Kazumi Reika
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La atmósfera que abrazaba en ese momento el espacio lo que ocupaban el gran dragón y sus ginetes ofrecía una calma y silencio que despertaba cierta nostalgia para la pelimorada. Se le pasaban por la cabeza un centenar de cosas que con mucho gusto soltaría con el fin de entablar una agradable conversación con Dark, pero sin duda ese no era el momento. Después de todo lo sucedido sólo podía pensar en todas las horas y días que debería dormir; ella se encargaría de lo demás. Sin embargo, el tiempo que había pasado junto a Dark era más que suficiente como para saber que se despertaría en cualquier momento y rabiaría convenciéndola de que se encontraba perfectamente bien. Y ahí ella no podía hacer nada. En cambio se limitó a peinar su cabello oscuro enrollando mechones con los dedos índice y corazón a la par que oprimía la mirada sobre su rostro: llevaba durmiendo tranquilamente desde el momento en que sus pies habían hecho contacto con las escamas de la bestia. Aún había rastro de los fragmentos de tierra que habían salido disparados, sin embargo los más grandes ya se habían perdido entre la niebla y las nubes.
El vuelo del dragón empezó a descender dejando que poco a poco el calor penetrara el ambiente, y emprendiendo la marcha a paso lento, el paisaje comenzó a cambiar a medida qur los campos cultivados daban paso a las tierras vírgenes: largas hileras de arbustos y matorrales bordeaban el camino junto a praderas de todo tipo de flores que adornaban el pequeño conjunto de islas aisladas en un gigantesco mar azul.
El vuelo del dragón empezó a descender dejando que poco a poco el calor penetrara el ambiente, y emprendiendo la marcha a paso lento, el paisaje comenzó a cambiar a medida qur los campos cultivados daban paso a las tierras vírgenes: largas hileras de arbustos y matorrales bordeaban el camino junto a praderas de todo tipo de flores que adornaban el pequeño conjunto de islas aisladas en un gigantesco mar azul.
Dark Satou
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Los escombros que caían al son del viento marcaban una nueva era. El poderío del moreno era tal que había partido una isla por la mitad, y no le sorprendía en absoluto. Más que prestar atención a aquella danza de restos que provocaban grandes olas al impactar con el basto azul, le importaba más el estar apoyado en la pelimorada. Fingía estar con los ojos cerrados mientras descansaba en el suave y blando regazo de Kazumi. Esta le acariciaba lentamente el pelo pasando los dedos por sus hebras azabache. Había demostrado recuperar su voluntad y ser otra vez el rey, muy para su pesar. Pero no le importaba en absoluto. Tenía una nueva cosa a la que defender y esta vez su voluntad no le fallaría. Había vivido toda su vida para proteger, y esta no iba a ser la excepción. Elevó su mano lentamente para acariciar la tez de la joven, dedicándole una sonrisa plena. "Gracias por ayudarme a despertar el haki del rey otra vez." Le comunicó. No había logrado hablar con ella en condiciones desde aquel momento, pero ahora debía hacerlo.
Pasaron por una nube que provocó que no pudieran ver casi nada. Activó el mantra preocupado para identificar si había algo alrededor. No, no lo había. Se encontraba ligeramente paranoico por los sucesos que habían pasado. Había pasado por una de las peores torturas que podían provocar a un ser humano. Pero ese secreto moriría con él, no quería preocupar a nadie por su causa. El cian del cielo volvía a abrirse paso entre el conjunto de nubes. Su cuerpo no le respondía, solo podía mover los brazos. Notó algo ardiendo en el pecho y pasó la mano por este. ¿La cicatriz no sanaba? Él era inmortal. Esa sería la marca que le demostraría que no alcanzaba lo tan codiciado entre los mortales. Mordió sus labios mientras pasaba el dedo por la hendidura, no podía creerlo. Aquella regeneración tan brutal jamás le había fallado. ¿Era porque le habían provocado el corte con una espada legendaria? Miró hacia su izquierda, donde reposaba la Saijo Wazamono. "Extorquendo mundi... ¿Tienes ese poder?" Le dijo hacia su espada. Siempre le había hablado y la consideraba un igual, había asistido a todas sus peleas y había derramado toda la sangre posible. "Es hora que descanses entre las fundas." Pensó mientras agarraba la espada y la elevaba.
-Creía que era inmortal. Esta cicatriz me demuestra lo contrario, Kazumi. -Exclamó mientras no podía parar de dirigir la mirada hacia su arma.
El dragón y viejo amigo comenzó a descender. Dark miró hacia el cielo y vio muchos más dragones, un sin fin de ellos, sobrevolando las nubes y despidiéndose de él. El que un día fue rey de los dragones bajaba entre los mortales una vez más. Rió e hizo algo que debía haber hecho antes. Levantó un poco el cuerpo y acercó su cabeza con la de la joven. Lo hacía de tal forma que parecía que fuese a susurrarle algo, pero no era así. No podía evitar mirar los labios de la pelimorada ni evadirlos. Entrelazó sus dedos con los de la joven y acabó acercándose a escasos centímetros de su boca, sin lanzarse. Él no haría eso.
Pasaron por una nube que provocó que no pudieran ver casi nada. Activó el mantra preocupado para identificar si había algo alrededor. No, no lo había. Se encontraba ligeramente paranoico por los sucesos que habían pasado. Había pasado por una de las peores torturas que podían provocar a un ser humano. Pero ese secreto moriría con él, no quería preocupar a nadie por su causa. El cian del cielo volvía a abrirse paso entre el conjunto de nubes. Su cuerpo no le respondía, solo podía mover los brazos. Notó algo ardiendo en el pecho y pasó la mano por este. ¿La cicatriz no sanaba? Él era inmortal. Esa sería la marca que le demostraría que no alcanzaba lo tan codiciado entre los mortales. Mordió sus labios mientras pasaba el dedo por la hendidura, no podía creerlo. Aquella regeneración tan brutal jamás le había fallado. ¿Era porque le habían provocado el corte con una espada legendaria? Miró hacia su izquierda, donde reposaba la Saijo Wazamono. "Extorquendo mundi... ¿Tienes ese poder?" Le dijo hacia su espada. Siempre le había hablado y la consideraba un igual, había asistido a todas sus peleas y había derramado toda la sangre posible. "Es hora que descanses entre las fundas." Pensó mientras agarraba la espada y la elevaba.
-Creía que era inmortal. Esta cicatriz me demuestra lo contrario, Kazumi. -Exclamó mientras no podía parar de dirigir la mirada hacia su arma.
El dragón y viejo amigo comenzó a descender. Dark miró hacia el cielo y vio muchos más dragones, un sin fin de ellos, sobrevolando las nubes y despidiéndose de él. El que un día fue rey de los dragones bajaba entre los mortales una vez más. Rió e hizo algo que debía haber hecho antes. Levantó un poco el cuerpo y acercó su cabeza con la de la joven. Lo hacía de tal forma que parecía que fuese a susurrarle algo, pero no era así. No podía evitar mirar los labios de la pelimorada ni evadirlos. Entrelazó sus dedos con los de la joven y acabó acercándose a escasos centímetros de su boca, sin lanzarse. Él no haría eso.
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Kazumi reaccionó nerviosa al darse cuenta de que Dark ya estaba despierto. El rostro benigno de la mujer forzaba una expresión cómplice y agradable que en realidad sólo abrigaba un llano sentimiento de preocupación. Notó la yema de los dedos del muchacho sobre la piel de la mano que ahora le acariciaba la frente, y en el instante, una sonrisa que sin duda firmaba el comienzo de una nueva etapa para aquella pareja de dos. Kazumi no dijo nada. Meditó sus palabras al mismo tiempo que se le pasaba por la cabeza una película de imágenes borrosas de todo lo que había sucedido hasta ese momento.
Dark giró el rostro hacia la izquierda dirigiéndose a la espada que como ambos descansaba sobre la gruesa y oscura piel del dragón. Kazumi advirtió cómo el muchacho elevaba la extremidad hasta el arma y, llevada de la inercia, oprimió su mano sobre el brazo contrario. No le hacía daño, pero apretaba los dedos lo suficiente como para sentirse segura de que no volvería a escaparse. Aun seguía sorprendida por los sucesos, incapaz de digerir todo de una sola vez. Lo único que quería comprender en ese momento era que Dark estaba bien, a salvo y sin ninguna cuenta pendiente más.
El vuelo del dragón experimentó una descendencia diagonal un tanto más brusca que la que había mantenido hasta entonces. La capa de nubes se abrió para dar paso a un enorme paisaje del que disfrutaban montones de dragones como pájaros en una madrugada. La pelimorada colocó un gesto de impresión mientras miraba a su alrededor igual que un niño que acaba de dar sentido a un juego de piedras y chapas. Buscó la mirada de Dark para intercambiar la reacción, pero nada más encontrarse con su rostro a unos cinco centímetros del suyo, decidió posponerla para más tarde.
Los ojos de Kazumi se mostraban intermitentes, dirigiéndose una vez hacia la mirada de Dark, después hacia la nariz y finalmente hacia sus labios. Intentaba, a pesar de todo, descansar la pupila sobre algún punto en concreto y con ello llevar a cabo el absurdo intento de tapar su nerviosismo, sin embargo fue algo que su voluntad no le permitió. En vez de eso se limitó a ladear un poco el rostro y pronunciar en un suave tono de voz unas palabras que habían estado en su cabeza desde la primera vez que él se rió con ella: - Tienes una sonrisa que promete problemas. - Y después de eso bajó la vista hacia la unión que formaban ambas manos entrelazadas, elevando una de las comisuras de sus labios. Sentía la mirada de Dark sobre ella, observándola y a la espera de lo que fuera a pasar a continuación. La pelimorada movió una de las manos hacia el contorno de la cicatriz del pecho de Dark, que cuidadosamente rodeó con el dedo índice. ¿Era eso lo que le esperaba a partir de ahora? ¿Ver cómo se sometía a esa clase de peligros delante de sus ojos sin poder quedarse a su lado? Volvió los ojos con algo de aspereza y una vez más se encontró con los del muchacho: el color uva le cubría todo el iris en diferentes escalas, haciendo de ellos algo raramente excepcional; poseían un gran control, una superioridad que los hacía grandes contra sus ajenos, que los convertía en objeto de agresión mental. A veces aquello conseguía producirle escalofríos, pero para entonces era diferente. Se acercó despacio a la silueta de su boca y le dedicó un largo y dulce beso que no fue más allá del contacto de ambos labios, y una vez se hubiera separado le dedicó una sonrisa que venía acompañada de un leve rubor que le contorneó los mofeltes.
Dark giró el rostro hacia la izquierda dirigiéndose a la espada que como ambos descansaba sobre la gruesa y oscura piel del dragón. Kazumi advirtió cómo el muchacho elevaba la extremidad hasta el arma y, llevada de la inercia, oprimió su mano sobre el brazo contrario. No le hacía daño, pero apretaba los dedos lo suficiente como para sentirse segura de que no volvería a escaparse. Aun seguía sorprendida por los sucesos, incapaz de digerir todo de una sola vez. Lo único que quería comprender en ese momento era que Dark estaba bien, a salvo y sin ninguna cuenta pendiente más.
El vuelo del dragón experimentó una descendencia diagonal un tanto más brusca que la que había mantenido hasta entonces. La capa de nubes se abrió para dar paso a un enorme paisaje del que disfrutaban montones de dragones como pájaros en una madrugada. La pelimorada colocó un gesto de impresión mientras miraba a su alrededor igual que un niño que acaba de dar sentido a un juego de piedras y chapas. Buscó la mirada de Dark para intercambiar la reacción, pero nada más encontrarse con su rostro a unos cinco centímetros del suyo, decidió posponerla para más tarde.
Los ojos de Kazumi se mostraban intermitentes, dirigiéndose una vez hacia la mirada de Dark, después hacia la nariz y finalmente hacia sus labios. Intentaba, a pesar de todo, descansar la pupila sobre algún punto en concreto y con ello llevar a cabo el absurdo intento de tapar su nerviosismo, sin embargo fue algo que su voluntad no le permitió. En vez de eso se limitó a ladear un poco el rostro y pronunciar en un suave tono de voz unas palabras que habían estado en su cabeza desde la primera vez que él se rió con ella: - Tienes una sonrisa que promete problemas. - Y después de eso bajó la vista hacia la unión que formaban ambas manos entrelazadas, elevando una de las comisuras de sus labios. Sentía la mirada de Dark sobre ella, observándola y a la espera de lo que fuera a pasar a continuación. La pelimorada movió una de las manos hacia el contorno de la cicatriz del pecho de Dark, que cuidadosamente rodeó con el dedo índice. ¿Era eso lo que le esperaba a partir de ahora? ¿Ver cómo se sometía a esa clase de peligros delante de sus ojos sin poder quedarse a su lado? Volvió los ojos con algo de aspereza y una vez más se encontró con los del muchacho: el color uva le cubría todo el iris en diferentes escalas, haciendo de ellos algo raramente excepcional; poseían un gran control, una superioridad que los hacía grandes contra sus ajenos, que los convertía en objeto de agresión mental. A veces aquello conseguía producirle escalofríos, pero para entonces era diferente. Se acercó despacio a la silueta de su boca y le dedicó un largo y dulce beso que no fue más allá del contacto de ambos labios, y una vez se hubiera separado le dedicó una sonrisa que venía acompañada de un leve rubor que le contorneó los mofeltes.
