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Llegué a la isla la madrugada de ese mismo día, a bordo de un pequeño barco, el cual levaba turistas de un lado a otro todos los días. Por suerte, no era un viaje muy costoso, y yo, había vendido a un señor con mala cara después de torturarle un rato. Recordaba lo divertido que fue verle aullar de dolor, mientras comía un poco de algodón de azúcar de color celeste, sentada a la sombra de un curioso árbol de agradable aroma, mirando el lago de la isla, e cual parecía una enorme masa de nieve virgen, si no fuera porque lo que contenía era líquido.
Apenas llevaba un año fuera del orfanato donde me dejaron tras el "accidente" en el laboratorio, por lo que no había reunido especial cantidad de datos del mundo exterior. sin embargo, obtuve suficiente información para sobrevivir. Por ejemplo, que si atas a señores o mujeres que salen en carteles de "se busca" y se lo das a los que llevan el traje de la marina (como el hombre que me saco del laboratorio) Te dan dinero, y ese sirve para comprar muchas cosas. "Los humanos no aprecian ni las vidas de los de su especie." Pensé al ver aquello por primera vez, aunque eso me daba más motivo para sentirme indiferente si torturaba a alguien de vez en cuando. Al principio solo para intentar entender sus quejas, aunque sigo sin entender lo que es el dolor, pero se me hizo divertido verles sufrir.
Pensaba en todo esto mientras seguía mordisqueando mi algodón de azúcar, era la primera vez que probaba algo así, y la verdad es que me había gustado el sabor, quizá demasiado, pero que más daba. Tal vez hubiera comprado más si no fuera porque, mientras pensaba en voz alta, creyendo que no me oiría nadie, sobre ver si alguien de esa isla de chucherías quería jugar conmigo a dejar que le provoque dolor, una persona se acercó a donde me encontraba. ¿Quería proponerme esa misma oferta?
Apenas llevaba un año fuera del orfanato donde me dejaron tras el "accidente" en el laboratorio, por lo que no había reunido especial cantidad de datos del mundo exterior. sin embargo, obtuve suficiente información para sobrevivir. Por ejemplo, que si atas a señores o mujeres que salen en carteles de "se busca" y se lo das a los que llevan el traje de la marina (como el hombre que me saco del laboratorio) Te dan dinero, y ese sirve para comprar muchas cosas. "Los humanos no aprecian ni las vidas de los de su especie." Pensé al ver aquello por primera vez, aunque eso me daba más motivo para sentirme indiferente si torturaba a alguien de vez en cuando. Al principio solo para intentar entender sus quejas, aunque sigo sin entender lo que es el dolor, pero se me hizo divertido verles sufrir.
Pensaba en todo esto mientras seguía mordisqueando mi algodón de azúcar, era la primera vez que probaba algo así, y la verdad es que me había gustado el sabor, quizá demasiado, pero que más daba. Tal vez hubiera comprado más si no fuera porque, mientras pensaba en voz alta, creyendo que no me oiría nadie, sobre ver si alguien de esa isla de chucherías quería jugar conmigo a dejar que le provoque dolor, una persona se acercó a donde me encontraba. ¿Quería proponerme esa misma oferta?
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- Asquerosa isla con sus asquerosos habitantes... ¿Por qué todo el mundo es tan feliz aquí?
Eran las palabras que escapaban de los labios del azabache en apenas un susurro, únicamente dirigidas hacia él mismo para tratar, en parte, de desahogarse un poco. Había escuchado rumores con anterioridad, pero no esperaba que el lugar fuese tan... Esperpéntico. ¿A quién se le habría ocurrido la genial idea de hacer una isla entera de dulces? No solo se planteaba la dudosa estabilidad de las estructuras, que parecían mantenerse en pie gracias a un poder proveniente del mismísimo cielo, sino que al marine le resultaban la mar de incómodos. Más de una vez se le había quedado la mano pegada en una de las incontables paredes de caramelo. Una idea fantástica para evitar que nadie se apoyase en ellas. Maravilloso. Aun así, este era el menor de sus problemas. La cosa se complicaba aún más debido a que a los ingeniosos arquitectos de "chuchelandia" se les había ocurrido la genial idea de pavimentar ciertas carreteras con dulces rosas... ¡Rosas! Estaba claro que esa isla era un atentado para su salud. Incontables estornudos, toses, moquéos y alguna que otra congestión era lo que se veía obligado a soportar cada vez que pasaba por una de esas vías.
- Esta isla terminará por matarme -volvió a susurrar al tiempo que se sonaba la nariz en un papel, con aroma a regaliz negro. Estupendo.
¿Que por qué se encontraba allí si era tan odiosa la situación? Su principal objetivo era el de mejorar sus actitudes culinarias, pues era bien sabido que en aquella isla habitaban muchos de los grandes cheffs del mundo, pese a que se especializasen en el dulce arte de la repostería. Había cambiado de opinión completamente tras todo ese despliegue de azúcar. De hecho, estaba más que decidido a abandonar la isla cuando algo le llamo la atención. O debería decir: alguien. Una chica que debía de ser algo más joven que él, de cabellos morados y perlas azuladas por ojos perdida en sus propios pensamientos mientras se preguntaba, de una forma que el azabache consideró completamente descarada, si alguno de los presentes estaría dispuesto a dejarse dañar. A Kuro le brillaron los ojos ante aquellas palabras, consiguiendo la pelimorada captar toda su atención. "¿Será posible que la encuentre en un lugar como este?." No tardó en acercarse hasta ella, ajustando el sable en su cintura y preparando sus cuchillos por lo que pudiera ocurrir. Ajustándose las gafas prosiguió con palabras:
- ¿Qué clase de interés por el dolor puede poseer una mujer que parece disfrutar de su estancia en un lugar como este? -preguntó, en un tono calmado y algo bajo para que solo ellos dos pudiesen escucharlo, colocándose de lado a ella- Y... ¿Hasta dónde sería capaz de llegar dicha persona en su amor por este?
