[Privado][Pasado] ¿Amigo o enemigo? (Nocturne93 & Satsujin Shein)

El sol abrasaba, los ojos casi resecos solo dejaban vislumbrar una densa neblina en el horizonte de la mirada. No había nada que hacer, era el final, hasta ahí había llegado. La sangre se había quedado reseca en las ropas y la piel circundante a las heridas. Por más que la sangre no cesaba de brotar lentamente, el dolor ya no era parte de mi cuerpo, ni de mi mente. Había alcanzado un punto en el cual ya no sentía la brisa del mar, ya apenas sentía el movimiento del bote flotando y dejándose llevar por las olas.

Estaba completamente reseco, en todo mi cuerpo, mi blanca tez se enrojecía por momentos, sin nada con lo que poder ocultarme del sol, y aunque lo tuviese las fuerzas habían abandonado mi cuerpo, ni tan solo un único movimiento podría hacer para tratar de moverme. Jamás pensé llegar a encontrarme en ésta situación. Que deshonra, no muero en combate, derrotado por heridas de batalla horas después de que ésta haya acabado. Debí haber muerto en el campo de batalla, pero mi cuerpo ha sido capaz de resistir hasta ahora.

Tan solo siento la vida de mí escapando, la sensación abrasadora del sol tras horas expuesto a él, el debilitamiento por la pérdida de sangre y las heridas, así como la fatiga causada por el combate que me dejó en éste estado. Aun sigo sin comprender cómo diantres pudo ocurrir ésto, había encontrado gente con la que compartir mi aventura y misión en busca de mi gente. Camaradas que me apoyaban o parecían apoyarme en mi búsqueda. Tan solo me separé de ellos unos días por buscar información en una isla cercana, y ahora tras aquella emboscada no podré cumplir mi sueño, no podré librar al clan Satsujin, jamás recuperaría el honor de poder acabar con los miembros del clan Jinken.

Por primera vez en mucho tiempo ya nada me importaba. No era la primera vez que me hallaba al borde de la muerte, no era la primera vez que deseaba que todo acabase ya, pero si era la primera vez que esto hacía que mi control se interrumpiese y mis sentimientos aflorasen hacia el exterior. Si no hubiesen estado tan resecos, de mis ojos habrían brotado lágrimas. Si no me hubiera hallado sin energías para mover un músculo, mi rostro habría esbozado una mueca de dolor y desesperación, mas ahora tan solo me quedaba el sol abrasándome y saber que todo allí acabaría.

Pude notar un ligero frescor desde mi cabeza. El bote se hundía, había aguantado mucho tiempo para el estado en el que está, tan solo para prolongar mi tortura y mis pesares, y con ello mi vida. Una vida que ya no tenía sentido, no tenía razón de ser ni tenía un lugar al cual volver. Lo había perdido todo. Jamás sería capaz de encontrarme de nuevo con mi clan. Con los ojos cerrados tan solo respiré una última vez más, mientras sentía el frescor del agua marina aliviando el intenso calor de mi cuerpo, un frescor que se me antojó gélido. La fría mano de la muerte me envolvía en su seno y me arrastraba hasta la oscuridad del sueño eterno. Nada más podía hacer mientras mi cuerpo iba cayendo poco a poco hacia lo más profundo del océano. Mi mente se durmió, y con ella mi cuerpo resonó con su último suspiro.

Me sentía bastante en tensión para ser sincero. Bien es cierto que en cierta ocasión había sido ascendido a jefe de flota menor, lo cual conllevaba la posibilidad de hallarme al cargo de un grupo de reclutas, pero nunca me pude imaginar que realmente pudieran llegar a hacerlo, aunque tan solo era para transportar civiles que buscaban llegar al cuartel marine para alistarse, y para el viaje llevaba unos marines a mi cargo para controlar el barco. No hacia falta decir que mis superiores me estaban probando y estaban probando mi capacidad de liderazgo para un futuro. Era más común de lo que me pensaba por lo que había escuchado... Otra cosa es que fuese cierto.

Habíamos partido desde el reino de Lvneel en dirección al cuartel general, y aunque me centraba más en los futuros aspirantes a soldados marines también me intentaba encargar de dirigir a los reclutas que tan solo estaban un escalafón por debajo de mí y que posiblemente me verían como un poco hipócrita, aunque no solo les mandaba, yo también trataba de hacer ciertas tareas cuando ningún candidato me requería, que realmente era todo el rato, a toda hora haciendo preguntas sobre asuntos de cuarteles, el entrenamiento y otras cosas, algunos estaban atemorizados.

-No os preocupéis, las pruebas no son muy difíciles, tal solo necesitaréis dos cosas, fuerza de voluntad y...
-¡Hombre a la deriva!

