Duelo de espadachines AL MÁXIMO.

El joven samurái se encontraba divagando entre las afueras de la gran isla de Wano. Mantenía el silencio entre sus pasos, observando el ambiente e imaginando sus próximos dibujos. Las verdes praderas del país lograban incentivar su inspiración al máximo, logrando ver una faceta impaciente por parte de Shiori. Suspiró sentándose al suelo y sacando su lienzo de una pequeña bolsa de color caqui que tenía amarrada con un cordón de cáñamo. Era algo que no solía verse por la zona e incluso parecía ligeramente hortera; pero eso le importaba bien poco al moreno. Inspiró hondó todo el aire que pudo, logrando exhalar con paz mientras pegaba la primera pincelada en la hoja vegetal en la que su trazo comenzaba a originarse. Rápidas pinceladas combinadas de una visión perfecta y nítida del entorno crearon una gran obra de arte digna de ser admirada. Shiori la miró con una sonrisa melancólica y elevó la mano para después abrirla y dejar que la hoja volase. "Vuela con el viento." Exclamó mientras el papel lograba hacerse uno con los espejos follajes que tenía delante.

Se llevó la mano al cinturón para agarrar las fundas de su kata y bokken. Arrastró la mano por la tierra llevándose una poca a la mano y después se levantó apoyándose con esa misma. Ser uno con la naturaleza era el mayor logro que podía realizar el joven samurái, o eso creía él, al haber sido educado de esa misma forma. Echaba de menos su tierra y la gente a la que conocía, pero debía expiar su falta de honor y recuperarlo perfeccionando su Bushidö y encontrando a un nuevo Daimyo al que servir. Resumió su jornada encaminándose hacia la carretera una vez más, pero algo le extrañó. ¿Qué hacía un joven caminando por aquellos lares? No era de su incumbencia, pero algo logró despertar su curiosidad. No le preguntaría ni le dirigiría una mirada; simplemente, pasaría por su lado para observar al chaval usando el kasa para tapar su cara. Una vez lo pensó, se amarró una vez más los cinturones y mantuvo la mano encima de sus armas por si intentaban atacarle. Un samurái siempre era precavido.

Las llamas bailaban al son de la brisa. Rugían al rojo vivo mientras un hombre observaba paciente. Hayabusa había realizado una fogata a las afueras de Wano, con unas cuantas piedras que evitarían que este se extendiese más allá y redujera los verdes prados a cenizas. Sobre el fuego había un recipiente lleno de agua hirviendo que emitía el vapor que necesitaba para cocinar sus bollos de carne. Colocó una tabla de madera con orificios y puso encima el alimento. -Hace un día maravilloso.- Dijo este para sí mismo, contemplando el cielo despejado y de un azul tan claro que en pocos lugares del Grand Line podía apreciarse. Tras un cuarto de hora la comida estaba lista. -¡Que aproveche!- Exclamó, aunque no hiciese falta, pues estaba solo. Agarró una de aquellas bolas, y al instante la dejó caer al suelo, ¡estaba ardiendo al máximo! Era normal, pero el espadachín tenía un hambre atroz. Los pasó a un plato y restó por varios minutos para que se templasen. Ya podía degustarlos en su imaginación, cuando un arbusto empezó a moverse. Hayabusa desenvainó su espada y se preparó para el combate en caso de que fuesen ladrones. Mas para su sorpresa, tan solo eran un par de zorros que buscaban algo de comer. El ronin les entregó sus nikuman con una amplia sonrisa y recogió sus utensilios. Sació su hambre con su buena acción, aunque su estómago seguiría rugiendo.

Ya no había razón para que la hoguera siguiese allí, así que con una buena ración de tierra, apagó el fuego y se marchó de allí. Dejó sus cachivaches en el mismo lugar y empezó a caminar sin rumbo. Hacía pocos días que había dejado su ciudad y ya la echaba de menos. Fue tan injusto... ¿Por qué tuvo que marcharse cuando solo hizo una acción justa y noble? ¿Un título era más importante que la vida y la dignidad de una persona y una familia? Al parecer sí. Nadie podía defenderse sin consecuencias y eso es lo que le ocurrió a Hayabusa, quien fue desterrado por vengar a su madre de las fauces de un hombre despreciable. Se había convertido en un proscrito y se libró de la muerte gracias al cargo de su padre, quien renegó de su hijo una vez se hizo sentencia. A veces la vida era injusta, pero no era un motivo para venirse abajo. Rendirse no era el camino. Llegó a una carretera y prosiguió su viaje, topándose con un hombre bastante peculiar. Tapaba su rostro con un sombrero y portaba lo que parecía ser un boken y una katana enfundada. Podía ser peligroso pero no sacaría conclusiones precipitadas. Sin embargo, dejó caer tras de sí varias migas de pan. Si el hombre atacaba por la espalda, escucharía sus pisadas.