Eran las palabras que escapaban de los labios del azabache en apenas un susurro, únicamente dirigidas hacia él mismo para tratar, en parte, de desahogarse un poco. Había escuchado rumores con anterioridad, pero no esperaba que el lugar fuese tan... Esperpéntico. ¿A quién se le habría ocurrido la genial idea de hacer una isla entera de dulces? No solo se planteaba la dudosa estabilidad de las estructuras, que parecían mantenerse en pie gracias a un poder proveniente del mismísimo cielo, sino que al marine le resultaban la mar de incómodos. Más de una vez se le había quedado la mano pegada en una de las incontables paredes de caramelo. Una idea fantástica para evitar que nadie se apoyase en ellas. Maravilloso. Aun así, este era el menor de sus problemas. La cosa se complicaba aún más debido a que a los ingeniosos arquitectos de "chuchelandia" se les había ocurrido la genial idea de pavimentar ciertas carreteras con dulces rosas... ¡Rosas! Estaba claro que esa isla era un atentado para su salud. Incontables estornudos, toses, moquéos y alguna que otra congestión era lo que se veía obligado a soportar cada vez que pasaba por una de esas vías.
- Esta isla terminará por matarme -volvió a susurrar al tiempo que se sonaba la nariz en un papel, con aroma a regaliz negro. Estupendo.
¿Que por qué se encontraba allí si era tan odiosa la situación? Su principal objetivo era el de mejorar sus actitudes culinarias, pues era bien sabido que en aquella isla habitaban muchos de los grandes cheffs del mundo, pese a que se especializasen en el dulce arte de la repostería. Había cambiado de opinión completamente tras todo ese despliegue de azúcar. De hecho, estaba más que decidido a abandonar la isla cuando algo le llamo la atención. O debería decir: alguien. Una chica que debía de ser algo más joven que él, de cabellos morados y perlas azuladas por ojos perdida en sus propios pensamientos mientras se preguntaba, de una forma que el azabache consideró completamente descarada, si alguno de los presentes estaría dispuesto a dejarse dañar. A Kuro le brillaron los ojos ante aquellas palabras, consiguiendo la pelimorada captar toda su atención. "¿Será posible que la encuentre en un lugar como este?." No tardó en acercarse hasta ella, ajustando el sable en su cintura y preparando sus cuchillos por lo que pudiera ocurrir. Ajustándose las gafas prosiguió con palabras:
- ¿Qué clase de interés por el dolor puede poseer una mujer que parece disfrutar de su estancia en un lugar como este? -preguntó, en un tono calmado y algo bajo para que solo ellos dos pudiesen escucharlo, colocándose de lado a ella- Y... ¿Hasta dónde sería capaz de llegar dicha persona en su amor por este?
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Aún perdida en mis pensamientos sobre torturar a alguna persona para divertirse, y de paso volver a intentar comprender los fundamentos de este, cuando escuche como unos pasos se acercaban a mí. Pude predecir por donde se acercaría aquel hombre, mirándole de reojo cuando la había alcanzado, observando su oscuro cabello y sus ojos rasgados, así como su afilada sonrisa. Por lo visto algo de lo que había comentado para mi misma había traído su atención y le había agradado.
Termine de comerme el algodón de azúcar, tirando la varilla que lo había mantenido sin que se cayera hasta entonces, mientras escuchaba sus interesantes preguntas, para contestarle al finalizar:
-El que disfrute de un dulce a la sombra no significa que no pueda interesarme, ¿o sí? Después de todo, una tortura dulce también es divertida.- Comenté casi con una sonrisa algo burlona. - Y, ¿hasta dónde estaría dispuesta a llegar? ¿Hay acaso un límite?- Dije fijando mis ojos en él, posando una mano sobre la empuñadura de mi katana.
Termine de comerme el algodón de azúcar, tirando la varilla que lo había mantenido sin que se cayera hasta entonces, mientras escuchaba sus interesantes preguntas, para contestarle al finalizar:
-El que disfrute de un dulce a la sombra no significa que no pueda interesarme, ¿o sí? Después de todo, una tortura dulce también es divertida.- Comenté casi con una sonrisa algo burlona. - Y, ¿hasta dónde estaría dispuesta a llegar? ¿Hay acaso un límite?- Dije fijando mis ojos en él, posando una mano sobre la empuñadura de mi katana.
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Observó detenidamente todos sus movimientos, incluso los de los músculos faciales que se tensaban y aflojaban con cada cambio en la expresión de sus labios mientras escuchaba las palabras que salían de estos, sintiéndolos como una dulce sinfonía que agradaba al oído, siendo cada sílaba un regalo para el azabache. Ciertamente, no esperaba ese tipo de respuesta por alguien que, en un principio, parecía tan inocente e inexperta. Bien sabía él que las apariencias engañaban, siendo el más claro ejemplo él mismo, aunque realmente fue una grata sorpresa descubrir aquella forma de pensar en un lugar tan dulce. "Una dulce tortura". Sentía curiosidad por la idea que tendría la chica al pronunciar aquello. Su sonrisa se volvió más pronunciada ante las últimas palabras que manaron de ella, mostrando ligeramente sus dientes mientras mantenía fija su mirada sobre la de ella.
