Kazumi Reika
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La oscuridad se consumía poco a poco dentro de esa habitación de cuatro paredes siendo arrebatada por dos cosas: la primera, el real aura de iluminación que emanaba el muchacho de mechas morenas; y la segunda, el relativo alumbramiento de una pareja aún pura y capaz de vivir desnuda tras el paso del crepúsculo. Pero no importaba para entonces unos ojos abiertos o cerrados, ciegamente sólo disfrutaban del tacto. Ambos cuerpos se situaban como los pliegues de una costura deshecha, uno delante de otro, todavía abrazados en parte y rogando que los hilos perduraran en su posición. Kazumi había dejado caer la cabeza sobre el hombro de Dark mientras le agarraba los brazos que le abrazaban la barriga con ambas manos. Tenía los ojos cerrados y en su posibilidad disfrutaba del olor que mezclaba el cuerpo del muchacho junto al de las sales de baño previamente preparadas. Todo aquello ya podía asemejarse a los tantos cuentos fantásticos que narraban la historia de jóvenes aventureros que tocaban las nubes y dormían sobre ellas. Quería aferrarse a ese momento tanto como lo hacía a Dark, pero el tiempo pasaba inevitablemente y sabía que por muy feliz que se sintiera, todo ese cúmulo de sentimientos se prolongaría hasta el último día de su vida. Por ello no se quejaba.
Ladeó el rostro sutilmente en dirección al cuello del muchacho y sobre éste colocó la frente. Todo era una metáfora, desde la primera vez que ambos irises morados habían tenido el gusto de conversar sin soltar una palabra; como la curiosidad de esa primera vez de conocer lo que escondían las expresiones de cada uno para el contrario y finalmente, como la primera vez que ese cosquilleo en el estómago les dio paso al primer sentimiento. Pero para entonces no se trataba sólo de curiosidad. Estaban desnudos en cuerpo y en alma, lo que significaba que ya no había nada más que esconder. De eso se trataba la pureza.
La chica elevó un poco el rostro para besar el cuello de Dark, después le apretó cariñosamente los brazos que tenía sujetos con las manos y se reincorporó dando media vuelta. Era hora de descongelar el tiempo, de volver a ver el paisaje a color y crear esa nueva primera vez. Hundió el cuerpo en el agua hasta las clavículas para acercarse al rostro del muchacho manteniendo un margen de unos cinco centímetros e imitando de forma burlona las tantas veces que él lo había hecho con ella: - ¿Dejarse las formas, decías? - y seguidamente soltó una risilla. Le besó los labios dos veces y le invitó a reincorporarse con ella. Las dos figuras permanecían como sombras oscuras dentro de ese panteón de niebla, calor y sudor. Lo que fuera a suceder seguidamente se quedaría sin duda entre las siempre gélidas baldosas de ese cuarto de baño y dentro del testimonio de ambos muchachos, porque para entonces no existía rendija alguna por la que pudiera impregnarse la luz ni sol que fuera capaz de aportarla.
Ladeó el rostro sutilmente en dirección al cuello del muchacho y sobre éste colocó la frente. Todo era una metáfora, desde la primera vez que ambos irises morados habían tenido el gusto de conversar sin soltar una palabra; como la curiosidad de esa primera vez de conocer lo que escondían las expresiones de cada uno para el contrario y finalmente, como la primera vez que ese cosquilleo en el estómago les dio paso al primer sentimiento. Pero para entonces no se trataba sólo de curiosidad. Estaban desnudos en cuerpo y en alma, lo que significaba que ya no había nada más que esconder. De eso se trataba la pureza.
La chica elevó un poco el rostro para besar el cuello de Dark, después le apretó cariñosamente los brazos que tenía sujetos con las manos y se reincorporó dando media vuelta. Era hora de descongelar el tiempo, de volver a ver el paisaje a color y crear esa nueva primera vez. Hundió el cuerpo en el agua hasta las clavículas para acercarse al rostro del muchacho manteniendo un margen de unos cinco centímetros e imitando de forma burlona las tantas veces que él lo había hecho con ella: - ¿Dejarse las formas, decías? - y seguidamente soltó una risilla. Le besó los labios dos veces y le invitó a reincorporarse con ella. Las dos figuras permanecían como sombras oscuras dentro de ese panteón de niebla, calor y sudor. Lo que fuera a suceder seguidamente se quedaría sin duda entre las siempre gélidas baldosas de ese cuarto de baño y dentro del testimonio de ambos muchachos, porque para entonces no existía rendija alguna por la que pudiera impregnarse la luz ni sol que fuera capaz de aportarla.
