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Ichimura Hachiro
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A medida pasaban los minutos, iba entrando más gente en el comedor. Primero entró una chica rubia demasiado ligera de ropa que no pareció reparar en su presencia. Tanto daba. Continuó con sus meditaciones, preparándose para el nuevo día. Como todas las mañanas, hacía aquellos ejercicios para calmar su cuerpo y su mente tras los horrores que contemplaba en sus sueños durante la noche. Nadie pareció tener intención de importunarle, cosa que el samurai agradeció. Al cabo de un rato, sin embargo, alguien sí se dirigió a él. El samurai alzó la mirada y se encontró a Byakuro frente a él. Hizo un breve movimiento de cabeza a modo de saludo, y le contestó:
- Sí, tras el desayuno tenemos entrenamiento. Tiene aun que pulir mucho su técnica.
En ese momento entró el susodicho en la estancia. Shun le dirigió una breve mirada, preguntándose por qué había aceptado aquella locura. Adiestrar a un traidor a los preceptos del bushido... pensar que lograría hacer que recuperase su honor había sido una idiotez. Probablemente acabaría teniendo que asesinarlo. Suspiró, y dejó de prestarle atención. Se fijó en el resto de los miembros del gremio. Había bastantes mujeres, a cada cual más joven que la anterior. No era que no se fiara del criterio de Byakuro, pero, ¿en serio aquella gente eran cazadores de recompensas? Sólo la rubia de ropa indecente tenía un aura digna de ser tenida en cuenta, a parte del propio Yonkaikyo. Otra chica más entró en la sala, acompañada por un ave. El samurai cerró los ojos y retomó sus meditaciones, ignorando el ruido de su alrededor. Podía captar otra presencia aproximándose por el pasillo... una que rezumaba una sensación intensa. ¿Frustración? ¿Ira? No lo tenía claro. El peliblanco sin embargo entró antes, portando consigo una bandeja llena de una especie de "recipientes" de pan con un huevo en su interior. Notando el hambre corroyendo sus entrañas, el samurai tomó uno y se preparó para dar cuenta del mismo.
- Itadakimasu - replicó a su amigo.
Estaba dando el primer bocado en el momento en que la puerta se abrió. Parecía que aquella misteriosa presencia se había decidido a entrar. Era otra mujer joven, pero muy diferente a las otras. Entrecerró los ojos. Tanto la de ropas indecentes como la pelirroja, la morena y la chica del búho parecían rezumar felicidad a su lado. Esa chica ni siquiera parecía estar a gusto allí. En fin, no era asunto suyo. Continuó comiendo con algo de ansia pero sin perder los modales. Anoche había cenado poco, y además aquello estaba buenísimo. La chica de mal genio preguntó entonces por alguien. Shun se concentró un instante; sólo había una presencia fuera del comedor. Y se imaginaba quién era.
- Si os referís al gyojin está en cubierta, señorita-san - contestó el ronin con cortesía antes de seguir comiendo - Kazuo, en cuanto acabemos de comer te quiero en el gimnasio. Tenemos mucho trabajo por delante - dijo tras tragar el siguiente bocado a su discípulo. Su tono fue educado y ligeramente informal, pero la mirada que le dirigió iba cargada de frialdad.
- Sí, tras el desayuno tenemos entrenamiento. Tiene aun que pulir mucho su técnica.
En ese momento entró el susodicho en la estancia. Shun le dirigió una breve mirada, preguntándose por qué había aceptado aquella locura. Adiestrar a un traidor a los preceptos del bushido... pensar que lograría hacer que recuperase su honor había sido una idiotez. Probablemente acabaría teniendo que asesinarlo. Suspiró, y dejó de prestarle atención. Se fijó en el resto de los miembros del gremio. Había bastantes mujeres, a cada cual más joven que la anterior. No era que no se fiara del criterio de Byakuro, pero, ¿en serio aquella gente eran cazadores de recompensas? Sólo la rubia de ropa indecente tenía un aura digna de ser tenida en cuenta, a parte del propio Yonkaikyo. Otra chica más entró en la sala, acompañada por un ave. El samurai cerró los ojos y retomó sus meditaciones, ignorando el ruido de su alrededor. Podía captar otra presencia aproximándose por el pasillo... una que rezumaba una sensación intensa. ¿Frustración? ¿Ira? No lo tenía claro. El peliblanco sin embargo entró antes, portando consigo una bandeja llena de una especie de "recipientes" de pan con un huevo en su interior. Notando el hambre corroyendo sus entrañas, el samurai tomó uno y se preparó para dar cuenta del mismo.
