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Llevaba tres días en Lvneel con el estómago revenido. Menos mal que encontré a un ciudadano que se ofreció a ayudarme a cambio de algo. Lo acepté sin escuchar previamente lo que tenía que decir, no sabía decir si me arrepentiría o no. Vestía ropa de pescador, con sus botas de agua por encima de las rodillas. Preparó un caldo exquisito. Me dijo que me bebiera un vaso y eso hice. La verdad, que me rajó por completo. Sentí aquel líquido hirviendo dentro de mí. La cara se me puso colorada y aquel buen hombre no dejaba de reírse de mí. Le hice pucheros para que se intentara enfadar y de vez en cuando le decía que no iba a aceptar su trabajo, pero según él me interesaba. Me picó la curiosidad y le comenté que lo invitaba a tomarnos unas copas en la taberna para que me lo contara. Llegamos allí y había gente. Un grupo apostaba a las cartas, otro se dedicaban a hablar de negocios y otros reían y bebían como si no hubiera un mañana. Nos sentamos en la primera mesa que vimos libre. El joven camarero nos sirvió una botella de whiski no muy caro ya que mi presupuesto no está para tirar cohetes. Tras dos copas aquel hombre llamado Hugo me lo contó.
- Vulgrim...- se quedó un rato pensando, como si estuviera eligiendo las palabras correctas- Hace dos días llegaron a la ciudad un grupo de hombres extraños. Montaron una tienda dos calles más arriba paralelas a la que está ahí afuera- señaló con el dedo la calle a la que daba la taberna- Solicito tu ayuda... mi hija...- unas lágrimas salieron de sus ojos. Me levanté y le coloqué mi mano derecha en su hombro derecho para intentar tranquilizarlo.
-¿Desapareció?- susurré. Hugo asintió disimuladamente. Resoplé- Te ayudaré. ¿Alguna pista?
-No tengo ni la mínima idea, solo puedo comentarte donde está el lug...- dos hombres, vestidos con gabardinas negras y sombreros entraron en la taberna. El silencio invadió el antro. Parecían que estaban buscando a alguien. Se acercaron a la barra y pidieron unas copas. A continuación, uno de ellos fijó la mirada en Hugo y éste se puso muy nervioso.
- Vulgrim...- se quedó un rato pensando, como si estuviera eligiendo las palabras correctas- Hace dos días llegaron a la ciudad un grupo de hombres extraños. Montaron una tienda dos calles más arriba paralelas a la que está ahí afuera- señaló con el dedo la calle a la que daba la taberna- Solicito tu ayuda... mi hija...- unas lágrimas salieron de sus ojos. Me levanté y le coloqué mi mano derecha en su hombro derecho para intentar tranquilizarlo.
-¿Desapareció?- susurré. Hugo asintió disimuladamente. Resoplé- Te ayudaré. ¿Alguna pista?
-No tengo ni la mínima idea, solo puedo comentarte donde está el lug...- dos hombres, vestidos con gabardinas negras y sombreros entraron en la taberna. El silencio invadió el antro. Parecían que estaban buscando a alguien. Se acercaron a la barra y pidieron unas copas. A continuación, uno de ellos fijó la mirada en Hugo y éste se puso muy nervioso.
Nocturne93
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Tenía entendido que unos piratas estaban escondiéndose en la ciudad del reino de Lvneel, como marine con un rango que ya comenzaba a ser importante era mi obligación encontrar a cualquiera que parezca sospechoso. Por ese motivo fui enviado a este lugar, teniendo un piso franco que apenas visitaba, pues me pasaba el día entre las tabernas y dando paseos por las calles. Obviamente mis distintivos marines estaban en el piso, tan solo iba como un simple mercenario con mis armas y mi ropa normal. Ni siquiera mostraba interés por las recompensas que se ofrecían. Tal vez de esa forma lograba que los piratas ocultos cometiesen un error que me llevase a encontrarles.
