Deja-vu (Un reencuentro)

Karakuri, una isla que al cazador le traía recuerdos. Recuerdos de frío, de calor y de chocolate. Parecía haber pasado una eternidad desde la última vez que había pasado por aquella congelada isla. Y ahora que había regresado, y volvía a pisar aquella helada tierra, tenía la sensación de que el tiempo no había transcurrido. Sin embargo, muchas cosas habían cambiado desde entonces.

El cazador caminó hacia la misma posada, abrigado con una enorme capa gruesa, y se sentó en el mismo lugar que aquella vez. Pidió una taza de chocolate y se sentó en uno de los sillones que había en el lugar. Observaba la puerta, como si en cualquier momento Rose fuera a aparecer por allí. El cazador sabía que aquello era imposible, pero le habría parecido bastante agradable que aquel encuentro se repitiese.

- Señor, su chocolate. -le dijo un hombre, al tiempo que le tendía una humeante taza. El chico la agarró con la mano, sintiendo el calor del chocolate hirviendo a través de la porcelana. No le molestaba, estaba acostumbrado al calor y al fuego, aquello era algo más bien irrisorio.

El chocolate caliente se deslizaba lentamente por la garganta del chico cuando la puerta del local se abrió de golpe. El chico arqueó la ceja con interés, viendo a la persona que acababa de entrar, mientras retiraba la taza y la apoyaba en una mesilla a su lado.

- Vaya... -dijo.

La pelirroja entró en la posada, y lo vio allí. Se acercó hasta él y le saludó, diciendo que aquello parecía cosa del destino. El cazador no pudo evitar sonreír ante aquella afirmación.

- Pues sí. La verdad es que no esperaba verte aquí... -el chico sonrió y le tendió la jarra de chocolate-. ¿Quieres un poco?

Tras eso, le señaló la entrada a las escaleras, que llevaban al segundo piso del local, donde estaban las habitaciones. Aquellas calurosas habitaciones donde Byakuro había pasado noches aún más calurosas. Se puso algo rojo al recordar la situación, y observó a la pelirroja, ¿por qué siempre que se encontraban acababa pensando en hacer el amor con ella en todos los sitios que hubiera disponibles? Ah, ya... por la libido.

- ¿Te vas a quedar a dormir aquí? ¿O he de suponer que solo has venido a tomar algo y largarte? -preguntó en un susurro.

Byakuro dio un corto sorbo del chocolate hirviendo antes de volver a ponerlo en la mesita. Luego se limpió de chocolate las comisuras con un pañuelo que había en la mesa y observó a la pelirroja con una sonrisa en los labios.

- Bueno... tal vez el destino haya querido que nos viésemos hoy aquí. Te dije que nuestros caminos estaban unidos -el chico extendió la mano y la posó sobre la de ella-. Tal vez esto sea una prueba de ello, ¿no crees? -tras eso, el chico se llevó la mano a la barbilla y se apoyó ligeramente-. La verdad es que no sé qué voy a hacer. Ahora que has aparecido, tal vez me plantee el quedarme un poco en esta isla... -le guiñó el ojo con complicidad.

El cazador estaba bastante cómodo en el sillón con sus ojos clavados en los de su acompañante. Quería ver qué clase de reacción tendría si... el chico se inclinó hacia delante y la besó con pasión en los labios.

- Lo siento, me apetecía volver a probarlos una vez más... -dijo, sonriendo.

Byakuro sonrió cuando ella le dio el segundo beso. El cazador se levantó con una sonrisa pícara y dijo:

- Por supuesto que no soy el único -su mirada se paseó por la cara de ella-. Pero querría probarte más... a fondo. Y eso no se vería muy bien en este lugar tan poco... privado. -el chico agarró la taza humeante, y tras bebérsela de un solo trago, se dirigió a la barra, donde pidió un cuarto doble.

