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Nanami. Es un bonito lugar, así que he decidido llevarte a él. ¿Por qué? No sé, tal vez caminar y dar paseitos te ayude a que puedas refrescar y tener una mejor idea de tus pensamientos, porque sí, sé que estas pensando cosas que te podrían preocupar. Pero la voz que te narra te ayudará.
Veamos, para empezar te encuentras en medio del mar, interno en un pequeño bote de madera. Este consta de dos remos unidos a los bordes de la barca. Por el momento estaba colocados de tal forma que no se interpusiesen en el camino del agua, pues la barca se encontraba en movimiento sola, y estaba navegando gracias al propio oleaje. En la barca a parte de ti, había una pequeña bolsa, con alimentos y bebidas de emergencia. Esto estaría bien, la verdad es que no sabrías si podrás reabastecerte dentro de poco tiempo, así que eso fue lo mejor.
Divisas gaviotas por el cielo, eso quería significar que te encontrabas cerca de alguna costa. En la lejanía podías divisar una isla. ¿Cuál sería? Bueno, ya sabes que es Nanami, pero tu personaje no debe de saberlo aun.
Empezamos flojos, de una forma regular. La cosa es que me comentaron dónde te encontrabas y bueno, decidí viajar un poco. Hasta que lleguemos a costa, continuamos por las aguas cercanas a la isla, en el bote. Tan sólo te queda quedarte y esperar a que el bote llegue solo, o intentar ayudar y llegar antes con los remos. ¿Por qué? Meh, yo te lo digo.
Volveré más tarde.
Veamos, para empezar te encuentras en medio del mar, interno en un pequeño bote de madera. Este consta de dos remos unidos a los bordes de la barca. Por el momento estaba colocados de tal forma que no se interpusiesen en el camino del agua, pues la barca se encontraba en movimiento sola, y estaba navegando gracias al propio oleaje. En la barca a parte de ti, había una pequeña bolsa, con alimentos y bebidas de emergencia. Esto estaría bien, la verdad es que no sabrías si podrás reabastecerte dentro de poco tiempo, así que eso fue lo mejor.
Divisas gaviotas por el cielo, eso quería significar que te encontrabas cerca de alguna costa. En la lejanía podías divisar una isla. ¿Cuál sería? Bueno, ya sabes que es Nanami, pero tu personaje no debe de saberlo aun.
Empezamos flojos, de una forma regular. La cosa es que me comentaron dónde te encontrabas y bueno, decidí viajar un poco. Hasta que lleguemos a costa, continuamos por las aguas cercanas a la isla, en el bote. Tan sólo te queda quedarte y esperar a que el bote llegue solo, o intentar ayudar y llegar antes con los remos. ¿Por qué? Meh, yo te lo digo.
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Aquí estaba de nuevo, igual que como empecé. Después de irme de Kage Akuma, no conseguí encontrarles de nuevo, pueden estar escondidos, muertos, la banda disuelta... en fin. Volvía a estar solo en medio del mar, sin más equipamiento que mis fieles katanas y una bolsa de comida que cogí de la última taberna que visité en este mismo mar, el mar del Este. Este barco de madera era muy pequeño y parecía que en cualquier momento se fuera a hundir, menos mal que las aguas estaban tranquilas y el cielo despejado, si me llega a pillar una tormenta ahora no lo cuento.
Al fondo podía divisar un punto verde, parecía una pequeña isla selvática. Algo de esa isla no me gustaba, me daba mala espina, era como si algo maligno la habitase, es más, parecía que mi barca estuviera siendo atraída hasta la isla. Aquello era terrorífico. ¿Qué clase de maldad me esperaría allí? También podía ser que todo fueran imaginaciones mías y que mi supuesta "fuerza maligna" no fuera más que el simple y suave oleaje que me acercaba de forma lenta y constante. En fin, supongo que lo mejor sería que me calmara y que me dejara llevar.
Me tumbé boca arriba en el barco con las piernas haciendo un cuatro, ligeramente encogidas porque si no no cabía. Mientras que veía el cielo despejado, me relajaba viendo a las gaviotas revolotear y planear. Entre la suave brisa, el dulce oleaje y las gaviotas planeando, se me empezaron a cerrar los ojos. Llevaba ya varios días a la deriva y el cansancio empezaba a hacer acto de presencia, pero no me podía permitir confiarme en pleno mar abierto, siempre cabía la posibilidad de que me quedara dormido y que mi bote se desviara de la isla a la que me aproximaba. No me gustaría despertarme con una bolsa de comida sin una pequeña porción de tierra cerca.
Nunca me había gustado mucho dormir, así que me reincorporé, cogí los remos y comencé a remar lentamente para aligerar un poco el trayecto, estaba ansioso de poner los pies sobre tierra firme. Cuanto más me acercaba a esa isla, más me imponía. Parecía estar repleta casi al cien por cien de vegetación, toda la isla en su totalidad parecía ser una selva frondosa, o al menos es era la impresión que me daba desde mi punto de vista.
Mis temores volvían a asaltarme, nunca había oído hablar de aquella isla. Podría ser un refugio pirata, una base secreta marine, un hogar para tribus salvajes o simplemente un páramo deshabitado. Dudaba mucho que estuviera deshabitada, porque aquello parecía un lugar precioso, no me importaría vivir allí. La preciosidad de la isla es algo que tendría que juzgar en tierra y no desde la lejanía, de todos modos, cada vez estaba más cerca y sería solo cuestión de tiempo llegar. Decidí soltar los remos y quedarme sentado de piernas cruzadas oteando la costa por si divisaba algo sospechoso, mientras que la marea me seguía acercando cada vez más a aquella isla.
Al fondo podía divisar un punto verde, parecía una pequeña isla selvática. Algo de esa isla no me gustaba, me daba mala espina, era como si algo maligno la habitase, es más, parecía que mi barca estuviera siendo atraída hasta la isla. Aquello era terrorífico. ¿Qué clase de maldad me esperaría allí? También podía ser que todo fueran imaginaciones mías y que mi supuesta "fuerza maligna" no fuera más que el simple y suave oleaje que me acercaba de forma lenta y constante. En fin, supongo que lo mejor sería que me calmara y que me dejara llevar.
Me tumbé boca arriba en el barco con las piernas haciendo un cuatro, ligeramente encogidas porque si no no cabía. Mientras que veía el cielo despejado, me relajaba viendo a las gaviotas revolotear y planear. Entre la suave brisa, el dulce oleaje y las gaviotas planeando, se me empezaron a cerrar los ojos. Llevaba ya varios días a la deriva y el cansancio empezaba a hacer acto de presencia, pero no me podía permitir confiarme en pleno mar abierto, siempre cabía la posibilidad de que me quedara dormido y que mi bote se desviara de la isla a la que me aproximaba. No me gustaría despertarme con una bolsa de comida sin una pequeña porción de tierra cerca.
Nunca me había gustado mucho dormir, así que me reincorporé, cogí los remos y comencé a remar lentamente para aligerar un poco el trayecto, estaba ansioso de poner los pies sobre tierra firme. Cuanto más me acercaba a esa isla, más me imponía. Parecía estar repleta casi al cien por cien de vegetación, toda la isla en su totalidad parecía ser una selva frondosa, o al menos es era la impresión que me daba desde mi punto de vista.
Mis temores volvían a asaltarme, nunca había oído hablar de aquella isla. Podría ser un refugio pirata, una base secreta marine, un hogar para tribus salvajes o simplemente un páramo deshabitado. Dudaba mucho que estuviera deshabitada, porque aquello parecía un lugar precioso, no me importaría vivir allí. La preciosidad de la isla es algo que tendría que juzgar en tierra y no desde la lejanía, de todos modos, cada vez estaba más cerca y sería solo cuestión de tiempo llegar. Decidí soltar los remos y quedarme sentado de piernas cruzadas oteando la costa por si divisaba algo sospechoso, mientras que la marea me seguía acercando cada vez más a aquella isla.
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El mar se encontraba en calma, suavemente el navío se iba acercando cada vez más a la isla, y ano quedaban apenas “dos palmos”. El sol brillaba, era un bonito día. Todo el mar se encontraba calmado, tal vez demasiado… El mar no estaba para nada alterado, era como si no se moviera nada y que lo único que ahí tuviese vida fuese el bote, siendo atraído casi como por una fuerza sobrehumana hacia la isla. Si te fijabas en el agua, se podía ver super cristalina, si te daba por mantener la mirada estaba seguro de que podrías intentar ver el fondo. Soplaba un viento muy suave…
Definitivamente algo debía de ir mal. Es que es un cliché. Todo en armonía y muy bonito y de pronto sucede algo, ¿o no? Aunque tal vez me esté equivocando.
