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Akuma no mi
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La suave brisa marina, las olas, el ligero balanceo de la nave y el ruido en cubierta, acompañado de algunos crujidos de la madera y del graznido de las gaviotas que surcaban los cielos por encima de ellos. Eso era todo lo que llegaba hasta los oídos del pelirrojo, que se encontraba sentado en la cubierta del barco, apoyado en la pared de uno de los camarotes con los brazos cruzados y los ojos cerrados, dormitando. Y todo el mundo se preguntará: ¿de dónde narices han sacado un barco estos zumbados? La verdad era que ni el capitán lo sabía. Naram dijo que era de su propiedad, pero como para él todo le pertenecía no sabía hasta qué punto aquello era verdad. Tampoco le importaba demasiado.
Abrió los ojos, mirando a las aves algo molesto, al igual que a sus compañeros, pues el ruido que producían no le dejaba dormir tranquilamente. ¿Acaso era tanto pedir? Incluso sus antiguos amos respetaban más sus horas de sueño que aquella panda de tarados. Resopló molesto y se puso en pie, dirigiéndose hacia la proa del barco y apoyándose en la barandilla, mirando con indiferencia hacia el horizonte.
Había dejado al cargo del timón a Lanxerot, dándole las indicaciones pertinentes sobre qué rumbo debía seguir. Él era el navegante, pero de vez en cuando le entraba sueño y prefería tomarse algunos descansos. Solo esperaba que esta vez no hubiese consumido nada raro durante el viaje, o terminarían perdidos en medio del mar.
Echó un vistazo por cubierta, tratando de descubrir a qué se estarían dedicando sus tripulantes en ese momento. Supuso que a perder el tiempo, como siempre, aunque él no era el más indicado para decirlo. Aún les quedaría como mínimo una semana de viaje hasta llegar al Reino de Arabasta. Yoko le había hablado sobre este y la verdad es que sentía curiosidad por ver aquellos mares de arena. Tal vez se la encontrase de nuevo allí. Se estiró, bostezando ampliamente y mostrando sus dientes, que por su akuma no mi se habían vuelto más afilados de lo normal (o más bien, porque los mantenía así por propia voluntad).
Su estómago comenzó a producir ruidos que le avisaban de que la hora de comer estaba próxima. "Iré a buscar a Lanxerot... Aunque no se qué habrá de comida aquí. Espero que algo de carne... Tal vez ternera... O... Ag, si no fuese por Rito seguro que tendríamos algo de conejo" pensaba al tiempo que chasqueó la lengua, algo molesto. Se dirigió hacia la zona del timón, buscando a Lanx.
- Oye, tengo hambre -le dijo tranquilamente, sin añadir nada más. Él ya sabría lo que quería decir con eso.
Abrió los ojos, mirando a las aves algo molesto, al igual que a sus compañeros, pues el ruido que producían no le dejaba dormir tranquilamente. ¿Acaso era tanto pedir? Incluso sus antiguos amos respetaban más sus horas de sueño que aquella panda de tarados. Resopló molesto y se puso en pie, dirigiéndose hacia la proa del barco y apoyándose en la barandilla, mirando con indiferencia hacia el horizonte.
Había dejado al cargo del timón a Lanxerot, dándole las indicaciones pertinentes sobre qué rumbo debía seguir. Él era el navegante, pero de vez en cuando le entraba sueño y prefería tomarse algunos descansos. Solo esperaba que esta vez no hubiese consumido nada raro durante el viaje, o terminarían perdidos en medio del mar.
Echó un vistazo por cubierta, tratando de descubrir a qué se estarían dedicando sus tripulantes en ese momento. Supuso que a perder el tiempo, como siempre, aunque él no era el más indicado para decirlo. Aún les quedaría como mínimo una semana de viaje hasta llegar al Reino de Arabasta. Yoko le había hablado sobre este y la verdad es que sentía curiosidad por ver aquellos mares de arena. Tal vez se la encontrase de nuevo allí. Se estiró, bostezando ampliamente y mostrando sus dientes, que por su akuma no mi se habían vuelto más afilados de lo normal (o más bien, porque los mantenía así por propia voluntad).
Su estómago comenzó a producir ruidos que le avisaban de que la hora de comer estaba próxima. "Iré a buscar a Lanxerot... Aunque no se qué habrá de comida aquí. Espero que algo de carne... Tal vez ternera... O... Ag, si no fuese por Rito seguro que tendríamos algo de conejo" pensaba al tiempo que chasqueó la lengua, algo molesto. Se dirigió hacia la zona del timón, buscando a Lanx.
- Oye, tengo hambre -le dijo tranquilamente, sin añadir nada más. Él ya sabría lo que quería decir con eso.
Naram
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Akuma no mi
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Estaba durmiendo plácidamente en uno de los pocos camarotes individuales de su barco mientras hacían un viaje hacia el Reino de Arabasta, se le había antojado a Souh, aunque por llamarse "Reino" tenia curiosidad por ir, ¿cual es el lugar más adecuado para un rey que un reino? Le gustaría charlar con quien mandara allí, y con su labia seguro que conseguiría hospedaje digno de él.
El barco comenzó a zarandearse a causa de unas olas un poco más grandes que el resto, haciendo que se el rey se desvelara de su sueño. Puso su brazo sobre su cara, tratando de taparse los ojos para ya levantarse sin que la luz del sol le fastidiara mucho. "Me pregunto cuanto quedará para llegar... Estoy empezando a aburrirme" pensó mientras se levantaba y se dirijía a una mesa donde tenia una copa vacía junto a una botella de vino, se echo un poco y sin dejar todavía la botella de nuevo en la mesa leyó de que año era.
- Que tenga que beber de estos vinos... Ese sucio mercader no tenia nada mejor... Tss
Dejo la botella en la mesa y salió a la cubierta con la copa en mano y bebiendo un sorbo, cerro la puerta del camarote y contempló un poco la escena intentando buscar algo con lo que entretenerse apoyado en la pared mientras bebía de la copa sin encontrar nada que le llamara la atención. Vio al capitán dándose una vuelta, estaría en la misma situación que él, solo que parecía que ya se decidió sobre que hacer.
Al ver que nada le llamaba la atención volvió a entrar en el camarote y se sentó delante de la mesa, echó a un lado la copa y la botella y se acercó un tablero de Shōgi para matar el tiempo jugando un poco el solo, le recordaba a cuando estaba en Zábalam, solo que en el barco no había muchos contrincantes que le oponieran mucha resistencia, al fin y al cabo era el estratega de la banda, y uno muy reconocido por otros reinos del West Blue.
El barco comenzó a zarandearse a causa de unas olas un poco más grandes que el resto, haciendo que se el rey se desvelara de su sueño. Puso su brazo sobre su cara, tratando de taparse los ojos para ya levantarse sin que la luz del sol le fastidiara mucho. "Me pregunto cuanto quedará para llegar... Estoy empezando a aburrirme" pensó mientras se levantaba y se dirijía a una mesa donde tenia una copa vacía junto a una botella de vino, se echo un poco y sin dejar todavía la botella de nuevo en la mesa leyó de que año era.
- Que tenga que beber de estos vinos... Ese sucio mercader no tenia nada mejor... Tss
Dejo la botella en la mesa y salió a la cubierta con la copa en mano y bebiendo un sorbo, cerro la puerta del camarote y contempló un poco la escena intentando buscar algo con lo que entretenerse apoyado en la pared mientras bebía de la copa sin encontrar nada que le llamara la atención. Vio al capitán dándose una vuelta, estaría en la misma situación que él, solo que parecía que ya se decidió sobre que hacer.
Al ver que nada le llamaba la atención volvió a entrar en el camarote y se sentó delante de la mesa, echó a un lado la copa y la botella y se acercó un tablero de Shōgi para matar el tiempo jugando un poco el solo, le recordaba a cuando estaba en Zábalam, solo que en el barco no había muchos contrincantes que le oponieran mucha resistencia, al fin y al cabo era el estratega de la banda, y uno muy reconocido por otros reinos del West Blue.
Adam
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Hacía un día tranquilo, el mar estaba en cierta calma por lo que el capitán me dejo al mando del timón. La verdad es que todo transcurría de una manera tan lenta, tan monótona. Era simplemente aburrido.
Por fortuna hacía una agradable brisa marina, lo que contribuía a evitar mis más que temidos mareos, aunque había encontrado unas manera de evitarlos.
La primera era fumar ya que me evadía de la sensación y el menear de las olas. Otra era volar un poco con mi forma híbrida o completa lo cual me despejaba mucho y finalmente la tercera eran unas pastillas a base de plantas naturales, un remedio del West Blue que había resultado ser muy eficaz.
