Wang Xue
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Archipíelago Shabaody. ¿Qué excusas tenía aquel albino para estar en tales lares, siendo una patata humana con cero poderío para llegar a dicho nivel de avance dentro de la Gran Línea? Bueno, obviamente estaba allí por anotarse especialmente a un torneo anual de bebidas. ¿Pero qué bebida? Cerveza... la bebida del macho cábrio con pelo en pecho. De esos que tienen los brazos tan forzudos y llenos de tatuajes que te intimidan tan solo con una mirada fija a los ojos; claro, luego estaba Wang Xue, alguien totalmente opuesto a ese prospecto común de hombre ebrio y mal oliente. A diferencia de estos, él era de buen porte, cara fina y bonita, parecía más un modelo que un alcohólico; el barco llegó al puerto del manglar Nº30, y una vez desembarcaron él y varios de los demás concursantes que participarían en dicho evento, se dispuso a empinarse un trago de su fiel Sake, el cual llevaba consigo en una pequeña calabaza tratada especialmente para poder llevar ese tipo de bebidas. Dicho brebaje escurría por la comisura de sus labios en un intento de hidratar su cuerpo también.
— Ah...~ nada mal —empezó diciendo, viendo en lontananza aquel gran centro comercial—. Me pregunto si habrá alguien más por estos lares que sepa donde coño es el torneo...
Se decía a si mismo en lo que volteaba la cabeza de un hombro al otro intentando divisar a más concursantes, para memorizar hacia donde se dirigían exactamente. Una vez pudo averiguar exactamente donde todos se comenzaban a conglomerar, allí fue donde sus pasos llevaron a Wang Xue. Además, el aroma a deliciosa fermentación proveniente de la cerveza que dispuesta en enormes barriles de al menos unos diez litros cada uno, ya hacían que las papilas gustativas del albino empezaran a secretar saliva, del gusto que le daría participar en dicha situación; pero parecía ser que aún deberían esperar un rato más para comenzar las festividades, justo cuando parecía que se iba a poner bueno... les soltaban en la puta cara que la hora para el torneo sería aplazada al menos dos horas más, siendo las dos de la tarde... a las cuatro sería demasiado, seguramente Wang Xue le apetecería beber otra cosa, embriagarse con Sake o algo por el estilo.
— Venga ya... ¿en serio? —su voz se notaba molesta, y su rostro expresaba descontento—. Toca huevos, casi una semana para llegar aquí y me dicen que debo esperar más...
Bufó con el ceño fruncido. Los demás participantes igual estaban algo incómodos con la situación, pero no tanto como el albino, el cual obviamente no solamente quería, si no que también necesitaba beber algo aunque fuera. Y la realidad era que el Sake de su "cantimplora" calabaza se había terminado con ese último trago profundo al desembarcar. ¿Qué podría hacer mientras esperaba? Simplemente se puso a pasear, reposando su brazo izquierdo y la muñeca contra la empuñadura de su katana, sosteniéndola con cierta firmeza solamente por las dudas, aunque sabía perfectamente que por esos lares no sucedería nada raro, era mejor prevenir que lamentar.
— Ah...~ nada mal —empezó diciendo, viendo en lontananza aquel gran centro comercial—. Me pregunto si habrá alguien más por estos lares que sepa donde coño es el torneo...
Se decía a si mismo en lo que volteaba la cabeza de un hombro al otro intentando divisar a más concursantes, para memorizar hacia donde se dirigían exactamente. Una vez pudo averiguar exactamente donde todos se comenzaban a conglomerar, allí fue donde sus pasos llevaron a Wang Xue. Además, el aroma a deliciosa fermentación proveniente de la cerveza que dispuesta en enormes barriles de al menos unos diez litros cada uno, ya hacían que las papilas gustativas del albino empezaran a secretar saliva, del gusto que le daría participar en dicha situación; pero parecía ser que aún deberían esperar un rato más para comenzar las festividades, justo cuando parecía que se iba a poner bueno... les soltaban en la puta cara que la hora para el torneo sería aplazada al menos dos horas más, siendo las dos de la tarde... a las cuatro sería demasiado, seguramente Wang Xue le apetecería beber otra cosa, embriagarse con Sake o algo por el estilo.
— Venga ya... ¿en serio? —su voz se notaba molesta, y su rostro expresaba descontento—. Toca huevos, casi una semana para llegar aquí y me dicen que debo esperar más...
Bufó con el ceño fruncido. Los demás participantes igual estaban algo incómodos con la situación, pero no tanto como el albino, el cual obviamente no solamente quería, si no que también necesitaba beber algo aunque fuera. Y la realidad era que el Sake de su "cantimplora" calabaza se había terminado con ese último trago profundo al desembarcar. ¿Qué podría hacer mientras esperaba? Simplemente se puso a pasear, reposando su brazo izquierdo y la muñeca contra la empuñadura de su katana, sosteniéndola con cierta firmeza solamente por las dudas, aunque sabía perfectamente que por esos lares no sucedería nada raro, era mejor prevenir que lamentar.