Dark Satou
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Su belleza eclipsaba sus sentidos, o más bien, no podía fijarse en otra cosa que fuera ella rodeándole el cuello con los brazos e intercambiando pequeños besos, pícaros y cortos. Llevaba muchos años sin ver a una mujer así, sin consumir con nadie. Su voto de viudo se quebrantaba en aquel momento, o aquello era la razón que luchaba contra la voluntad del rey. "Dark, para..." Pensaba, mientras pasaba sus brazos por las caderas de la joven y comenzaba a acercarla hacia él. Pero el deseo y las ganas de hacerla suya, la que sería su mujer a partir de ahora, se elevaban a un nivel tan alto que le dolía. Giró la cabeza confuso, pero sus ojos le incitaban a mirar de reojo. Y así hizo. Ahí estaba ella, con una mirada tan codiciosa e iluminada. Esas amatistas le podían hasta tal punto que provocaban que girase la cabeza lentamente, dirigiéndole una mirada seria y dolorida. No podía evitar quererla, y menos tras todos los acontecimientos que habían pasado en aquellos días. Así que, valeroso (y más bien no muy consciente de sus palabras), agarró su barbilla y comenzó a acercarse hacia esta. El gesto que siempre le hacía y que ella le había imitado hacía unos instantes, se repetía una vez más. "Te amo, Kazumi Reika." Exclamó, cerrando los ojos y dedicándole una sonrisa tierna y noble. Dejó de rodearla con los brazos y la abrió de piernas, sentándola en las suyas. El roce mutuo de los dos volvía algo tan sencillo en una sensación placentera e inolvidable.
Se resignaba a seguir adelante, pero su dedo índice proseguía por la epidermis de la joven, erizando cada pelo de sus brazos, elevando el éxtasis hasta el máximo. Subía del esternón lento y suave, jugueteando con las areolas de la joven. Le mordió en el cuello frágilmente, con cuidado de no lastimarla con aquellos colmillos de bestia y sacó la lengua, para pasársela lentamente desde la yugular hasta la clavícula, combinándolo con el roce de su dedo en los pezones de la pelimorada. "En serio, para..." Volvió a rogarse a sí mismo, llegando al punto de reprimirse las lágrimas. Pero sabía que no iba a hacerlo, y más si la mujer a la que quería estaba consumiéndose al son de él. Cerró los ojos lentamente e hizo desaparecer la luz del entorno, pasando a un ambiente en el cual la oscuridad se tragaba todo. Acercó su cabeza lentamente a la de la joven y comenzó a acariciarle aquellas hebras liláceas, desde la raíz hasta el fin. Pasaba los dedos con separación y masajeando aquella zona, mientras con la otra mano se dedicaba a bajar aun más al unísono de su cabeza, donde reposaba entre sus senos y se apoyaba en estos.
La otra mano ya pasaba por la pelvis y se dirigía hacia las partes íntimas de su pareja, todo manteniendo la mayor seguridad posible. No quería lastimarla ni asustarla, a pesar de que era ella quien mantenía la iniciativa en todo momento. Metió un dedo lentamente mientras debatía interiormente la acción que conllevaba aquello. No había marcha atrás. Comenzó a acariciar los labios inferiores con sutileza y elevó la mirada ligeramente para observar la expresión de la joven, acertada a las acciones de él. "Esto no está mal." Pensó. "Soy capaz de esto." Volvió a decirse interiormente. No podía bajar el listón hacia la mujer que amaba y debía hacerlo lo mejor que pudiera. La respiración de los dos era tosca y entrecortada, y sus pieles ardían incluso más que el agua en la que se encontraban. No podía evitar moverse involuntariamente de caderas, rozando su miembro con la parte delantera de Kazumi. Necesitaba aquello, y a ella.
-Dejarse las formas... -Exclamó, en casi su habitual tono sarcástico. Pero sonó débil, debido al nudo en la garganta que tenía generado desde que la misma joven había hecho el primer movimiento desnudándose. Una diosa.- No las dejaré... -Le advirtió, pero ella podía verlo en la cara del rey de Jaya. Mantenía la mirada baja, intentando resguardarse entre el esternón de la joven. La vergüenza le podía, mostrando una ruborización tan extrema en sus mejillas que parecía que brotara sangre de estas. Soltó un suspiró entre la separación de sus senos y se recostó en ellos un poco más mientras jadeaba.- Sé mi reina. -Acabó rogando. Él era incapaz de seguir, ya que su cuerpo había frenado en seco. Simplemente se resguardaría entre aquellos voluminosos pechos, e intentando mantener las formas y su estatus de persona inquebrantable. Pero en aquel momento se encontraba sentimental y débil, preso de las acciones consecuentes que decidiera tomar la joven.
Se resignaba a seguir adelante, pero su dedo índice proseguía por la epidermis de la joven, erizando cada pelo de sus brazos, elevando el éxtasis hasta el máximo. Subía del esternón lento y suave, jugueteando con las areolas de la joven. Le mordió en el cuello frágilmente, con cuidado de no lastimarla con aquellos colmillos de bestia y sacó la lengua, para pasársela lentamente desde la yugular hasta la clavícula, combinándolo con el roce de su dedo en los pezones de la pelimorada. "En serio, para..." Volvió a rogarse a sí mismo, llegando al punto de reprimirse las lágrimas. Pero sabía que no iba a hacerlo, y más si la mujer a la que quería estaba consumiéndose al son de él. Cerró los ojos lentamente e hizo desaparecer la luz del entorno, pasando a un ambiente en el cual la oscuridad se tragaba todo. Acercó su cabeza lentamente a la de la joven y comenzó a acariciarle aquellas hebras liláceas, desde la raíz hasta el fin. Pasaba los dedos con separación y masajeando aquella zona, mientras con la otra mano se dedicaba a bajar aun más al unísono de su cabeza, donde reposaba entre sus senos y se apoyaba en estos.
