marcados pero era un fideo en comparación a lo que otro tipo de personas, en las cuales me incluyo, tenemos. Es decir, de poco sirve tener fuerza bruta sin técnica, el muchacho estaba empezando. Era muy confiado de sí mismo y eso podría jugarle muy duras pasadas, sobre todo con gente ágil que pueda esquivar esos golpes tan previsibles suyos. ¿Lo único que le salvaba? La sangre fría con la cual el chico actuaba y le da seguridad. Sin embargo, ¿qué sucedería una vez se rompiera? Todas las esperanzas que puse en él en un principio, se desvanecieron. No sabía bien por qué, pero sería mejor que le diera una lección al muchachito para que vea que la vida no siempre estaría hecha de rosas para su placer. –Pelirrojo hijo de puta. –Me dijo una voz justo cuando estaba a punto de hablar. Ya casi me olvidaba, nuestro querido amigo el Ex-Cazarrecompensas. –De esta no te libras. –Dijo mientras pretendía pegarme un puñetazo por la espalda. Sí que era caballeresco y honorable lo que pretendía el hombre, sin embargo yo le vi las intenciones con el rabillo del ojo. Simplemente pegué un salto dando una voltereta en el aire para acabar a la espalda de este tipo, esquivando el golpe. Todo muy rápido. –Oye tío, te lo dejé bien claro cuando me vistes. No me obligues a luchar, si sabes que vas a acabar mal. –Le dije antes de, con mi vara, arrearle una fuerte entrada a las piernas para que cayese de espaldas, y mientras caía, en el aire, le pegué tal patada que le mandé a una mesa del fondo de en frente. Esos cristales rotos dejarían cicatrices en la cara. –Discúlpeme, se lo pagaré. –Le dije al camarero. Esto tipo ya no me daría más problemas. Mira que haberse puesto así por la cosa que robé… En fin.

Volviendo al tema de la batalla, tendría que aceptar. Sin embargo me pedía como condición que participaran más de dos en la pelea. Sonaba realmente divertido, mas, sin embargo, no era lo que esperaba cuando decía de darle una lección. –Mira muchacho, acepto el duelo, pero deberá de ser únicamente entre nosotros porque…
Me encontraba comentándole cosas al muchacho, a la par que le sermona moviendo inconscientemente mis brazos. E inexplicablemente... Se me escapó. Se me escapó la vara. Hacía unas horas había comido patatas fritas de bolsa, unas hamburguesas, cebolla rebozada y algo más. Pensé que ya había limpiado la grasa de mis manos… Pero se vía que no… ¿Qué? No me miren así, tenía hambre. El caso es que no me di cuenta en ese momento, pues estaba dándole un discursito al muchacho, pero se me había escapado y a una buena velocidad ¿y si le daba a alguien? Cuando me di cuenta abrí los ojos como platos mirando el puño donde tenía sujeta mi vara. Abría y cerraba el puño, sí, era así de incrédulo y pensaba que si hacía eso podría aparecer de la nada. –Dónde está mi vara… Joder… Otra vez no…

Por suerte, no había pasado nada grave. Mi vara fue a parar hacia un muchacho que se encontraba tranquilo en la barra. Y este consiguió devolverme la vara, como si nada. Era consciente de que no la lancé con fuerza si quería, sin embargo aquello me llamó la atención del muchacho. La apariencia del muchacho era… ¡Un momento! ¡Era él! Es decir… –¡Eres tú! –Le grité rápidamente mientras le señalaba con el dedo. El tipo al que vi salir del callejón anteriormente. Ya decía yo que me sonaba de algo. –Oye. –Le dije impulsivamente. -¿Qué te encontrabas haciendo en el callejón oscuro? –Pregunté sin pensar. Ya sabéis, soy muy tonto.
En cualquier caso, el muchachito que no tenía ganas para otra cosa que no fuese pelear, rápidamente fue a por “el del callejón”. Sí, ahora los diferenciaré como “El muchacho” y “El del callejón”, cualquier cosa vale. ¿Y por qué se fue a por el que paró mi vara? Pues porque este mismo tras devolverme mi pertenencia decidió unirse a al tonta pelea que íbamos a producir, y claro, no había tiempo que perder. Ja.

Las cosas estaban sucediendo muy rápido. Ni si quiera nos había dado tiempo a pedir que pusieran una cancioncita de pelea en el bar para que nos metiéramos en ambiente. Aunque por cómo estaba el lugar, dudaba de que pudiera haber un gramófono, un tocadiscos, o simplemente alguien que supiera tocar un instrumento y lo llevase encima. Eso sí, a todos se les veía expertos en mirar con la boca abierta atrapa moscas el cómo nos pegábamos. Eso de ser marujas se les daba bien, je.
Alguna que otra moza, en especial la rescatada por “El muchacho” se llevaba la mano a la boca en señal de expectación. Eso era típico de las mujeres, y no entendía bien por qué. ¿Alguien me lo explica? Vamos, sé que podéis leerme. Pero “ag”, que me pierdo. No podía dejar esto tal cual. El muchacho se precipitaba mucho. Las batallas hay que disfrutarlas, ¡oh por favor, dónde quedó la hermosura del combate! Es posible que se aun romántico, quién sabe. Pero sea como fuere, eso no se quedaría así. Con agilidad y destreza –y velocidad, por supuesto– me postré delante del “Tipo del callejón” y bloquee el ataque del “Muchacho” con mi vara de por medio, haciendo peso con mi propio cuerpo para que no se pudiera levantar. –Oye, tranquilízate ¿quieres? No debes olvidarte de que esto es una batalla a tres bandas, así que debes vigilar tanto lo de adelante, como lo de detrás. –Dije en plan guay. Aunque en mi cabeza recordaba una frase similar, pero acabada en algo un poquito más grotesco “… como en una orgía…” En fin, yo y mis ilustres recuerdos.

Igualmente, el del sombrero, digo, “El del callejón” también tenía que recibir, así pues apoyándome en mi vara y poniendo uno de sus extremos en el suelo hice algo así como el “hombre bandera” pero de manera muy rápida para pegarle una patada al “Del callejón”. ¿Dirección? Su cara. Me había llamado la atención, veamos de qué pasta estaba hecho.

Patada voladora a la cara + Impulso de fuerza [AF]

Nota Off: