No Debes Saber | [Presente] | [Lowell y Titania]

Con las llamas de su pasado a la espalda, Titania regresó a su nueva casa con el que sería su compañero de aquí hasta que las circunstancias lo permitan. Era curioso puesto que cada vez que se lo imaginaba le invadía una curiosa sensación no comparable a la felicidad o alegría, pero de todos modos igualmente placentera. Quién sabe, pero quizás le agrade eso de viajar a la rubia; aunque tampoco importaba si no le gustase, era libre de irse cuando gustase y lo sabe. Es consciente que Lowell no le impedirá nada jamás.

Y mientras disfrutaba de aquellos momentos, una duda invadió la mente de la mujer. Esta cuestión en sí tenía que ver con los medio del viaje y su primer destino. Esta ciudad donde están ahora mismo es próxima a otras muchas que, seguramente, el rubio quiera ver antes siquiera de salir del Mar donde están. Tsk!-.

Preguntándose aquello fue que se aproximó hasta el máximo a la fachada de la casa, donde sin más pasaría las últimas horas de su estancia en aquella pútrida ciudad de corruptos y cerdos al lado de Lowell.

Entonces fue que recordó la visita al médico que le había recomendado antes de salir, dudando si realmente él la habría escuchado y había ido o por si el contrario se seguiría haciendo el fuerte, lo cual por cierto no era ni de lejos necesario. Pero instantes más tarde esos pensamientos se le fueron de la cabeza cuando no pudo abrir la puerta como antes. La cerradura sólida le denegaba el paso al interior, por lo que enfadada llamó a la puerta con numerosos golpes que denotaban mal humor. Por si fuera poco, su aspecto adornado ligeramente con la sangre de Madame Mei no ayudaba en absoluto a que las personas que allí pasaban, la dejasen de mirar asustados e incluso aterrados.

¡Lowell!-. Exclamaba a la par que impactaba con su diestra una vez tras otra sobre la dura madera.

Después de algunos tediosos minutos el rubio de su compañero abrió la puerta, y cuando lo hizo delató enseguida el motivo de su fastidiosa demora. A ojos de Titania el tipo tenía grandes marcas de dormido, así como una mirada más somnolienta que cualquier otra cosa. Ya era hora-.

Una vez dentro observó como el hombre pez aquel se tiraba de nuevo en el sofá. Y fue entonces que por primera vez se percató de la suciedad de su ropa, la cual sí había visto Lowell. Parecía ser que su fortuito encuentro con Mei había dejado algunas secuelas en sus ropajes, mas poco le importaron a la ex dama de compañía ya que traía buenas noticias para su acuático aliado. Y es que por primera vez desde que se conocen Titania sonreía, y lo peor es que lo hacía mientras se descolgaba una sorpresa de la espalda envuelta en tela opaca y forma de bolsa. Acto seguido tomó un poco de aire y se dirigió al rubio:

Deja las tonterías y mira lo que he conseguido-.

Mientras decía aquello abría la bolsa mostrando su interior, donde por si os lo preguntabais habían varias docenas de billetes. Al parecer en la caja fuerte de Mei había una pequeña porción de su fortuna total, pero tal vez la suficiente como para dar a Titania lo que quería en este inicio de etapa al lado del impulsivo Lowell. Aunque en verdad no pasaron muchos segundos hasta que la muchacha volvió a cerrar las telas y se volvió a pronunciar, pero esta vez seria nuevamente y con su habitual tono de voz.

Todo esto es mío. Mas he decido compartir un poco contigo, siéntete afortunado-.

Acto seguido se sentó en la mesa cruzando las piernas y dejando el dinero delante de sí misma, para a continuación entrelazar sus brazos igualmente y decidir qué hacer con el dinero exactamente. Pero no pasó ni un minuto hasta que terminó de decidirse por contra primero lo que tenía.

Cierra todo, vamos a contar cuánto hay en total-.

Seguidamente tiró todos los billetes en la mesa y sumó su valor.

Los segundos pasaban veloces mientras contaba en susurros el dinero que tenía entre manos, de tal manera que ni se percató del hecho que su compañero ya no estaba en la sala por un rato. Lo único que la perturbó de ese estado de concentración fue cuando el rubio puso dos tazas de té rojo sobre la mesa, lo cual destapó sin querer un gusto más que claro de la mujer hacia aquella deliciosa y divina infusión. Y con ese secreto cada vez más afuera, más en la superficie visible de su rostro, fue que tomó la taza y sopló el líquido para inmediatamente después darle un buen sorbo a la taza.

No está mal Lowell-. Le dijo aquello con un tono firme, pero bastante menos duro de lo que solía ser.

Tras hacer mención al té, la rubia prosiguió con su labor de contabilizar hasta el último billete el dinero conseguido de su antigua vida. No daba para ser una gran indemnización por todo lo vivido, pero le ayudaría a evitar la idea de viajar en las espaldas del hombre pez aquel, y es que sólo en pensar eso le daba un mareo terrible. Además, prefería mil veces tener algo con lo que poder esconderse del terrible sol de los mares ya que podría acabar demasiado afectada por su calor, y eso solamente podría significar problemas tanto para ella como para su aliado. Y desde luego eso no podía ser de ninguna manera si quería sobrevivir en esta travesía que la aguarda.