- Esa es una buena pregunta -respondió, echando un rápido vistazo a la mano de la chica que acababa de posarse sobre su espada- Y yo no tendría problemas en mostrarte la respuesta. La pregunta ahora sería... ¿Estarías dispuesta a llegar hasta el final?
Su mano izquierda se posó sobre la dorada empuñadura de su sable, apartando ligeramente la larga chaqueta azul para dejarlo más a la vista. Los dedos acariciaron el frío tacto metálico del guardamano, recorriendo este lentamente, como si mimase a un ser querido, con el mismo cariño y cuidado que tendría en dicha ocasión. Echó un rápido vistazo a su alrededor, pudiendo apreciar entonces que algunas personas se les habían quedado mirando. Probablemente por la visión de la espada en la cintura del moreno, aunque también podría ser a causa de las llamativas y extravagantes prendas que cubrían parcialmente el cuerpo de la joven. ¿Tal vez demasiado provocativas para el público corriente? De poca importancia era, aunque para la conversación que tenían no sería conveniente tener público en exceso. Separó entonces la mano del sable y comenzó a caminar.
- Sí lo que quieres es explorar el mundo del dolor, entonces sígueme. Yo seré tu Caronte en este río de almas impuras -soltó en un susurro, sin apenas detenerse pero lo suficientemente alto como para que ella lo escuchase- Solo queda saber: ¿Qué moneda usarás para pagar el viaje?
- Esa es una buena pregunta -respondió, echando un rápido vistazo a la mano de la chica que acababa de posarse sobre su espada- Y yo no tendría problemas en mostrarte la respuesta. La pregunta ahora sería... ¿Estarías dispuesta a llegar hasta el final?
Su mano izquierda se posó sobre la dorada empuñadura de su sable, apartando ligeramente la larga chaqueta azul para dejarlo más a la vista. Los dedos acariciaron el frío tacto metálico del guardamano, recorriendo este lentamente, como si mimase a un ser querido, con el mismo cariño y cuidado que tendría en dicha ocasión. Echó un rápido vistazo a su alrededor, pudiendo apreciar entonces que algunas personas se les habían quedado mirando. Probablemente por la visión de la espada en la cintura del moreno, aunque también podría ser a causa de las llamativas y extravagantes prendas que cubrían parcialmente el cuerpo de la joven. ¿Tal vez demasiado provocativas para el público corriente? De poca importancia era, aunque para la conversación que tenían no sería conveniente tener público en exceso. Separó entonces la mano del sable y comenzó a caminar.
- Sí lo que quieres es explorar el mundo del dolor, entonces sígueme. Yo seré tu Caronte en este río de almas impuras -soltó en un susurro, sin apenas detenerse pero lo suficientemente alto como para que ella lo escuchase- Solo queda saber: ¿Qué moneda usarás para pagar el viaje?
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La respuesta a lo dicho por mí pareció agradar al joven de cabellos azabaches, el cual había estado observando cada uno de mis gestos al hablar, como si buscara entender mis pensamientos, y cuya sonrisa indico que debíamos tener alguna idea en común.
"¿ Estarías dispuesta a legar hasta el final?" No entendía la frase, aunque quizá no tardase en comprender lo que conllevaban esas palabras, pronunciadas mientras observaba mi mano sobre la empuñadura de mi compañera o, al menos, deduje por la dirección en que miraban sus ojos grises, que era allí donde había fijado su atención.
Esto me fue confirmado cuando aprecie como acariciaba el guardamano de su espada, casi como una invitación para que respondiera mediante el choque de los aceros a su pregunta, aunque se detuviese por la gente observando. Había notado sus ojos sobre mí antes de que llegara el azabache, y si no fuera porque estaba muy concentrada degustando mi algodón de azúcar. ¿Qué problema tenían? No habían visto antes una chica de mi "edad". Seguramente si lo habían hecho, ¿entonces?
Deje de lado esos pensamientos sin importancia, volviendo a centrarme en el joven a mí lado, el cual se había encaminado hacia una zona más alejada, seguramente con intención de continuar más cómodamente nuestra conversación, invitándome a seguirlo con las siguientes palabras: "Sí lo que quieres es explorar el mundo del dolor, entonces sígueme. Yo seré tu Caronte en este río de almas impuras."
-Me pregunto si lograras, mostrarme ese dolor.- Murmure, de forma que el no pudo haberme escuchado. Me puse en pie, dispuesta a seguirlo hacia donde fuera que quisiera "platicar", con una sonrisa algo macabra, aunque nadie fue capaz de ver esta, aunque quizá se la mostrara al chico más adelante.
"¿ Estarías dispuesta a legar hasta el final?" No entendía la frase, aunque quizá no tardase en comprender lo que conllevaban esas palabras, pronunciadas mientras observaba mi mano sobre la empuñadura de mi compañera o, al menos, deduje por la dirección en que miraban sus ojos grises, que era allí donde había fijado su atención.
Esto me fue confirmado cuando aprecie como acariciaba el guardamano de su espada, casi como una invitación para que respondiera mediante el choque de los aceros a su pregunta, aunque se detuviese por la gente observando. Había notado sus ojos sobre mí antes de que llegara el azabache, y si no fuera porque estaba muy concentrada degustando mi algodón de azúcar. ¿Qué problema tenían? No habían visto antes una chica de mi "edad". Seguramente si lo habían hecho, ¿entonces?
Deje de lado esos pensamientos sin importancia, volviendo a centrarme en el joven a mí lado, el cual se había encaminado hacia una zona más alejada, seguramente con intención de continuar más cómodamente nuestra conversación, invitándome a seguirlo con las siguientes palabras: "Sí lo que quieres es explorar el mundo del dolor, entonces sígueme. Yo seré tu Caronte en este río de almas impuras."