- Itadakimasu - replicó a su amigo.
Estaba dando el primer bocado en el momento en que la puerta se abrió. Parecía que aquella misteriosa presencia se había decidido a entrar. Era otra mujer joven, pero muy diferente a las otras. Entrecerró los ojos. Tanto la de ropas indecentes como la pelirroja, la morena y la chica del búho parecían rezumar felicidad a su lado. Esa chica ni siquiera parecía estar a gusto allí. En fin, no era asunto suyo. Continuó comiendo con algo de ansia pero sin perder los modales. Anoche había cenado poco, y además aquello estaba buenísimo. La chica de mal genio preguntó entonces por alguien. Shun se concentró un instante; sólo había una presencia fuera del comedor. Y se imaginaba quién era.
- Si os referís al gyojin está en cubierta, señorita-san - contestó el ronin con cortesía antes de seguir comiendo - Kazuo, en cuanto acabemos de comer te quiero en el gimnasio. Tenemos mucho trabajo por delante - dijo tras tragar el siguiente bocado a su discípulo. Su tono fue educado y ligeramente informal, pero la mirada que le dirigió iba cargada de frialdad.
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El chico permaneció en silencio, casi sin variar la postura, mientras continuaba entrando más y más gente en el comedor. Poco después de él entró otra de las incontables mujeres que poblaban el barco, de nombre Chrome si la memoria no le fallaba. Justo sobre su hombro se encontraba una especie de pájaro el cual, sumado al parche que cubría parte de su rostro, le daba un aspecto más parecido al de un pirata que al de un cazador de recompensas. Se preguntaba qué le habría ocurrido para perder el ojo, y mientras esa pregunta cruzaba su mente sintió un pequeño pinchazo justo encima del pectoral, lugar donde posó su mano. Estaba marcada como él, aunque supuso que los motivos serían muy diferentes... ¿O no? Ya lo descubriría más adelante. El búho albino se separó de la chica para "saludar" a todos los allí presentes y, cuando se acercó a Kazuo, la chica se apresuró a disculparse.
- Es igual -respondió, sin perder de vista al pajarito, que siguió a su dueña hasta varias sillas más al fondo. Algo más alejado incluso que el castaño del resto.
Tras ella entró Titania, la mujer con la que había tenido aquel encontronazo minutos antes en la sala de meditación, la cual miró con... ¿Desdén? ¿Frialdad? A todos los demás tripulantes. Tras saludar de una forma que bien podría haber estado al nivel del espadachín, tomó asiento entre dos sitios vacíos y espero allí por el desayuno para inmediatamente después preguntar por el gyojin del barco. Kazuo, mientras tanto, se limitó a coger uno de aquellos recipientes con huevo que había preparado el albino y sin preocuparse demasiado por la presencia del resto comenzó a comérselo con calma, aunque esta sería rápidamente perturbada por su queridísimo maestro.
- Allí estaré, como siempre -le respondió, dedicándole una mirada similar a la que le lanzó él. Realmente debía de resultar difícil de comprender el por qué estos dos aún no habían intentado matarse mutuamente... Desde su primer encuentro, quiero decir. Le llevó escasos segundos terminar con aquél bocado y, sin entretenerse demasiado, se puso en pie- Gracias por la comida, Byakuro-san. Le esperaré en la sala de entrenamiento sensei. -se limitó a decir, pronunciando la última palabra casi a regañadientes y en un tono mucho más bajo que el resto de la frase.
Una vez dijo esto salió de la cocina y se puso en camino hacia el gimnasio. Realmente no le molestaba demasiado, más allá de tener que soportar la presencia del ronin, ya que comprendía que gracias a las enseñanzas de este cada día se volvía mucho más fuerte y, al mismo tiempo, se aproximaba a su objetivo: devolverle aquella humillación. Tuvo que respirar hondo varias veces para tratar de calmarse. No tenía sentido darle vueltas a aquello. Abrió la puerta del gimnasio y, una vez entró, se puso a hacer estiramientos mientras esperaba a que Shun se presentase.