Un millón es menos de lo que esperaba, pero supongo que podré hacerme algún arreglo y comprar lo que necesitamos para el viaje-. Luego de decir aquello, reparó en la insistencia del hombre tiburón, a lo que contestó: Quizás tengas razón, pero prefiero hacer otra cosa-. Acto seguido subió a la recámara para cambiarse, pues ya tenía una ligera idea de lo que iba a hacer.

Una vez arriba, cogió una camiseta aparentemente vieja del tipo aquel y se la puso. Vio que le quedaba enorme e hizo unos arreglos, ya que odiaba que las cosas le quedaran anchas. Arranco con sus propias manos el sobrante de tela que le colgaba de las caderas hacia abajo y luego las mangas, que aunque cortas hacían deducir que esa prenda era enorme para su portadora. Después, y con la tela que le sobraba, se hizo unos adornos en sus pantalones que taparan las más voluminosas manchas de sangre. Así tenía un aspecto más casual y podría disimular de alguna manera todo lo que la irritaba, de tal manera que parecía incluso un nuevo estilo moderno proveniente de otros mares.

Esto es bastante decente.-.

Había ignorado que él le hubiera puesto su antiguo vestido encima de la mesa, y no por otra cosa que no sea desacuerdo con sus palabras. No iba a ponerse un conjunto entero de él, y ni mucho menos iba a ir desnuda o como prostituta por la casa, puesto que sólo una camiseta de las suyas ya le bastaba.

Y sólo he necesitado una de tus camisetas-.

Momentos después se sentó otra vez en la silla y se quedó pensativa, con las manos entrelazadas delante de su rostro. Meditaba qué hacer exactamente con ese dinero y donde ir a comprarlo de forma que no la asociaran a Mei ni al incendio de la casa de citas, pues entonces sería muy fácil deducir quién fue la causante de todo aquel alboroto. Casi era mejor en esos días dejar que pasaran las cosas, después de todo nadie la buscaría en esa casa. Lo que la llevó a acordarse de algo muy importante, y es que había obviado demasiado rápido el brazo escayolado de Lowell.

¿Y qué ha dicho el médico?-.

Escuchó atenta todas las palabras que salían de la boca de su compañero. La deducción que sacaba de todo eso es que tendría tiempo suficiente para ocultarse y evitar que la buscaran en la isla, ya que pensarían que quizás el causante del incendio habría huido ese mismo día y partirían en su busca, dejando esa ciudad libre de marines encargados de llevar el supuesto caso. Aunque realmente, haría falta ver si le hacen caso a la destrucción de esa casa y la desaparición "misteriosa" de Madame Mei.

Entonces bien, nos quedaremos hasta que te recuperes-.

Dijo eso a la par que se ponía en pie y guardaba todos los billetes. Instantes después los escondió en algún lugar de la casa, para acabar volviendo a la cocina y hablarle a Lowell. Aunque no sin antes meditar muy bien sus palabras, pues lo último que deseaba era que la malinterpretara, que solía pasar muy a menudo con los hombres. A la mentalidad de Titania, cuando a un hombre le muestras algo de compasión se suelen pensar cosas muy extrañas, y no quería que hubieran ese tipo de situaciones con el tipo con el cual pasaría mucho tiempo en este viaje que la espera.

Dormirás en tu habitación y yo aquí, en el sofá-.

Sí, como siempre la rubia había sido directa, pero no encontró otra manera de exponer sus ideas. Aunque esa sensación de querer hacer algo bueno sin que la entiendan mal se desvaneció cuando el rubio habló de la cocina. Entonces le entró un escalofrío a la ex dama de compañía, pero rápido se compuso, contestando lo siguiente:

No voy a tocar nada de esa cocina, pero conozco a alguien que nos puede ayudar-.

Más tarde indicó a Lowell que se recostara, para después ella proseguir con los preparativos del viaje. Tenía muchas cosas de apuntar y cumplir, empezando quizás en el medio de transporte. También en los víveres de los que hablaba el rubio. Sí, ella es del tipo de personas que le agrada que todo tenga un orden y plan, y en algo tan importante como lo que se le aproximaba no iba a ser para nada distinta.

Cállate-. Dijo a la vez que se dirigía hacia él.

La verdad es que la situación se le empezaba a ir de las manos, aunque todo se mitigaba un poco cuando escuchó aquello referente al combate, pues le agradaba la idea de aprender a luchar. Bueno, a pelear de manera organizada y con unos conceptos mínimos de artes marciales. Ella siempre se había enfrentado a todo tipo de sujetos, mujeres y cosas raras, pero jamás con un estilo de lucha autentico. De hecho cada vez que se peleaba, lo hacía con más maña que inteligencia haciendo uso normalmente de golpes bajos. Esto no queda muy bien y, como es normal, es arriesgado contra gente que sepa esquivar un directo "ahí", por lo que aprender una clase de lucha le serviría para defenderse cuando fuera necesario.

¡De acuerdo!-. Se le salió aquello con una tonalidad de voz animada.

Y justamente en ese instante es cuando comprendió que había cometido un error. Había mostrado entusiasmo por algo ajeno a su supervivencia. Vale que había sido solamente una pizca, pero lo pronuncio con el suficiente volumen para que el rubio lo escuchara y pudiera divagar en varios pensamientos seguramente. Con lo cual la Titania se apresuró a corregir su fallo de compostura:

Olvida eso y céntrate en lo importante-. Recuperó las formas y se sentó a su lado.