Mark D. Hughes
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Akuma no mi
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Después de un tiempo de descanso de mis duros entrenamientos,me fui de embarcación hacia un archipiélago que estaba muy lejos de donde yo estaba,ultimamente estaba viajando por todo el mundo,iba de un lado al otro sin parar en ningún lado pero supongo que eso es parte de ser un revolucionario,yo soy de esas personas que no les gusta descansar,si necesito ser alguien fuerte debo entrenar mucho y lograr poder superar a los más fuertes de la Marina y poder derrotar incluso a los almirantes,aunque veo eso como una posibilidad muy nula.
Para dejar de pensar un buen rato,decidí salir afuera para poder respirar un poco de aire fresco,miraba desde fuera como sería ese archipiélago que sería mi lugar de entrenamiento temporalmente y realmente era una maravilla ver ese lugar desde lejos,necesitaba que mis espadas salgan a cortar un poco de piedras para sentirme relajado.Hoy empezaría el día en que empiece con un entrenamiento duro para poder fortalecerme un poco y ser más veloz a la hora de atacar con mis dos espadas.
Estaba recordando ese evento de hace días,ese momento cuando he destrozado una piedra de un golpe sin siquiera haberme roto ningún hueso de mi mano ¿Qué habrá pasado? ¿Por que no sufrí ninguna fractura? ¿Será que había obtenido algún poder especial? No lo sé,pero mi instinto decía que sabría esa respuesta muy pronto.
Había abarcado en ese archipiélago,era un bonito lugar que me hizo sentir una sensación de profunda calma,saqué mis dos espadas y dije:
-Bien,¿donde habrá una montaña por aquí?
Para dejar de pensar un buen rato,decidí salir afuera para poder respirar un poco de aire fresco,miraba desde fuera como sería ese archipiélago que sería mi lugar de entrenamiento temporalmente y realmente era una maravilla ver ese lugar desde lejos,necesitaba que mis espadas salgan a cortar un poco de piedras para sentirme relajado.Hoy empezaría el día en que empiece con un entrenamiento duro para poder fortalecerme un poco y ser más veloz a la hora de atacar con mis dos espadas.
Estaba recordando ese evento de hace días,ese momento cuando he destrozado una piedra de un golpe sin siquiera haberme roto ningún hueso de mi mano ¿Qué habrá pasado? ¿Por que no sufrí ninguna fractura? ¿Será que había obtenido algún poder especial? No lo sé,pero mi instinto decía que sabría esa respuesta muy pronto.
Había abarcado en ese archipiélago,era un bonito lugar que me hizo sentir una sensación de profunda calma,saqué mis dos espadas y dije:
-Bien,¿donde habrá una montaña por aquí?
Theo Thawne
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Akuma no mi
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Ahí estaba Theo, en Kumo, del archipiélago Arachi. Pero Theo no estaba en uno de aquellos edificios o bares con gente respetable. No. Theo estaba en un callejón, rodeada de gente violenta en un circulo y con un tipo al frente, cabreado. Estaba haciendo peleas callejeras a cambio de un poco de dinero. Y tal vez entrenamiento. El hombre se pasaba de mano a mano un pequeño cuchillo, pero no parecía experimentado. Theo daba pequeños movimientos de pie como en el boxeo, y movía los puños mientras resoplaba. La multitud de su alrededor daba gritos de ánimo y otros abucheaban a Theo por ser una recién llegada. El hombre del cuchillo saltó contra Theo con el brazo en alto, pero Theo giró sobre si misma, levantando la pierna y golpeando la mejilla de el hombre con el talón. El hombre, que era bastante corpulento, se movió hacía un lado.
- Deberás pegarme mas fuerte que eso si quieres hacerme algo, niña.