Ese día era como otro cualquiera. Me hallaba en la barra de una posada tomando una copa, aunque realmente ya era la tercera, sentía que era hora de salir a dar el paseo por las calles, el alcohol comenzaba a subirse a la cabeza y no me dejaría pensar bien. Pero por otra parte si no bebía alcohol yendo allí todos los días podría resultar sospechoso. Al fin y al cabo es lo típico, el pirata o mercenario que no bebe ni se emborracha no es considerado un buen luchador ni guerrero. Y quería que me vieran como uno de los suyos, buscaba que llegasen a mí.
Me disponía a levantarme de la barra, cuando comencé a escuchar una conversación interesante entre el escándalo propio. Dos hombres hablaban y uno le pedía ayuda al otro, al parecer había tenido algún problema, alguien había desaparecido, la hija de uno de los hombres. El otro había sido llamado Vulgrim. Tal vez sería su nombre o un apodo. Parecía interesante, una pista. Estaban hablando, pero de pronto se callaron.
El motivo de su silencio fue el mismo que el silencio del resto del garito. Todos se quedaron callados cuando dos personas hicieron su aparición en el local, esos tipos lelgaron a estar bastante cerca de mí, llegaron a la barra y pidieron unas copas, pude observar de reojo que uno de ellos estaba con la mirada fija en uno de aquellos dos que habían estado hablando. No me gustaba, ahí hay gato encerrado, y al parecer esos dos tipos deben de saber algo al respecto, aunque solo era una posibilidad.
Solo se que tenía a mi lado a alguien que parecía inspirar algún tipo de temor o respeto. En cualquier caso debía de ser alguien peligroso conocido en la zona. Todavía no me había topado con nadie así en casi una semana que llevaba aquí en la ciudad. Creo que al fin he dado con mi objetivo. Ahora solo debía llamar su atención para centrarla en mí, debía de intentar ganarme su confianza, o por el contrario que me revelasen lo que necesito saber, que se destapen... Necesitaba ya algún avance, llevaba mucho tiempo sin resultados y si no hacía nada sería destituído de esta misión. Lo cual no es muy prestigioso para mi puesto, con lo que me costaría más llegar a alcanzar mi objetivo.
Me mostré desganado, me bebí la copa de un trago y la dejé caer con fuerza y desgana, sin preocuparme si se rompía. entonces les miré de reojo con cara de pocos amigos y me levanté mientras les maldecía entre dientes, pero con suficiente tono como para ser escuchado, cosa que no sería difícil en el silencio que reinaba en todo el local.
-Tsk! Malditos aguafiestas de mierda...
Me dispuse a marcharme en dirección a la salida. La distracción estaba generada, ahora solo faltaba que surtiese efecto, si realmente era un tipo peligroso no tardaría en decirme algo, tal vez tratar de atacarme por la espalda. Suerte que no sería ningún tipo de ataque sorpresivo gracias a mi kenbunshoku haki. Me mantuve alerta, no sabía qué podría ocurrir.
Ese día era como otro cualquiera. Me hallaba en la barra de una posada tomando una copa, aunque realmente ya era la tercera, sentía que era hora de salir a dar el paseo por las calles, el alcohol comenzaba a subirse a la cabeza y no me dejaría pensar bien. Pero por otra parte si no bebía alcohol yendo allí todos los días podría resultar sospechoso. Al fin y al cabo es lo típico, el pirata o mercenario que no bebe ni se emborracha no es considerado un buen luchador ni guerrero. Y quería que me vieran como uno de los suyos, buscaba que llegasen a mí.
Me disponía a levantarme de la barra, cuando comencé a escuchar una conversación interesante entre el escándalo propio. Dos hombres hablaban y uno le pedía ayuda al otro, al parecer había tenido algún problema, alguien había desaparecido, la hija de uno de los hombres. El otro había sido llamado Vulgrim. Tal vez sería su nombre o un apodo. Parecía interesante, una pista. Estaban hablando, pero de pronto se callaron.