-Me pregunto si lograras, mostrarme ese dolor.- Murmure, de forma que el no pudo haberme escuchado. Me puse en pie, dispuesta a seguirlo hacia donde fuera que quisiera "platicar", con una sonrisa algo macabra, aunque nadie fue capaz de ver esta, aunque quizá se la mostrara al chico más adelante.
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Kuro caminó a un ritmo tranquilo, observando las calles y gentes a su alrededor a cada paso que daba. Niños correteando con todo tipo de chuches, padres hablando sobre temas de escasa relevancia... Por favor, ¿cómo podía existir un sitio tan repugnante? Definitivamente lanzaría una Buster Call en aquella isla cuando tuviese la oportunidad. Al menos la chica había decidido seguirle. Realmente sentía curiosidad por ver hasta dónde sería capaz de llegar, así como por saber cómo de grande sería su devoción por el dolor. Mantuvo apoyada la mano sobre el sable durante todo el trayecto a medida que se acercaban del núcleo principal de la población hasta llegar a las afueras. No se detuvo ahí, pues consideró que toda precaución era poca. Siguieron caminando hasta llegar a una pequeña colina azul, algo resguardada gracias a algunos de los edificios más altos y las murallas de caramelo. No había vegetación alguna sobre esta más allá de la azulada y dulce hierba que crecía bajo sus botas.
- Bueno, creo que aquí estará bien -susurró para sí mismo al tiempo que se giraba hacia la pelimorada, para mirarla- Antes de nada me gustaría saber el nombre de la persona con la que estoy hablando. Es lo mínimo a cambio de aceptar mostrarte lo maravilloso que puede llegar a ser el dolor.
La revisaba con la mirada de arriba a abajo, recorriendo su cuerpo con aquellos orbes azules. No por deleite de la vista o del resto de sentidos (que habría sido el motivo de alguien normal), sino para analizar sus rasgos, sus características y tratar de estimar sus habilidades físicas. ¿Qué sabría hacer alguien con su apariencia con una katana? Realmente sentía un gran interés por averiguarlo, así que decidió ponerla a prueba. Tomó algo de distancia y lentamente comenzó a desenvainar su sable, casi como si realizase un ritual, terminando con su mirada fija en la resplandeciente hoja de acero. Un buen arma a la cual tenía mucho cariño pese a no ser nada fuera de lo común. "Tal vez ella te deje probar su sangre."
- Y... ¿Qué mejor forma de hacerlo que comenzando con un duelo? El acero será el que transmita el dolor hoy. ¿Qué me dices? -adoptó una posición que parecía ser de esgrima, con una mano a la espalda, el cuerpo ligeramente de lado a su rival y la espada al frente sostenida con una sola mano- Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento... Por mí se va a la gente condenada.
- Bueno, creo que aquí estará bien -susurró para sí mismo al tiempo que se giraba hacia la pelimorada, para mirarla- Antes de nada me gustaría saber el nombre de la persona con la que estoy hablando. Es lo mínimo a cambio de aceptar mostrarte lo maravilloso que puede llegar a ser el dolor.
La revisaba con la mirada de arriba a abajo, recorriendo su cuerpo con aquellos orbes azules. No por deleite de la vista o del resto de sentidos (que habría sido el motivo de alguien normal), sino para analizar sus rasgos, sus características y tratar de estimar sus habilidades físicas. ¿Qué sabría hacer alguien con su apariencia con una katana? Realmente sentía un gran interés por averiguarlo, así que decidió ponerla a prueba. Tomó algo de distancia y lentamente comenzó a desenvainar su sable, casi como si realizase un ritual, terminando con su mirada fija en la resplandeciente hoja de acero. Un buen arma a la cual tenía mucho cariño pese a no ser nada fuera de lo común. "Tal vez ella te deje probar su sangre."
- Y... ¿Qué mejor forma de hacerlo que comenzando con un duelo? El acero será el que transmita el dolor hoy. ¿Qué me dices? -adoptó una posición que parecía ser de esgrima, con una mano a la espalda, el cuerpo ligeramente de lado a su rival y la espada al frente sostenida con una sola mano- Por mí se va hasta la ciudad doliente, por mí se va al eterno sufrimiento... Por mí se va a la gente condenada.
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Seguí al joven de cabello oscuro, caminando por unas vías pavimentadas de caramelos rojos y naranjas, los cuales contrastaban notablemente con los tonos del paisaje que los rodeaban. Había niños disfrutando de sus golosinas y familias felices cosa que tendía a molestarme, ¿por qué se veían tan felices? ¿Por qué me molestaban tanto? Esas eran las preguntas que deberían haber rondado mi cabeza, cómo en otras ocasiones, sin embargo estaba demasiado centrada en aquel misterioso "profeta del dolor" que se había presentado ante mí.
Continuamos caminando hasta alejarnos al fin de la muchedumbre con vidas de color rosa (qué color más horrible), llegando hasta una colina no muy alta, cubierta por completo de un césped de color azul oscuro, más incluso que el de su traje.
El sol estaba en lo alto del cielo en ese momento y la falta de arboles en la zona solo acentuaba el calor, cosa que me incomodaba. Sentía mi piel perlándose, causando que mi sudadera se me pegara al cuerpo.
Escuche atentamente las palabras de mi acompañante, observando como se ponía en guardia tras preguntarme mi nombre y ofrecerme una invitación a un baile que quizá acabaría por teñir el zarco suelo de un bello púrpura.