Aunque la verdad es que en esos momentos tenía otras preocupaciones, la primera es que el café se estaba acabado. La segunda era que el tabaco tambien estaba bajo mínimos y la tercera es que tenía un poco de mono de cocaína.
-"Sin coca, sin tabaco, ¡Sin café!" -pensaba aterrado.
El caso es que el resto de la tripulación andaba extremadamente silenciosa, me atrevería a decir que incluso aburrida. Yo la verdad es que me aburría estar a cargo del timón, prefería estar en el costado de babor en una pequeña butaca de madera, fumando un poco de tabaco acompañado con una taza de café bien cargado y en compañía de una colección de leyendas que andaba leyendo últimamente tratando averiguar un poco más sobre mi pasado.
Tras lamentarme un poco encontré una manera bastante divertida de pasar el rato, puede sonar estúpido, pero en mi cabeza comenzó a resonar una melodía que hacía tiempo que no escuchaba. Fue durante mi periplo por el archipiélago de la isla del Karate. Tenía ritmo, garra...y una letra de lo más simple y cómica. Mientras yo seguía absorto en la canción el capitán me pidió que hiciera la comida de esa manera tan sutil de decirlo, me recordaba a un niño pidiendo la comida, a lo cual yo respondí:
-Carrito, carrito de azúcar- completamente hipnotizado por mis recuerdos.
Tras esto fui como en un estado de zombi, tambaleándome, bailando de una manera algo sensual, al ritmo de la estúpida canción , maldita monótona canción. Tras llegar a la cocina encendí fogones y puse un disco de vinilo con la canción en cuestión, mientras tarareaba su letra, la cual iba variando según me parecía lo que decía la voz caribeña del cantante.
Lo tenía claro haría pez espada a la plancha, acompañado con una guarnición de verduras a la plancha con un chorrito de aceite y una deliciosa salsa.
Por fortuna hacía una agradable brisa marina, lo que contribuía a evitar mis más que temidos mareos, aunque había encontrado unas manera de evitarlos.
La primera era fumar ya que me evadía de la sensación y el menear de las olas. Otra era volar un poco con mi forma híbrida o completa lo cual me despejaba mucho y finalmente la tercera eran unas pastillas a base de plantas naturales, un remedio del West Blue que había resultado ser muy eficaz.
Aunque la verdad es que en esos momentos tenía otras preocupaciones, la primera es que el café se estaba acabado. La segunda era que el tabaco tambien estaba bajo mínimos y la tercera es que tenía un poco de mono de cocaína.
-"Sin coca, sin tabaco, ¡Sin café!" -pensaba aterrado.
El caso es que el resto de la tripulación andaba extremadamente silenciosa, me atrevería a decir que incluso aburrida. Yo la verdad es que me aburría estar a cargo del timón, prefería estar en el costado de babor en una pequeña butaca de madera, fumando un poco de tabaco acompañado con una taza de café bien cargado y en compañía de una colección de leyendas que andaba leyendo últimamente tratando averiguar un poco más sobre mi pasado.
Tras lamentarme un poco encontré una manera bastante divertida de pasar el rato, puede sonar estúpido, pero en mi cabeza comenzó a resonar una melodía que hacía tiempo que no escuchaba. Fue durante mi periplo por el archipiélago de la isla del Karate. Tenía ritmo, garra...y una letra de lo más simple y cómica. Mientras yo seguía absorto en la canción el capitán me pidió que hiciera la comida de esa manera tan sutil de decirlo, me recordaba a un niño pidiendo la comida, a lo cual yo respondí:
-Carrito, carrito de azúcar- completamente hipnotizado por mis recuerdos.
Tras esto fui como en un estado de zombi, tambaleándome, bailando de una manera algo sensual, al ritmo de la estúpida canción , maldita monótona canción. Tras llegar a la cocina encendí fogones y puse un disco de vinilo con la canción en cuestión, mientras tarareaba su letra, la cual iba variando según me parecía lo que decía la voz caribeña del cantante.
Lo tenía claro haría pez espada a la plancha, acompañado con una guarnición de verduras a la plancha con un chorrito de aceite y una deliciosa salsa.
rataciado
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No había salido de mi camarote desde que salimos del puerto, me había pasado todo el tiempo con las posibles teorías de mi proyecto. Me sumí en mis libros de medicina, física y química. Pero el ruido de las gaviotas y yo que no estoy muy acostumbrado a la mar. Me hizo imposible avanzar como me hubiera gustado. Necesitaba un poco de aire libre, el aroma del camarote se me hacía ya un poco duro, hasta el punto de ser nauseabundo. Además las malditas gaviotas no paraban de molestar e interrumpían la hora de la siesta.
Malditos pajarracos.
Al salir de mi camarote seguí un camino algo largo, suerte que recuerdo como se llega arriba. El camino me fue algo accidentado, al no estar muy acostumbrado al mar el viraje del barco me hizo tropezar varias veces con objetos del barco y vigas.
Alguien tendría que recoger todo esto.
Al salir a cubierta, la luz del sol me cegó momentáneamente cerrando fuertemente los ojos, la poca luz que pasaba por la escotilla no era nada comparado con el esplendido sol de aquella mañana…. o tarde, realmente no se qué hora es. Al abrir los ojos vi una enorme extensión de mar que seguía hasta donde me alcanzaba la vista, el cielo estaba despejado y el viento soplaba a nuestro favor luego gire mi cabeza a cubierta y observe durante un rato a varios miembros de la tripulación en cubierta haciendo su vida.
Era gracioso, todo este tiempo junto nos ha unido bastante. Nunca creí que los fuera a coger cariño.
Me estiré un poco para reanimar mis músculos entumecidos por la humedad y la inactividad, luego me dirijo al castillo de proa para ver como el barco rompía el oleaje. Cuando me acomode, pensé en todo lo que había pasado. Pero al poco tiempo me vi interrumpido por una sensación de hambre .
¿Qué comeremos hoy?
La interrupción me recordó que tenía mi flauta travesera conmigo, fui a buscarla a mi camarote y volví con las mismas dificultados que antes. Me puse a tocar en cubierta sentado en una caja.
Malditos pajarracos.
Al salir de mi camarote seguí un camino algo largo, suerte que recuerdo como se llega arriba. El camino me fue algo accidentado, al no estar muy acostumbrado al mar el viraje del barco me hizo tropezar varias veces con objetos del barco y vigas.
Alguien tendría que recoger todo esto.
Al salir a cubierta, la luz del sol me cegó momentáneamente cerrando fuertemente los ojos, la poca luz que pasaba por la escotilla no era nada comparado con el esplendido sol de aquella mañana…. o tarde, realmente no se qué hora es. Al abrir los ojos vi una enorme extensión de mar que seguía hasta donde me alcanzaba la vista, el cielo estaba despejado y el viento soplaba a nuestro favor luego gire mi cabeza a cubierta y observe durante un rato a varios miembros de la tripulación en cubierta haciendo su vida.
Era gracioso, todo este tiempo junto nos ha unido bastante. Nunca creí que los fuera a coger cariño.
Me estiré un poco para reanimar mis músculos entumecidos por la humedad y la inactividad, luego me dirijo al castillo de proa para ver como el barco rompía el oleaje. Cuando me acomode, pensé en todo lo que había pasado. Pero al poco tiempo me vi interrumpido por una sensación de hambre .
¿Qué comeremos hoy?
La interrupción me recordó que tenía mi flauta travesera conmigo, fui a buscarla a mi camarote y volví con las mismas dificultados que antes. Me puse a tocar en cubierta sentado en una caja.
- Canción:
- https://www.youtube.com/watch?v=fPIqknQjPD4
Maze
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Hacía muy buen día, demasiado bueno para pasarlo encerrada en un camarote, más sabiendo que solo los que tenían poder en el barco y la tripulación (Akagami, Lanxelot y Naram) tenían camarote propio y que ella se había integrado hacía poco en la tripulación, lo que hacia que, a pesar de su facilidad para hablar y su poder para agradar a la gente eran sorprendentes, prefiriera pasarse el día en la cubierta, dando vueltas de un lado a otro cómo un felino curiosos.
en aquel momento se encontraba subida en la vigía del palo mayor, tenía ganas de avistar tierra, ya que ella sí había estado en una ocasión en aquel país de arena, de hecho, conoció a un par de atolondrados que se volvieron sus amigos: Una chica de cabello pelirrojo llamada Yoko y su pequeño compañero, Cosquillas. -Me pregunto si estarán en Abarastra....han pasado ya dos años...-
Se mantuvo un rato más ahí arriba, ojeando tanto el mar como el barco de vez en cuando, de hecho, si no fuera por que oyó a su capitán preguntar por la comida no habría bajado. Ella también tenía algo de hambre, por lo que agarró una cuerda, de las que servían para izar las velas y la usó para bajar con mayor rapidez, cayendo a escasos metros de Akagami.
en aquel momento se encontraba subida en la vigía del palo mayor, tenía ganas de avistar tierra, ya que ella sí había estado en una ocasión en aquel país de arena, de hecho, conoció a un par de atolondrados que se volvieron sus amigos: Una chica de cabello pelirrojo llamada Yoko y su pequeño compañero, Cosquillas. -Me pregunto si estarán en Abarastra....han pasado ya dos años...-
Se mantuvo un rato más ahí arriba, ojeando tanto el mar como el barco de vez en cuando, de hecho, si no fuera por que oyó a su capitán preguntar por la comida no habría bajado. Ella también tenía algo de hambre, por lo que agarró una cuerda, de las que servían para izar las velas y la usó para bajar con mayor rapidez, cayendo a escasos metros de Akagami.