El motivo de su silencio fue el mismo que el silencio del resto del garito. Todos se quedaron callados cuando dos personas hicieron su aparición en el local, esos tipos lelgaron a estar bastante cerca de mí, llegaron a la barra y pidieron unas copas, pude observar de reojo que uno de ellos estaba con la mirada fija en uno de aquellos dos que habían estado hablando. No me gustaba, ahí hay gato encerrado, y al parecer esos dos tipos deben de saber algo al respecto, aunque solo era una posibilidad.
Solo se que tenía a mi lado a alguien que parecía inspirar algún tipo de temor o respeto. En cualquier caso debía de ser alguien peligroso conocido en la zona. Todavía no me había topado con nadie así en casi una semana que llevaba aquí en la ciudad. Creo que al fin he dado con mi objetivo. Ahora solo debía llamar su atención para centrarla en mí, debía de intentar ganarme su confianza, o por el contrario que me revelasen lo que necesito saber, que se destapen... Necesitaba ya algún avance, llevaba mucho tiempo sin resultados y si no hacía nada sería destituído de esta misión. Lo cual no es muy prestigioso para mi puesto, con lo que me costaría más llegar a alcanzar mi objetivo.
Me mostré desganado, me bebí la copa de un trago y la dejé caer con fuerza y desgana, sin preocuparme si se rompía. entonces les miré de reojo con cara de pocos amigos y me levanté mientras les maldecía entre dientes, pero con suficiente tono como para ser escuchado, cosa que no sería difícil en el silencio que reinaba en todo el local.
-Tsk! Malditos aguafiestas de mierda...
Me dispuse a marcharme en dirección a la salida. La distracción estaba generada, ahora solo faltaba que surtiese efecto, si realmente era un tipo peligroso no tardaría en decirme algo, tal vez tratar de atacarme por la espalda. Suerte que no sería ningún tipo de ataque sorpresivo gracias a mi kenbunshoku haki. Me mantuve alerta, no sabía qué podría ocurrir.
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Aquel hombre vestido de negro dejó de apoyarse en la barra y tenía las claras intenciones de venir hasta donde estábamos Hugo y yo. Cerré mis puños, en cuanto me trajo a la taberna sabía que algo olía a chamusquina. Respiré profundamente y cerré los ojos durante una milésima de segundo ya que de pronto un fuerte golpe llamó la atención de todos los del lugar. Giré mi cabeza rápidamente hacia dónde provenía. El que había producido aquel sonido era un hombre. Parecía que estaba molesto porque en el antro reinaba el silencio. Culpó a los hombres de negro de ello y fue a salir por la puerta. Aquellos tipos de antes se miraron entre ellos y parecían enfadados. El compañero del que tenía las intenciones de venir hacia nosotros lo persiguió con todas las intenciones de crear conflicto. Hugo estaba muy nervioso. El sudor le caía a chorros por la frente. Su mirada no se desviaba de sus manos. Le di una palmadita en el hombro y levantó en el acto su mirada intranquila. Tenía los ojos colorados pero de un momento a otro parecieron que se llenaban de furia. Apretó los dientes y se levantó ante mi sorpresa.
-Tú- se notaba el nerviosismo en su voz- ¿Quiénes carajos sois?
El que se puso a perseguir al otro tipo ya lo alcanzó y el compañero de ese se acercó hasta la mesa.
-Vamos a ver, para empezar viejo. ¿Cómo osas hablarme así? Acaso no sabes con quién estÁS HABLANDO- levantó la voz en esas últimas sílabas a la vez que desvainaba una pequeña navaja.
Se me pasó por la cabeza lo peor así que decidí intervenir porque Hugo estaba con las manos en perpendicular pidiendo clemencia. Me levanté en el acto y le cogí del antebrazo, a continuación le presione por arriba de la palma de la mano con mi pulgar consiguiendo que la abriera y cayera la navaja. Luego lo agarré del cuello con mi otra mano y lo subí hasta mi estatura.
-Contéstale al viejo- le dije seriamente a su oído. Mientras tanto miraba como el otro guardia había pasado de su compañero y estaba en posición de golpear al tipo del vaso- El compañero de éste, más vale que dejes de hacer el canelo- llamé su atención consiguiendo que la desviara hacia mí, ahora tenía que reducir a otro hombre más, esperaba que no se me pusiera muy complicado porque mi estómago estaba rugiendo del hambre que me estaba entrando.