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Había estado solo varios días y hasta yo empezaba a saber que mi depresión iba aumentando gradualmente día tras día. Bien me conocía y sabía que poco iba a aguantar más en este estado, terminaría por desanimarme y quedarme en casas todo el día sin hacer nada productivo como socializar o trabajar. Era un círculo vicioso completamente.
Pero ahí me encontraba, camino hacia una sala de juegos recreativos para no aburrirme y quizás conseguir una charla y un amigo. Salí cerrando bien la puerta de casa, cogiendo las llaves y guardándolas en el bolsillo del pantalón que más cerca me quedaba. Salía vestido con una camisa morada y un vaquero negro, como lo hacía habitualmente. Me estiracé nada más salir y miré hacia todos lados. Me encantaba. Simplemente, me encantaba.
Todo lleno de un verde, todo vivo. Burbujas flotando por aquí y por allí, llenando el cielo de brillo y colores. Los ciudadanos, que se trataban bien entre ellos y eran bastante cordiales respecto a las otras islas...
Esa isla me encantaba a pesar de haber sido el inicio de todo... aquello. Pero como siempre digo, mirando hacia delante y nada más. Me fui al manglar 32, al cual había asistido en varias ocasiones en busca de, solamente, la sala de juegos. Usualmente había muchos niños pululando por los alrededores junto a sus madres, haciendo un esfuerzo para intentar llevarla contra su voluntad hacia allí y gastar algunas monedas. Yo, en cambio... no lo podía hacer.
Quitando todo eso, fui a paso rápido hacia allí, pasando por la más concurrida de las calles donde se encontraba el mercado. Ropa, comida, bebida... Todo tentaba a ser comprado. Aunque para ser sincero, solamente me llamó la atención un cartelito que ponía ''Torneo Anual de Bebidas'' seguido de unas reglas sobre beber alcohol y tal. Y ese mismo título se repetía cada cierto tiempo, llenando el manglar de publicidad. Aunque me picaba la curiosidad por saber como iba a ser, no quería beber pues el jefe me dijo que era malo para el cuerpo...
Poniendo eso de lado, seguí caminando hasta que me encontré un puesto ambulante del que provenía un olor dulce. Me acerqué y pude ver algo rosa... ¡Era algodón de azúcar! Nunca lo había probado y su sabor dulce me tentaba mucho, así que me acerqué y cual niño me puse a mirarlo. Lo malo era que no me podía permitir caprichitos, mucho tenía con pagar el alquiler de la casa y la comida junto con las facturas en general.
Pero ahí me encontraba, camino hacia una sala de juegos recreativos para no aburrirme y quizás conseguir una charla y un amigo. Salí cerrando bien la puerta de casa, cogiendo las llaves y guardándolas en el bolsillo del pantalón que más cerca me quedaba. Salía vestido con una camisa morada y un vaquero negro, como lo hacía habitualmente. Me estiracé nada más salir y miré hacia todos lados. Me encantaba. Simplemente, me encantaba.
Todo lleno de un verde, todo vivo. Burbujas flotando por aquí y por allí, llenando el cielo de brillo y colores. Los ciudadanos, que se trataban bien entre ellos y eran bastante cordiales respecto a las otras islas...
Esa isla me encantaba a pesar de haber sido el inicio de todo... aquello. Pero como siempre digo, mirando hacia delante y nada más. Me fui al manglar 32, al cual había asistido en varias ocasiones en busca de, solamente, la sala de juegos. Usualmente había muchos niños pululando por los alrededores junto a sus madres, haciendo un esfuerzo para intentar llevarla contra su voluntad hacia allí y gastar algunas monedas. Yo, en cambio... no lo podía hacer.
Quitando todo eso, fui a paso rápido hacia allí, pasando por la más concurrida de las calles donde se encontraba el mercado. Ropa, comida, bebida... Todo tentaba a ser comprado. Aunque para ser sincero, solamente me llamó la atención un cartelito que ponía ''Torneo Anual de Bebidas'' seguido de unas reglas sobre beber alcohol y tal. Y ese mismo título se repetía cada cierto tiempo, llenando el manglar de publicidad. Aunque me picaba la curiosidad por saber como iba a ser, no quería beber pues el jefe me dijo que era malo para el cuerpo...
Poniendo eso de lado, seguí caminando hasta que me encontré un puesto ambulante del que provenía un olor dulce. Me acerqué y pude ver algo rosa... ¡Era algodón de azúcar! Nunca lo había probado y su sabor dulce me tentaba mucho, así que me acerqué y cual niño me puse a mirarlo. Lo malo era que no me podía permitir caprichitos, mucho tenía con pagar el alquiler de la casa y la comida junto con las facturas en general.
