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El día no comenzaba muy bien. Ruby lloraba como si fuese el fin del mundo y aún por encima se avecinaba una tormenta en Water Seven. Si no amainaba tardaríamos en llegar más de lo previsto y no quería retrasarme demasiado. Últimamente la Dolce Vendetta tenía muchos desperfectos y necesitaba un par de arreglos. Hace poco con un atraco conseguí varios millones de berries para reparar los destrozos, tan solo esperaba que fuese suficiente. No quería perder la Dolce Vendetta tal y como había perdido el Red Love Machine, por un simple descuido se fue a pique así que como capitana no puedo permitir que pase lo mismo con este barco. A pesar de todo tengo buenos recuerdos en él.
Salí a cubierta y me apoyé en la barandilla. Pasé la mano sobre la suave madera barnizada y miré al horizonte. La ciudad del agua estaba muy cerca así que me dirigí al timón para acelerar el barco. En cuestión de minutos el barco estaba anclado en uno de los astilleros. Bajé y hablé con unos obreros, estos accedieron inmediatamente a arreglarlo así que mientras tanto iría a dar una vuelta por la ciudad.
La tormenta se había ido aunque todavía quedaban unas nubes grises en el cielo, pero aún así se podía ver la tenue luz del sol. Miré al cielo y continué caminando. Me metí por algunos callejones en los que no había casi nadie. Atravesándolos llegué a una calle con un canal muy amplio. El agua era amplia y se podía ver la profundidad perfectamente. Este sitio me sonaba demasiado... Ahora lo recuerdo, aquí mismo conocí a Kaiser, el famoso gyojin.
Seguí caminando a lo largo del canal por el borde. Si caía al agua moriría, que gracioso, quizás debiese separarme, aunque no tenía nada que perder. Tras eso me paré y vi mi reflejo sobre el agua, cada vez más borroso.
Salí a cubierta y me apoyé en la barandilla. Pasé la mano sobre la suave madera barnizada y miré al horizonte. La ciudad del agua estaba muy cerca así que me dirigí al timón para acelerar el barco. En cuestión de minutos el barco estaba anclado en uno de los astilleros. Bajé y hablé con unos obreros, estos accedieron inmediatamente a arreglarlo así que mientras tanto iría a dar una vuelta por la ciudad.
La tormenta se había ido aunque todavía quedaban unas nubes grises en el cielo, pero aún así se podía ver la tenue luz del sol. Miré al cielo y continué caminando. Me metí por algunos callejones en los que no había casi nadie. Atravesándolos llegué a una calle con un canal muy amplio. El agua era amplia y se podía ver la profundidad perfectamente. Este sitio me sonaba demasiado... Ahora lo recuerdo, aquí mismo conocí a Kaiser, el famoso gyojin.
Seguí caminando a lo largo del canal por el borde. Si caía al agua moriría, que gracioso, quizás debiese separarme, aunque no tenía nada que perder. Tras eso me paré y vi mi reflejo sobre el agua, cada vez más borroso.
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Sbun miraba el cielo, detectando las oscuras nubes que avecinaban la tormenta. No sería buena idea quedarse fuera con aquel tiempo, debía buscar cobijo enseguida. Empezó a caminar, portando su fiel guadaña a la espalda, a pie de uno de los canales de la ciudad. El agua empezaba a moverse ligeramente por el viento que traía la tormenta, pero aún así podían verse reflejos en ella. Mientras caminaba, cabizbajo, se chocó de golpe con una muchacha pelirroja, con un vestido rojo decorado con un lazo negro en el cuello. El peli-morado se movió hacía atrás por el golpe y miró a la muchacha, admirando su belleza durante unos segundos. Después, tosió.
- Discúlpeme, señorita. No la he visto.
Hizo una pequeña reverencia de disculpa y la sorteó, para seguir caminando, no sin antes girarse ligeramente para ver a la muchacha. En cualquier otra situación, Sbun habría intentado encandilarla de cualquier manera, pero algo en ella la hacía inalcanzable para Sbun. O eso pensaba él. Algo que emanaba ella daba a entender a Sbun que intentar algo con esa chica... simplemente no estaba bien. Entonces, miró hacía el canal, siendo llamado por pequeños gritos de auxilio.