-Tú- se notaba el nerviosismo en su voz- ¿Quiénes carajos sois?
El que se puso a perseguir al otro tipo ya lo alcanzó y el compañero de ese se acercó hasta la mesa.
-Vamos a ver, para empezar viejo. ¿Cómo osas hablarme así? Acaso no sabes con quién estÁS HABLANDO- levantó la voz en esas últimas sílabas a la vez que desvainaba una pequeña navaja.
Se me pasó por la cabeza lo peor así que decidí intervenir porque Hugo estaba con las manos en perpendicular pidiendo clemencia. Me levanté en el acto y le cogí del antebrazo, a continuación le presione por arriba de la palma de la mano con mi pulgar consiguiendo que la abriera y cayera la navaja. Luego lo agarré del cuello con mi otra mano y lo subí hasta mi estatura.
-Contéstale al viejo- le dije seriamente a su oído. Mientras tanto miraba como el otro guardia había pasado de su compañero y estaba en posición de golpear al tipo del vaso- El compañero de éste, más vale que dejes de hacer el canelo- llamé su atención consiguiendo que la desviara hacia mí, ahora tenía que reducir a otro hombre más, esperaba que no se me pusiera muy complicado porque mi estómago estaba rugiendo del hambre que me estaba entrando.
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Me marchaba lentamente, pude notar cómo uno me seguía. Lo sentía, sentía sus intenciones asesinas, la intención de sacar una navaja y apuñalarme por detrás. sonreí con una mueca que nadie vería seguramente, tan solo dos tipos que estaban delante de mí, que parecieron quedarse algo extrañados. Ante mi sorpresa escuché un sonido de pelea y forcejeo, y casi al momento una voz gritando al tipo que me perseguía. Esa intención asesina desapareció, ya no era su objetivo, probablemente ni siquiera en su mirada.
Era la oportunidad perfecta. Me giré y me quedé contemplando a ese tipo que ya estaba de espaldas. Pude ver que de aquellos dos tipos que habían estado discutiendo, el más anciano estaba de pie, algo aterrado, mientras que el otro había reducido a uno de los atacantes. Era mi deber tratar de ayudar, al fin y al cabo soy teniente de la marina. Aunque no es necesario revelar mi identidad. Desenvainé la espada maestra.
-¡Oe! -dije alegremente- ¿Qué pasó con ese instinto asesino?
Aquél tipo se giró, pero lo único que pudo ver fue el pomo de la espada incrustándose directamente en su entrecejo. El golpe que le cogió desprevenido le hizo caer hacia atrás, de espaldas, sangrando en el punto afectado, creo que le hice una brecha. Rápidamente le pisé la mano derecha con mi pierna izquierda y sujetando la espada con la mano derecha la puse directamente en su gaznate, presionando pero sin llegar a clavársela. Tan solo intimidando con una sonrisa en el rostro.
-Creo que os habéis metido con el tipo equivocado. -Mi rostro se tornó serio radicalmente- Solo el intentar atacarme ya cuenta como un ataque directo. -Le hice un pequeño corte al lado de la garganta, en el cuello- Y detesto perder los combates.
Es duro ésto de ir de infiltrado y de incógnito. Interpretar un papel de alguien que no eres tú mismo es un duro y arduo trabajo donde puedes ser descubierto en cualquier momento. Por no decir que has de comportarte como el tipo de personas que tan solo deseas ver con los ojos cerrados y siendo enterrados o con animales comiéndose su carne podrida.
De momento ignoré a los otros dos, pero me quedé mirándoles de reojo, como dándole luz verde a que continuase con su interrogatorio al otro tipo. El que estaba bajo mi espada sangraba por la nariz. Tenía el tabique roto al parecer. No me daba ninguna pena, no era más que un sucio criminal y merecía la muerte.