La otra mano ya pasaba por la pelvis y se dirigía hacia las partes íntimas de su pareja, todo manteniendo la mayor seguridad posible. No quería lastimarla ni asustarla, a pesar de que era ella quien mantenía la iniciativa en todo momento. Metió un dedo lentamente mientras debatía interiormente la acción que conllevaba aquello. No había marcha atrás. Comenzó a acariciar los labios inferiores con sutileza y elevó la mirada ligeramente para observar la expresión de la joven, acertada a las acciones de él. "Esto no está mal." Pensó. "Soy capaz de esto." Volvió a decirse interiormente. No podía bajar el listón hacia la mujer que amaba y debía hacerlo lo mejor que pudiera. La respiración de los dos era tosca y entrecortada, y sus pieles ardían incluso más que el agua en la que se encontraban. No podía evitar moverse involuntariamente de caderas, rozando su miembro con la parte delantera de Kazumi. Necesitaba aquello, y a ella.
-Dejarse las formas... -Exclamó, en casi su habitual tono sarcástico. Pero sonó débil, debido al nudo en la garganta que tenía generado desde que la misma joven había hecho el primer movimiento desnudándose. Una diosa.- No las dejaré... -Le advirtió, pero ella podía verlo en la cara del rey de Jaya. Mantenía la mirada baja, intentando resguardarse entre el esternón de la joven. La vergüenza le podía, mostrando una ruborización tan extrema en sus mejillas que parecía que brotara sangre de estas. Soltó un suspiró entre la separación de sus senos y se recostó en ellos un poco más mientras jadeaba.- Sé mi reina. -Acabó rogando. Él era incapaz de seguir, ya que su cuerpo había frenado en seco. Simplemente se resguardaría entre aquellos voluminosos pechos, e intentando mantener las formas y su estatus de persona inquebrantable. Pero en aquel momento se encontraba sentimental y débil, preso de las acciones consecuentes que decidiera tomar la joven.
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Los escalofríos venían uno detrás de otro, recorriendo por dentro el cuerpo de la pelimorada y cerrándole el estómago cuantas veces fuera necesario. Le abrazaba la cabeza acariciándole el pelo y acumulando mechones entre el índice y el anular, tan suave como recorrer el agua con los dedos. Miraba el final de la bañera haciéndose preguntas: ¿con qué reglas estaban jugando?, ¿cuándo era suficiente? La respuesta a ambas resultaba tan odiosa como inevitable y tercamente idéntica. Conocía más bien poco cuán versado estaba Dark en esas artes, pero como la comparación entre ambos historiales resultaba ridícula, sólo se limitó a dejarse empujar por el agua y sobre todo por el apetito que tenía de que aquello sucediera.
Pasó la yema de los dedos por el cuello del muchacho haciendo que éste se reincorporara al tiempo que ella continuaba dibujando un trazo a través de su pecho. Líneas abstractas que no guardaban ningún tipo de secreto o coherencia, sólo la intención incorregible de estrechar contacto con él. Abrió las palmas de las manos sin despegarlas de su abdomen mientras sus rostros volvían a converger cediéndose un beso en los labios, esta vez mucho más vehemente y necesitado que los anteriores. El momento se alargó unos instantes más en los que ambos se regalaron y devolvieron caricias, besos y mordiscos que hicieron que Kazumi pudiera relajarse a la par que entraba en un nuevo ciclo de confianza e incontinencia.
La pareja quedó inclinada de manera que el moreno hubiera colocado la espalda sobre la pared de la bañera. La chica aprovechó abiertamente la mayor perspectiva que acababa de obtener del cuerpo del muchacho bajando cariñosamente el rostro y mordisqueándole la piel de la barbilla, el cuello y seguidamente el pecho al son que el agua le bailaba rebasándole el cuerpo. Se aseguró de que ningún rincón de piel quedara falto de cariño, desde las clavículas hasta la parte inferior de sus caderas. Si no se trataba de un beso, un mordisco o un pequeño surco con la lengua, se trataba de una caricia o eventualmente un pellizco. Allí el rey era él. Y ya era hora de presentarle otro tipo de cariño.
Volvió a descender un poquito más dentro de esa gigantesca bañera hasta la altura de los muslos del muchacho, sumergidos debajo del agua. Había comenzado a tiritar justo en el instante en que se disponía a acercar los dedos al sexo del muchacho con la intención de tocar y jugar con él al mismo tiempo que le empujaba a entrar en un nuevo ciclo de deleite. Y sin quererlo o buscarlo, la anticipación les cerró la puerta dejando que la pareja se volcara antes en ese placer sexual que la pelimorada acababa evocar haciendo que sus labios comenzaran a formar parte del juego.
