Encontrarse a una chica guapa en una ciudad como esta...

Las pesadillas se sucedían rabiosas en mi mente, constantes como un perro de caza, pero sobretodo crueles. Recuerdos de un pasado que me gustaría borrar, ellas me acosan sin descanso cada vez que cierro los ojos para dormir. No, no sé cómo quitármelas de encima. Tampoco se me ocurre la manera de ignorarlas o hacerlas más leves. Solamente sé que están ahí y, como siempre, me atormentan noche tras noche sin pausa o piedad.

Y con esa sensación de amargo llanto, me levanté esta mañana. Me acuerdo que el sol asomaba por la ventana, a la vez que la brisa ondulaba las cortinas de la cocina con suavidad y sin prisas. La estampa era bellísima. Las ligeras telas bailaban al tempo del silencio, el cual seguía a su vez el ritmo de mi corazón. Todo se mezclaba en una armonía que, coronada con mi libertad, también estaba mezclada junto al aroma del mar y el café matutino que poco tiempo tardé en empezar a prepararme.

Una vez había terminado con la taza y con alistarme, doblé las las sábanas del sofá y me fui. Sin hacer ruido, salí por la puerta y corrí. Avancé por el paseo marítimo del lugar viendo a las olas golpear la tierra incansablemente, a la par que los pájaros sobrevolaban la zona cantando la misma canción de libertad que seguía entonando dentro de mí misma sin parar.

Y así estuve por unos buenos y largos minutos, hasta que llegué al destino que me propuse para descansar y retomar fuerzas. Tenía un lugar concreto donde llegar esta vez, y como de costumbre no le había comentado nada a Lowell. No es que le incumbiera, más bien le beneficiaba que hiciera eso, dado que a la larga y a la corta él sería el principal beneficiado. Ya lo veía correr por la casa buscándome. Pobre idiota, me intenta sobreproteger de algo que ni él mismo entiende, y lo que es peor aún, lo hace poniéndome a mí por delante de su salud.

La verdad es que todavía no lo entiendo, pero supongo que eso me sale a cuenta si quiero salir de esta isla pues él es mi principal billete de ida, y lo mejor, también sin vueltas. Aunque la verdad sea dicha, no puedo dejar de sentirme algo mal por usarlo de esta manera; pero si siempre ha sido así, o he usado a la gente o me han usado a mí, lo único que me debe preocupar es que el pescao no me utilice y tire después… porqué lo hará, estoy segura de ello aún ahora mismo, cuando tengo delante a este extraño sujeto que ha caído del cielo en el momento menos oportuno.

¿Qué haces aquí?-.

Dije aquello interponiéndome entre él y Verenice. Sí, todo lo que he contado antes era el preludio de mi llegada a la nueva casa de esta conocida. Ella fue compañera mía en el burdel, o otra chica más maltratada por Madame Mei según como se mire, y a lo que venía era para contarle lo que había hecho con esa puta ayer. Creía que con eso todas podrían dormir más tranquilas esta noche fuera donde fuera que estuvieran, ya que de las otras no tengo ni idea dónde demonios pudieran estar.

¡Responde!-.

¿Que por qué le habló así a ese misterioso sujeto? Pues porque podía tratarse de un secuaz de Mei en busca de venganza, en el cual caso tendría que matarlo también. Aunque la pregunta sería ver cómo. Pero sea como sea debo conseguir tiempo para pensar la manera, y quizás hablándole consiga algunos minutos.

Aturdido, confuso y dolorido, así se presenta el misterioso hombre delante mío. También comprobando si se ha abierto la cabeza con esa caída o, en el mejor de los casos, solamente había obtenido un fuerte golpe del incidente. Pero como sea como sea yo me mantengo a lo mí asunto, pues conseguir un algo lo suficientemente peligroso para defenderme era mi prioridad ahora mismo. Aunque debo decir que su actitud más allá de despertarme algún tipo de temor, más bien me hacía sentir lo mismo que cuando estaba con Lowell: una mezcla entre despreocupación y subestimación; mas sus disculpas fueron el presagio de un pájaro que se apoyaba en el muro caído del piso, el cual por cierto era impresionante dado su tamaño e infundía mucho respeto, incluso miedo para Verenice que, sacando un cuchillo de un cajón cualquiera, amenazaba muy furiosa al animal para que se marchase por donde había venido.