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En lo que recorría los caminos pedregosos de aquel manglar, disfrutaba tranquilamente de la vista. Las personas miraban raro a Wang Xue, principalmente por la despreocupación en portar una Katana colocada al lado izquierdo de su cadera. Como no conocía absolutamente nada de esos lares, se sentía algo perdido, al menos así lo fue por un buen rato mientras recorría la zona comercial en la que se encontraba, pasando por algunos puestos ambulantes, como también tiendas de variados productos tales como ropa, joyas, etc.
— Bah... aquí no hay ni una sola taberna.
Murmuraba hablando consigo mismo, hasta que halló un puesto algo curioso de algodón de azúcar. Le parecía extraño que hubiera algo así por esos lares, ya que pertenecía más al parque de diversiones que a una zona comercial más apuntando a lo serio, pero Xue prefirió ignorar aquello y acercarse. Sacó algunos Berries de un pequeño bolsito de cuero, acercándose al puesto en lo que aclaraba su garganta para que el vendedor se diera cuenta de su presencia.
— Disculpa, ¿podrías darme uno pequeño?
— Claro, ¿de qué sabor?
— Ehm... ¿hay más de uno?
Aquella duda que surgía en el albino era totalmente sincera. Desconocía totalmente que en ese momento habían nuevos sabores para algodón de azúcar, ya que él había crecido desde pequeño con esos pequeños gustos que se podía dar en secreto a espaldas de su padre, pero nunca en su vida había visto que hubieran más sabores que ese azucarado y empalagoso sabor que se te pega en los dientes; el vendedor sonrió complacido por poder explicar sus nuevos productos. Se tomó su tiempo en hacerlo pero una vez culminó con su breve relato, Wang Xue ya estaba decidido a elegir.
— Dame uno de esos que llamas "Algodón Borracho".
— ¡Ah! Una de mis especialidades con las personas mayores... veo que tiene buen gusto, joven.
No se tomó mucho tiempo en prepararlo, empapando las azúcares en una especie de licor de sabor dulce y embriagante. Una vez entregó aquel algodón de azúcar al albino, este le entregó el dinero y al voltear se topó con una pequeña figura que impedía su paso. Bajó la mirada y se encontró con un niño, bueno... lo que parecía ser un niño bastante afeminado.
— Disculpa.
Fue lo único que le dijo el albino a aquel muchachito. Parecía más concentrado viendo los algodones así que tampoco se tomó muchas molestias de ver si estaba bien. De hecho, ya Xue estaba empezando a dar los primeros pasos para salirse de las proximidades de aquel puesto, con intenciones de seguir paseando.
//OFF-ROL: El muchachito con el que se topa Xue obviamente es Viole.
— Bah... aquí no hay ni una sola taberna.
Murmuraba hablando consigo mismo, hasta que halló un puesto algo curioso de algodón de azúcar. Le parecía extraño que hubiera algo así por esos lares, ya que pertenecía más al parque de diversiones que a una zona comercial más apuntando a lo serio, pero Xue prefirió ignorar aquello y acercarse. Sacó algunos Berries de un pequeño bolsito de cuero, acercándose al puesto en lo que aclaraba su garganta para que el vendedor se diera cuenta de su presencia.
— Disculpa, ¿podrías darme uno pequeño?
— Claro, ¿de qué sabor?
— Ehm... ¿hay más de uno?
Aquella duda que surgía en el albino era totalmente sincera. Desconocía totalmente que en ese momento habían nuevos sabores para algodón de azúcar, ya que él había crecido desde pequeño con esos pequeños gustos que se podía dar en secreto a espaldas de su padre, pero nunca en su vida había visto que hubieran más sabores que ese azucarado y empalagoso sabor que se te pega en los dientes; el vendedor sonrió complacido por poder explicar sus nuevos productos. Se tomó su tiempo en hacerlo pero una vez culminó con su breve relato, Wang Xue ya estaba decidido a elegir.
— Dame uno de esos que llamas "Algodón Borracho".
— ¡Ah! Una de mis especialidades con las personas mayores... veo que tiene buen gusto, joven.
No se tomó mucho tiempo en prepararlo, empapando las azúcares en una especie de licor de sabor dulce y embriagante. Una vez entregó aquel algodón de azúcar al albino, este le entregó el dinero y al voltear se topó con una pequeña figura que impedía su paso. Bajó la mirada y se encontró con un niño, bueno... lo que parecía ser un niño bastante afeminado.
— Disculpa.
Fue lo único que le dijo el albino a aquel muchachito. Parecía más concentrado viendo los algodones así que tampoco se tomó muchas molestias de ver si estaba bien. De hecho, ya Xue estaba empezando a dar los primeros pasos para salirse de las proximidades de aquel puesto, con intenciones de seguir paseando.
//OFF-ROL: El muchachito con el que se topa Xue obviamente es Viole.