Su rumbo continuó en aquella carretera desolada, andando lentamente mientras mantenía una posición ofensiva para la persona que caminaba al son que él. Iba cabizbajo, de tal forma que no lograrían ver su cara, pero él sí podría ver la de la persona que tenía lejos. Le alarmó el hecho de que el joven portara aquellos cabellos tan característicos; revueltos y azabache, símbolo de un cartel que había visto anteriormente. "Tú eres el asesino del daimyo de la otra ciudad..." Murmuró mientras mordía su labio inferior y la rabia inundaba su cuerpo. Una acción cerrada y que arrebataba el honor de la persona que lograse hacerlo. Un samurái debía obedecer y ser leal a su daimyo. "Escoria sin honor." Pensó mientras pasaba por su lado y examinaba todo lo que portaba. No sería un rival nada débil si había logrado salir indemne del asesinato de una persona con tal cargo. Shiori era precavido al máximo, y como una muestra para recuperar su honor y vengar a un caído, continuó su marcha mirando de reojo.

Su enemigo soltó unas migas de pan con un movimiento sigiloso. Seguramente sería para notificar las pisadas del samurái si intentaba atacarle por la espalda, así que si se acercaba, sería inútil. "Me gustaría admirar tu acción, pero algo que haga una persona sin honor no es digna de admirar." Dijo en voz alta y fría, dirigiéndose hacia el ronin. Elevó el kasa y lo echó hacia atrás, cayendo grácilmente a la altura de los hombros. Agarró el mango de su kata rota y comenzó a andar, quebrando las migas de pan bajo sus pies. Una vez se colocó a varios metros de él y mantuvo una distancia segura, observó hacia los ojos del chaval y le dedicó una mirada seria. "Tú eres una persona sin honor. Te recomiendo hacerte el harakiri, expiar tu pecado y recuperar tu honor como samurái." Le advirtió mientras acariciaba el mango con cada dedo, notando el frío de las partes metálicas del mango. Si no accedía o su respuesta era negativa, se acercaría con un paso rápido, desenvainando el arma rota e intentando un Iai hacia su enemigo a la altura del estómago.

Una vez se colocó a la espalda de su adversario y enfundó la kata rota, dio un paso rápido hacia atrás para alejarse y desenfundó el Bokken. Lo agarró con las dos manos y las elevó lentamente, poniendo una postura ofensiva. Las piernas separadas, la espalda erguida y la mirada sobre su oponente.

La táctica no llegó a hacer falta. Su enemigo se delató antes de llegar a acercarse. No obstante, según sus palabras, había descubierto su estrategia y decía ser admirable si no fuese él su ejecutor. Al parecer habían llegado, hasta aquel hombre, las acusaciones de homicidio para el ronin y, para su mala suerte, ahora tenía un samurai que quería que se cumpliesen sus reglas de honor. Le ofreció cordialmente que iniciase el ritual del harakiri. Así recuperaría su honor y no habría que derramar sangre en vano, pero Hayabusa ya había renunciado a ese mundo. Ya no creía en el honor y mucho menos pensaba que lo volvería a conseguir arrebatándose la vida. -Otro samurái que habla sin saber.- Dijo el ronin, volteando rápidamente y saltando al máximo hacia atrás para evadir un ataque de su nuevo oponente. Pudo observar que el arma que usó era muy pequeña. Como si estuviese rota, y gracias a ello pudo esquivarla sin problemas, de lo contrario, habría recibido una incisión peligrosa. Tras esto, sacó su bokken.

-¿Malgastas tu tiempo en dar caza a un hombre que ni si quiera conoces y crees tener el derecho de insultarme?- Preguntó Hayabusa, desenvainando la espada de su espalda. Era raro ver a un espadachín que no portase sus armas en la cintura, pero a él le parecía más cómodo de aquella manera. -Pero si librar al mundo de un hombre tan miserable es ser un samurái sin honor, entonces sí, lo soy. Pero tengo la cabeza bien alta y la conciencia tranquila. Aquella bestia no merecía tener seguidores fieles y mucho menos que le protegieran.- Lo más probable es que sus palabras no fuesen más que un fútil intento por detener una batalla inminente. Los guerreros de Wano eran increíblemente tozudos y el honor era más importante que su propia vida.