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Akuma no mi
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Me encontraba subido sobre el mascaron de proa. Justo sobre el bauprés del barco, aquel palo que sobresalía apuntando hacia la delantera, sentado de manera semi tumbada leyendo uno de los libros que había sacado del camarote de lanxe gracias a uno de los fantasmas. La verdad es que era más bien poco entretenido pero no tenía nada mejor. Me hubiera gustado haber podido comprar algunos antes de salir. Podría tener mi propia biblioteca en nuestro futuro barco o alguna cosa de esas. Estaría muy bien.
Cerré el libro y me estiré, llevaba toda la noche leyendo y no había dormido aunque no me encontraba nada cansado. Bajé de donde me encontraba con sumo cuidado y me puse en camino hacia la zona de camarotes. Quería comentarle mi idea a Naram seguro que él me podía conseguir libros antiquísimos y esa idea me gustaba demasiado. Dejé el libro con la página marcada sobre un reposa manos cercano a la puerta de la cocina, se olía la comida a si que lanxe estaría allí, me ahorraría tener que llevarlo a su camarote. Bajé hasta los camarotes y toqué la puerta de Naram. -¿Naram? Me preguntaba si su majestad tendría tiempo para un par de preguntas y charlar un rato.- A pesar de que todos pudieran pensar que era un poco egocentrico y su actitud era rara a mí me caía bien. Además le había llamado de su majestad por que seguro eso le agradaría o al menos eso creía.
Cerré el libro y me estiré, llevaba toda la noche leyendo y no había dormido aunque no me encontraba nada cansado. Bajé de donde me encontraba con sumo cuidado y me puse en camino hacia la zona de camarotes. Quería comentarle mi idea a Naram seguro que él me podía conseguir libros antiquísimos y esa idea me gustaba demasiado. Dejé el libro con la página marcada sobre un reposa manos cercano a la puerta de la cocina, se olía la comida a si que lanxe estaría allí, me ahorraría tener que llevarlo a su camarote. Bajé hasta los camarotes y toqué la puerta de Naram. -¿Naram? Me preguntaba si su majestad tendría tiempo para un par de preguntas y charlar un rato.- A pesar de que todos pudieran pensar que era un poco egocentrico y su actitud era rara a mí me caía bien. Además le había llamado de su majestad por que seguro eso le agradaría o al menos eso creía.
Era un día bastante bonito, la verdad. Sol, un par de nubes, cierta brisa cálida, graznido de gaviotas de alta mar y la gravedad actuaba como de costumbre. Aunque esto último representaba un problema bastante importante para Al Naion, el capitán Marine, que caía por algún motivo del cielo como si fuera un martes cualquiera. ¿La razón? Bueno, si hubiera que concretar se podría resumir en que las Skypeians son preciosas y tienen padres demasiado sobreprotectores, aunque la realidad era bastante más cruda. Las Skypeians eran muy osadas, y al parecer la idea de hacer cosas de enamorados en lugares públicos o peligrosos las excitaba. ¿Quién le iba a decir a él que acabaría cayéndose por el borde de una isla flotante? Si lo contaba en algún momento pensaba decir que todo había sido premeditado.
Aún a demasiada altura para distinguir algo más que la uniformidad azul del mar se subió los pantalones y comenzó a hacer lo que mejor se le daba hacer cuando estaba en problemas: Gritar como una niña en apuros. Seguramente en otro momento se habría reído con la imagen de un hombre subiéndose los pantalones mientras caía del cielo, pero estando él en la situación no tenía ni puta gracia. "¿Por qué me meto yo en estos líos?", se preguntaba el marine mientras trataba de esquivar gaviotas que volaban por debajo de él, y se dio cuenta de que se metía en esos problemas por aceptar una sesión de sexo en el borde de una maldita isla flotante. Y aún más por dejarse empujar luego. ¡Aquella furcia le había robado 3.000 berries! Si la volvía a encontrar caería sobre ella todo el peso de la ley. Nadie deja con el calentón al Capitán Al Naion.
Y, como todo en la vida tiene que pasar, Al se estampó contra una gigantesca masa de hielo que generó especialmente para la ocasión cuando iba a caer en el agua. Seguramente contaría muchas veces la historia de cómo se libró de morir ahogado congelando el agua justo antes de caer en ella, pero se ahorraría las palabras clave de "zorra", "empujón", "barranco", y tal vez "erección". Aunque era una buena anécdota para contar en las cenas de nochebuena cuando cumpliera los sesenta y pico. "¿Os he contado alguna vez cómo me iba a acostar con una chica y acabé haciendo una sesión de salto base sin paracaídas? Todo empezó con un calentón en Skypeia...". La verdad era que no sonaba mal del todo, y ya se veía de anciano riendo y contándolo con orgullo, a pesar de no ser algo precisamente bueno. Más bien todo lo contrario.
"Woao, la verdad es que estoy mucho más potente últimamente", se dijo, descubriendo la magnitud del área que había congelado. Podría montar una casa en ese lugar y vivir tranquilamente cosechando... Bueno, si hubiera tierra. La cuestión es que había creado un pequeño islote de unos 100 metros de diámetro, algo bastante asombroso teniendo en cuenta que cuando ingirió la fruta generar un cubito lo agotaba. Ahora sólo necesitaba una forma de marcharse.
-¡Anda, un barco! Mira tú qué bien- dijo, en voz alta, y comenzó a caminar hacia él creando un caminito de hielo. ¿Estaría bien subir por las buenas? Tal vez no, pero si tenían un barco no podían ser mala gente, o sí. ¿Pero qué importaba? Siempre podía agarrar su maletín y tocar el violín para amansar a las fieras.
Subió al barco y observó la cubierta. Era una nave interesante, con gente interesante y un panorama interesante. Ciertamente, era todo interesantemente interesante. En breves la gente se daría cuenta de su presencia, y si eran piratas tal vez fueran algo hostiles hacia su rango en la Marina, por lo que lo mejor era dejar la chaqueta en un rincón e ir a saludar. Primero al navegante, sería descortés no avisarle de que había una masa sólida delante de sus narices.
Dejó el chaquetón en el suelo tras un barril, y subió hasta el puente de mando en su forma de polvo de hielo. Era bastante más discreto que avanzar directamente, alguien podría haberse asustado.
Se situó detrás del navegante, un muchacho pelirrojo, y a su espalda, sin decir nada más, habló. Seguramente lo habría sentido acercarse por la ventolera fría que significaba su forma de polvo, pero tal vez no lo sintiera como una persona. Instantes antes de decir nada se preguntó si sería buena idea hacer aquello, pero en su cabeza sonó un muy convincente argumento: ¿Y por qué no iba a serlo?
-Deberías virar un par de grados, hay un cacho de hielo muy grade a unos treinta metros, y parece bastante sólido.
Aún a demasiada altura para distinguir algo más que la uniformidad azul del mar se subió los pantalones y comenzó a hacer lo que mejor se le daba hacer cuando estaba en problemas: Gritar como una niña en apuros. Seguramente en otro momento se habría reído con la imagen de un hombre subiéndose los pantalones mientras caía del cielo, pero estando él en la situación no tenía ni puta gracia. "¿Por qué me meto yo en estos líos?", se preguntaba el marine mientras trataba de esquivar gaviotas que volaban por debajo de él, y se dio cuenta de que se metía en esos problemas por aceptar una sesión de sexo en el borde de una maldita isla flotante. Y aún más por dejarse empujar luego. ¡Aquella furcia le había robado 3.000 berries! Si la volvía a encontrar caería sobre ella todo el peso de la ley. Nadie deja con el calentón al Capitán Al Naion.