Pues no, mira vamos a ver qué tal. *Xiba gira la rueda de la fortuna* Mmmm, vale te ha tocado lo que ya me planteaba. Cof, Cof… ¡Y de pronto! –Sí, así es como salgo y vuelvo a entrar a la narración como si nada, je-. ¡De pronto un enorme rey marino apareció frente del bote. Parecía una anguila eléctrica, y era gigantesca. Era de color negro y alzó parte de su cuerpo hasta alcanzar los quince metros de altura, era gigantesca. Te miraba con sus ojos penetrantes, y abría la boca en señal de tener hambre. ¿Te he dicho ya que era gigantesca? Porque lo era. Vale, a lo mejor me he pasado un poco porque no has hecho nada malo, pero… Es raro. Normalmente los reyes marinos no suelen aparecer en mares tan calmados como este, ¿qué sucede aquí? ¿Acaso hay algo especial en la isla que proteger? En fin, sea lo que sea, parece que este bichejo no te va a dejar pasar así por las buenas. ¿Qué piensas hacer? ¿Vas a atacar al rey marino, o decidirás cambiar tu rumbo? Debo decir que el Rey marino parece hostil, pero podría haberte atacado ya y no lo ha hecho. Tal vez sólo quiera jugar, o tomar el sol. Quién sabe, ah, espera, yo lo sé, pero no te lo voy a decir, muahahaha (?)
El caso, ¿Vas a luchar o a recapacitar?
Definitivamente algo debía de ir mal. Es que es un cliché. Todo en armonía y muy bonito y de pronto sucede algo, ¿o no? Aunque tal vez me esté equivocando.
Pues no, mira vamos a ver qué tal. *Xiba gira la rueda de la fortuna* Mmmm, vale te ha tocado lo que ya me planteaba. Cof, Cof… ¡Y de pronto! –Sí, así es como salgo y vuelvo a entrar a la narración como si nada, je-. ¡De pronto un enorme rey marino apareció frente del bote. Parecía una anguila eléctrica, y era gigantesca. Era de color negro y alzó parte de su cuerpo hasta alcanzar los quince metros de altura, era gigantesca. Te miraba con sus ojos penetrantes, y abría la boca en señal de tener hambre. ¿Te he dicho ya que era gigantesca? Porque lo era. Vale, a lo mejor me he pasado un poco porque no has hecho nada malo, pero… Es raro. Normalmente los reyes marinos no suelen aparecer en mares tan calmados como este, ¿qué sucede aquí? ¿Acaso hay algo especial en la isla que proteger? En fin, sea lo que sea, parece que este bichejo no te va a dejar pasar así por las buenas. ¿Qué piensas hacer? ¿Vas a atacar al rey marino, o decidirás cambiar tu rumbo? Debo decir que el Rey marino parece hostil, pero podría haberte atacado ya y no lo ha hecho. Tal vez sólo quiera jugar, o tomar el sol. Quién sabe, ah, espera, yo lo sé, pero no te lo voy a decir, muahahaha (?)
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Era un día veraniego muy agradable, corría una suave brisa y el mar estaba completamente en calma. Cerré los ojos mientras esbozaba una leve sonrisa en mi rostro por la comodidad del ambiente, el ruido de las gaviotas era muy relajante, el sonido del oleaje... pero de pronto el mar se alteró. Todo empezó a zarandearse, rápidamente abrí los ojos y cogí los remos para estabilizar la barca y que no volcase. ¿Qué demonios estaba pasando?¿Sería cosa de la isla?
Cuando más o menos conseguí tomar el control de la situación, me asomé por la parte delantera de la barca y solo podía distinguir una sombra bajo la superficie que cada vez se hacía más y más grande. ¿Sería un submarino? No, imposible. Un submarino sería mucho más pequeño que aquello. Aquella sombra empezó a sobresalir del agua, era una... ¿Una cabeza?
Era una cabeza enorme, seguida por lo que parecía ser una cola aún más grande. Era completamente negro, tenía una especie como de cresta ligeramente azulada sobre la cabeza, y otra por debajo de la mandíbula. La bestia a grandes rasgos parecía una anguila gigante, pero tenía rasgos especiales. Sus ojos eran completamente rojos, pero con unas pupilas muy afiladas como los de una serpiente. Su boca era muy similar a la de un cocodrilo, los dientes le sobresalían por todos lados y tenía un morro muy prominente, con dos grandes orificios nasales. No parecía tener escamas, pero la duda era si sería eléctrica o si escondería algún arma secreta que desconocía, aunque a simple vista no parece ser que fuera a necesitar ninguna.
Salí del shock en el que me encontraba, no podía quedarme patidifuso sin hacer ni pensar algo para solucionar aquel pequeño problema, rápidamente mi cabeza empezó a trazar planes para sobrevivir. Primero, zambullí ligeramente mi mano izquierda en el agua, con la palma boca arriba. El objetivo era comprobar si el agua estaba electrificada, en caso afirmativo, los músculos de mi mano se contraerían lo que haría que mi mano saliera del agua inmediatamente y no muriera chamuscado. Al parecer, el agua no estaba electrificada, aunque tampoco podía asegurar nada ya que aquel monstruo podría ser capaz de soltar cargas eléctricas a su antojo o no, eso no podía saberlo. Lo siguiente fue girarme hacia todos lados buscando algún tipo de barco o isla a la que cambiar mi rumbo o pedir ayuda, pero no había nada, solo mar.
Me empezaba a quedar sin opciones. No tenía escapatoria, pero el ataque seria un suicidio bastante tonto. Mi única opción posible era conseguir llegar a aquella isla y esconderme en la selva. Dado que estaba bastante cerca de la costa, que rabia, tenía que conseguir zafarme de aquel monstruo como fuera. En caso de atacarle, necesitaría un ataque de distancia, y lo único que tenía eran mis katanas y un dial láser, por lo que debía de usar el dial. Quizás si consiguiera acertarle en un ojo conseguiría cegarle y ganar tiempo para llegar a tierra firme antes de que se recompusiera. No se me ocurría otro punto débil que tomar como objetivo.
Tanto pensar en como librarme de aquello me cegó y no me di cuenta de lo más obvio y evidente, si hubiera querido atacarme, ya lo habría hecho. Podría incluso haberme atacado mientras salía del agua, pero la bestia se limitaba a mirarme con cara amenazante y a balancearse suavemente por el efecto de mantener el equilibrio en el agua. ¿Por qué no me había matado ya? ¿Por qué se limitaba a observarme? Esa situación me desconcertaba aun más. ¿Y si intentaba comunicarme con él?
Cogí la bolsa de alimentos y los puse en la parte delantera de la barca como ofrenda, tenía dos planes en mente, primero me intentaría comunicar con él para suplicar por mi vida, y si no atendiera a razones no tendría otra opción que jugármela y esperar a que me atacara, para atinarle en el ojo con el dial cuando acercara la cabeza para comerme e intentar huir nadando hasta la costa. Ambos planes eran descabellados y difíciles de obtener éxito, podían fallar muchas cosas. Por ejemplo, podía fallar el tiro, tenía que recordar que solo disponía de un disparo. Pero en fin, habría que intentarlo. Una vez con la bolsa de alimentos en posición, hinqué mi rodilla derecha en el bote y agaché la cabeza, apoyando mi puño derecho sobre la barca y mi brazo izquierdo sobre mi rodilla izquierda. En esa postura, le mostraría respeto, como si de una reverencia a un ser superior se tratara, y dije en voz alta para que me escuchara:
-Sorin: Oh gran ser marino, se que mi ofrenda es escasa, pero mi carne también lo es en comparación con su tamaño. ¿Qué diferencia notará su estomago entre ingerir los alimentos de esta bolsa o ingerir a un ser diminuto como yo? Si me permite vivir, podría cazar alguna presa más grande para usted en esta isla, dentro de la selva que está fuera de su alcance. Mi único deseo es saciar su apetito.
Ahora solo me faltaba esperar la reacción del bicho, si intentaba atacarme, dado su tamaño haría un ruido atronador en el agua y no me costaría nada reaccionar y ejecutar mi plan b, otra historia distinta es que lo ejecute a la perfección y que salga todo según lo previsto.
