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El sol por la mañana era reconfortante, pero no para él. Unos pequeños rayos se filtraban entre la persiana, enfocando únicamente al joven rey. No llegaban al punto de ser molestos, ya que estaba acostumbrado al brillo de la luz, pero sí fueron lo suficientemente intensos como para despertarle. "Asco de luz..." Gruñió en forma de susurro para no levantar a su pareja, acto seguido, creó un pequeño manto de oscuridad por encima de su visión. Pero no era suficiente. Se había desvelado, y no había otra que mirar la hora y empezar el día. Y así hizo, levantando la mitad de su torso hacia arriba y dirigiendo una mirada a Kazumi. Sonrió de forma dulce y la tapó bien para después darle un beso en la sien. Una vez ya colocó los pies en el suelo, se dirigió hacia la persiana para cerrarla del todo y que no molestara a la chica.
Logró estirarse tras bostezar de forma vaga y darse cuenta de que se encontraba exhausto de la noche anterior. Y de las otras. Llevaban casi un mes y medio desfogándose mutuamente y ninguno de los dos parecía cansarse. Rascó su codo y se encaminó hacia la puerta, colocando la mano lentamente en el pomo para después abrirla con sutileza. No quería hacer ruido para despertarla, así que aprovechó para encaminarse por unas plataformas de luz a ras del suelo para que el crujir de la madera no sonara. Bajó las escaleras y dirigió su rumbo hacia la cocina, la cual se encontraba perfectamente ordenada. Sonrió mirando hacia la cafetera y aprovechó para pasar su momento álgido del día, apegado a su taza y valorando aquella soledad como el summum del bienestar psicológico del moreno. Le enfadaba que le molestaran mientras se lo tomaba, y si se despertaba antes que Kazumi, lograría no mostrar una faceta negativa de él. Por eso solía siempre despertarse antes, para aquello y preparar el desayuno.
-Nee, buenos días, por la mañana~ -Cantaba feliz mientras preparaba un segundo café y unas tostadas. Untó mantequilla en estas y después mermelada de fresa, cosa que sabía que le encantaría por su parte.
Una vez el desayuno estuvo bien servido en dos platos, los colocó en una bandeja y prosiguió su marcha elevándose por las escaleras para dirigirse una vez más al dormitorio. Dejó la bandeja suspendida en el aire con luz sólida y aprovechó para abrir la persiana del todo y que la luz invadiera el ambiente. Algo que podía hacer él, pero prefería que fuera natural. Se fijó en la pelimorada y observó algo que le llamó la atención, ¿se estaba poniendo más gorda? No, no podía ser. Tal vez la vista aún le engañaba, ya que, no había pasado suficiente tiempo desde que despertó. Se sentó en el borde de la cama, colocó la bandeja en el regazo de la chica y le dedicó una cálida sonrisa. Algo que hacía todas las mañanas desde que yacían juntos por las noches, pero no se cansaba ni cansaría de hacer.
-Buenos días, princesa. -Musitó en su oído, con un tono dulce.
Logró estirarse tras bostezar de forma vaga y darse cuenta de que se encontraba exhausto de la noche anterior. Y de las otras. Llevaban casi un mes y medio desfogándose mutuamente y ninguno de los dos parecía cansarse. Rascó su codo y se encaminó hacia la puerta, colocando la mano lentamente en el pomo para después abrirla con sutileza. No quería hacer ruido para despertarla, así que aprovechó para encaminarse por unas plataformas de luz a ras del suelo para que el crujir de la madera no sonara. Bajó las escaleras y dirigió su rumbo hacia la cocina, la cual se encontraba perfectamente ordenada. Sonrió mirando hacia la cafetera y aprovechó para pasar su momento álgido del día, apegado a su taza y valorando aquella soledad como el summum del bienestar psicológico del moreno. Le enfadaba que le molestaran mientras se lo tomaba, y si se despertaba antes que Kazumi, lograría no mostrar una faceta negativa de él. Por eso solía siempre despertarse antes, para aquello y preparar el desayuno.
-Nee, buenos días, por la mañana~ -Cantaba feliz mientras preparaba un segundo café y unas tostadas. Untó mantequilla en estas y después mermelada de fresa, cosa que sabía que le encantaría por su parte.
Una vez el desayuno estuvo bien servido en dos platos, los colocó en una bandeja y prosiguió su marcha elevándose por las escaleras para dirigirse una vez más al dormitorio. Dejó la bandeja suspendida en el aire con luz sólida y aprovechó para abrir la persiana del todo y que la luz invadiera el ambiente. Algo que podía hacer él, pero prefería que fuera natural. Se fijó en la pelimorada y observó algo que le llamó la atención, ¿se estaba poniendo más gorda? No, no podía ser. Tal vez la vista aún le engañaba, ya que, no había pasado suficiente tiempo desde que despertó. Se sentó en el borde de la cama, colocó la bandeja en el regazo de la chica y le dedicó una cálida sonrisa. Algo que hacía todas las mañanas desde que yacían juntos por las noches, pero no se cansaba ni cansaría de hacer.
-Buenos días, princesa. -Musitó en su oído, con un tono dulce.
Kazumi Reika
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Esa noche se quedó dormida tan pronto como cerró los ojos. Llevaba varias noches evocando sueños con cosas relacionadas a su primer día en Jaya, en especial, unos instantes antes de pisar la tierra. Esa noche presenció un baile de aves rodeando la figura del dragón que les había transportado hasta allí varias semanas antes: de tamaño descomunal, escamas negras como escarabajos y viscosas de sangre, ojos que dilucidaban el fuego..., toda una deidad en su especie. Pero en su lomo no estaban Dark o Kazumi, como representaba la historia. No, había otra figura mucho más pequeña y cándida, una diminuta persona que yacía entre sábanas con la expresión dormida. La mujer lo observaba desde el suelo ladeando la cabeza y preguntándose repetidas veces porqué no estaba allí arriba, junto a él.