¿Pero qué? El vigía había divisado algo flotando por el mar y resultaba ser un un hombre a la deriva. Me disculpé con los aspirantes y me fui rápidamente a ver que diantres era. Se trataba de un pequeño bote con la madera bastante rasgada y algo carcomida al parecer, había un cuerpo encima, tumbado, no alcanzaba a divisar más que el color plateado de su pelo mojándose. El bote estaba hundiéndose, caía y esa persona parecía que no se movía, debía de estar en un grave estado.

Un soldado raso le lanzó un cabo con mala puntería. No serviría de nada. Le gritábamos pero no parecía escuchar. Se aproximaba hacia nosotros, toda la tripulación y algún curioso estabamos observando el bote, yo sufría de ver que no se movía, estaba hundiéndose, no llegaría a tiempo, todavía estaba a unos metros. Había que hacer algo o se hundiría en el mar.

Rápidamente me separé, me quité las armas, la túnica la dejé caer al suelo y me quité la cota de mallas, me descalcé y sin pensármelo dos veces me arrojé de cabeza al agua. Estaba helada y era un día caluroso. No quería ni pensar el estado en el que podía estar el cuerpo de ese hombre. Cuando levanté la cabeza del agua para buscar su posición exacta me percaté de que el bote finalmente se había hundido. Desde el barco me gritaban la posición donde había caído, por lo que comencé a nadar rápidamente y me sumergí en busca de ese hombre.

Le veía, estaba cayendo, salían burbujas de su boca, expulsaba el último aliento. Tenía que llegar a él y salvarle costase lo que costase. Tan solo había un problema, y era que su cuerpo con todos sus ropajes era más pesado, aunque era un cuerpo bastante pequeño. Más bien tenía aspecto de crío, no era más que un niño por lo que parecía, aunque tenía un aspecto extraño. Tiré de su cuerpo hacia arriba, ya me faltaba el aire, había descendido mucho y ahora tenía que volver a subir cargando el cuerpo de ese joven sin apenas oxígeno en los pulmones.

El ascenso se me hacía eterno, sentía que me iba a ahogar y caer junto a ese joven, no pude evitar el respirar a mitad de ascenso, en mis pulmones entró agua, lo cual no hizo más que ahogarme más y más rápido. Me sentía caer allí, cada vez el cuerpo me pesaba más y notaba que me empezaba a nublar la vista. Pero finalmente lo logré, salí de allí dando un fuerte resoplido y tosiendo, tirando el agua que había entrado en mis pulmones y, lo más importante, sacando ese joven del agua.

Comencé a nadar lo más rápido que pude hacia el barco, los soldados rasos y aspirantes gritaban, unos alegres otros asustados, algunos vitoreaban, pero a ninguno se le ocurría lanzar un cabo, hasta que tuve que gritárselo para que me arrojasen una cuerda, cuerda con la cual até al chico por la cintura para que lo subieran y le practicasen los primeros auxilios, después subí yo mismo, ayudado por los mismos marines.

Cuando llegué a cubierta me dejé caer en el suelo jadeando. Había contenido la respiración mucho tiempo y estaba realmente fatigado, empapado. Pero me sentía satisfecho al ver que había podido sacar al joven del agua. El único problema era si estaba con vida. Le tumbaron de lado y expulsó agua, pero no parecía moverse, como si el agua hubiera salido sola de su cuerpo. Su piel estaba completamente enrojecida. Por un momento temí lo peor. Me levanté rápidamente y con ayuda de dos soldados más le llevamos al puesto de enfermería, aunque no había grandes cosas por lo menos había algún ungüento para tratar quemaduras, por lo que se lo extendimos allí donde vimos su piel enrojecida, le dejamos agua cerca por si despertaba. Todos se fueron de nuevo a cubierta, pero yo me quedé allí un poco más. Necesitaba saber que todavía permanecía con vida.

Volvía hacia atrás, volvía al momento en el que había sido emboscado por aquellos malditos piratas estúpidos e inútiles. Me asaltaron en el puerto de la ciudad, no recordaba ya el nombre de la isla, tan solo su puerto con cuatro botes y un gran barco pirata con una enorme bandera negra ondeando al viento. Eran piratas, gente de mi misma calaña, gente a temer en todos los mares cuando estos se avecinan a la mar. Asesinos sin piedad alguna.

Me aproximaba en busca de uno de mis botes cuando fui sorprendido por cuatro figuras oscuras, más altas que yo y robustas. Parecía como si quisieran raptarme, pero lo primero que hicieron fue lanzarme aquél corte en el brazo izquierdo, un corte que por suerte no fue muy profundo y que pude esquivar rápidamente y llevar mi mano a la empuñadura de la espada.

-hic- El nene tiene -hic- reflejos -dijo uno de ellos.

Comenzaron a estallar en carcajadas, no hacia falta fijarse mucho para darse cuenta que estaban como drogados o ebrios. Uno a mi derecha se movió torpemente, tratando de pegarme una patada, esquivé de un salto hacia atrás y segué la pierna casi por la rodilla con la espada.