Me quite la sudadera, antes de responder, quedando al descubierto que bajo esta llevaba un corto pantalón negro, el cual también se pegaba a mi cuerpo, pero era menos incomodo y el sujetador, también negro, con el encaje azul. -Mi nombre es Heaten, espero que disfrutemos del baile de hoy...¿Señor..?-
Tras desprenderme de la incomoda prenda, desenvaine mi preciada katana dejando caer la funda sobre la hierba y tomando la posición inicial de Kendo, antes de lanzarme a la ofensiva con gran velocidad, con intención de realizar un corte horizontal, no muy profundo, pero que le provocase dolor.
Continuamos caminando hasta alejarnos al fin de la muchedumbre con vidas de color rosa (qué color más horrible), llegando hasta una colina no muy alta, cubierta por completo de un césped de color azul oscuro, más incluso que el de su traje.
El sol estaba en lo alto del cielo en ese momento y la falta de arboles en la zona solo acentuaba el calor, cosa que me incomodaba. Sentía mi piel perlándose, causando que mi sudadera se me pegara al cuerpo.
Escuche atentamente las palabras de mi acompañante, observando como se ponía en guardia tras preguntarme mi nombre y ofrecerme una invitación a un baile que quizá acabaría por teñir el zarco suelo de un bello púrpura.
Me quite la sudadera, antes de responder, quedando al descubierto que bajo esta llevaba un corto pantalón negro, el cual también se pegaba a mi cuerpo, pero era menos incomodo y el sujetador, también negro, con el encaje azul. -Mi nombre es Heaten, espero que disfrutemos del baile de hoy...¿Señor..?-
Tras desprenderme de la incomoda prenda, desenvaine mi preciada katana dejando caer la funda sobre la hierba y tomando la posición inicial de Kendo, antes de lanzarme a la ofensiva con gran velocidad, con intención de realizar un corte horizontal, no muy profundo, pero que le provocase dolor.
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La chica, tras el pequeño discurso del azabache, comenzó a quitarse prendas. ¿Acaso trataba de distraerle o simplemente le resultaba incómodo pelear con ellas? En cualquiera de los dos casos a Kuro no le importaba lo más mínimo. No acostumbraba a fijarse en ese tipo de cosas, ya que los deseos carnales eran temas que pocas veces cobraban interés en él (aunque surgiesen de vez en cuando, pero no era el caso). Esperó con calma a que se preparase, sin variar ni un ápice su posición, manteniendo el sable hacia el frente y la mano tras la espalda. Se presentó como "Heaten", un nombre, cuanto menos, poco común. Ocuparía un buen lugar en su colección de nombres.
- Mi nombre es Kuro -respondió ante su pregunta, esbozando una ligera sonrisa- Yo también lo espero. Marque usted el ritmo, señorita Heaten.
Y tras invitarla a empezar esta se lanzó rápidamente a por él, katana en mano. El azabache siguió sin mover ni un músculo, simplemente permaneció quieto mientras observaba sus movimientos. "Parece ser algo más rápida de lo normal, pero aún así, su ofensiva es demasiado simple." La idea sería aguantar hasta el último momento para realizar un rápido contraataque. Como había esperado, la chica se limitó a trazar un tajo horizontal directo hacia él. Un ataque audaz y fuerte, sin duda, pero también simple hasta el punto de rallar lo predecible. Dio un rápido paso al frente para disminuir la distancia entre ambos. En un rápido movimiento interceptó la espada de la chica con la suya, manteniendo esta en diagonal mientras trataba de empujarla con un placaje al mismo tiempo. La idea sería empujarla con esto y hacerle perder levemente el equilibrio para, acto seguido, lanzar un tajo ascendente en vertical directo a su torso. De darle no le causaría muchos daños más que un corte no demasiado profundo a la altura del vientre que llegaría hasta poco más abajo del sujetador. Tras esto volvería a retroceder varios pasos para tomar distancia.
- La fuerza sin razón de nada sirve, al igual que un baile sin música pierde su razón de ser -su mirada permaneció fija en ella en todo momento- Ven a por mí con todo.
- Mi nombre es Kuro -respondió ante su pregunta, esbozando una ligera sonrisa- Yo también lo espero. Marque usted el ritmo, señorita Heaten.
Y tras invitarla a empezar esta se lanzó rápidamente a por él, katana en mano. El azabache siguió sin mover ni un músculo, simplemente permaneció quieto mientras observaba sus movimientos. "Parece ser algo más rápida de lo normal, pero aún así, su ofensiva es demasiado simple." La idea sería aguantar hasta el último momento para realizar un rápido contraataque. Como había esperado, la chica se limitó a trazar un tajo horizontal directo hacia él. Un ataque audaz y fuerte, sin duda, pero también simple hasta el punto de rallar lo predecible. Dio un rápido paso al frente para disminuir la distancia entre ambos. En un rápido movimiento interceptó la espada de la chica con la suya, manteniendo esta en diagonal mientras trataba de empujarla con un placaje al mismo tiempo. La idea sería empujarla con esto y hacerle perder levemente el equilibrio para, acto seguido, lanzar un tajo ascendente en vertical directo a su torso. De darle no le causaría muchos daños más que un corte no demasiado profundo a la altura del vientre que llegaría hasta poco más abajo del sujetador. Tras esto volvería a retroceder varios pasos para tomar distancia.
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El azabache interceptó mi ataque, como esperaba. Aunque sería mejor decir que no hubiera continuado ofreciéndole mi compañía de no lograr responder a un ataque tan simple.
El tacto del sable cortando mi piel suavemente me resulto agradable, como una caricia del metal, quizá por el simple echo de no sentir dolor lo había llegado a encontrar "placentero" en a la hora de luchar. Un pequeño río carmesí, de apenas medio centímetro de grosor, comenzó a brotar recorriendo mi torso, desde algo más abajo de mí sujetador, recorriendo el camino hacía mi ombligo aunque sin lograr llegar debido a la interrupción que mis dedos le supusieron, los cuales se mancharon del precioso rojo para luego dirigirse a mis labios.