- Es igual -respondió, sin perder de vista al pajarito, que siguió a su dueña hasta varias sillas más al fondo. Algo más alejado incluso que el castaño del resto.
Tras ella entró Titania, la mujer con la que había tenido aquel encontronazo minutos antes en la sala de meditación, la cual miró con... ¿Desdén? ¿Frialdad? A todos los demás tripulantes. Tras saludar de una forma que bien podría haber estado al nivel del espadachín, tomó asiento entre dos sitios vacíos y espero allí por el desayuno para inmediatamente después preguntar por el gyojin del barco. Kazuo, mientras tanto, se limitó a coger uno de aquellos recipientes con huevo que había preparado el albino y sin preocuparse demasiado por la presencia del resto comenzó a comérselo con calma, aunque esta sería rápidamente perturbada por su queridísimo maestro.
- Allí estaré, como siempre -le respondió, dedicándole una mirada similar a la que le lanzó él. Realmente debía de resultar difícil de comprender el por qué estos dos aún no habían intentado matarse mutuamente... Desde su primer encuentro, quiero decir. Le llevó escasos segundos terminar con aquél bocado y, sin entretenerse demasiado, se puso en pie- Gracias por la comida, Byakuro-san. Le esperaré en la sala de entrenamiento sensei. -se limitó a decir, pronunciando la última palabra casi a regañadientes y en un tono mucho más bajo que el resto de la frase.
Una vez dijo esto salió de la cocina y se puso en camino hacia el gimnasio. Realmente no le molestaba demasiado, más allá de tener que soportar la presencia del ronin, ya que comprendía que gracias a las enseñanzas de este cada día se volvía mucho más fuerte y, al mismo tiempo, se aproximaba a su objetivo: devolverle aquella humillación. Tuvo que respirar hondo varias veces para tratar de calmarse. No tenía sentido darle vueltas a aquello. Abrió la puerta del gimnasio y, una vez entró, se puso a hacer estiramientos mientras esperaba a que Shun se presentase.
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Una vez terminó de prepararse el café, se sentó en la mesa junto a los otros, encontrándose con la visión de Byakuro-san, quien acababa de entrar con una bandeja llena de comida, la cual en principio hubiera rechazado, pero tras rechazar la cena del otro día no podía permitirse ese lujo. La chica saludo al peliblanco al entrar, al igual que la mayoría de sus "compañeros", aunque con un tono menos animado. -Buenos días, Byakuro-san. Sí, es mi compañero.- respondió al hombre que acababa de dejar la bandeja sobre la mesa para que todos cogieran de esta su desayuno antes de que se volvieran a disipar por el resto del barco hasta que fueran llamados a comer.
La chica de oscuro cabello se acercó también y tomo dos de aquellas tartaletas de tostada con huevo, las cuales parecían un desayuno comprimido en esa forma. Una vez se sirvió, volvió a su sitio en la mesa y comenzó a comer mientras escuchaba a los demás conversando entre ellos, sintiendo especial interés en la conversación de los samurais, quienes por lo visto iban a ir a entrenar. "Quizá sea bueno pedir a Byakuro-san que entrenara conmigo..." Pensó mientras probaba otro bocado de su desayuno y partía otro trozo para Tsubasa, quien también parecía tener algo de hambre. Chrome acabó de comer poco después de que el chico de cabello castaño se marchase también. -Gracias por la comida.- Dijo antes de ponerse en pie y dirigirse a la puerta. -Byakuro-san, ¿Podríamos entrenar mañana?- Preguntó al tiempo que abría la puerta.
La chica de oscuro cabello se acercó también y tomo dos de aquellas tartaletas de tostada con huevo, las cuales parecían un desayuno comprimido en esa forma. Una vez se sirvió, volvió a su sitio en la mesa y comenzó a comer mientras escuchaba a los demás conversando entre ellos, sintiendo especial interés en la conversación de los samurais, quienes por lo visto iban a ir a entrenar. "Quizá sea bueno pedir a Byakuro-san que entrenara conmigo..." Pensó mientras probaba otro bocado de su desayuno y partía otro trozo para Tsubasa, quien también parecía tener algo de hambre. Chrome acabó de comer poco después de que el chico de cabello castaño se marchase también. -Gracias por la comida.- Dijo antes de ponerse en pie y dirigirse a la puerta. -Byakuro-san, ¿Podríamos entrenar mañana?- Preguntó al tiempo que abría la puerta.
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