Los segundos transcurrían exaltadamente dentro de esa cortina de vapor. Le tocaba a ella corresponder y lo estaba haciendo tan bien como su pericia le permitía. Pasaron unos segundos antes de que elevara el rostro colocando una mueca de circunstancias y más tarde se reincorporara sobre la figura de Dark con la intención de conseguir algo de espacio. El pelo le caía por debajo de la cintura apegándose a su cuerpo y dándole una especie de vestidura. Su rostro se encontraba mucho más pálido que el de Dark y aun manteniendo los colores apropiados. Todo lo demás era cuestión de tiempo.
Pasó la yema de los dedos por el cuello del muchacho haciendo que éste se reincorporara al tiempo que ella continuaba dibujando un trazo a través de su pecho. Líneas abstractas que no guardaban ningún tipo de secreto o coherencia, sólo la intención incorregible de estrechar contacto con él. Abrió las palmas de las manos sin despegarlas de su abdomen mientras sus rostros volvían a converger cediéndose un beso en los labios, esta vez mucho más vehemente y necesitado que los anteriores. El momento se alargó unos instantes más en los que ambos se regalaron y devolvieron caricias, besos y mordiscos que hicieron que Kazumi pudiera relajarse a la par que entraba en un nuevo ciclo de confianza e incontinencia.
La pareja quedó inclinada de manera que el moreno hubiera colocado la espalda sobre la pared de la bañera. La chica aprovechó abiertamente la mayor perspectiva que acababa de obtener del cuerpo del muchacho bajando cariñosamente el rostro y mordisqueándole la piel de la barbilla, el cuello y seguidamente el pecho al son que el agua le bailaba rebasándole el cuerpo. Se aseguró de que ningún rincón de piel quedara falto de cariño, desde las clavículas hasta la parte inferior de sus caderas. Si no se trataba de un beso, un mordisco o un pequeño surco con la lengua, se trataba de una caricia o eventualmente un pellizco. Allí el rey era él. Y ya era hora de presentarle otro tipo de cariño.
Volvió a descender un poquito más dentro de esa gigantesca bañera hasta la altura de los muslos del muchacho, sumergidos debajo del agua. Había comenzado a tiritar justo en el instante en que se disponía a acercar los dedos al sexo del muchacho con la intención de tocar y jugar con él al mismo tiempo que le empujaba a entrar en un nuevo ciclo de deleite. Y sin quererlo o buscarlo, la anticipación les cerró la puerta dejando que la pareja se volcara antes en ese placer sexual que la pelimorada acababa evocar haciendo que sus labios comenzaran a formar parte del juego.
Los segundos transcurrían exaltadamente dentro de esa cortina de vapor. Le tocaba a ella corresponder y lo estaba haciendo tan bien como su pericia le permitía. Pasaron unos segundos antes de que elevara el rostro colocando una mueca de circunstancias y más tarde se reincorporara sobre la figura de Dark con la intención de conseguir algo de espacio. El pelo le caía por debajo de la cintura apegándose a su cuerpo y dándole una especie de vestidura. Su rostro se encontraba mucho más pálido que el de Dark y aun manteniendo los colores apropiados. Todo lo demás era cuestión de tiempo.
Dark Satou
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Las acciones que conllevaban aquel sin fin de jugueteos, caricias y todo lo que pasara por las tan pervertidas mentes, llegaban al summum. Ella era buena, o por lo menos lograba excitarle demasiado como para negarse ante sus hechos. Permanecía apoyado en la pared, jadeando intensamente mientras el vapor del ambiente le causaba un calor intenso. No, no era el entorno en el que se encontraban. Era la pelimorada. Dejó llevarse ante la habilidad de la joven y lo único que hizo a partir de ahí, fue observar como bajaba lentamente mientras pasaba las manos por su espalda lentamente. Cuando al fin llegó hacia donde él estaba deseando, soltó un pequeño suspiro de satisfacción y llevó la mano hacia la sien de Kazumi, retirándole el pelo y mirándola fijamente.
Los segundos parecían eones, y el tiempo se lo notificaba enseñándole lo lento que podía verlo todo. Una bajada al listón y una grata coordinación con la lengua provocaban que su respiración cada vez fuera más ajetreada y pervertida. Cuando el suficiente tiempo que logró hacerle sentir de la mejor de las formas pasó, la pelimorada se despegó de él, soltando aun más su pelo y dando a entender una distancia que no necesitaban. Eran pruebas irrefutables de que ella era la elegida, y no le importaba ya en absoluto fallar a sus votos o a su difunta esposa. Se había prendido del todo y necesitaba desahogar esa carga en la joven. Sonrió tras cruzar por última vez los ojos y logró agarrarla con las dos manos, a la altura de la cadera.