La luz que entró desde la ventana la obligó a abrir los ojos y seguidamente frotárselos con aspereza. Estaba tendida en la cama matrimonial, cubierta por todas esas mantas blancas y exhibiendo una expresión cansada. Tardó un par de segundos en darse cuenta de ya estaba despierta y no en la explanada de la mansión, observando el cielo. Habían sido unos días difíciles para ella, y aunque no quisiera darlo por hecho, algo inminente estaba haciéndose hueco entre las vidas de esa pareja.
Dark se sentó en el borde de la cama colocando una bandeja con el desayuno sobre las mantas en lo que Kazumi se reincorporaba. Por mucho que la rutina de las mañanas no cambiara en esos aspectos, a ella le seguía sorprendiendo como si fuera la primera vez. - Buenos días. - Sonrió al gesto y le besó la mejilla antes de que volviera a separarse, después se apartó rápidamente los mechones de pelo de la cara y se dirigió al plato de comida como si llevara hambrienta más de una semana. - A ver cuándo te hago yo... un desayuno... en condiciones. - comentaba al mismo tiempo que masticaba, dejando de lado (como siempre) el mal gusto de su cocina y la gran mano que tenía con las especias, como si jamás le hubieran hecho el favor de sincerarse después de catar sus platos. Dark tenía suerte de que aquello fuera a olvidársele en unos instantes. - Y gracias. Como siempre.
Se acabó el desayuno en tiempo récord aún guardando espacio en el estómago para poder digerir bien lo que venía a continuación..., o más tarde. Aún no estaba preparada para que aquello saliera de su boca, tal vez porque ni siquiera creyera que fuera cierto, o tal vez porque eso significaría una nueva etapa muy, muy grande en su vida. Pero de cualquier manera, no le asustaba. Sabía que estaba con la persona adecuada y que vivir lo que les esperaba sería algo maravilloso. Y por eso, Dark tenía la misma prioridad que ella en saberlo. Dejó la bandeja del desayuno sobre la alfombra del suelo y seguidamente se dirigió a Dark a la par que se apoyaba sobre el cabecero de la cama: - Ahora te quiero aquí. - Colocó la mano a su vera en un ademán de que allí, él tenía un hueco para colocarse. No quería asustarle con alguna frase de entrada que pudiera exagerar las cosas, sólo tener unos minutos más de tranquilidad antes de comenzar la conversación. Y, sin duda, una conversación que alteraría aquella rutina que habían conseguido crear desde que estaban allí.
Se colocó sobre sus rodillas en dirección al lado opuesto de la cama, en el que ahora descansaba el moreno. Se tomó unos segundos de distanciamiento mientras observaba alternante la habitación y exhalaba, finalmente, un suspiro. - Dark, esto... - musitó, elevando los irises hasta tornarlos junto a los del moreno - Existe una posibilidad de que..., esté embarazada... Bastante grande. - Hablaba en un tono bastante claro y frunciendo el ceño en busca de alguna respuesta por su parte - ¿Qué piensas?
La luz que entró desde la ventana la obligó a abrir los ojos y seguidamente frotárselos con aspereza. Estaba tendida en la cama matrimonial, cubierta por todas esas mantas blancas y exhibiendo una expresión cansada. Tardó un par de segundos en darse cuenta de ya estaba despierta y no en la explanada de la mansión, observando el cielo. Habían sido unos días difíciles para ella, y aunque no quisiera darlo por hecho, algo inminente estaba haciéndose hueco entre las vidas de esa pareja.
Dark se sentó en el borde de la cama colocando una bandeja con el desayuno sobre las mantas en lo que Kazumi se reincorporaba. Por mucho que la rutina de las mañanas no cambiara en esos aspectos, a ella le seguía sorprendiendo como si fuera la primera vez. - Buenos días. - Sonrió al gesto y le besó la mejilla antes de que volviera a separarse, después se apartó rápidamente los mechones de pelo de la cara y se dirigió al plato de comida como si llevara hambrienta más de una semana. - A ver cuándo te hago yo... un desayuno... en condiciones. - comentaba al mismo tiempo que masticaba, dejando de lado (como siempre) el mal gusto de su cocina y la gran mano que tenía con las especias, como si jamás le hubieran hecho el favor de sincerarse después de catar sus platos. Dark tenía suerte de que aquello fuera a olvidársele en unos instantes. - Y gracias. Como siempre.
Se acabó el desayuno en tiempo récord aún guardando espacio en el estómago para poder digerir bien lo que venía a continuación..., o más tarde. Aún no estaba preparada para que aquello saliera de su boca, tal vez porque ni siquiera creyera que fuera cierto, o tal vez porque eso significaría una nueva etapa muy, muy grande en su vida. Pero de cualquier manera, no le asustaba. Sabía que estaba con la persona adecuada y que vivir lo que les esperaba sería algo maravilloso. Y por eso, Dark tenía la misma prioridad que ella en saberlo. Dejó la bandeja del desayuno sobre la alfombra del suelo y seguidamente se dirigió a Dark a la par que se apoyaba sobre el cabecero de la cama: - Ahora te quiero aquí. - Colocó la mano a su vera en un ademán de que allí, él tenía un hueco para colocarse. No quería asustarle con alguna frase de entrada que pudiera exagerar las cosas, sólo tener unos minutos más de tranquilidad antes de comenzar la conversación. Y, sin duda, una conversación que alteraría aquella rutina que habían conseguido crear desde que estaban allí.