Un niño gritaba hacía el agua mientras corría siguiendo la débil corriente que cada vez era mayor debido al viento que se levantaba. Sobre la corriente flotaba un pequeño bulto blanco que se dejaba llevar por esta, incapaz de nadar, gritando ayuda... ladrando. Era un perro. Sbun chasqueó la lengua y se quitó la guadaña de la espalda, dejándola tirada ahí mismo. Hizo lo propio con la chaqueta y se lanzó al agua. Durante un momento, la corriente intentó llevárselo a el también, pero no pudo. Aún no era lo suficientemente fuerte como para arrastrar a un ser humano. Al caer, se sumergió por completo en el agua y nadó hasta la superficie, para ver al perro pasar por su lado y oír al niño gritar. Empezó a nadar hasta el perro, ayudándose de la corriente para llegar más rápido. Consiguió llegar hasta el perro, que era de tamaño mediano y blanco y lo agarró con fuerza. Empezó a nadar hasta una de las escaleras para salir de los canales y, con el perro empapado que se aferraba y temblaba a su cuerpo, subió. El niño se acercó a darle las gracias, pero Sbun empezó a correr hasta su chaqueta. Colocó al perro, que tiritaba empapado sobre esta y lo envolvió. Levantó la chaqueta con el perro y se lo dio al niño.
- Quédate la chaqueta... -Dijo, empezando a sentir el frio. - Conseguiré otra.
El muchacho asintió y le dio las gracias. Sbun se quitó la corbata y la empapada camiseta, revelando arañazos provocados por el perro al aferrarse.
"Genial... ahora me moriré de frío yo...
- Discúlpeme, señorita. No la he visto.
Hizo una pequeña reverencia de disculpa y la sorteó, para seguir caminando, no sin antes girarse ligeramente para ver a la muchacha. En cualquier otra situación, Sbun habría intentado encandilarla de cualquier manera, pero algo en ella la hacía inalcanzable para Sbun. O eso pensaba él. Algo que emanaba ella daba a entender a Sbun que intentar algo con esa chica... simplemente no estaba bien. Entonces, miró hacía el canal, siendo llamado por pequeños gritos de auxilio.
Un niño gritaba hacía el agua mientras corría siguiendo la débil corriente que cada vez era mayor debido al viento que se levantaba. Sobre la corriente flotaba un pequeño bulto blanco que se dejaba llevar por esta, incapaz de nadar, gritando ayuda... ladrando. Era un perro. Sbun chasqueó la lengua y se quitó la guadaña de la espalda, dejándola tirada ahí mismo. Hizo lo propio con la chaqueta y se lanzó al agua. Durante un momento, la corriente intentó llevárselo a el también, pero no pudo. Aún no era lo suficientemente fuerte como para arrastrar a un ser humano. Al caer, se sumergió por completo en el agua y nadó hasta la superficie, para ver al perro pasar por su lado y oír al niño gritar. Empezó a nadar hasta el perro, ayudándose de la corriente para llegar más rápido. Consiguió llegar hasta el perro, que era de tamaño mediano y blanco y lo agarró con fuerza. Empezó a nadar hasta una de las escaleras para salir de los canales y, con el perro empapado que se aferraba y temblaba a su cuerpo, subió. El niño se acercó a darle las gracias, pero Sbun empezó a correr hasta su chaqueta. Colocó al perro, que tiritaba empapado sobre esta y lo envolvió. Levantó la chaqueta con el perro y se lo dio al niño.
- Quédate la chaqueta... -Dijo, empezando a sentir el frio. - Conseguiré otra.
El muchacho asintió y le dio las gracias. Sbun se quitó la corbata y la empapada camiseta, revelando arañazos provocados por el perro al aferrarse.
"Genial... ahora me moriré de frío yo...
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La corriente del agua era rápida por culpa del viento y mi rostro dejó de aparecer en el agua, ya no estaba borroso sino que ahora ya no existía. Me separé un poco del canal y lo seguí mirando. ¿Y si ese reflejo me decía algo? Una verdad oculta... El agua contenía una verdad sobre todos nosotros seguramente, tan solo habría que descubrirla. Me pregunto cuál sería la mía. Mi rostro desapareciendo poco a poco... Eso tan solo se debía a que iba a desapareciendo. Mi presencia en este mundo ya no era como la de antes... Estaba perdiendo fuerza. Dejé de ser aquella chica valiente y que se enfrentaba a todo lo que podía; sin embargo, algo cambió y ahora estoy siempre indefensa, ni siquiera sé controlar mi poder como lo hacen todos y soy una desconfiada. Supongo que es porque conocer a alguien implica en tener confianza y llegar a apreciarlo, pero... ¿Y si se va como todos los otros? Todos se van y nadie es capaz de regresar.
