Es tan sólo una isla tropical inexplorada, ¿qué podría ir mal? [Conquista de isla]

El viento fresco empieza a despejar la cabeza enturbiada de Byakuro, el cual agradece el poder volar sin muchas preocupaciones. El efecto del afrodisíaco parece haberse pasado, al menos lo suficiente como para poder pensar con claridad. El chico observa frente a él, y ve la meseta que rodea el centro de la isla. Aquello lo recordaba. Lo que no recordaba tan bien era aquella enorme estructura metálica que alguien parece haber puesto en el centro de la selva. El chico mira a Yoko con preocupación. No sabe si es buena idea que vaya con él.

- Yoko. Quiero investigar ese edificio, pero es probable que sea un lugar peligroso -la mira seriamente-. Si te ocurre algo malo, no podría perdonarme el haberte traído. -el chico la mira, esperando alguna respuesta por parte de la chica.

Cuando ella dice que quiere ir, el chico suelta un suspiro y empieza a volar hacia el edificio, aterrizando a unos pocos cientos de metros, en un árbol. No le apetece volver a encontrarse con los perros de caza, pero volar sobre el edificio sin duda delataría su posición. Una vez en la rama, el chico mira a Yoko.

- Está bien... voy a ir hacia el edificio. Puedes venir conmigo, pero si ves que me ocurre algo malo, corre y sal de la isla. Mostaza estará en la playa esperando -el chico apoyó la frente en la de ella-. ¿Estás lista, Yoko-chan? -dijo mientras preparó su bastón-. Recuerda todo lo que te he enseñado, y todo saldrá bien.

Byakuro vio dos proyectiles provenientes de delante, clavándose en el tronco, uno a cada lado de ellos dos. El cazador empezó a escuchar un pitido cada vez más fuerte, por lo que alzó los brazos en paralelo y generó una explosión con los pies, con la potencia suficiente para reventar la rama en la que se encontraban. El chico entonces creó dos explosiones en los brazos, impulsándose hacia abajo con fuerza y tapándose la cara. El chico sintió la fuerte explosión sobre su cabeza, que hizo saltar corteza y astillas del árbol como si de metralla se tratase. Fuera lo que fuera que hubiera en aquella isla, estaba claro que no quería que ellos dos estuviesen en la isla.

- Buffff... -algunas astillas le habían atravesado limpiamente en las zonas de tinta, pero un par de ellas se le habían clavado en los brazos, pese a haberlos endurecido con haki al no darle tiempo a volverse fluido en todo el cuerpo.

Nada más aterrizar en el suelo, el chico miró alrededor, alarmado. ¿Dónde estaba Yoko? El cazador trató de buscar su presencia con el mantra. No podía dejar que le ocurriese nada malo. Iba a moverse para empezar a buscarla, cuando una red pasó a su lado. Un robot tras el árbol parecía apuntarle con mala hostia. El cazador se giró hacia él y lo miró con odio.

- Lárgate... -gruñó mientras sacaba su bastón y se preparaba para pelear. Le daba igual quedar desprotegido frente a otros ataques, pensaba vencer a esa máquina y salvar a su compañera, estuviese donde estuviese. Cubrió su espalda con haki armadura y se tensó.

Byakuro gruñó, mientras el robot lo apuntaba con sus armas. El chico ya estaba completamente en forma etérea, y dudaba de que un robot sin aura pudiese emplear haki, por lo que se giró buscando a su compañera. Su aura estaba cerca, y a ella sí que podían darle las balas. El albino activó unas llamas verdes en su cuerpo, que pronto empezaron a recorrerlo, y al mismo tiempo, otras llamas de color dorado brotaron de su espalda y cuello, envolviéndolo. La mezcla de llamas se fusionó hasta lograr una única flama blanca que lo cubría por completo.

El chico gritó mientras echaba a correr hacia su compañera, que por suerte no estaba lejos, y fue entonces cuando el cazador sintió algo extraño: una presencia acababa de aparecer de la nada. Un ninja, armado con una espada. Byakuro no podía detener al misterioso asaltante, por lo que alrededor de su cuello se formó un collarín de energía, y de su boca brotó una especie de larga lengua de energía. El chico trató de agarrar el filo de la katana con ella para desviar o detener el golpe, mientras lanzaba dos cadenas de energía a los pies del hombre, tratando de agarrarlos. Si lo lograba, tiraría de ellas para tirar al ninja al suelo.

- ¡No! -gritó mientras trataba de evitar el asesinato. Sus cadenas y lengua iban imbuidos en llamas de color blanco también. Había visto los extraños proyectiles que el otro robot había lanzado al suelo, y no pudiendo esperar nada bueno, se envolvió en una armadura de tinta, tratando de protegerse de cualquier posible explosión. También contuvo el aliento por si aquellas esferas lanzaban algún tipo de gas.

Byakuro saltó hacia delante, tratando de evitar la explosión de las minas que había visto lanzar al robot instantes antes, y de pronto se vio cegado por unas bombas de humo que llenaron el lugar de gas oscuro y cegador. El cazador estaba en problemas. Metió la mano en su bolsa justo cuando un estridente y molesto ruido le hizo apretar los dientes. Era similar al desagradable ruido de un tenedor rayando una pizarra, y le crispaba los nervios. El albino metió las manos en su bolsa mientras saltaba hacia delante en una voltereta, con el suelo reventando bajo él y sacó dos pequeñas conchas de color rojo y lila, respectivamente. Su cuerpo protegido por la armadura de tinta le protegió de la mayor parte de la explosión, lo que unido a su haki le protegió de las esquirlas de roca que se habían levantado con los estallidos.

El ninja había desaparecido, pero Yoko y él seguían en peligro. Al no ver nada, tan solo podía dejarse guiar por el mantra. Una sensación extraña apareció a su espalda, ante lo que el cazador alzó las manos, tratando de cubrirse del ataque con el dial de impacto mientras disparaba el dial láser. El enemigo podía ser rápido, pero no más que un láser.

El cazador sintió un fuerte dolor cuando la espada atravesó su armadura de tinta parcialmente, rasgándole la piel. Por suerte, su velocidad era suficiente como para evitar daños mayores, y su cuerpo era más resistente a los golpes y cortes. El cazador gritó mientras soltaba las otras dos cargas de su láser contra el ninja, intentando rematarlo antes de que volviese a desaparecer. No merecía misericordia, después de haber intentado matar a su compañera.