Se colocó sobre sus rodillas en dirección al lado opuesto de la cama, en el que ahora descansaba el moreno. Se tomó unos segundos de distanciamiento mientras observaba alternante la habitación y exhalaba, finalmente, un suspiro. - Dark, esto... - musitó, elevando los irises hasta tornarlos junto a los del moreno - Existe una posibilidad de que..., esté embarazada... Bastante grande. - Hablaba en un tono bastante claro y frunciendo el ceño en busca de alguna respuesta por su parte - ¿Qué piensas?
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Como siempre, tan agradecida y preciosa al igual que todas las mañanas. Pero algo le ensartó cuando le ofreció sentarse a su lado y le comunicó aquella noticia tan inesperada. Bajó la cabeza mostrando una expresión seria y recordó la primera noche, en la que no tuvieron ni cuidado en la bañera. Tal vez sería aquello, sin dudas. -Nuestra primera noche... Bueno, yo no tenía ganas de apartarme, tú me apretabas demasiado con las piernas... -Decía, como en un intento de excusa. Pero algo le nubló su mente. Se levantó y saltó por la ventana, desapareciendo en un haz de luz.
A varios kilómetros de allá, se encontraba solo en medio del campo. No había nadie para escucharle, así que en un acopio de felicidad, soltó un gran grito. "¡De puta madre!" Dijo, mientras elevaba los brazos y comenzaba a saltar en el mismo sitio. Se llevó la mano al pecho y se quitó el colgante con un grácil movimiento. Lo observó y cerró la mano con éste en la mano. Tal vez era buena idea, o no, quién sabía lo que pasaría a partir de ahora. Si era verdad, deberían afrontarlo de una forma madura. Pero llevaban muy poco tiempo juntos, y eso es algo que drenaba esperanzas a la decisión que deberían tomar. Volvió a entornarse en un brillo esperanzador y entró por la ventana una vez más.
Una tanda de intensos jadeos dieron paso a lo que sería su respuesta. -Pienso esto.- Exclamó, elevando su mano y abriéndola lentamente. Una pequeña cúpula de luz permanecía en ella y, tras colocarse a su lado otra vez, le puso un anillo de oro en la mano. El colgante de su pecho ya no estaba compuesto por la esmeralda y el aro. Porque uno de los dos se lo había colocado a Kazumi. -¿Quieres casarte conmigo y criar juntos a ese niño, o niña? -Acabó diciendo mientras la miraba fijamente a los ojos e intentaba que los nervios no se apoderasen de él. ¿Y si decía que no? No, no podía decirlo.
Intentaba mantener la vista encima de aquellas amatistas vivas, pero la dificultad se postraba ante él de la peor de las formas. Una pose recta e inquebrantable comenzaba a tornarse en una se iba degradando poco a poco, hasta tal punto de estar cabizbajo y mirarla con el rabillo de los ojos. Solo se conocían de unos meses, y estaban hasta el punto de que ella estaba embarazada. Sin duda, el destino le estaba jugando una mala pasada, pero agradable, ya que iba a aprovechar el resto de su vida con ella si es que aceptaba. Jamás la traicionaría y podrían dar una nueva orientación a la rutina de joviales que mantenían por aquellos lares. Sus hijas ya eran muy grandes y no había tenido casi oportunidad de criarlas, así que le tocaba hacerlo con el tercero.
-Repetiré lo que dije aquella noche. Kazumi Reika, te amo. ¿Quieres casarte conmigo? -Acabó diciendo, esta vez con una sonrisa firme y los ojos cerrados.
A varios kilómetros de allá, se encontraba solo en medio del campo. No había nadie para escucharle, así que en un acopio de felicidad, soltó un gran grito. "¡De puta madre!" Dijo, mientras elevaba los brazos y comenzaba a saltar en el mismo sitio. Se llevó la mano al pecho y se quitó el colgante con un grácil movimiento. Lo observó y cerró la mano con éste en la mano. Tal vez era buena idea, o no, quién sabía lo que pasaría a partir de ahora. Si era verdad, deberían afrontarlo de una forma madura. Pero llevaban muy poco tiempo juntos, y eso es algo que drenaba esperanzas a la decisión que deberían tomar. Volvió a entornarse en un brillo esperanzador y entró por la ventana una vez más.
Una tanda de intensos jadeos dieron paso a lo que sería su respuesta. -Pienso esto.- Exclamó, elevando su mano y abriéndola lentamente. Una pequeña cúpula de luz permanecía en ella y, tras colocarse a su lado otra vez, le puso un anillo de oro en la mano. El colgante de su pecho ya no estaba compuesto por la esmeralda y el aro. Porque uno de los dos se lo había colocado a Kazumi. -¿Quieres casarte conmigo y criar juntos a ese niño, o niña? -Acabó diciendo mientras la miraba fijamente a los ojos e intentaba que los nervios no se apoderasen de él. ¿Y si decía que no? No, no podía decirlo.
Intentaba mantener la vista encima de aquellas amatistas vivas, pero la dificultad se postraba ante él de la peor de las formas. Una pose recta e inquebrantable comenzaba a tornarse en una se iba degradando poco a poco, hasta tal punto de estar cabizbajo y mirarla con el rabillo de los ojos. Solo se conocían de unos meses, y estaban hasta el punto de que ella estaba embarazada. Sin duda, el destino le estaba jugando una mala pasada, pero agradable, ya que iba a aprovechar el resto de su vida con ella si es que aceptaba. Jamás la traicionaría y podrían dar una nueva orientación a la rutina de joviales que mantenían por aquellos lares. Sus hijas ya eran muy grandes y no había tenido casi oportunidad de criarlas, así que le tocaba hacerlo con el tercero.