-Se acabó. No aguanto más.- Le exclamó mientras empezaba a apoyarla en la pared y la abría de piernas, observando hacia lo que era llamado el jardín del edén de forma culta. Tal vez le resultaría incluso embarazoso, pero pagó su pecado descansando la cabeza contra su vientre y bajándola poco a poco. Pequeñas caricias por encima de los labios inferiores eran el inicio de su contraparte; lo último que faltó, fue la de lamerla por encima, para después acabar introduciendo la lengua en un acto de seguridad y gozo para la joven. Se ayudaba de sus propias manos para hacerla sentirle lo mejor que pudiera, mientras con la lengua iba lamiendo lentamente y elevando el ritmo a uno más intenso. Pero no quería que todo acabara en aquel momento, ni mucho menos. Separó su cabeza relamiéndose y elevó la mirada hacia la cara de la joven, dedicándole con el rabillo del ojo una mirada codiciosa.
Volvió a pasar la mano lentamente, palpando por encima y metiendo una vez más los dedos sutilmente. Ella estaba preparada, y la ruborización de sus mejillas junto con aquellos intentos de mover las caderas en vano, la prueba. La volvió a apoyar contra la pared y empezó a frotar lentamente su delantera con la pelvis de Kazumi, indicándole que necesitaba pasar a aquello ya. Elevó las manos y comenzó a lamer sus areolas para excitarla aun más mientras él seguía bailando con sus caderas de abajo hacia arriba. Después agarró la mano de la joven y la colocó en su miembro, indicándole que sería ella la que daría el último paso antes de mezclar sus propias almas en aquella noche sin fin. -Adelante. Te lo ordena tu rey. -Le ordenó, con un tono caliente y sutil. No podía disimular su estado, ya que se cada nervio de su cuerpo le pedía llegar al clímax junto a ella. E iba a hacerlo, sin duda.
Los segundos parecían eones, y el tiempo se lo notificaba enseñándole lo lento que podía verlo todo. Una bajada al listón y una grata coordinación con la lengua provocaban que su respiración cada vez fuera más ajetreada y pervertida. Cuando el suficiente tiempo que logró hacerle sentir de la mejor de las formas pasó, la pelimorada se despegó de él, soltando aun más su pelo y dando a entender una distancia que no necesitaban. Eran pruebas irrefutables de que ella era la elegida, y no le importaba ya en absoluto fallar a sus votos o a su difunta esposa. Se había prendido del todo y necesitaba desahogar esa carga en la joven. Sonrió tras cruzar por última vez los ojos y logró agarrarla con las dos manos, a la altura de la cadera.
-Se acabó. No aguanto más.- Le exclamó mientras empezaba a apoyarla en la pared y la abría de piernas, observando hacia lo que era llamado el jardín del edén de forma culta. Tal vez le resultaría incluso embarazoso, pero pagó su pecado descansando la cabeza contra su vientre y bajándola poco a poco. Pequeñas caricias por encima de los labios inferiores eran el inicio de su contraparte; lo último que faltó, fue la de lamerla por encima, para después acabar introduciendo la lengua en un acto de seguridad y gozo para la joven. Se ayudaba de sus propias manos para hacerla sentirle lo mejor que pudiera, mientras con la lengua iba lamiendo lentamente y elevando el ritmo a uno más intenso. Pero no quería que todo acabara en aquel momento, ni mucho menos. Separó su cabeza relamiéndose y elevó la mirada hacia la cara de la joven, dedicándole con el rabillo del ojo una mirada codiciosa.
Volvió a pasar la mano lentamente, palpando por encima y metiendo una vez más los dedos sutilmente. Ella estaba preparada, y la ruborización de sus mejillas junto con aquellos intentos de mover las caderas en vano, la prueba. La volvió a apoyar contra la pared y empezó a frotar lentamente su delantera con la pelvis de Kazumi, indicándole que necesitaba pasar a aquello ya. Elevó las manos y comenzó a lamer sus areolas para excitarla aun más mientras él seguía bailando con sus caderas de abajo hacia arriba. Después agarró la mano de la joven y la colocó en su miembro, indicándole que sería ella la que daría el último paso antes de mezclar sus propias almas en aquella noche sin fin. -Adelante. Te lo ordena tu rey. -Le ordenó, con un tono caliente y sutil. No podía disimular su estado, ya que se cada nervio de su cuerpo le pedía llegar al clímax junto a ella. E iba a hacerlo, sin duda.
Kazumi Reika
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Inefable deleite. Comenzó en un pequeño calambre que le recorrió el interior de la barriga como si una hilera de hormigas estuviera caminando a través de sus vísceras. Después sobrevino nuevamente el calor: le regocijaba todo el cuerpo, desde los pies a la cabeza, tornándole a un color febril. El vello erizado y la piel ardiente, a su vez como la de una gallina. Kazumi arqueaba la espalda introduciendo pequeños sonidos lascivos en forma de onomatopeyas que iban y venían tajantemente. Tenía las manos colocadas sobre la cabeza del moreno mientras él provocaba todo aquel hartazgo de sensaciones, dejándole hacer y protagonizar todo cuanto quisiera. Lo que vino después fue cosa del instinto.