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Su instinto no le había fallado. Tras perderse entre los labios de la joven con un beso que se quedó entre los labios, como de críos se tratasen, separaron estos. Sonrió y comenzó a sonrojarse, cosa la cual eclipsaba a Dark. Se perdía entre aquella sonrisa, y merecía la pena seguir luchando para presenciarla más veces. Quería, de alguna forma, quedarse en aquel instante y congelarlo. Llevaba veintiún años sin besar a otra mujer, la edad de su hija pequeña. Pasó el dedo entre sus labios de forma suave y volvió a robarle otro beso, esta vez, rápido y corto. Rió cerrando los ojos y agarró la parte trasera de la cabeza de la pelimorada, juntando su frente con la suya. "Gracias por cruzarte conmigo, Kazumi. A partir de hoy, eres mi voluntad." Exclamó mientras sus frentes se rozaban, entrecruzándose las hebras moradas y azabache. Se encontraba especialmente feliz, y todos sus sentidos estaban derretidos ante Kazumi. Una vez separaron sus frentes observó sus ojos. Eran amatistas puras, tales como las que él mismo portaba. Pasó el dedo índice por el párpado de esta y observó atentamente.
Tal vez sería atento y persistente, pero su mirada era curiosa. Se perdía entre sus luceros, brillantes y profundos. Tenía una mirada tímida pero que demostraba coraje y bondad. Justamente como a él le gustaba. Suspiró y bajó la cabeza hasta la altura del pecho de la pelimorada, apoyando su cabeza en este, con total confianza. Cerró los ojos mientras volvía a entrelazar sus dedos con los de la joven y esperó hasta que el dragón llegase al suelo. Caía raudo y de forma diagonal, aprovechando las corrientes de aire frías para bajar aun más rápido. Llegaban a Jaya, la isla de Dark, en la cual junto al viejo había conquistado. Las hojas del suelo comenzaban a volar y fuertes corrientes de viento a originarse alrededor de ellos; habían llegado a la altura del suelo, al fin y al cabo. Aprovechó para ayudar a bajar a Kazumi del dragón y después bajar él de un salto. Pero su pie chocó contra la membrana del ala del ser mitológico y provocó que cayera de bruces contra el suelo. El veneno aun le afectaba por momentos, y el cansancio acumulado de aquellos tres días era extremo. Se recompuso rápido sin dar tiempo a la chica a ofrecerle ayuda y fingió que no le pasaba nada. Al fin y al cabo odiaba demostrar su torpeza o momentos de debilidad. Era muy orgulloso para ello.
La gente se entornaba a ellos, presos de la devoción al estar el moreno de vuelta. Los críos corrían hacia él y las jóvenes le dedicaban miradas pícaras. Era el héroe de Jaya, la primera persona en más de ciento cincuenta años que había logrado limpiar aquella isla de piratas, volviéndola una isla normal. Acarició las cabezas de los críos y dirigió una sonrisa embarazosa mientras cerraba los ojos a las jóvenes. Agarró de la mano a Kazumi, cruzando sus dedos con los de ella y levantando la mano de ellos dos, enseñando a todos la mujer. "Ella es la señora de Jaya, ahora." Comunicó hacia los habitantes. Parecían aceptarla y un sin fin de aplausos originaba una situación rozando lo épico para ellos dos.
-Señor, ya tenemos lista la mansión que pidió. -Le comunicó un hombre trajeado, de tez blanquecina y pelo corto azabache- ¿Irán ahora? -Acabó cuestionando a su superior.
-¿Te apetece ir, guapetona? -Exclamó mirando de reojo a Kazumi.- Podemos charlar bien ahí...
Entonces, sus fuerzas volvieron a flaquear. La cicatriz del pecho ardía y las heridas del brazo derecho parecían ir a peor. Anduvo mareado intentando permanecer con compostura hacia su pareja, pero su estado era pésimo y deplorable. Necesitaba una noche de sueño, al menos. Tres días sin dormir, la tortura y el sin fin de batallas, junto al potente veneno de aquella araña provocaron que se colapsara. Esta vez, ya no dirigía aquella sonrisa cálida hacia todos. Mantenía la vista baja y cansada. No podía aguantar más de pie. Apoyó su cabeza con la de la joven y se desmayó encima de ella. Los mayordomos, se encargaron de guiarlos hacia la mansión. No se encontraba demasiado lejos y prestaron ayuda portando a Dark. Llegaron a la gran mansión tan famosa, de cuatro pisos y un jardín alrededor de esta con orquídeas y lavanda. Dos flores que habían marcado su vida en el pasado. Lo posaron en la cama de matrimonio y este descansó ahí, durmiendo con la boca abierta y una sonrisa en esta. ¿Qué soñaría?
Tal vez sería atento y persistente, pero su mirada era curiosa. Se perdía entre sus luceros, brillantes y profundos. Tenía una mirada tímida pero que demostraba coraje y bondad. Justamente como a él le gustaba. Suspiró y bajó la cabeza hasta la altura del pecho de la pelimorada, apoyando su cabeza en este, con total confianza. Cerró los ojos mientras volvía a entrelazar sus dedos con los de la joven y esperó hasta que el dragón llegase al suelo. Caía raudo y de forma diagonal, aprovechando las corrientes de aire frías para bajar aun más rápido. Llegaban a Jaya, la isla de Dark, en la cual junto al viejo había conquistado. Las hojas del suelo comenzaban a volar y fuertes corrientes de viento a originarse alrededor de ellos; habían llegado a la altura del suelo, al fin y al cabo. Aprovechó para ayudar a bajar a Kazumi del dragón y después bajar él de un salto. Pero su pie chocó contra la membrana del ala del ser mitológico y provocó que cayera de bruces contra el suelo. El veneno aun le afectaba por momentos, y el cansancio acumulado de aquellos tres días era extremo. Se recompuso rápido sin dar tiempo a la chica a ofrecerle ayuda y fingió que no le pasaba nada. Al fin y al cabo odiaba demostrar su torpeza o momentos de debilidad. Era muy orgulloso para ello.
La gente se entornaba a ellos, presos de la devoción al estar el moreno de vuelta. Los críos corrían hacia él y las jóvenes le dedicaban miradas pícaras. Era el héroe de Jaya, la primera persona en más de ciento cincuenta años que había logrado limpiar aquella isla de piratas, volviéndola una isla normal. Acarició las cabezas de los críos y dirigió una sonrisa embarazosa mientras cerraba los ojos a las jóvenes. Agarró de la mano a Kazumi, cruzando sus dedos con los de ella y levantando la mano de ellos dos, enseñando a todos la mujer. "Ella es la señora de Jaya, ahora." Comunicó hacia los habitantes. Parecían aceptarla y un sin fin de aplausos originaba una situación rozando lo épico para ellos dos.
-Señor, ya tenemos lista la mansión que pidió. -Le comunicó un hombre trajeado, de tez blanquecina y pelo corto azabache- ¿Irán ahora? -Acabó cuestionando a su superior.
-¿Te apetece ir, guapetona? -Exclamó mirando de reojo a Kazumi.- Podemos charlar bien ahí...
Entonces, sus fuerzas volvieron a flaquear. La cicatriz del pecho ardía y las heridas del brazo derecho parecían ir a peor. Anduvo mareado intentando permanecer con compostura hacia su pareja, pero su estado era pésimo y deplorable. Necesitaba una noche de sueño, al menos. Tres días sin dormir, la tortura y el sin fin de batallas, junto al potente veneno de aquella araña provocaron que se colapsara. Esta vez, ya no dirigía aquella sonrisa cálida hacia todos. Mantenía la vista baja y cansada. No podía aguantar más de pie. Apoyó su cabeza con la de la joven y se desmayó encima de ella. Los mayordomos, se encargaron de guiarlos hacia la mansión. No se encontraba demasiado lejos y prestaron ayuda portando a Dark. Llegaron a la gran mansión tan famosa, de cuatro pisos y un jardín alrededor de esta con orquídeas y lavanda. Dos flores que habían marcado su vida en el pasado. Lo posaron en la cama de matrimonio y este descansó ahí, durmiendo con la boca abierta y una sonrisa en esta. ¿Qué soñaría?
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Kazumi bajó del dragón con la ayuda de Dark a la par que personas de todas las edades se aproximaban a ellos con la alegría y la euforia reflejada en sus rostros. La pelimorada les observó sumándose al agradable entorno que estaban construyendo dedicando una sonrisa de oreja a oreja que más tarde compartiría con el moreno. Se giró a Dark para ofrecerle la mano y dejar que disfrutara de su momento, sin embargo él ya se había adelantado agarrándosela y elevándola en el aire en un ademán de victoria. Las palabras que pronunció seguidamente consiguieron sumar un motivo más a la lista para reforzar el sentimiento de seguridad que Dark le producía. La gente los miraba aplaudiendo el esfuerzo del muchacho con la inocencia de un niño que vitorea la valentía de un adulto después de bajar a un gatito del árbol. Se trataba de una multitud a la que el hombre que hoy veneraban había salvado de los peligros de gente que actuaba a base de impulsos y sangre fría. Por ello estaban agradecidos, porque hoy podrían olvidarse de cerrar la puerta dos y tres veces, porque ya no existían los toques de queda, porque los valores habían vuelto a ser lo más importante dentro de esas tierras.
Kazumi se sacudió la falda de pelusillas. Su entrada a Jaya la había dejado anonadada, más que nada porque nunca antes había estado rodeada por un muro de vítores y aplausos o siquiera haber disfrutado de la tanta atención con la que acababan de recibirla. Las miradas de toda esa gente la hacían sentirse especial sin poner por delante una razón que explicara porqué. Aun manteniendo la misma mueca infantil alternaba la mirada sobre todas esas personas, luego sus zapatos y finalmente la elevaba un poco hasta la mano con la que sostenía a Dark. Se le pasó entonces por la cabeza cuán acostumbrado estaría él a que la gente le agradeciera y aplaudiera tanto su trabajo.
Un hombre de edad anciana se acercó a la pareja para advertirles de que la Mansión ya estaba preparada. Al parecer aquello no había terminado todavía. La pelimorada asintió a la invitación de Dark bastante ilusionada al mismo tiempo que le apretaba levemente la mano y la balanceaba una vez hacia delante y otra hacia atrás. Kazumi saludaba sacudiendo la mano contraria a toda esa gente que les despedía con una grandísima sonrisa en el rostro a la par que emprendía la marcha junto al moreno, a quien seguidamente dirigió la mirada en busca de algún comentario acerca de lo que acababan de ver. Sin embargo se encontró con algo muy distinto: el rostro de Dark estaba pálido y mantenía una mirada cansada. Se tambaleó al segundo y cayó sin fuerzas sobre el regazo de la pelimorada, quien no pudo evitar asustarse. - ¡D-Dark! Aguanta un poco más, ya casi estamos en casa... - Después de eso dos de los mayordomos se lo sacaron de las manos y avanzaron con él en brazos hasta la mansión. Kazumi apenas observó el paisaje, se limitaba a seguir a las dos indumentarias negras que portaban el cuerpo del muchacho, y una vez dentro de la mansión y llegados a la habitación, Dark pudo descansar tranquilamente sobre la cama matrimonial. Los mayordomos le ofrecieron sus servicios para cualquier momento del día antes de marcharse, pero la pelimorada los negó amablemente. Nunca había necesitado esa ayuda y no se veía con razones para cambiar de opinión en ese momento.
Se sentó a la vera del moreno y le observó al mismo tiempo que le apartaba un mechón de pelo del rostro. - Te sacrificas demasiado... - pronunció en un susurro, mordiéndose impasible el labio inferior y negando sutilmente con la cabeza. Se quedó allí meditando durante unos instantes hasta que se levantó para desdoblar una manta y echársela encima, después salió de la habitación y buscó la cocina para ver si encontraba a algún antibiótico o remedio. Lo dejó preparado a una esquina de la encimera para cuando fuera necesario y seguidamente caminó a través de la habitación arrastrando el dedo índice por el papel oscuro y con motivo floral de las paredes. Miraba cada rincón del lugar avanzando y encontrándose cada vez con un sitio nuevo. Había sillones, adornos, mesitas, alfombras y sobre todo cuadros por todas partes. Era algo a lo que no estaba acostumbrada. Después de merodear por el primer piso de la casa salió a ver el jardín y disfrutar de su amplio repertorio de flores, donde se le pasó por la cabeza que habría estado bastante bien llevarse con ella la flauta, pero tampoco era algo que precisamente echara en falta para entonces.