-Repetiré lo que dije aquella noche. Kazumi Reika, te amo. ¿Quieres casarte conmigo? -Acabó diciendo, esta vez con una sonrisa firme y los ojos cerrados.
Kazumi Reika
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La chica se agarró las piernas flexionadas con los brazos a la par que hundía la cabeza entre ambos. Dark acababa de desaparecer de allí sin decir nada, sólo dejando en el aire muchísimas incertidumbres que Kazumi no pudo evitar apelar. Entendía que habían sido pocos meses, que existían distinciones entre ambos, que él ya tenía una familia... Y qué más podía pedirle. Levantó levemente el rostro dejando a la vista las mejillas al mismo tiempo que fruncía el ceño y observaba la habitación, vacía y completamente en silencio. Y eso era lo último que necesitaba, sin embargo y sin esperarlo, el mismo haz de luz que se había fugado anteriormente por la ventana volvió para posicionarse delante de la cama.
La chica se reincorporó al tiempo que se le generaba un nudo en la garganta y el color de sus mejillas volvía a tornarse al mismo de todas las noches anteriores. Lo siguiente pasó en casi un abrir y cerrar de ojos. Ella miró a Dark con una expresión dudosa, preparándose para lo peor que pudiera decirle, pero aún así valiente. Le quería..., no. Le amaba. Y sabía que lo que escucharía a continuación no podía decepcionarla. Y tanto que no.
Le cedió la mano y observó cómo colocaba un anillo en el dedo anular de su mano izquierda, y después vino la pregunta. Un calambre le recorrió el cuerpo a la par que comenzó a sentir la sangre recorriéndole las venas desesperadamente. Alternaba la mirada sobre cada uno de los ojos del moreno, oprimiéndole una mirada furtiva cargada de todo lo que sentía y no sabía expresar. Escuchó nuevamente la petición y esta vez no dejó pasar un solo segundo: - Sí quiero - musitó, sonriendo tan inocentemente que dolía - Sí, sí que quiero. Te amo.
Esa última frase se produjo entre el abrazo de ambos enamorados, que duró varios instantes entre pequeños cariños mutuos y algún que otro salto. Kazumi no podía estar más feliz, y se alegraba de compartir todo aquello con Dark. Ahora la impaciencia le vivificaba todos los sentidos. El haberlo asumido dando el paso le había provocado un alivio interior increíble que magnificaba la idea de criar a un bebé, y muchísimo más si era junto a Dark. Lo que sucedió después fue una réplica de lo que llevaba sucediendo en esa mansión todas las noches anteriores con la diferencia de que ahora tenían un compromiso más real que nunca.
La joven exhaló un suspiro y seguidamente una risa que vino acompañada de un gesto en el que elevó ambas comisuras. Estaba acomodada debajo del brazo del moreno, tendida en la cama y arropada por todas esas mantas. Observaba la habitación dejándose hipnotizar por cada cosa con la que se cruzaba, efectos que en ese momento no valían para nada - Tenemos que decidir muchas cosas. Pensarlo todo muy bien. - Comentó, dando casi media vuelta y apoyándose sobre el pecho de Dark - No estoy asustada, pero no sé cómo voy a manejar todo esto. - Bajó la mirada hasta la cicatriz horizontal que le cruzaba el pecho al muchacho y se quedó observándola con cara de circunstancias mientras dejaba que las cosas se le pasaran descontroladas por la cabeza.
La chica se reincorporó al tiempo que se le generaba un nudo en la garganta y el color de sus mejillas volvía a tornarse al mismo de todas las noches anteriores. Lo siguiente pasó en casi un abrir y cerrar de ojos. Ella miró a Dark con una expresión dudosa, preparándose para lo peor que pudiera decirle, pero aún así valiente. Le quería..., no. Le amaba. Y sabía que lo que escucharía a continuación no podía decepcionarla. Y tanto que no.
Le cedió la mano y observó cómo colocaba un anillo en el dedo anular de su mano izquierda, y después vino la pregunta. Un calambre le recorrió el cuerpo a la par que comenzó a sentir la sangre recorriéndole las venas desesperadamente. Alternaba la mirada sobre cada uno de los ojos del moreno, oprimiéndole una mirada furtiva cargada de todo lo que sentía y no sabía expresar. Escuchó nuevamente la petición y esta vez no dejó pasar un solo segundo: - Sí quiero - musitó, sonriendo tan inocentemente que dolía - Sí, sí que quiero. Te amo.
Esa última frase se produjo entre el abrazo de ambos enamorados, que duró varios instantes entre pequeños cariños mutuos y algún que otro salto. Kazumi no podía estar más feliz, y se alegraba de compartir todo aquello con Dark. Ahora la impaciencia le vivificaba todos los sentidos. El haberlo asumido dando el paso le había provocado un alivio interior increíble que magnificaba la idea de criar a un bebé, y muchísimo más si era junto a Dark. Lo que sucedió después fue una réplica de lo que llevaba sucediendo en esa mansión todas las noches anteriores con la diferencia de que ahora tenían un compromiso más real que nunca.
La joven exhaló un suspiro y seguidamente una risa que vino acompañada de un gesto en el que elevó ambas comisuras. Estaba acomodada debajo del brazo del moreno, tendida en la cama y arropada por todas esas mantas. Observaba la habitación dejándose hipnotizar por cada cosa con la que se cruzaba, efectos que en ese momento no valían para nada - Tenemos que decidir muchas cosas. Pensarlo todo muy bien. - Comentó, dando casi media vuelta y apoyándose sobre el pecho de Dark - No estoy asustada, pero no sé cómo voy a manejar todo esto. - Bajó la mirada hasta la cicatriz horizontal que le cruzaba el pecho al muchacho y se quedó observándola con cara de circunstancias mientras dejaba que las cosas se le pasaran descontroladas por la cabeza.
