Zero
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Desembarqué en el puerto mientras los amables pescadores se despedían de mí pues ellos debían volver a alta mar. Había sido un viaje la mar de tranquilo, ellos me pedían que les hiciera el viaje más ameno tocando música y yo disfrutaba tocando para ellos. Estoy seguro que me echarán de menos, una vez que la música te rodea no puedes vivir sin ella. Era mi primer viaje fuera de la isla done nací y a pesar de no sentirme del todo seguro debía confiar en la gente.
Caminé entre las calles mirando todo lo que había a mi alrededor, iba cargado con mi funda del violín y este dentro ella a buen resguardo. La gente me miraba por las vestimentas pude suponer, no era muy normal ver a una persona vestida de músico con un sombreo de copa por la calle, pero la funda justificaba mi vestimenta. La gente se movía feliz por aquella isla de un lado para otro sin preocupaciones. Posiblemente a simple vista no se viera para una parte de la población estaría escondida muriéndose de hambre y frío.
Llegué hasta una plaza, había bastantes pocas personas, posiblemente descansaban de sus paseos y compras. Me coloqué en un lado de la plaza apartado y apoyé la funda del violín en el suelo a la vez que me arrodillaba y la habría. Me quité el sombrero y lo dejé en el suelo como solía hacer siempre. La gente comenzó a mirarme bastante curiosa, me percaté de una pequeña banda de artistas callejeros se habían parado a mirar que hacía. Una de ellos se acercó, era una mujer de rostro pálido y blanca, unos largos cabellos rubios le caían y un flequillo que le tapaba unos ojos marrones. Observó un poco por encima de mí para ver el violín y sonrió.
-¿Un artista callejero?- Echó una moneda en mi sombrero y prosiguió. -¿Te importa si te acompañamos en algunas canciones?-La petición me sorprendió pero me limité a afirmar con la cabeza. Ella sonrió complacida y le hizo un gesto con la mano a sus compañeros. parecían un grupo bien formado pues había muchísimos instrumentos. -Los violines suenan genial, no te preocupes solo acompañaremos tu melodía- Empezaron a sacar sus instrumentos y a colocarse detrás de mí. La gente empezaba a parase a mirar y a acercarse, alejé un poco de mí el sombrero pues me gustaba moverme mientras tocaba el violín y lo saqué de su funda. Miré a mis improvisados compañeros y la chica me hizo un gesto de aprobación con el dedo como dándome rienda suelta a que comenzara.
Comencé a tocar junto a mis nuevos compañeros, la gente empezó a mirarnos y a interesarse por la música. Yo me mantenía quieto tocando el violín en el sitio con los ojos cerrados y serio. Detrás mio la rubia y sus compañeros tocaban y daban vocal a mis notas. Impresionántemente se hacían a mí tan bien que pareciera que lleváramos tocando juntos toda la vida. Nos coordinábamos bastante bien y atraíamos la atención de todo el mundo. La gente se fue acercando cada vez más casi rodeándonos para disfrutar de la música. Sin darme si quiera cuenta la música acabó por apoderarse del todo de mí y comencé a danzar sin dejar de tocar mi instrumento. Bailaba al son de la música mientras el arco del violín raspaba las cuerdas de este produciendo un gran abanico de notas que inundaban la plaza y se esparcían más allá de esta. Mis acompañantes miraban atónitos como podía danzar a la vez que tocaba, solamente me dejaba llevar.
La gente comenzó a echar monedas en cuanto se percataron del sombrero, el sonido de las monedas cayendo al sombrero y chocando unas con otras quedaba ahogado por la música. En poco tiempo la plaza estaba llena de gente, incluso los tenderos habían abandonado sus puestos para observar aquello que atraía tanta atención. El sol se estaba poniendo en el ocaso y la poca luz que llegaba a proyectar caía justo sobre los músicos dando así un ambiente mucho más escénico. La gente sonreía, algunos cuchicheaban en bajo para no interrumpir incluso algunos niños se habían unido al joven violinista en su danza de violín. Este daba a ver su gran habilidad con su instrumento a la velocidad que llegaba a tocar y lo armonioso que sonaba. Era increíble como un pequeño músico callejero fuera capaz de mover a las masas de esta manera. Cualquier persona era libre de acercarse a mirar y disfrutar de aquella flamante melodía.