Cuando más o menos conseguí tomar el control de la situación, me asomé por la parte delantera de la barca y solo podía distinguir una sombra bajo la superficie que cada vez se hacía más y más grande. ¿Sería un submarino? No, imposible. Un submarino sería mucho más pequeño que aquello. Aquella sombra empezó a sobresalir del agua, era una... ¿Una cabeza?
Era una cabeza enorme, seguida por lo que parecía ser una cola aún más grande. Era completamente negro, tenía una especie como de cresta ligeramente azulada sobre la cabeza, y otra por debajo de la mandíbula. La bestia a grandes rasgos parecía una anguila gigante, pero tenía rasgos especiales. Sus ojos eran completamente rojos, pero con unas pupilas muy afiladas como los de una serpiente. Su boca era muy similar a la de un cocodrilo, los dientes le sobresalían por todos lados y tenía un morro muy prominente, con dos grandes orificios nasales. No parecía tener escamas, pero la duda era si sería eléctrica o si escondería algún arma secreta que desconocía, aunque a simple vista no parece ser que fuera a necesitar ninguna.
Salí del shock en el que me encontraba, no podía quedarme patidifuso sin hacer ni pensar algo para solucionar aquel pequeño problema, rápidamente mi cabeza empezó a trazar planes para sobrevivir. Primero, zambullí ligeramente mi mano izquierda en el agua, con la palma boca arriba. El objetivo era comprobar si el agua estaba electrificada, en caso afirmativo, los músculos de mi mano se contraerían lo que haría que mi mano saliera del agua inmediatamente y no muriera chamuscado. Al parecer, el agua no estaba electrificada, aunque tampoco podía asegurar nada ya que aquel monstruo podría ser capaz de soltar cargas eléctricas a su antojo o no, eso no podía saberlo. Lo siguiente fue girarme hacia todos lados buscando algún tipo de barco o isla a la que cambiar mi rumbo o pedir ayuda, pero no había nada, solo mar.
Me empezaba a quedar sin opciones. No tenía escapatoria, pero el ataque seria un suicidio bastante tonto. Mi única opción posible era conseguir llegar a aquella isla y esconderme en la selva. Dado que estaba bastante cerca de la costa, que rabia, tenía que conseguir zafarme de aquel monstruo como fuera. En caso de atacarle, necesitaría un ataque de distancia, y lo único que tenía eran mis katanas y un dial láser, por lo que debía de usar el dial. Quizás si consiguiera acertarle en un ojo conseguiría cegarle y ganar tiempo para llegar a tierra firme antes de que se recompusiera. No se me ocurría otro punto débil que tomar como objetivo.
Tanto pensar en como librarme de aquello me cegó y no me di cuenta de lo más obvio y evidente, si hubiera querido atacarme, ya lo habría hecho. Podría incluso haberme atacado mientras salía del agua, pero la bestia se limitaba a mirarme con cara amenazante y a balancearse suavemente por el efecto de mantener el equilibrio en el agua. ¿Por qué no me había matado ya? ¿Por qué se limitaba a observarme? Esa situación me desconcertaba aun más. ¿Y si intentaba comunicarme con él?
Cogí la bolsa de alimentos y los puse en la parte delantera de la barca como ofrenda, tenía dos planes en mente, primero me intentaría comunicar con él para suplicar por mi vida, y si no atendiera a razones no tendría otra opción que jugármela y esperar a que me atacara, para atinarle en el ojo con el dial cuando acercara la cabeza para comerme e intentar huir nadando hasta la costa. Ambos planes eran descabellados y difíciles de obtener éxito, podían fallar muchas cosas. Por ejemplo, podía fallar el tiro, tenía que recordar que solo disponía de un disparo. Pero en fin, habría que intentarlo. Una vez con la bolsa de alimentos en posición, hinqué mi rodilla derecha en el bote y agaché la cabeza, apoyando mi puño derecho sobre la barca y mi brazo izquierdo sobre mi rodilla izquierda. En esa postura, le mostraría respeto, como si de una reverencia a un ser superior se tratara, y dije en voz alta para que me escuchara:
-Sorin: Oh gran ser marino, se que mi ofrenda es escasa, pero mi carne también lo es en comparación con su tamaño. ¿Qué diferencia notará su estomago entre ingerir los alimentos de esta bolsa o ingerir a un ser diminuto como yo? Si me permite vivir, podría cazar alguna presa más grande para usted en esta isla, dentro de la selva que está fuera de su alcance. Mi único deseo es saciar su apetito.
Ahora solo me faltaba esperar la reacción del bicho, si intentaba atacarme, dado su tamaño haría un ruido atronador en el agua y no me costaría nada reaccionar y ejecutar mi plan b, otra historia distinta es que lo ejecute a la perfección y que salga todo según lo previsto.
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Vaya, no me esperaba que fueras tan dócil. Pensé que te darías la vuelta o algo, o que atacarías, pero no que fueras un sometido más –que se note que te lo digo de broma (?)–. Pero que me voy del tema. Bien, tras tu bonito ofrecimiento el gesto de la bestia fue el mismo. Limitarse únicamente a mirarte con pausa, sin movimiento alguno. Tal vez no te haya escuchado, podría ser que sus orejas estuvieran muy altas, que sigan mojadas, o tal vez directamente no pueda escuchar y/o entender a los seres humanos –lo más normal–. Sin embargo, de pronto deja de mirarte. Comenzó a mirar hacia arriba, con una pose expresiva a modo de estar pensando en algo, o tal vez se encontrase percibiendo algo. Ignorándote completamente y tras unos segundos de pausa, el enorme Rey Marino se redirigió completamente su cuerpo para nadar en dirección noroeste de tu posición, hacia la isla. ¿Por qué había pasado eso? En fin. Había algo bueno, te habías librado del bicho, sin embargo tenías un pequeño problema. Por el movimiento del animal, tan brusco y al ser él tan grande, todo el mar cercano se movió causando algo de oleaje. Ten cuidado no vayas a caerte del barco ahora.
Cuando hayas calmado a la fiera de tu bote, yo que tu me pondría a prestar atención a la dirección a la cual iba como un rayo el bicho. Si te fijabas bien, a la lejanía se podía distinguir un navío. No era un galeón pirata, ni un barco pequeño, era un buque de la marina. ¿Qué carajos? Parecía que también se dirigían hacia la isla. Vaya, para ser un sitio desierto hoy tenía mucha visita, ¿no crees?
Cuando el Rey marino se acercó lo suficiente, pudiste escuchar el sonido de los cañones. Al parecer ellos no iban a someterse a la criatura, pero es más, me apostaba lo que sea a que ni siquiera se esperaron a que la criatura atacase, y ya te digo yo que no iba a atacar, pero así son los marines, o parte de ellos. Claramente el bicho no es tonto, y si va a recibir cañonazos, él iba a dar destrucción al barco.
Seguramente te hubiera gustado ver cómo termina la cosa, pero lamentablemente no podrá ser. Seguías siendo arrastrado por el mar hacia la isla, y debido a un acantilado que hacía el efecto de pared, se te tapaba la visión de lo que podía acontecerle al barco marine. ¡Es momento de que hagan sus apuestas! ¡El bicho o los marines! Vamos caballeros, pueden ganar dinero.
Pero dejemos eso para más adelante. Finalmente el bote llega hacia la costa, rozándose con la arena. Dorada al sol, con una textura y un tacto a la piel que para algunos podría resultar incluso orgásmica. Y más aún si juntamos la sensación de que los pies se te puedan mojar con agua refrescante del mar, siendo un día donde el sol brillaba, como era el caso. Al ser una isla desierta no había muelle, ni agarres para el bote. Si no querías que el mar te lo llevase tendrías que arrastrarlo tierra adentro. Tampoco había signos de caminos, ni de facilidades. Tras la playa lo que había era tierra y el comienzo de lo que parecía ser un frondoso, profundo y muy verde bosque.
Te dejo tres opciones. Puedes pasearte por la playa, podrías emprender un camino al bosque, o dirigirte hacia el acantilado y escalarlo para ver el final de aquella lucha. Aunque también podrías hacer lo que quieras fuera de esas opciones, sorpréndeme.
Cuando hayas calmado a la fiera de tu bote, yo que tu me pondría a prestar atención a la dirección a la cual iba como un rayo el bicho. Si te fijabas bien, a la lejanía se podía distinguir un navío. No era un galeón pirata, ni un barco pequeño, era un buque de la marina. ¿Qué carajos? Parecía que también se dirigían hacia la isla. Vaya, para ser un sitio desierto hoy tenía mucha visita, ¿no crees?