Y, como todo en la vida tiene que pasar, Al se estampó contra una gigantesca masa de hielo que generó especialmente para la ocasión cuando iba a caer en el agua. Seguramente contaría muchas veces la historia de cómo se libró de morir ahogado congelando el agua justo antes de caer en ella, pero se ahorraría las palabras clave de "zorra", "empujón", "barranco", y tal vez "erección". Aunque era una buena anécdota para contar en las cenas de nochebuena cuando cumpliera los sesenta y pico. "¿Os he contado alguna vez cómo me iba a acostar con una chica y acabé haciendo una sesión de salto base sin paracaídas? Todo empezó con un calentón en Skypeia...". La verdad era que no sonaba mal del todo, y ya se veía de anciano riendo y contándolo con orgullo, a pesar de no ser algo precisamente bueno. Más bien todo lo contrario.
"Woao, la verdad es que estoy mucho más potente últimamente", se dijo, descubriendo la magnitud del área que había congelado. Podría montar una casa en ese lugar y vivir tranquilamente cosechando... Bueno, si hubiera tierra. La cuestión es que había creado un pequeño islote de unos 100 metros de diámetro, algo bastante asombroso teniendo en cuenta que cuando ingirió la fruta generar un cubito lo agotaba. Ahora sólo necesitaba una forma de marcharse.
-¡Anda, un barco! Mira tú qué bien- dijo, en voz alta, y comenzó a caminar hacia él creando un caminito de hielo. ¿Estaría bien subir por las buenas? Tal vez no, pero si tenían un barco no podían ser mala gente, o sí. ¿Pero qué importaba? Siempre podía agarrar su maletín y tocar el violín para amansar a las fieras.
Subió al barco y observó la cubierta. Era una nave interesante, con gente interesante y un panorama interesante. Ciertamente, era todo interesantemente interesante. En breves la gente se daría cuenta de su presencia, y si eran piratas tal vez fueran algo hostiles hacia su rango en la Marina, por lo que lo mejor era dejar la chaqueta en un rincón e ir a saludar. Primero al navegante, sería descortés no avisarle de que había una masa sólida delante de sus narices.
Dejó el chaquetón en el suelo tras un barril, y subió hasta el puente de mando en su forma de polvo de hielo. Era bastante más discreto que avanzar directamente, alguien podría haberse asustado.
Se situó detrás del navegante, un muchacho pelirrojo, y a su espalda, sin decir nada más, habló. Seguramente lo habría sentido acercarse por la ventolera fría que significaba su forma de polvo, pero tal vez no lo sintiera como una persona. Instantes antes de decir nada se preguntó si sería buena idea hacer aquello, pero en su cabeza sonó un muy convincente argumento: ¿Y por qué no iba a serlo?
-Deberías virar un par de grados, hay un cacho de hielo muy grade a unos treinta metros, y parece bastante sólido.
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Suspiró pesadamente mientras observaba a Lanxerot dirigirse hacia la cocina. "¿Ya habrá consumido? No tiene remedio" pensó sin quitarle el ojo de encima hasta que hubo desaparecido de su vista. No entendía cómo Mikoto había llegado a nombrarle subcapitán. Lo cierto es que tampoco sabía por qué lo había hecho él mismo. En cualquier caso no podía volver atrás, así que decidió no darle demasiadas vueltas. "Tampoco lo hace tan mal" pensaba mientras trataba de autoconvencerse, volviendo a tomar el timón de la nave. Solo esperaba que al menos no tardase con la comida. Fue entonces cuando escuchó un pequeño rugido, que más que eso parecía un quejido lastimero. Fang acababa de levantarse y se había colocado a los pies del pelirrojo, rodeándose con la cola y volviendo a dormitar. Los viajes le daban sueño y estaba más que claro que no le agradaba permanecer allí. No tenía sitio para cazar ni correr.
- Tendrás que ser paciente. Aún nos falta un buen trecho -dijo en voz baja mientras miraba de reojo a la cría de T-Rex.
Fue entonces cuando Murasaki descendió de la vigía, situándose a escasos metros de él, sin duda atraída por la idea de comer algo. Aquella chica no cambiaría nunca, aunque así estaba bien. Tampoco podía decirse que él fuese muy distinto a ella en ese aspecto. Sacó una pequeña cajetilla de tabaco, extrayendo uno de los cigarros. Lo hizo prender y aspiró, manteniendo el humo en su interior durante un rato antes de soltarlo en un suspiro, provocando que este se alzase formando figuras abstractas a medida que ascendía. Volvió su atención a la chica pelirroja.
- Ve a echar un vistazo en la cocina. Creo que Lanx ha vuelto a drogarse -en su tono se podía notar cierta resignación. Realmente había terminado por acostumbrarse, pero eso no quitaba el peligro que podía suponer tener a ese hombre en la cocina tras consumir aquellas sustancias- Puede llegar a hacer cualquier tontería.
No añadió nada más, simplemente devolvió su mirada al océano. Poco duraría la calma en el barco, pues fue entonces cuando sintió una presencia extraña acercándose. "Parece que tenemos un polizón abordo" pensó mientras se mantenía alerta, preguntándose qué clase de persona habría subido. Y mucho más importante: ¿cómo lo había hecho? No se avistaba ningún tipo de embarcación... Y comenzaba a sentir algo de frío, cosa rara en él. Percibió el olor del infiltrado, ante lo cual se mantuvo impasible. ¿Había ido a mostrarse directamente a él? Fang se incorporó y comenzó a gruñirle al tiempo que este empezaba a hablar. ¿Virar? ¿Hielo? ¿Qué clase de estupideces decía? Hacía escasos segundos había mirado y no había ningún...
- Imposible... -susurró el pelirrojo al tiempo que abría los ojos como platos y comenzaba a virar hacia babor. ¿De dónde narices había salido esa masa de hielo?
El barco pasó rozando el iceberg, rasgando la parte de estribor del casco. Aquello no le haría ninguna gracia a Naram, aunque eso era lo de menos. Una vez hubo terminado de corregir el rumbo y hubieron rodeado el gélido obstáculo se giró hacia el desconocido visitante. Se trataba de un hombre rubio, algo más alto que él y que portaba ropas elegantes... Aunque daba la sensación de que le faltaba algo al conjunto. El pelirrojo le analizó con la mirada de arriba a abajo, tratando de determinar si podría suponen una amenaza para su tripulación. Se acercó cautelosamente, preparado para defenderse si la situación lo requería. No se andó con rodeos.
- ¿Y tú quien eres? -preguntó con sus ojos clavados en las lentes del rubio.
- Tendrás que ser paciente. Aún nos falta un buen trecho -dijo en voz baja mientras miraba de reojo a la cría de T-Rex.
Fue entonces cuando Murasaki descendió de la vigía, situándose a escasos metros de él, sin duda atraída por la idea de comer algo. Aquella chica no cambiaría nunca, aunque así estaba bien. Tampoco podía decirse que él fuese muy distinto a ella en ese aspecto. Sacó una pequeña cajetilla de tabaco, extrayendo uno de los cigarros. Lo hizo prender y aspiró, manteniendo el humo en su interior durante un rato antes de soltarlo en un suspiro, provocando que este se alzase formando figuras abstractas a medida que ascendía. Volvió su atención a la chica pelirroja.
- Ve a echar un vistazo en la cocina. Creo que Lanx ha vuelto a drogarse -en su tono se podía notar cierta resignación. Realmente había terminado por acostumbrarse, pero eso no quitaba el peligro que podía suponer tener a ese hombre en la cocina tras consumir aquellas sustancias- Puede llegar a hacer cualquier tontería.
No añadió nada más, simplemente devolvió su mirada al océano. Poco duraría la calma en el barco, pues fue entonces cuando sintió una presencia extraña acercándose. "Parece que tenemos un polizón abordo" pensó mientras se mantenía alerta, preguntándose qué clase de persona habría subido. Y mucho más importante: ¿cómo lo había hecho? No se avistaba ningún tipo de embarcación... Y comenzaba a sentir algo de frío, cosa rara en él. Percibió el olor del infiltrado, ante lo cual se mantuvo impasible. ¿Había ido a mostrarse directamente a él? Fang se incorporó y comenzó a gruñirle al tiempo que este empezaba a hablar. ¿Virar? ¿Hielo? ¿Qué clase de estupideces decía? Hacía escasos segundos había mirado y no había ningún...
- Imposible... -susurró el pelirrojo al tiempo que abría los ojos como platos y comenzaba a virar hacia babor. ¿De dónde narices había salido esa masa de hielo?
El barco pasó rozando el iceberg, rasgando la parte de estribor del casco. Aquello no le haría ninguna gracia a Naram, aunque eso era lo de menos. Una vez hubo terminado de corregir el rumbo y hubieron rodeado el gélido obstáculo se giró hacia el desconocido visitante. Se trataba de un hombre rubio, algo más alto que él y que portaba ropas elegantes... Aunque daba la sensación de que le faltaba algo al conjunto. El pelirrojo le analizó con la mirada de arriba a abajo, tratando de determinar si podría suponen una amenaza para su tripulación. Se acercó cautelosamente, preparado para defenderse si la situación lo requería. No se andó con rodeos.