El hombre que atendía el lugar le dio una llave plateada y le señaló la puerta al piso superior. El chico asintió con una sonrisa divertida y empezó a caminar hacia la puerta. Dejaría que Rose decidiera si quería acompañarlo... o prefería quedarse abajo y dejarlo solo. En cualquiera de los casos, la habitación estaba pagada, así que el chico quedaría a dormir en aquel lugar esa noche.

- Aaaaah... -suspiró-. Esto puede ser divertido.

Byakuro abrió la puerta de la habitación doble. Una cama de matrimonio con ropa bordada y gruesas mantas, ocupaba un lado del cuarto, con dos mesitas de noche flanqueándola. Al otro lado, una mesa de escritorio con una silla, además de un pequeño baño con ducha y bañera. El cazador tuvo una imagen nebulosa en su cabeza.

- Oye, Rose... -le dijo mientras entraban en el cuarto y él cerraba la puerta-. ¿Te apetece una ducha? De esas en las que sales más sucio de lo que entras... -el cazador sonrió, mostrando sus dientes blancos y relucientes.

Tras ese comentario, el chico se quitó el abrigo, dejándolo caer al suelo. Ya lo recogería más tarde. Tras eso, el chico se quedó a medio camino entre el baño y la cama, dejando así que ella eligiera el dónde y el cómo.

Byakuro entró en el baño, al tiempo que su ropa caía al suelo tras él. Su cuerpo mostraba cicatrices de guerra, marcas de cadenas que llevaría el resto de su vida. Todas ellas, sin embargo, lejos de darle un aspecto horrible, tan solo potenciaban más aún una especie de belleza que poseía, la belleza de un cuerpo curtido y avezado.

- Creo... que si nos vamos a duchar... deberías quitarte eso... -dijo el cazador mientras posaba las manos en la cintura de la chica, y las iba moviendo hacia arriba, despojándola de la camiseta negra de tiras, y mostrando centímetro a centímetro de piel-. Mmmm... que bonita vista, ¿no? Aunque... podría ser mejor. -de un último movimiento, tiró de la camiseta hacia arriba, para quitársela a la chica de pelo rojo.

Una vez hubo terminado con la camiseta, bajó de nuevo las manos hasta el trasero de Rose, y empezó a tirar del pantalón con lentitud hacia abajo, para terminar dejando a la chica en ropa interior. Tras eso, sonrió y le susurró al oído:

- Te espero dentro, preciosa. -el chico se metió en la ducha y abrió el grifo, dejando que el agua fría se deslizara sobre su cuerpo, a la espera de que se fuera calentando poco a poco.

Aquel beso bajo el agua cálida le dio la vida al cazador, que deslizó las manos por la cintura de Rose, para juntarlas de nuevo en su espalda, y tiró de la pelirroja hacia él, bajo el chorro de agua. Sus cuerpos empapados se rozaron bajo aquella lluvia artificial, mientras ambos disfrutaban de un beso largo e intenso. El pelo del chico se pegaba a su frente, impidiéndole ver con claridad, pero no le importaba. Con sus manos empezó a tantear a la pelirroja, por su húmeda piel de mujer.

- Esto es agradable. Podría estar así mil vidas. -le dijo al oído, algo ahogado por el sonido de la ducha, aunque suponía que ella entendería el mensaje.

Tras eso, agarró un bote de jabón y sonrió de forma traviesa. Cerró el paso de agua y abrió el botellín, vertiendo una generosa cantidad en los pechos de ella, dejando que el espeso gel se deslizase por ellos como un torrente de miel dorada.

En cuanto Byakuro sintió los labios de Rose posándose en los suyos, presionando levemente para fundirse en un beso. El jabón resbalaba en forma de espuma por los cuerpos de ambos, que se frotaban, rozaban y acariciaban. Byakuro prosiguió el beso con intensidad, mientras el agua caía sobre ambos, empapándolos y limpiando sus cuerpos.