Cuando el Rey marino se acercó lo suficiente, pudiste escuchar el sonido de los cañones. Al parecer ellos no iban a someterse a la criatura, pero es más, me apostaba lo que sea a que ni siquiera se esperaron a que la criatura atacase, y ya te digo yo que no iba a atacar, pero así son los marines, o parte de ellos. Claramente el bicho no es tonto, y si va a recibir cañonazos, él iba a dar destrucción al barco.
Seguramente te hubiera gustado ver cómo termina la cosa, pero lamentablemente no podrá ser. Seguías siendo arrastrado por el mar hacia la isla, y debido a un acantilado que hacía el efecto de pared, se te tapaba la visión de lo que podía acontecerle al barco marine. ¡Es momento de que hagan sus apuestas! ¡El bicho o los marines! Vamos caballeros, pueden ganar dinero.
Pero dejemos eso para más adelante. Finalmente el bote llega hacia la costa, rozándose con la arena. Dorada al sol, con una textura y un tacto a la piel que para algunos podría resultar incluso orgásmica. Y más aún si juntamos la sensación de que los pies se te puedan mojar con agua refrescante del mar, siendo un día donde el sol brillaba, como era el caso. Al ser una isla desierta no había muelle, ni agarres para el bote. Si no querías que el mar te lo llevase tendrías que arrastrarlo tierra adentro. Tampoco había signos de caminos, ni de facilidades. Tras la playa lo que había era tierra y el comienzo de lo que parecía ser un frondoso, profundo y muy verde bosque.
Te dejo tres opciones. Puedes pasearte por la playa, podrías emprender un camino al bosque, o dirigirte hacia el acantilado y escalarlo para ver el final de aquella lucha. Aunque también podrías hacer lo que quieras fuera de esas opciones, sorpréndeme.
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Mantuve mi postura durante un par de segundos, que a mi parecer eran horas sin respuesta alguna. Hasta que recibí lo que esperaba, un fuerte oleaje me advertía de que el monstruo se disponía a atacarme por lo que rápidamente saqué mi dial láser con mi mano izquierda y me reincorporé para atacar a la bestia siguiendo mi plan b, sin embargo no me estaba atacando, estaba huyendo. ¿Acaso yo le daba miedo o simplemente le daba igual? Quizás ni siquiera me haya visto dado mi tamaño en comparación con el suyo.
Ahora no había tiempo para pensar en ello, tenía que mantener la barca firme o tendría que llegar hasta la costa a nado. Esta vez el movimiento fue mucho más brusco que antes, y dejo a la barca en muy mal estado. Un remo se perdió entre el oleaje, el otro remo se partió por la mitad, y por si algo podía ir a peor, justo en medio de la barca se produjo una grieta que tuve que contener poniendo mi chaqueta a modo de tapón. Estaba siendo un día fantástico. Gracias a los dioses que al menos el barco seguía dirigiéndose hacia la isla por acto del oleaje, porque sin remos estaba completamente a la deriva.
Una vez enmendada mi situación, decidí tomarme un descanso sin hacer nada, únicamente me limité a seguir a la gigantesca anguila con la mirada para ver a donde se dirigía. Por lo visto, el motivo de ser ignorado por ella fue la aparición de un buque de la marina que se estaba liando a cañonazos con el monstruo. ¿Cómo puede ser que no lo haya visto antes? Es más, ¿Cómo puede ser que ni siquiera haya oído los cañones del barco? Supongo que estaría demasiado ajetreado tratando de enderezar el bote como para fijarme en esos detalles. Intenté visualizar el resultado de aquella batalla, pero un acantilado de la isla se interpuso en mi campo de visión, tampoco es que me importara mucho, al fin y al cabo no eran más que marines buscando cualquier cosa a la que hacer blanco sin motivo alguno.
Ahora lo que importaba era que al fin había conseguido llegar a la endiablada isla. Aquello era precioso, casi paradisíaco. La arena parecía oro en polvo debido a lo limpia que estaba y a la incidencia de los rayos del sol, el agua era fría y cristalina, la selva ante mí era imponente, verde y frondosa. ¿Acaso he muerto y he ido al cielo? Quizás el monstruo me ha matado y no me haya dado cuenta. Tenía que dejar de pensar esas cosas y centrarme en decidir mi próximo movimiento, las opciones parecían claras, podía entrar en la selva o ir al acantilado para comprobar el estado de la batalla. Lo que más me atraía de la isla sin duda era la idea de explorar la selva, pero antes debía asegurarme de lo que me podía encontrar allí dentro. Para estar estar seguro, exploraría la playa en busca de alguna pista sobre lo que el bosque me pudiera deparar, y luego, me subiría al acantilado para poder ver la selva desde otro punto de vista más elevado.
Pero lo primero es lo primero, tenía que arrastrar mi bote, o lo que quedaba de él, lo más cerca del bosque que pudiera, porque desconocía los cambios del nivel del agua de aquella costa y, obviamente, no había nada para poder amarrarlo. Después de unos veinte minutos tirando y tirando del barco, lo conseguí alejar lo suficiente de la costa como para que no corriese peligro, o eso esperaba.
Ahora era el turno de la playa, parecía totalmente deshabitada, no había ningún tipo de restos de civilización en toda la playa. Después de casi una hora y media dando vueltas, no encontré ni huellas, ni basura, ni huesos, nada. Cuando estaba a punto de darme por vencido, vi brillar algo medio enterrado en la arena. Me acerqué para desenterrarlo y comprobar que era, parecía parte de un tesoro. Era medio medallón de plata con detalles de oro y un dibujo en el centro que no se podía distinguir muy bien, ya que estaba roto y le faltaba media parte. Era bastante grande, tendría casi dos dedos de grosor, y solo esa mitad ya era capaz de cubrirme toda la superficie de una mano, incluyendo dedos.
Me dispuse a regresar hasta mi bote con mi nuevo hallazgo, ¿Qué pintaba esto en una playa desierta? ¿Habría alguien en aquella isla? Fuera lo que fuera, parecía valioso y tenía pensado quedármelo. La playa era muy bonita, pero el sol era abrasador, y no aguantaba más ese calor. Llegué hasta mi barca con la intención de trepar el acantilado, pero necesitaba algo de sombra para refrescarme, además, era muy escarpado y mis habilidades de escalada eran escasas. Era hora de cambiar de plan, supongo que el acantilado tendría que tener alguna subida por alguna parte, por lo que decidí adentrarme en la jungla buscando dicho camino que me llevara a la cima de la isla. A ver si así podía hacerme una idea de donde estaba y de lo que había ocurrido con la bestia marina.
Ahora no había tiempo para pensar en ello, tenía que mantener la barca firme o tendría que llegar hasta la costa a nado. Esta vez el movimiento fue mucho más brusco que antes, y dejo a la barca en muy mal estado. Un remo se perdió entre el oleaje, el otro remo se partió por la mitad, y por si algo podía ir a peor, justo en medio de la barca se produjo una grieta que tuve que contener poniendo mi chaqueta a modo de tapón. Estaba siendo un día fantástico. Gracias a los dioses que al menos el barco seguía dirigiéndose hacia la isla por acto del oleaje, porque sin remos estaba completamente a la deriva.
Una vez enmendada mi situación, decidí tomarme un descanso sin hacer nada, únicamente me limité a seguir a la gigantesca anguila con la mirada para ver a donde se dirigía. Por lo visto, el motivo de ser ignorado por ella fue la aparición de un buque de la marina que se estaba liando a cañonazos con el monstruo. ¿Cómo puede ser que no lo haya visto antes? Es más, ¿Cómo puede ser que ni siquiera haya oído los cañones del barco? Supongo que estaría demasiado ajetreado tratando de enderezar el bote como para fijarme en esos detalles. Intenté visualizar el resultado de aquella batalla, pero un acantilado de la isla se interpuso en mi campo de visión, tampoco es que me importara mucho, al fin y al cabo no eran más que marines buscando cualquier cosa a la que hacer blanco sin motivo alguno.
Ahora lo que importaba era que al fin había conseguido llegar a la endiablada isla. Aquello era precioso, casi paradisíaco. La arena parecía oro en polvo debido a lo limpia que estaba y a la incidencia de los rayos del sol, el agua era fría y cristalina, la selva ante mí era imponente, verde y frondosa. ¿Acaso he muerto y he ido al cielo? Quizás el monstruo me ha matado y no me haya dado cuenta. Tenía que dejar de pensar esas cosas y centrarme en decidir mi próximo movimiento, las opciones parecían claras, podía entrar en la selva o ir al acantilado para comprobar el estado de la batalla. Lo que más me atraía de la isla sin duda era la idea de explorar la selva, pero antes debía asegurarme de lo que me podía encontrar allí dentro. Para estar estar seguro, exploraría la playa en busca de alguna pista sobre lo que el bosque me pudiera deparar, y luego, me subiría al acantilado para poder ver la selva desde otro punto de vista más elevado.