Pasó el día dándole vueltas a muchas cosas a parte de a la casa, y dentro de poco la oscuridad y el silencio envolvieron completamente el entorno. Kazumi se llevó con ella una lamparita hasta la habitación de Dark y allí se dio el lujo de compartir la cama con el moreno. La primera noche le costó bastante tiempo quedarse dormida, sin embargo terminó acostumbrándose. El día siguiente se levantó con la esperanza de que Dark ya hubiera reunido las fuerzas suficientes como para reincorporarse, sin embargo pasaban las horas y no daba señal de vida alguna. Esperaba mientras aprovechaba para ver más parte de la casa mientras el sol iluminara las habitaciones. Kazumi cocinó para dos durante el almuerzo y la cena de los días siguientes, pero acababa tirando un plato y medio cada vez. El segundo día allí disfrutó de una ducha rápida para despertarse por la mañana, y más tarde se animó para salir a dar un paseo corto por el pueblo, pero no tardó demasiado en volver después de comprar un par de cosas para hacer un desayuno en condiciones para la mañana siguiente, en la que sin duda Dark debía estar. Llevaba durmiendo dos días enteros y aunque su cuerpo no presentara ninguna anomalía de la que preocuparse, Kazumi lo hacía. Le extrañaba no haberse dado cuenta antes del estado en el que estaba, sin embargo no se echaba la culpa; Dark tampoco había manifestado nada. Esa noche se durmió algo más rápido que las anteriores, siempre al lado del moreno y levantándose de la misma forma. La pelimorada oprimió sobre él una mirada cansada al mismo tiempo que le besaba la frente antes de salir de la habitación. Bajó tranquilamente por las escaleras y sacó una media hora de su tiempo para preparar el desayuno que había planeado el día anterior. Lo colocó en bandejas y lo sirvió en la mesa de la cocina, después se acomodó en la silla con un café para quedarse a ver cómo acontecía la mañana.
Kazumi se sacudió la falda de pelusillas. Su entrada a Jaya la había dejado anonadada, más que nada porque nunca antes había estado rodeada por un muro de vítores y aplausos o siquiera haber disfrutado de la tanta atención con la que acababan de recibirla. Las miradas de toda esa gente la hacían sentirse especial sin poner por delante una razón que explicara porqué. Aun manteniendo la misma mueca infantil alternaba la mirada sobre todas esas personas, luego sus zapatos y finalmente la elevaba un poco hasta la mano con la que sostenía a Dark. Se le pasó entonces por la cabeza cuán acostumbrado estaría él a que la gente le agradeciera y aplaudiera tanto su trabajo.
Un hombre de edad anciana se acercó a la pareja para advertirles de que la Mansión ya estaba preparada. Al parecer aquello no había terminado todavía. La pelimorada asintió a la invitación de Dark bastante ilusionada al mismo tiempo que le apretaba levemente la mano y la balanceaba una vez hacia delante y otra hacia atrás. Kazumi saludaba sacudiendo la mano contraria a toda esa gente que les despedía con una grandísima sonrisa en el rostro a la par que emprendía la marcha junto al moreno, a quien seguidamente dirigió la mirada en busca de algún comentario acerca de lo que acababan de ver. Sin embargo se encontró con algo muy distinto: el rostro de Dark estaba pálido y mantenía una mirada cansada. Se tambaleó al segundo y cayó sin fuerzas sobre el regazo de la pelimorada, quien no pudo evitar asustarse. - ¡D-Dark! Aguanta un poco más, ya casi estamos en casa... - Después de eso dos de los mayordomos se lo sacaron de las manos y avanzaron con él en brazos hasta la mansión. Kazumi apenas observó el paisaje, se limitaba a seguir a las dos indumentarias negras que portaban el cuerpo del muchacho, y una vez dentro de la mansión y llegados a la habitación, Dark pudo descansar tranquilamente sobre la cama matrimonial. Los mayordomos le ofrecieron sus servicios para cualquier momento del día antes de marcharse, pero la pelimorada los negó amablemente. Nunca había necesitado esa ayuda y no se veía con razones para cambiar de opinión en ese momento.
Se sentó a la vera del moreno y le observó al mismo tiempo que le apartaba un mechón de pelo del rostro. - Te sacrificas demasiado... - pronunció en un susurro, mordiéndose impasible el labio inferior y negando sutilmente con la cabeza. Se quedó allí meditando durante unos instantes hasta que se levantó para desdoblar una manta y echársela encima, después salió de la habitación y buscó la cocina para ver si encontraba a algún antibiótico o remedio. Lo dejó preparado a una esquina de la encimera para cuando fuera necesario y seguidamente caminó a través de la habitación arrastrando el dedo índice por el papel oscuro y con motivo floral de las paredes. Miraba cada rincón del lugar avanzando y encontrándose cada vez con un sitio nuevo. Había sillones, adornos, mesitas, alfombras y sobre todo cuadros por todas partes. Era algo a lo que no estaba acostumbrada. Después de merodear por el primer piso de la casa salió a ver el jardín y disfrutar de su amplio repertorio de flores, donde se le pasó por la cabeza que habría estado bastante bien llevarse con ella la flauta, pero tampoco era algo que precisamente echara en falta para entonces.
Pasó el día dándole vueltas a muchas cosas a parte de a la casa, y dentro de poco la oscuridad y el silencio envolvieron completamente el entorno. Kazumi se llevó con ella una lamparita hasta la habitación de Dark y allí se dio el lujo de compartir la cama con el moreno. La primera noche le costó bastante tiempo quedarse dormida, sin embargo terminó acostumbrándose. El día siguiente se levantó con la esperanza de que Dark ya hubiera reunido las fuerzas suficientes como para reincorporarse, sin embargo pasaban las horas y no daba señal de vida alguna. Esperaba mientras aprovechaba para ver más parte de la casa mientras el sol iluminara las habitaciones. Kazumi cocinó para dos durante el almuerzo y la cena de los días siguientes, pero acababa tirando un plato y medio cada vez. El segundo día allí disfrutó de una ducha rápida para despertarse por la mañana, y más tarde se animó para salir a dar un paseo corto por el pueblo, pero no tardó demasiado en volver después de comprar un par de cosas para hacer un desayuno en condiciones para la mañana siguiente, en la que sin duda Dark debía estar. Llevaba durmiendo dos días enteros y aunque su cuerpo no presentara ninguna anomalía de la que preocuparse, Kazumi lo hacía. Le extrañaba no haberse dado cuenta antes del estado en el que estaba, sin embargo no se echaba la culpa; Dark tampoco había manifestado nada. Esa noche se durmió algo más rápido que las anteriores, siempre al lado del moreno y levantándose de la misma forma. La pelimorada oprimió sobre él una mirada cansada al mismo tiempo que le besaba la frente antes de salir de la habitación. Bajó tranquilamente por las escaleras y sacó una media hora de su tiempo para preparar el desayuno que había planeado el día anterior. Lo colocó en bandejas y lo sirvió en la mesa de la cocina, después se acomodó en la silla con un café para quedarse a ver cómo acontecía la mañana.
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La horrible figura de su piel siendo quemada y desprendiéndose de él provocaba gritos de dolor y pánico. Se levantó de la cama jadeando y llevándose las manos encima del pecho. Notó la hendidura y miró alrededor. ¿Qué hacía ahí? Se dejó caer hacia atrás, impactando su cabeza contra la almohada y pasando a mirar el techo. Era una pesadilla. Una pesadilla que viviría muchos días. Se retiró la sudor con la manga del pijama y logró observar el lado de la cama. La manta estaba movida por aquel extremo, como si alguien hubiera dormido con él. Negó con la cabeza confuso y recopiló lo último que pasó antes de que cayera desmayado. "Vale. Me habrán traído hasta aquí. Pero... ¿quién ha dormido conmigo? ...¿Kazumi?" Se preguntó, ruborizándose involuntariamente. Bajó la cabeza mirando hacia el desnudo pecho y después elevó el brazo derecho. Las heridas ya no estaban. ¿Le habían cuidado bien? Sí, eso parecía. "Eres fantástica." Pronunció en voz alta mientras ya lograba notar la presencia de la pelimorada.
Se levantó con cuidado de la cama y apoyó el pie contra el suelo, sin notar la pesada carga que mantenía anteriormente. Se encontraba descansado y revitalizado; no necesitaba andar con aquella pesada carga. La de permanecer fuerte ante su pareja. Elevó su cuerpo poniéndose de pie y agitó los brazos a la vez que el cuerpo. Sí, se encontraba bien. Pero lograba darse cuenta de algo; un poderoso rugido proveniente de la altura de su estómago le enseñó su actual estado. Se moría de hambre. Paseó por la habitación colocándose las zapatillas mientras se retiraba el camisón y bajó a paso ligero por las escaleras. Sabía que debía ir directamente a por Kazumi y observar aquel bello rostro una vez más, aquellos ojos que le hacían creer que el infinito sí existían cada vez que se perdía entre ellos. Pero no le gustaba la idea de mostrar su faceta hambrienta ante ella, no por lo menos la referente a la comida. No, no debía pensar en nada pervertido. No aun. Observó el desayuno encima de la mesa y corrió hacia él, preparándose para ingerirlo. Una vez logró pegar el primer mordisco, una mueca de asco y una pequeña arcada vinieron acompañadas ante un sabor amargo e insoportable. Pero a pesar de todo el hambre que tenía, se lo había preparado ella, cosa la cual le hacía excepcionalmente feliz. Louise y Ashley tampoco sabían cocinar y ya estaba acostumbrado a malas comidas. "Amo comer, pero a este paso acabaré amando más a esta chica." Se dijo a sí mismo mientras acababa de ingerir el alimento y se dirigía hacia la basura para tirar los restos.
Vio bastantes restos de comida, todos con aquel olor enigmático que lograban identificarse como igual. "¿Cuánto tiempo llevo dormido?" Se preguntó preocupado. Seguramente habría hecho sufrir a la joven y no se lo podía perdonar. Giró la cabeza suspirando y se alertó de la presencia acercándose cada vez más. Debía encontrar las palabras en aquel momento, palabras que no lograran que se preocupara. Mantenía una actitud serena y tranquila, pero se le notaba una persona sacrificada y que le importaban los suyos. Se dirigió hacia fuera pasando por el gran pasillo que conectaba la cocina, hasta el recibidor. Ignoraba todo lo que hubiera a su alrededor, ya que mantenía un paso ligero e intentaba buscar las palabras que dirigiría a la chica. Todo a la vez. Abrió lentamente el pomo y salió hacia fuera, mostrando su torso desnudo a la joven, que parecía venir hacia su dirección. Tal vez vendría de comprar o ver el pueblo. La joven mostró un rostro de sorpresa, el cual le agradó al moreno. La miró de arriba a abajo y después dio un giro sobre sí mismo, observando su alrededor. Era la paz. Paz, amor y riquezas. Su estado anímico comenzaba a disparatarse, al unísono de la situación. Corrió hacia ella y la agarró sin permitir que se moviera, elevándola en el aire.
"No quiero cerrar mis ojos. No quiero quedarme dormido. Porque te he extrañado, y no quiero perder ninguna cosa de ti." Exclamó mientras la tendía en alto con la más ligera fragilidad, agarrándola sin hacer demasiada presión en sus caderas. Giraba con ella al son y acabó abrazándola para después dejarla apoyada entre sus brazos. Había recuperado sus energías y debía notificárselo de forma feliz. Seguramente la habría mantenido preocupada el tiempo que había mantenido en letargo. Acercó su cabeza con la de ella mientras la mantenía en sus brazos y le dedicó un largo beso, esta vez mucho más picante que el anterior. Una vez separó los labios y se relamió, le dedicó una cálida sonrisa y la tendió en el suelo con cuidado. Era hora de enseñarle la ciudad. La ciudad de los dos, mejor dicho. O podían volver dentro y continuar su marcha por ahí. Sería satisfactorio la decisión por las dos partes; quería estar con ella a solas o enseñarle al mundo de que era su pareja. Las dos opciones le parecían correctas.
Se levantó con cuidado de la cama y apoyó el pie contra el suelo, sin notar la pesada carga que mantenía anteriormente. Se encontraba descansado y revitalizado; no necesitaba andar con aquella pesada carga. La de permanecer fuerte ante su pareja. Elevó su cuerpo poniéndose de pie y agitó los brazos a la vez que el cuerpo. Sí, se encontraba bien. Pero lograba darse cuenta de algo; un poderoso rugido proveniente de la altura de su estómago le enseñó su actual estado. Se moría de hambre. Paseó por la habitación colocándose las zapatillas mientras se retiraba el camisón y bajó a paso ligero por las escaleras. Sabía que debía ir directamente a por Kazumi y observar aquel bello rostro una vez más, aquellos ojos que le hacían creer que el infinito sí existían cada vez que se perdía entre ellos. Pero no le gustaba la idea de mostrar su faceta hambrienta ante ella, no por lo menos la referente a la comida. No, no debía pensar en nada pervertido. No aun. Observó el desayuno encima de la mesa y corrió hacia él, preparándose para ingerirlo. Una vez logró pegar el primer mordisco, una mueca de asco y una pequeña arcada vinieron acompañadas ante un sabor amargo e insoportable. Pero a pesar de todo el hambre que tenía, se lo había preparado ella, cosa la cual le hacía excepcionalmente feliz. Louise y Ashley tampoco sabían cocinar y ya estaba acostumbrado a malas comidas. "Amo comer, pero a este paso acabaré amando más a esta chica." Se dijo a sí mismo mientras acababa de ingerir el alimento y se dirigía hacia la basura para tirar los restos.
