El puto amo vs Chispitas

Me encontraba desembarcando en otra isla más. Era una rutina aburrida y pesada, pero pudo observar una tortuga muy rara y con ropajes verdes harapientos tumbada en una roca. Se acercó hacia esta y picó en el caparazón con curiosidad. "Ostia puta, una tortuga... ¿Puedes hablar? Lo más importante, ¿estarás buena?" dijo mientras se frotaba las manos y sacaba Soror Ignis calentándola. Tenía muchas ganas de comer tortuga, hacía mucho tiempo que no lo hacía y era un manjar exquisito. Aprovechó para golpear varias veces más el caparazón y medir la fuerza con lo que lo rompería, pero conforme lo iba golpeando más veces, le drenaba más fuerza. ¿Ese caparazón era de Kairoseki? ¿O simplemente el hambre le debilitaba por momentos? Serían cuestiones que abarcaría cuando se cargara la tortuga.

Parecía ser que no hablaba, y mucho menos iba a dejarse cocinar. Suspiró ofendido y agarró su arma mientras daba una voltereta por encima de él, un ataque muy fácil de esquivar, lo único que se tenía que hacer era estar encima de él. Y eso hice, mientras mantenía el equilibrio y giraba a su son. Me bajé algo mareado y le lancé una patada imbuida en haki de nivel dos con la pierna derecha, la dracónica AL MÁXIMO. Paré un momento para poner las manos encima de las rodillas e intentar mantener la compostura y no vomitar. Una vez recuperé el sentido del equilibrio miré a la tortuga y hablé hacia esta. "Puta tortuga, ¿quieres quedarte quieta? Te voy a cocinar, a toda costa." exclamé llevándome la mano a la boca. No, no iba a vomitar. No en ese combate.

"Pero qué puto amo. Lo soy, y siempre lo seré." pensé mientras veía la tortuga caer. Me relamí los labios y activé Soror Ignis para freírla pero después pensé en algo. ¿Y si realmente era una persona con Hito Hito no mi, modelo tortuga? Eso sería un grave problema para mi condición de cazador y no podía hacer otra cosa que temer la muerte de la posible persona. Bajé la cabeza disgusto y me giré, envainando mis armas y comenzando a andar hacia fuera, dirigiéndome al barco. No merecía la pena comer esa tortuga, y menos si llevaba ropa. La ropa estaba mala de todas las formas y no tenía ganas de vomitar. Se me había ocurrido algo mejor, si me volvía a encontrar con la tortuga, realmente le preguntaría si era humano o no. Si volvía a no responder, la cocinaría y me montaría un buen banquete con ella. Era un plan perfecto en todas las partes, sin duda.