Pero lo primero es lo primero, tenía que arrastrar mi bote, o lo que quedaba de él, lo más cerca del bosque que pudiera, porque desconocía los cambios del nivel del agua de aquella costa y, obviamente, no había nada para poder amarrarlo. Después de unos veinte minutos tirando y tirando del barco, lo conseguí alejar lo suficiente de la costa como para que no corriese peligro, o eso esperaba.
Ahora era el turno de la playa, parecía totalmente deshabitada, no había ningún tipo de restos de civilización en toda la playa. Después de casi una hora y media dando vueltas, no encontré ni huellas, ni basura, ni huesos, nada. Cuando estaba a punto de darme por vencido, vi brillar algo medio enterrado en la arena. Me acerqué para desenterrarlo y comprobar que era, parecía parte de un tesoro. Era medio medallón de plata con detalles de oro y un dibujo en el centro que no se podía distinguir muy bien, ya que estaba roto y le faltaba media parte. Era bastante grande, tendría casi dos dedos de grosor, y solo esa mitad ya era capaz de cubrirme toda la superficie de una mano, incluyendo dedos.
Me dispuse a regresar hasta mi bote con mi nuevo hallazgo, ¿Qué pintaba esto en una playa desierta? ¿Habría alguien en aquella isla? Fuera lo que fuera, parecía valioso y tenía pensado quedármelo. La playa era muy bonita, pero el sol era abrasador, y no aguantaba más ese calor. Llegué hasta mi barca con la intención de trepar el acantilado, pero necesitaba algo de sombra para refrescarme, además, era muy escarpado y mis habilidades de escalada eran escasas. Era hora de cambiar de plan, supongo que el acantilado tendría que tener alguna subida por alguna parte, por lo que decidí adentrarme en la jungla buscando dicho camino que me llevara a la cima de la isla. A ver si así podía hacerme una idea de donde estaba y de lo que había ocurrido con la bestia marina.
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Que poco aventurero eres, anda que podrías haberte intentado jugar la vida para escalar el acantilado, tal vez hubieras recibido algún premio, o tal vez no… Bueno, pero al parecer eres alguien con dos dedos de frente y que has usado un buen razonamiento, claramente el acantilado debería de comenzar por algún punto. Así pues te adentras en el bosque. Es normalito. La tierra se encontraba seca, lo cual quería decir que no había llovido recientemente. Estaba todo muy calmado y no escuchabas más que el aire en movimiento y tus propios pases adentrándose a las profundidades verdosas del lugar. Mmmm, eso sí que era bastante extraño, ¿no había vida en esta isla? Bueno, vale, las plantas son seres vivos, sin embargo a parte de algún que otro insecto que está en cualquier lugar, no se puede notar vida alguna de un animal. ¿Tal vez fuese época de invernar?
Mientras continúas tu camino te encuentras por el suelo, no muy escondida por la tierra, otra moneda. Era más pequeña que la que encontraste partida en la playa, y también era bien distinta. La encontraba en la playa no tiene utilidad en este mundo moderno, sin embargo te encontraste una moneda de oro ahora, validada por unos centenares o tal vez unos miles de berries. ¿Qué hacía algo así por aquí? Además relucía bastante, era como si hubiera caído por aquí hacía poco tiempo. Supuestamente la isla era desierta, y esto era extraño. Bueno, había marines cerca, tal vez no esté completamente desierta… ¿Qué opinas? Tal vez se le hubiese caído a alguien que sobrevolase la isla mientras iba a otro lado, quién sabe. Guárdala, tal vez puedas canjearla más tarde.
Continúas caminando, y comienzas a sentir como que estás siendo observado. Es una sensación rara. Y por mucho que gires tu cabeza y mires de un lado a otro, no verás a nadie, es tan solo una sensación, que te pondrá nervioso.
Tras caminar un rato vuelves a ver una moneda igual, de oro. Sin embargo se encontraba incrustada en un árbol… Podías ver una cara de la moneda, pero la otra estaba oculta. Vaya. Podrías intentar quitarla del árbol, a fin de cuentas es más dinero, hay palos cerca, quién sabe. Aunque también podrías pasar y continuar, ya te queda poco para llegar. ¿Qué piensas hacer?
Mientras continúas tu camino te encuentras por el suelo, no muy escondida por la tierra, otra moneda. Era más pequeña que la que encontraste partida en la playa, y también era bien distinta. La encontraba en la playa no tiene utilidad en este mundo moderno, sin embargo te encontraste una moneda de oro ahora, validada por unos centenares o tal vez unos miles de berries. ¿Qué hacía algo así por aquí? Además relucía bastante, era como si hubiera caído por aquí hacía poco tiempo. Supuestamente la isla era desierta, y esto era extraño. Bueno, había marines cerca, tal vez no esté completamente desierta… ¿Qué opinas? Tal vez se le hubiese caído a alguien que sobrevolase la isla mientras iba a otro lado, quién sabe. Guárdala, tal vez puedas canjearla más tarde.
Continúas caminando, y comienzas a sentir como que estás siendo observado. Es una sensación rara. Y por mucho que gires tu cabeza y mires de un lado a otro, no verás a nadie, es tan solo una sensación, que te pondrá nervioso.
Tras caminar un rato vuelves a ver una moneda igual, de oro. Sin embargo se encontraba incrustada en un árbol… Podías ver una cara de la moneda, pero la otra estaba oculta. Vaya. Podrías intentar quitarla del árbol, a fin de cuentas es más dinero, hay palos cerca, quién sabe. Aunque también podrías pasar y continuar, ya te queda poco para llegar. ¿Qué piensas hacer?
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Definitivamente dentro de la selva se estaba mucho mejor que a la deriva en medio del mar, o incluso que en la playa. Los árboles eran lo suficientemente frondosos como para que aquel lugar no diera el sol directamente, por lo que se estaba fresquito, pero tampoco eran tan frondosos como para que estuviera a oscuras, se podía ver perfectamente. No tardé mucho en darme cuenta que esa comodidad y tranquilidad era cuanto menos rara. Pese a la vegetación y la ausencia de cualquier tipo de actividad humana, no había ni un solo animal, o al menos eso parecía. No se escuchaban pájaros revolotear, monos gritando, serpientes reptando... Nada. Lo único que habían eran árboles e insectos.
Seguí avanzando sin detener mi marcha en busca de un camino de subida que me permitiera acceder a la cima del acantilado, pero siempre mantenía los ojos bien abiertos por si me topaba con algún peligro allí. Esa soledad podría ser a que algún peligroso depredador acechase aquella selva, aunque de ser así ¿cómo podría sobrevivir sin presas que cazar? Quizás era un monstruo mitológico que no necesitara comer para vivir. También podría ser que me estuviese yendo demasiado por las ramas y no se tratara más que de un selva cuya fauna fuera nocturna y durmiera por el día, o que dado que tampoco veía árboles frutales y que se trataba de una isla muy apartada y solitaria, no estuviera habitada por ninguna fauna o que esta ya se hubiera extinguido. Fuera lo que fuera tenía la sensación de que no tardaría en descubrirlo. Mi principal problema era que sin animales ni frutas no tenía mucha cosa de la que alimentarme, así que tenía que hacer mi estancia en aquella isla lo mas corta posible.
Después de una larga travesía, sentí una sensación muy rara en el cuerpo. Era la misma sensación que sentí de la isla cuando mi barcaza se dirigía a ella casi por arte de magia. Esa sensación maligna hizo que me detuviese en seco y que me recorriera un sudor frío por la frente. Esta vez no atraía mi bote a la isla, sino que me atraía a mi, por alguna razón, a que alterase mi trayecto y girase a la izquierda. No conocía de nada esa isla, pero era como si escuchara un voz en mi interior cada vez más fuerte que me indicaba que debía girar a la izquierda. Traté de resistirme y de continuar mi camino, pero no pude evitarlo. ¿Qué le pasaba a esta isla? Giré a la izquierda y proseguí con mi travesía a través de los árboles y matojos, en aquella zona no había ningún tipo de camino. ¿Me estaría volviendo loco? A lo mejor estas sensaciones no eran más que imaginaciones mías, producto de la paranoia y del miedo a lo desconocido, pero era algo que no había sentido nunca antes.