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Antes de poder darme cuenta, una gran figura se erguía ante mí. De pelaje blanco y buen aspecto, una persona estaba justo delante mía observando el algodón de azúcar. Acto seguido, le preguntó al señor que llevaba el puesto sobre los sabores y este empezó a contarlos uno por uno con bastante detenimiento. La variedad era bastante importante en un negocio como el suyo y él cumplía en ese apartado. Desde algodón de azúcar tratado con alcohol capaz de emborracharte hasta el más azucarado y sabroso para un niño. Cabe decir que con este último mis ojos brillaron cual estrellas y mi cuerpo debatió con mi mente, sacando la cartera del bolsillo y cogiendo unas monedas.
Al hombre en cambio, se le notaba más atento al que tenía que ver con el alcohol. Tampoco lo había probado y según contaban, estaba muy bueno y reconfortaba el cuerpo. Era otra de esas cosas que había apuntado para tomármelo en un futuro pero al parecer, uno bueno costaba lo suyo. Quitando eso, el hombre lo pagó en un momento y se lo llevó a la boca mientras daba las monedas correspondientes. Luego, se dio la vuelta y me miró, pues casi se tropezaba conmigo. Se disculpó y siguió su paso hacia delante, ignorándome.
Al momento puse las monedas exactas en el puesto y le pedí el algodón de azúcar más dulce posible, de un tamaño medio. Quería darme un lujo aunque fuera. Me lo dio y recogió las monedas que estaban allí, dándome las gracias y despidiéndose de mí. Primero lo miré bastante y hasta lo olí, totalmente obsesionado con este. Su color rosado me daba ganas de comerlo, a la par que su olor dulce a azúcar. Tan concentrado en el algodón iba que me choqué contra algo y caí al suelo. Por ende, vi mi dulce cayendo al suelo a cámara lenta. Quien quiera que fuese el que me había tirado el algodón, me lo iba a pagar.
Me levanté y miré delante mía. Estaba la figura de antes, aquel pelo blanco y fiero era inconfundible igual que su piel blanca como la nieve. Igualmente, me debía concentrar en lo que había hecho. Inflé los mofletes muy enfadado y lo miré a los ojos mientras señalaba el algodón de azúcar. Luego, le dije con un tono enfadado:
-¿Qué le has hecho a mi algodón de azúcar?
Se me pasó el enfado rápidamente, pues veía a la gente pasar a mi lado mirándome extrañados y con gestos de desaprobación. Soltaban comentarios como ''¿Quién ha criado a ese niño?'' ''¡Qué modales!''. Más tímido y un poco avergonzado, ya le dije:
-L... Lo siento, señor. No importa, ya me compraré otro cuando tenga dinero.
Le sonreí y le miré a los ojos. Por mucho que quisiera, mi mirada se desviaba inconscientemente hacia el algodón de azúcar en sus manos y babeaba un poco por él, relamiéndome.
Al hombre en cambio, se le notaba más atento al que tenía que ver con el alcohol. Tampoco lo había probado y según contaban, estaba muy bueno y reconfortaba el cuerpo. Era otra de esas cosas que había apuntado para tomármelo en un futuro pero al parecer, uno bueno costaba lo suyo. Quitando eso, el hombre lo pagó en un momento y se lo llevó a la boca mientras daba las monedas correspondientes. Luego, se dio la vuelta y me miró, pues casi se tropezaba conmigo. Se disculpó y siguió su paso hacia delante, ignorándome.
Al momento puse las monedas exactas en el puesto y le pedí el algodón de azúcar más dulce posible, de un tamaño medio. Quería darme un lujo aunque fuera. Me lo dio y recogió las monedas que estaban allí, dándome las gracias y despidiéndose de mí. Primero lo miré bastante y hasta lo olí, totalmente obsesionado con este. Su color rosado me daba ganas de comerlo, a la par que su olor dulce a azúcar. Tan concentrado en el algodón iba que me choqué contra algo y caí al suelo. Por ende, vi mi dulce cayendo al suelo a cámara lenta. Quien quiera que fuese el que me había tirado el algodón, me lo iba a pagar.
Me levanté y miré delante mía. Estaba la figura de antes, aquel pelo blanco y fiero era inconfundible igual que su piel blanca como la nieve. Igualmente, me debía concentrar en lo que había hecho. Inflé los mofletes muy enfadado y lo miré a los ojos mientras señalaba el algodón de azúcar. Luego, le dije con un tono enfadado:
-¿Qué le has hecho a mi algodón de azúcar?
Se me pasó el enfado rápidamente, pues veía a la gente pasar a mi lado mirándome extrañados y con gestos de desaprobación. Soltaban comentarios como ''¿Quién ha criado a ese niño?'' ''¡Qué modales!''. Más tímido y un poco avergonzado, ya le dije:
-L... Lo siento, señor. No importa, ya me compraré otro cuando tenga dinero.
Le sonreí y le miré a los ojos. Por mucho que quisiera, mi mirada se desviaba inconscientemente hacia el algodón de azúcar en sus manos y babeaba un poco por él, relamiéndome.
