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Visitando Lvneel, una próspera ciudad [Privado, pasado, Gajeel - Acaelus ] {Sáb 13 Jun 2015 - 11:40}
Se respiraba aire fresco mañanero. Por fin habíamos llegado a una isla después de varias semanas navegando. Estaba un poco fatigado. Algunas gaviotas se posaron en la madera reluciente del buque. Las velas del navío tenían inscritas mi símbolo favorito, la esvástica. A decir verdad, no recuerdo muy bien como me llegué a enterar de ella.
Se acercó el capitán del navío y se puso ante mis pies.
-Ya hemos llegado, señor.
Observé la ciudad. Se veía realmente próspera. Los pueblerinos se quedaron alucinados al contemplar mi gran barco. Era realmente una obra maestra que mandó a construir mi padre. La verdad que este barco lleva navegando muchos años. Los marineros rápidamente colocaron una escalerilla para descender del barco. Di la orden de que todos se dieran un rato libre y que iba a ver turnos de 6 marineros cada media hora para tener vigilado el barco. Nadie puso ninguna pega, más bien, parecían aceptarla con agrado. Bajé a la ciudad y unos de los grandes empresarios me dio la bienvenida. Se llamaba Elo, vestía un resplandeciente traje color azabache. Tenía una larga melena de color verde y sus ojos eran muy rasgados, parecía que siempre los llevaba cerrados. Fuimos paseando escoltados por 4 guardas, todos con la misma estructura física, parecían bien entrenados.
Carros tirados por caballos iban de un lado para otro. Las personas se me quedaban mirando por mi gran estatura. Parecían que nunca habían visto a alguien tan alto, sinceramente, yo tampoco he visto a ningún humano de 277 cm.
Elo me ofreció un puro. Hacía tiempo que no me fumaba uno, la verdad que tenía muchas ganas. Estábamos sentados en la azotea de unos de los más prestigiosos restaurantes de Lvneel. Pedimos un vino. Su tono era dulce y su sabor fuerte. Sinceramente uno de los mejores vinos. Desde allí se podía observar toda la ciudad y el mar. Desde allí podía ver mi barco, la verdad que se veía completamente gigante comparado con los que estaban a su alrededor que eran simples fragatas. El aire fresco seguía bailando mi cabello, la verdad, me sentía muy cómodo allí. Elo era un poco pesado ya que quería convencerme para hacer negocios con él. Simplemente lo saludé porque sabía que era amigo de mi padre y no quería que se viera insultado por mi culpa. Este hombre a mí no me importaba absolutamente nada, como siguiera comportándose así, tal vez me pensaba si meterle un par de balazos para que sentara la cabeza.
Se acercó el capitán del navío y se puso ante mis pies.
-Ya hemos llegado, señor.
Observé la ciudad. Se veía realmente próspera. Los pueblerinos se quedaron alucinados al contemplar mi gran barco. Era realmente una obra maestra que mandó a construir mi padre. La verdad que este barco lleva navegando muchos años. Los marineros rápidamente colocaron una escalerilla para descender del barco. Di la orden de que todos se dieran un rato libre y que iba a ver turnos de 6 marineros cada media hora para tener vigilado el barco. Nadie puso ninguna pega, más bien, parecían aceptarla con agrado. Bajé a la ciudad y unos de los grandes empresarios me dio la bienvenida. Se llamaba Elo, vestía un resplandeciente traje color azabache. Tenía una larga melena de color verde y sus ojos eran muy rasgados, parecía que siempre los llevaba cerrados. Fuimos paseando escoltados por 4 guardas, todos con la misma estructura física, parecían bien entrenados.
Carros tirados por caballos iban de un lado para otro. Las personas se me quedaban mirando por mi gran estatura. Parecían que nunca habían visto a alguien tan alto, sinceramente, yo tampoco he visto a ningún humano de 277 cm.