Tsk!-. Exclamé a la vez que le quitaba el cuchillo a la pobre mujer.

Parece que no olvida la lección de plata que teníamos todas: siempre tener un arma a mano por si acaso, que nunca se sabe quién te tocará por la noche y qué cosas le gustan. Pero eso no nos beneficiaba en este preciso momento, ya que si el tipo aquel no había atacado con la ventaja de la sorpresa, no lo haría una vez estábamos de frente y siendo dos contra uno.

Haz que se callé- ordené a la par que le apuntaba con el cuchillo.

El asqueroso pajarraco no se silenciaba, y aunque repitiera las disculpas de su aparente dueño, no me tranquilizaba y más bien me daban ganas de clavarle el metal en su puto pecho. Pero sé debo tranquilizarme, lo último que necesito es perder los nervios. Porque, ¿Por qué ese tipo no se había lanzado? Me resultaba muy extraño, pues si su objetivo era tomarnos por sorpresa hecho estaba, y lo que es más enredoso de todo, ¿Si sólo estaba afuera y por casualidad se cayó aquí dentro, qué hacía por los dejados? Dar un paseo por arriba de los edificios no es de gente normal… Aunque es curioso que lo diga yo, que viajo al lado de un hombre pez que tiene por costumbre ser un héroe tímido a la vez que ruidoso.

Chica, tranquila. Sal de aquí y espérame, voy a aclarar esto de una vez-.

No tenía mucha idea de lo que hacía, pero quiero preguntarle unas cosas al peliblanco. Y pese a que parezca mentira, Verenice me hizo caso y se fue. Por mi parte me quedé junto al tipo en la habitación y, aunque no soltaba el cuchillo, le di a entender con un gesto de la mano que se sentara en lo que antes era mi silla. Yo cogí y me senté en la otra, esperando la reacción del sujeto en cuestión. Pienso que si quiere matarme a mí, la verdugo de Mei, no se le presentaría ninguna ocasión mejor, ergo caería en la trampa de lleno y con ello mostraría unas intenciones que ya me huelo.

¿Cómo te llamas? Pero sobretodo, ¿Por qué te paseas por los tejados?-.

Sí, por fin recuperaba mi tranquilidad. Estas cuestiones por fin salían con mi tono real, sin mostrar debilidad ninguna y dejando claro una cosa: no voy a ceder a nada. Y ahora quedaba ver cómo actuaría el muchacho con esta nueva perspectiva: sin saber o ver que tuviera miedo o nerviosismo, ya que ahora no jugaba con ninguna ventaja a excepción de una más que probable superioridad en fuerza. Pero no debo olvidar algo, y es que mi agilidad seguramente me sea suficiente para darle la vuelta a un posible ataque por su parte. O al menos eso me ha dicho Lowell, y supongo que le puedo dar un voto de confianza a sus palabras, porqué si no es verdad tengo un serio problema.

Era un tipo singular, estúpido y basto, falto de toda sensibilidad y coherencia. Lo más conveniente sería, desde lejos, dejarlo irse y pasar de este problema; pero en caso de que quisiese hacer algo, podría responderle fácilmente. Después de todo, yo tengo un cuchillo y él un simple bastón. Aunque tendría que irme cuidado desde ya con su fuerza, puesto que si ha caído con la suficiente potencia para romper el techo y seguir en pie, es que el hijo de puta debe de ser más duro que un puto clavo en el ataúd de quien sea. Aunque algo juega a mí favor, y es que podría usar su mierda de pájaro gigante para crear una distracción y darle una buena puñalada...

¡Tsk!-. Exclamé a la vez que le hacía una señal moviendo mi cabeza, para que se marchase por fin.

Entiendo que sea cual sea el caso, saldré perdiendo siempre. Prefiero que se vaya ya. Y la verdad, solamente espero que no reaccione hacia Verenice. Pero siempre sería mejor ella que yo... Aunque repito, con un bastón poco más que nada puede hacerme.

Y no hagas nada raro mientras te vas-.