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Había sido tan estúpido como para no comprobar con mantra la presencia que creía dentro de ella. Llevaba un mes y medio muy tranquilo, sin siquiera luchar o entrenar. Ella no le dejaba. El rey, y ahora la reina, debían enseñar al mundo el fruto de su unión. No le gustaba la idea de que hubiera sido por accidente, ya que aún con esa condición, el saberlo sólo le incitaba a seguir adelante con aquella carga. Tras el profundo abrazo y las caricias juguetonas, consumieron una vez más. Al pasar el suficiente tiempo, yacían tumbados en la enorme cama. Kazumi encima de él, y Dark observándola con una sonrisa entrañable.
-Es sencillo. Déjamelo todo a mí. -Le pidió, sonriendo de forma pícara. Él, lamentablemente, tenía experiencia como único padre de sus hijas y sin duda sabría barajarlo.- Tuve que criar solo a mi hija y la de mi mejor amigo. Bueno, me ayudó su hermana, pero más o menos puedo presumir de que estuve solo la mayoría del tiempo. Me has dado la oportunidad de... De criar realmente a un hijo. Y eso, jamás podré dejar de agradecértelo. Tal vez pueda acabar las guerras que vienen por delante. -Exclamó, mientras acariciaba lentamente las hebras de la joven.
A partir de ahora, todos los días que permaneciesen juntos, ella sería su comprometida. ¿La boda? Sus sentidos se derretían ante los posibles trajes o cosas que portara la joven. Luciría bella con cualquier cosa, extenuando a las demás mujeres entorno a opiniones y envidia. No podía ni imaginarse qué haría una vez más comprometido después de casi veintidós años, pero no debía perder el tiempo en aquello. Levantó las mantas observando el cuerpo desnudo de la joven y acarició su vientre, generando una pequeña luz cálida y reconfortante. Además, era inútil evitar sonreír a cada segundo que pasaba. Se encontraba demasiado feliz.
Debían actuar en consecuencias de aquel cúmulo de hechos, y así harían. Si realmente impregnó su semilla el día de la bañera, seguramente le quedaría de siete a ocho meses de gestación. Era algo calculador sin quererlo, y soñador a la hora de prevenirlo todo. Le gustaba mantener la situación bajo control y no excederse hacia cualquier intento inútil de perseverar en vano. A él, le gustaba avanzar hacia delante. Dedicó un profundo y largo beso en los labios de la pelimorada, parando en el momento justo. Le encantaba demasiado, y si lo seguía, tal vez volverían a acabar haciendo lo mismo. Y no podía ser, ya que a pesar de estar los dos tranquilos y sin nada que hacer, quería moverse y desahogarse. Enseñar al mundo quién sería ahora su mujer.
-Bueno, tendremos que reprimirnos un poco con la fogosidad... Me puedo llegar a exprimir, haha. -Comentó sarcásticamente, casi a método de súplica. Si seguían a ese ritmo se moriría.- Tenemos que decidir el nombre, los padrinos. El lugar donde nacerá. Jo, me haces tan feliz. -Acabó exclamando, mientras se levantaba, enseñando sin reparo su cuerpo a la pelimorada. Se colocó la ropa interior y agarró la de la joven, ofreciéndose para vestirla. Una vez estuvieron los dos vestidos, dio un paso fuera de la ventana y colocó plataformas de luz para mantenerse en el aire. Tendió su mano hacia dentro de la habitación y dedicó una mirada cálida a Kazumi. -¿Qué, vamos a comprar cosas para celebrar?
-Es sencillo. Déjamelo todo a mí. -Le pidió, sonriendo de forma pícara. Él, lamentablemente, tenía experiencia como único padre de sus hijas y sin duda sabría barajarlo.- Tuve que criar solo a mi hija y la de mi mejor amigo. Bueno, me ayudó su hermana, pero más o menos puedo presumir de que estuve solo la mayoría del tiempo. Me has dado la oportunidad de... De criar realmente a un hijo. Y eso, jamás podré dejar de agradecértelo. Tal vez pueda acabar las guerras que vienen por delante. -Exclamó, mientras acariciaba lentamente las hebras de la joven.
A partir de ahora, todos los días que permaneciesen juntos, ella sería su comprometida. ¿La boda? Sus sentidos se derretían ante los posibles trajes o cosas que portara la joven. Luciría bella con cualquier cosa, extenuando a las demás mujeres entorno a opiniones y envidia. No podía ni imaginarse qué haría una vez más comprometido después de casi veintidós años, pero no debía perder el tiempo en aquello. Levantó las mantas observando el cuerpo desnudo de la joven y acarició su vientre, generando una pequeña luz cálida y reconfortante. Además, era inútil evitar sonreír a cada segundo que pasaba. Se encontraba demasiado feliz.
Debían actuar en consecuencias de aquel cúmulo de hechos, y así harían. Si realmente impregnó su semilla el día de la bañera, seguramente le quedaría de siete a ocho meses de gestación. Era algo calculador sin quererlo, y soñador a la hora de prevenirlo todo. Le gustaba mantener la situación bajo control y no excederse hacia cualquier intento inútil de perseverar en vano. A él, le gustaba avanzar hacia delante. Dedicó un profundo y largo beso en los labios de la pelimorada, parando en el momento justo. Le encantaba demasiado, y si lo seguía, tal vez volverían a acabar haciendo lo mismo. Y no podía ser, ya que a pesar de estar los dos tranquilos y sin nada que hacer, quería moverse y desahogarse. Enseñar al mundo quién sería ahora su mujer.