Elo me ofreció un puro. Hacía tiempo que no me fumaba uno, la verdad que tenía muchas ganas. Estábamos sentados en la azotea de unos de los más prestigiosos restaurantes de Lvneel. Pedimos un vino. Su tono era dulce y su sabor fuerte. Sinceramente uno de los mejores vinos. Desde allí se podía observar toda la ciudad y el mar. Desde allí podía ver mi barco, la verdad que se veía completamente gigante comparado con los que estaban a su alrededor que eran simples fragatas. El aire fresco seguía bailando mi cabello, la verdad, me sentía muy cómodo allí. Elo era un poco pesado ya que quería convencerme para hacer negocios con él. Simplemente lo saludé porque sabía que era amigo de mi padre y no quería que se viera insultado por mi culpa. Este hombre a mí no me importaba absolutamente nada, como siguiera comportándose así, tal vez me pensaba si meterle un par de balazos para que sentara la cabeza.
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Estaba disfrutando de unos días libres que me habían dado en la Marina. Me dijeron que podía ir a donde yo quisiese pero que volviera dentro de unos días.
Iba viajando en una embarcación muy pequeña para concretar más, era un bote. Yo iba tumbado, mirando la inmensidad del cielo y a las gaviotas que volaban. La verdad es que hacía un día precioso para disfrutarlo. El cielo estaba despejado, no había ni una nube. Mientras estaba relajado, tumbado mirando al cielo casi me caigo del bote pues había chocado contra el puerto y el tambaleo del bote hizo que casi me cayera al agua. Hubiera sido fatal si hubiera pasado, pero gracias a Dios que no fue así. Cogí la cuerda de amarrar el bote y al bajar la até a un trozo de roca que había por allí. Al alzar la vista hacia un lado, vi un barco gigantesco. Nunca había visto un navío así en toda mi vida, quizás era más grandes que nuestros buques de guerra.
Tras eso emprendí rumbo a la ciudad porque lo primero que haría sería comer algo. Me moría de hambre y así me lo manifestó mi estómago, que rugía por momentos. Mientras andaba rumbo a la ciudad me encontré con una pareja de enamorados me acerqué a ellos y con un tono de voz suave y normal les pregunté:
- Perdonad pareja, ¿hay algún sitio por aquí dónde se pueda comer unos buenos trozos de carne?
La pareja me sonrió y me dijeron señalando el edificio:
- Si mire, allí en aquél edificio se come muy bien aunque es un poquito caro.
Yo les hice un gesto con mi pulgar elevado y mostré mi gratitud a la vez que salía corriendo como un espunin.
- Gracias pareja, que sean muy felices.
No se si la gente de este reino me reconocería o no, ya que este esta isla pertenece al gobierno mundial y yo trabajo para la Marina, que recibe órdenes del Gobierno Mundial, pero bueno lo hicieran o no ahora eso no tenía importancia. Lo que era realmente importante para mi en estos momentos era llenar mi estómago con cantidades abundantes de carne.
Tras llegar al edificio casi exhausto por haber corrido tanto, incliné mi espalda hacia delante y apoyé mis manos sobre las rodillas para coger un poco de aire. Tras unos breves instantes así, entré al restaurante. Este restaurante según comentaba la gente era uno de los más prestigiosos del Reino de Lvneel y se decía que desde su azotea se podía ver el reino entero e incluso el mar. Al entrar, pedí cantitades ingentes de carne (5 trozos bastantes grandes) y dos botellas de agua bien frías. Tras eso le dije al metre del restaurante:
- Llévamelo a la azotea, por favor.
Tras eso rápidamente y corriendo como si no hubiera un mañana, subí hasta la azotea por las escaleras mientras decía:
- CARNE CARNE CARNE!!!!
Una vez al llegar allí, me senté en la primera mesa libre que vi y esperé impaciente mientras se me caía la baba, consciente de los trozos de carne que iba a engullir.
Iba viajando en una embarcación muy pequeña para concretar más, era un bote. Yo iba tumbado, mirando la inmensidad del cielo y a las gaviotas que volaban. La verdad es que hacía un día precioso para disfrutarlo. El cielo estaba despejado, no había ni una nube. Mientras estaba relajado, tumbado mirando al cielo casi me caigo del bote pues había chocado contra el puerto y el tambaleo del bote hizo que casi me cayera al agua. Hubiera sido fatal si hubiera pasado, pero gracias a Dios que no fue así. Cogí la cuerda de amarrar el bote y al bajar la até a un trozo de roca que había por allí. Al alzar la vista hacia un lado, vi un barco gigantesco. Nunca había visto un navío así en toda mi vida, quizás era más grandes que nuestros buques de guerra.