Theo resopló y dio un salto adelante, golpeando el estómago del delincuente con la planta del pie. Esta vez, se movió hacía atrás varios centímetros mas, llevándose la mano al dolorido estómago y quedándose sin respiración varios segundos. Pero volvió a gritar, saltando hacía Theo. Theo intentó esquivarlo, pero no lo consiguió. El hombre cogió a la muchacha con el brazo en el cuello y empezó a apretarle la garganta. Theo forcejeaba por respirar, hasta que el hombre la soltó. Se quedó en el suelo, tumbada y apoyada en una única mano, mientras recuperaba el aire y tosía.
- Has tocado el suelo. Has perdido.
Theo tosió mas y cayó del todo, apoyando la cabeza en el sucio suelo. Su pelo largo formaba regueros negros por las hendiduras de las baldosas de piedra. Un hombre salió adelante con dinero en las manos, parte del cual era de Theo, por las apuestas, y se lo dio al vencedor. El cual pateó una última vez a Theo en el costado y se fue. La gente se dispersó, pues las peleas ya terminaron. Dejaron a Theo sola, la cual se levantó como pudo y salió del callejón.
"Debo... hacerme mas fuerte..."
- Deberás pegarme mas fuerte que eso si quieres hacerme algo, niña.
Theo resopló y dio un salto adelante, golpeando el estómago del delincuente con la planta del pie. Esta vez, se movió hacía atrás varios centímetros mas, llevándose la mano al dolorido estómago y quedándose sin respiración varios segundos. Pero volvió a gritar, saltando hacía Theo. Theo intentó esquivarlo, pero no lo consiguió. El hombre cogió a la muchacha con el brazo en el cuello y empezó a apretarle la garganta. Theo forcejeaba por respirar, hasta que el hombre la soltó. Se quedó en el suelo, tumbada y apoyada en una única mano, mientras recuperaba el aire y tosía.
- Has tocado el suelo. Has perdido.
Theo tosió mas y cayó del todo, apoyando la cabeza en el sucio suelo. Su pelo largo formaba regueros negros por las hendiduras de las baldosas de piedra. Un hombre salió adelante con dinero en las manos, parte del cual era de Theo, por las apuestas, y se lo dio al vencedor. El cual pateó una última vez a Theo en el costado y se fue. La gente se dispersó, pues las peleas ya terminaron. Dejaron a Theo sola, la cual se levantó como pudo y salió del callejón.
"Debo... hacerme mas fuerte..."
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Akuma no mi
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En Isla Kumo, archipiélago Arachi.
El día anterior…
Era una noche sombría que destacaba sobre las demás. En lo alto posaban las estrellas pareciendo los ojos del cielo. Se podía ver una especie de pájaro blanco volador entre los edificios, pero si te acercabas lo suficientes descubrías que no era nada más ni nada menos que Kaito Kid. ¿Qué quién es Kaito Kid? Bueno, pues aquí empezaré a contarte su historia, la historia del ladrón fantasma.
A día de hoy.
Una mañana pesada para los hombros de los trabajadores. Desde una casa se podía escuchar un sonido ensordecedor, como si de unas uñas arañasen una pizarra. Era el despertador de un joven. Dicho chico era de estatura media o alta, depende de con quien se comparase, con un cabello despeinado y oscuro junto a unos ojos azules celestes. Ese joven era yo.
Me acababa de despertar aquel día y para colmo, se me hacía tarde. Era lunes por la mañana y llegaba tarde a trabajar. Me vestí lo más rápido posible mientras preparaba dos rodajas de pan en la tostadora y me lavaba los dientes a toda mecha. Sí, sé que normalmente la gente normal desayuna y luego se enjuaga la boca o lo que sea, pero yo aquel día andaba escaso de tiempo. Lo peor no era eso, sino que ya estaba en aviso. Si llegaba tarde, no iba a ser la primera vez, por lo cual me echarían.
Conseguí tener unos dientes relucientes al mismo tiempo que saltaban las tostadas calientes, por lo que las cogí con velocidad y salí pitando de aquel lugar. Mientras corría, comía. Para colmo de los colmos, en un cruce de una de las calles mientras el sol casi me deslumbraba, me choqué con alguien. Una chica se había entrometido en mi camino, de pelo largo y despeinado como el mío y unos ojos color azules oscuros. Sin quererlo caí sobre ella y mi cabeza golpeó contra la suya. Me miró enfadada y me apartó de golpe, algo sonrojada.