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El dulce algodón que había caído de las manos de aquel muchacho ahora yacía manchado de tierra y mugre en el suelo. Sus ojos parecía tristes, demostrando cierto enojo inclusive hacia el albino el cual yacía frente a él. Xue se limitó a mirarle por unos momentos, arrugando un poco el ceño; su labio superior tembló un poco intentando evitar hacer una mueca de disgusto ya que detestaba que le discutieran por un accidente, y mucho peor cuando había pedido las respectivas disculpas.
— No le he hecho nada, fue un accidente nada más y te he pedido disculpas.
La manera en que lo decía se había tornado bastante tajante a decir verdad, algo que los demás transeúntes pudieron presenciar. Notaba que la mirada del chico cambiaba repentinamente, encogiéndose de hombros tal vez algo intimidado u intimidado por ello. El albino solamente soltó un profundo suspiro, renegando un poco con la cabeza escuchando sus disculpas, las cuales aceptó aunque algo decepcionado por el momento. Una lástima que se le haya arruinado aquel algodón de azúcar, pero no tenía más dinero para conseguirle otro, así que el niño tendría que aguantar y conformarse con unas sinceras disculpas por parte de Xue.
Por unos momentos se replanteó el hecho de darle el que él tenía en sus manos, pero la moral le decía que no, especialmente por la cantidad de licor en la que estaba empapado dicho dulce. Soltó un suspiro y bajó los hombros, mirándole a los ojos cuando tenía la oportunidad.
— Venga, toma el mío a ver si así dejas de llorar.
Sin más preámbulo le dio aquel algodón de azúcar de forma disimulada, para que las demás personas que habían presenciado la compra de este no supieran que se trataba de un dulce que posiblemente alcoholizaría al muchacho. Tal vez era el hecho de que su mirada de perro mojado conmovía al albino hasta el punto de la perdición.
— ¿Te es suficiente? Disfrútalo con cuidado —advertía como si supiera de lo que hablaba, sabía que se arrepentiría tarde o temprano de ello—. ¿Algo más, o puedo irme?
Sonaba algo/muy serio, sí... pero es que no estaba para nada acostumbrado a tratar con niños pequeños y tampoco quería ser muy irrespetuoso con este ya que cabía la posibilidad de que se pusiera a llorar allí en medio de las calles o algo por el estilo. Se puso medio de cuclillas frente a él y le acarició la cabeza suavemente, sonriendo afable.
— Venga ya, ¿una sonrisa? Así me voy tranquilo de que hice un bien.
¿Qué bien ni qué ocho cuartos/dos enteros? Le estaba dando un dulce con alcohol a un jodido niño. Por sus huevos en aceite hirviendo estaba haciendo algo bien y bien adentro lo sabía, estaba haciendo casi lo mismo que su padre hizo con él cuando era pequeño. Mala suerte que la memoria omite algunos recuerdos necesarios.
— No le he hecho nada, fue un accidente nada más y te he pedido disculpas.
La manera en que lo decía se había tornado bastante tajante a decir verdad, algo que los demás transeúntes pudieron presenciar. Notaba que la mirada del chico cambiaba repentinamente, encogiéndose de hombros tal vez algo intimidado u intimidado por ello. El albino solamente soltó un profundo suspiro, renegando un poco con la cabeza escuchando sus disculpas, las cuales aceptó aunque algo decepcionado por el momento. Una lástima que se le haya arruinado aquel algodón de azúcar, pero no tenía más dinero para conseguirle otro, así que el niño tendría que aguantar y conformarse con unas sinceras disculpas por parte de Xue.
Por unos momentos se replanteó el hecho de darle el que él tenía en sus manos, pero la moral le decía que no, especialmente por la cantidad de licor en la que estaba empapado dicho dulce. Soltó un suspiro y bajó los hombros, mirándole a los ojos cuando tenía la oportunidad.
— Venga, toma el mío a ver si así dejas de llorar.
Sin más preámbulo le dio aquel algodón de azúcar de forma disimulada, para que las demás personas que habían presenciado la compra de este no supieran que se trataba de un dulce que posiblemente alcoholizaría al muchacho. Tal vez era el hecho de que su mirada de perro mojado conmovía al albino hasta el punto de la perdición.
— ¿Te es suficiente? Disfrútalo con cuidado —advertía como si supiera de lo que hablaba, sabía que se arrepentiría tarde o temprano de ello—. ¿Algo más, o puedo irme?
Sonaba algo/muy serio, sí... pero es que no estaba para nada acostumbrado a tratar con niños pequeños y tampoco quería ser muy irrespetuoso con este ya que cabía la posibilidad de que se pusiera a llorar allí en medio de las calles o algo por el estilo. Se puso medio de cuclillas frente a él y le acarició la cabeza suavemente, sonriendo afable.
— Venga ya, ¿una sonrisa? Así me voy tranquilo de que hice un bien.