Me vi obligado a sacar una de mis katanas para poder cortar la maleza, aunque no por mucho tiempo. Después de unos escasos diez minutos, conseguí llegar de nuevo a un sendero. Esta vez la ruta era muy serpenteante, casi parecía un camino elaborado por alguien o algo como el de esas casitas de bosque de los cuentos medievales. Ahora la pregunta era clara, ¿Debería dar media vuelta y hacer caso a mi instinto retomando mi vieja ruta, o por el contrario debería seguir esa rara sensación que me había conducido hasta aquel nuevo sendero? Decidí optar por lo segundo.
Caminé hacia mi nueva dirección siguiendo aquel camino, no se que me depararía el final, pero una cosa era clara, no me iba a librar de raras situaciones como la de antes. Eso lo tuve claro cuando, después de sobrepasar un par de curvas de aquella ruta, hice un descubrimiento cuanto menos peculiar. En medio del sendero y medio enterrada en la arena, encontré lo que parecía ser una moneda de oro puro reluciente, brillaba tanto y estaba en tan perfecto estado que parecía recién acuñada. ¿qué hacia una moneda como esta en una isla completamente desierta sin la más mínima actividad humana? !Pero si ni siquiera habían animales, como podían haber monedas de oro por ahí tiradas¡
Proseguí mi camino mirando fijamente mi pequeño tesoro recién hallado, me quedé ensimismado mirando la moneda mientras le daba vueltas para apreciar todos sus detalles, cuando de pronto me pegué uno de los porrazos más grandes que me he dado en mucho tiempo. Aunque más que porrazo podría decirse que fue un leñazo. Me había estampado de bruces contra un árbol. En una de las curvas de la senda que estaba siguiendo, el camino se estrechó y el árbol estaba justo al borde, casi invadiendo la ruta. Yo iba tan distraído mirando la extraña moneda que no me di cuenta de nada. Por culpa del golpe me raspé media frente y se me hinchó un poco. Después de comprobar lo que había ocurrido, y realizar el balance de daños que había sufrido, vi un detalle muy curioso. En aquel árbol había otra moneda incrustada exactamente igual que la que ya poseía.
Vaya casualidad del destino que de todos los árboles de aquella isla, fuera a chocarme precisamente con este, pero...¿Y si no se trataba de una coincidencia? ¿Y si había sido esa sensación rara que sentí antes? ¿Quería la isla que encontrara estas monedas? O mejor aún, ¿Serían estas monedas la verdadera fuente de esa especie de mano invisible que guía mis pasos? Fuera lo que fuera, esas monedas tenían que ser la clave para algo. La primera moneda se le pudo caer a alguien, ¿Pero a quién se le cae una moneda y se incrusta en un árbol? Aquella moneda estaba allí a caso hecho, alguien la había puesto. Quizás ese árbol ocultara algo.
Sin pensármelo dos veces, me arrodille a ras del árbol y comencé a excavar lo más rápido que pude, pero con las manos desnudas no haría gran cosa. Por allí cerca no había nada que pudiera utilizar para cavar, pero tuve una idea, el medallón roto que encontré en la playa. Era lo bastante grande como para poder usarlo a modo de pala de mano, y lo bastante resistente como para no romperse, así que me puse a ello. Después de una hora cavando y cavando sin hallar nada, me percaté de un detalle. La tierra de aquel lugar estaba seca. No ha llovido en días, pero con tanta vegetación debería haber una humedad suficiente en el ambiente como para mojar el terreno. No se si estaría dándole otra vez demasiadas vueltas a las cosas o que simplemente no había ni una cosa bien en aquella isla.
Como no encontré nada enterrado debajo del árbol, decidí que la moneda no indicaba que había algo debajo, indicaba que había algo delante. Con esta idea en mente, abandoné el camino justo por el punto donde estaba aquel árbol y decidí seguir avanzando jungla a través, no sin antes coger la moneda del árbol haciendo palanca con una de mis katanas ¿Que sería lo siguiente que encontraría?
Seguí avanzando sin detener mi marcha en busca de un camino de subida que me permitiera acceder a la cima del acantilado, pero siempre mantenía los ojos bien abiertos por si me topaba con algún peligro allí. Esa soledad podría ser a que algún peligroso depredador acechase aquella selva, aunque de ser así ¿cómo podría sobrevivir sin presas que cazar? Quizás era un monstruo mitológico que no necesitara comer para vivir. También podría ser que me estuviese yendo demasiado por las ramas y no se tratara más que de un selva cuya fauna fuera nocturna y durmiera por el día, o que dado que tampoco veía árboles frutales y que se trataba de una isla muy apartada y solitaria, no estuviera habitada por ninguna fauna o que esta ya se hubiera extinguido. Fuera lo que fuera tenía la sensación de que no tardaría en descubrirlo. Mi principal problema era que sin animales ni frutas no tenía mucha cosa de la que alimentarme, así que tenía que hacer mi estancia en aquella isla lo mas corta posible.
Después de una larga travesía, sentí una sensación muy rara en el cuerpo. Era la misma sensación que sentí de la isla cuando mi barcaza se dirigía a ella casi por arte de magia. Esa sensación maligna hizo que me detuviese en seco y que me recorriera un sudor frío por la frente. Esta vez no atraía mi bote a la isla, sino que me atraía a mi, por alguna razón, a que alterase mi trayecto y girase a la izquierda. No conocía de nada esa isla, pero era como si escuchara un voz en mi interior cada vez más fuerte que me indicaba que debía girar a la izquierda. Traté de resistirme y de continuar mi camino, pero no pude evitarlo. ¿Qué le pasaba a esta isla? Giré a la izquierda y proseguí con mi travesía a través de los árboles y matojos, en aquella zona no había ningún tipo de camino. ¿Me estaría volviendo loco? A lo mejor estas sensaciones no eran más que imaginaciones mías, producto de la paranoia y del miedo a lo desconocido, pero era algo que no había sentido nunca antes.
Me vi obligado a sacar una de mis katanas para poder cortar la maleza, aunque no por mucho tiempo. Después de unos escasos diez minutos, conseguí llegar de nuevo a un sendero. Esta vez la ruta era muy serpenteante, casi parecía un camino elaborado por alguien o algo como el de esas casitas de bosque de los cuentos medievales. Ahora la pregunta era clara, ¿Debería dar media vuelta y hacer caso a mi instinto retomando mi vieja ruta, o por el contrario debería seguir esa rara sensación que me había conducido hasta aquel nuevo sendero? Decidí optar por lo segundo.
Caminé hacia mi nueva dirección siguiendo aquel camino, no se que me depararía el final, pero una cosa era clara, no me iba a librar de raras situaciones como la de antes. Eso lo tuve claro cuando, después de sobrepasar un par de curvas de aquella ruta, hice un descubrimiento cuanto menos peculiar. En medio del sendero y medio enterrada en la arena, encontré lo que parecía ser una moneda de oro puro reluciente, brillaba tanto y estaba en tan perfecto estado que parecía recién acuñada. ¿qué hacia una moneda como esta en una isla completamente desierta sin la más mínima actividad humana? !Pero si ni siquiera habían animales, como podían haber monedas de oro por ahí tiradas¡
Proseguí mi camino mirando fijamente mi pequeño tesoro recién hallado, me quedé ensimismado mirando la moneda mientras le daba vueltas para apreciar todos sus detalles, cuando de pronto me pegué uno de los porrazos más grandes que me he dado en mucho tiempo. Aunque más que porrazo podría decirse que fue un leñazo. Me había estampado de bruces contra un árbol. En una de las curvas de la senda que estaba siguiendo, el camino se estrechó y el árbol estaba justo al borde, casi invadiendo la ruta. Yo iba tan distraído mirando la extraña moneda que no me di cuenta de nada. Por culpa del golpe me raspé media frente y se me hinchó un poco. Después de comprobar lo que había ocurrido, y realizar el balance de daños que había sufrido, vi un detalle muy curioso. En aquel árbol había otra moneda incrustada exactamente igual que la que ya poseía.
