[Pasado][Privado Yoko,Bya y Low] Un día sin descanso.

Hoy no tenía trabajo, la taberna había cerrado por motivos familiares y los dueños no se fiaban de mí. Debía ser al revés pero poco me importaba. Iba caminando por la zona de construcción de Shellstown, la cual estaba plagada de constructores, casas con poco más que cimientos y sucios marines que querían proteger a la gente si ocurría algo. Pasaba de la gente como si nada y seguía a mi ritmo, caminando por la mitad de la calle, mirando al cielo. Debo admitir que de camino me tropecé con algunas personas y me metí en un lío, pero aquel cielo me obligaba a mirarlo. Era una rara sensación pero me sentí atraído por él.

Seguí caminando y llegué a la zona comercial y por poco, por estar distraído me caigo al agua del mar.
Caminando entre tiendas, miraba los precios de los bares y veía gente trabajando a la cual le pagaban y personas con sus familias. Me deprimía pero seguía mi camino mirando al cielo.
Lo único que me llegaba a despegar de él eran las tiendas con ingredientes exóticos y las hermosas mujeres que pululaban por allí, poco más. Y con eso me sentía feliz.

Byakuro no esperaba aquel brusco despertar, aunque sentir el cálido cuerpo de su acompañante sobre él lo hizo dulce e incluso placentero. Sonrió a la chica y le dio un suave beso en la frente. El intento de susto no había funcionado como Yoko esperaba:

- Bueno, Yoko-chan... lo mejor sería que primero salieras de encima de mí, aunque no me importaría pasarme el día así... -tras eso, se incorporó y se puso en pie. Estaba en ropa interior, con lo que agarró un montón de ropa arrugada sobre la silla del cuarto y se vistió frente a ella, con su traje de Practicante de Ryu Yoshiki. No le importaba en demasía, al fin y al cabo, que su alumna lo viera casi desnudo.

Tras prepararse, agarró su bolsa y su bastón, y se dispuso a salir del camarote. El exterior era agradable, con un cielo azul salpicado de nubes que semejaban enormes bolas de algodón en el cielo. Sonrió y empezó a caminar por las calles del pequeño pueblo situado al pie de la base de la Marina.

- Bueno, imo... -Byakuro se cortó, durante un instante había estado a punto de llamar imoto a Yoko, un término que tan solo empleaba con gente especial. Meditando para sí, supo que ella era especial igualmente- imoto, ¿a dónde te apetece ir?

Seguía caminando por la mitad de aquellas tiendas cuando de pronto algo en mi cuerpo me obligó a moverme hacia la base marine. Era muy extraño ya que ni en sus pesadillas iba allí. Solamente bastaba con que por su cabeza pasaran las ganas de matar y montaría un escándalo. Pero aunque su mente mandaba dar vuelta atrás, su cuerpo dictaba camino hacia la base. Se tendría que aguantar.

Lo único que pensaba era en no montar ningún desastre, poco más. En cuanto llegó a las calles que daban a la base militar, se puso a darle vueltas inconscientemente. Parecía raro, pero ese lugar tenía buenas vistas al mar. En cuanto veía por las rejas algún marine, miraba hacia otro lado y intentaba pensar en otras cosas.

En un rato se le cansaron las piernas y se sentó al lado de una cuesta, mirando hacia el mar iluminado por el sol que estaba en su punto más alto. Le entraba un poco de hambre, pero no quería alejarse de aquella vista. Podría aguantar un rato más.

El acantilado... un buen lugar, seguramente tan bueno como cualquier otro. El chico asintió y dejó que su compañera guiase. Empezaron a ascender lentamente hasta la zona, desde la que podía verse gran parte de la isla, además de unas espectaculares vistas al océano. Sin embargo, cuando llegaron al lugar, vio algo que le hizo tensar todos sus músculos.