Vio bastantes restos de comida, todos con aquel olor enigmático que lograban identificarse como igual. "¿Cuánto tiempo llevo dormido?" Se preguntó preocupado. Seguramente habría hecho sufrir a la joven y no se lo podía perdonar. Giró la cabeza suspirando y se alertó de la presencia acercándose cada vez más. Debía encontrar las palabras en aquel momento, palabras que no lograran que se preocupara. Mantenía una actitud serena y tranquila, pero se le notaba una persona sacrificada y que le importaban los suyos. Se dirigió hacia fuera pasando por el gran pasillo que conectaba la cocina, hasta el recibidor. Ignoraba todo lo que hubiera a su alrededor, ya que mantenía un paso ligero e intentaba buscar las palabras que dirigiría a la chica. Todo a la vez. Abrió lentamente el pomo y salió hacia fuera, mostrando su torso desnudo a la joven, que parecía venir hacia su dirección. Tal vez vendría de comprar o ver el pueblo. La joven mostró un rostro de sorpresa, el cual le agradó al moreno. La miró de arriba a abajo y después dio un giro sobre sí mismo, observando su alrededor. Era la paz. Paz, amor y riquezas. Su estado anímico comenzaba a disparatarse, al unísono de la situación. Corrió hacia ella y la agarró sin permitir que se moviera, elevándola en el aire.
"No quiero cerrar mis ojos. No quiero quedarme dormido. Porque te he extrañado, y no quiero perder ninguna cosa de ti." Exclamó mientras la tendía en alto con la más ligera fragilidad, agarrándola sin hacer demasiada presión en sus caderas. Giraba con ella al son y acabó abrazándola para después dejarla apoyada entre sus brazos. Había recuperado sus energías y debía notificárselo de forma feliz. Seguramente la habría mantenido preocupada el tiempo que había mantenido en letargo. Acercó su cabeza con la de ella mientras la mantenía en sus brazos y le dedicó un largo beso, esta vez mucho más picante que el anterior. Una vez separó los labios y se relamió, le dedicó una cálida sonrisa y la tendió en el suelo con cuidado. Era hora de enseñarle la ciudad. La ciudad de los dos, mejor dicho. O podían volver dentro y continuar su marcha por ahí. Sería satisfactorio la decisión por las dos partes; quería estar con ella a solas o enseñarle al mundo de que era su pareja. Las dos opciones le parecían correctas.
Kazumi Reika
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La pelimorada aun no se había acostumbrado al amanecer en Jaya después de casi cuatro días, pero como era de esperar seguía poniendo todo su empeño en adaptarse tanto como lo hacía a la hora de cuidar del moreno. Las mañanas en esa isla eran cosa de otro mundo, sobre todo tratándose de domingo tal y como acababa de comprobar. El cielo ya había clarecido y recibía el amanecer con una fresca y agradable brisa junto a un acapotado cielo de color celeste. El aire congelado de la madrugada aún estaba presente y se desplazaba entre la muchedumbre que aún vivía en la noche del sábado y la que acababa de empezar un nuevo día con una taza de café y canela. Kazumi se había dado el capricho de dejar la mansión durante unas horas para disfrutar de los pequeños detalles mundanos que la esperaban entre las calles del pueblo, ocupadas por transeúntes que entraban y salían de las tabernas saludándose entre sí como si llevaran conciéndose una vida entera. Aquella actitud familiar facilitaba las cosas para la morena a la hora de hacerse un hueco aún estando Dark en cama, porque por lo que veía no estarían allí solamente un par de días y más le valía entonces estrechar buenos lazos con el resto de la ciudadanía. Y después de ese desayuno que había dejado intacto sobre la mesa de la cocina había tomado la decisión de salir a conocer lo que rodeaba la mansión del nuevo Señor de Jaya.
Las edificaciones de fachada blanca estaban por todas partes creando pasillos que se unían entre sí para finalizar creando ese pequeño pueblo. Kazumi había llegado hasta los pequeños puestos de vendedores ambulantes en los que se colocaban de cara al público todo tipo de cosas desde fruta y verdura hasta decoraciones de cerámica y arcilla. Pasó también por varias sastrerías que detrás de la vitrina tendían de sus perchas unas indumentarias increíblemente trabajadas con todos sus detalles cosidos minuciosamente; en una de ellas entabló una agradable conversación junto con otras dos muchachas de algunos años más que miraban vestidos con las ansias de poder llevárselos a casa. Sin embargo ella volvió con las bolsas vacías acerca de la una de la tarde. El camino que separaba la zona urbana de la gran explanada en la que se encontraba la mansión era de alrededor de un kilómetro y algo más que recorrió en veinte largos minutos. De vez en cuando se aventuraba a pensar que Dark la estaría esperando en la cocina junto a un irónico comentario acerca del desayuno, y para su sorpresa estaba en lo cierto. Sin embargo el moreno se había dado más prisa con la comida y había pasado de la cocina a la entrada de la casa donde la pareja había coincidido encontrándose. La mirada de la pelimorada se iluminó alargando una humilde sonrisa que le pintó el rostro de un momento a otro. Advirtió el acercamiento de Dark y soltó las bolsas que segundos antes sostenía con ambas manos para llevarlas hacia los hombros del moreno, quien en un atisbo de alegría la levantó del suelo regalándole un par de vueltas en el aire. El momento finalizó en un estrecho abrazo y las seguidas carcajadas de la pelimorada: - ¡Dark! Me habías asustado - exclamó, bajando la vista hacia su pecho descubierto y después de unos segundos de nuevo hacia su rostro - Tenía muchas ganas de estar contigo..., de hablar de todo lo que ha pasado. ¿Cómo te encuentras? - y después de eso elevó una de las manos hacia su frente tomándole la temperatura. Estaba bien, por lo menos más estable que hacía unos días. Todo aquello le parecía tan irreal... Había estado mucho tiempo reuniendo las ganas de pasar una tarde junto a él en una playa o cualquier otro lugar tranquilo, y ahora que podían hacerlo no quería moverse del interior de su regazo. - ¿Sabes qué? He visto lugares preciosos a poco tiempo de aquí que te encantarán - hablaba como si fuera la primera vez que él pisaba esa isla porque de alguna manera quería que ambos compartieran esa ilusión de conocer juntos una experiencia nueva. Después de eso se alejó a pequeños brincos dos metros en dirección a la mansión: - te traeré algo para que te pongas.
Se hizo rápidamente con una camisa negra y unos zapatos con los que Dark se vistió en la explanada de la casa, más tarde salieron sujetos de la mano hacia algún lugar donde comer algo. La gente con la que se cruzaba la pareja saludaba alegremente al muchacho preguntándole por su estado físico y hasta anímico con la intención de reunir temas de conversación con los que entretener a sus conocidos. Sin duda el afán de agradecimiento hacia el muchacho duraría bastante tiempo del que se imaginaban en las bocas de todos los habitantes. Aún sin tocar temas en relación a lo sucedido los días anteriores y con algún que otro imprevisto, ambos consiguieron llegar hasta una taberna bastante decente a primera vista que les atendió con un menú completo que se acabaron antes de poder darse cuenta. Para pasar el resto de la tarde prefirieron irse a una plaza donde disfrutar de algo más de intimidad.
El lugar era grande y la mayor parte de él estaba cubierta por césped verde; la otra era simplemente un caminito de piedra en el que descansaban varios bancos de madera. Kazumi tiró de la muñeca de Dark para acercarse al único de todos que podía salvarse de aquellos pesados rayos de sol gracias a la sombra que caía por parte de un árbol vecino. La pelimorada se acomodó en el banco apartándose un mechón de pelo del rostro y alisándose la falda blanca que le llegaba hasta por encima de las rodillas, después de eso apoyó la cabeza sobre el hombro del moreno y exhaló un suspiro. Sin duda quería pasar con él el resto del tiempo que le quedara, pero no en compensación a los días en los que Dark había estado lejos, pues de alguna forma le daba la sensación de que él siempre había estado vigilándola por detrás.
Las edificaciones de fachada blanca estaban por todas partes creando pasillos que se unían entre sí para finalizar creando ese pequeño pueblo. Kazumi había llegado hasta los pequeños puestos de vendedores ambulantes en los que se colocaban de cara al público todo tipo de cosas desde fruta y verdura hasta decoraciones de cerámica y arcilla. Pasó también por varias sastrerías que detrás de la vitrina tendían de sus perchas unas indumentarias increíblemente trabajadas con todos sus detalles cosidos minuciosamente; en una de ellas entabló una agradable conversación junto con otras dos muchachas de algunos años más que miraban vestidos con las ansias de poder llevárselos a casa. Sin embargo ella volvió con las bolsas vacías acerca de la una de la tarde. El camino que separaba la zona urbana de la gran explanada en la que se encontraba la mansión era de alrededor de un kilómetro y algo más que recorrió en veinte largos minutos. De vez en cuando se aventuraba a pensar que Dark la estaría esperando en la cocina junto a un irónico comentario acerca del desayuno, y para su sorpresa estaba en lo cierto. Sin embargo el moreno se había dado más prisa con la comida y había pasado de la cocina a la entrada de la casa donde la pareja había coincidido encontrándose. La mirada de la pelimorada se iluminó alargando una humilde sonrisa que le pintó el rostro de un momento a otro. Advirtió el acercamiento de Dark y soltó las bolsas que segundos antes sostenía con ambas manos para llevarlas hacia los hombros del moreno, quien en un atisbo de alegría la levantó del suelo regalándole un par de vueltas en el aire. El momento finalizó en un estrecho abrazo y las seguidas carcajadas de la pelimorada: - ¡Dark! Me habías asustado - exclamó, bajando la vista hacia su pecho descubierto y después de unos segundos de nuevo hacia su rostro - Tenía muchas ganas de estar contigo..., de hablar de todo lo que ha pasado. ¿Cómo te encuentras? - y después de eso elevó una de las manos hacia su frente tomándole la temperatura. Estaba bien, por lo menos más estable que hacía unos días. Todo aquello le parecía tan irreal... Había estado mucho tiempo reuniendo las ganas de pasar una tarde junto a él en una playa o cualquier otro lugar tranquilo, y ahora que podían hacerlo no quería moverse del interior de su regazo. - ¿Sabes qué? He visto lugares preciosos a poco tiempo de aquí que te encantarán - hablaba como si fuera la primera vez que él pisaba esa isla porque de alguna manera quería que ambos compartieran esa ilusión de conocer juntos una experiencia nueva. Después de eso se alejó a pequeños brincos dos metros en dirección a la mansión: - te traeré algo para que te pongas.
Se hizo rápidamente con una camisa negra y unos zapatos con los que Dark se vistió en la explanada de la casa, más tarde salieron sujetos de la mano hacia algún lugar donde comer algo. La gente con la que se cruzaba la pareja saludaba alegremente al muchacho preguntándole por su estado físico y hasta anímico con la intención de reunir temas de conversación con los que entretener a sus conocidos. Sin duda el afán de agradecimiento hacia el muchacho duraría bastante tiempo del que se imaginaban en las bocas de todos los habitantes. Aún sin tocar temas en relación a lo sucedido los días anteriores y con algún que otro imprevisto, ambos consiguieron llegar hasta una taberna bastante decente a primera vista que les atendió con un menú completo que se acabaron antes de poder darse cuenta. Para pasar el resto de la tarde prefirieron irse a una plaza donde disfrutar de algo más de intimidad.
El lugar era grande y la mayor parte de él estaba cubierta por césped verde; la otra era simplemente un caminito de piedra en el que descansaban varios bancos de madera. Kazumi tiró de la muñeca de Dark para acercarse al único de todos que podía salvarse de aquellos pesados rayos de sol gracias a la sombra que caía por parte de un árbol vecino. La pelimorada se acomodó en el banco apartándose un mechón de pelo del rostro y alisándose la falda blanca que le llegaba hasta por encima de las rodillas, después de eso apoyó la cabeza sobre el hombro del moreno y exhaló un suspiro. Sin duda quería pasar con él el resto del tiempo que le quedara, pero no en compensación a los días en los que Dark había estado lejos, pues de alguna forma le daba la sensación de que él siempre había estado vigilándola por detrás.
Dark Satou
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Los rayos de luz se chocaban con la piel nívea de la joven, mostrando un rostro terso y libre de horrores estéticos para este. Era suave y frágil y no lograba cansarse de observarlo. Pero aquello no era lo que más le distraía; el simple hecho de tener los dedos entrelazados y rozarlos, provocaba una sensación de paz en él enorme. Era tanta que sus sentidos se colapsaban y simplemente podía demostrar su estado sonriendo, mientras caminaba al son de la pelimorada. Parecía que quisiera que él fuese arreglado, mostrando unos zapatos y camisa negros. No podía decirle que no, así que simplemente accedió con una sonrisa mientras se los colocaba. Tras abrocharse la camisa y remangarse las mangas hasta el codo, la conjuntó con una corbata de color carmín.