Se abrazó al cuello de Dark en el mismo momento en que él comenzó a reincorporarse. Esta vez no hubo intercambio de besos o de caricias, simplemente el notable apetito de querer compartir ese último momento cuanto antes fuera posible. Kazumi podía sentirlo. El resbaladizo tacto de ambas pieles, el fervor interno, la cercanía de sus sexos…, que en ese momento se le antojó muy lejana. El moreno agarró la mano de la pelimorada para hacerla entrar en contacto con su miembro acompañando la acción a unas incontinentes palabras. Kazumi se tomó unos instantes, quizá dos segundos, sólo para volver a cruzar una mirada con Dark Satou, después se acercó a sus labios con la barbilla alta y musitó: -Te amo. Mi rey.
Y encima de él, en una posición correspondida, la obscenidad volvió a tomar parte de la escena. La chica acomodó las piernas abiertas rodeando la cintura del moreno y seguidamente hendió el miembro dentro de su sexo. Un baile de caderas surgió en un crescendo de segundos en los que se desvanecía el apocamiento hasta lo que poco a poco querían que llegara a convertirse en el clímax. Las manos de la pelimorada abrazaban la espalda de Dark sumergiendo los dedos en su piel según aumentara la excitación. Según fuera desarrollándose ese instinto primario que acababa de tomar las riendas. Todo aquél cauce de placer físico, las continuas contracciones en su vientre, los suspiros calientes sobre la oreja del contrario… tal y como si acabaran de encontrar su lugar en el mundo.
La intensidad de las embestidas continuaba aumentando según se hiciera el tiempo entre el abrazo de aquella pareja, un tiempo que sin duda corría distinto para el resto de personas. La pelimorada se sintió a gusto y tranquila de saber que lo que estaba sucediendo entre ella y Dark iba mucho más allá de un encuentro sexual, sino algo que estaba firmado desde el primer día en que habían pronunciado un compromiso mutuo. Los movimientos torpes habían quedado atrás, ahora disfrutaban de haber encontrado un acorde plausible con el que continuaron practicándose placer mutuo durante algún tiempo más. Y ojalá más del que Kazumi pudo aguantar. El cuerpo le demandó esa última ahorcajada de júbilo obligándola a expresarlo de manera un tanto escandalosa. Como el estallido de una pieza rompiéndose en mil pedazos, el brío que había mantenido hasta entonces acababa de darse por vencido llegando al clímax y dejando su voluntad en ello.
Se abrazó al cuello de Dark en el mismo momento en que él comenzó a reincorporarse. Esta vez no hubo intercambio de besos o de caricias, simplemente el notable apetito de querer compartir ese último momento cuanto antes fuera posible. Kazumi podía sentirlo. El resbaladizo tacto de ambas pieles, el fervor interno, la cercanía de sus sexos…, que en ese momento se le antojó muy lejana. El moreno agarró la mano de la pelimorada para hacerla entrar en contacto con su miembro acompañando la acción a unas incontinentes palabras. Kazumi se tomó unos instantes, quizá dos segundos, sólo para volver a cruzar una mirada con Dark Satou, después se acercó a sus labios con la barbilla alta y musitó: -Te amo. Mi rey.
Y encima de él, en una posición correspondida, la obscenidad volvió a tomar parte de la escena. La chica acomodó las piernas abiertas rodeando la cintura del moreno y seguidamente hendió el miembro dentro de su sexo. Un baile de caderas surgió en un crescendo de segundos en los que se desvanecía el apocamiento hasta lo que poco a poco querían que llegara a convertirse en el clímax. Las manos de la pelimorada abrazaban la espalda de Dark sumergiendo los dedos en su piel según aumentara la excitación. Según fuera desarrollándose ese instinto primario que acababa de tomar las riendas. Todo aquél cauce de placer físico, las continuas contracciones en su vientre, los suspiros calientes sobre la oreja del contrario… tal y como si acabaran de encontrar su lugar en el mundo.
La intensidad de las embestidas continuaba aumentando según se hiciera el tiempo entre el abrazo de aquella pareja, un tiempo que sin duda corría distinto para el resto de personas. La pelimorada se sintió a gusto y tranquila de saber que lo que estaba sucediendo entre ella y Dark iba mucho más allá de un encuentro sexual, sino algo que estaba firmado desde el primer día en que habían pronunciado un compromiso mutuo. Los movimientos torpes habían quedado atrás, ahora disfrutaban de haber encontrado un acorde plausible con el que continuaron practicándose placer mutuo durante algún tiempo más. Y ojalá más del que Kazumi pudo aguantar. El cuerpo le demandó esa última ahorcajada de júbilo obligándola a expresarlo de manera un tanto escandalosa. Como el estallido de una pieza rompiéndose en mil pedazos, el brío que había mantenido hasta entonces acababa de darse por vencido llegando al clímax y dejando su voluntad en ello.