- ¿Y tú quien eres? -preguntó con sus ojos clavados en las lentes del rubio.
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Asintió ante la petición de Akagami, para una de las pocas veces que le haría caso, aunque quizá hubiera sido mejor no hacerlo ya que la música que provenía de la cocina hacía que sus oídos felinos doliesen. Quizá era más por la canción inventada de Lanx más que por la música en sí, aunque las canciones caribeñas eran bastante ruidosas. -Aveces tener el oído fino es un asco...- Murmuró la peli-naranja asomando "las orejas" por la puerta de la cocina.
Aunque no solo los oídos eran una molestia. Sino también los olores, en especial los de tabaco y cáfe, demasiado fuerte para su gusto, en exceso que desprendía su subcapitán, aunque debía admitir que estos olores, impregnados en su ropa, se habían suavizado, quizá por fin estaban escaseando sus suministros de estas "drogas".
Fuera como fuese, al notar que estaba bastante más sobrio que de costumbre, decidió irse de la cocina tras cotillear que estaba preparando para comer y, de paso coger alguna cosa para picotear. Tal vez cogiese algo para Aka también, ya que al dragoncillo seguramente no le gustaría la guarnición de verduras.
Una vez hecho eso, se dispuso a marcharse sin que el pajarito la viera. Lo último que necesitaban era que este quemara el barco al regañarle, aunque eso sería más lógico si fuera cosa de Aka el regañarle.
Aunque no solo los oídos eran una molestia. Sino también los olores, en especial los de tabaco y cáfe, demasiado fuerte para su gusto, en exceso que desprendía su subcapitán, aunque debía admitir que estos olores, impregnados en su ropa, se habían suavizado, quizá por fin estaban escaseando sus suministros de estas "drogas".
Fuera como fuese, al notar que estaba bastante más sobrio que de costumbre, decidió irse de la cocina tras cotillear que estaba preparando para comer y, de paso coger alguna cosa para picotear. Tal vez cogiese algo para Aka también, ya que al dragoncillo seguramente no le gustaría la guarnición de verduras.
Una vez hecho eso, se dispuso a marcharse sin que el pajarito la viera. Lo último que necesitaban era que este quemara el barco al regañarle, aunque eso sería más lógico si fuera cosa de Aka el regañarle.
Una especie de pollo escamoso le gruñó, pero lo ignoró por completo, o lo fingió al menos, ya que el ruido de aquel bicho era un poco insoportable, aunque no tanto como el olor del que parecía ser su dueño, un navegante con el pelo color zanahoria. En realidad no olía a nada raro, pero por alguna razón el tipo lo escamaba. Sin embargo se mostró bastante resuelto a solucionar los problemas que el hielo pudiera ocasionar, problemas que en principio no pensaba reconocer que había causado él. Pero lo más importante era que aquel chaval... Era un pitufo. Debía sacarle dos cabezas, cuatro palmos y un par de pulgadas como mínimo, además de un metro o dos. Obviamente lo estaba exagerando, pero era una distancia abismal entre ambas cabezas y casi sentía vértigo al mirarlo a esos ojos que lo atravesaban, inquiriéndole quién era. Parecía además mantenerse en una actitud defensiva, pero era irrelevante.
-Yo soy Al, encantado- dijo, tratando de acariciar su cabeza, revolviéndole el pelo, cuando notó el rugir de sus tripas. Tenía hambre-. Bueno, y ahora que he salvado tu barco, pequeñín, ¿dónde está la cocina? Tengo algo de hambre.
Comenzó a bajar del puente de mando sin esperar respuesta, tan sólo tratando de guiarse por el olor de la comida, aunque su olfato no era ninguna maravilla. Aun así, tenía la esperanza de encontrar algo aprovechable. Se acercó atendiendo a los olores y sonidos, dibujando mentalmente cómo sería en barco a lo que iba oyendo, aunque no era un dibujo demasiado detallado. Es más, ni siquiera se parecía a un dibujo, sino a un boceto cubista mal dibujado. Pero encontró la cocina, cruzándose de camino con una chica bastante mona, pelirroja y con esas cosas que hacen alegre a un niño a un niño y sonreír a un anciano: Un precioso par de enormes ojos. Un tesoro perdido en aquel barco con lagartos extraños y enanos pelirrojos. Aunque le sacaba casi medio metro, la muchacha era bastante atractiva. ¿Debería decirle algo?
Su estómago decidió por él, volviendo a rugir, esta vez con más fuerza. Realmente estaba muerto de hambre. "En fin, qué se le va a hacer".
-Aunque me encantaría decir que es por ti, mis tripas hoy quieren comer, no tomar postre. Pero buen intento.
Si la chica era inocente no lo entendería, y si no lo era probablemente se llevara una bofetada o una risita idiota, pero poco importaba. Pasó de largo y se adentró en la cocina, viendo un espectáculo nuevo de luz y color. En el interior de ésta un hombre joven, con aspecto no demasiado sobrio, tal vez un poco puesto de droga, cocinaba. ¿Qué haría un yonki cocinando? Y lo más importante, ¿tendría para repartir?
-El capitán me manda a por algo de comida- mintió. Tal vez funcionara con aquel tipo, que tenía aspecto, si bien elegante, algo destrozado, como si llegara de una noche de fiesta-. Y si de paso tienes algo de lo tuyo para compartir... Bueno, sería perfecto.
Se sentó en una banqueta y esperó la reacción de su interlocutor.
-Yo soy Al, encantado- dijo, tratando de acariciar su cabeza, revolviéndole el pelo, cuando notó el rugir de sus tripas. Tenía hambre-. Bueno, y ahora que he salvado tu barco, pequeñín, ¿dónde está la cocina? Tengo algo de hambre.
Comenzó a bajar del puente de mando sin esperar respuesta, tan sólo tratando de guiarse por el olor de la comida, aunque su olfato no era ninguna maravilla. Aun así, tenía la esperanza de encontrar algo aprovechable. Se acercó atendiendo a los olores y sonidos, dibujando mentalmente cómo sería en barco a lo que iba oyendo, aunque no era un dibujo demasiado detallado. Es más, ni siquiera se parecía a un dibujo, sino a un boceto cubista mal dibujado. Pero encontró la cocina, cruzándose de camino con una chica bastante mona, pelirroja y con esas cosas que hacen alegre a un niño a un niño y sonreír a un anciano: Un precioso par de enormes ojos. Un tesoro perdido en aquel barco con lagartos extraños y enanos pelirrojos. Aunque le sacaba casi medio metro, la muchacha era bastante atractiva. ¿Debería decirle algo?
Su estómago decidió por él, volviendo a rugir, esta vez con más fuerza. Realmente estaba muerto de hambre. "En fin, qué se le va a hacer".
-Aunque me encantaría decir que es por ti, mis tripas hoy quieren comer, no tomar postre. Pero buen intento.
Si la chica era inocente no lo entendería, y si no lo era probablemente se llevara una bofetada o una risita idiota, pero poco importaba. Pasó de largo y se adentró en la cocina, viendo un espectáculo nuevo de luz y color. En el interior de ésta un hombre joven, con aspecto no demasiado sobrio, tal vez un poco puesto de droga, cocinaba. ¿Qué haría un yonki cocinando? Y lo más importante, ¿tendría para repartir?
-El capitán me manda a por algo de comida- mintió. Tal vez funcionara con aquel tipo, que tenía aspecto, si bien elegante, algo destrozado, como si llegara de una noche de fiesta-. Y si de paso tienes algo de lo tuyo para compartir... Bueno, sería perfecto.
Se sentó en una banqueta y esperó la reacción de su interlocutor.
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Acababa de salir de la cocina, llevándose algo de comida consigo ya que Lanx no parecía haberse percatado de su presencia, cosa que normalmente le molestaría pero que dejaría pasar ya que el poder saciar su hambre era más importante. "Le daré también a Fang." Pensó antes de tropezarse con un hombre realmente alto que no había visto en su vida, el cual parecía hambriento ya que sin presentarse si quiera "corrió" en dirección a la cocina, no sin antes soltar un comentario que la chica no era capaz de entender. Ladeó la cabeza mirado como se alejaba en sentido contrario al suyo.
Al pasar por al lado suyo sintió un olor familiar, aunque en ese momento no llegaba a distinguir que era, quizá por la mezcla de su aroma con el de la comida, que aclamaba en ese momento toda su atención, aunque si le volvía a ver seguramente descubriría de que se trataba.