Tras eso emprendí rumbo a la ciudad porque lo primero que haría sería comer algo. Me moría de hambre y así me lo manifestó mi estómago, que rugía por momentos. Mientras andaba rumbo a la ciudad me encontré con una pareja de enamorados me acerqué a ellos y con un tono de voz suave y normal les pregunté:
- Perdonad pareja, ¿hay algún sitio por aquí dónde se pueda comer unos buenos trozos de carne?
La pareja me sonrió y me dijeron señalando el edificio:
- Si mire, allí en aquél edificio se come muy bien aunque es un poquito caro.
Yo les hice un gesto con mi pulgar elevado y mostré mi gratitud a la vez que salía corriendo como un espunin.
- Gracias pareja, que sean muy felices.
No se si la gente de este reino me reconocería o no, ya que este esta isla pertenece al gobierno mundial y yo trabajo para la Marina, que recibe órdenes del Gobierno Mundial, pero bueno lo hicieran o no ahora eso no tenía importancia. Lo que era realmente importante para mi en estos momentos era llenar mi estómago con cantidades abundantes de carne.
Tras llegar al edificio casi exhausto por haber corrido tanto, incliné mi espalda hacia delante y apoyé mis manos sobre las rodillas para coger un poco de aire. Tras unos breves instantes así, entré al restaurante. Este restaurante según comentaba la gente era uno de los más prestigiosos del Reino de Lvneel y se decía que desde su azotea se podía ver el reino entero e incluso el mar. Al entrar, pedí cantitades ingentes de carne (5 trozos bastantes grandes) y dos botellas de agua bien frías. Tras eso le dije al metre del restaurante:
- Llévamelo a la azotea, por favor.
Tras eso rápidamente y corriendo como si no hubiera un mañana, subí hasta la azotea por las escaleras mientras decía:
- CARNE CARNE CARNE!!!!
Una vez al llegar allí, me senté en la primera mesa libre que vi y esperé impaciente mientras se me caía la baba, consciente de los trozos de carne que iba a engullir.
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Elo seguía insinuándose para que aceptara los negocios. Le miraba la cara y me estaba empezando a dar asco.
-Elo mira, como sigas con esa actitud me obligarás a ponerme violento.
-Pero...
-Lo dicho.
Elo miró para su regazo. Pareció avergonzado. Me dio un poco de pena pero no la iba a mostrar públicamente obviamente. De repente se levantó pero de pronto un salvaje dando gritos apareció en la terraza gritando. Giré la cabeza hacia él porque no me lo creía. Parecía estar muy impaciente por algo, tal vez tuviera mucha sed. Parecía exhausto.
-No tienes nada de razón, te estoy tratando amablemente y ahora un pinfletas como tú me trata como si fuera un inferior.
Me quedé alucinado después de lo que dijo. Me puse en pie. Se notaba que empezaba a temblar. Estaba claro que ahora rezaba por retroceder en el tiempo y no haber dicho semejante estupidez. Le agarré de la camiseta y lo levanté dos cuartas del suelo.
-Creo que no tengo nada que decir- dije sin un tono de voz normal.
Lo solté en el suelo. No dejaba de mirarme a los ojos. Me coloqué rápidamente en posición y le efectué un puñetazo en el vientre, seguido de otro en la espalda. Cayó ante mis pies.
-Vete.
Elo se levantó rápidamente y salió corriendo del lugar. Me volví a sentar y levanté el brazo izquierdo. Un camarero se acercó y le pedí una botella de vino, del más caro. Mientras esperaba la bebida miraba al cielo pensando en lo enfurecido que me había puesto aquel tipo. Ojalá se me pasara con un par de copas. Cogí mi puro y no me dio tiempo ni llevarlo a mi boca cuando el camarero me trajo una botella de vino. Empezaba a oler a carne, la verdad que olía bastante bien.
-Tráeme también la misma carne que haya pedido el tipo que ha llegado gritando a la azotea.
-Elo mira, como sigas con esa actitud me obligarás a ponerme violento.
-Pero...
-Lo dicho.
Elo miró para su regazo. Pareció avergonzado. Me dio un poco de pena pero no la iba a mostrar públicamente obviamente. De repente se levantó pero de pronto un salvaje dando gritos apareció en la terraza gritando. Giré la cabeza hacia él porque no me lo creía. Parecía estar muy impaciente por algo, tal vez tuviera mucha sed. Parecía exhausto.