- Bueno... Rose. -el cazador bajó las manos por la cintura y caderas de la chica hasta su entrepierna-. ¿Qué pasa si hago esto? -con un rápido movimiento el cazador empezó a tocar entre las piernas de la chica, frotando con intensidad la zona, tratando de estimularla.

La espuma empezaba a irse por el sumidero, aunque algo le decía a Byakuro que saldría de aquel cubículo más sucio de lo que había entrado.

- Rose... -la besó, con intensidad y pasión.

Byakuro sonrió ante la suave voz entrecortada de la pelirroja. Mientras los dedos de la chica se deslizaban sensualmente por su cuerpo, casi de una forma ritual, el chico pensó en que lo que más quería en aquel momento era no separarse de los jugosos labios de Rose, seguir aquel beso hasta que ambos quedasen exhaustos y la falta de aire les obligase a separarse para respirar de nuevo. Y entonces el hechizo se rompió, cuando ella se separó ligeramente de él. Su mano había llegado a un punto sensible, justo sobre la entrepierna del chico, que sentía el tacto suave de la mano de la mujer sobre las cicatrices de su cuerpo. Un ligero sonido de satisfacción suave se escapó de entre sus finos labios cuando ella empezó a juguetear por la zona con la mano, al tiempo que presionaba los labios contra su cuello, haciendo que el chico suspirase y entrecerrase los ojos, dejándose llevar por la sensación del beso. Sus manos se movieron lentamente hacia arriba de nuevo, pasando por el empapado y aún algo jabonoso cuerpo de Rose, posándose con firmeza en sus pechos y apretándolos ligeramente.

- R-Rose... creo que... será mejor seguir fuera de... la ducha. -su voz estaba entrecortada, debido a las ganas de mantenerse medianamente firme ante los estímulos que le estaba dando la joven de pelo escarlata y curvas de infarto.

Soltó uno de los senos de la chica y cerró el grifo del agua, para después empujarla con suavidad para salir de la cabina de la ducha. Aprovechando el momento, movió su boca cerca del cuello de la chica, abriéndola levemente y mordiendo, con intensidad pero sin intenciones de hacerle daño o dejarle alguna marca. El chico entonces paseó su lengua por la piel expuesta de su amante, y tras unos segundos se separó de nuevo, abriendo la puerta del baño y mostrando el cuarto y la tentadora cama que parecía invitarles a tenderse en ella. Byakuro así lo hizo, caminando aún desnudo hasta el catre y tumbándose lentamente boca arriba, mirando divertido a Rose.

Rose se colocó sobre él, paseando sus manos por su cuerpo, recorriendo los surcos del mismo con sus finos y suaves dedos, mientras poco a poco iba extendiéndose sobre el cuerpo del cazador, en una posición de dominación y al mismo tiempo vulnerabilidad. Empezó a besarlo, primero con un suave roce, después con una más que intensa presión de labios contra labios, boca contra boca. Las lenguas de ambos se cruzaban, acariciaban, se tocaban en un vals en el que el salón de baile eran ambos, y el público, sus cuerpos, que parecían responder ante el beso. Byakuro sintió un movimiento de caderas sugerente por parte de la chica de pelo rojizo, que sin duda lo excitó más aún de lo que estaba, mientras los dedos de ella se entrelazaban con los suyos propios, agarrándose a él mientras seguía besándolo con la intensidad y la pasión de dos jóvenes enamorados, pero con la seguridad de una chica que ya lo conocía bien, y que sabía cómo debía proceder en cada gesto con él.

- Rose-chan... -su voz estaba entrecortada, y su respiración se había acelerado. El chico llevó su mano a la intimidad de la pirata, acariciándola antes de agarrar su propio miembro y colocarlo en posición para iniciar la siguiente parte del erótico ritual que estaban llevando a cabo-. Te dejo hacer los honores... muéstrame tus dotes de pirata... Soy tu tesoro, hazme tuyo... -el chico temblaba ligeramente ante ella, con una actitud de indefensión y sometimiento totales a lo que la chica decidiese hacer con él.