Era la oportunidad perfecta. Me giré y me quedé contemplando a ese tipo que ya estaba de espaldas. Pude ver que de aquellos dos tipos que habían estado discutiendo, el más anciano estaba de pie, algo aterrado, mientras que el otro había reducido a uno de los atacantes. Era mi deber tratar de ayudar, al fin y al cabo soy teniente de la marina. Aunque no es necesario revelar mi identidad. Desenvainé la espada maestra.
-¡Oe! -dije alegremente- ¿Qué pasó con ese instinto asesino?
Aquél tipo se giró, pero lo único que pudo ver fue el pomo de la espada incrustándose directamente en su entrecejo. El golpe que le cogió desprevenido le hizo caer hacia atrás, de espaldas, sangrando en el punto afectado, creo que le hice una brecha. Rápidamente le pisé la mano derecha con mi pierna izquierda y sujetando la espada con la mano derecha la puse directamente en su gaznate, presionando pero sin llegar a clavársela. Tan solo intimidando con una sonrisa en el rostro.
-Creo que os habéis metido con el tipo equivocado. -Mi rostro se tornó serio radicalmente- Solo el intentar atacarme ya cuenta como un ataque directo. -Le hice un pequeño corte al lado de la garganta, en el cuello- Y detesto perder los combates.
Es duro ésto de ir de infiltrado y de incógnito. Interpretar un papel de alguien que no eres tú mismo es un duro y arduo trabajo donde puedes ser descubierto en cualquier momento. Por no decir que has de comportarte como el tipo de personas que tan solo deseas ver con los ojos cerrados y siendo enterrados o con animales comiéndose su carne podrida.
De momento ignoré a los otros dos, pero me quedé mirándoles de reojo, como dándole luz verde a que continuase con su interrogatorio al otro tipo. El que estaba bajo mi espada sangraba por la nariz. Tenía el tabique roto al parecer. No me daba ninguna pena, no era más que un sucio criminal y merecía la muerte.
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Todo pareció complicarse para esos tipos. El hombre que rompió el vaso sabía luchar e inmovilizó al tipo que desvió su atención hacia mí. Le propinó un buen golpe con el mango de su espada. No pude evitar una carcajada al contemplar la cara de asombro del hombre al cual yo tenía agarrado.
-Parece que las cosas no os han ido tan bien, ¿no te parece? - reí mientras lo sentaba al lado de Hugo- Ahora, le vas a responder a todas las pregunta que te haga este señor de aquí- aquel hombre lo miró, observó bastante bien y con nitidez aquellos ojos de desesperación por haber perdido a un ser querido. Él sabía lo que le iba a preguntar, pero... ¿respondería?
Me giré hacia el hombre el cual me ayudó de forma indirecta- Oye, gracias. Se ve que sabes luchar, ¿nos echarías una mano sobre un asunto?- cogí una silla de la mesa de al lado y la traje hacia donde nosotros estábamos. Una vez allí le indiqué con la cabeza al hombre del vaso su respectivo sitio. Volví a girar la cara y Hugo parecía haberle preguntado ya un millar de preguntas porque aquel tipo tenía una cara de asustado increíble.
-¡¡¡VAMOS A VER!!! ¿CÓMO NO VAS A SABER DÓNDE HAN METIDO A MI HIJA, DESGRACIADO? -le escupió en la cara. Aquel tipo hizo el gesto de levantarse pero yo desvainé mi hacha y se la coloqué en el cuello antes de que pudiera hacer nada.
-Yo que tú me mantendría quieto si no quieres salir mal parado- tras volver a su sitio- Respóndele.
-No...no sé de lo que habláis... nosotros solo somos unos buenos tipos que montamos una pequeña tienda de artilugios de segunda mano...
-No nos cuentes zandeces. ¡¡¡ESO, ESTÁS EN DESVENTAJA!! MAMÓOOON- las voces de distintos clientes de la taberna empezaron a escucharse. Unos cuantos se levantaron de sus mesas, otros creyeron que lo más sensato sería salir del lugar y largarse a un sitio más seguro.
Mientras tanto, yo no dejaba de pensar en qué le habría pasado a aquella pobre chica. ¿Pero que estaba pensando? Me abalancé sobre aquel tipo y los ojos parecieron salir de sus órbitas al observar el filo de mi hacha en sus ojos.