El simple hecho de que esta le correspondiese le parecía un ideal perfecto. Se encontraba rozando la euforia tras lograr ver el despertar de su letargo, cosa la cual le extrañaba y le hacía preguntarse: ¿realmente había dormido tanto? Sí, eso parecía. ¿Cuánto había sido? Negó con la cabeza intentando no sumergirse en sus pensamientos y volvió a dedicarle una sonrisa cálida a Kazumi. No quería preocuparla. Su cuerpo seguía sintiéndose pesado tras la decadencia de adrenalina. Suspiró cerrando los ojos y sintiendo la brisa en su rostro. Jamás podría explicar aquel sentimiento. El vivir libre, en un lugar donde todos te quieran y tengas a alguien que te ame. Ese era el sentimiento que sentía el joven señor de la caza. Por supuesto, sabía que esos días acabarían. Que volvería a arriesgar su vida, ya que siempre nacería y crecería alguien más fuerte que él. "Pero merece la pena derrochar el tiempo en esto en vez de entrenamiento." Pensó mientras caminaba junto la chica.
Y el día pasó de forma rápida: tras una buena comilona y un largo paseo, para ser exactos. Respiró hondo tras sentarse con Kazumi y notar la cabeza apoyada en su hombro. Se fijó en el entorno; un lugar con un camino empedrado y el verde predominando en todo el alrededor. En la plaza no había nadie, se encontraban solos y con un silencio abrumador. Pero ese tipo de silencios, eran los que le gustaban a Dark. El sentir aquel calor apoyado encima de él y el sudor de las manos juntándose. No podía decir que no a aquello. No tras pasar tanto tiempo solo sentimentalmente. Pasó el brazo por detrás del cuello de la joven y acarició su hombro de la forma más débil posible. Le asustaba el hacerlo con aquel brazo escamado, pero ella no parecía hacerle ascos. Eso lo agradecía, era algo que le drenaba la autoestima en mayor parte. Pero era la prueba de que un día fue el rey de los dragones y lideró los cielos como uno.
Otra brisa pasó por su lado, esta vez haciendo que las hebras de la joven chocasen contra su cara. Aprovechó para acercar su mano derecha y retirárselas. Después bajó la mano entre sus labios y los acarició. El descenso llegó la altura del esternón, donde jugueteó con el dedo por ahí. Sonrió de forma pícara y soltó una pequeña carcajada. No era tiempo para eso, y menos en aquel lugar. Retiró la mano y creó una pequeña plataforma de luz para estirar sus piernas y mantenerlas en el aire. El solsticio comenzaba a ceñir el cielo, notificando a la pareja de que comenzaba a hacerse tarde. Había sido un día espléndido y alegraba descansar tras tanto tiempo luchando sin cesar. Suspiró y dirigió una última mirada a Kazumi, la cual parecía disfrutar cada segundo que pasaba con él. Aquel sentimiento era mutuo, sin duda.
Pero el momento se destrozó tras levantarse el moreno bruscamente, parando una sola mano y partiendo el arma que le había atacado. Dirigió una mirada seria hacia el pirata, mostrando el color amatista como hostil. "Fuera." Le comunicó, levantando el labio y enseñándole un colmillo. Una actitud de bestia predominante, ya que él era el rey de Jaya. Era obvio que comenzaría a aparecer gente como aquel que en ese momento ya huía. Gente que le intentaría arrebatar el puesto. Se hinchó de mofletes ofendido y se dejó caer en el banco, volviendo a pasar la mano por detrás de la joven. Esta vez la había colocado a la cintura de esta y agarraba un muslo con la mano. Giró la mirada aun con los mofletes hinchados y calló. No era una persona de demasiadas palabras en según aquel momento, y tenía el ligero miedo de haber fastidiado el tan bonito momento que estaban pasando. Sin duda, una actitud un tanto infantil incluso para una persona como él. Se mordió el labio y bajó un poco la mirada, exhalando el aire y volviendo a poner un rostro serio.
-Lo siento, pero tengo que seguir entrenando. No puedo permitir que me arrebaten mi puesto.- Exclamó mientras elevaba la mirada hacia el rojizo cielo. Tal vez no le agradaría que Dark tomara aquella actitud egoísta y prepotente, pero su orgullo era demasiado importante.- Si no soy más fuerte, me matarán. Soy un mercenario, cazador, como quieras llamarlo. Vivo por y para la guerra. -Acabó diciendo, con un tono más frío pero no por ello menos sentimental. Se notaban dolor en sus palabras, como si las dijera arrepintiéndose.
Intentó disculparse agarrando la barbilla de la joven y acercando su cara contra ella, pero parándose a escasos centímetros de ella. Tal y como la primera vez. Si no se había enfadado se lo notificaría rápido. Incluso... tenía ganas de entrenarla a ella. Sabía que jamás fallaría defendiéndola, pero ya falló varias veces en el pasado. ¿Quién no le podía asegurar de que lo volviese a hacer? "Soy... débil. Acabó diciendo, notando el aliento de Kazumi contra sus labios. Su pecho se aceleraba y sus mejillas se ruborizaban. Incluso él podía ser tímido, y no la persona extrovertida de la que siempre lograba demostrar ser.
El simple hecho de que esta le correspondiese le parecía un ideal perfecto. Se encontraba rozando la euforia tras lograr ver el despertar de su letargo, cosa la cual le extrañaba y le hacía preguntarse: ¿realmente había dormido tanto? Sí, eso parecía. ¿Cuánto había sido? Negó con la cabeza intentando no sumergirse en sus pensamientos y volvió a dedicarle una sonrisa cálida a Kazumi. No quería preocuparla. Su cuerpo seguía sintiéndose pesado tras la decadencia de adrenalina. Suspiró cerrando los ojos y sintiendo la brisa en su rostro. Jamás podría explicar aquel sentimiento. El vivir libre, en un lugar donde todos te quieran y tengas a alguien que te ame. Ese era el sentimiento que sentía el joven señor de la caza. Por supuesto, sabía que esos días acabarían. Que volvería a arriesgar su vida, ya que siempre nacería y crecería alguien más fuerte que él. "Pero merece la pena derrochar el tiempo en esto en vez de entrenamiento." Pensó mientras caminaba junto la chica.
Y el día pasó de forma rápida: tras una buena comilona y un largo paseo, para ser exactos. Respiró hondo tras sentarse con Kazumi y notar la cabeza apoyada en su hombro. Se fijó en el entorno; un lugar con un camino empedrado y el verde predominando en todo el alrededor. En la plaza no había nadie, se encontraban solos y con un silencio abrumador. Pero ese tipo de silencios, eran los que le gustaban a Dark. El sentir aquel calor apoyado encima de él y el sudor de las manos juntándose. No podía decir que no a aquello. No tras pasar tanto tiempo solo sentimentalmente. Pasó el brazo por detrás del cuello de la joven y acarició su hombro de la forma más débil posible. Le asustaba el hacerlo con aquel brazo escamado, pero ella no parecía hacerle ascos. Eso lo agradecía, era algo que le drenaba la autoestima en mayor parte. Pero era la prueba de que un día fue el rey de los dragones y lideró los cielos como uno.
Otra brisa pasó por su lado, esta vez haciendo que las hebras de la joven chocasen contra su cara. Aprovechó para acercar su mano derecha y retirárselas. Después bajó la mano entre sus labios y los acarició. El descenso llegó la altura del esternón, donde jugueteó con el dedo por ahí. Sonrió de forma pícara y soltó una pequeña carcajada. No era tiempo para eso, y menos en aquel lugar. Retiró la mano y creó una pequeña plataforma de luz para estirar sus piernas y mantenerlas en el aire. El solsticio comenzaba a ceñir el cielo, notificando a la pareja de que comenzaba a hacerse tarde. Había sido un día espléndido y alegraba descansar tras tanto tiempo luchando sin cesar. Suspiró y dirigió una última mirada a Kazumi, la cual parecía disfrutar cada segundo que pasaba con él. Aquel sentimiento era mutuo, sin duda.
Pero el momento se destrozó tras levantarse el moreno bruscamente, parando una sola mano y partiendo el arma que le había atacado. Dirigió una mirada seria hacia el pirata, mostrando el color amatista como hostil. "Fuera." Le comunicó, levantando el labio y enseñándole un colmillo. Una actitud de bestia predominante, ya que él era el rey de Jaya. Era obvio que comenzaría a aparecer gente como aquel que en ese momento ya huía. Gente que le intentaría arrebatar el puesto. Se hinchó de mofletes ofendido y se dejó caer en el banco, volviendo a pasar la mano por detrás de la joven. Esta vez la había colocado a la cintura de esta y agarraba un muslo con la mano. Giró la mirada aun con los mofletes hinchados y calló. No era una persona de demasiadas palabras en según aquel momento, y tenía el ligero miedo de haber fastidiado el tan bonito momento que estaban pasando. Sin duda, una actitud un tanto infantil incluso para una persona como él. Se mordió el labio y bajó un poco la mirada, exhalando el aire y volviendo a poner un rostro serio.
-Lo siento, pero tengo que seguir entrenando. No puedo permitir que me arrebaten mi puesto.- Exclamó mientras elevaba la mirada hacia el rojizo cielo. Tal vez no le agradaría que Dark tomara aquella actitud egoísta y prepotente, pero su orgullo era demasiado importante.- Si no soy más fuerte, me matarán. Soy un mercenario, cazador, como quieras llamarlo. Vivo por y para la guerra. -Acabó diciendo, con un tono más frío pero no por ello menos sentimental. Se notaban dolor en sus palabras, como si las dijera arrepintiéndose.
Intentó disculparse agarrando la barbilla de la joven y acercando su cara contra ella, pero parándose a escasos centímetros de ella. Tal y como la primera vez. Si no se había enfadado se lo notificaría rápido. Incluso... tenía ganas de entrenarla a ella. Sabía que jamás fallaría defendiéndola, pero ya falló varias veces en el pasado. ¿Quién no le podía asegurar de que lo volviese a hacer? "Soy... débil. Acabó diciendo, notando el aliento de Kazumi contra sus labios. Su pecho se aceleraba y sus mejillas se ruborizaban. Incluso él podía ser tímido, y no la persona extrovertida de la que siempre lograba demostrar ser.
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El viento les recorría la silueta y pasaba de largo hasta las ramas de los árboles, que se acariciaban entre ellas sutilmente produciendo una agradable sintonía junto al piar de los pájaros. Las condiciones eran las idóneas para que el muchacho moreno y de iris morado pudiera relajarse después de todo lo que llevaba acumulando durante ese hiatus en el que no había parado de explotarse físicamente. La cercanía de sus cuerpos hacía que la chica confiara en que nada de aquella situación podía resultar incómodo y que ambos recibirían con actitud reacia la idea de tener que separarse de nuevo..., por mucho que no figurara en sus planes.
El pulso de la pelimorada se agitó instantáneamente a la par que Dark se levantaba y se dirigía a una tercera persona que buscaba quebrar la tranquilidad dentro de aquella explanada. Y era de esperar. Nadie podía culparle por su descontento, por no haber podido hacer frente a la oportunidad de quitarle Jaya de las manos a Dark, con quien la ciudadanía volvería a vivir la armonía como nunca, pero su momento ya había expirado y más le valía desparecer de allí. En Jaya ya no había más sitio para imprudentes y resignados. Y así, el individuo despareció por donde había venido haciendo que Dark dejara caer su cuerpo nuevamente sobre el banco y a la vera de Kazumi.
Un cosquilleo le recorrió el estómago. La franela de la mano de Dark había pasado cuidadosamente desde su cintura hasta el muslo de su pierna donde ahora descansaba. Un atisbo de calor le recorrió el cuerpo como si una ventisca terrenal acabara de atravesarla, al mismo tiempo que tensó los labios y se encogió de hombros volviendo a apoyarse sobre el muchacho. No era necesario volver a pasar por lo evidente para recalcar cuán bien y cuán feliz se sentía Kazumi sobre el regazo de Dark, sólo hacer desaparecer las razones y ciegamente confiar en su mano, porque a pesar de todo sabía que él siempre la invitaría a seguir.
Después de unos instantes las circunstancias darían un vuelco. La pareja se reincorporó para hablar y, aparentemente sin mucho ánimo, Dark pronunció unas palabras que antes o después tendrían que haber salido de él. Pero no por nada extraño, sino porque jamás antes había existido un Dark que no fuera tan ambicioso como él mismo. Y Kazumi lo comprendía. Tenía que seguir luchando por lo que había construido y lo mismo con lo que había aprendido a sufrir. La satisfacción sin duda no caía del cielo. La chica observaba el rostro pálido del moreno mientras fruncía sutilmente el ceño, queriendo de alguna manera posponer esa conversación. Fueron cinco segundos en los que Dark dejó un libre albedrío para que Kazumi se expresara ante lo que acababa de decir, pero sin demasiados rodeos ambos acabaron nuevamente a pocos centímetros entre sus rostros: - No, Dark, no eres débil. Pero si quieres continuar con todo esto no pienso ponerme delante agitando los brazos - musitó pronunciando claramente cada palabra y oprimiendo una larga mirada sobre sus ojos - Solo quiero que me lleves contigo - recorrió su rostro con la pupila hasta hacerla descansar sobre sus labios. En ese momento se le pasaban por la cabeza muchísimas cosas entre las que estaba la posibilidad de no volver a verle en mucho tiempo si decidía seguir caminando sobre otra acera, pero por su puesto también la idea de acompañarle. Los contrastes habían comenzado a ponerla intranquila, por lo que dejó la mente en blanco durante un segundo y escuchó los abrumadores suspiros que Dark exhalaba sobre su boca como si pudieran penetrarle la cabeza y ponerse sobre sus pensamientos.