- ¡Kaito, estúpido! ¡Tú siempre con prisas! – Parecía cabreada, bastante. La verdad era que no había sido culpa mía, o al menos no solo mía. No era el único que llegaba tarde a algún sitio y por eso corría. - Me vas a hacer llegar tarde, idiota.
- Vamos Aoko, no te enfades. La culpa a sido tuya por ser tan torpe y despistada. – Le dije con un tono burlón. Para que no se enfadase extendí mis dos brazos y cerré los puños. Pasé la mano izquierda sobre la otra para abrirla poco a poco y así hacer aparecer una hermosa rosa blanca como por arte de magia. - Ten, para que no te enfades, tonta. – Le dije sacándole la lengua. Tenía pensado sorprenderla con aquella flor, aunque mi verdadera intención era que no se enfadase, ya que pasaba de líos en “hora punta”.
Sin esperar a una respuesta, solté la rosa y salí pitando al trabajo. Aquella chica era Aoko, una gran amiga que conocí en mi infancia, hija del capitán de la marina que estaba a cargo de aquella isla. ¿Cómo nos conocimos? Bueno… Yo nací en Kumo y ella se mudó cuando tenía cinco años. Nos conocimos en la torre del reloj. Recuerdo que era pequeño y apenas había empezado a aprender magia y, mientras paseaba por la plaza central, encontré a una niña que lloraba. Al parecer se había perdido. También recuerdo que para que parase de llorar, saqué una rosa de mi manga. Aquello le gustó y le ayudó a olvidarse del problema, me sentía realizado. Sí, era ella…
Crecimos muy cercanos, casi como hermanos ya que éramos vecinos. Mi madre continuamente debía salir a trabajar fuera de casa durante unos días, por lo que siempre acababa en casa de Aoko a comer. A mí siempre me gustaba molestarla, aunque aún no entendía por qué. ¿Tal vez porque me sentía como un hermano mayor?
De todas formas, no contaré el pasado, eso lo haré otro día. En cuanto le di la rosa, salí corriendo, alejándome de ella lo más que pude. Desde luego que no quería que me patease o me soltase un puñetazo… Duelen, ¿sabes? Aunque bueno, algo peor me pasó aquel día… Corrí otra vez, despreocupado, sin miedo a nada, cuando de pronto…
*¡Pom!*
Me había vuelto a chocar… Esta vez contra una farola. Para colmo había alguien cerca. Una chica con sombrero naranja y cabello negro, sangrando. Parecía que alguien le había dado una paliza y eso… No podía ser así. ¿Cómo alguien era capaz de semejante atrocidad? Me acerqué a ella y le tendí la mano, mientras con la otra, de la manga, sacaba algunas vendas y algo de Iodo. Era bueno la akuma que me comí, ya que me daba la posibilidad de guardar cualquier cosa en una especie de mundo paralelo. ¿Podría guardarme a mí mismo? Eso era algo que debía descubir.
- ¿Estás bien, muchacha? – Le dije preocupado.
El día anterior…
Era una noche sombría que destacaba sobre las demás. En lo alto posaban las estrellas pareciendo los ojos del cielo. Se podía ver una especie de pájaro blanco volador entre los edificios, pero si te acercabas lo suficientes descubrías que no era nada más ni nada menos que Kaito Kid. ¿Qué quién es Kaito Kid? Bueno, pues aquí empezaré a contarte su historia, la historia del ladrón fantasma.
A día de hoy.
Una mañana pesada para los hombros de los trabajadores. Desde una casa se podía escuchar un sonido ensordecedor, como si de unas uñas arañasen una pizarra. Era el despertador de un joven. Dicho chico era de estatura media o alta, depende de con quien se comparase, con un cabello despeinado y oscuro junto a unos ojos azules celestes. Ese joven era yo.