Continuó caminando en dirección a la cubierta cuando tuvo un encontronazo con su capitán. Era obvio que viviendo en el mismo barco, aunque este parecía más una cascara de nuez, se topara a menudo con él, de hecho hacía una media hora o menos desde que bajo a la cocina. Sin embargo, lo que sorprendió a la pelirroja era el mal humor y las prisas con que iba en la misma dirección que aquel hombre.
-Akaaaaa. Ha pasado un extraño hombre por aquí.- Dijo poniéndose a su altura. -¿Sabes quién es? Su olor me era familiar, pero se que no le he visto nunca.-
Al pasar por al lado suyo sintió un olor familiar, aunque en ese momento no llegaba a distinguir que era, quizá por la mezcla de su aroma con el de la comida, que aclamaba en ese momento toda su atención, aunque si le volvía a ver seguramente descubriría de que se trataba.
Continuó caminando en dirección a la cubierta cuando tuvo un encontronazo con su capitán. Era obvio que viviendo en el mismo barco, aunque este parecía más una cascara de nuez, se topara a menudo con él, de hecho hacía una media hora o menos desde que bajo a la cocina. Sin embargo, lo que sorprendió a la pelirroja era el mal humor y las prisas con que iba en la misma dirección que aquel hombre.
-Akaaaaa. Ha pasado un extraño hombre por aquí.- Dijo poniéndose a su altura. -¿Sabes quién es? Su olor me era familiar, pero se que no le he visto nunca.-
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Primero saque una sartén en la cual eché un fino chorrito de aceite, tras esto pase con un papel grueso absorbente sobre la superficie cerámica de la sartén para tratar de absorber el aceite que me iba a sobrar ya que la clave de hacerlo a la plancha se encontraba en la cantidad de aceite que se usaba. Sin perder tiempo encendí fogones y puse la sartén en el fuego. Mientras sin perder tiempo comencé a partir el pescado en rodajas de unos 2 centímetros de grosor tal vez algo menos. Las cuales fui poniendo en la sartén hasta que cubrí la superficie con los filetes.
Mientras cocinaba me surgió un contratiempo, las especias aromatizadas que solía usar se habían acabado, como acabaría mi guarnición. Ya era demasiado tarde como ara cambiar de idea ya que el pescado se estaba friendo en la sartén. Bueno se me ocurrió una idea brillante, utilizaría las hierbas mágicas del tito Ryan. Aquella hierba tenia miles de nombres, pero el caso es que daría el sabor que deseaba y de paso colocaría a mis comensales...¿Pero la comida sería de lo más graciosa? Por lo que no tarde mucho más en terminar de hacer la salsa sin que se notara sus ingredientes, ni al sabor ni al olor.
Tras comenzar a cocinar la gata entró a la cocina, ignorándola yo un poco proseguí con la cocina, aunque eso de que fuera a por algo de picar me molesto un poco. Pero el encuentro más gracioso fue el que tuve con otro señor que entro, era un hombre conocido el señor Al Naion, un viejo conocido.
Yo sin poder evitar me reí. El marine me pedía tan pancho un plato de comida y también algo de mi droga. Menudo capitán...
-Buenas señor Al, veo que no lleva su chaqueta de oficial, por lo que ni yo seré un infiltrado en este barco ni usted un capitán de la marina ¿Será usted discreto?- le dije mientras continuaba cocinando-
La comida no esta lista aún, pero si usted desea puede tomar un aperitivo como este, tómeselo como le plazca-le dije mientras le lanzaba una bolsa con los restos de la marihuana que no había usado.
Mientras tanto ignorando durante unos minutos al capitán termine de cocinar pedí al capitán:
-Puede usted llamar a la tripulación, la comida esta lista- le dije mientras dejaba una serie de platos en la mesa y me disponía a poner los cubiertos.
Mientras cocinaba me surgió un contratiempo, las especias aromatizadas que solía usar se habían acabado, como acabaría mi guarnición. Ya era demasiado tarde como ara cambiar de idea ya que el pescado se estaba friendo en la sartén. Bueno se me ocurrió una idea brillante, utilizaría las hierbas mágicas del tito Ryan. Aquella hierba tenia miles de nombres, pero el caso es que daría el sabor que deseaba y de paso colocaría a mis comensales...¿Pero la comida sería de lo más graciosa? Por lo que no tarde mucho más en terminar de hacer la salsa sin que se notara sus ingredientes, ni al sabor ni al olor.
Tras comenzar a cocinar la gata entró a la cocina, ignorándola yo un poco proseguí con la cocina, aunque eso de que fuera a por algo de picar me molesto un poco. Pero el encuentro más gracioso fue el que tuve con otro señor que entro, era un hombre conocido el señor Al Naion, un viejo conocido.
Yo sin poder evitar me reí. El marine me pedía tan pancho un plato de comida y también algo de mi droga. Menudo capitán...
-Buenas señor Al, veo que no lleva su chaqueta de oficial, por lo que ni yo seré un infiltrado en este barco ni usted un capitán de la marina ¿Será usted discreto?- le dije mientras continuaba cocinando-
La comida no esta lista aún, pero si usted desea puede tomar un aperitivo como este, tómeselo como le plazca-le dije mientras le lanzaba una bolsa con los restos de la marihuana que no había usado.
Mientras tanto ignorando durante unos minutos al capitán termine de cocinar pedí al capitán:
-Puede usted llamar a la tripulación, la comida esta lista- le dije mientras dejaba una serie de platos en la mesa y me disponía a poner los cubiertos.
Al escuchó atentamente a su, al parecer, compañero de infiltración. Bueno, él no se había infiltrado, sólo había caído muy cerca del barco y había subido como quien no quiere la cosa. Sin embargo, usando sus dotes artísticas, con cara de ofendido, no pudo evitar gritar algo así como "¡Un infiltrado! He de avisar al capitán". Tal vez no fuera eso exactamente lo que dijera, pero entre eso y "Menudo chollazo, qué viaje me voy a pegar" hay poca diferencia, y cuando agarró la bolsa se la escondió y salió directo hacia la cubierta.
Se topó con la chica guapita que lo había ignorado, que preguntaba por un tal Aka. ¿Tal vez el enano pelirrojo que ocupaba el puesto de Navegante? Igual lo era, así que por probar no perdía nada. De todas formas, ¿Por qué le preguntaban sobre él a un adolescente? ¿Es que había posibilidades de que mirara porno Gay y descubriera aquel extra de sueldo que consiguió con el club de teatro? Un escalofrío muy desagradable lo recorrió por completo recordando cuando debió hacer sexo simulado con otro hombre sólo por 2.000 Berries más en aquella versión tan experimental de Macbeth. Incluso, mientras buscaba al simpático personaje pelirrojo agradeció a los dioses, la providencia o a lo que narices fuera la existencia de la ropa interior de cuero, o su sodomización habría sido mucho menos simulada por un Lord Macbeth llamado fuera de bambolinas Membutu.
-Y por fin te encuentro, enanito- dijo, cuando se encontró con el niño-. ¿Dónde está tu padre, o el capitán de la tripulación? Un traficante ha usurpado la identidad del cocinero. No se tú, pero ya que me habéis invitado espero que no se convierta en la fiesta de la coca. Sería desastroso acabar en un hotel de Arabasta encerrados y sin saber lo que hicimos, después de que alguien se folle un brazo y una mujer muera porque le han arrancado dicho brazo. ¡Incluso alguno de nosotros podría acabar en un robot Buzo gigante! Tenemos que solucionar esto cuanto antes.
Se dio la vuelta, de camino de nuevo a la cocina, y recordó que debía decir algo más. ¿Qué era? Ah, sí. Se le había olvidado con todo el follón.
-Por cierto, la comida está lista. Te invito a probarla, seguro que es de tu agrado.
¿No había algo relacionado con la comida que debía comentarle? Qué más daría, si lo olvidó seguro que no era para tanto.
Se topó con la chica guapita que lo había ignorado, que preguntaba por un tal Aka. ¿Tal vez el enano pelirrojo que ocupaba el puesto de Navegante? Igual lo era, así que por probar no perdía nada. De todas formas, ¿Por qué le preguntaban sobre él a un adolescente? ¿Es que había posibilidades de que mirara porno Gay y descubriera aquel extra de sueldo que consiguió con el club de teatro? Un escalofrío muy desagradable lo recorrió por completo recordando cuando debió hacer sexo simulado con otro hombre sólo por 2.000 Berries más en aquella versión tan experimental de Macbeth. Incluso, mientras buscaba al simpático personaje pelirrojo agradeció a los dioses, la providencia o a lo que narices fuera la existencia de la ropa interior de cuero, o su sodomización habría sido mucho menos simulada por un Lord Macbeth llamado fuera de bambolinas Membutu.