-Bueno, tendremos que reprimirnos un poco con la fogosidad... Me puedo llegar a exprimir, haha. -Comentó sarcásticamente, casi a método de súplica. Si seguían a ese ritmo se moriría.- Tenemos que decidir el nombre, los padrinos. El lugar donde nacerá. Jo, me haces tan feliz. -Acabó exclamando, mientras se levantaba, enseñando sin reparo su cuerpo a la pelimorada. Se colocó la ropa interior y agarró la de la joven, ofreciéndose para vestirla. Una vez estuvieron los dos vestidos, dio un paso fuera de la ventana y colocó plataformas de luz para mantenerse en el aire. Tendió su mano hacia dentro de la habitación y dedicó una mirada cálida a Kazumi. -¿Qué, vamos a comprar cosas para celebrar?
Kazumi Reika
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La capa de cielo que cubría la isla de Jaya presumía de un auténtico e imponente color azul que caminaba lentamente por encima de toda la tierra. Campos vírgenes, concentraciones de pequeñas casitas habitadas, la zona comercial, la urbana… El sol iluminaba cada pequeño rincón de la isla con el mismo ímpetu, sin embargo ninguno de esos rincones brillaba tanto como lo hacían el Rey de Jaya y su prometida.
Paseaban de la mano por los estrechos callejones del pueblo, marchando cada vez por distintas calles y descubriendo la isla como si se trataran de ancianos, sólo que esta vez no miraban la libertad en cada detalle, sino la ilusión de saber que tal vez el hijo que esperaban fuera a pisar el asfalto por el que ahora estaban caminando. Kazumi tenía razón: había muchísimas cosas que pensar durante ese período de gestación, desde el nombre del bebé hasta los de las personas que les acompañarían el día de su casamiento. Y lo mejor de todo era que aún no podía creer lo que habían cambiado las cosas de la noche a la mañana. La pelimorada movió las manos hasta su barriga y las presionó como buscando algún tipo de señal o respuesta, pero no fue más allá de un sutil rugido. Y para ella era razón suficiente como para creer que algo estaba pasando ahí dentro.
La pareja recorrió calles y calles pasando por todo tipo de tiendas y mercadillos en los que la joven se quedaba mirando minutos continuados sin querer llevarse nada, y mucho menos para ella. Se paraba para echar el ojo a cada cosa y matar el tiempo con ello. De vez en cuando entablaba alguna amistosa y súbita conversación con los vendedores o vendedoras para más tarde alargarla junto a su prometido, saludaba a las personas que se encontraba en el camino o incluso intimaba con las mascotas de los desconocidos. Así, inconscientemente, expresaba esa alegría que llevaba sintiendo desde que había despertado: absolutamente todo era una razón para alargar una sonrisa.
La joven apretó la mano del muchacho mientras caminaban a donde los pies les llevaran, sin ruta o destino preestablecido. Sólo disfrutando de lo que les rodeaba y lo que probablemente también entornara a su bebé dentro de poco: - Dark – Pronunció su nombre en un tono simpático sin apartar la vista de la senda - ¿Quieres que crezca aquí, en Jaya? – preguntó, colocando una expresión de sosiego a la par que balanceaba sutilmente la mano del moreno, una vez hacia atrás, otra vez hacia adelante.
Paseaban de la mano por los estrechos callejones del pueblo, marchando cada vez por distintas calles y descubriendo la isla como si se trataran de ancianos, sólo que esta vez no miraban la libertad en cada detalle, sino la ilusión de saber que tal vez el hijo que esperaban fuera a pisar el asfalto por el que ahora estaban caminando. Kazumi tenía razón: había muchísimas cosas que pensar durante ese período de gestación, desde el nombre del bebé hasta los de las personas que les acompañarían el día de su casamiento. Y lo mejor de todo era que aún no podía creer lo que habían cambiado las cosas de la noche a la mañana. La pelimorada movió las manos hasta su barriga y las presionó como buscando algún tipo de señal o respuesta, pero no fue más allá de un sutil rugido. Y para ella era razón suficiente como para creer que algo estaba pasando ahí dentro.
La pareja recorrió calles y calles pasando por todo tipo de tiendas y mercadillos en los que la joven se quedaba mirando minutos continuados sin querer llevarse nada, y mucho menos para ella. Se paraba para echar el ojo a cada cosa y matar el tiempo con ello. De vez en cuando entablaba alguna amistosa y súbita conversación con los vendedores o vendedoras para más tarde alargarla junto a su prometido, saludaba a las personas que se encontraba en el camino o incluso intimaba con las mascotas de los desconocidos. Así, inconscientemente, expresaba esa alegría que llevaba sintiendo desde que había despertado: absolutamente todo era una razón para alargar una sonrisa.
La joven apretó la mano del muchacho mientras caminaban a donde los pies les llevaran, sin ruta o destino preestablecido. Sólo disfrutando de lo que les rodeaba y lo que probablemente también entornara a su bebé dentro de poco: - Dark – Pronunció su nombre en un tono simpático sin apartar la vista de la senda - ¿Quieres que crezca aquí, en Jaya? – preguntó, colocando una expresión de sosiego a la par que balanceaba sutilmente la mano del moreno, una vez hacia atrás, otra vez hacia adelante.