Vaya casualidad del destino que de todos los árboles de aquella isla, fuera a chocarme precisamente con este, pero...¿Y si no se trataba de una coincidencia? ¿Y si había sido esa sensación rara que sentí antes? ¿Quería la isla que encontrara estas monedas? O mejor aún, ¿Serían estas monedas la verdadera fuente de esa especie de mano invisible que guía mis pasos? Fuera lo que fuera, esas monedas tenían que ser la clave para algo. La primera moneda se le pudo caer a alguien, ¿Pero a quién se le cae una moneda y se incrusta en un árbol? Aquella moneda estaba allí a caso hecho, alguien la había puesto. Quizás ese árbol ocultara algo.
Sin pensármelo dos veces, me arrodille a ras del árbol y comencé a excavar lo más rápido que pude, pero con las manos desnudas no haría gran cosa. Por allí cerca no había nada que pudiera utilizar para cavar, pero tuve una idea, el medallón roto que encontré en la playa. Era lo bastante grande como para poder usarlo a modo de pala de mano, y lo bastante resistente como para no romperse, así que me puse a ello. Después de una hora cavando y cavando sin hallar nada, me percaté de un detalle. La tierra de aquel lugar estaba seca. No ha llovido en días, pero con tanta vegetación debería haber una humedad suficiente en el ambiente como para mojar el terreno. No se si estaría dándole otra vez demasiadas vueltas a las cosas o que simplemente no había ni una cosa bien en aquella isla.
Como no encontré nada enterrado debajo del árbol, decidí que la moneda no indicaba que había algo debajo, indicaba que había algo delante. Con esta idea en mente, abandoné el camino justo por el punto donde estaba aquel árbol y decidí seguir avanzando jungla a través, no sin antes coger la moneda del árbol haciendo palanca con una de mis katanas ¿Que sería lo siguiente que encontraría?
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Debo decir que durante todos estos rodeaos que le has dado al árbol te han estado vigilando unos ojos, y seguramente debías de sentirte muy observado. La moneda acabó por salir del árbol en la cual se encontraba alojada. Podrías apreciar que se trataba de una copia exacta a la anterior, y limpia. ¿Cuánto tiempo llevaría una moneda tal así? Al igual que la que te encontraste en el suelo. No es por nada, pero da la sensación de que alguien ha pasado por aquí hace poco, sin embargo el barco marine quedaba aún muy lejos… Es más, siquiera sabemos si han conseguido llegar hasta aquí tras el ataque del rey marino. ¿Qué quería decir eso? Supuestamente esto estaba desierto, y por ahora se cumple, ni animales se han visto.
En fin, continuarás tu camino, el que andabas tomando antes. Sin embargo cuando te alejes a no más de diez pasos del árbol, esa sensación de que algo te observaba y vigilaba, cambió a que algo se aproximaba, muy rápido, era una sensación de alerta.
Sentiste cómo una sombra pasó por detrás hasta ponerse delante de tu persona. Se trataba de un mono, un primate, un chimpancé más concretamente. Me da pereza describírtelo, así que te dejo aquí una imagen y ya te ocupas tu de hacerlo, que por algo es tu moderado.
Tenía cara de pocos amigos el animal, y además te señalaba rabioso con el brazo y el dedo. Parecía que te fuese a agredir, ¡pero eh! Al menos ya has visto vida en esta dichosa isla “llena de monedas”. ¿Y si hay vida, dónde se ha metido toda la fauna local? Esta criatura en vez de respuestas daba más preguntas.
¿Te dije que tenía apariencia hostil cierto? Pues mira por donde las acciones siguientes del primate serán las de mirarte muy fijamente, para a continuación salir corriendo cogiendo una ruta distinta a la que seguías, completamente. Tu primer impulso será seguirle, más te vale no perderlo de vista, quién sabe en qué otra ocasión conseguirás ver a otro ser vivo. Por lo cual, ¡corre!
Al parecer quería llevarte hasta algún lugar. Sin fijarse en ello tanto el chimpancé como su persona han entrado a un camino fuera del mapa, pisando y quitándole la vida a flores por pie de forma acelerada, los árboles se hacían más frondosos, y comenzaba a ser más difícil que entrase la luz del sol, ¿a dónde carajos te estaba llevando? Esto comenzaba a ser extraño, ¿por qué tenías que seguirle? Aggg, eres un bipolar. No, yo soy un bipolar, te digo que le sigas y luego te hago preguntas contrarias. En fin.
De nuevo, esa sensación de peligro llega a tu cabeza. -Parece que es como si de repente te hubiera otorgado un sentido arácnido, eh. Pues disfrútalo que es sólo para este rol-. Algo se aproximaba… ¡ZAS! De pronto una espada pasó justo por delante de ti a toda velocidad de derecha a izquierda. Esto hizo que te detuvieras un momento, para que no te pillara. ¿Qué leñes era eso? ¿Alguien te había lanzado una espada? Del shock te quedaste un momento pillado, pero era momento de reaccionar. El mono no te esperaba, y sentías que algo se aproximaba. Qué decides, ¿seguir al primate o esperar a ver que era eso? Te advierto que se acerca algo a una gran velocidad, si titubeas un segundo sobre si correr o no, te pillará. Actúa rápido.
En fin, continuarás tu camino, el que andabas tomando antes. Sin embargo cuando te alejes a no más de diez pasos del árbol, esa sensación de que algo te observaba y vigilaba, cambió a que algo se aproximaba, muy rápido, era una sensación de alerta.
Sentiste cómo una sombra pasó por detrás hasta ponerse delante de tu persona. Se trataba de un mono, un primate, un chimpancé más concretamente. Me da pereza describírtelo, así que te dejo aquí una imagen y ya te ocupas tu de hacerlo, que por algo es tu moderado.
Tenía cara de pocos amigos el animal, y además te señalaba rabioso con el brazo y el dedo. Parecía que te fuese a agredir, ¡pero eh! Al menos ya has visto vida en esta dichosa isla “llena de monedas”. ¿Y si hay vida, dónde se ha metido toda la fauna local? Esta criatura en vez de respuestas daba más preguntas.
¿Te dije que tenía apariencia hostil cierto? Pues mira por donde las acciones siguientes del primate serán las de mirarte muy fijamente, para a continuación salir corriendo cogiendo una ruta distinta a la que seguías, completamente. Tu primer impulso será seguirle, más te vale no perderlo de vista, quién sabe en qué otra ocasión conseguirás ver a otro ser vivo. Por lo cual, ¡corre!
Al parecer quería llevarte hasta algún lugar. Sin fijarse en ello tanto el chimpancé como su persona han entrado a un camino fuera del mapa, pisando y quitándole la vida a flores por pie de forma acelerada, los árboles se hacían más frondosos, y comenzaba a ser más difícil que entrase la luz del sol, ¿a dónde carajos te estaba llevando? Esto comenzaba a ser extraño, ¿por qué tenías que seguirle? Aggg, eres un bipolar. No, yo soy un bipolar, te digo que le sigas y luego te hago preguntas contrarias. En fin.
De nuevo, esa sensación de peligro llega a tu cabeza. -Parece que es como si de repente te hubiera otorgado un sentido arácnido, eh. Pues disfrútalo que es sólo para este rol-. Algo se aproximaba… ¡ZAS! De pronto una espada pasó justo por delante de ti a toda velocidad de derecha a izquierda. Esto hizo que te detuvieras un momento, para que no te pillara. ¿Qué leñes era eso? ¿Alguien te había lanzado una espada? Del shock te quedaste un momento pillado, pero era momento de reaccionar. El mono no te esperaba, y sentías que algo se aproximaba. Qué decides, ¿seguir al primate o esperar a ver que era eso? Te advierto que se acerca algo a una gran velocidad, si titubeas un segundo sobre si correr o no, te pillará. Actúa rápido.
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Comenzaba a arrepentirme de abandonar el sendero, ya que llevaba un largo rato explorando sin encontrar nada interesante. Lo peor sería que anocheciera y me pillara perdido en medio de la isla sin modo de saber donde estoy. Estaba cansado ya de esta isla, quién me habrá mandado meterme aquí. Todo en este sitio me daba mala espina y quería abandonarla cuanto antes. Encima ya no aparecían más moneditas de oro. Pero había que ser positivos, al menos dentro de la jungla hacía mucho menos calor que en la playa.
La vegetación comenzaba a ser cada vez más abundante, los árboles eran altísimos y con copas saturadas de hojas, por culpa de la humedad, los troncos estaban recubiertos de musgo, lo que terminaba de dar el toque verde al lugar. En el suelo apenas se podía ver la tierra, estaba completamente lleno de hojas y ramas secas, lo que hacía que cada pisada sonara estruendosamente. Era un sitio muy bonito y agradable, aunque desde la costa parecía una jungla mucho más pequeña y escueta. Por lo demás, seguía sin ver rastro de civilización ni de ningún tipo de vida animal, tampoco parecía haber mucho alimento ya que ninguno de los árboles daban frutos ni poseían elementos comestibles. Desde luego que era una selva peculiar.
