Combate de peces para ver quién se queda con Kiseki

Por un lado, creía que la idea del descanso fue buena, pero por otro, empezaba a desesperarse. Quizás se quedarían menos tiempo del que había planeado en un principio, pues su sed de sangre ya empezaba a superarle. Tenía que matar el tiempo de algún modo si no quería volverse loco. Por lo que empezó a buscar a su subordinado más poderoso. No debía andar muy lejos. Apenas habían pasado unas horas desde que había salido el sol y la mayoría pasaban la noche en sus embarcaciones. Fue a la cubierta de su segundo buque, el que dirigía el tiburón blanco y se cruzó de brazos. -Vamos a darles una buena demostración de poder a esta panda de inútiles.- Dijo Kaiser. Gran parte de la tripulación aún dormiría, pero el estruendo que provocaría una batalla entre aquellos colosos, los sacaría a todos de su apacible sueño.

-No voy a contenerme, y espero que tú tampoco, de lo contrario, te mataré.- Añadió el capitán. Sería un combate en el que tendrían que darlo todo. El final se decidiría cuando uno de los dos, o ambos, no pudiesen continuar. Aunque estaba claro que la orca sería capaz de matar a su soldado más hábil, pero sería una gran pérdida y seguramente no lo haría. Además, era imposible que Cánabar no luchase en serio y tampoco perdería la vida sin oponer resistencia. -Puedes usar tu espada si quieres. No creo que puedas cortarme tan fácil.- Sabía que su estilo se basaba en portar espadas de gran tamaño, por lo que luchar cuerpo a cuerpo sería una desventaja para su oponente y de esa forma, más aburrido.

Todo era tranquilo, la calma residía y gobernaba la nave como otrora lo hubiera hecho el viento y la tormenta. Pero ahora no había nada, solo silencio y paz. O, al menos, así era hasta que apareció alguien desagradable que se jactaba de su poder y sus ganas de combatir, Kaiser. Por desgracia, o por fortuna, Cánabar también era igual y la lucha lo atraía más que nada. Se levantó de la cama, dejando a Kiara durmiendo apaciblemente, se vistió y salió de su camarote. Al llegar a cubierta pudo ver a la orca esperándolo. Allí estaba, tan prepotente y confiado como siempre hablando sobre derrotar y matar al tiburón blanco. ¿De verdad creía que tenía alguna oportunidad? Pobre idiota, era hora de que alguien le bajara los humos.

-Je, ¿matarme? Ni si quiera el "gran" Kaiser sería capaz de una hazaña así. Tú lo has querido, capitán, prepárate para tragarte tus palabras- Le respondió con una sonrisa de placer.

Dicho eso desenvainó su espada y esperó al primer movimiento de la orca. Si le daban la posibilidad estaba claro que combatiría con su arma. Para él no era ningún deshonor pues era parte de su su alma como guerrero y sin ella estaría en cierta desventaja contra Kaiser. Por mucho que detestara aceptarlo. Tendría que entrenar algún arte marcial pues, fuerza, ya le sobraba. Destructora fue la espada por la que se decantó. ¿Qué resultado tendría el enfrentamiento? Para él la respuesta era obvia, su victoria. ¿Acaso podría terminar de otra forma?
Ehehehehehehehehehehe. Este es mi mensaje número 1.000, tonto quien lo lea :D