-Siendo así, quizá debas dirigir tú nuestro baile, querido compañero. Aunque dudo que me pueda mostrar ese bello mundo de dolor.- Dije volviendo a ponerme en guardia, sin preocuparme por el corte ya que, al ser poco profundo, en apenas un par de segundos más habrían terminado de cerrarlo. -Igual que esta pequeña muestra tampoco logró hacerme llegar su sinfonía para poder seguir bien el ritmo.- finalice sonriente. Sabía la sorpresa que sería para Kuro descubrir que no siento dolor alguno.
El tacto del sable cortando mi piel suavemente me resulto agradable, como una caricia del metal, quizá por el simple echo de no sentir dolor lo había llegado a encontrar "placentero" en a la hora de luchar. Un pequeño río carmesí, de apenas medio centímetro de grosor, comenzó a brotar recorriendo mi torso, desde algo más abajo de mí sujetador, recorriendo el camino hacía mi ombligo aunque sin lograr llegar debido a la interrupción que mis dedos le supusieron, los cuales se mancharon del precioso rojo para luego dirigirse a mis labios.
-Siendo así, quizá debas dirigir tú nuestro baile, querido compañero. Aunque dudo que me pueda mostrar ese bello mundo de dolor.- Dije volviendo a ponerme en guardia, sin preocuparme por el corte ya que, al ser poco profundo, en apenas un par de segundos más habrían terminado de cerrarlo. -Igual que esta pequeña muestra tampoco logró hacerme llegar su sinfonía para poder seguir bien el ritmo.- finalice sonriente. Sabía la sorpresa que sería para Kuro descubrir que no siento dolor alguno.
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La sangre manó de la herida y una amplia sonrisa se dibujó en el rostro del azabache. Apenas acababan de empezar y ya había logrado alcanzar su carne con el acero. ¿Acaso le pondría las cosas tan fáciles? Sin embargo, pronto se le borró aquel gesto al comprobar que, efectivamente, la chica sonreía tras haber recibido aquel corte. "Tanto le agrada el dolor... ¿Que ni siquiera ha mostrado mueca alguna?" No tardó en descubrir que, para su sorpresa e incredulidad, no era el caso de que disfrutase del dolor, sino más bien que no lo sentía.
- Imposible -dijo mientras la miraba atónito, con una expresión que jamás se había podido ver en él. ¿Era pena? ¿Tal vez tristeza? No estaba muy claro, pero Kuro acababa de perder las ganas de continuar con aquél enfrentamiento. ¿Qué era un duelo sin intercambio de dolor? Como una llama que se queda sin combustible, o una tormenta sin gotas de lluvia ni relámpagos- ¿Por qué?
El marine comenzó a avanzar hacia ella, casi sin parpadear mientras la miraba, lanzando un tajo al aire con el cual limpió la sangre del filo de su sable antes de volver a envainarlo. Su semblante se volvió serio, apartando aquellas extrañas expresiones que habían invadido su rostro segundos antes y deteniéndose justo frente a ella. Los zafiros que tenía por ojos se posaron en los de ella, de un azul quizá incluso más intenso que el de los suyos. Se mantuvo así, en silencio, sin apartar la mirada durante lo que podría haber durado una eternidad si no hubiese roto la pausa entre ambos para hablar.
- Explícamelo. ¿Cómo puede alguien que no siente dolor mostrar tal aprecio por este? -bajó la mirada y llevó la mano derecha a su vientre, justo por encima de la herida, tratando de absorber un dolor que, efectivamente, no existía. No le estaba mintiendo: realmente no tenía aquella sensación. Volvió a mirarla, sin comprender absolutamente nada- ¿Quién te privó de este regalo? -le preguntó, con su expresión transformándose y sus ojos relampagueando de ira, la cual iba en aumento.
- Imposible -dijo mientras la miraba atónito, con una expresión que jamás se había podido ver en él. ¿Era pena? ¿Tal vez tristeza? No estaba muy claro, pero Kuro acababa de perder las ganas de continuar con aquél enfrentamiento. ¿Qué era un duelo sin intercambio de dolor? Como una llama que se queda sin combustible, o una tormenta sin gotas de lluvia ni relámpagos- ¿Por qué?
El marine comenzó a avanzar hacia ella, casi sin parpadear mientras la miraba, lanzando un tajo al aire con el cual limpió la sangre del filo de su sable antes de volver a envainarlo. Su semblante se volvió serio, apartando aquellas extrañas expresiones que habían invadido su rostro segundos antes y deteniéndose justo frente a ella. Los zafiros que tenía por ojos se posaron en los de ella, de un azul quizá incluso más intenso que el de los suyos. Se mantuvo así, en silencio, sin apartar la mirada durante lo que podría haber durado una eternidad si no hubiese roto la pausa entre ambos para hablar.
- Explícamelo. ¿Cómo puede alguien que no siente dolor mostrar tal aprecio por este? -bajó la mirada y llevó la mano derecha a su vientre, justo por encima de la herida, tratando de absorber un dolor que, efectivamente, no existía. No le estaba mintiendo: realmente no tenía aquella sensación. Volvió a mirarla, sin comprender absolutamente nada- ¿Quién te privó de este regalo? -le preguntó, con su expresión transformándose y sus ojos relampagueando de ira, la cual iba en aumento.