¿Qué bien ni qué ocho cuartos/dos enteros? Le estaba dando un dulce con alcohol a un jodido niño. Por sus huevos en aceite hirviendo estaba haciendo algo bien y bien adentro lo sabía, estaba haciendo casi lo mismo que su padre hizo con él cuando era pequeño. Mala suerte que la memoria omite algunos recuerdos necesarios.
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El hombre se disculpó al fin y al cabo, pero solamente eso. Ni compensación monetaria ni nada. Me decepcionaba y entristecía que ocurriera eso, pero me tendría que aguantar pues bien sabía que era de mala educación pedir algo si había sido un mero accidente. Aún así, no me separé del hombre, mirándole fijamente. Era simple instinto, ahora que lo pienso. Se le iba marcando una mueca enfadada en el rostro que era bastante notable. Con su figura, de verdad podía llegar a intimidar a alguien con tan solo esa tontería.
Acto seguido, me tendió su algodón de azúcar y sonrió disimuladamente mientras miraba hacia otros lados. Al parecer, estaba bastante nervioso. Yo acepté el algodón de azúcar sin rechistar aunque bien sabía que contenía alcohol y no me iba a gustar seguramente. Lo probaría y si no me gustaba, se lo daría. Así, quedaba bien de todas maneras.
Nada más dármelo, se empezó a comportar amablemente. Recordaba vagamente a un padre, pues parecía que lo hacía con atención, suavidad y delicadeza intentando no dañar los sentimientos del niño en cuestión. Al parecer, mi personalidad y aspecto recordaban a un niño pequeño... No solté palabra hasta que se puso de cuclillas y me acarició el pelo, a la par que me pedía una sonrisa.
-Muchas gracias, señor... - Le dí un bocado al algodón para probarlo, mas me resultaba asqueroso - Pero es suyo, ¿no? Fue un mero accidente, no me debe nada.
Le sonreí igualmente, pues quisiera o no había hecho una buena acción. Yo no daría mi algodón de azúcar por un mero accidente... Aún así, me sentía vacío. En ese preciso momento, recordé hacia donde iba, el salón de juegos. Aunque era para socializar y poco más, hacer algún amigo... En ese momento, se me ocurrió la mejor idea que pude tener en el día. En vez de algodón de azúcar, que me dejara pasar el día con él. Pero tendría que decirlo sutilmente, de otra manera sería bastante chantajista.
Le miré a los ojos un momento y le dije:
-¿Me llevarías a ''eso''? - Señalé un cartel del Concurso de bebedores que se encontraba cerca y le miré de nuevo - Si ha pedido algodón de azúcar con alcohol, supongo que irá allí, ¿no?
Acto seguido, me tendió su algodón de azúcar y sonrió disimuladamente mientras miraba hacia otros lados. Al parecer, estaba bastante nervioso. Yo acepté el algodón de azúcar sin rechistar aunque bien sabía que contenía alcohol y no me iba a gustar seguramente. Lo probaría y si no me gustaba, se lo daría. Así, quedaba bien de todas maneras.
Nada más dármelo, se empezó a comportar amablemente. Recordaba vagamente a un padre, pues parecía que lo hacía con atención, suavidad y delicadeza intentando no dañar los sentimientos del niño en cuestión. Al parecer, mi personalidad y aspecto recordaban a un niño pequeño... No solté palabra hasta que se puso de cuclillas y me acarició el pelo, a la par que me pedía una sonrisa.
-Muchas gracias, señor... - Le dí un bocado al algodón para probarlo, mas me resultaba asqueroso - Pero es suyo, ¿no? Fue un mero accidente, no me debe nada.
Le sonreí igualmente, pues quisiera o no había hecho una buena acción. Yo no daría mi algodón de azúcar por un mero accidente... Aún así, me sentía vacío. En ese preciso momento, recordé hacia donde iba, el salón de juegos. Aunque era para socializar y poco más, hacer algún amigo... En ese momento, se me ocurrió la mejor idea que pude tener en el día. En vez de algodón de azúcar, que me dejara pasar el día con él. Pero tendría que decirlo sutilmente, de otra manera sería bastante chantajista.
Le miré a los ojos un momento y le dije:
-¿Me llevarías a ''eso''? - Señalé un cartel del Concurso de bebedores que se encontraba cerca y le miré de nuevo - Si ha pedido algodón de azúcar con alcohol, supongo que irá allí, ¿no?
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— No me digas Señor que me haces sentir viejo —le decía al muchacho, dándole un suave capón—. La próxima vez simplemente fíjate que nadie te vaya a chocar accidentalmente, para que no sucedan estas cosas de nuevo.