Se hizo el silencio, el mutilado comenzó a gritar descaradamente, al momento tres espadas se lanzaban contra mí a gran velocidad. Eran muy rápidos, no podía esquivarlos a todos. Bloqueé una, otra la detuvo mi coraza, la tercera segó la piel de mi brazo izquierdo haciendo una herida bastante profunda que comenzó a sangrar con fuerza. Sentí perder toda sensibilidad en el brazo en ese momento, no podía moverlo.

Nuevos golpes me venían, los esquivaba como podía moviéndome y bloqueando, apoyándome de la coraza para detener los sablazos de aquellos tipos, pero eran muy rápidos e impredecibles, aun teniendo en cuenta que el estado de embriaguez los volvería más lentos seguían siendo realmente rápidos. En condiciones normales no habría logrado ni esquivar el primer golpe creía yo.

Uno tropezó, momento en el que aproveché para lanzarme hacia el lado que estaba él y corriendo le rebané el cuello de un corte limpio. Los otros dos se medio tambalearon, el mutilado no dejaba de gritar, llamaría al resto de sus compañeros. Comencé a correr hacia él y en cuanto llegué a su posición le atravesé la garganta con la punta de la espada. No tardó en dejar de gritar.

Cuando me volví a girar para enfrentarme a los otros dos me percaté de que el alcohol apenas debería de estar haciendole nada a uno de ellos. Lo tenía justamente enfrente de mí, rasgó mis ropas por el torso y me hizo un corte en la mejilla, además de lanzarme una patada y una vez en el suelo hundir su espada en mi muslo izquierdo, dejándome sin posibilidad de movimiento.

Se quedó mirándome directamente, un gesto de arrogancia por su parte, pues en cuanto se acercó lo suficiente a mí, tan solo hundí la espada en su pecho. Su cara apenas se transformó, tan solo se le vaciaron los ojos de luz. Cayó justo encima de mí, sentía el hedor del alcohol emanando de su boca y de todo su cuerpo, apestaba a ron que tiraba atrás. Le quité de encima como pude y me saqué la espada.

Todavía quedaba uno, pero no lo veía. Cuando quise darme cuenta se había quedado tirado en el suelo, y sus ronquidos se escuchaban hasta aquí. Esa fue mi suerte, pero estaba malherido, mis heridas sangraban abundantemente y tan solo pude apretarlas para hacer torniquete. Si me quedaba allí moriría en cuestión de segundos, no por el desangrado, sino por los compañeros de estos piratas.

Se escuchaba el jolgorio de multitud de voces desde la lejanía, algunos cantaban canciones de piratas. Sentí que debía marchar de allí rápidamente, y la salida más rápida estaba en aquellos botes de allí. Comencé a arrastrarme como pude, apenas podía mantenerme en pie y mucho menos mover la pierna y brazo izquierdos.

De pronto, desde el centro de mi visión una luz comenzó a aparecer, se extendió me cegó por completo hasta el punto que me hizo cerrar los ojos. Cuando sentí poder abrirlos no había puerto allí, no había oscuridad ni noche, no había ningún bote, tan solo un techado de madera y una sensación de renacimiento que no me podía explicar. ¿Seguía vivo acaso o había llegado al más allá junto a mis ancestros?

Giré mi cabeza para comprobar que no era así, podía moverla, mas todavía sentía un dolor intenso en todo mi cuerpo. Recordé que en la huída del bote había recibido una lluvia de flechas, no había conseguido marchar sin ser visto, me habían atacado desde el barco, y si no llego a esconder la cabeza detrás del mástil de aquél bote de vela, más de una me habría acertado en la cabeza. El torso estuvo protegido por la coraza, pero las piernas y brazos fueron alcanzadas. Lo último que pude hacer antes de caer tumbado sin poder moverme fue retirarlas de mi cuerpo y observar el amanecer desde el horizonte.

Pude ver una persona allí al lado, un tipo que vestía de verde, mirándome directamente, con el mismo movimiento de la cabeza sentía un dolor indescriptible. Quise hablar, preguntarle por quién era, pero aunque lo intentara de mi boca no salían las palabras, la vista la tenía muy nublada. Solo sabía que aquél no era ninguno de mis ancestros, no era un Satsujin. Eso solo significaba que todavía seguía con vida. Todavía no entendía por qué.

Pude ver que en una mesa al lado había un tarro con lo que parecía agua. Sin pensarlo extendí mi mano derecha, sin importarme el intenso dolor que sentí en ese instante, como miles de agujas ardientes clavándose por todos y cada uno de los poros de mi piel. Cogí al botella y comencé a beber rápidamente, era justo lo que necesitaba, agua. Estaba realmente reseco. Agoté la botella y perdí todas las fuerzas que había ganado, la botella se deslizó de mis dedos y cayó al suelo. Ahora ya podía por lo menos decir unas palabras, ya no tenía la boca cual desierto.

-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?