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El pueblo estaba feliz y era más vivo gracias a la llegada de Kazumi Reika. Todas las bocas hablaban de ella, de su hospitalidad y su tan alegre interacción con casi cualquier persona que pasase algo de tiempo. Era la actitud de una reina, sin dudas. Tras recorrer cada pasillo entre los edificios y cada puesto posible, el tiempo iba cambiando ante ellos. Las horas volaban rápido y las ganas de que estirarse en cama con ella iban en aumento. Tenía ganas de que se durmiera apoyada en su pecho para poder observarla hasta caer en letargo. Nada le sacaba de su personalidad o situación particular, exceptuando la última pregunta que le formuló. Frenó en seco sin dejar de entrelazar sus dedos con los de su pareja y se sumergió entre sus pensamientos.
La imagen de un crío correteando por los jardines de la gran mansión del cielo inundaba su mente. Mirando hacia un lado y observando a la que sería su esposa en unos meses. Agitó a la cabeza volviendo a su realidad y observó hacia la mano de la joven, logrando fijarse en que lucía el anillo con orgullo. "Así que realmente me amas, eh..." Pensaba, mientras dirigía una mirada melancólica hacia ella. El abismo de felicidad que tenía encima llegaba hasta tal punto de dolerle. Todo lo que estaba pasando durante ese mes y medio no parecía merecerlo, o eso creía él. Elevó la vista hacia el firmamento, observando como el gris yacía por encima y la lluvia daba paso a un ambiente más húmedo. Agarró su americana y la tendió por encima de la pelimorada para protegerla del clima. Notaba como las gotas impactaban contra su torso desnudo, pero tras un ademán de fingir que no le importaba aprovechó para pasar su brazo por la cintura de su pareja y acercarla a él.
Tomó aire tras el largo silencio y habló: -¿Si me gustaría que creciese aquí?- Paró, esta vez para meditar aún más la respuesta. -No, no me gustaría que creciera en un mundo que está alimentado por la guerra. No hasta que se sacie. Si hubiera alguna forma... rectifico, si pudiera hacer algo bajo mi mano para que esa criatura creciese sin problemas...- Aprovechó para encadenar otro momento carente de voz, y de esa forma, colocar la mano sobre el viente de su compañera. -Me gustaría retirarme... Mi vida ya estaba solucionada, mis batallas cesaron, ya salvé las islas de arriba... ¿Quién me dice que no pueda volverlo a perder todo? Tienes alas, y yo no seré quien te las arrebatará. No volveré a ser así de egoísta por tercera vez. -Pero no quería que se sintiese dolorida o culpable, así que prosiguió: -Eres libre de hacer lo que quieras. Me gustaría que nos mudásemos hacia el cielo, pero ni mi jornada ni la tuya han acabado aún. Deberá crecer acunado entre sangre y disputas, pero nadie le impedirá crecer sano y fuerte. ¿Así son los genes de los padres, no?- Dijo, esta vez elevando aún más la vista hacia aquellos iris amatista. Su actitud seria y melancólica había pasado a una más alegre y despreocupada.
Miró hacia las manos y las zarandeó aún más como si de un péndulo se tratasen. Esperaba no haber sido brusco y lograr un impacto positivo tras su tan larga respuesta. Era una persona sincera y no iba a mentirle en ningún aspecto, ni aunque costase su relación. ¿Si no, para qué se querían? Para permanecer juntos, pasase lo que pasase. Esperó a su respuesta mientras le ofertaba volver a casa, con las bolsas vacías. No era lujoriosa, y aunque lo fuese, aceptaría su actitud. Todo por hacerla feliz hasta su último aliento.
La imagen de un crío correteando por los jardines de la gran mansión del cielo inundaba su mente. Mirando hacia un lado y observando a la que sería su esposa en unos meses. Agitó a la cabeza volviendo a su realidad y observó hacia la mano de la joven, logrando fijarse en que lucía el anillo con orgullo. "Así que realmente me amas, eh..." Pensaba, mientras dirigía una mirada melancólica hacia ella. El abismo de felicidad que tenía encima llegaba hasta tal punto de dolerle. Todo lo que estaba pasando durante ese mes y medio no parecía merecerlo, o eso creía él. Elevó la vista hacia el firmamento, observando como el gris yacía por encima y la lluvia daba paso a un ambiente más húmedo. Agarró su americana y la tendió por encima de la pelimorada para protegerla del clima. Notaba como las gotas impactaban contra su torso desnudo, pero tras un ademán de fingir que no le importaba aprovechó para pasar su brazo por la cintura de su pareja y acercarla a él.
Tomó aire tras el largo silencio y habló: -¿Si me gustaría que creciese aquí?- Paró, esta vez para meditar aún más la respuesta. -No, no me gustaría que creciera en un mundo que está alimentado por la guerra. No hasta que se sacie. Si hubiera alguna forma... rectifico, si pudiera hacer algo bajo mi mano para que esa criatura creciese sin problemas...- Aprovechó para encadenar otro momento carente de voz, y de esa forma, colocar la mano sobre el viente de su compañera. -Me gustaría retirarme... Mi vida ya estaba solucionada, mis batallas cesaron, ya salvé las islas de arriba... ¿Quién me dice que no pueda volverlo a perder todo? Tienes alas, y yo no seré quien te las arrebatará. No volveré a ser así de egoísta por tercera vez. -Pero no quería que se sintiese dolorida o culpable, así que prosiguió: -Eres libre de hacer lo que quieras. Me gustaría que nos mudásemos hacia el cielo, pero ni mi jornada ni la tuya han acabado aún. Deberá crecer acunado entre sangre y disputas, pero nadie le impedirá crecer sano y fuerte. ¿Así son los genes de los padres, no?- Dijo, esta vez elevando aún más la vista hacia aquellos iris amatista. Su actitud seria y melancólica había pasado a una más alegre y despreocupada.