Dark Satou
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Y así como él le ordenó, ella le complació siguiéndole la orden. Su corazón comenzó a sonar aun más intensamente cuando escuchó por su parte aquel te amo. Si él era el rey, ella sería su reina para el resto de sus días, ya que no iba a olvidar aquellas palabras y las atesoraría en recuerdos para siempre. Saliese bien o no el producto de aquella noche; iba a protegerla y desearle el mejor de los fines. Su miembro llegó hasta el fondo, notando el útero en la punta y provocándole un placer indescriptible. Entrecruzó los dedos con los de la joven y, aprovechándose de que sus piernas le rodeaban, comenzó a levantarse a la par de ella, apoyándola del todo a la pared y moviendo las caderas al son.
La actitud, jadeos y miradas que le dirigía la joven estallaban en un sin fin de movimientos extra por su parte. Intentaba moverse lento, pero el ritmo iba acelerando, más por la culpa de ella que la de él. Cada estocada le drenaba resistencia, cada movimiento brusco le nublaba aun más la mente. Dejó de agarrarla de las manos para apoyarlas en la pared tras las claras provocaciones de Kazumi. Lo estaba haciendo genial, y él intentaba corresponderla a mayor medida. Pero a partir de aquel momento, donde el éxtasis ya llegaba a su límite, necesitaba concentrarse. Dejó de dirigirle la mirada para cerrar los ojos, y aguantar todo lo que pudiera. No quería ser egoísta y no poder corresponderla en el término de acabar, por lo menos a la vez.
Bajó la mano para comenzar a acariciar el punto álgido de todas las mujeres, donde más le gustaba que le acariciaran. Y era normal, ya que todas las terminaciones nerviosas acababan ahí. Comenzó a frotar con la punta del dedo índice y corazón mientras seguía moviéndose e intentando distraer la mente con cosas que no fueran obscenas. Giró la cabeza para observar la pared, pero era inútil. Necesitaba acabar ya, su cuerpo se lo pedía. -Voy a acabar...- Dijo, en un leve susurro. Había acercado su boca a la altura de la oreja izquierda de la joven, dirigiéndole un cálido aliento hacia esta para después morder el lóbulo sutilmente en un intento de saciar el apetito que tenía tan grande. Observó su rostro tras separarlo, y volvió a cogerla de las manos, esta vez arrimando los labios contra los suyos.
Cuando quedase totalmente poco para acabar, ya sacaría su miembro. Quería seguir disfrutando aquel momento, ya que su cuerpo estaba ardiendo. No paraba de mirar aquellos ojos, que se entrecerraban y comenzaban a cerrarse del todo. Aquella era la última señal que le notificaba ella. Cada envite que le otorgaba provocaba que sonara un jadeo aun más intenso y sonidos que no había escuchado salir jamás de la boca de ella. El vapor ya se había ido y la capa tan molesta de agua gaseosa no persistía. Los sudores se juntaban por la epidermis de los dos, y el calor de lo que una vez era la bañera parecía haberse transmitido a ellos. Era una de las mejores noches de su vida. Y pensar que hacía unos momentos, estaba dándose un simple baño tranquilo... Sin duda, el factor sorpresa era algo que haría que amase aun más a Kazumi, esta vez, para siempre.
La actitud, jadeos y miradas que le dirigía la joven estallaban en un sin fin de movimientos extra por su parte. Intentaba moverse lento, pero el ritmo iba acelerando, más por la culpa de ella que la de él. Cada estocada le drenaba resistencia, cada movimiento brusco le nublaba aun más la mente. Dejó de agarrarla de las manos para apoyarlas en la pared tras las claras provocaciones de Kazumi. Lo estaba haciendo genial, y él intentaba corresponderla a mayor medida. Pero a partir de aquel momento, donde el éxtasis ya llegaba a su límite, necesitaba concentrarse. Dejó de dirigirle la mirada para cerrar los ojos, y aguantar todo lo que pudiera. No quería ser egoísta y no poder corresponderla en el término de acabar, por lo menos a la vez.
Bajó la mano para comenzar a acariciar el punto álgido de todas las mujeres, donde más le gustaba que le acariciaran. Y era normal, ya que todas las terminaciones nerviosas acababan ahí. Comenzó a frotar con la punta del dedo índice y corazón mientras seguía moviéndose e intentando distraer la mente con cosas que no fueran obscenas. Giró la cabeza para observar la pared, pero era inútil. Necesitaba acabar ya, su cuerpo se lo pedía. -Voy a acabar...- Dijo, en un leve susurro. Había acercado su boca a la altura de la oreja izquierda de la joven, dirigiéndole un cálido aliento hacia esta para después morder el lóbulo sutilmente en un intento de saciar el apetito que tenía tan grande. Observó su rostro tras separarlo, y volvió a cogerla de las manos, esta vez arrimando los labios contra los suyos.