-Y por fin te encuentro, enanito- dijo, cuando se encontró con el niño-. ¿Dónde está tu padre, o el capitán de la tripulación? Un traficante ha usurpado la identidad del cocinero. No se tú, pero ya que me habéis invitado espero que no se convierta en la fiesta de la coca. Sería desastroso acabar en un hotel de Arabasta encerrados y sin saber lo que hicimos, después de que alguien se folle un brazo y una mujer muera porque le han arrancado dicho brazo. ¡Incluso alguno de nosotros podría acabar en un robot Buzo gigante! Tenemos que solucionar esto cuanto antes.
Se dio la vuelta, de camino de nuevo a la cocina, y recordó que debía decir algo más. ¿Qué era? Ah, sí. Se le había olvidado con todo el follón.
-Por cierto, la comida está lista. Te invito a probarla, seguro que es de tu agrado.
¿No había algo relacionado con la comida que debía comentarle? Qué más daría, si lo olvidó seguro que no era para tanto.
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-Oh...¡Akaaa! ¡Akaaaaaa! ¡Bakagami, hazme caso y contestame!- Comenzó a medio gritarle la pelinaranja, ya que el chico, como siempre, parecía hacer oídos sordos a lo que ella decía, cosa que causaba en la joven la duda de porque había decidido unirse a aquella tripulación de locos...Aunque no podía negar que les había cogido cariño...Bueno, al menos al capitán. Quizá por el parecido entre ambos. Es decir...a el también le arrebataron su infancia y tal, pero a quien le importaba eso en aquel momento. -¿Quieres decirme quién es este hombre y por qué...?- No llegó a terminar su frase, ya que el hombre excesivamente alto que parecía pariente de Lanx, acababa de reaparecer...Y...¿Acababa de llamar a Akagami niño? Pero si a ella que es más pequeña la había tratado como a una señorita (que lo era), y por si fuera poco, algo le decía que entre eso y su insistencia para que le explicara quien era, el pelirrojo solo parecía haberse enfadado más aún.
"No te cargues el barco con todos dentro...por favor" Pensó la felina, planteándose si defender a su capitán por aquella ofensa hacia su persona o no. Es decir, era una lagartija gigante con alas y un orgullo que un día le acabaría matando...Si no lo hacía ella con su enfado dentro de unos años. O eso era lo que pensaba ella, aunque normalmente Akagami tenía bastante paciencia...quizá no...pasará nada...¿Por qué está tan enfadado? Y a todo esto...-Oye Aka...¿Qué quiere decir con que Lanx es un infiltrado? Hace nada fui a la cocina y estoy segura de que ese era Lanx. Mi olfato, vista y oído no se equivocan casi nunca.- (Y su Haki le indicaba que era una presencia conocida.)
Durante los siguientes segundos, la joven pasó su mirada por ambos hombres, observando las reacciones de ambos, antes de que el alto de cabello rubio dijera algo de que no quería acabar en un hotel de Arabastra haciendo cosas extrañas. "Supongo que al menos yo me libro por haber comido ya..." Pensó, agradeciendo el haber sido lo suficientemente astuta. Aún así, creía recordar que Lanx no había puesto nada raro...aún... -Cuando yo fui no había nada en la comida, pero...- Miró a Al. "También podría haber puesto el algo...Aunque Lanx también es capaz..."
"No te cargues el barco con todos dentro...por favor" Pensó la felina, planteándose si defender a su capitán por aquella ofensa hacia su persona o no. Es decir, era una lagartija gigante con alas y un orgullo que un día le acabaría matando...Si no lo hacía ella con su enfado dentro de unos años. O eso era lo que pensaba ella, aunque normalmente Akagami tenía bastante paciencia...quizá no...pasará nada...¿Por qué está tan enfadado? Y a todo esto...-Oye Aka...¿Qué quiere decir con que Lanx es un infiltrado? Hace nada fui a la cocina y estoy segura de que ese era Lanx. Mi olfato, vista y oído no se equivocan casi nunca.- (Y su Haki le indicaba que era una presencia conocida.)
Durante los siguientes segundos, la joven pasó su mirada por ambos hombres, observando las reacciones de ambos, antes de que el alto de cabello rubio dijera algo de que no quería acabar en un hotel de Arabastra haciendo cosas extrañas. "Supongo que al menos yo me libro por haber comido ya..." Pensó, agradeciendo el haber sido lo suficientemente astuta. Aún así, creía recordar que Lanx no había puesto nada raro...aún... -Cuando yo fui no había nada en la comida, pero...- Miró a Al. "También podría haber puesto el algo...Aunque Lanx también es capaz..."
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El pelirrojo no comprendía en qué situación se encontraba en ese momento. Ese polizón le tenía realmente confundido, incluso ligeramente molesto. Es decir, ¿quién se creía para aparecer en su barco así, sin más, y ponerse a darle órdenes como si de un simple chiquillo se tratara? No solo eso, sino que parecía agradarle el hecho de meterse con su altura. No malinterpretemos, no es que aquello fuera algo que le molestara realmente, pero sin duda comenzaba a irritarle su actitud... Principalmente por no saber quién narices era el rubio patilargo. Cayó en la cuenta de que su felina compañera trataba de llamar su atención, pero tan absorto se había encontrado en sus propios pensamientos que tardó unos cuantos segundos en cerciorarse de ello.
- ¿Ah...? -miró a Mura alzando una ceja, aún aturdido por aquella situación y sin comprender del todo sus palabras... Al igual que las del larguirucho- ¿Infiltrado?
Fue entonces cuando frunció de forma notable el ceño. Conocía bien la posición que ocupaba su cocinero y subcapitán en el gobierno, así como la supuesta infiltración de este en la banda del pelirrojo, pese a que en realidad fuera al revés. Un dato que tan solo sabían los Demonios que habían conocido al primer capitán de la tripulación, siendo estos Lanxerot, Naram y él mismo. Sin embargo, ¿por qué había dicho ese tipo aquello? ¿Acaso era casualidad? No, no podía tratarse de ello. La posibilidad más obvia era, sin lugar a dudas (al menos para él), que el espagueti sin cocer fuera aliado del gobierno. Uno con cierta influencia, de hecho, pues ese tipo de información no era algo que todo el mundo conociera. Apretó los dientes, así como ambos puños, mientras clavaba su penetrante mirada en el contrario, justo cuando este le mandaba a "buscar a su padre".
- ¿Que dónde está? -preguntó, con cierta sorna en sus palabras- Bueno, tal vez esté vendiendo a mi madre por unos pocos berries. O, ¿quién sabe? a lo mejor las deudas que tuviera le han llevado ya a la muerte y se esté pudriendo en el infierno -prosiguió, dejando entrever cierta rabia en sus palabras- El capitán soy yo y, para tu información, tengo veintitrés años. No eres tú quién debe hacer las preguntas aquí, así que tan solo lo repetiré una única vez: ¿quién eres?
A medida que hablaba su expresión se iba volviendo más y más dura, y su tono sensiblemente más frío. Comenzaba a sentirse molesto, en especial por la posibilidad de que aquél tipo fuera un marine o alguna variante. Le hizo un gesto a su compañera con la cabeza para que tomara algo de distancia. No quería que pudiera salir herida en caso de que llegaran a las manos. Fang, por su parte, se colocó tras el pelirrojo mientras asomaba la cabeza, mostrándole los dientes al rubio. Aquello comenzaba a ponerse bastante tenso, y tendría que procurar que no se convirtiera en un festival de llamas. A Naram no le haría ninguna gracia que su barco terminara siendo una enorme hoguera en medio de la nada.
- ¿Ah...? -miró a Mura alzando una ceja, aún aturdido por aquella situación y sin comprender del todo sus palabras... Al igual que las del larguirucho- ¿Infiltrado?
Fue entonces cuando frunció de forma notable el ceño. Conocía bien la posición que ocupaba su cocinero y subcapitán en el gobierno, así como la supuesta infiltración de este en la banda del pelirrojo, pese a que en realidad fuera al revés. Un dato que tan solo sabían los Demonios que habían conocido al primer capitán de la tripulación, siendo estos Lanxerot, Naram y él mismo. Sin embargo, ¿por qué había dicho ese tipo aquello? ¿Acaso era casualidad? No, no podía tratarse de ello. La posibilidad más obvia era, sin lugar a dudas (al menos para él), que el espagueti sin cocer fuera aliado del gobierno. Uno con cierta influencia, de hecho, pues ese tipo de información no era algo que todo el mundo conociera. Apretó los dientes, así como ambos puños, mientras clavaba su penetrante mirada en el contrario, justo cuando este le mandaba a "buscar a su padre".