- ¿Qué demonios...? -Byakuro observó con seriedad al gyojin que estaba allí. No sabía si él los había visto, aunque dada la ausencia total de personas en aquel lugar, si no lo había hecho solo era cuestión de tiempo.

Aún recordaba con odio a los Gyojin que habían destruido su isla natal. Según había leído, ahora estaban desaparecidos del mapa, si no muertos. Muchos de ellos habían caído en Mariejoa, cosa que había hecho que el cazador hubiera dejado de lado momentáneamente su venganza. Pero cuando hubiera recuperado sus fuerzas, volvería. Y los cazaría uno a uno, a todos aquellos supervivientes. Sin embargo, aquel gyojin no parecía un miembro de aquella despiadada banda pirata. Es más, era normal que no lo fuera... ¿qué harían aquellos gyojins en una isla tan alejada de Mariejoa como aquella? No tenía sentido. Esto hizo que Byakuro se relajara ligeramente.

- ¡Ohayo! -dijo mientras se acercaba, aparentando tranquilidad, hacia el híbrido.

Estaba eclipsado mirando al mar. Estaba tranquilo. Hasta que de pronto escuchó unos pasos y a continuación una voz que me saludaba. Era voz de hombre así que no le dí importancia y seguí absorto en mis pensamientos, ignorándolo totalmente.

No era raro el escuchar la voz de un hombre cerca ya que esto era una isla bastante habitada. Además, a menos que fuera una hermosa mujer poco me importaba. Si fuera un marine, quizás me lo pensaba y aprovechaba la situación en el barranco.

Por mera curiosidad, levanté la cabeza y observé un hombre de extraño pelo, con cara muy infantil y parecía algo fuerte. No me importaba aquel sujeto en absoluto así que seguí mirando aquel hermoso mar.

- Tranquila, Yoko-chan -murmuró el cazador, haciendo un gesto hacia la cazadora, extendiendo el brazo y apuntándola con la palma de la mano-. ¿Te importa si nos sentamos a tu lado? -le preguntó al hombre pez, mientras se sentaba en el suelo a un par de metros de él.

El enorme gyojin empequeñecía el cuerpo delgado y fibroso del cazador, que observó el mar en silencio. Una suave brisa ascendía desde la costa, revolviendo los mechones de pelo del chico. Era delicioso a la par que relajante. Sonrió a Yoko y dio un par de golpecitos a su lado, en el suelo, invitándola a sentarse.


En ese momento, Byakuro escuchó ruidos de disparos. ¿Entrenamientos militares en la base de la Marina? Posiblemente. Sin embargo, aquel repentino ruido había quebrado la tranquilidad de aquel idílico momento. Frunció el ceño, algo molesto. Malditos escandalosos. Menos mal que él era una persona discreta, no como aquellos marines que se dedicaban a disparar al aire sin ton ni son.

- Aish... que agradable. -murmuró, llevándose las manos a la nuca y dejándose caer de espaldas en la hierba.

Estaba perdido en la vista de aquel mar pero una chica de hermosas cualidades me asustó.
Entre el susto y que era hermosa no presté atención de lo que decía y solté un tonto:

-Sí.

No sabía que me había preguntado pero algo tendría que responder. A continuación se sentó aquel extraño hombre a mi lado y seguidamente su compañera. ¿Por qué se tenía que sentar el hombre en la mitad?
Nada más sentarse, escuché un disparo proveniente de la marina que me enervó la sangre. Quería entrar allí y matar a todos pero debería aguantarme. Ahora había incluso más testigos.

Algo debía decir así que le pregunté a la bella chica:

-¿Cuál es tu nombre, dama? No se suele ver mujeres así de guapas por aquí.

Al hombre simplemente le dediqué una sonrisilla de mentira para que no se enfadara conmigo. Luego le dije:

-Hola. ¿Y su nombre es...

- Byakuro Kyoya. -respondió el hombre con una voz pausada. La verdad, aquel pescado parecía bastante más interesado en Yoko que en él. No lo culpaba, pero le parecía extraño que un gyojin estuviera interesado en una mujer humana. Aunque cosas más raras había visto ya.

