El gran reencuentro [Priv. Pasado][Rose & Kuroi]

Amanecía. Las nubes oscuras que habían cubierto el cielo por la noche se iban desvaneciendo poco a poco en el cielo dejando paso a un color azul cristalino como el mar. Me asomé por el ventanal de la Dolce Vendetta y miré al cielo. Estaba divido en dos por la línea rosada que marcaba el amanecer. El cielo estaba separado como si fuese el bien y el mal, el día y la noche, el sol y la luna...

Me separé del ventanal y me tumbé en la cama. Llevaba varios días sin poder dormir, algo en mi interior me incomodaba. Observé cada rincón de mi camarote y recordé el del Red Love Machine. Todo había cambiado demasiado desde que dejé de ser una simple cazadora. Ya no me sentía tan feliz como antes aunque tampoco tenía muchas razones para estarlo. Todos mis amigos fueron desapareciendo uno a uno y los que decían que darían su vida por protegerme también se fueron.

-Debería ir a despejarme. - Dije en voz alta.

Ladeé la cabeza hacia el ventanal y cerré los ojos durante un buen rato, recordando todos los buenos momentos que había tenido a bordo de este banda, esperaba no olvidarlos nunca. Suspiré y me levanté de la cama. Ya que no podía dormir lo mejor sería ir a dar un paseo y dejar de pensar en cosas. Salí a cubierta y miré al cielo. Hacia el oeste todavía se podían ver varias estrellas en el firmamento. El olor del aire era húmedo como si estuviese lloviendo aunque era normal por la nieve. No sentía frío pues gracias a mi akuma la temperatura de mi cuerpo era siempre caliente. Me transformé en tigre negro y de un salto bajé a tierra. Recorrí los bosques hasta que llegué a un pueblo. Aún no había nadie por las calles. Volví a mi forma normal y seguí caminando con tranquilidad.

Los copos de nieve caían lentamente sobre las hojas de los árboles derritiéndose al instante. De las hojas de los árboles caían gotas de agua helada que si rozaban la piel hacían estremecerse. Extendí la mano y dejé que esos copos cayeran sobre mi piel para que se derritiesen. Quizás se derretían por mi temperatura corporal al no padecer frío el calor estaba presente. Que extraño... Yo misma aseguraba que mi corazón estaba cubierto por una capa de hielo irrompible y que nadie era capaz de derretirla, ¿Habría alguien capaz? Quien sabe. A lo mejor termina por derretirse sola y vuelvo a ser la chica vulnerable de hace años aunque... no me importaría volver a serlo. Así al menos podía ser feliz.

Caminé durante un rato bajo la nieve sacudiendo a cada poco mi chaqueta escarlata. La tormenta de nieve poco a poco comenzó a amainar y la niebla que había sobre el cielo comenzó a disolverse. Ya podía caminar con tranquilidad y calma. Necesitaba meditar y tener un poco de paz conmigo misma, por eso me gustaba tanto esta isla, solía sacar mi yo mi tranquilo. Suspiré y seguí caminando. Tras un rato así vi necesario volver al barco y mandar a recoger víveres a los de la banda, si no se les decía nada seguro que se tiraban toda la mañana durmiendo, panda de vagos...

Decidí dar la vuelta y tras un rato alguien me agarró de la cintura. Intenté darme la vuelta y lo único que vi era pelo blanco. Lo empujé hacia atrás y saqué mis dos katanas. Había mencionado a Kuroi y me quedé un tanto paralizada. - ¿Quién eres y por qué me hablas de Kuroi? ¿Cómo sabes mi nombre? - Tomé una pausa. El aspecto del muchacho me llamó demasiado la atención. - ¡Habla! - Dije apuntándole con las katanas enfadada. - ¿De qué conoces a Kuroi? Hace años que no sé nada de él, está muerto. ¿Te parece bonito jugar así con las personas? - Necesitaba averiguar más sobre ese individuo que apareció así de la nada. Me dolía que me recordasen la gente que desapareció de mi vida. - Perdona si he sido brusca... No quería que llorases. - Dije disculpándome.