-No tienes nada de razón, te estoy tratando amablemente y ahora un pinfletas como tú me trata como si fuera un inferior.
Me quedé alucinado después de lo que dijo. Me puse en pie. Se notaba que empezaba a temblar. Estaba claro que ahora rezaba por retroceder en el tiempo y no haber dicho semejante estupidez. Le agarré de la camiseta y lo levanté dos cuartas del suelo.
-Creo que no tengo nada que decir- dije sin un tono de voz normal.
Lo solté en el suelo. No dejaba de mirarme a los ojos. Me coloqué rápidamente en posición y le efectué un puñetazo en el vientre, seguido de otro en la espalda. Cayó ante mis pies.
-Vete.
Elo se levantó rápidamente y salió corriendo del lugar. Me volví a sentar y levanté el brazo izquierdo. Un camarero se acercó y le pedí una botella de vino, del más caro. Mientras esperaba la bebida miraba al cielo pensando en lo enfurecido que me había puesto aquel tipo. Ojalá se me pasara con un par de copas. Cogí mi puro y no me dio tiempo ni llevarlo a mi boca cuando el camarero me trajo una botella de vino. Empezaba a oler a carne, la verdad que olía bastante bien.
-Tráeme también la misma carne que haya pedido el tipo que ha llegado gritando a la azotea.
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Seguía comiendo rapidísimo, tenía un hambre que podía comerme un Rey del mar entero y encima crudo. La gente que estaba en la azotea disfrutando de un refrigerio tranquilamente se quedaba asombrada mirándome por el espectáculo que estaba formando al comer tan deprisa. La verdad no me importaba lo más mínimo, yo estaba disfrutando como un niño comiendo lo que para mi era un auténtico manjar.
Tras acabarme la carne, me bebí las dos botellas de agua casi de uno o dos tragos. Luego me apoyé contra el respaldo de la silla, subí los pies a la mesa y me tocaba la barriga que había crecido mucho por haber comido tanta cantidad de carne. No estaba gordo si no hinchado, se bajaría pronto.
Tras reposar unos minutos, me dirigí hacia el borde de la azotea, para divisar el mar. Una ligera brisa acarició mi pelo y lo hizo ondear pudiéndose apreciar mi melena negra ondeando al viento. Los ojos me brillaban, no sabía si era de la emoción o de que pero todo aquel paisaje que veía y, ver la inmensidad del océano me hacía sentir cierta nostalgia de mi tierra. Todo aquel paisaje tan bonito, lo grabaría muy bien en la retina de mi ojo, pues en los tiempos que corrían un paisaje así en pocos minutos podía acabar desolado.
Ya me había bajado el hinchazón de la comida, me aburría y no sabía que hacer porque este reino era bastante aburrido. Hoy no me apetecía pelear contra nadie. Si pudiera encontrar a alguien con quien poder entablar una conversación sería lo mejor de este día.
- Que bonito paisaje. Me dije para mí mientras veía aquel hermoso paisaje.
Tras acabarme la carne, me bebí las dos botellas de agua casi de uno o dos tragos. Luego me apoyé contra el respaldo de la silla, subí los pies a la mesa y me tocaba la barriga que había crecido mucho por haber comido tanta cantidad de carne. No estaba gordo si no hinchado, se bajaría pronto.
Tras reposar unos minutos, me dirigí hacia el borde de la azotea, para divisar el mar. Una ligera brisa acarició mi pelo y lo hizo ondear pudiéndose apreciar mi melena negra ondeando al viento. Los ojos me brillaban, no sabía si era de la emoción o de que pero todo aquel paisaje que veía y, ver la inmensidad del océano me hacía sentir cierta nostalgia de mi tierra. Todo aquel paisaje tan bonito, lo grabaría muy bien en la retina de mi ojo, pues en los tiempos que corrían un paisaje así en pocos minutos podía acabar desolado.
Ya me había bajado el hinchazón de la comida, me aburría y no sabía que hacer porque este reino era bastante aburrido. Hoy no me apetecía pelear contra nadie. Si pudiera encontrar a alguien con quien poder entablar una conversación sería lo mejor de este día.
- Que bonito paisaje. Me dije para mí mientras veía aquel hermoso paisaje.
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