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Centre mis ojos en los del chico, el cual se acercó a mi con un semblante que mostró, durante unos segundos, diversas expresiones como la sorpresa o la lastima antes de volver una expresión seria, poniéndose a mi altura.
Me sorprendió que tocará la herida, como si buscará hallar algo que no encontraba. Su pregunta me sorprendió, casi tanto como el hecho de que había guardado su espada. -La razón de que sienta interés es precisamente que no lo puedo sentir. Quiero ser capaz de entender el dolor.- Dije centrando mis ojos en los de esté, los cuales brillaban en rabia. "¿Por qué? ¿Qué le ha molestado tanto?"
Otra pregunta surgió de sus labios, una que le hizo hervir la sangre en rabia. -Hace seis años...Tras la muerte de una chica de alta clase, su padre mando "revivirla" pero eso no era posible al no quedar nada de ella. Crearon un clon con el que hicieron varios experimentos.- Hice una pequeña pausa. -Entre ellos el quitarle las células nerviosas que transmiten el dolor.-
Me sorprendió que tocará la herida, como si buscará hallar algo que no encontraba. Su pregunta me sorprendió, casi tanto como el hecho de que había guardado su espada. -La razón de que sienta interés es precisamente que no lo puedo sentir. Quiero ser capaz de entender el dolor.- Dije centrando mis ojos en los de esté, los cuales brillaban en rabia. "¿Por qué? ¿Qué le ha molestado tanto?"
Otra pregunta surgió de sus labios, una que le hizo hervir la sangre en rabia. -Hace seis años...Tras la muerte de una chica de alta clase, su padre mando "revivirla" pero eso no era posible al no quedar nada de ella. Crearon un clon con el que hicieron varios experimentos.- Hice una pequeña pausa. -Entre ellos el quitarle las células nerviosas que transmiten el dolor.-
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Re: Una nueva alianza y algodón de azúcar (pasado/privado) (Kuro y Heaten) {Miér 3 Jun 2015 - 21:19}
Escuchó con total atención (cosa que rara vez ocurría) la historia de Heaten, apretando los dientes mientras trataba de controlarse, odiando cada palabra que pronunciaba. ¿A quién narices se le habría ocurrido semejante idea? Privarle de la sensación de sentir el dolor a alguien... Para el azabache se trataba de la más grave herejía que podía haber en el mundo. Inspiró hondo y tras unos segundos consiguió calmarse, posando de nuevo su mirada en los brillantes ojos de la chica.
- No puedo imaginarme cómo debe ser vivir sin poder experimentar el dolor -hizo una pausa, pensando bien las palabras que iba a emplear. Aquello era algo que no estaba dispuesto a tolerar- Acompáñame. Únete a la Marina y ponte bajo mis órdenes. Si decides venir conmigo prometo que buscaré una solución a ello... Y cumpliré mi promesa de mostrarte las maravillas del dolor.
Sacó un cuchillo de uno de sus brazales de cuero, observándolo por unos segundos. El frío acero acariciaba su piel, un tacto que le inspiraba tranquilidad por motivos que tan solo él podría llegar a comprender. Trazó una fina línea carmesí que recorría la palma de su mano de lado a lado, haciendo que un hilo de sangre cayese sobre la azulada hierba, sin tratar de hacer desaparecer el dolor de la herida. Tras esto le ofreció el cuchillo con su sangre a la chica, tomándolo por el filo.
- Si decides acompañarme, este cuchillo será la prueba de mi promesa -le mantuvo la mirada, mirándola fijamente mientras sostenía su arma entre sus dedos, casi sin parpadear.
- No puedo imaginarme cómo debe ser vivir sin poder experimentar el dolor -hizo una pausa, pensando bien las palabras que iba a emplear. Aquello era algo que no estaba dispuesto a tolerar- Acompáñame. Únete a la Marina y ponte bajo mis órdenes. Si decides venir conmigo prometo que buscaré una solución a ello... Y cumpliré mi promesa de mostrarte las maravillas del dolor.
Sacó un cuchillo de uno de sus brazales de cuero, observándolo por unos segundos. El frío acero acariciaba su piel, un tacto que le inspiraba tranquilidad por motivos que tan solo él podría llegar a comprender. Trazó una fina línea carmesí que recorría la palma de su mano de lado a lado, haciendo que un hilo de sangre cayese sobre la azulada hierba, sin tratar de hacer desaparecer el dolor de la herida. Tras esto le ofreció el cuchillo con su sangre a la chica, tomándolo por el filo.
- Si decides acompañarme, este cuchillo será la prueba de mi promesa -le mantuvo la mirada, mirándola fijamente mientras sostenía su arma entre sus dedos, casi sin parpadear.
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Re: Una nueva alianza y algodón de azúcar (pasado/privado) (Kuro y Heaten) {Miér 3 Jun 2015 - 21:39}
"¿unirme a la marina?" Me resultaba una propuesta un tanto cómica, sabiendo la relación que la marine tenía con mi existencia y mi carencia de dolor. Sin embargo, algo en los ojos de aquel hombre frente a mi me causaba la sensación de que su relación con la marina no era de fidelidad total hacia ella. Había algo más, sin duda y quizá fuera bueno para ella hacer ese trató con él.
Observé atentamente las acciones del azabache. La forma en que pasaba el filo de su cuchillo por la blanca piel de la palma de la mano y como un hermoso hilo carmesí surgía de esta. El ofrecimiento de aquel precioso cuchillo con el filo alvino, el cual se había impregnado de un tono carmesí, recordando a nieve manchada de sangre.