Un golpe me hizo despejarme de todos los pensamientos. Miré a los lados y encontré a un muchacho. Tenía el cabello de un tono morado oscuro y sus ropajes me llamaban la atención. –No pasa nada. – Dije con una sonrisa. El golpe no había sido para tanto. Mientras me apreté el lazo del pelo y escuché unos gritos. Me giré rápidamente y vi a un niño llorando. Luego miré el canal y un perro iba en el agua. No podía permitir que el animal se ahogase, a mí me encantaban los animales desde siempre. Saqué unas alas de hielo para llegar hasta él, pero el muchacho ya se había lanzado, por suerte había conseguido sacarlo y llevarlo hasta el niño. Miré mis alas de hielo y las agité para levantarme del suelo y atravesar el canal. Me quedé al lado del muchacho y un rato después el niño se fue felizmente con su perrito. Este hombre había hecho una buena acción y me había caído bien tan solo por eso.
Todavía tenía mis alas de hielo así que las deshice en cuestión de segundos. - ¿Estás bien? – Le pregunté sobre todo por las heridas que le había causado el perro y también por el frío, a mí no me afectaba la temperatura para nada gracias a mi akuma, pero a una persona corriente si podría afectarle y no es que hiciese mucho calor con la tormenta que había. – Mi nombre es Rose. ¿Y tú? – Me gustaría saber el nombre del chico, no perdía nada en conocerlo. Además, su cara me sonaba conocida como si le hubiese visto antes aunque con la amnesia que tuve no sería raro que no lo recordase, quizás su nombre me ayudaba.
Un golpe me hizo despejarme de todos los pensamientos. Miré a los lados y encontré a un muchacho. Tenía el cabello de un tono morado oscuro y sus ropajes me llamaban la atención. –No pasa nada. – Dije con una sonrisa. El golpe no había sido para tanto. Mientras me apreté el lazo del pelo y escuché unos gritos. Me giré rápidamente y vi a un niño llorando. Luego miré el canal y un perro iba en el agua. No podía permitir que el animal se ahogase, a mí me encantaban los animales desde siempre. Saqué unas alas de hielo para llegar hasta él, pero el muchacho ya se había lanzado, por suerte había conseguido sacarlo y llevarlo hasta el niño. Miré mis alas de hielo y las agité para levantarme del suelo y atravesar el canal. Me quedé al lado del muchacho y un rato después el niño se fue felizmente con su perrito. Este hombre había hecho una buena acción y me había caído bien tan solo por eso.
Todavía tenía mis alas de hielo así que las deshice en cuestión de segundos. - ¿Estás bien? – Le pregunté sobre todo por las heridas que le había causado el perro y también por el frío, a mí no me afectaba la temperatura para nada gracias a mi akuma, pero a una persona corriente si podría afectarle y no es que hiciese mucho calor con la tormenta que había. – Mi nombre es Rose. ¿Y tú? – Me gustaría saber el nombre del chico, no perdía nada en conocerlo. Además, su cara me sonaba conocida como si le hubiese visto antes aunque con la amnesia que tuve no sería raro que no lo recordase, quizás su nombre me ayudaba.
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- Aclaración:
- Cambio el estilo de rol a primera persona. Sbun es un personaje que llevo desde hace mucho tiempo y creo que me irá mejor roleando con el como lo he hecho siempre.
La muchacha pelirroja de antes se acercó a mí después de que me quitara la camiseta mojada para ver los arañazos del perro. No eran nada graves, no haría falta ni tratarlos siquiera. Me preguntó si estaba bien, a lo que contesté con una simple afirmación mientras miraba el montón de ropa empapada que acababa de dejar. Mi flequillo mojado me molestaba frente a la cara, así que simplemente me puse el pelo hacía atrás con la mano. Después, la muchacha se presentó como Rose. Un bonito nombre, sin duda.
- Ah... Yo soy Sbun. Legim Sbun, para ser exactos. Mist L. Sbun.
Me miré las manos para comprobar que aún llevaba los guantes puestos y mis anillos con ellos. La muchacha no parecía haberse percatado del ojo bicolor del peli-morado, o tal vez si lo había hecho y escondía su sorpresa muy bien. No era muy común encontrar una anomalía como aquella en alguien.
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