Me acababa de despertar aquel día y para colmo, se me hacía tarde. Era lunes por la mañana y llegaba tarde a trabajar. Me vestí lo más rápido posible mientras preparaba dos rodajas de pan en la tostadora y me lavaba los dientes a toda mecha. Sí, sé que normalmente la gente normal desayuna y luego se enjuaga la boca o lo que sea, pero yo aquel día andaba escaso de tiempo. Lo peor no era eso, sino que ya estaba en aviso. Si llegaba tarde, no iba a ser la primera vez, por lo cual me echarían.
Conseguí tener unos dientes relucientes al mismo tiempo que saltaban las tostadas calientes, por lo que las cogí con velocidad y salí pitando de aquel lugar. Mientras corría, comía. Para colmo de los colmos, en un cruce de una de las calles mientras el sol casi me deslumbraba, me choqué con alguien. Una chica se había entrometido en mi camino, de pelo largo y despeinado como el mío y unos ojos color azules oscuros. Sin quererlo caí sobre ella y mi cabeza golpeó contra la suya. Me miró enfadada y me apartó de golpe, algo sonrojada.
- ¡Kaito, estúpido! ¡Tú siempre con prisas! – Parecía cabreada, bastante. La verdad era que no había sido culpa mía, o al menos no solo mía. No era el único que llegaba tarde a algún sitio y por eso corría. - Me vas a hacer llegar tarde, idiota.
- Vamos Aoko, no te enfades. La culpa a sido tuya por ser tan torpe y despistada. – Le dije con un tono burlón. Para que no se enfadase extendí mis dos brazos y cerré los puños. Pasé la mano izquierda sobre la otra para abrirla poco a poco y así hacer aparecer una hermosa rosa blanca como por arte de magia. - Ten, para que no te enfades, tonta. – Le dije sacándole la lengua. Tenía pensado sorprenderla con aquella flor, aunque mi verdadera intención era que no se enfadase, ya que pasaba de líos en “hora punta”.
- Spoiler:
Sin esperar a una respuesta, solté la rosa y salí pitando al trabajo. Aquella chica era Aoko, una gran amiga que conocí en mi infancia, hija del capitán de la marina que estaba a cargo de aquella isla. ¿Cómo nos conocimos? Bueno… Yo nací en Kumo y ella se mudó cuando tenía cinco años. Nos conocimos en la torre del reloj. Recuerdo que era pequeño y apenas había empezado a aprender magia y, mientras paseaba por la plaza central, encontré a una niña que lloraba. Al parecer se había perdido. También recuerdo que para que parase de llorar, saqué una rosa de mi manga. Aquello le gustó y le ayudó a olvidarse del problema, me sentía realizado. Sí, era ella…
Crecimos muy cercanos, casi como hermanos ya que éramos vecinos. Mi madre continuamente debía salir a trabajar fuera de casa durante unos días, por lo que siempre acababa en casa de Aoko a comer. A mí siempre me gustaba molestarla, aunque aún no entendía por qué. ¿Tal vez porque me sentía como un hermano mayor?
De todas formas, no contaré el pasado, eso lo haré otro día. En cuanto le di la rosa, salí corriendo, alejándome de ella lo más que pude. Desde luego que no quería que me patease o me soltase un puñetazo… Duelen, ¿sabes? Aunque bueno, algo peor me pasó aquel día… Corrí otra vez, despreocupado, sin miedo a nada, cuando de pronto…
*¡Pom!*
Me había vuelto a chocar… Esta vez contra una farola. Para colmo había alguien cerca. Una chica con sombrero naranja y cabello negro, sangrando. Parecía que alguien le había dado una paliza y eso… No podía ser así. ¿Cómo alguien era capaz de semejante atrocidad? Me acerqué a ella y le tendí la mano, mientras con la otra, de la manga, sacaba algunas vendas y algo de Iodo. Era bueno la akuma que me comí, ya que me daba la posibilidad de guardar cualquier cosa en una especie de mundo paralelo. ¿Podría guardarme a mí mismo? Eso era algo que debía descubir.
- ¿Estás bien, muchacha? – Le dije preocupado.
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