Caminé entre las calles mirando todo lo que había a mi alrededor, iba cargado con mi funda del violín y este dentro ella a buen resguardo. La gente me miraba por las vestimentas pude suponer, no era muy normal ver a una persona vestida de músico con un sombreo de copa por la calle, pero la funda justificaba mi vestimenta. La gente se movía feliz por aquella isla de un lado para otro sin preocupaciones. Posiblemente a simple vista no se viera para una parte de la población estaría escondida muriéndose de hambre y frío.
Llegué hasta una plaza, había bastantes pocas personas, posiblemente descansaban de sus paseos y compras. Me coloqué en un lado de la plaza apartado y apoyé la funda del violín en el suelo a la vez que me arrodillaba y la habría. Me quité el sombrero y lo dejé en el suelo como solía hacer siempre. La gente comenzó a mirarme bastante curiosa, me percaté de una pequeña banda de artistas callejeros se habían parado a mirar que hacía. Una de ellos se acercó, era una mujer de rostro pálido y blanca, unos largos cabellos rubios le caían y un flequillo que le tapaba unos ojos marrones. Observó un poco por encima de mí para ver el violín y sonrió.
-¿Un artista callejero?- Echó una moneda en mi sombrero y prosiguió. -¿Te importa si te acompañamos en algunas canciones?-La petición me sorprendió pero me limité a afirmar con la cabeza. Ella sonrió complacida y le hizo un gesto con la mano a sus compañeros. parecían un grupo bien formado pues había muchísimos instrumentos. -Los violines suenan genial, no te preocupes solo acompañaremos tu melodía- Empezaron a sacar sus instrumentos y a colocarse detrás de mí. La gente empezaba a parase a mirar y a acercarse, alejé un poco de mí el sombrero pues me gustaba moverme mientras tocaba el violín y lo saqué de su funda. Miré a mis improvisados compañeros y la chica me hizo un gesto de aprobación con el dedo como dándome rienda suelta a que comenzara.
Comencé a tocar junto a mis nuevos compañeros, la gente empezó a mirarnos y a interesarse por la música. Yo me mantenía quieto tocando el violín en el sitio con los ojos cerrados y serio. Detrás mio la rubia y sus compañeros tocaban y daban vocal a mis notas. Impresionántemente se hacían a mí tan bien que pareciera que lleváramos tocando juntos toda la vida. Nos coordinábamos bastante bien y atraíamos la atención de todo el mundo. La gente se fue acercando cada vez más casi rodeándonos para disfrutar de la música. Sin darme si quiera cuenta la música acabó por apoderarse del todo de mí y comencé a danzar sin dejar de tocar mi instrumento. Bailaba al son de la música mientras el arco del violín raspaba las cuerdas de este produciendo un gran abanico de notas que inundaban la plaza y se esparcían más allá de esta. Mis acompañantes miraban atónitos como podía danzar a la vez que tocaba, solamente me dejaba llevar.
La gente comenzó a echar monedas en cuanto se percataron del sombrero, el sonido de las monedas cayendo al sombrero y chocando unas con otras quedaba ahogado por la música. En poco tiempo la plaza estaba llena de gente, incluso los tenderos habían abandonado sus puestos para observar aquello que atraía tanta atención. El sol se estaba poniendo en el ocaso y la poca luz que llegaba a proyectar caía justo sobre los músicos dando así un ambiente mucho más escénico. La gente sonreía, algunos cuchicheaban en bajo para no interrumpir incluso algunos niños se habían unido al joven violinista en su danza de violín. Este daba a ver su gran habilidad con su instrumento a la velocidad que llegaba a tocar y lo armonioso que sonaba. Era increíble como un pequeño músico callejero fuera capaz de mover a las masas de esta manera. Cualquier persona era libre de acercarse a mirar y disfrutar de aquella flamante melodía.
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