Seguía esperando las explicaciones. Hubo un rato en el que los dos guardamos silencio. Estaba deseando que hablase y me explicase todo. Había quedado confusa ante tales palabras y la mejor forma de solucionarlo era con las palabras. No quería ser nada brusca ni borde, pero en este momento no era capaz de estar tranquila, los nervios me asolaban y me impedían sentirme bien. ¿Por qué me ponía así por un simple nombre? No era un nombre cualquiera, era el de Kuroi, un buen amigo que desapareció de la noche a la mañana. Estúpida amistad... un día te da ayuda y al día siguiente vuelves a estar sola, en una oscuridad más profunda en la que te ves imposible de salir.

Me crucé de brazos esperando a que hablase. Estaba ansiosa de escuchar sus palabras aunque parecía que no era capaz de pronunciarlas. Vamos... dilo... Pensé. Le miré de arriba abajo y luego llevé la vista hacia el lado izquierdo. Todo estaba lleno de árboles y los copos de nieve caían suavemente. Sus palabras me despejaron de lo que estaba mirando. Una vez comenzado a hablar le presté suma atención.

Sus palabras se quedaron grabadas a fuego en mi interior como si un hierro candente abrasase mi piel. Me eché hacia atrás y moví las manos de un lado a otro. Era imposible, pero... ¿Cómo es que estaba vivo? No sabía si alegrarme o enfadarme por lo que había hecho. En mi interior había una gran confusión y no sabía que hacer con claridad. Finalmente Kuroi estaba vivo y quizás solo debiera de preocuparme por eso, pero no quedaría así. - Kuroi... - Murmuré mirándole. Me acerqué a él enfadada y alcé mi mano. La dirigí con toda velocidad para que chocase contra su mejilla dejándola roja, puede que incluso le hiciera retroceder un poco por el golpe. - ¿Por qué te fuiste? ¡Se suponía que eras mi amigo! ¡Confié en ti y desapareciste! - Tras eso me volví acercar a él y le abracé, apegándolo lo más que pude a mí para que no se separase. - Te he echado mucho de menos. - le susurré. Y sin separarme de él le comenté. - Más te vale que esta vez cumplas tu palabra.

El tiempo se paró con el abrazo, o eso me lo pareció a mí, sin embargo tan solo fueron varios minutos en los que el tiempo dejaba de correr y por una sola vez parecía detenerse, todo congelado a nuestro alrededor salvo nosotros. Se puede decir que nunca había abrazado a nadie de la misma forma con la que lo abracé a él. Aparté los mechones pelirrojos de mi frente y sonreí al verle. Se me hacía raro ver su nueva apariencia, creo que en cierto modo extrañaba al antiguo Kuroi, ya que este parece ser demasiado diferente. Unos recuerdos llegaron a mi mente, como una especie de visión. Los dos juntos charlando y tomando café, hace tres años... Suspiré. La amnesia poco a poco iba desapareciendo cada vez más. Sin embargo, no era capaz de recordar como le conocí.

Esas palabras me dejaron anonadada. Me separé lentamente de él y le miré a los ojos. Mi expresión denotaba cierta tristeza. Esas dos palabras tan simples, pero que eran capaces de hacer florecer algo en los corazones eran muy fuertes. Pero mi corazón ya se había curado de ellas y ya no solían surgir efecto. Poco a poco el hielo fue rodeándolo hasta crear una gran capa incapaz de derretirse. En el fondo él tenía demasiada razón. Nunca podría funcionar. Me dejé caer en la nieve y apoyé mis brazos sobre las rodillas, esperando a él se sentara a mi lado.

- Kuroi... Yo... Si nunca hubieses desaparecido - Sonreí. - Quizás tendrías un lugar en mi corazón. Yo te quiero como un amigo, como un hermano que siempre va a estar ahí para ayudar y que yo también estaré para ti. - Tomé una pausa. - Nuestros caminos siempre han estado unidos desde la primera vez que te vi en cuanto apareciste por el barco. Nuestras charlas interminables... algo que nunca terminará. Lo único malo es que no recuerdo como nos conocimos. Mi amnesia me hizo olvidar cosas, pero no todas. Y seguramente tu tampoco lo recuerdes. - Cada vez me costaba más hablar. - Perdón. Perdón por haber perdido tu pista. Perdón por no buscarte y obligar a quedarte a mi lado. Perdón... Tuve la oportunidad de haber ido tras tuya, pero tomé la decisión equivocada. Lo siento Kuroi. - Me quedé sin voz en ese momento y lo único que hice fue guardar silencio.