El joven me ofreció su arma y ella lo tomé casi absorta por su belleza. "Hagamoslo." Pensé mientras realizaba el mismo proceso, hundiendo más que él la hoja en mi piel, ya que si no sanaría demasiado rápido. En cuanto la sangre comenzó a fluir desde la herida, me llevé la palma de la mano a la boca, tomando en ella parte de la sangre, y avancé unos pasos hacia Kuro. Tomé con la mano que había herido, que aún sostenía el arma, la mano de este, que poseía un corte similar, y tire de él hacia mí para juntar sus labios con los míos y que probará el sabor de mi sangre. Aunque unas gotas de su sangre se habían juntado con ella.
-Con esto nuestra alianza ha sido firmada.- Comenté sonriendole mientras un hilo de sangre recorría un camino desde la comisura de mis labios hasta mi barbilla, cayendo algunas gotas en la azul hierba.
Observé atentamente las acciones del azabache. La forma en que pasaba el filo de su cuchillo por la blanca piel de la palma de la mano y como un hermoso hilo carmesí surgía de esta. El ofrecimiento de aquel precioso cuchillo con el filo alvino, el cual se había impregnado de un tono carmesí, recordando a nieve manchada de sangre.
El joven me ofreció su arma y ella lo tomé casi absorta por su belleza. "Hagamoslo." Pensé mientras realizaba el mismo proceso, hundiendo más que él la hoja en mi piel, ya que si no sanaría demasiado rápido. En cuanto la sangre comenzó a fluir desde la herida, me llevé la palma de la mano a la boca, tomando en ella parte de la sangre, y avancé unos pasos hacia Kuro. Tomé con la mano que había herido, que aún sostenía el arma, la mano de este, que poseía un corte similar, y tire de él hacia mí para juntar sus labios con los míos y que probará el sabor de mi sangre. Aunque unas gotas de su sangre se habían juntado con ella.
-Con esto nuestra alianza ha sido firmada.- Comenté sonriendole mientras un hilo de sangre recorría un camino desde la comisura de mis labios hasta mi barbilla, cayendo algunas gotas en la azul hierba.
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Observó con detenimiento todas y cada una de las acciones de la chica, sonriendo levemente, satisfecho al ver que esta última se hacía un corte similar al suyo en la mano antes de llevársela a la boca. ¿Saborear la sangre? ¿Cuántas cosas compartirían ambos espadachines? No era habitual ver a alguien hacer cosas similares. Sin embargo, no pudo hacer otra cosa más que sorprenderse ante los acontecimientos que siguieron a aquello. En un suave tirón le hizo inclinarse para, sin motivo aparente, unir sus labios con los de ella en un beso. Pudo saborear entonces el gusto metálico de su sangre que, mezclada con la de la chica, bañaba su boca en un instante. Probablemente ante cualquier otra persona eso habría sido motivo más que suficiente para separarle la cabeza del cuerpo con su espada, pero tal vez aquella pasión por el dolor que había demostrado la pelimorada le concedía cierto favoritismo, por lo que simplemente se mantuvo indiferente ante aquél gesto. Tras escuchar sus palabras asintió y limpió la sangre que había quedado prendida de sus labios con la lengua al tiempo que le daba la espalda a la chica.
- Que así sea -murmuró lo suficientemente alto para que ella pudiera escucharle- Sin embargo, la próxima vez trata de ahorrarte este tipo de situaciones. No son de mi agrado y dudo mucho que lleguen a serlo -suspiró levemente e hizo un gesto con la mano- Marchémonos.
Y, sin añadir nada más, comenzó a descender la colina a un paso tranquilo, sin siquiera preocuparse por si la chica le estaría siguiendo o no. Confiaba en que así era después de lo sucedido. Mientras caminaba el azabache comenzó a darle vueltas al problema de Heaten, barajando las posibilidades que había y las opciones viables para devolverse aquella sensación. "Tal vez pueda hacerlo a través de una operación... Tendré que investigar sobre ello. Puede que la tami tami no mi me facilite las cosas." Se mantuvo en silencio mientras se dirigía al puerto. Había perdido el interés por la gastronomía del lugar, ahora sus objetivos habían cambiado y tenía prioridades. Por el momento, tramitar el ingreso de la nueva recluta a la marina. ¿Quien sabe? Tal vez incluso le llegase a resultar más útil de lo que esperaba en un primer momento.
"Tal vez pueda encontrar más como ella. Mi propia flota... Eso suena bastante bien." Y una siniestra sonrisa se dibujó en el rostro del azabache.
- Que así sea -murmuró lo suficientemente alto para que ella pudiera escucharle- Sin embargo, la próxima vez trata de ahorrarte este tipo de situaciones. No son de mi agrado y dudo mucho que lleguen a serlo -suspiró levemente e hizo un gesto con la mano- Marchémonos.
Y, sin añadir nada más, comenzó a descender la colina a un paso tranquilo, sin siquiera preocuparse por si la chica le estaría siguiendo o no. Confiaba en que así era después de lo sucedido. Mientras caminaba el azabache comenzó a darle vueltas al problema de Heaten, barajando las posibilidades que había y las opciones viables para devolverse aquella sensación. "Tal vez pueda hacerlo a través de una operación... Tendré que investigar sobre ello. Puede que la tami tami no mi me facilite las cosas." Se mantuvo en silencio mientras se dirigía al puerto. Había perdido el interés por la gastronomía del lugar, ahora sus objetivos habían cambiado y tenía prioridades. Por el momento, tramitar el ingreso de la nueva recluta a la marina. ¿Quien sabe? Tal vez incluso le llegase a resultar más útil de lo que esperaba en un primer momento.
"Tal vez pueda encontrar más como ella. Mi propia flota... Eso suena bastante bien." Y una siniestra sonrisa se dibujó en el rostro del azabache.
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