Miró hacia las manos y las zarandeó aún más como si de un péndulo se tratasen. Esperaba no haber sido brusco y lograr un impacto positivo tras su tan larga respuesta. Era una persona sincera y no iba a mentirle en ningún aspecto, ni aunque costase su relación. ¿Si no, para qué se querían? Para permanecer juntos, pasase lo que pasase. Esperó a su respuesta mientras le ofertaba volver a casa, con las bolsas vacías. No era lujoriosa, y aunque lo fuese, aceptaría su actitud. Todo por hacerla feliz hasta su último aliento.
Kazumi Reika
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Akuma no mi
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Kazumi entornó los ojos sobre el asfalto de la calle, frunciendo una mirada que descalificaba cualquier tipo de amenaza en contra de la felicidad de su bebé: - No importa lo que haya fuera, Dark. No importa lo que nos pase a cualquiera de los dos. Ahora tenemos una nueva prioridad. - La joven pronunció esas últimas palabras casi en un susurro, dirigiendo la mirada hacia su barriga y seguidamente hacia el anillo de compromiso que le rodeaba el dedo anular. Estaba tan impresionada como asustada, pero ninguno de ellos se acercaba, ni por asomo, al sentimiento que Dark le producía. Se había acostumbrado tanto a su calor que la idea de tenerlo lejos se le antojaba intangible. Inimaginable. Terrible. Cada día y cada uno de sus momentos con él era lo que la joven necesitaba para continuar su marcha hacia adelante, tal cual miraba hacia el alba para seguir al norte. Y ahora iba a darle un hijo. No paraban de pasársele por la cabeza pensamientos acerca del futuro: quería congelar el tiempo después de que el bebé naciera, que Dark no tuviera que volver a pasar por experiencia semejante a la que le causó esa cicatriz..., que simplemente se regozijaran los tres dejando que el tiempo les consumiera. Pero pedir eso resultaba tan imposible como injusto.
La pareja regresó por el mismo camino, de nuevo hacia la mansión. Había sido un paseo reconfortante y muy vívido para ambos, pero ahora llegaba el momento de volver a la rutina. No cruzaron demasiadas palabras a lo largo de la tarde, pero tampoco era necesario: se habían adaptado al silencio, acostumbrado a esa confianza, y esas nuevas noticias eran lo único que les ocupaba la cabeza..., o por lo menos a la pelimorada. Se permitía aventurar imágenes acerca de un futuro próximo, en esa mansión o donde fuera a suceder: cualquier rincón de la casa significaba un pequeño detalle en el que imaginarse una cuna o un biberón.
La cocina los había atrapado desde hacía un buen rato. Las ventanas dejaban pasar el aire creando un ambiente lo suficientemente frío a la par que un aroma de flores y hierba húmeda los rodeaba en un baile de altibajos según cuán fuerte fuera la brisa. La joven se acercó al cuerpo del muchacho al mismo tiempo que levantaba los talones para ponerse de puntillas, después le rodeó el cuello en un abrazo y alargó una agradable sonrisa: - No hemos tenido tiempo de celebrar nada - Habló casi para sus adentros, pero aun así asegurándose de que le oyera. Más tarde, sólo después de un instante, movió su rostro hacia el cuello del moreno buscándole la barbilla y seguidamente regalándole unos cuantos mordiscos hasta acabar encontrándose con sus labios: - Nos espera una temporada larga hasta que pasen nueve meses. ¿Cómo vamos a matar ese tiempo? - Emitió una leve risilla volviendo a besarle, esta vez más superficialmente. Estaba de más aclarar cómo lo harían, o tal vez cómo querían llevarlo a cabo. Había tanto por hacer que esos momentos de intimidad resultaban hasta inminentes. Y Kazumi se alegraba de ello. No sabía cómo, pero nunca antes todo había sido tan idóneo.
La pareja regresó por el mismo camino, de nuevo hacia la mansión. Había sido un paseo reconfortante y muy vívido para ambos, pero ahora llegaba el momento de volver a la rutina. No cruzaron demasiadas palabras a lo largo de la tarde, pero tampoco era necesario: se habían adaptado al silencio, acostumbrado a esa confianza, y esas nuevas noticias eran lo único que les ocupaba la cabeza..., o por lo menos a la pelimorada. Se permitía aventurar imágenes acerca de un futuro próximo, en esa mansión o donde fuera a suceder: cualquier rincón de la casa significaba un pequeño detalle en el que imaginarse una cuna o un biberón.
La cocina los había atrapado desde hacía un buen rato. Las ventanas dejaban pasar el aire creando un ambiente lo suficientemente frío a la par que un aroma de flores y hierba húmeda los rodeaba en un baile de altibajos según cuán fuerte fuera la brisa. La joven se acercó al cuerpo del muchacho al mismo tiempo que levantaba los talones para ponerse de puntillas, después le rodeó el cuello en un abrazo y alargó una agradable sonrisa: - No hemos tenido tiempo de celebrar nada - Habló casi para sus adentros, pero aun así asegurándose de que le oyera. Más tarde, sólo después de un instante, movió su rostro hacia el cuello del moreno buscándole la barbilla y seguidamente regalándole unos cuantos mordiscos hasta acabar encontrándose con sus labios: - Nos espera una temporada larga hasta que pasen nueve meses. ¿Cómo vamos a matar ese tiempo? - Emitió una leve risilla volviendo a besarle, esta vez más superficialmente. Estaba de más aclarar cómo lo harían, o tal vez cómo querían llevarlo a cabo. Había tanto por hacer que esos momentos de intimidad resultaban hasta inminentes. Y Kazumi se alegraba de ello. No sabía cómo, pero nunca antes todo había sido tan idóneo.
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