-No me gusta combatir, pero no esperaré a la muerte de brazos cruzados. Si es lo que deseas, peleemos pues. Que nuestras espadas decidan el camino.- Sin vacilar, se abalanzó sobre su enemigo, cargando su arma en la mano derecha y lanzó un corte ascendente en diagonal. Desde el muslo izquierdo hasta el hombro derecho. El arma era de filo invertido, así que su contendiente podría bloquearla con su arma sin miedo a que esta se cortase, aunque era un detalle que seguramente desconociera.

Aquel muchacho parecía seguro de sus actos y su hostilidad hacia su antiguo Daimyo. ¿Los daimyo podían ser malos? Eran personas dignas de seguir, y admirables. Negó con la cabeza y apretó aun más el Bokken de sus manos mientras no dejaba de seguirle con la mirada. Su Iai había fallado, pero eso era algo que él sabía de antemano. Había comprobado la velocidad y reflejos de su enemigo con ese movimiento... Por desgracia, o más bien, diversión, sus actitudes de combate eran similares. Debía comprobar si él tenía los mismos reflejos, pero... Era muy estúpido por parte de su oponente haber tratado de esquivarlo, ya que no se podía hacer un Iai con una kata rota. Sonrió alegando su victoria y se posicionó de forma defensiva. "No sé para qué sigues hablando. Has perdido tu oportunidad de recuperar el honor, así que yo seré quien te arrebate la vida. Ese es el camino de mi bushidö." Exclamó mientras flexionaba las piernas haciendo fuerza en estas para resistir el golpe. Era algo muy sencillo de contraatacar, siempre y cuando su agilidad y fuerza no le fallara en aquel momento. Elevó el bokken y asestó un golpe descendiente con este, chocando contra el arma y manteniendo un choque contra esta al máximo. "La madera no se mella. Tiene un filo invertido." Pensó mientras retiraba su arma de madera del choque. La parada le había entumecido los brazos, era mucho más difícil parar que atacar. Bajó sus extremidades y dejó el arma en su mano derecha para descansar momentáneamente.

"¿Por qué luchas con un filo invertido? No lograrás matarme de esa forma." Le advirtió, preso de la devoción del combate. Su oponente no podía ser tan ignorante como para luchar a muerte usando un arma de esa forma. "Invierte tu arma." Le ordenó, volviendo a agarrar el bokken con las dos manos. Dio varios pasos hacia atrás, acercándose hacia la zona de tierra en la que había logrado pasar la mano anteriormente, mientras dibujaba. La había agarrado sin hacer presión, así que sería algo fácil de usar como distracción. Arrastró su arma por el suelo y la levantó con un ágil movimiento, creando una pequeña capa de tierra. No impedía la visión, ni mucho menos, pero sí servía como distracción para aquel momento, ya que era algo impredecible por parte de su enemigo. Dio dos pasos ágiles hacia delante e intentó asestar un golpe contundente con su bokken a la altura del costado izquierdo, seguido de otro en diagonal a la altura de las rodillas. Sus ataques eran amplios y algo imprecisos, pero difíciles de predecir, al fin y al cabo. Tras intentar su combo de golpes, volvió a ponerse en posición defensiva, esta vez con los brazos totalmente levantados y con el bokken de frente. Esta vez usaría el Full Counter para su próximo ataque, arrebatándole la vida a su enemigo si no se lo esperaba.

-Puede que no recupere el honor en el reglamento del bushidō, pero enmendaré mi pecado con buenas acciones.- Estaba claro que ningún samurái aceptaría otro destino que la muerte si quería volver a ser un guerrero honorable, pero no desperdiciaría así su vida. Arrebató una vida, pero con ese asesinato salvó muchas más y dedicaría el resto de su vida a continuar ese camino. No había deshonra en un propósito tan noble. En ese momento las espadas chocaron con fuerza creando el sonido de un golpe seco. El hombre se había dado cuenta, no era un arma capaz de cortar de forma convencional. Por ello, le exigió a Hayabusa girar la katana para pelear en serio. Pero antes, Hayanusa retrocedió, pensando que perdería el forcejeo al estar en la parte inferior. Era más fácil hacer fuerza cuando podías usar tu peso para ayudarte.-Nunca me tomo a broma un combate. Y no creas que te infravaloro. Solo una vida ha manchado mis manos de sangre, y jamás volverán a teñirse de rojo si puedo evitarlo, así que no giraré mi arma.-

En el momento en que el samurai se apartó, posó su espada en el suelo. Era una acción previsible para gente perspicaz. Podría pillar a algunos novatos, pero alguien que había entrenado desde niño, no caería tan fácil en una trampa de arena. Hayabusa dio una voltereta en el aire, hacia atrás y apoyándose con la mano derecha para darse impulso y retroceder un poco más, evitando así el siguiente ataque. O eso creía, pues fue más rápido de lo que esperaba y alcanzó a darle mínimamente, haciéndole caer al suelo. Se recompuso al máximo y miró fijamente a su adversario. No era un espadachín ordinario. Probablemente pocos en su ciudad lo igualarían, aunque no eran demasiado diestros. -Sabía que eras un rival a tener en cuenta, pero no esperaba que pudieses igualar mi velocidad. Eso lo va a hacer mucho más interesante.- Si el enfrentamiento se iba a llevar a cabo, prefería tener un combate entretenido y sabía que el nivel de aquel hombre era muy similar al suyo y quizás superior.