-O no lo cuentas ya o te rajo, creo que lo tienes fácil- le sugerí.
-Parece que las cosas no os han ido tan bien, ¿no te parece? - reí mientras lo sentaba al lado de Hugo- Ahora, le vas a responder a todas las pregunta que te haga este señor de aquí- aquel hombre lo miró, observó bastante bien y con nitidez aquellos ojos de desesperación por haber perdido a un ser querido. Él sabía lo que le iba a preguntar, pero... ¿respondería?
Me giré hacia el hombre el cual me ayudó de forma indirecta- Oye, gracias. Se ve que sabes luchar, ¿nos echarías una mano sobre un asunto?- cogí una silla de la mesa de al lado y la traje hacia donde nosotros estábamos. Una vez allí le indiqué con la cabeza al hombre del vaso su respectivo sitio. Volví a girar la cara y Hugo parecía haberle preguntado ya un millar de preguntas porque aquel tipo tenía una cara de asustado increíble.
-¡¡¡VAMOS A VER!!! ¿CÓMO NO VAS A SABER DÓNDE HAN METIDO A MI HIJA, DESGRACIADO? -le escupió en la cara. Aquel tipo hizo el gesto de levantarse pero yo desvainé mi hacha y se la coloqué en el cuello antes de que pudiera hacer nada.
-Yo que tú me mantendría quieto si no quieres salir mal parado- tras volver a su sitio- Respóndele.
-No...no sé de lo que habláis... nosotros solo somos unos buenos tipos que montamos una pequeña tienda de artilugios de segunda mano...
-No nos cuentes zandeces. ¡¡¡ESO, ESTÁS EN DESVENTAJA!! MAMÓOOON- las voces de distintos clientes de la taberna empezaron a escucharse. Unos cuantos se levantaron de sus mesas, otros creyeron que lo más sensato sería salir del lugar y largarse a un sitio más seguro.
Mientras tanto, yo no dejaba de pensar en qué le habría pasado a aquella pobre chica. ¿Pero que estaba pensando? Me abalancé sobre aquel tipo y los ojos parecieron salir de sus órbitas al observar el filo de mi hacha en sus ojos.
-O no lo cuentas ya o te rajo, creo que lo tienes fácil- le sugerí.
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La situación se estaba desencadenando de una forma un tanto curiosa. El hombre más anciano interrogaba al que habían atrapado él y su acompañante, al parecer su hija había sido secuestrada. Eso debía de ser doloroso, no quisiera que eso les ocurriese a mi familia, a mi hermano o a mi madre. Solo el imaginarlo me hacía enfurecerme. Le clavé la espada en el brazo que no le estaba pisando al tipo que estaba todavía sangrando bajo mis pies.
El grito de dolor de ese tipo invadió toda la sala. No era fácil hacerme ver como un tipo peligroso, era justo lo que más odiaba hacer. Pero era necesario interpretar este papel para lograr cumplir mi misión con discreción. Me dejé caer con la rodilla hacia su pecho, caí con fuerza pero tratando de no causarle graves daños al su cuerpo, tampoco quería que muriese... Todavía. Puse mi rostro a escasos centímetros del suyo, mirándole a los ojos.
-Escúchame pedazo de mierda. Me has tocado los huevos, y no consiento que me toquen los cojones. ¿Entiendes? -El tipo asintió. Tenía el rostro inundado en sangre por esa herida, no supe cómo podría ver- Muy bien. Ahora vas a largarte por esa puerta. Y como te vuelva a ver la puta cara te arrancaré las pelotas y te las meteré por el culo.
Me levanté sacando la espada de su brazo, le pegué una patada en el costado. El tipo se levantó y se marchó corriendo, abandonando a su compañero que estaba a merced de aquellos dos. Si no era más que un sucio buscalíos de taberna no ocurriría nada, por lo cual no merecería morir, iría a sanar su brazo y la brecha de su rostro. Pero si era uno de los miembros de los piratas iría a su capitán y le hablaría de alguien que le ha plantado cara y le ha dejado en ese estado de una forma muy ridícula. Eso mellaría el orgullo del capitán, quien buscaría venganza. Los piratas no consienten que nadie más que ellos les enseñen lecciones a sus hombres, por no decir que el que alguien de su banda sea humillado desprestigia a su propio capitán.