Los pasos en descenso por la vieja escalera de madera se hicieron oír cuando de repente, y al vigésimo primero de ellos, se detuvieron y se convirtieron en escuetos truenos que retumbaban por toda la casa uno seguido de otro, como se corriera piso arriba o hacia abajo. Desde la posición donde se encontraba Titania era difícil identificar el sentido a donde iban aquellos poderosos golpes, por lo que tomó la precaución de gritar a su ex compañera que entrase lo más rápido que pudiera al cuarto y asegurase lo más fuerte posible la puerta. Todo apuntaba a que sería el peliblanco de antes, el cual actuaba de aquella manera según su idea principal desde su entrada en la residencia, el que aporreaba furioso la puerta sin cesar.

Hijo de puta...-, susurró a la vez que empuñaba el cuchillo a expensas de ver qué pasaba a continuación.

De pronto los golpes en la superficie de madera cesaron, pero solamente fue el preludio de una desgracia a punto de suceder. Y es que cuando menos se lo esperaron, una brutal fuerza embistió contra la puerta rompiéndola en un millar de pedazos. La rubia no tuvo mucho tiempo para actuar luego de aquello, ya que cuando quiso hacer algo fue demasiado tarde, el hombre con máscara blanca y vestimenta oscura había degollado a Verenice y se dirigía raudo hacia ella.

¡Mierda!-. Se agachó lo más rápida que pudo e intentó lanzar su brazo armado al cuerpo del sujeto.

Un movimiento de estoque a corta distancia fue su contraataque. De la zona inferior del abdomen hasta el cuello quiso cortar la ex prostituta, pero se vio que no tuvo resultado alguno al rasgar solamente las telas negras que conformaban el principal y único detalle de la vestimenta de su rival. Éste había conseguido evadir muy hábilmente el peligro del filo, pero ahí no acababa todo, pues de inmediato se dispuso a realizar otra ofensiva, y esta vez dirigida hacia la cabeza de Titania, la cual estaba totalmente petrificada por la impotencia de su fallo y por el deseo de no morir.

No...-, volvió a murmurar mientras presentía el caer del cuchillo de su enemigo sobre sí misma.

De repente, Titania sintió como una escueta ráfaga de viento cruzaba la habitación. Instantes más tarde, y con los ojos muy abiertos de la sorpresa, se percató que seguía con vida, y no contenta con ello, también de que su adversario estaba tendido en el suelo por gracia y habilidad del peliblanco. Confusa, pero por fin en sí misma, se puso en pie y se dirigió hasta el dominante sujeto. Caminaba algo tambaleante, y con un brazo cruzando en horizontal su cuerpo y aferrándose poderosamente al otro mostrando indecisión a la par que estupefacción, se posicionó detrás del extraño hombre de los cabellos albinos y miró. Veía como le preguntaba tonterías, pues ella ya sabía el por qué de todo aquello, así que tomó la firma decisión de actuar por cuenta propia y usar también al fuerte peliblanco.

No va a hablar-, dijo fríamente a la vez que se aproximaba más y más al cuerpo de su rescatador.

Se agachó de tal manera, que su cuerpo poco a poco envolvía al del tipo llamado Byakuro. Lo abrazaba suavemente para tranquilizarlo y hacer que bajara progresivamente la guardia. Mientras eso ocurría, su mano derecha se deslizaba por todo el brazo del muchacho para acabar agarrando con templanza y calidez su mano que empuñaba el cuchillo. Todo estaba calculado. Sus torso, aún intranquilo por la anterior situación, se acomodaba y acoplaba perfectamente a la espalda del hombre, haciendo que sus senos se comenzaran a notar más y más en el fuerte y poderoso dorso, al mismo tiempo que su respiración iba intuyéndose más sonora a sus propios oídos del chaval.

Vamos, relájate...-. Susurró aquello con una voz deliciosa, acariciando dulcemente su mano y brazo.

Pero todo tenía un porqué, ya que Titania jamás actúa de aquella manera por nada. Y por desgracia el peliblanco descubriría eso más temprano que tarde, y es que cuando empezó a enrollar con su otro brazo la rubia al cuerpo del sujeto, éste pudo notar como la mano de la misteriosa muchacha le hizo apuñalar la garganta del extraño agresor y asesino, traspasando como mantequilla su garganta y haciéndole soltar al ya cadáver un montón de sangre. Pero no contenta con eso, tuvo la suficiente velocidad como para repetir la operación una segunda vez pero en el rostro del ex enmascarado.