Nuevamente pasó a la ofensiva. Se lanzó raudo y sujetando la katana con ambas manos para dar más fuerza a su próximo movimiento. Cuando estuvo cerca atacó a la altura de las costillas con un ataque horizontal. Seguramente lo detendría, no había duda, era un  movimiento muy simple para alguien que ya se había curtido en más de una batalla, pero ese no era su principal propósito. Sabiendo que tendría que detener el arma intentó golpearle con una patada en el otro costado.

Su ataque había logrado impactar ligeramente ante el chico de hebras azabache. Pasó la mano por su cara retirándose los granos de tierra que permanecían en su tez, eran molestos y no le agradaba tener el rostro sucio. Era algo predecible y fácil de esquivar, lo sabía. Pero necesitaba aprender los patrones de movimiento de su enemigo; si volvía a hacer lo mismo, esta vez no atacaría enfrente, si no donde diese la voltereta. Eso siempre y cuando tuviese un patrón predecible y no cambiase. "Me toca enseñarte mi mejor movimiento." Pronunció mientras sacaba su katana rota y la elevaba al son del ataque de su enemigo. Iba a hacer su movimiento estrella dentro de su Pāfekuto bushidö, un movimiento que no se esperaría su enemigo. Ya había sentado la primera base y era la de comprobar la fuerza de su enemigo con el choque anterior; eran similares, por no decir idénticas. Tenían misma agilidad y reflejos... Así que necesitaría un golpe de suerte para golpear con su Furukauntā. Al haber un nivel tan equivalente entre los dos, debería usar el primer nivel o se rompería los brazos. Suspiró hondo manteniendo su posición defensiva acorde al ataque de su enemigo y se abalanzó a la misma vez que él.

"Furukauntā: Saisho no reberu! (Máxima contra: Nivel uno!)" Gritó mientras con un ágil movimiento lanzaba una estocada con la katana rota, y desviaba usando toda su fuerza a la vez que chirriaba el arma contra el extraño metal de filo invertido de su enemigo al máximo. Pasaba de tal forma que bloqueaba y a la vez atacaba dirigiendo el mango hacia delante, un movimiento complicado y que dependía de la suerte. Una vez intentó dar su contraataque a la altura del brazo izquierdo de su enemigo para inutilizarlo, recibió una patada que logró bloquear con el antebrazo en el costado izquierdo (asumiré que eres diestro. Si me pegas un corte horizontal, empezarías por la derecha, y como atacas por el otro lado con la patada...) cediendo hacia el lado derecho debido al fuerte impacto de la patada del joven. "No me esperaba esa patada." Pensó, mientras se llevaba la mano a la extremidad con la que había bloqueado, notando un dolor punzante en esta. No podía elevarla bien y mucho menos hacer fuerza.

Escupió y se levantó con un ágil quiebro lateral. Enfundó su katana rota y volvió a sacar el bokken, esta vez con mirada cansada y agarrándola con una sola mano, la que no le dolía. Ese brazo también lo tenía entumecido del anterior choque, pero podía soportarlo. "No atacas para matarme. ¿Me estás intentando engañar sobre tus actos?" Le preguntó, confuso. Era alguien que no dudaba de sí mismo o de sus acciones para recuperar su honor, pero aquel chaval estaba haciéndole cuestionar sobre si lo que estaba haciendo estaba mal o bien. "Cuéntame la verdadera razón de tus actos." Le ordenó, intentando disimular el jadeo tan intenso que mantenía en aquel momento.

Sus movimientos fueron precisos, pero la estrategia de su rival también fue digna de elogio. Detuvo su arma con aquella espada quebrada y consiguió desviarla para proseguir con un ataque. Fue justo mientras daba la patada por lo que no tuvo mucho tiempo de reaccionar. En cuanto su pierna impactó en el brazo del enemigo, que intentó frenar su ataque, intentó moverse rápidamente, pero recibió un corte en el pecho. No esperaba que su enemigo pudiese aprovechar la fuerza del ronin para contra-atacar con tal destreza. Era un movimiento interesante a la par que efectivo así que se mentalizó para tener cuidado contra aquellas tácticas. Por lo que si retrocedía y volvía a lanzarse, perdería tiempo y le daría a su enemigo la posibilidad de prepararse nuevamente. Tenía que mantener una distancia corta y atacar rápidamente para que no pudiera realizar más de una vez la misma acción. -No tengo razones para engañar a un desconocido. Eres libre de creerme o no, mas no seré yo quien ponga fin a tus días.- Hablar y combatir era algo extraño, pero uno se acostumbraba a ello cuando no era un salvaje que tan solo ansiaba la muerte de sus oponentes.