Observó el mar, pensando en sus cosas. Aún no se había encontrado con todos sus compañeros de Kurausu no Furenzu. Sintió un movimiento en el hombro, y un par de pequeñas garras ganchudas se clavaron débilmente en su piel. Eran las patas de su compañero emplumado, Mostaza. Aquel animal que había encontrado un tiempo atrás, y que por caprichos del destino lo veía como a su madre. Había empezado a crecer, y una pequeña capa de plumas verdes empezaba a formarse lentamente sobre su cuerpo. El cazador rebuscó en su bolsa y le dio un malvavisco al pájaro.

- Yoko-chan, tenías razón... las vistas son espectaculares... y el lugar es genial... -el cazador cerró los ojos, con una sonrisa en los labios. Era relajante estar allí, y la brisa refrescaba el cálido ambiente. Incluso podía ignorar al gyojin que había a su lado y pensar en las musarañas, como hacía tiempo que su atormentada mente no le dejaba. Empezó a ignorar todo lo que ocurría a su alrededor, entrando en un estado de duermevela. Su respiración se relajó, y se volvió más suave y profunda, al tiempo que todos sus músculos se relajaban.

Viendo que las dos personas se empezaban a dormir allí como yo, me levanté del suelo. Le tendí la mano a la hermosa mujer, me acerqué a su oído y susurré:

-Lowell. Lowell Jakall.

Tras esto me puse recto, le tendí la mano de nuevo y le ofrecí un montón de planes:

-¿Quieres que vayamos a alguna zona de ocio? ¿O la playa quizás? Tu dí y cumplo órdenes.

Quizás el hombre que se encontraba a su lado podría darme algún problema pero tendría que aguantarme y superarle. Viendo más de cerca al hombre parecía que era fuerte, seguro de sí mismo y sabio. Me molestaba un poco que hubiera venido, hubiera perturbado mi paz y se quedaba aquí, dándole igual lo que pensaba. Por la mujer no me importaba pero sí por el hombre.

Además, intentaba alejarme lo más rápido de aquel lugar. Le atraía tanto por aquella paz. Pero ahora que no estaba, era un barranco más al lado de los seres que más odiaba. Y encima no paraban de pegar disparos sin ton ni son como si fueran niños.

Byakuro entreabrió un ojo, y observó sonriente a Yoko. Tras eso echó una mirada a Lowell. Bueno, tal vez dar una rápida visita por la isla no fuera un mal plan al fin y al cabo.

- Está bien, podemos probar a dar una vuelta. Es posible que haya sitios interesantes que visitar. -dijo mientras se levantaba.

Ese lugar era bonito, aunque el paisaje y el ambiente quedaban empañados debido al sonido de fondo de armas de pólvora descargándose. Pues vaya, menudo momento habían elegido para ponerse a practicar tiro. El cazador agarró sus cosas y miró al gyojin con una ceja arqueada.

- Bueno, Lowell-kun... ¿nos llevas a dar un paseo? Mi alumna parece interesada en ver la isla, y no me gustaría que se quedase con las ganas... -sonrió al hombre pez, dándole a entender que su compañía sería bienvenida. Era un tipo callado, pero seguramente llevara más tiempo en aquella isla que ellos dos y la conociera algo mejor.

Me pedían un tour por la isla. No es que fuera muy bueno en esto pero tenía que complacer a la dama.
Cogí la mano de la mujer con la mano derecha y con la mano izquierda le hice un gesto al otro para que viniera.

Tuve que pasar un rato viendo marines hasta encontrar las escaleras que bajaban a la ciudad y eso no me hacía ninguna gracia. Seguramente se me notara en mi expresión un poco de enfado.