- ¿Que dónde está? -preguntó, con cierta sorna en sus palabras- Bueno, tal vez esté vendiendo a mi madre por unos pocos berries. O, ¿quién sabe? a lo mejor las deudas que tuviera le han llevado ya a la muerte y se esté pudriendo en el infierno -prosiguió, dejando entrever cierta rabia en sus palabras- El capitán soy yo y, para tu información, tengo veintitrés años. No eres tú quién debe hacer las preguntas aquí, así que tan solo lo repetiré una única vez: ¿quién eres?
A medida que hablaba su expresión se iba volviendo más y más dura, y su tono sensiblemente más frío. Comenzaba a sentirse molesto, en especial por la posibilidad de que aquél tipo fuera un marine o alguna variante. Le hizo un gesto a su compañera con la cabeza para que tomara algo de distancia. No quería que pudiera salir herida en caso de que llegaran a las manos. Fang, por su parte, se colocó tras el pelirrojo mientras asomaba la cabeza, mostrándole los dientes al rubio. Aquello comenzaba a ponerse bastante tenso, y tendría que procurar que no se convirtiera en un festival de llamas. A Naram no le haría ninguna gracia que su barco terminara siendo una enorme hoguera en medio de la nada.
Al escuchó al pelirrojo decir que su padre debía estar en aquellos momentos vendiendo a su madre o algo por el estilo, o que ya estaría muerto por demasiadas deudas. "Menudo hijo de mierda estás hecho si consientes que hagan eso a tu madre", pensó, mientras se debatía entre levantar la espada contra él o no. Siempre le mosqueaba mucho cuando la gente era tan mal hijo, cuando no apreciaban a su familia y dejaban que se pudriera por algún lugar su madre. Concretamente su madre. ¡Su madre! La mujer que lo había parido, la mujer de la que siempre llevaría algo... Con su estatura y seguramente edad, placenta. Pero eso no era lo importante. Aquel niño... ¡Tenía veintitrés años! Es más: Aquel niño de veintitrés años era el capitán de la banda. Aquello no podía ser. Debía sufrir alguna enfermedad, porque no era normal.
-No te preocupes entonces- dijo, con un tono jovial, olvidando por un momento el problema de su madre. Ya hablarían más a fondo de eso en otro momento en el que pudiera tratarlo sin querer darle una bofetada con todas sus fuerzas-, sólo tienes un ligero problema de hipotiroidismo. Soy médico, podría ayudarte si vinieras a mi consulta un día. Aunque bueno...- miró la bandera que ondeaba en el mástil-, tal vez siendo Pirata me cueste colarte. Ya sabes, problemas con el gobierno, no se me subvenciona tratar problemas hormonales a delincuentes a no ser que sea cambios de sexo, y personalmente no practico esas cirugías.
Se quedó mirando al pequeño hombrecillo durante un momento, pensando en qué respuesta darle además de lo anterior para responder de forma espectacular y precisa, obviando el hecho de que era Marine por si acaso y... ¿Qué cojones?
-Mi nombre es Al Naion, y soy Capitán de la Marina- terminó tendiéndole la mano-. Encantado de conocerte y Bienvenido a Kiritsu Ryodan, Segundo al mando.
Mientras decía aquella frase iban saltando desde su tobillo letras de hielo que deletreaban lo que iba diciendo, salvo Marina. Cuando dijo Marina, además una gigantesca gaviota (o su silueta, más bien) surgió a su espalda para deshacerse en una explosión de polvo helado rojo, que haría suficiente volumen desatomizado como para enterrar a Al hasta el ombligo. Tal vez su nuevo amigo tuviera problemas, pero si lo salvaba ya tendría un nuevo Nakama.
-Y recuerda, lo primero que tienes que hacer es aprenderte nuestra normativa:
Tal vez lo interrumpiera en algún punto de su recitar, pero si de verdad deseaba ser un Kiritsu debería aprenderlas o terminaría en el caballito. Cómo iba a disfrutar Arthur montando a alguien de su altura...
-No te preocupes entonces- dijo, con un tono jovial, olvidando por un momento el problema de su madre. Ya hablarían más a fondo de eso en otro momento en el que pudiera tratarlo sin querer darle una bofetada con todas sus fuerzas-, sólo tienes un ligero problema de hipotiroidismo. Soy médico, podría ayudarte si vinieras a mi consulta un día. Aunque bueno...- miró la bandera que ondeaba en el mástil-, tal vez siendo Pirata me cueste colarte. Ya sabes, problemas con el gobierno, no se me subvenciona tratar problemas hormonales a delincuentes a no ser que sea cambios de sexo, y personalmente no practico esas cirugías.
Se quedó mirando al pequeño hombrecillo durante un momento, pensando en qué respuesta darle además de lo anterior para responder de forma espectacular y precisa, obviando el hecho de que era Marine por si acaso y... ¿Qué cojones?
-Mi nombre es Al Naion, y soy Capitán de la Marina- terminó tendiéndole la mano-. Encantado de conocerte y Bienvenido a Kiritsu Ryodan, Segundo al mando.
Mientras decía aquella frase iban saltando desde su tobillo letras de hielo que deletreaban lo que iba diciendo, salvo Marina. Cuando dijo Marina, además una gigantesca gaviota (o su silueta, más bien) surgió a su espalda para deshacerse en una explosión de polvo helado rojo, que haría suficiente volumen desatomizado como para enterrar a Al hasta el ombligo. Tal vez su nuevo amigo tuviera problemas, pero si lo salvaba ya tendría un nuevo Nakama.
-Y recuerda, lo primero que tienes que hacer es aprenderte nuestra normativa:
- Trabaja lo menos que puedas, pero da lo mejor de ti cuando lo hagas.
- Si Arthur puede hacerlo, siempre puede hacer algo más.
- Nunca se mata de no ser imprescindible.
- La supervivencia del grupo es vital. Ningún hombre será abandonado mientras viva.
- Cualquier afrenta a la Brigada o a uno de sus miembros es un insulto directo al Líder.
- La disciplina la imparte Arthur.
- Si Arthur se pasa, no le hagas caso. Intenta demostrar que está a la altura.
Tal vez lo interrumpiera en algún punto de su recitar, pero si de verdad deseaba ser un Kiritsu debería aprenderlas o terminaría en el caballito. Cómo iba a disfrutar Arthur montando a alguien de su altura...
Maze
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La chica observó desde una distancia prudencial lo que estaba sucediendo en aquel momento. Casi parecía ver volutas de humo surgir de la cabeza del pelirrojo, cosa que no podía ser buena señal. Por si fuera poco, el contrario parecía haberse enfadado también (o eso creía ver ella en el cambio de su semblante), lo que podría terminar en una batalla, posiblemente ganada por Aka, aunque el otro tampoco parecía ser débil. Y para caldear más el ambiente, el tal "gemelo" de Lanx había sugerido que la estatura de Aka era tan baja a causa de algún problema médico. Mura tuvo que contener la risa a duras penas para que Aka no decidiera tomarla con ella después por culpa de..."Espera...¡¿QUÉ ACABA DE DECIR?!" Gritó la chica en su mente, mientra su semblante se tornaba en uno más serio y...frío. Era el mismo rostro con el que la joven solía observar a los que ella consideraba los verdaderos criminales: Miembros del gobierno, algunos piratas pervertidos y que atacaban a inocentes (irónico siendo pirata), científicos y, por supuesto, marines.
La joven volvió a acercarse a ambos con tal velocidad que, con lo concentrados que estaban en su charla, seguramente ni la vieron llegar, deteniéndose entre ambos y llamando la atención de Al, con intención de "asegurarse" respecto a lo que acababa de escuchar. -Disculpe...Creo que no le he oído bien, podría por favor repetírmelo desde más cerca.- Dijo con un tono calmado de voz, esperando que el chico se agachara. Si lo lograse, trataría de agarrarle por los hombros y empujarle hacia abajo al tiempo que le propiciaba un rodillazo en la entrepierna, que quizá le dejara sin descendencia, si no, una patada en su lugar también podría servir. Tampoco es que pudiera evitar ser golpeado con tan poco espacio en el pasillo, menos aún con el escalón que había detrás suya...
La joven volvió a acercarse a ambos con tal velocidad que, con lo concentrados que estaban en su charla, seguramente ni la vieron llegar, deteniéndose entre ambos y llamando la atención de Al, con intención de "asegurarse" respecto a lo que acababa de escuchar. -Disculpe...Creo que no le he oído bien, podría por favor repetírmelo desde más cerca.- Dijo con un tono calmado de voz, esperando que el chico se agachara. Si lo lograse, trataría de agarrarle por los hombros y empujarle hacia abajo al tiempo que le propiciaba un rodillazo en la entrepierna, que quizá le dejara sin descendencia, si no, una patada en su lugar también podría servir. Tampoco es que pudiera evitar ser golpeado con tan poco espacio en el pasillo, menos aún con el escalón que había detrás suya...
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