Aprovechó su posición para lanzar ataque, nuevamente de forma horizontal pero esta vez algo más rápido y con menos distancia de por medio. Pero ahí no acabaría su ataque. Seguidamente volvió a intentar un segundo ataque, esta vez en diagonal, y ascendente y finalizaría su ofensiva con una pirueta. Un salto a gran altura, superando al samurái mientras daba vueltas sobre su propio eje para coger fuerza y dar un último ataque a la altura de su sien. Tras esto cayó al suelo, a medio metro de distancia y en dirección a su lado derecho.

Tenía que responder a su última pregunta, pero contarle toda la historia al máximo resultaría tedioso. Era demasiado larga y aburrida. Así que optó por hacerle una pregunta que seguramente le haría reflexionar. -Es una larga historia, pero dime... si tu señor cambiara de un día para otro... Se volviera avaro y ansioso de poder y no le importase nada más que conseguir sus metas a cualquier coste. Si creyese que el mundo y las personas le pertenecen y por ello, violase y matase a la persona más importante para ti... ¿Seguirías siendo fiel al honor? ¿Seguirías protegiendo a aquel hombre que no tuvo reparo en mancillar a alguien que amas y arrebatarle la vida poco después?- Adoptó una postura un tanto extraña. Los brazos cruzados entre sí, con su arma hacia atrás. La pierna izquierda hacia el frente y flexionada y la otra estirada hacia atrás.

Imagen gráfica:

Su golpe impactó con algo de éxito, pero no donde él esperaba dar. "Me parece triste mi fallo. Seguramente estará entrenado para resistir el dolor e ignorará la herida del pecho. Es como si no hubiera impactado." Pensó poniendo una mueca de disgusto. Ahora era turno de su enemigo dar otro movimiento, y el carmín que emanaba de su pecho caía manchando el suelo de rojo intenso. "Tapa tus heridas y no ensucies la naturaleza." Le ordenó mientras miraba resignado hacia la hierba impregnada de aquel color tan característico. Cerró el puño izquierdo con fuerza y apretó los dientes, colocándose bien el hueso del codo sin gritar. Había logrado aquello gracias a un golpe seco con el mango de su bokken, y debido a aquel sacrificio momentáneo, podía volver a coger el arma con las dos manos. Se alegró de su entereza y pasó a observar a su enemigo. "Me estás haciendo creer algo que los carteles con tu nombre justifican lo contrario. Esta entereza y el atacar hacia una persona que intenta matarte con el más mínimo intento de matar..." No, debía parar. Era débil de emociones y eso era lo que provocó que su Daimyo muriese. Debía eliminar sus emociones y seguir luchando.

Tras despejar su cabeza y verificar dónde se encontraba su oponente, volvió a mantener la mirada fija en este. El ronin enemigo mantenía una distancia demasiado corta con el samurái; algo muy sencillo de adivinar, su próximo ataque estaba a punto de empezar. Un corte en horizontal que paró con absoluta facilidad chocando su bokken con la katana enemiga para desviarla. A pesar de la fuerza que mantuvo con el desvío, un segundo ataque se originó; esta vez, en diagonal. Repitió la misma acción, a pesar de que cada vez que chocaba el arma, le costaba aun más agarrar el mango debido a los golpes tan fuertes que originaban los choques. Lo último que se esperó por parte de su contrincante era una especie de voltereta que acabaría en un patada tras un discurso que lo dejó boquiabierto. Dejó caer la bokken y puso sus brazos en forma de X para parar el golpe dirigido hacia su sien. Cedió las rodillas debido al impacto y mordió sus labios para aguantar el dolor de tan fuerte patada. Saltó hacia atrás tras bloquear el ataque y cogió la bokken que cayó al suelo. Estaba cansado; no era su mejor día, sin lugar a dudas.