El manto naranja, morado y azul que reflejaba el crepúsculo les había arropado con varias fintas de viento congelado. Antes de que pudieran perderse entre la oscuridad abandonaron la plaza y marcharon con tiempo hasta la colina en la que estaba construida la mansión. El lapso de tiempo que había durado el camino de vuelta le había resultado extremadamente molesto en cuanto al cambio de temperaturas, pero siempre podía hacerse más llevadero estando sujeta al abrazo de otra persona. Kazumi le rodeaba el cuerpo pasando el brazo por su espalda y agarrando con la mano la tela de la camisa. Ahora supuso con ganas que recibiría algún plato del muchacho para cenar si no preferían ir a dormir directamente.
El pulso de la pelimorada se agitó instantáneamente a la par que Dark se levantaba y se dirigía a una tercera persona que buscaba quebrar la tranquilidad dentro de aquella explanada. Y era de esperar. Nadie podía culparle por su descontento, por no haber podido hacer frente a la oportunidad de quitarle Jaya de las manos a Dark, con quien la ciudadanía volvería a vivir la armonía como nunca, pero su momento ya había expirado y más le valía desparecer de allí. En Jaya ya no había más sitio para imprudentes y resignados. Y así, el individuo despareció por donde había venido haciendo que Dark dejara caer su cuerpo nuevamente sobre el banco y a la vera de Kazumi.
Un cosquilleo le recorrió el estómago. La franela de la mano de Dark había pasado cuidadosamente desde su cintura hasta el muslo de su pierna donde ahora descansaba. Un atisbo de calor le recorrió el cuerpo como si una ventisca terrenal acabara de atravesarla, al mismo tiempo que tensó los labios y se encogió de hombros volviendo a apoyarse sobre el muchacho. No era necesario volver a pasar por lo evidente para recalcar cuán bien y cuán feliz se sentía Kazumi sobre el regazo de Dark, sólo hacer desaparecer las razones y ciegamente confiar en su mano, porque a pesar de todo sabía que él siempre la invitaría a seguir.
Después de unos instantes las circunstancias darían un vuelco. La pareja se reincorporó para hablar y, aparentemente sin mucho ánimo, Dark pronunció unas palabras que antes o después tendrían que haber salido de él. Pero no por nada extraño, sino porque jamás antes había existido un Dark que no fuera tan ambicioso como él mismo. Y Kazumi lo comprendía. Tenía que seguir luchando por lo que había construido y lo mismo con lo que había aprendido a sufrir. La satisfacción sin duda no caía del cielo. La chica observaba el rostro pálido del moreno mientras fruncía sutilmente el ceño, queriendo de alguna manera posponer esa conversación. Fueron cinco segundos en los que Dark dejó un libre albedrío para que Kazumi se expresara ante lo que acababa de decir, pero sin demasiados rodeos ambos acabaron nuevamente a pocos centímetros entre sus rostros: - No, Dark, no eres débil. Pero si quieres continuar con todo esto no pienso ponerme delante agitando los brazos - musitó pronunciando claramente cada palabra y oprimiendo una larga mirada sobre sus ojos - Solo quiero que me lleves contigo - recorrió su rostro con la pupila hasta hacerla descansar sobre sus labios. En ese momento se le pasaban por la cabeza muchísimas cosas entre las que estaba la posibilidad de no volver a verle en mucho tiempo si decidía seguir caminando sobre otra acera, pero por su puesto también la idea de acompañarle. Los contrastes habían comenzado a ponerla intranquila, por lo que dejó la mente en blanco durante un segundo y escuchó los abrumadores suspiros que Dark exhalaba sobre su boca como si pudieran penetrarle la cabeza y ponerse sobre sus pensamientos.
El manto naranja, morado y azul que reflejaba el crepúsculo les había arropado con varias fintas de viento congelado. Antes de que pudieran perderse entre la oscuridad abandonaron la plaza y marcharon con tiempo hasta la colina en la que estaba construida la mansión. El lapso de tiempo que había durado el camino de vuelta le había resultado extremadamente molesto en cuanto al cambio de temperaturas, pero siempre podía hacerse más llevadero estando sujeta al abrazo de otra persona. Kazumi le rodeaba el cuerpo pasando el brazo por su espalda y agarrando con la mano la tela de la camisa. Ahora supuso con ganas que recibiría algún plato del muchacho para cenar si no preferían ir a dormir directamente.
Dark Satou
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La noche ceñía el cielo dando paso a una danza de sonidos entre el silencio del basto azabache. Arbustos, hojas y hierba silbaba al son de la falta de sonido que les envolvía. La joven mantenía el calor con Dark casi abrazada a él. Pero lo que no sabía es que este le creaba un pequeño manto de luz casi imperceptible que provocaba el bienestar de la chica. Como ya llevaba pensando durante días, su bien estaba antepuesto al suyo y no se cansaría de protogerla. Tanto del clima como de cualquier bandido que pudiera asaltarles en aquellos momentos. O no. Dark rió con aquel pensamiento, preso del egocentrismo latente que se originaba en una vorágine de recuerdos del éxito de Jaya. Tras apartarlos de su mente y fijarse en cómo la chica disfrutaba del momento lo mejor que podía, se resignó a complacerla mezclando las hebras moradas entre sus dedos y acariciando la raíz del pelo hasta las puntas, jugueteando con pequeños rizos.
Pero los momentos que pasaban ella, a la par que mágicos, también pasaban rápido. A pesar de haber mantenido una distancia razonable de la plaza hasta la mansión, su viaje cesaba en las puertas de la gran casa. Unos pequeños faroles iluminaban la entrada de su hogar. Habían sido guiados por pequeñas bolas de luz que iba creando el moreno. La joven confiaba en él y caminaban entre sombras sin casi saber por dónde ir. Pero aquello fue agua pasada cuando los estómagos rugieron al unísono; el de Dark, algo más grave; el de Kazumi, mucho más silencioso. Le dedicó una vaga sonrisa y agarró las llaves del bolsillo derecho, introduciéndolas en la cerradura y haciendo un pequeño juego de muñeca para abrir el portón. Chasqueó los dedos, generando luz en todos los farolillos de la casa y prendiendo las velas. Prefería una casa natural, con falta de luz y carente de electricidad. Amaba lo rústico, casi tanto como empezaba a amar a la joven. Bajó un poco más la mano, rozando lo atrevido e induciendo a Kazumi a caminar por el largo pasillo hasta el salón de visitas. Ahí, le dedicó un dulce beso en los labios y se dirigió hacia la cocina sin decir nada.
Cocinar era uno de sus puntos fuertes. Había sido el que había alimentado a sus hijas y encargado de la casa durante seis años. Colocó una tabla en la encimera y retiró de la nevera pimientos, cebolla y perejil fresco. Con un ágil movimiento se retiró la camisa negra que Kazumi le había regalado y la dobló en el mismo aire, ayudándose de la barbilla. Se teletransportó al dormitorio y la colocó en el armario. Volvió a hacer el mismo movimiento de pura velocidad, para volver. Sacó una olla y la llenó tres cuartos con agua. Después creó por debajo de esta luz abrasiva que en un rato lograría que el agua llegara a la ebullición. Troceó todo y se relamió los dedos mientras echaba tallarines a la olla. Aprovechó para colocar una sartén al lado de la olla y comenzar a freír aceite de oliva. Tiró todos los trozos mientras colocaba a la vez la pasta tras la ebullición del agua. Era hábil y lograba mantener la vista en los dos lugares.
Tras hacer la salsa y colar la pasta sacó dos platos hondos y colocó la comida en estos de forma estética. Estaba bien distribuida y el perejil acabó de decorarla, dándole un pequeño toque lugareño. Suspiró y chasqueó los dedos para después gritar. Pero no, no podía ser tan basto con ella. Calló y se acercó hacia la joven, que descansaba donde él se lo había pedido. La agarró de la mano y la acercó hacia la mesa de la cocina, donde yacían dos velas que únicamente iluminaban los platos y lo de su alrededor entre el denso negro. Cedió el primer asiento a la joven, retirando la silla y orientándola cordialmente con la mano tras esbozar una sonrisa. "Espero que no se vea mucho que me estoy colando de ella de forma exagerada." Pensó mientras mantenía contacto visual con Kazumi.
Se sentó después de ella y comenzó a comer, dando paso a la velada. Iba elevando la mirada para observar cómo comía. Grácilmente, como si fuera una princesa. Su princesa. La velada continuó entre silencios que por lo menos él, disfrutaba. Soltó una pequeña carcajada y apoyó el puño contra su mentón tras acabar de comer, acercando su mano izquierda hacia la mano derecha de Kazumi. "¿Te ha gustado la velada, bonita?" Le piropeó, curioso de saber si la comida realmente le había gustado. Era un gran chef pero no debía presumir de ello. Prefería que la joven se lo notificara con alguna "recompensa" o una simple sonrisa.
Pero los momentos que pasaban ella, a la par que mágicos, también pasaban rápido. A pesar de haber mantenido una distancia razonable de la plaza hasta la mansión, su viaje cesaba en las puertas de la gran casa. Unos pequeños faroles iluminaban la entrada de su hogar. Habían sido guiados por pequeñas bolas de luz que iba creando el moreno. La joven confiaba en él y caminaban entre sombras sin casi saber por dónde ir. Pero aquello fue agua pasada cuando los estómagos rugieron al unísono; el de Dark, algo más grave; el de Kazumi, mucho más silencioso. Le dedicó una vaga sonrisa y agarró las llaves del bolsillo derecho, introduciéndolas en la cerradura y haciendo un pequeño juego de muñeca para abrir el portón. Chasqueó los dedos, generando luz en todos los farolillos de la casa y prendiendo las velas. Prefería una casa natural, con falta de luz y carente de electricidad. Amaba lo rústico, casi tanto como empezaba a amar a la joven. Bajó un poco más la mano, rozando lo atrevido e induciendo a Kazumi a caminar por el largo pasillo hasta el salón de visitas. Ahí, le dedicó un dulce beso en los labios y se dirigió hacia la cocina sin decir nada.
Cocinar era uno de sus puntos fuertes. Había sido el que había alimentado a sus hijas y encargado de la casa durante seis años. Colocó una tabla en la encimera y retiró de la nevera pimientos, cebolla y perejil fresco. Con un ágil movimiento se retiró la camisa negra que Kazumi le había regalado y la dobló en el mismo aire, ayudándose de la barbilla. Se teletransportó al dormitorio y la colocó en el armario. Volvió a hacer el mismo movimiento de pura velocidad, para volver. Sacó una olla y la llenó tres cuartos con agua. Después creó por debajo de esta luz abrasiva que en un rato lograría que el agua llegara a la ebullición. Troceó todo y se relamió los dedos mientras echaba tallarines a la olla. Aprovechó para colocar una sartén al lado de la olla y comenzar a freír aceite de oliva. Tiró todos los trozos mientras colocaba a la vez la pasta tras la ebullición del agua. Era hábil y lograba mantener la vista en los dos lugares.
Tras hacer la salsa y colar la pasta sacó dos platos hondos y colocó la comida en estos de forma estética. Estaba bien distribuida y el perejil acabó de decorarla, dándole un pequeño toque lugareño. Suspiró y chasqueó los dedos para después gritar. Pero no, no podía ser tan basto con ella. Calló y se acercó hacia la joven, que descansaba donde él se lo había pedido. La agarró de la mano y la acercó hacia la mesa de la cocina, donde yacían dos velas que únicamente iluminaban los platos y lo de su alrededor entre el denso negro. Cedió el primer asiento a la joven, retirando la silla y orientándola cordialmente con la mano tras esbozar una sonrisa. "Espero que no se vea mucho que me estoy colando de ella de forma exagerada." Pensó mientras mantenía contacto visual con Kazumi.
Se sentó después de ella y comenzó a comer, dando paso a la velada. Iba elevando la mirada para observar cómo comía. Grácilmente, como si fuera una princesa. Su princesa. La velada continuó entre silencios que por lo menos él, disfrutaba. Soltó una pequeña carcajada y apoyó el puño contra su mentón tras acabar de comer, acercando su mano izquierda hacia la mano derecha de Kazumi. "¿Te ha gustado la velada, bonita?" Le piropeó, curioso de saber si la comida realmente le había gustado. Era un gran chef pero no debía presumir de ello. Prefería que la joven se lo notificara con alguna "recompensa" o una simple sonrisa.