¿Mejor?-. Le preguntó aquello Titania a su "aliado" mientras retrocedí veloz, en dirección a la puerta.

La muchacha tenía un plan que llevar a cabo, y usaría seguramente al ingenuo hombre para cumplirlo. Aunque por el momento, lo primordial sería salir de allí a toda prisa. Lo último que necesitaban ambos era un encuentro con los marines y sus incómodas y tediosas preguntas.

Si quieres descubrir el por qué has asesinado a ese tipo... sígueme-. Salió por la puerta a toda prisa, corriendo escaleras abajo y perdiéndose después por las callejuelas. Ya tenía un lugar pensado para charlar con el tipo aquel, y cómo no, también poseía una manera muy "sutil" de utilizarlo. Sólo le faltaba descubrir contra quién lanzarlo, pues había tantos posibles candidatos... y sobretodo, tan poco tiempo...

Una persona cambia, dicen, cuando mata a otra. Un ser se transforma en otro en el momento que ciega un alma, destierra la vida de un cuerpo vivo dejándolo inerte, y quizás fuera aquello lo que le había sucedido a la rubia, que corriendo escuchó un leve silbido que era propio de un cuerpo cayendo al vacío. Como es obvio no tardó mucho en darse cuenta que el peso muerto estaba encima suyo, y que si quería vivir debería apartarse lo antes posible, con lo cual se tiró al suelo lo más rauda que pudo para evadir la pesada masa que le venía desde arriba. Una voltereta en la tierra seguida de un efímero salto fue lo que necesito Titania para verse de nuevo cara a cara con el peliblanco, que sano y salvo tras su vuelo había levantado muchísimo polvo. Sin dudas esto no es algo que hubiera esperado la ex prostituta, pero tampoco le sorprendía en lo más mínimo tal y como mostraba su frío y tranquilo rostro.

Tsk!-. Masculló cruzándose de brazos y tomando una compostura "relajada".

Por la mente de la muchacha pasaban varias cosas, como que Lowell quizás no sea el único tipo excepcional de la isla. Por lo que había demostrado este hombre con anterioridad, no tenía por qué envidiar nada al rubio compañero de la mujer, que todavía callada se limita a observar y analizar al misterioso tipo llamado Byakuro. Pero al final llega a una conclusión sencilla, y es que si físicamente es tan singular como Lowell, emocionalmente tendría que ser parecido siguiendo de este modo con un perfil de "héroe" muy marcado y predecible, ¿puesto que quién en su sano juicio se daría media vuelta para rescatar a dos mujeres que momentos antes le habían amenazado?.

Segura estoy de que te mueres por preguntar, así que hazlo-. No cambió su posición ni expresión facial.

La mujer de gesto serio, pero no asustado, miraba atenta desde la lejanía los movimientos del estúpido pájaro y del tipo raro. Algo le decía que no debía temer por su vida frente al peliblanco, pero que debía pensarse mejor sus palabras y callar más de lo que en principio valoró. Después de todo, lo que quería hacer no era para tomárselo a la ligera o en broma. Escuchó todo aquello que de su boca salió, y como muy pocas veces pasaba respondió en un caso omiso al muchacho, que poco a poco mostraba más rasgos de nerviosismo y dudas en sus ojos y acciones, dando a entender que ella poseía el mayor control sobre la situación pese a la amenaza o aviso que le había obsequiado el confuso tipo.

¿Crees que tengo miedo a tus amenazas, muchacho?-. Su tono firme, que no miedoso, acompañaba su gélida mirada. Ella no teme nada que un hombre cara a cara le pueda hacer, ya no al menos.

Miró al pájaro por un segundo luego de decir aquello y meditó mejor sus palabras. Debía de ser precisa para no confundirlo más y, por si fuera poco, también tenía que ser lo suficientemente convincente para a traerlo a su propósito. Ambos objetivos se presentaban, a priori, difíciles pero no imposible, y menos para una mujer como ella. Bueno, en caso de que la ruptura permanente con su vieja vida no hubiera atrofiado sus dotes interpretativas, ya que de lo contrario la rubia tendría que hacer uso de otras herramientas...