Cuando iba a sentarme para dejar de andar un rato, ya que es lo único que estaba haciendo desde que pisé la isla, comencé a escuchar ramas zarandearse y pisadas sobre las hojas del suelo. Me quedé quieto, mirando hacia todas partes buscando el origen de aquellos ruidos. De pronto, escuche como caía un peso muerto en la hierba de detrás de mí, pero antes de que me diera tiempo siquiera a girarme, se puso delante de mí con un rápido salto, y ahí estaba, un mono. Era un monito pequeñín, pero me miraba con cara de querer morderme, enseñándome los dientes y señalándome con uno de los brazos completamente extendido.
Sin previo aviso, salió despavorido jungla a través, en una dirección distinta a la que estaba tomando yo. Dada la extraña escasez de seres vivos de aquella isla, decidí seguirlo sin pensar, casi por instinto, aunque últimamente me costaba diferenciar entre las decisiones que tomaba por mi instinto o por aquel raro sentido nuevo que me había prestado aquella isla. Con su extrema velocidad y agilidad, incluso consiguió rodearme antes sin que me diera tiempo siquiera a hacer un gesto, tuve que usar mis cinco sentidos para poder seguirle. Corría sin pensar en nada, no buscaba más monedas, pisaba flores que no había visto nunca antes en mi vida, no buscaba peligros a mi alrededor, no pensaba en la ruta que estaba siguiendo, no sabía a donde me dirigía, ni como volver, ni siquiera pensaba en las consecuencias de llegar al destino al que el mono parecía guiarme, o tan solo huir.
Cuando menos me lo esperaba, un objeto, el cual parecía ser una espada, pasó disparada desde mi flanco derecho, justo por delante de mi cara. Pasó tan tan cerca que hasta tuve que frenar en seco para que no se ensartara en mi cabeza. Por culpa de la inercia por la velocidad que llevaba, al tratar de frenar me caí de bruces contra el suelo. Levanté la cabeza mirando hacia el lugar por el que estaba avanzando el mono, pero ya no estaba. Era normal, a la velocidad que estaba corriendo, no iba a tener la cortesía de detenerse a esperarme. Con el espesor de la jungla, ya era imposible alcanzar a mi amiguito el mono, así que opté por descubrir quien me había lanzado esa espada y con qué intención.
Rápidamente me recompuse, me levanté y desenvainé mis dos katanas de acero, en posición de defensa. Podía notar como algo se aproximaba a gran velocidad, de hecho, podía oírlo pero fuera quien fuese me pillaría preparado.
La vegetación comenzaba a ser cada vez más abundante, los árboles eran altísimos y con copas saturadas de hojas, por culpa de la humedad, los troncos estaban recubiertos de musgo, lo que terminaba de dar el toque verde al lugar. En el suelo apenas se podía ver la tierra, estaba completamente lleno de hojas y ramas secas, lo que hacía que cada pisada sonara estruendosamente. Era un sitio muy bonito y agradable, aunque desde la costa parecía una jungla mucho más pequeña y escueta. Por lo demás, seguía sin ver rastro de civilización ni de ningún tipo de vida animal, tampoco parecía haber mucho alimento ya que ninguno de los árboles daban frutos ni poseían elementos comestibles. Desde luego que era una selva peculiar.
Cuando iba a sentarme para dejar de andar un rato, ya que es lo único que estaba haciendo desde que pisé la isla, comencé a escuchar ramas zarandearse y pisadas sobre las hojas del suelo. Me quedé quieto, mirando hacia todas partes buscando el origen de aquellos ruidos. De pronto, escuche como caía un peso muerto en la hierba de detrás de mí, pero antes de que me diera tiempo siquiera a girarme, se puso delante de mí con un rápido salto, y ahí estaba, un mono. Era un monito pequeñín, pero me miraba con cara de querer morderme, enseñándome los dientes y señalándome con uno de los brazos completamente extendido.
Sin previo aviso, salió despavorido jungla a través, en una dirección distinta a la que estaba tomando yo. Dada la extraña escasez de seres vivos de aquella isla, decidí seguirlo sin pensar, casi por instinto, aunque últimamente me costaba diferenciar entre las decisiones que tomaba por mi instinto o por aquel raro sentido nuevo que me había prestado aquella isla. Con su extrema velocidad y agilidad, incluso consiguió rodearme antes sin que me diera tiempo siquiera a hacer un gesto, tuve que usar mis cinco sentidos para poder seguirle. Corría sin pensar en nada, no buscaba más monedas, pisaba flores que no había visto nunca antes en mi vida, no buscaba peligros a mi alrededor, no pensaba en la ruta que estaba siguiendo, no sabía a donde me dirigía, ni como volver, ni siquiera pensaba en las consecuencias de llegar al destino al que el mono parecía guiarme, o tan solo huir.
Cuando menos me lo esperaba, un objeto, el cual parecía ser una espada, pasó disparada desde mi flanco derecho, justo por delante de mi cara. Pasó tan tan cerca que hasta tuve que frenar en seco para que no se ensartara en mi cabeza. Por culpa de la inercia por la velocidad que llevaba, al tratar de frenar me caí de bruces contra el suelo. Levanté la cabeza mirando hacia el lugar por el que estaba avanzando el mono, pero ya no estaba. Era normal, a la velocidad que estaba corriendo, no iba a tener la cortesía de detenerse a esperarme. Con el espesor de la jungla, ya era imposible alcanzar a mi amiguito el mono, así que opté por descubrir quien me había lanzado esa espada y con qué intención.
Rápidamente me recompuse, me levanté y desenvainé mis dos katanas de acero, en posición de defensa. Podía notar como algo se aproximaba a gran velocidad, de hecho, podía oírlo pero fuera quien fuese me pillaría preparado.
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Pensaba que querías terminar el moderado de forma rápida, tendrías que haber seguido al monito. De todas formas ahora sería complicado, el primate desapareció de entre los árboles a gran velocidad, como si su vida dependiera de ello. Hacia un buen clima, pero a medida que se aproximaba aquella cosa que te lanzó el arma, sentías como si empezase a oscurecerse el ambiente, como si fuera algo pesado, molesto y malo lo que pudieses llegar a ver. Es posible que te encontrases ya un poco cansado y estuvieras delirando, o simplemente tengas un buen instinto.
De entre los árboles por fin empiezas a notar algo, una silueta muy grande podías observar. No llegaba a la altura de ser siquiera un semigigante, sin embargo era bastante grande, más alto que tu, y con más volumen en su cuerpo. Finalmente un rayo de luz consigue alcanzarle en la cara y puedes observar una grotesca imagen de un rostro completamente agresivo y sangriento. Miedito. Se aproximaba hacia ti con sed de sangre y destrucción. Iba con una gran armadura que le cubría exitosamente todo el cuerpo, y parecía pesada eh, así que imagínate si tiene que tener fuerza para soportar eso. A parte de la cara, se podría decir por su cabello castaño y color oscuro de ojos que por muy guerrero que sea no parecía venir de un país nórdico –já, chiste(?)-.
Como iba diciendo, iba directo hacia ti, mientras gritaba con fuerza “¡Dónde está!”, y sin tiempo de dejarte responder siquiera un “De qué mierdas hablas” decidió cargar un enrome y poderoso puñetazo en tu contra.
De entre los árboles por fin empiezas a notar algo, una silueta muy grande podías observar. No llegaba a la altura de ser siquiera un semigigante, sin embargo era bastante grande, más alto que tu, y con más volumen en su cuerpo. Finalmente un rayo de luz consigue alcanzarle en la cara y puedes observar una grotesca imagen de un rostro completamente agresivo y sangriento. Miedito. Se aproximaba hacia ti con sed de sangre y destrucción. Iba con una gran armadura que le cubría exitosamente todo el cuerpo, y parecía pesada eh, así que imagínate si tiene que tener fuerza para soportar eso. A parte de la cara, se podría decir por su cabello castaño y color oscuro de ojos que por muy guerrero que sea no parecía venir de un país nórdico –já, chiste(?)-.
Como iba diciendo, iba directo hacia ti, mientras gritaba con fuerza “¡Dónde está!”, y sin tiempo de dejarte responder siquiera un “De qué mierdas hablas” decidió cargar un enrome y poderoso puñetazo en tu contra.
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