El joven ronin que tenía delante hacía que se cuestionara la credibilidad de todo. No tenía un alma impura, o eso parecía. Sus posturas y su forma de luchar eran las de una persona noble y con corazón cálido. Enfundó la bokken y se cruzó de brazos, mirando hacia otro lado. "No sabría qué decirte. Mi daimyo murió y no pude salvarle. Pero si hubiera llegado a aquel extremo... ¿De verdad era tan... malo?" Preguntó mientras seguía mirando hacia su izquierda. Entonces, ¿por qué lo tachaban de criminal y lo querían muerto? Parecían originarse dolor en las palabras y arrepentimiento en la muerte que había provocado a sus manos. "¿Ayudaste a tu gente?" Acabó cuestionando al moreno.

Ambos se mostraban exhaustos. no habían batallado por mucho tiempo, pero el combate fue intenso. Tenían grandes habilidades y un potencial que sería abrumador en un futuro pero su nivel era muy similar y la pelea podría durar una eternidad. No obstante, el samurái se detuvo tras bloquear con dificultad el último ataque del ronin. No sabía si se había terminado o estaba esperando a que volviese a atacar pero aquel hombre parecía confuso. Quizás las palabras estaban consiguiendo su fin. -Los carteles no mienten. Yo maté a mi daimyo, eso no puedo negarlo, pero tuve mis razones, mas nunca he arrebatado otra vida ni volveré a hacerlo. No me siento orgulloso de ser un asesino, y sin embargo, tampoco me arrepiento.- Dejó una breve pausa y dejó su postura de pelea. -¿Ayudar a mi gente? Sinceramente, no lo hice por ellos. Lo hice en un acto de egoísmo por cumplir mi venganza, pero al menos, ese sucio hombre no podrá hacer sufrir a alguien como lo hizo con mi madre y  conmigo... nunca más. Ya no habrá impuestos desorbitados para aquellos que ni si quiera pueden pagarlos a pesar de trabajar honradamente y no habrá un líder que se aproveche de los más desamparados. Con eso, me doy por satisfecho.- Podría haber mentido, pero no conseguiría nada. Prefería decir la verdad. No tenía miedo de que se supiese. Posó su espada sobre su espalda y suspiró.

Hayabusa:

Envainó su espada y se sentó cruzando las piernas y apoyando sus manos sobre las rodillas. -Pareces un samurái muy distinto a otros que han intentado darme caza. Al menos tu escuchas lo que digo. Normalmente suelen hacer caso omiso e intentar cortarme a rodajas. Por si te interesa, mi nombre es Hayabusa Masamune, aunque bueno... mi padre renegó de mí, así que ya no tengo apellido.- Su tripa rugió con fuerza, la suficiente como para que los dos la escuchasen. -(Vaya... Con todo esto se me había olvidado que no he comido en varios días...)- Pensó, con una falsa sonrisa por la vergüenza. -Y bueno... puede que sea un hombre sin honor a ojos del bushido, ¿pero qué deshonor hay en ayudar a personas ajenas? ¿Acaso es pecado dedicar mi vida a velar por los demás? Puede que para muchos sí, pero yo lo hago porque creo que es lo correcto. Que me juzguen si quieren. Que me destierren y que intenten matarme. Pero si pretenden que me sacrifique por una causa noble y justa, pueden esperar una vida entera.- Sus palabras mostraban firmeza y seguridad en sí mismo. Tenía muy claro su objetivo y no cambiaría su forma de ser por nada ni por nadie.

-¿Cómo es tu daimyo? ¿Es una persona amable y justa?- Preguntó el proscrito. -Quizás es simplemente porque sigues el bushido, pero me da la sensación de que sientes gran aprecio o respeto hacia tu señor. No he podido conocer a otros de su cargo, y el único no ha sido tal y como esperaba cuando me convertí en su samurái. ¿No debería un líder amparar y buscar el bien de su pueblo? Al menos, en mi ciudad natal, no era así.- ¿Eran diferentes en otras zonas de Wano? De ser así, al menos habría esperanza para aquella isla tan remota.

Sin duda no se equivocaba en su juicio hacia el ronin. Había demostrado ser digno y fiel a sus palabras contándole la verdad. "No soy nadie para juzgarte, al fin y al cabo." Pensó mientras escuchaba todo lo que le decía la persona que tenía delante. El alba comenzaba a ceñir el cielo y el rugido de las tripas del chaval de enfrente alarmaba la condición en la que se encontraban. Había bajado su guardia de la misma forma que él lo hizo, mostrándose confiado e incluso mirando hacia otro lado. "Coges confianza con facilidad, ¿eh?" Murmuró mientras le dedicaba una vaga sonrisa. Tras dejar hablar a Hayabusa, permaneció en silencio varios segundos. Debía captar y procesar toda la información que le había dado sin tratar de ser ofensivo. "Veamos, el chico es honesto. No me ha mentido y ha preferido decir la verdad a quedar mal." Se dijo a sí mismo intentando convencerse de la condición del oponente. Su bushido chocaba contra la opinión que tenía...