Cuando quedase totalmente poco para acabar, ya sacaría su miembro. Quería seguir disfrutando aquel momento, ya que su cuerpo estaba ardiendo. No paraba de mirar aquellos ojos, que se entrecerraban y comenzaban a cerrarse del todo. Aquella era la última señal que le notificaba ella. Cada envite que le otorgaba provocaba que sonara un jadeo aun más intenso y sonidos que no había escuchado salir jamás de la boca de ella. El vapor ya se había ido y la capa tan molesta de agua gaseosa no persistía. Los sudores se juntaban por la epidermis de los dos, y el calor de lo que una vez era la bañera parecía haberse transmitido a ellos. Era una de las mejores noches de su vida. Y pensar que hacía unos momentos, estaba dándose un simple baño tranquilo... Sin duda, el factor sorpresa era algo que haría que amase aun más a Kazumi, esta vez, para siempre.
Kazumi Reika
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Los cuerpos de ambos enamorados rompieron el contacto físico al que aparentemente ya se habían acostumbrado. Sus pieles se mantenían perladas por el sudor y la poca agua que aún les contorneaba la figura. Kazumi apoyaba la frente sobre el hombro del muchacho, tan extasiada como exhausta. Dejaba que poco a poco su respiración volviera a la normalidad, pero cada momento resultaba para ella una nueva circunstancia para intentar drenar ese nerviosismo. Ya habían acabado con ese pequeño instante, un hecho que significaba que nada en realidad hubiera acabado todavía. Simplemente habían prolongado una de tantas historias, alcanzando con ello esas cotas de felicidad y compañía. Fue algo maravilloso, y no podía ser de otra manera.
La pareja se trasladó más tarde al cuarto contiguo, dejando que la noche se consumiera entre el sosiego y la parsimonia de aquellas dos personas enamoradas. Esos momentos de felicidad contrarrestaban cualquier otra cosa en cualquier otra situación para la pelimorada: el sólo hecho de sentir sus caricias, sus besos e incluso sus miradas la hacían elevarse a un grado de seguridad y felicidad imposible. Y en esos momentos el termómetro acababa de convertirse en algo obsoleto para ambos.
La cama estaba fría, muy fría en comparación a sus cuerpos. La fina sábana que les recubría estaba deshecha por la parte superior, haciendo de agua hirviente en una escena distinta, pero sólo en parte. El sueño y la tranquilidad habían decidido llevarse consigo primero a Dark, que unos instantes después de cerrar los ojos, se quedó dormido. La chica buscó su mano por debajo de la manta y la sujetó contra su mejilla, por encima de la almohada. Después se quedó examinandole durante largos minutos: - Gracias. Me has dado la mejor madrugada de mi vida. -Le besó la mano y después pasó la yema de los dedos a través del flequillo del moreno, aún húmedo. Disfrutó todo cuanto pudo de su carencia de sueño, porque al día siguiente volverían a sus vidas anodinas, retornarían la rutina y con ella todos sus contratiempos. Pero por su puesto, todo eso significaba también disfrutar de la complicidad y el compromiso de la pareja, por mucho que no tuviera nada que ver con lo que había sucedido hacía unos instantes. Todo y cuanto ella necesitaba estaba en ese hombre y con lo que la vida le trajera consigo.
Y así esperó a mecerse entre los brazos de Morfeo hasta que el sueño se la llevara y la sacara de aquella cómoda e idónea situación, trasladándola hasta las nubes en un profundo y alargado sueño que duró más de lo esperado.
La pareja se trasladó más tarde al cuarto contiguo, dejando que la noche se consumiera entre el sosiego y la parsimonia de aquellas dos personas enamoradas. Esos momentos de felicidad contrarrestaban cualquier otra cosa en cualquier otra situación para la pelimorada: el sólo hecho de sentir sus caricias, sus besos e incluso sus miradas la hacían elevarse a un grado de seguridad y felicidad imposible. Y en esos momentos el termómetro acababa de convertirse en algo obsoleto para ambos.
La cama estaba fría, muy fría en comparación a sus cuerpos. La fina sábana que les recubría estaba deshecha por la parte superior, haciendo de agua hirviente en una escena distinta, pero sólo en parte. El sueño y la tranquilidad habían decidido llevarse consigo primero a Dark, que unos instantes después de cerrar los ojos, se quedó dormido. La chica buscó su mano por debajo de la manta y la sujetó contra su mejilla, por encima de la almohada. Después se quedó examinandole durante largos minutos: - Gracias. Me has dado la mejor madrugada de mi vida. -Le besó la mano y después pasó la yema de los dedos a través del flequillo del moreno, aún húmedo. Disfrutó todo cuanto pudo de su carencia de sueño, porque al día siguiente volverían a sus vidas anodinas, retornarían la rutina y con ella todos sus contratiempos. Pero por su puesto, todo eso significaba también disfrutar de la complicidad y el compromiso de la pareja, por mucho que no tuviera nada que ver con lo que había sucedido hacía unos instantes. Todo y cuanto ella necesitaba estaba en ese hombre y con lo que la vida le trajera consigo.
Y así esperó a mecerse entre los brazos de Morfeo hasta que el sueño se la llevara y la sacara de aquella cómoda e idónea situación, trasladándola hasta las nubes en un profundo y alargado sueño que duró más de lo esperado.
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