Al primer lugar donde quería llevarlos era el mercadillo. Para la mujer, unas joyas. Y para aquel hombre... ¿comida? No es que se lo notara ningún gusto en especial, ni siquiera al pasar por el mercadillo. Pasaba de todo por igual y nada quería. A mí se me veía fascinado por los ingredientes exóticos de allí pero no tenía dinero alguno. Aprovechando un descuido los llevé a la calle mayor de la ciudad. Estaba lleno de bares y zonas recreativas.

-¿Queréis entrar a algún sitio? Porque esta isla tiene poco que enseñar. A parte de esto está la base marine y la playa. Y a ninguno os veo con ganas de ir.

Byakuro se encogió de hombros. Aquel gyojin los empezó a pasear, agarrando de la mano a Yoko. Byakuro observó las calles del pueblo, sin perder ni un solo detalle. Llegaron a una zona con puestos callejeros. Debía ser día de mercado, ya que se respiraba la actividad, y los comerciantes anunciaban sus mercancías a voz en grpo.

- Está bien, Yoko-chan. Vamos a donde te apetezca. -el chico asintió y entró detrás de la chica y el hombre pez en el bar.

El interior estaba cargado, con un olor a vino, a humanidad y a algo que el cazador identificó como tortilla. En uno de los lados del lugar, junto a un pequeño ventanal había una mesa que parecía estar libre. El chico se dirigió a la mesa y se sentó en una de las sillas, observando el lugar. Parecía ser una taberna de éxito, salvo por aquella mesa, no habían más sitios vacíos en allí. Una mujer rubia de pecho generoso, ojos azules y tez pálida se acercó a la mesa, y tras observar a los tres, preguntó:

- ¿Qué desean, señores? -la mujer se agachó sobre la mesa, pasando un paño con rapidez, para luego agarrar un bloc de notas para apuntar el pedido.

Decidieron entrar a un bar de por allí y le seguí, sentándome en una mesa al lado de la ventana. Había bastantes murmullos por todos lados ya que el bar estaba lleno. Nos vinieron a pedir nota y lo primero que dije fue:

-Un vaso de agua para mí.

Iba a necesitarla. Me habían pedido que hablara sobre mí así que solamente necesitaba eso y su atención. Todos terminaron de pedir y les conté lo primero que debían saber de mí.

-Me habéis pedido que hable sobre mí, ¿no? Pues en resumidas palabras, soy un cazarrecompensas novato que por ahora trabaja en un bar de poca monta para irse de aquí. Amo a las mujeres y poco más. Supongo que ya lo habréis notado, pero soy un gyojin. Exactamente, un tiburón.

Hice una pausa hasta que trajeron el pedido, bebí un gran trago de agua y proseguí:

-¿Y ustedes? ¿Qué hacen por aquí? No es normal ver gente así por estos lares.

Bebí otro trago, terminé el vaso y espere una respuesta.

Byakuro analizó la situación. Él sí había tenido encuentros con gyojins, y la mayoría habían terminado con sangre y muerte. No era tensión, sino más bien algo de cautela. Si aquel gyojin intentaba algo raro, lo detendría, sin importarle si era cazador o el hijo del Gorosei. Al menos ahora parecía algo más relajado que antes, por lo que el peliblanco sonrió con afabilidad y soltó un suspiro de alivio. La camarera volvió con las bebidas de Yoko y Lowell. Byakuro le dio un par de billetes a la chica, pagando las bebidas.

- Bueno, no quiero parecer grosero, Lowell-kun. Pero si quieres irte, ¿no eres libre de hacerlo? Eres un gyojin, sabes nadar... esas cosas -tal vez hubiera algo que impedía al híbrido nadar, pero a Byakuro la situación le parecía extraña. Tras eso, añadió-. Voy un momento al baño.

El chico se levantó, sin dejar de prestar atención a la mesa, y preguntó a la camarera la localización del servicio. La mujer le indicó una pequeña puerta al fondo a la derecha del lugar. El cazador entró, cerrando la puerta tras de sí, y se apoyó en el lavabo, abriendo el grifo y dejando el agua fluir.