Ese simple peón pertenecía a las fichas de Tamao Fujiwara, uno de los más altos cargos de la mafia en esta ciudad. Y me buscaba a mí, una de las chicas de Madame Mei-. Sacó lo que le quedaba de aire para instantes después volver a tomar otro poco. El motivo lo ignoro-. Hizo una fugaz pausa. Sólo sé que no dejaré atraparme jamás, no volveré a estar atada a ese mundo nunca más-.

Apretó los dientes, según marcaba el guión para delatar en su estado de ánimo miedo y negación de la situación, seguidamente de los puños, con el mismo fin. Todo seguido de una mirada rabiosa que rompía con su estética de mujer fría y segura, transformándola en una persona más vulnerable pero igualmente firme. Todo, obviamente, convenientemente actuado para que fuera lo más real y creíble posible.

En lo más oscuro y profundo de su mente una sonrisa se hizo presente esbozándose como resultado de una, aparentemente, perfecta actuación por su parte consiguiendo mucho más de lo que en principio quería, y propiciando por fin una oportunidad de salir de allí antes de tiempo. Ahora un problema se le presentaba delante también, y es que era el cómo convencer al peliblanco de la existencia de Lowell sin que parezca sospechoso. En un principio ella se habría ido sin más, dejando a quien sea atrás para poder olvidar, pero con el rubio hizo una promesa que cumpliría sí o sí dado que una deuda mayor a la de ser salvada, y que recaía en su conciencia y alma. Con lo cual se volvió a pensar bien sus palabras y de nuevo se pronunció, cuidando que su entonación fuera lo más creíble otra vez.

Te he dicho que escapé, pero no lo hice sola-. Colocó su mano encima la de Byakuro.

Aprovechó la cercanía de éste sujeto para tener un mayor contacto físico y transmitir, de esta manera, una sensación más fuerte a la que estaba mostrando. Quería aumentar lo máximo posible las sensaciones que ambos podrían estar sintiendo para conseguir una mayor credibilidad y, de este modo, poder soltar su singular relación con Lowell sin que parezca nada extraño o forzado, si no más bien necesitado y puntual.

Un chico me ayudó a huir hace pocas noches atrás, pero ahora está malherido-. Miró a los ojos directamente al peliblanco y continuó: No voy a dejarlo, no después de todo lo que ha hecho por mí...-.

Su entonación camuflaba aquella petición haciéndola irresistible al tipo con complejo de "héroe", para que se ofreciera por sí solo a ayudar de igual manera a Lowell. Así, si las cosas no salían bien, podría usar la escusa que ella no le pidió nada. Aunque en verdad, también era porqué si usaba un tono más agresivo o incisivo, podría poner en guardia al muchacho y hacerle desconfiar, cosa que no le beneficiaba para nada si deseaba salir de la isla con vida y en bote.

El hombre parecía que aceptaba la idea que ella fuera con un compañero, aunque no con sumo agrado dado que su tono de voz cambió, pero eso no le importaba demasiado ya a la rubia puesto que había conseguido su principal propósito. Ahora lo único que le faltaba era ir al día siguiente con Lowell a cuestas, cosa que no le hacía mucha gracia y así lo demostraba con la cara de asco que puso mientras veía irse a su billete de ida viviente. Pero gracias a eso, al hecho de ver cómo se movía por la ciudad de muchacho, comprendió el por qué se había estrellado contra la pared de Verenice e iba por los tejados en busca de orientación. Sin lugar a dudas la gente que se encontraba últimamente era, como poco, de circo. Pero siendo del todo justos, de igual manera que raros, son útiles para los objetivos de Titania.

Tsk!-. Exclamó aquello a la par que se despedía del peliblanco moviendo la mano desde la ya lejanía.

Después, y vigilando que ya no tenía nada ni nadie detrás, se fue para casa de Lowell. El encuentro con este muchacho había acelerado sus planes, pero no lo suficiente para alterar el objetivo ni el camino, ya que solamente compartiría barco y tiempo con el tipo de pelo albino hasta la siguiente isla. O bueno, si el rubio de su compañero se empeña, hasta la mitad. Sea como sea, los pasos para marcharse estaban dados y solamente le quedaba el último. Titania contaba ya las horas y minutos para irse por fin.

Cierro