Agregó mientras soltaba otro suspiro. Parecía ser que el muchacho ahora se encontraba reacio ante la idea de alejarse del albino, como si fuese mamá pata y sus patitos, así le veía él al contrario. Enarcaba la ceja izquierda y suspiró un poco, asintiendo con la cabeza ante sus dudas. Parecía bastante perspicaz, ya que fácilmente se dio cuenta a donde debía dirigirse luego de haber comprado aquel dulce refrigerio. Así que Xue supuso que tan tonto no sería el niño, por más que haya dado aquella primera impresión.
— Sí, a ese lugar iré... Al concurso "Bebelonia XXIII" —explicaba lo más afable posible, empezando a caminar jalando un poco de la ropa del niño para indicarle que le siguiera de cerca—, mucha gente de diferentes mares se juntan en esta isla supuestamente para beber lo más que aguanten de cerveza... el último en caer será el ganador de una módica cantidad de dinero. No recuerdo bien cuánto exactamente, pero... seguramente me dará para viajar un poco más y beber cuando llegue... y si me acuerdo, comer.
Decía mientras caminaba tranquilamente. Parecía totalmente despreocupado de que aquel con el que estaba hablando fuera un niño, nunca le hizo diferencia de edades a la hora de comunicarse con la gente, algo que era muy mal visto por la mayoría de personas que conocían a Xue. ¿Le importaba? Claro que no, pero no estaba allí para medir su propia moral, no estaba haciendo nada malo a fin de cuentas, tan solo socializando con alguien, para no aburrirse en aquella isla mientras esperaba a que comenzara el evento; mientras avanzaban por las calles pedregosas del manglar Nº31, el albino de vez en cuando le dirigía de reojo la mirada al chico, escuchando cualquier cosa que fuese a decirle, en lo que comía su algodón de azúcar con licor.
— ¿Ves a aquel enorme tumulto de gente acumulados alrededor de lo que parece ser un puesto? ... Son todos los participantes del torneo —explicó fugaz, deteniéndose por unos segundos, mirando de reojo al muchacho del cual desconocía su nombre—. No podrás participar porque eres solamente un mocoso, pero si quieres luego de que gane me llamas por mi nombre y nos encontramos, y te pago algo... ¿te parece?
Le proponía sonriendo de medio labio, intentaba ser lo más amable posible con un total desconocido con el cual además había tenido un accidente que le había puesto en la obligación de comprarle algo si no quería que le hiciera demasiado problema. Su mirada además hacía que el corazón de Xue se derritiera lentamente por dentro, siendo que aquella mirada con ojos de cachorro mojado le hacían recordar a los tiempos en los que él debía salir a pedir un poco de dinero para su familia, por más que terminara siendo gastada por su padre para comprar más alcohol en la taberna y apostar con sus compañeros del rato. — Tengo que anotarme si quiero ganar algo, así que me esperas aquí quieto... o te vas, no sé. Como quieras tú.
Dijo él, en lo que empezaba a pasar entre la gente, llegando hasta la mesa de anotaciones, en la cual le dieron un número de participante luego de decir su nombre y haber mostrado la nómina inicial para anotarse. Portando ahora alrededor de su cuello una especie de colgante de papel con un número bien grande plasmado en medio que quedaba a la altura de sus pectorales, el cual mostraba un "45" bastante grande. ¿De qué le recordaba aquello? Seguro una habitación u algo por el estilo; una vez estuvo todo listo y las anotaciones se cerraron definitivamente por haber ocupado todos los espacios disponibles, las mesas fueron dispuestas respectivamente y los participantes se fueron sentando en las respectivas sillas incluyéndose entre ellos Xue, el cual ya sonreía confianzudo. El anunciador ya se acercaba a la larga tarima en la que estaban todos, paseándose portando un micrófono en una de sus manos, empezando a vociferar con emoción para revolucionar a las masas.
— ¡¡Bienvenidos al Bebelonia XXIII!! —decía el hombre— ¡¡¿Están listos para ver cómo esta gentuza de todos los mares beben hasta la inconsciencia!?— Las porras se echaban los espectadores aplaudiendo la presencia de los participantes, cual de ellos más curioso que el otro en apariencia; Xue se preparaba psicológicamente, escuchando que ya empezaría pronto. El primer barril de cerveza con una jarra a un lado había sido traída, y fue entonces que el muchacho sonrió emocionado sabiendo que pronto podría disfrutar de aquel brebaje de nuevo, y casi que gratis se podría decir. Cuando la corneta sonó anunciando el inicio de la competición, el albino utilizó hábilmente su Katana para hacer un corte vertical descendente y así abrir el tapón, agarrando el barril y vertiendo su contenido directamente en su boca. Varios hacían el mismo método aunque de una forma más bruta, arrancándolo con sus propias manos. El asunto estaba reñido, y a Xue le faltaba poco para terminar el primer barril, mientras muchos estaban ya en la mitad del segundo... pero la idea no era quién bebía más rápido, si no quién bebía más sin caer inconsciente o con un coma etílico.