Kazumi Reika
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La cocina de la casa resonaba únicamente con el cantar del cuchillo, que llegaba toscamente hasta las habitaciones vecinas. El salón de la casa, al igual que el resto, presumía de una decoración rústica que acoplaba cuadros con marcos dorados y tallados escrupulosamente, candelabros negros colgando de las paredes recubiertas con papel de color escarlata y alfombras con bordaduras de diversas formas abstractas, además de la parte importante del mobiliario, la cual daba la sensación de tener un valor mayor en comparación a todas las edificaciones de la isla juntas. Kazumi se paseaba por la habitación observando cada detalle mientras hacía crujir la madera del suelo a su paso. Debajo de las delicadas y finas telas del vestido y de parte de la lencería, el sudor corría helado a través del pecho de la pelimorada, elevando sus pulsaciones y produciéndole un amargo sabor de nerviosismo. Habían pasado pocas cosas de la noche a la mañana que a ella le habían significado tanto que no estaba preparada para un siguiente acontecimiento como los sucedidos varios días atrás. Sin embargo y en un intento de evadir los malos presagios, se centró en ese instante y en el olor caliente que le llegaba desde la cocina. Avanzó desde la mesa de comedor hasta un largo aparador que lucía un espejo parado encima de él, y durante unos segundos se quedó observando el espejismo que producía sobre su figura. Bajó la vista hasta unos adornos engastados con piedras moradas: sin pensarlo demasiado se hizo con uno de ellos para vestirse el cabello en un recogido que le corría el flequillo hacia la parte trasera de la cabeza. Las decoraciones le hacían juego con el color de los ojos y el del cabello pero brillando muchísimo más. Produció una sonrisa y ladeó el rostro a la par que devolvía la decoración a su sitio y se peinaba nuevamente como siempre. El sonido del crujir de la madera le advirtió de la presencia de Dark dentro de la habitación, que le extendió la mano y la dirigió hasta la habitación contigua que en la que aun espesaba el olor a comida recién hecha. Kazumi colocó una mueca de sorpresa nada más acercarse a la mesa en la que cenarían, completamente preparada para la ocasión. El menú degustaba de admiración y su sabor cumplía con todas las expectativas.
La situación la transportó hasta la casa donde se había criado con la diferencia de que ella siempre había disfrutado de una compañía que ganaba mucho más en números. La copa de vino la invitó una, dos y tres veces a llenarla cada vez que se vaciaba con la intención de saciar por completo su sed, que irónicamente esa noche parecía haberse doblado. Terminó de comer un poco después del moreno y disfrutó del contacto de ambas manos hasta sentir erizarse la piel de sus brazos - Ha sido increíble. Quiero acostumbrarme a todas estas cosas - murmuró, lo suficientemente alto como para que Dark comprendiera cada palabra. Aquellos detalles mundanos junto a él eran cosas nuevas para ella y, aunque no quería dejar de sentirse como la primera vez, sí quería sentirse como en casa.
Movió la mano para entrelazar los dedos a los del moreno sin alterar la suavidad del contacto, después se levantó de la mesa y se detuvo a espaldas del muchacho colocando ambas manos sobre sus hombros masajeándolos durante un momento al mismo tiempo que se agachaba acercando su rostro al de Dark: - ¿Me dejas prepararte la bañera? - dijo, con una voz amistosa y más tarde dedicándole un beso en la mejilla. Salió de la habitación y subió por las escaleras a un paso más acelerado hasta llegar al baño que compartía el dormitorio matrimonial. Se descalzó antes de pisar las baldosas y se arrodilló junto a la gran bañera abriendo el grifo de agua caliente. Segundos después la habitación ya desprendía vapor por todas partes sin dejar lugar al oxígeno. El agua corría a presión hacia el manantial que estaba formando como la sangre a través de las venas del cuerpo humano. La chica esperó hasta que el agua alcanzara la mitad del recorrido para salir de allí y bajar las escaleras, una vez se hubiera encontrado con Dark sólo le daría paso al baño y más tarde se ocuparía del desorden del comedor hasta que él hubiera terminado.
La situación la transportó hasta la casa donde se había criado con la diferencia de que ella siempre había disfrutado de una compañía que ganaba mucho más en números. La copa de vino la invitó una, dos y tres veces a llenarla cada vez que se vaciaba con la intención de saciar por completo su sed, que irónicamente esa noche parecía haberse doblado. Terminó de comer un poco después del moreno y disfrutó del contacto de ambas manos hasta sentir erizarse la piel de sus brazos - Ha sido increíble. Quiero acostumbrarme a todas estas cosas - murmuró, lo suficientemente alto como para que Dark comprendiera cada palabra. Aquellos detalles mundanos junto a él eran cosas nuevas para ella y, aunque no quería dejar de sentirse como la primera vez, sí quería sentirse como en casa.
Movió la mano para entrelazar los dedos a los del moreno sin alterar la suavidad del contacto, después se levantó de la mesa y se detuvo a espaldas del muchacho colocando ambas manos sobre sus hombros masajeándolos durante un momento al mismo tiempo que se agachaba acercando su rostro al de Dark: - ¿Me dejas prepararte la bañera? - dijo, con una voz amistosa y más tarde dedicándole un beso en la mejilla. Salió de la habitación y subió por las escaleras a un paso más acelerado hasta llegar al baño que compartía el dormitorio matrimonial. Se descalzó antes de pisar las baldosas y se arrodilló junto a la gran bañera abriendo el grifo de agua caliente. Segundos después la habitación ya desprendía vapor por todas partes sin dejar lugar al oxígeno. El agua corría a presión hacia el manantial que estaba formando como la sangre a través de las venas del cuerpo humano. La chica esperó hasta que el agua alcanzara la mitad del recorrido para salir de allí y bajar las escaleras, una vez se hubiera encontrado con Dark sólo le daría paso al baño y más tarde se ocuparía del desorden del comedor hasta que él hubiera terminado.
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Los pasos marcaban sonoros crujidos que junto al ambiente oscuro serían dignos de un relato de terror. Pero él se encontraba relajado y bien acompañado, subiendo los peldaños lento mientras observaba la espalda de la joven. Tenía la mano en alto y, casi arrastrado por sus deseos, se dirigía hacia el aseo. Era incluso graciosa la forma en la que ella se preocupaba. Sí, necesitaba purificar aquel olor que desprendía. Tres días de letargo postrado en el lecho originaban un aura de olor molesto. Suspiró algo molesto, pero el sonido de la puerta rechinando y abriéndose, junto el cesar de los pasos de Kazumi, le indicaban que era hora de asearse al fin y al cabo. Dirigió una mirada molesta hacia el lateral, observando un marco con una foto de sus hijas. Lo triste es que no salían juntas, y la foto de la pequeña era del cartel de un "Se busca". Sus hijas permanecían en peligro siempre, y él estaba ahí, floreciendo su tercer romance.
-Kazumi... -Murmuró, casi como un susurro hacia la joven. Tendió una mano en su hombro y provocó que se girara desconcertada, presa de la curiosidad de las palabras que él iba a decir en continuación.- Tengo hijas, casi de tu edad, y soy bastante mayor. ¿Por qué estás aquí conmigo? -Preguntó, esta vez mientras cruzaba la mirada con aquellas dos amatistas.- Sé que soy algo paranoico, pero me preocupo. No puedo envejecer y no quiero faltar a tu edad con mi inmortalidad poética. -Acabó exclamando, bajando la mirada. Pero sabía que recibiría una respuesta positiva por su parte y un diálogo de los que sabía dar. Podía presumir de conocerla y seguramente, haría aquello. Le dedicó una vaga sonrisa y se quitó la camiseta que tenía de haber cenado. Le mostró el torso desnudo a la joven sin timidez y acarició la cicatriz una vez más. No se cansaba de pasar el dedo por la hendidura y recordar que esa cicatriz vivía ya con él de hacía varios días. Elevó la mano, pasándosela por las tres cicatrices de la cara y renegó entrando al baño tras agradecer a la pelimorada el baño con un tierno beso. Comenzó a desnudarse y una vez se quedó en ropa interior, se percató de que se encontraba detrás suyo la joven.
-Perdona, pero me parece una tontería lo de dejarse las formas. -Dijo girándose y cruzándose de brazos. El vapor lograba transformar el ambiente a uno ligeramente pesado; hacía frío, pero la humedad de la sala era extrema. No era una molestia para él, ni mucho menos.- Gracias por el baño, Kazumi. Me irá bien, sin duda. Llevo tiempo sin bañarme, y debería de ser incluso un delito con todos los acontecimientos que han pasado. -Dijo, acabando la frase con una carcajada débil y rozando el sentido sarcástico.- Cuando acabe te aviso, ¿vale? Siempre puedes unirte al baño si quieres. -Acabó exclamando, guiñándole el ojo y sonriendo. Esperaba que hubiera pillado el tono bromista, pero tampoco le importaría si es que se unía de verdad. Cerró la puerta tras dedicar una mirada cómplice y miró la bañera que tenía enfrente.
Tocó el agua asegurándose de que no estuviera caliente e imágenes de la tortura que recibió días atrás invadieron su mente. Mordió los labios mirando asustado al agua y se cruzó de brazos. Tenía pánico hacia el calor, pero debía afrontarlo. Aquello ya había pasado y no debía debilitarse por ello. Se quitó los boxers y los colocó encima de una cesta de ropa sucia, donde también había colocado el resto de la ropa. Dio un vistazo rápido al baño y se quedó asombrado; el aroma a sales impregnado en el entorno provocaba que inspirase con satisfacción. Un olor a canela combinado con arándano y unos vapores de un tenue cian, casi imperceptible. Separó del todo la cortina de la bañera y colocó lentamente el pie. Kazumi le había preparado la bañera a temperatura perfecta. ¿Incluso era buena con las temperaturas? A él, se le daba fatal aquello. Solía quemarse o congelarse a merced del agua que brotaba del grifo. Asintió con la cabeza volviendo a agradecer interiormente a la joven y sumergió la pierna, colocando la mano en la pared para tener firmeza en el próximo movimiento. Algo tan sencillo como colocarse en el interior de la bañera lo hacía con cautela. Parecería incluso cómica la escena, de un Dark mirando atentamente hacia el fondo del agua. El vapor y la temperatura de esta impedía la visión completa. Pero una vez afirmó el pie colocó el otro y después dejó caerse apoyándose en la pared, la cual, estaba fría. Mientras su cuerpo se sumergía por el líquido y se fundía en el placer y el éxtasis de lo que suponía aquella temperatura tan agradable, comenzó a cerrar los ojos. "Sin duda, un día fantástico."
-Kazumi... -Murmuró, casi como un susurro hacia la joven. Tendió una mano en su hombro y provocó que se girara desconcertada, presa de la curiosidad de las palabras que él iba a decir en continuación.- Tengo hijas, casi de tu edad, y soy bastante mayor. ¿Por qué estás aquí conmigo? -Preguntó, esta vez mientras cruzaba la mirada con aquellas dos amatistas.- Sé que soy algo paranoico, pero me preocupo. No puedo envejecer y no quiero faltar a tu edad con mi inmortalidad poética. -Acabó exclamando, bajando la mirada. Pero sabía que recibiría una respuesta positiva por su parte y un diálogo de los que sabía dar. Podía presumir de conocerla y seguramente, haría aquello. Le dedicó una vaga sonrisa y se quitó la camiseta que tenía de haber cenado. Le mostró el torso desnudo a la joven sin timidez y acarició la cicatriz una vez más. No se cansaba de pasar el dedo por la hendidura y recordar que esa cicatriz vivía ya con él de hacía varios días. Elevó la mano, pasándosela por las tres cicatrices de la cara y renegó entrando al baño tras agradecer a la pelimorada el baño con un tierno beso. Comenzó a desnudarse y una vez se quedó en ropa interior, se percató de que se encontraba detrás suyo la joven.
-Perdona, pero me parece una tontería lo de dejarse las formas. -Dijo girándose y cruzándose de brazos. El vapor lograba transformar el ambiente a uno ligeramente pesado; hacía frío, pero la humedad de la sala era extrema. No era una molestia para él, ni mucho menos.- Gracias por el baño, Kazumi. Me irá bien, sin duda. Llevo tiempo sin bañarme, y debería de ser incluso un delito con todos los acontecimientos que han pasado. -Dijo, acabando la frase con una carcajada débil y rozando el sentido sarcástico.- Cuando acabe te aviso, ¿vale? Siempre puedes unirte al baño si quieres. -Acabó exclamando, guiñándole el ojo y sonriendo. Esperaba que hubiera pillado el tono bromista, pero tampoco le importaría si es que se unía de verdad. Cerró la puerta tras dedicar una mirada cómplice y miró la bañera que tenía enfrente.
Tocó el agua asegurándose de que no estuviera caliente e imágenes de la tortura que recibió días atrás invadieron su mente. Mordió los labios mirando asustado al agua y se cruzó de brazos. Tenía pánico hacia el calor, pero debía afrontarlo. Aquello ya había pasado y no debía debilitarse por ello. Se quitó los boxers y los colocó encima de una cesta de ropa sucia, donde también había colocado el resto de la ropa. Dio un vistazo rápido al baño y se quedó asombrado; el aroma a sales impregnado en el entorno provocaba que inspirase con satisfacción. Un olor a canela combinado con arándano y unos vapores de un tenue cian, casi imperceptible. Separó del todo la cortina de la bañera y colocó lentamente el pie. Kazumi le había preparado la bañera a temperatura perfecta. ¿Incluso era buena con las temperaturas? A él, se le daba fatal aquello. Solía quemarse o congelarse a merced del agua que brotaba del grifo. Asintió con la cabeza volviendo a agradecer interiormente a la joven y sumergió la pierna, colocando la mano en la pared para tener firmeza en el próximo movimiento. Algo tan sencillo como colocarse en el interior de la bañera lo hacía con cautela. Parecería incluso cómica la escena, de un Dark mirando atentamente hacia el fondo del agua. El vapor y la temperatura de esta impedía la visión completa. Pero una vez afirmó el pie colocó el otro y después dejó caerse apoyándose en la pared, la cual, estaba fría. Mientras su cuerpo se sumergía por el líquido y se fundía en el placer y el éxtasis de lo que suponía aquella temperatura tan agradable, comenzó a cerrar los ojos. "Sin duda, un día fantástico."