-Soy Shiori Raiko, hijo del Shogun Nobunaga Raiko. Él era mi daimyo, por así decirlo; y sí, le tengo aprecio. Renuncié de bien pequeño a mi estatus de riqueza para volverme samurái y servirle a un nivel más allá de la sangre. Las persistentes guerras de parte de uno de los señores feudales provocó que le arrebataran la Kaze Kaze no mi con su muerte. -Paró para tomar aire, los recuerdos quebraban su voz.- Y por ello, vago exiliado. Tengo que vengar su muerte ante el actual usuario de la fruta del diablo, Shun. No pararé hasta perfeccionar mi bushido, y matarle en nombre de mi Shogun. Para recuperar su honor y el mío con el fallecimiento de ese hombre. Ya ha pasado un año de aquello y aunque mis heridas no estén cerradas, no me frenarán en completo. El dolor emocional me impulsa a seguir adelante. -Le explicó- Me has hecho dudar sobre mi propio juicio, y mi forma de verte. Lo siento. -Acabó diciendo, mirando hacia otro lugar.

Sin duda era una persona enigmática y que no le gustaba hablar sobre aquellos acontecimientos, pero no le había dejado otra opción. Sería de mala educación no presentarse a fondo por su parte como había hecho Hayabusa. Se acercó dejando las manos caer de la empuñadura del bokken y elevó una mano para ofrecérsela en son de paz. "Sin duda, tienes que continuar tu camino y convencer a otros como has hecho conmigo." Le aconsejó, preso de los sentimientos hacia aquel muchacho. Era débil y lo sabía, pero el país de Wano debía conocer su verdadera historia. Había logrado derrocar a un tirano y, aunque fuese un Daimyo, era importante. Podía ser útil para el futuro de las tierras en las que se encontraban. Sobretodo para evitar guerras de señores feudales estúpidos corrompidos por le poder, como el que mandó a Shun para que matara al Shogun de sus tierras.

-Dicho esto, seguiré vagando en mi rumbo para encontrar a Shun. Tengo una propuesta; te he visto cruzando espadas, y creo que eres útil. -Exclamó mientras sacaba de su bolsa una bola de arroz envuelta entre hojas para que se conservara mejor.- Toma, come. Una vez hayas comido, ¿quieres unirte en mi rumbo para derrocar a gente como Shun? Quitar la opresión de Wano. -Acabó aclarando, proponiéndole algo de forma muy promiscua.

-De algún modo, me inspiras esa confianza. Si hubieses querido matarme, ya lo habrías hecho, así que puedo darme el lujo de relajarme.- Respondió, ante el comentario del samurái. Se presentó como Shiori Raiko y le explicó su historia, dando a entender las razones que le habían llevado hasta allí y consiguiendo que el ronin comprendiera sus razones para defender a su daimyo. Era nada más y nada menos que el guerrero de su padre. O al menos lo fue, pues según dijo, lo mataron en una refriega. Sabiendo eso, era comprensible creer que el samurái había comprendido su punto de vista y que tal y como el buscaba la venganza de su progenitor, también lo hizo Hayabusa en nombre de su madre. Era extraño conversar tan abiertamente con un desconocido al que segundos antes veías como una amenaza, pero había momentos en los que uno podía compartir sin necesidad de conocer a los que le rodean. Era algo que fluía cuando se encontraba a la persona indicada en el momento adecuado.

-Es un placer, Shiori Raiko.- Dijo Hayabusa aceptando el apretón de manos. -No es mi intención hacer que otras personas piensen lo mismo que yo, pero no dudaré en intentar hacer ver que no se debe juzgar a los demás sin conocer sus razones.- Añadió, devolviéndole la sonrisa. Poco después, sorprendió al harapiento espadachín con una propuesta y una bola de arroz. Intentó negarse. No le gustaba depender de nadie y no quería tomar algo que no era suyo, pero después de hacerlo, su estomago volvió a rugir al máximo. Esta vez mucho más fuerte. -Supongo que sería una falta de respeto por mi parte si no aceptara tu regalo. Te lo agradezco y buen provecho.- Tomó el alimento y se lo comió con tranquilidad. No quería parecer un maleducado y prefería degustar aquel manjar, que con el hambre que traía, le sabría a gloria aunque fuese la peor comida que hubiese catado. -Está deliciosa.- Comentó, disfrutando de su bola de arroz.