Me aproximé a la mesa donde estaban interrogando al otro. Con la espada nuevamente envainada me senté justamente frente al otro tipo, aunque el tal Vulgrim se le había echado al cuello de una forma bastante agresiva. Tan solo me quedé mirandole a los ojos con los brazos cruzados y apoyados en la mesa. Fruncí el ceño y dije unas palabras con un tono bastante relajado.
-Así que hablamos de secuestro. Mirame maldito pedazo de mierda. -se giró hacia mí, eludiendo así responder al tal Vulgrim- Tienes dos opciones. Puedes elegir entre ser una buena persona y contarnos todo lo que sabes sobre el secuestro, o puedes elegir ser un hombre que se encuentre con sus ancestros. Mi espada se ha quedado con ganas de matar hoy, y no es bueno provocarla.
Me giré hacia aquél hombre sin hija. Tardé unos segundos, me costaba decir lo que iba a decirle a ese hombre, pero todo era por la misión.
-Y tú, viejo. No puedes ni con una mosca, si este otro tipo no estuviera aquí estarías hecho pedazos. Pero dime. ¿Qué me das si encuentro a tu hija?
El grito de dolor de ese tipo invadió toda la sala. No era fácil hacerme ver como un tipo peligroso, era justo lo que más odiaba hacer. Pero era necesario interpretar este papel para lograr cumplir mi misión con discreción. Me dejé caer con la rodilla hacia su pecho, caí con fuerza pero tratando de no causarle graves daños al su cuerpo, tampoco quería que muriese... Todavía. Puse mi rostro a escasos centímetros del suyo, mirándole a los ojos.
-Escúchame pedazo de mierda. Me has tocado los huevos, y no consiento que me toquen los cojones. ¿Entiendes? -El tipo asintió. Tenía el rostro inundado en sangre por esa herida, no supe cómo podría ver- Muy bien. Ahora vas a largarte por esa puerta. Y como te vuelva a ver la puta cara te arrancaré las pelotas y te las meteré por el culo.
Me levanté sacando la espada de su brazo, le pegué una patada en el costado. El tipo se levantó y se marchó corriendo, abandonando a su compañero que estaba a merced de aquellos dos. Si no era más que un sucio buscalíos de taberna no ocurriría nada, por lo cual no merecería morir, iría a sanar su brazo y la brecha de su rostro. Pero si era uno de los miembros de los piratas iría a su capitán y le hablaría de alguien que le ha plantado cara y le ha dejado en ese estado de una forma muy ridícula. Eso mellaría el orgullo del capitán, quien buscaría venganza. Los piratas no consienten que nadie más que ellos les enseñen lecciones a sus hombres, por no decir que el que alguien de su banda sea humillado desprestigia a su propio capitán.
Me aproximé a la mesa donde estaban interrogando al otro. Con la espada nuevamente envainada me senté justamente frente al otro tipo, aunque el tal Vulgrim se le había echado al cuello de una forma bastante agresiva. Tan solo me quedé mirandole a los ojos con los brazos cruzados y apoyados en la mesa. Fruncí el ceño y dije unas palabras con un tono bastante relajado.
-Así que hablamos de secuestro. Mirame maldito pedazo de mierda. -se giró hacia mí, eludiendo así responder al tal Vulgrim- Tienes dos opciones. Puedes elegir entre ser una buena persona y contarnos todo lo que sabes sobre el secuestro, o puedes elegir ser un hombre que se encuentre con sus ancestros. Mi espada se ha quedado con ganas de matar hoy, y no es bueno provocarla.
Me giré hacia aquél hombre sin hija. Tardé unos segundos, me costaba decir lo que iba a decirle a ese hombre, pero todo era por la misión.
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