Nos quedamos a solas. La dama y yo. El pelopincho se había ido al baño. Aproveché y le comenté cosas sobre mí:

-Cazarrecompensas, ¿no? Pues creo que por aquí hay un criminal. Tiene baja recompensa, eso es cierto, mas menos da una piedra, digo yo. Digo yo que será débil, ya que ni supera 10 millones. - Suspiré ya que si íbamos a por él, debíamos entregarlo a los marines - Ah, por mera curiosidad... ¿Solamente van ustedes dos, a solas por el mundo? De no ser así, ¿por qué van sin ellos?

Me eché en el respaldo de la silla y puse los pies en la silla, ya vacía, ocupada por el peliblanco. Podía ser de mala educación, mas tampoco me importaba la idea que tuvieran los lugareños de mí. ¿Me iba a ir, no? Así que si tenían mala idea de mí, pronto se librarían de ella.

-También... ¿De verdad sois cazarrecompensas? Acostumbro a ver cazadores por la isla y solamente veo hombres hipermusculados con cara de malas pulgas. Comparados con ellos, parecéis muy débiles. - Me reí, para luego esbozar una sonrisa - Aunque mira quien fue a hablar... Yo soy uno de esos hombres. Parezco un armario. Aunque espero no tener esa cara - Me hice una imagen mental de como sería con esa cara y no pare de reir en un rato. - No me imagino como ellos, la verdad.

Byakuro observó el agua llenando el lavabo poco a poco. Era relajante verse reflejado como en un espejo distorsionado. Suspiró y sumergió las manos, formando un cuenco con ellas y refrescándose el rostro. Agradecía aquello, necesitaba despejarse un poco. Tras realizar el mismo ritual varias veces, dejó escurrirse toda el agua por el sumidero. Se secó las manos con una pequeña toalla blanca que habían dejado allí, y entonces escuchó un fuerte alboroto en el lugar. Sus ojos se entrecerraron, y su mirada pasó a ser fría como el hielo.

El cazador salió rápidamente del baño, para ver cuál era la causa de tal revuelo: Y entonces vio a Yoko emplear su poder para tratar de inmovilizar a Lowell contra la silla. El chico se relajó de inmediato. Pensó que podía ser algo grave. Se acercó lentamente a la mesa y aproximó su boca al oído de la chica. Dejó salir una suave y tibia voz, casi seductora, en forma de susurro:

- Yoko-chan... deberías tratar de llamar menos la atención. Has asustado a los demás clientes con tu pequeño truco.

Se apartó lentamente de la chica, y miró a la clientela, que observaban a la joven como si de un demonio se tratase. Ay, las ignorantes gentes del East Blue. Para ellos, las Akumas No Mi no eran más que mitos y cuentos de viejas.

De pronto, brotaron unos tentáculos del cuerpo de la señorita. Ocurría eso de nuevo... Y esta vez no era en una pelea, o eso esperaba. Todas las personas que estaban allí se quedaron pasmados al igual que yo. Me sobresalté de tal manera que pegué un rodillazo a la mesa y me dolió unos minutos que se hicieron un tanto largos.

-¿Qué haces? ¿Y qué es esto?

Si pudiera haber visto en ese momento mi cara, juraría que habría sido entre miedo y atracción, me gustaban las chicas que se podían proteger solas. No hacía movimiento alguno, ya fuera por calmar a la mujer si le ocurría algo o por no hacerle daño. Al momento, salió el pelopincho del baño, el cual se quedó sorprendido al ver lo que ocurría.

-A ver... ¿Me explicas qué es lo que acabas de hacer? Me he quedado alucinado. Además, retiro el comentario de que son débiles. Me has podido aferrar al sillón sin siquiera moverte y eso ya te hace bastante peligrosa. Ah... ¿Me puedes quitar esto ya?