Agregó mientras soltaba otro suspiro. Parecía ser que el muchacho ahora se encontraba reacio ante la idea de alejarse del albino, como si fuese mamá pata y sus patitos, así le veía él al contrario. Enarcaba la ceja izquierda y suspiró un poco, asintiendo con la cabeza ante sus dudas. Parecía bastante perspicaz, ya que fácilmente se dio cuenta a donde debía dirigirse luego de haber comprado aquel dulce refrigerio. Así que Xue supuso que tan tonto no sería el niño, por más que haya dado aquella primera impresión.
— Sí, a ese lugar iré... Al concurso "Bebelonia XXIII" —explicaba lo más afable posible, empezando a caminar jalando un poco de la ropa del niño para indicarle que le siguiera de cerca—, mucha gente de diferentes mares se juntan en esta isla supuestamente para beber lo más que aguanten de cerveza... el último en caer será el ganador de una módica cantidad de dinero. No recuerdo bien cuánto exactamente, pero... seguramente me dará para viajar un poco más y beber cuando llegue... y si me acuerdo, comer.
Decía mientras caminaba tranquilamente. Parecía totalmente despreocupado de que aquel con el que estaba hablando fuera un niño, nunca le hizo diferencia de edades a la hora de comunicarse con la gente, algo que era muy mal visto por la mayoría de personas que conocían a Xue. ¿Le importaba? Claro que no, pero no estaba allí para medir su propia moral, no estaba haciendo nada malo a fin de cuentas, tan solo socializando con alguien, para no aburrirse en aquella isla mientras esperaba a que comenzara el evento; mientras avanzaban por las calles pedregosas del manglar Nº31, el albino de vez en cuando le dirigía de reojo la mirada al chico, escuchando cualquier cosa que fuese a decirle, en lo que comía su algodón de azúcar con licor.
— ¿Ves a aquel enorme tumulto de gente acumulados alrededor de lo que parece ser un puesto? ... Son todos los participantes del torneo —explicó fugaz, deteniéndose por unos segundos, mirando de reojo al muchacho del cual desconocía su nombre—. No podrás participar porque eres solamente un mocoso, pero si quieres luego de que gane me llamas por mi nombre y nos encontramos, y te pago algo... ¿te parece?
Le proponía sonriendo de medio labio, intentaba ser lo más amable posible con un total desconocido con el cual además había tenido un accidente que le había puesto en la obligación de comprarle algo si no quería que le hiciera demasiado problema. Su mirada además hacía que el corazón de Xue se derritiera lentamente por dentro, siendo que aquella mirada con ojos de cachorro mojado le hacían recordar a los tiempos en los que él debía salir a pedir un poco de dinero para su familia, por más que terminara siendo gastada por su padre para comprar más alcohol en la taberna y apostar con sus compañeros del rato. — Tengo que anotarme si quiero ganar algo, así que me esperas aquí quieto... o te vas, no sé. Como quieras tú.
Dijo él, en lo que empezaba a pasar entre la gente, llegando hasta la mesa de anotaciones, en la cual le dieron un número de participante luego de decir su nombre y haber mostrado la nómina inicial para anotarse. Portando ahora alrededor de su cuello una especie de colgante de papel con un número bien grande plasmado en medio que quedaba a la altura de sus pectorales, el cual mostraba un "45" bastante grande. ¿De qué le recordaba aquello? Seguro una habitación u algo por el estilo; una vez estuvo todo listo y las anotaciones se cerraron definitivamente por haber ocupado todos los espacios disponibles, las mesas fueron dispuestas respectivamente y los participantes se fueron sentando en las respectivas sillas incluyéndose entre ellos Xue, el cual ya sonreía confianzudo. El anunciador ya se acercaba a la larga tarima en la que estaban todos, paseándose portando un micrófono en una de sus manos, empezando a vociferar con emoción para revolucionar a las masas.
— ¡¡Bienvenidos al Bebelonia XXIII!! —decía el hombre— ¡¡¿Están listos para ver cómo esta gentuza de todos los mares beben hasta la inconsciencia!?— Las porras se echaban los espectadores aplaudiendo la presencia de los participantes, cual de ellos más curioso que el otro en apariencia; Xue se preparaba psicológicamente, escuchando que ya empezaría pronto. El primer barril de cerveza con una jarra a un lado había sido traída, y fue entonces que el muchacho sonrió emocionado sabiendo que pronto podría disfrutar de aquel brebaje de nuevo, y casi que gratis se podría decir. Cuando la corneta sonó anunciando el inicio de la competición, el albino utilizó hábilmente su Katana para hacer un corte vertical descendente y así abrir el tapón, agarrando el barril y vertiendo su contenido directamente en su boca. Varios hacían el mismo método aunque de una forma más bruta, arrancándolo con sus propias manos. El asunto estaba reñido, y a Xue le faltaba poco para terminar el primer barril, mientras muchos estaban ya en la mitad del segundo... pero la idea no era quién bebía más rápido, si no quién bebía más sin caer inconsciente o con un coma etílico.
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