Sus palabras me conmovieron. Por alguna extraña razón nunca le había llegado a olvidar, ni siquiera cuando tuve la amnesia. Siempre permaneció ahí. Oculto y a la vez visible. Era alguien que desaparecía, pero al fin y al cabo regresaba a mi lado. No pude evitar sonreír y soltar una lágrima de alegría. Ha pasado mucho tiempo, demasiado diría yo, pero ahora tocaría recuperarlo de nuevo. Sin embargo, la forma de querer de Kuroi comparada con la mía eran diferentes. Ambos teníamos un distinto concepto y el suyo no sería bueno para los dos, el mío quizás fuese el más considerable teniendo en cuenta nuestra situación. Refroté los ojos y miré hacia el cielo.

- Te has perdido cantidad de cosas, pero tranquilo. Tres años los recuperaremos pronto. Te contaré todo para que te sientas capaz de vivirlas como si hubieses sido el protagonista de la historia. De todas formas he conseguido aguantar momentos duros yo sola sin ayuda de nadie, aunque bueno, a veces no está mal tener a alguien para poder apoyarse y no caer. - Me puse de pie y sacudí la nieve de mi ropa. - No sientas nada de eso. - Dije con cierta tristeza. - Crim me ha dejado un regalito que pronto verás en el barco y por lo del resto... son cosas que pasan. Es el destino y no se puede luchar contra él.

Me crucé de brazos al seguir escuchando sus palabras y estiré mi mano para ayudar a levantarlo. - No te voy a obligar a que te quedes conmigo en la banda, pero si es tu decisión... la aceptaré. Siempre fuiste y serás bienvenido en los Hijos de la Anarquía. Tu y yo lideraremos esta banda de nuevo y nuestros nombres volverán a resonar con fuerza por los mares. Es el momento de volver a nuestro esplendor. - Tras esto miré el cielo y luego a los lados. - Si seguimos aquí temo que te congeles y te pierda de nuevo. - Sonreí. - Vayamos a una posada, allí hará algo de calor y te daré una cosa. - Comencé a caminar unos pasos y me giré. - Vamos, Kuroi.

Al final se quedaba. Ojalá fuese por mucho tiempo, pero algo en mi interior me hacía dudar. Quizás era la desconfianza que siempre me asolaba ¿Por qué no podía creerlo de verdad? Tsk... Haría el esfuerzo de intentarlo de verdad, merecía la pena. Los copos de nieve que caían cada vez eran más espesos y se iban acumulando en el suelo aumentando la capa blanquecina que se deshacía al tiempo que la pisábamos.

A ratos le miraba de reojo y sonreía. Estaba feliz, me sentía como antes, no estaba así desde hace mucho tiempo. Y pensar que habían tenido que pasar 3 largos años para volver a encontrarle ¿Volvería a ser todo como antes? Quería comprobar si todo entre los dos había cambiado o permanecido intacto desde el momento en el que desapareció.

¿Un fuego encendido? No me gustaba compartir, y menos lo que era mío, pero el calor lo proporcionaba yo y con el no tendría mucho problema. Le miré de manera pícara y pasé el brazo por su espalda para pegarlo a mí, no quería que se congelase ahora que le había encontrado. Un poco después llegamos a la taberna, dentro se notaba la calidez que desprendía el fuego de leña que tenían al fondo de la sala. Que solo tuviesen una habitación no me preocupaba, tenía la confianza suficiente para dormir junto con alguno de la banda.

-Un chocolate caliente, por favor. - Pedí al camarero que nos preguntó qué íbamos a tomar. El chocolate me perdía y caliente aún más, sobre todo por el sabor, era una de mis bebidas preferidas aunque solamente lo tomaba en lugares como este que siempre iba bien acompañado. En cuanto pedimos el señor se retiró y dejó la bebida sobre la mesa. Se lo agradecí y volvió a retirarse. Pegué un sorbo a mi taza pero esta estaba ardiendo así que la dejé sobre la mesa.

Cogí la mano de Kuroi y le miré a los ojos. De mi bolsillo saqué una pequeña tarjeta y se la puse en la palma de la mano. - Aunque estés a mi lado quiero que lleves esta vibre card siempre contigo. Solo así puedo asegurarme de que estás bien. Yo tengo otra, si... algún día, por cualquiera razón uno de los dos desaparece podrá usarla y así encontrarnos de nuevo. ¿Vale? - Sonreí.