Escuchó varios pasos que se acercaban, mas no se inmutó. Al menos hasta que escuchó al que encabezaba el grupo. -¿Disfrutando de tu última cena, asesino?- Preguntó una voz masculina, bastante grave y ronca. Hayabusa lo ignoró y se terminó la ofrenda de su nuevo amigo. La reacción de aquel hombre no fue otra que rabia. Profirió un grito y se abalanzó sobre el ronin, que permanecía de espaldas. Se puso contra el suelo, apoyó las manos en este y se elevó para detener, con la suela de las geta, la espada que desenvainó aquel caza recompensas. Acto seguido giró para propinarle una patada en la sien que lo tumbó en el suelo. Una vez en pie, observó a sus nuevos enemigos. Eran un grupo de seis. Todos ellos portaban armas de filo, kimonos negros con un extraño símbolo compuesto por un par de katanas cruzadas atravesando un cráneo humano. Todos ellos tenían el típico peinado de samurái.

-Acepto tu propuesta. ¿Qué te parece si inauguramos nuestro dúo derrotando a estos presuntuosos?- Cuestionó Hayabusa. Era una pregunta mas bien retórica, pues aunque no conocía bien a su compañero, estaba seguro de saber la respuesta. -Tenemos al asesino de un daimyo y al hijo de otro. Dos tesoros de una sola tacada. Venga chicos, vamos a sacarnos un buen pellizco.- Dijo el mismo, levantándose y limpiándose el rabillo de sangre que se deslizaba por la comisura de sus labios.

Una vez más, el ronin había impresionado a Shiori. Su conducta tan noble y sus palabras tan sinceras le impresionaban al máximo en la mayor de las formas. Era digno de admirar o seguir, sin duda. Aceptó la bola de arroz y se la comió con ímpetu, tal vez llevaría varios días sin comer. Pero si había tirado migas de pan, ¿por qué tendría aquella hambre? ¿Iba regalando su comida a la gente? Mucho más noble por su parte. Una conducta también altruista y con empatía. El momento tan preciado acabó interrumpido con un ágil movimiento de Hayabusa que derribó a la persona que le había atacado por detrás. "Ágil contra, Hayabusa-san." Dijo, en forma de alago hacia el ronin. Deberían luchar contra seis hombres con kimonos negros y marcas extrañas grabadas en ellos. Portaban una coleta alta, peinado común entre los de su facción. "Me parece apropiado por nuestra parte estrenar nuestra unión verificando si somos aptos en combate." Pronunció mientras esperaba y observaba como se lanzaban dos personas contra él a la vez.

Shiori era bueno en combates en desventaja, ya que había sido entrenado como samurái de élite. Samuráis que sobredestacaban y debían acceder a entrenamientos aun más difíciles que los otros. Mientras esquivaba de forma ágil la estocada de uno, logró divisar el punto flaco del otro. Elevaban demasiado los brazos, dejando los laterales descubiertos. Usó su fullcounter para desviar el ataque de uno y asestarle una estocada donde había previsto. Si Hayabusa era inteligente, cosa la cual no dudaba, se daría cuenta también de aquel punto flaco. Aunque Shiori era observador y estratega, y ese era su estilo de combate. No podía fiarse del todo ante el moreno, o podría acabar muerto. Pero no porque él le traicionara, si no por falta de capacidades. "Tal vez esté exagerando. Éramos iguales luchando, así que le daré un voto de confianza." Exclamó en voz alta mientras se colocaba en la espalda de Hayabusa y asestaba un golpe seco con el bokken a las costillas del último enemigo que quedaba, por lo menos de la pareja que se había lanzado.

Sus contrincantes yacían en el suelo desmayados, Shiori no los había rematado. Tal vez le había hecho cambiar ligeramente el punto de vista su compañero, y era de agradecer. No quería manchar más sus ropas de sangre, y mucho menos si derramarla era innecesario. No era un hombre que accedía fácilmente a las armas, pero si tenía que hacerlo, no lo dudaba. Dio varios pasos hacia delante despegándose de la espalda de Hayabusa y esperó el turno de su aliado. Esperaba que le volviera a sorprender otra vez, el estilo de las patadas que usaba le agradaba en cierta forma. Él era más rudimentario y, aunque el full counter fuese un estilo prohibido y exageradamente difícil de dominar, era un estilo al fin y al cabo. No le agradaría por su parte que la lucha se alargara más de lo necesario, ya que mantenía dolor por el conflicto contra el ronin y debía evitar excederse de más. Debían sobrevivir a aquello, o por lo menos debía sobrevivir él. No podía matar hasta que matara a Shun, o no se lo perdonaría jamás. "Te daré un voto de confianza, Hayabusa. Sé que puedes contra ellos y espero que puedas sorprenderme como lo has hecho las otras veces. Adelante, y lucha como un auténtico guerrero." Le exclamó, sediento de que él luchara más.