Koro
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Akuma no mi
Varios
Había llegado a la isla hacia un par de horas por la costa oeste que según la topografía de la isla era una playa mas accesible que los acantilados de las costas norte y este y me encontraba atravesando el bosque en dirección a la ciudad que se encontraba en lo alto de la montaña del centro de la isla. Hacia un día agradable, soleado con una ligera brisa brisa y unas cuantas nubes en el cielo que se movían al son de esta y que de vez en cuando tapaban el sol dando una sombra que contrastaba en frescor con la calidez de sus rayos. La isla contaba ademas con dos supersticiones cuyas leyendas eran sobre la existencia dos monstruos que habitaban uno el mar y el otro el bosque y que no dejaban a los habitantes acercarse a la costa suroeste ni a los bosques de la costa noreste respectivamente. Seguramente las leyendas fuesen tan falsas como el resto de los cuentos de hadas del mundo, si de verdad tales criaturas tenían el poder de destruir una montaña de un mordisco como contaba la leyenda ya los habría visto alguien y yo debería haberme topado al menos con el del mar del suroeste de la isla ya que había atracado ahí mi barcaza. En cuanto a por que tenia una barcaza la respuesta era sencilla, ya estaba hasta las narices de tener que esperar a que zarpase un barco de la marina en dirección al destino de mi siguiente misión para que me llevase así que exigí que me dieran un pequeño barco personal de uso propio y capaz de usar por una sola persona para viajar de una isla a otra, no era mucho pero si suficiente.
-Por fin llegué.- Dije soltando un suspiro de satisfacción al alcanzar la cima.
Por fin alcance la ciudad del centro de la isla tras una larga caminata, lo que me había costado subir la maldita montaña hasta arriba del todo, en comparación con ello el atravesar el bosque había sido un paseo, aunque con unos cuantos mosquitos muy molestos. Ahora entendía por que la ciudad estaba protegida tanto de la fauna salvaje como de los monstruos ficticios esos, nadie querría subir la montaña por voluntad propia, los habitantes de la ciudad no tenían elección puesto que era donde vivían pero los animales que podían quedarse abajo sin problemas no serian tan tontos de atacarla ya que al llegar arriba estarían tan cansados que les costaría volver a bajar así que ya ni te digo para intentar hacer ningún esfuerzo. Aunque en el fondo eso no era tan malo, significaba que ya no tendría que preocuparme tanto como antes y podía bajar la guardia para relajarme y descansar un poco allí hasta recuperar el aliento. Me tumbe a las afueras de la ciudad por donde había llegado y tras mirar el lugar de la playa en el cual había anclado mi barcaza para asegurarme de que no le hubiera ocurrido nada malo me quede observando el movimiento de las nubes del cielo en la lejanía recostado tranquilamente en la hierba por la zona en la que la colina empezaba a hacer una ligera pendiente.
-Por fin llegué.- Dije soltando un suspiro de satisfacción al alcanzar la cima.
Por fin alcance la ciudad del centro de la isla tras una larga caminata, lo que me había costado subir la maldita montaña hasta arriba del todo, en comparación con ello el atravesar el bosque había sido un paseo, aunque con unos cuantos mosquitos muy molestos. Ahora entendía por que la ciudad estaba protegida tanto de la fauna salvaje como de los monstruos ficticios esos, nadie querría subir la montaña por voluntad propia, los habitantes de la ciudad no tenían elección puesto que era donde vivían pero los animales que podían quedarse abajo sin problemas no serian tan tontos de atacarla ya que al llegar arriba estarían tan cansados que les costaría volver a bajar así que ya ni te digo para intentar hacer ningún esfuerzo. Aunque en el fondo eso no era tan malo, significaba que ya no tendría que preocuparme tanto como antes y podía bajar la guardia para relajarme y descansar un poco allí hasta recuperar el aliento. Me tumbe a las afueras de la ciudad por donde había llegado y tras mirar el lugar de la playa en el cual había anclado mi barcaza para asegurarme de que no le hubiera ocurrido nada malo me quede observando el movimiento de las nubes del cielo en la lejanía recostado tranquilamente en la hierba por la zona en la que la colina empezaba a hacer una ligera pendiente.
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