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- No me malinterpretes, Dark. Detrás de todo lo que te ha pasado hay una persona increíble, y estoy aquí por ella. - Dijo, colocando su mano sobre la de Dark, aun apoyada encima de la manga de su hombro - Viviría mil veces más para nunca tengas que soltarme la mano, pero...
Descendió las pupilas hasta sus pies descalzos. En el cielo, el limbo o en su letargo lloraría eternamente por haberse ido, pero el día tenía que llegar así como su madre se despidió de ella dándole la vida. Aún le quedaban muchas horas para continuar pintando el trazo de su vida con todos sus vaivenes y sus líneas rectas, por lo que no malgastaría una sola pincelada de tiempo en cometer los errores más estúpidos. Elevó la vista y se encontró el torso desnudo del muchacho, que ya había comenzado a quitarse la ropa y prepararse para el baño. Kazumi se apoyó en el marco de la puerta, todavía observándole de cerca y en una mirada que casi le atornillaba la espalda. Una mueca de ternura le invadió el rostro. Su cabeza estaba casi bailando junto al vapor que desprendía el agua caliente, pensando en todo tipo de cosas insignificantes que al poco le dejaban la mente en blanco. La figura de Dark se volteó nuevamente hacia ella en el mismo instante que ésta se percataba que aún seguía dentro del baño y que debía haber salido hace bastante. Un color rojo le ocupó las mejillas inocentemente a la par que se reincorporaba. Le dedicó una sonrisa tensa y deseándole un buen baño, la puerta se cerró cortando la conexión visual que segundos antes mantenían.
La neblina blanca se escapaba vagamente a través de la rendija de la puerta infiltrándose dentro de la habitación matrimonial. La pelimorada aún mantenía la mano sobre el pomo dorado, y en un nuevo arrebato de pensamientos, apoyó la frente sobre la madera absolutamente cuidada de la puerta. Tenía una sensación extraña que la obligaba a hacer desaparecer todo el tiempo y distancias en las que Dark no participara. De alguna manera se sentía incómoda dentro de esa mansión si no disfrutaba del calor que sólo él sabía entregarle. Un cosquilleo volvió a acariciarle el interior de las vísceras al tiempo que sentía sus mejillas como el hervor del agua caliente. Habían pasado tantos años que casi tenía olvidado ese sentimiento de inquietud ante otra persona, y por ello estaba nerviosa. Sabía que allí dentro iba a encontrarse con la sonrisa de Dark, esa expresión de dominio que como anteriormente le había dicho, daba la sensación de prometer problemas. Y no quería resistirse a ella. Giró el pomo y asomó la cabeza por la puerta antes de entrar sigilosamente. Las baldosas blancas del suelo resbalaban al igual que goteaban las de la pared. El ruido de sus pasos se vio colapsado por la presión del agua que caía desesperadamente para sumergirse dentro del mar de sales que ella misma había preparado, por lo que pudo acercarse a la bañera como si Dark le hubiera prestado por un segundo su habilidad para transportarse.
La chica se sentó en el borde y agarró la mano de Dark, también apoyada en el mismo sitio, lo que hizo que él abriera los ojos: - Me has convencido. Hoy no solo vamos a dormir juntos. - Le apretó la mano y le dedicó una sonrisa juguetona un tanto programada. Después de eso se reincorporó y se desvistió dejando la ropa por el suelo y dando por aludida su gran habilidad para el orden. Acompañó el momento de la pareja sumergiendo las piernas en el agua y seguidamente colocándose de rodillas, después de eso apoyó los brazos sobre el suelo de la bañera y acercó el cuerpo al muchacho para dedicarle un tierno beso en los labios.
El rostro de la joven aún se mantenía colorado y húmedo a causa del vapor que la contorneaba por todas partes. La parte del cuerpo que aún no había estrechado ningún tipo de contacto con el agua había entrado al juego erizándose y tan solo disfrutando de ella cuando alguno de ambos se movía produciendo una especie de efecto marea. De cualquier manera, todo parecía marchar perfectamente en un día en el que ambos se veían necesitados de esa rotunda y dúlcea tranquilidad.
Descendió las pupilas hasta sus pies descalzos. En el cielo, el limbo o en su letargo lloraría eternamente por haberse ido, pero el día tenía que llegar así como su madre se despidió de ella dándole la vida. Aún le quedaban muchas horas para continuar pintando el trazo de su vida con todos sus vaivenes y sus líneas rectas, por lo que no malgastaría una sola pincelada de tiempo en cometer los errores más estúpidos. Elevó la vista y se encontró el torso desnudo del muchacho, que ya había comenzado a quitarse la ropa y prepararse para el baño. Kazumi se apoyó en el marco de la puerta, todavía observándole de cerca y en una mirada que casi le atornillaba la espalda. Una mueca de ternura le invadió el rostro. Su cabeza estaba casi bailando junto al vapor que desprendía el agua caliente, pensando en todo tipo de cosas insignificantes que al poco le dejaban la mente en blanco. La figura de Dark se volteó nuevamente hacia ella en el mismo instante que ésta se percataba que aún seguía dentro del baño y que debía haber salido hace bastante. Un color rojo le ocupó las mejillas inocentemente a la par que se reincorporaba. Le dedicó una sonrisa tensa y deseándole un buen baño, la puerta se cerró cortando la conexión visual que segundos antes mantenían.
La neblina blanca se escapaba vagamente a través de la rendija de la puerta infiltrándose dentro de la habitación matrimonial. La pelimorada aún mantenía la mano sobre el pomo dorado, y en un nuevo arrebato de pensamientos, apoyó la frente sobre la madera absolutamente cuidada de la puerta. Tenía una sensación extraña que la obligaba a hacer desaparecer todo el tiempo y distancias en las que Dark no participara. De alguna manera se sentía incómoda dentro de esa mansión si no disfrutaba del calor que sólo él sabía entregarle. Un cosquilleo volvió a acariciarle el interior de las vísceras al tiempo que sentía sus mejillas como el hervor del agua caliente. Habían pasado tantos años que casi tenía olvidado ese sentimiento de inquietud ante otra persona, y por ello estaba nerviosa. Sabía que allí dentro iba a encontrarse con la sonrisa de Dark, esa expresión de dominio que como anteriormente le había dicho, daba la sensación de prometer problemas. Y no quería resistirse a ella. Giró el pomo y asomó la cabeza por la puerta antes de entrar sigilosamente. Las baldosas blancas del suelo resbalaban al igual que goteaban las de la pared. El ruido de sus pasos se vio colapsado por la presión del agua que caía desesperadamente para sumergirse dentro del mar de sales que ella misma había preparado, por lo que pudo acercarse a la bañera como si Dark le hubiera prestado por un segundo su habilidad para transportarse.
La chica se sentó en el borde y agarró la mano de Dark, también apoyada en el mismo sitio, lo que hizo que él abriera los ojos: - Me has convencido. Hoy no solo vamos a dormir juntos. - Le apretó la mano y le dedicó una sonrisa juguetona un tanto programada. Después de eso se reincorporó y se desvistió dejando la ropa por el suelo y dando por aludida su gran habilidad para el orden. Acompañó el momento de la pareja sumergiendo las piernas en el agua y seguidamente colocándose de rodillas, después de eso apoyó los brazos sobre el suelo de la bañera y acercó el cuerpo al muchacho para dedicarle un tierno beso en los labios.
El rostro de la joven aún se mantenía colorado y húmedo a causa del vapor que la contorneaba por todas partes. La parte del cuerpo que aún no había estrechado ningún tipo de contacto con el agua había entrado al juego erizándose y tan solo disfrutando de ella cuando alguno de ambos se movía produciendo una especie de efecto marea. De cualquier manera, todo parecía marchar perfectamente en un día en el que ambos se veían necesitados de esa rotunda y dúlcea tranquilidad.
Dark Satou
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La paz y tranquilidad que le otorgaba el poder estar dentro de aquella bañera acompañado del conjunto de vapor que le rodeaba era tan extrema, que el sueño se apoderaba de él y le inducía a cerrar lentamente los ojos. Y así hizo, descansando las pupilas y apoyando la parte trasera de su cabeza en el borde interior de la bañera. Se estiró de pies ya que no cabía del todo en esta y suspiró con una sonrisa, notificando su estado en vano, ya que nadie se encontraba ahí. Pero no le gustaba que ella no se encontrase allí en aquel momento. El mero hecho de la ausencia de esta, provocaba que tuviera miedo de dormir una vez más. No quería preocuparla ni mucho menos agobiarla, simplemente, necesitaba estar con ella. Elevó la mano aun con los ojos cerrados y cerró el puño en el aire, dejándolo caer nuevamente contra el agua y formando una pequeña salpicadura que impactó contra la cara del moreno. La cuestión era, ¿qué haría después? No lo sabía a ciencia cierta, pero sí sabía que aquella noche le pediría que durmiera con él, esta vez él estando consciente.
Tras otro suspiro (él era de suspiro fácil) comenzó a levantarse. A pesar de ser tan reconfortante aquel baño inducía casi a ser agobiante. El frío comenzaba a predominar el ambiente y la falta de volver a inundar la bañera de agua caliente le helaba la sangre. Pasó lentamente la mano por su pelo, llenándolo de agua y acariciándolo levemente. Lo trataba con cuidado y con mucho tacto, ya que era lo que mayormente apreciaba. Después volvió a inclinarse hacia atrás y pasó el dedo una vez más por la cicatriz del dedo. Levantó el brazo y la pierna dracónicos y los observó, con cierto desdén. Debía vivir con aquella carga, él ya no era un mortal normal de hacía muchos años. Cerró los ojos y volvió a sumergirse entre pensamientos, y cuando se dio cuenta, vio a la joven dentro.
No había logrado escucharla ni sentir su presencia; estaba demasiado relajado como para preocuparse por lo que le rodeaba. Elevó la vista y observó como se desnudaba ante él. Intentó abrir la boca, y así hizo, quedándose boquiabierto ante la perfecta silueta. No podía parar de observarla y comenzar a negar con la cabeza, nervioso. Sus mejillas se ruborizaron enteras y el nudo en la garganta que se le originó le impedía cualquier habla. Comenzó a meterse dentro del agua junto a él para después besarle. Intentó esconder de alguna forma las partes draconianas, pero era imposible. Estaba encima de él y no podía hacerlo. Se resignó a poner su brazo izquierdo detrás de su espalda y a esconder la pierna derecha debajo del agua. Aceptó el beso y la colocó encima suyo, rodeándole el brazo con timidez por encima de la cintura, evitando tocar cualquier parte. "Se me ha ido el frío de repente, vaya tú..." Acabó diciendo, intentando reaccionar y encaminar aquella situación. Sí, parecía que aquella noche sí iban a dormir juntos.
Tras otro suspiro (él era de suspiro fácil) comenzó a levantarse. A pesar de ser tan reconfortante aquel baño inducía casi a ser agobiante. El frío comenzaba a predominar el ambiente y la falta de volver a inundar la bañera de agua caliente le helaba la sangre. Pasó lentamente la mano por su pelo, llenándolo de agua y acariciándolo levemente. Lo trataba con cuidado y con mucho tacto, ya que era lo que mayormente apreciaba. Después volvió a inclinarse hacia atrás y pasó el dedo una vez más por la cicatriz del dedo. Levantó el brazo y la pierna dracónicos y los observó, con cierto desdén. Debía vivir con aquella carga, él ya no era un mortal normal de hacía muchos años. Cerró los ojos y volvió a sumergirse entre pensamientos, y cuando se dio cuenta, vio a la joven dentro.
No había logrado escucharla ni sentir su presencia; estaba demasiado relajado como para preocuparse por lo que le rodeaba. Elevó la vista y observó como se desnudaba ante él. Intentó abrir la boca, y así hizo, quedándose boquiabierto ante la perfecta silueta. No podía parar de observarla y comenzar a negar con la cabeza, nervioso. Sus mejillas se ruborizaron enteras y el nudo en la garganta que se le originó le impedía cualquier habla. Comenzó a meterse dentro del agua junto a él para después besarle. Intentó esconder de alguna forma las partes draconianas, pero era imposible. Estaba encima de él y no podía hacerlo. Se resignó a poner su brazo izquierdo detrás de su espalda y a esconder la pierna derecha debajo del agua. Aceptó el beso y la colocó encima suyo, rodeándole el brazo con timidez por encima de la cintura, evitando tocar cualquier parte. "Se me ha ido el frío de repente, vaya tú..." Acabó diciendo, intentando reaccionar y encaminar aquella situación. Sí, parecía que aquella noche sí iban a dormir juntos.
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